sábado, 21 de marzo de 2015

EL LIBRO PERDIDO DE ENKI, TABLILLAS 13 Y 14



LA DECIMOTERCERA TABLILLA
En la Tercera Región, la Humanidad Civilizada no floreció del todo; Inanna desatendió lo que se le había confiado; en su corazón, codiciaba otros dominios, no los que se le habían concedido. Cuando, en la cuenta de mil años, se le retiró la realeza a Unug-ki, ¿quién hubiera previsto la calamidad que iba a acontecer al final del
siguiente milenio, quién hubiera prevenido el desastre?

¿Quién podía predecir que, en menos de un tercio de Shar, iba a caer una calamidad desconocida?
Inanna daría inicio al amargo fin; Marduk, como Ra, se enmarañaría con el Destino;
¡Ninurta y Nergal liberarían con sus propias manos el indecible final! ¿Por qué Inanna no se quedó satisfecha con los dominios que se le habían concedido? ¿Por qué siguió sin perdonar a Marduk?
Viajando entre Unug-ki y Aratta, Inanna no se sentía gratificada, estaba inquieta;
todavía lloraba a su amado Dumuzi, su deseo de amor seguía sin apagarse.
Cuando volaba, veía la imagen trémula de Dumuzi llamándola en los rayos del Sol,
por la noche, se le aparecía en visiones-sueños; ¡Volveré!, le decía.

Él le prometía las glorias de sus dominios en la Tierra de los Dos Estrechos.
En el recinto sagrado de Unug-ki, Inanna estableció una Casa para el Placer Nocturno.
A este Gigunu atraía con engaños y dulces palabras a los jóvenes héroes en la de sus bodas:
les prometía larga vida y un dichoso futuro; ella imaginaba que su amante era Dumuzi.
A la mañana siguiente, a todos se les encontraba muertos en la cama de
Inanna. ¡Fue entonces cuando el héroe Banda, al que se le había dado por muerto,
regresó a Unug-ki vivo! Banda había regresado de entre los muertos por gracia de Utu, de cuya
simiente era.

¡Milagro! ¡Milagro!, gritó Inanna excitada. ¡Mi amado Dumuzi vuelve a mí! En la morada de Inanna se bañó a Banda, con una faja se le sujetó un
manto con flecos. ¡Dumuzi, amado mío!, le llamó. Lo atrajo hasta su lecho, engalanado con
flores. A la mañana siguiente, cuando vio que Banda estaba vivo, Inanna gritó
alborozada:
¡Se ha puesto en mis manos el poder de no morir, a través mío se ha concedido la inmortalidad!
Después, Inanna decidió llamarse a sí misma diosa, implicaba el Poder de
la Inmortalidad. : Nannar y Ningal, los padres de Inanna, no estaban complacidos con su
proclamación; Enlil y Ninurta quedaron desconcertados con las palabras de Inanna; Utu,
su hermano, quedó pensativo;
¡No es posible revivir a los muertos!, se dijeron entre sí Enki y Ninharsag. En las tierras de Ki-Engi, el pueblo alababa la buena fortuna que tenían: ¡Los dioses están entre nosotros, ellos pueden abolir la muerte! Así se
decían unos a otros entre el pueblo. Banda sucedió a su padre Enmerkar en el trono de Unug-ki; Lugal,
Hombre Grande, fue su título.

La diosa Ninsun, de la simiente de Enlil, le tomó para que fuera su esposo, el héroe Gilgamesh, hijo de ambos, siguió a Lugal-Banda en el trono de
Unug-ki. A medida que pasaban los años y Gilgamesh se hacía mayor, él le hablaba
a su madre Ninsun de la vida y la muerte,
se preguntaba sobre la muerte de sus antepasados, a pesar de ser descendientes de los Anunnaki. ¿Los dioses mueren?, le preguntó a su madre. ¿También yo, aún siendo en dos terceras partes divino, treparé el muro como un mortal?, le preguntaba a ella.

