SÓLO PARA MEDITAR
La
segunda pregunta:
En
las últimas
semanas, justo cuando me siento sobrecogida por el misterio y el
milagro de la vida y este mundo, de pronto siento que todo lo externo
desciende cada vez más
cerca hasta que entra por mis ojos. Entonces me encuentro mirando lo
que parece una pantalla unidimensional en mis ojos. Es como si no
hubiera nada más
que yo, y estoy tan sola. Pero entonces hay gente en la escena
interactuando conmigo, y me siento confusa. ¿Y
qué
pasa contigo? Tú
también
pareces solo parte de la imagen.
Aunque
esto solo dura unos pocos segundos, me siento muy aterrorizada cuando
sucede. ¿Es
esto mi
mente
que juega conmigo? ¿Cómo
podría
estar realmente tan sola?
Maitri, uno
siempre está
solo. La soledad es suprema; pero la soledad no es aislamiento. No
estás
aislada. Y es ahí
donde radica todo el malentendido y lo que hace que te sientas
aterrorizada. Estar aislada significa que echas en falta al otro.
Estar aislada es un estado negativo. Estar aislada significa que te
sientes vacía,
que estás
buscando al otro: crees en el otro, dependes del otro... y el otro no
está.
Y como el otro no está,
hay una gran nada; pero esa nada es un tipo de nada negativa. Buscas
a tientas al otro, y no puedes encontrar al otro, y todo empieza a
desaparecer. Y cuando todo comienza a desaparecer, el problema real
es:
tú
no
puedes seguir siendo tú
misma.
Cuando todo
lo demás
haya desaparecido, tú
también
tendrás
que desaparecer, porque dependes de los demás,
eres solo un reflejo de los demás.
Has visto tu rostro en los ojos de los otros; han sido espejos. Ahora
ya no hay espejos: ¿quién
eres? Todo ha desaparecido; entonces, ¿cómo
puedes permanecer en este aislamiento? Tú
también
te empiezas a evaporar y eso crea un gran miedo: el miedo a la
muerte.
El ego
empieza a morir y el ego empieza a buscar en alguna parte a alguien a
quien aferrarse. Y ésa
es la razón
por la que enseguida empiezas a interactuar con la gente. Debido al
miedo a la muerte, empiezas a estar ocupada con otros de nuevo. Y
entonces habrá
una gran confusión,
porque tu ser natural estaba entrando en una profunda nada. Pero te
asustaste y te sacaste de ella. Creaste una contradicción
en la energía:
la energía
iba hacia dentro y tú
saliste de un salto, por eso hay confusión.
Pero la
soledad es suprema. Y cuando digo que la soledad es suprema, quiero
decir que solo hay una, no hay muchas. No estás
separada de la existencia. Nadie está
separado de nadie; la existencia es absolutamente una. La idea misma
de la separación
es nuestra desdicha; la idea misma de que «Soy
una isla»
crea el infierno. Nadie es una isla, pertenecemos al continente;
formamos parte de esta existencia oceánica.
El pasado, el presente, el futuro, en todas las direcciones y todas
las dimensiones, todo es uno. De hecho, la palabra «solo»
significa todo-uno: eso es la soledad. Todo-uno es solo*.
Pero para
eso, Maitri, tendrás
que entrar un poco más
en esta nada. Primero la nada es negativa; lo negativo es el núcleo
externo, la cáscara. Si profundizas un poco más,
encontrarás
la nada positiva. La nada positiva es lo que Buda llama nirvana,
iluminación,
shunya.
Cuando
has profundizado y has cruzado la cáscara —la
parte negativa dura, la parte oscura—,
de pronto hay luz, la noche ha terminado. Y entonces sientes un tipo
totalmente nuevo de soledad que nunca has sentido antes, y entonces
conoces la diferencia entre aislamiento y soledad. En el aislamiento
buscabas al otro, en la soledad el otro ha desaparecido y el ego
también
ha desaparecido. Ahora no hay nadie dentro ni nadie fuera, y todo es
uno.
Esta unidad,
esta absoluta unidad trae consigo una bendición.
Entonces no hay miedo, no puede haberlo, porque ahora no puede haber
muerte; ¿cómo
va a haber miedo? La muerte ya ha sucedido, lo que podía
morir ya ha muerto. Ahora estás
en el mundo de la inmortalidad, has encontrado el elixir. Éste
es el néctar
del que hablaremos una y otra vez en estos sutras de El
secreto de la Flor Dorada. Este
es el néctar,
amrit.
Éste
es el elixir, la piedra filosofal. Una vez que lo has saboreado, toda
muerte ha desaparecido, todo tiempo ha desaparecido, todas las
distinciones han desaparecido. Ahora verás
el árbol
como tu extensión,
la nube como tu extensión,
o tú
como
la extensión
del árbol.
Ahora el centro está
en
todas partes y en ninguna parte. El «yo»
ya no existe. La palabra misma se ha vuelto absolutamente falsa.
Una vez, un
misionero cristiano le preguntó
a un maestro Zen: «¿No
es el punto final del viaje del hombre la unión
con Dios?»
El maestro
Zen dijo: «El
punto final del viaje del hombre no
es
la unión
con Dios, porque nunca ha habido una separación.
Lo único
que se necesita es el destello de lucidez que hace que lo veas.»
El Tao, el
Zen, el Tantra... Su lucidez es mucho más
profunda que las denominadas religiones del mercado. El cristianismo
piensa en términos
de unirse con Dios, de ser uno con Dios; pero la lucidez del maestro
Zen es mucho más
penetrante y profunda. Dice: «¿Pero
cuándo
ha habido separación?
¿Cuándo?
No la ha habido en absoluto; has estado soñando
que estás
separado. ¡Simplemente,
sal del sueño!
No hay unión,
siempre
has
sido uno con la existencia. Ni por un solo momento ha habido una
separación,
no hay posibilidad de separación.»
* Juego de
palabras con all-oneness
y
aloneness,
y
all-one
y alone, que
se pierde con la traducción.
(N.
del T.)
Maitri,
estás
llegando a un entendimiento muy, muy importante, significativo. Si no
te asustas y te sales de esta experiencia, puede que alcances el
destello de lucidez que hace que lo
veas: que
todo es uno.
Pero siempre
llega el miedo. No es nuevo. Todo buscador tiene que pasar por ello.
Y es realmente tanto que antes de pensar en ello ya te has salido. Es
tan aterrador que no te da tiempo, espacio, para considerarlo: ¿qué
hacer? Es como si ardiera tu casa... Ya no piensas: «¿Debería
salir corriendo o no?»
No hay más
alternativas; simplemente sales corriendo de la casa sin pensar. No
hay tiempo para pensar. Después
puedes pensar: cuando estás
fuera de la casa, sentado bajo un árbol,
puedes permitirte el lujo de pensar y considerar. Pero cuando la casa
arde, ¿cómo
vas a pensar? Es necesaria inmediatamente la acción,
y el pensamiento nunca es inmediato. Ése
es el problema.
Cuando
entras en tu soledad, al principio te sientes aislado, porque has
vivido con la idea del otro. Era una idea que era un sueño;
el otro no existe. «Yo»
y «tú»:
ambos son falsos. Martin Buber dice que la cualidad suprema de la
oración
es un diálogo
entre «yo»
y «tú.»
Ahí
es donde el judaísmo se quedó
estancado: la oración
suprema no es un diálogo,
en absoluto; la oración
suprema es un monólogo,
porque el otro no existe.
Un maestro
Zen solía
exclamar su propio nombre por la mañana,
todas las mañanas.
Gritaba su propio nombre y decía:
«¿Qué
tal estás?»
Y
respondía:
«Estoy
perfectamente bien, señor.»
Pensarás
que está
loco..., pero esto es oración.