¡Mientras vivas en la Tierra, la muerte de un Terrestre te arrollará!, le decía Ninsun a su hijo.
¡Pero si se te lleva a Nibiru, lograrás allí una larga vida! Ninsun le pidió a Utu, el comandante, que se llevara a Gilgamesh a Nibiru, Incesantemente se lo pidió Ninsun a Utu, un día tras otro se lo rogó: ¡Que vaya Gilgamesh al Lugar de Aterrizaje!, accedió al fin Utu. Para guiarle y protegerle, Ninharsag elaboró un doble de Gilgamesh.
Enkidu, Como por Enki Creado, se le llamó, no era nacido de vientre, no tenía sangre en sus venas.
Gilgames viajó con su camarada Enkidu hasta el Lugar de Aterrizaje, Utu supervisó su progreso con oráculos;
en la entrada del bosque de cedros, un monstruo que escupía fuego les bloqueó el camino.
Con trucos consiguieron confundir al monstruo, lo rompieron en pedazos. Cuando encontraron la entrada secreta a los túneles de los Anunnaki, les desafió el Toro del Cielo, una criatura de Enlil de resoplidos mortales.

El monstruo les persiguió hasta las puertas de Unug-ki; Enkidu lo derrotó ante las murallas de la ciudad.
Cuando Enlil oyó esto, lloró en su angustia; sus lamentos se escucharon en los cielos de Anu;
pues en su corazón sabía Enlil: ¡Realmente malo era el augurio!
Enkidu fue castigado a perecer en las aguas por haber dado muerte al Toro del Cielo;
Gilgamesh, por haber sido instruido por Ninsun y Utu, fue absuelto del crimen.
Buscando todavía la larga vida de Nibiru, Utu le permitió a Gilgamesh que entrara en el Lugar de los Carros.
Después de muchas aventuras alcanzó la Tierra de Tilmun, la Cuarta Región;
entró en sus túneles subterráneos, ¡en un jardín de piedras preciosas se encontró con Ziusudra!
Ziusudra le relató a Gilgamesh los acontecimientos del Diluvio, le reveló el secreto de la larga vida:
¡En el manantial del jardín crecía una planta que impedía que envejecieran Ziusudra y su esposa!
Era única entre todas las plantas de la Tierra; un hombre en su pleno vigor
la puede recoger, ¡el Hombre en su Ancianidad Es Joven de Nuevo! Ése es el nombre de la
planta, le dijo Ziusudra a Gilgamesh. ¡Un regalo de Enki, con la bendición de Enlil, se nos concedió en el Monte de la Salvación!

Cuando Ziusudra y su esposa estaban durmiendo, Gilgamesh se ató piedras a los pies. Se sumergió en el manantial, tomó y arrancó la planta de Ser Joven de Nuevo.

Con la planta en su bolsa, atravesó precipitadamente los túneles, se encaminó hacia Unug-ki. Cuando estuvo cansado, se durmió; y una serpiente se vio atraída por la fragancia de la planta. La planta hizo que la serpiente se aprovechara de que Gilgamesh estaba dormido; con la planta se desvaneció. A la mañana siguiente, al descubrir su pérdida, Gilgamesh se sentó y se echó a llorar.

Volvió a Unug-ki con las manos vacías, allí murió como un mortal. Después de Gilgamesh reinaron siete reyes más en Urug-ki; luego, su realeza tocó a su fin;
¡Fue exactamente cuando se completó la cuenta de mil años de la Tierra! La realeza de la Primera Región se transfirió a Urim, la ciudad de Nannar y Ningal. Marduk tenía muy en cuenta todos los asuntos de lo que acontecía en las otras Regiones. Ra estaba inquieto con los sueños y las visiones de Inanna que aludían
a los dominios de Dumuzi.
Estaba decidido a contrarrestar los planes de expansión de Inanna; encontró mucho que ponderar en cuestiones de resurrección e inmortalidad. Le resultaba enormemente atractivo el pensamiento de la divinidad, ¡de modo que se anunció a sí mismo como un gran dios! Ra se enfureció por lo que se le había permitido a Gilgamesh, en buena medida un Terrestre, pero estimó un camino más hábil con el cual conservar la lealtad de los reyes y del pueblo:
¡Si a los semidioses se les muestra el pórtico hacia la inmortalidad, que se le aplique a los reyes de mi región!
Así se dijo Marduk, conocido con el nombre de Ra en la Segunda Región: ¡Que los reyes de mi Región que sean descendientes de Neteru, viajen a Nibiru en la Otra Vida!