No hay «yo»,
no hay «tú»;
tienes que hacer los dos papeles. Es un juego, una representación.
La oración
es un juego: jugar con tu propio ser. No hay «otro».
Pero el
judaísmo se quedó
estancado en la idea de «yo»
y «tú».
Por eso estaban tan en contra de Jesús,
porque él
declaraba..., aunque no de una manera tan drástica
como lo declara un maestro Zen... No podía
ser más
drástico
en la situación
en la que se encontraba. Pero aún
así
dijo: «Yo
y mi Padre somos uno.»
Pero eso fue suficiente para enfurecer a la gente. La gente estaba
muy enfadada: «¿Qué
está
diciendo? ¿Se
está
declarando Dios?»
No está
diciendo nada, no se está
declarando Dios. Simplemente está
diciendo que no hay Dios y no hay devoto; solo hay uno. Puedes
llamarlo devoto en cierta situación,
puedes llamarlo Dios en otra situación.
Por eso dice: «Yo
y mi Padre somos uno. Si miras mi cuerpo, soy el hijo; si miras mi
alma, soy el padre. Si miras mi forma, soy un hombre, el hijo del
hombre; si miras mi esencia, soy el hijo de Dios.»
Por eso sigue repitiéndolo
una y otra vez. A veces dice: «Soy
el hijo del hombre»,
y a veces dice: «Soy
el hijo de Dios.»
Parece contradictorio; no lo es.
Maitri,
dices: «En
las últimas
semanas, justo cuando me siento sobrecogida por el misterio y el
milagro de la vida y este mundo, de pronto siento que todo lo externo
desciende cada vez más
cerca hasta que entra por mis ojos.»
Todo lo que
ves es una proyección
de tus ojos. El mundo, tal como es, aún
no lo has visto. Lo que has visto es una proyección,
de modo que cuando empieces a ir hacia dentro, todo lo que has
proyectado en el mundo se acercará
más
y más
y más
a tus ojos y desaparecerá
en tus ojos. Este mundo es una proyección
de tus ojos. No ves lo que es; proyectas un sueño
sobre ello.
Por ejemplo,
hay un gran diamante, el Kohinoor. En realidad, es solo una piedra
como cualquier otra, pero hemos proyectado mucho valor en ella.
Muchas personas han muerto debido al Kohinoor; el que lo poseía
era asesinado. Ahora observa toda la tontería
que supone esto: esa piedra ha resultado muy asesina... debido a las
proyecciones de la gente. Es una de las cosas más
valiosas del mundo, la cosa más
costosa del mundo; pero si el hombre desaparece de la Tierra, ¿será
algo más
que cualquier otro guijarro? Estará
ahí
tirado con los demás
guijarros, de la misma manera. No habrá
distinción,
no habrá
diferencia.
¿De
dónde
viene la diferencia? Nuestros ojos proyectan, nosotros lo hacemos
especial. Seguimos vertiendo nuestro deseo, nuestra avaricia, sobre
él.
Se vuelve muy valioso, y también
muy peligroso. Si estás
meditando acerca del Kohinoor, viéndolo,
viéndolo
en silencio, llegará
un momento en que verás
que algo del Kohinoor se acerca más
y más
a tus ojos y luego desaparece en tus ojos. Entonces abres los ojos:
el Kohinoor ha desaparecido; hay algo, pero no lo has conocido antes
y lo que conocías
antes ya no está.
Una
experiencia muy hermosa, enormemente significativa; entra en ella,
entra más
y más
hondamente en ella. Deja que desaparezca el mundo entero. Sí,
yo también
desapareceré
en eso, porque lo que yo soy aún
no lo has visto, y lo que ves es tu proyección.
Tu proyección
desaparecerá,
y cuando han desaparecido todas tus proyecciones, el mundo llega en
toda su desnudez, tal como es.
Y
qué
maravilla! Entonces las cosas pequeñas
son tan hermosas; entonces las piedras corrientes son tan asombrosas.
No pueden ser asombrosas debido al Kohinoor; lo has proyectado todo
en el Kohinoor, no has dejado nada de amor para ninguna otra cosa.
Cuando desaparece la proyección
y abres los ojos, los ojos vacíos...,
sin proyectar nada en absoluto, simplemente viendo lo que es, sin
ninguna idea de lo que es, sin nombres, sin etiquetas, sin
interpretaciones, simplemente viendo, vacío,
pasivo..., el mundo llega a tener un significado, una significación
totalmente diferente.
«De
pronto siento que todo lo externo desciende cada vez más
cerca, hasta que entra por mis ojos. Entonces me encuentro mirando lo
que parece una pantalla unidimensional en mis ojos.»
Perfectamente
bien y perfectamente correcto. Ésa
es la manera de entrar más
hondamente en meditación.
«Es
como si no hubiera nada más
que yo, y estoy tan sola.»
El único
problema es que tú
todavía
estás
ahí,
por eso te sientes tan sola. Quieres decir aislada. El «yo»
se queda solo, «tú»
ha desaparecido, y sin el «tú»,
el «yo»
se siente aislado. El «yo»
existe solamente en relación;
el «yo»
no es una entidad, sino una relación:
no puede existir sin el «tú»,
necesita el «tú».
¿Cómo
va a existir el amante sin la persona amada? Cuando la persona amada
ya no está,
el amante empieza a desaparecer. Necesitas a la persona amada; el
amor es una relación.
Así
también
el «yo»
es una relación.
Y como todavía
estás
protegiendo al «yo»
de alguna manera, no has tenido el valor suficiente para dejar que se
vaya también.
Igual que ha
desaparecido el mundo entero, deja que desaparezca también
este «yo.»
Al principio será
aterrador; será
un proceso de muerte..., es
un proceso de muerte. Parecerá
que te estás
suicidando, parecerá...
¿Quién
sabe adonde estás
yendo, si vas a volver otra vez o no? Parecerá
que está
explotando en ti la locura, y surgirá
un gran miedo, y en ese miedo te saldrás
una y otra vez. Sucederá
muchas veces. Poco a poco, tendrás
que aprender a no tener tanto miedo; no hay nada que temer: estás
muy cerca del tesoro.
Hay momentos
en que es necesario un maestro para ayudarte, para darte valor, para
tomarte de la mano, para decirte: «Todo
está
perfectamente bien. ¡Entra!»
Yo tuve que
pasar por lo mismo y también
estaba tan asustado como tú.
Y me salí
muchas veces, como te estás
saliendo tú.
Y tú
tienes más
suerte que yo, porque yo no tenía
ningún
maestro, nadie que me diera valor, nadie que me tomara de la mano.
Estaba simplemente luchando conmigo mismo. No había
nadie que pudiera decirme lo que iba a suceder. Tuve que andar a
tientas y entrar en ello..., y era peligroso, era enloquecedor. Y las
personas que estaban a mi alrededor en aquellos días
habían
empezado a creer que me había
vuelto loco. Todos los que me querían
estaban preocupados. Mis amigos estaban preocupados, mis profesores,
mis catedráticos
de la universidad estaban preocupados, todo el mundo estaba
preocupado. Pero tuve que ir. Muchas veces me salí.
El miedo era tan intenso. Estoy perfectamente familiarizado con el
miedo.
Pero un día
tienes que afrontarlo y pasar por él,
porque recaes en él
una y otra vez y te sales corriendo y lo de fuera ya no tiene
sentido. Lo de fuera está
todo vacío,
y entras en ti y surge el miedo... Tienes que elegir entre los dos.
Lo externo ya no es relevante. Puedes seguir haciendo gestos vacíos,
pero ¿durante
cuánto
tiempo puedes engañarte
a ti mismo? Sabes que la pantalla está
vacía
y que todas tus proyecciones están
muertas, y entras en ti y surge el miedo; surge una gran tormenta de
miedo. Pero no hay otro camino: hay que pasar por ello para saber
exactamente qué
sucede después
de esta muerte. Cuanto antes te armes de valor, mejor.
Y te digo de
nuevo que tienes más
suerte, porque yo estoy delante de ti en ese vacío
absoluto, llamándote:
«¡Venga!
Venid todos. ¡Venid!»
Y sigo llamándote
como Cristo llamó
a Lázaro
para que saliera de la tumba: «¡Lázaro,
sal!»
En realidad, esa parábola
no es un hecho histórico.
Es una parábola.
Es una parábola
acerca de ir del exterior al interior.
El exterior
se vuelve una tumba cuando pierde sentido. El exterior se vuelve una
insignificancia, un
páramo,
una tumba. Ya no crece nada en él,
ya no florece nada en él,
ninguna posibilidad de ninguna canción
ni danza, y vives tan solo en movimientos vacíos,
gestos vacíos.
Pero el
maestro está
donde te da miedo ir, y te llama desde ahí.
No estoy fuera de ti; me encontrarás
en esa nada interna; no como yo, por supuesto; no como una persona,
sino como una presencia; no separado de ti, sino uno contigo.
Por eso
insisto tanto sobre sannyas. A menos que seas un sannyasin, me
resultará
difícil
llamarte desde dentro. Puedo llamarte desde fuera, pero entonces
sigues siendo solo un estudiante. Puedo enseñarte
algunas cosas... Eso se convertirá
en
conocimientos; pero no puedo llamarte desde dentro, desde tu mismo
corazón.
Y eso es lo necesario. Eso solo es posible si te vuelves un
discípulo,
si eres un sannyasin, si estás
dispuesto a ir conmigo, si estás
listo para confiar en mí,
al menos en algunos momentos. Yo usaré
esos «algunos
momentos»
y tarde o temprano se volverán
tu estado mismo de ser.
Así
que continúa.
Deja que este «mi»,
este «yo»
desaparezca también.
Y una vez que este «yo»
desaparece
no hay aislamiento, hay soledad. Y la soledad es bella; la soledad es
libertad, es una sensación
muy positiva de bienestar, una sensación
positiva de gran alegría.
Es un gran momento, muy festivo. Es una celebración.
«Es
como si no hubiera nada más
que yo, y estoy tan sola.»
Sí,
si el «yo»
permanece seguirás
aislada.
«Pero
entonces hay gente en la escena interactuando conmigo, y me siento
confusa. ¿Y
qué
pasa
contigo? Tú
también
pareces ser solo parte de la imagen.»
Permite que
me vuelva parte de la imagen en el exterior; solo entonces puedo
empezar a trabajar desde el interior. Déjame
desaparecer del exterior para que puedas verme dentro. Y ésa
será
mi verdad. Y ésa
es la verdad de Cristo y ésa
es la verdad de Buda y Krishna. Ésa
es la verdad de todos los maestros, de todos los que han despertado.
«Aunque
esto solo dura unos pocos segundos, me siento muy aterrorizada cuando
sucede.»
Es natural, pero ármate
de valor Estoy contigo. Entra.
«¿Es
esto mi mente que juega conmigo?»
No, en
absoluto. La mente crea el miedo, no esta experiencia. La mente está
jugando cuando crea el miedo. No es la mente cuando ves que todas tus
proyecciones se acercan más
y más
y desaparecen en tus ojos; no es la mente cuando todo se vuelve una
pantalla blanca vacía.
No es la mente, es meditación:
es el movimiento hacia la no-mente. La mente crea el miedo: cuando se
acerca mucho a la no-mente, se asusta tanto de la muerte que crea el
miedo, y en ese miedo vuelves a salirte rápidamente.
La próxima
vez que suceda, entra, a pesar del miedo. Sé
simplemente como el elefante que sigue avanzando aunque los perros no
paren de ladrar. Deja que ladren los perros de la mente, tú
sigue
avanzando como un elefante. No te preocupes en absoluto por la mente,
por lo que esté
diciendo.
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