Esto decretó Ra en su reino. Les enseñó a los reyes a construir tumbas orientadas al este,
les dictó un largo libro a los escribas-sacerdotes, en él se describía con detalle el viaje a la Otra Vida.
En el libro se contaba cómo llegar al Duat, el Lugar de los Barcos Celestiales,
cómo, desde allí, por medio de una Escalera al Cielo, viajar hasta el Planeta Imperecedero,
de la Planta de la Vida comer, beber hasta la saciedad de las Aguas de la Juventud.
Ra les habló a los sacerdotes de la llegada de los dioses a la Tierra,
¡El oro es el esplendor de la vida!, les dijo. ¡Es la carne de los dioses!, dijo Ra a los reyes.

Dio instrucciones a los reyes para hacer expediciones al Abzu y a los Dominios Inferiores para obtener oro.
Cuando los reyes de Ra conquistaron por la fuerza de las armas tierras que no eran suyas,
invadió los reinos de sus hermanos, hizo nacer y crecer en ellos la ira:
¿Qué está tramando Marduk, se preguntaban los hermanos entre sí, que viene a pisotearnos?
Apelaron a su padre Enki; a Ptah, su padre, Ra no escuchó.
Ra ordenó a los reyes de Magan y Meluhha que capturaran todas las tierras adyacentes,
el plan de su corazón era ser el señor de las Cuatro Regiones.

¡La Tierra es mía, para que la gobierne! Así, inflexiblemente, le habló a sü padre.
Viene ahora el relato de cómo Marduk declaró su propia supremacía y construyó Babili,
y de cómo Inanna, al mando de reyes guerreros, hizo correr la sangre
y permitió sacrilegios. Después de que se transfiriera la realeza desde Unug-ki a Urim, Nannar
y Ningal sonrieron sobre el pueblo. Como correspondía a su Rango de Treinta, a Nannar se le adoraba como
dios de la Luna; decretó doce festividades cada año, al igual que el número de meses de la
Luna en un año,
a cada uno de los doce grandes Anunnaki se le dedicó un mes y su festividad. Por toda la Primera Región, a los dioses Anunnaki, mayores y menores, se les construyeron santuarios y lugares de culto, el pueblo podía orar
directamente a sus dioses. En la Primera Región, la civilización de Ki-Engi se difundió a las tierras
vecinas, en las Ciudades del Hombre se designó a los gobernantes locales como
Pastores Justos; artesanos y granjeros, pastores y tejedores, intercambiaban sus productos
por todas partes,
se decretaron leyes de justicia, se honraron contratos de comercio, de desposorios y de divorcio.

En las escuelas, los jóvenes estudiaban, los escribas tomaban nota de himnos, proverbios y sabiduría.
Había abundancia y felicidad en las tierras; también había disputas y usurpaciones. Mientras tanto, Inanna vagaba con su nave celeste de tierra en tierra; cerca
del Mar Superior retozaba con Utu.

Fue a los dominios de su tío Ishkur, Dudu, Amado, le llamaba. Inanna le tomó cariño a las gentes que vivían en la llanura superior de los
dos ríos;
le resultaba agradable el sonido de su lengua, aprendió a hablar su lenguaje.
Ellos la llamaban por el nombre del planeta Lahamu en su lengua, Ishtar, a su ciudad, Unug-ki, le llamaron Uruk; Dudu, como Adad, pronunciaban
en su lenguaje.

Sin, Señor de los Oráculos, llamaron a su padre, Nannar; a la ciudad Urim la llamaron Ur.
Shamash, Sol Brillante, llamaron a Utu en su lengua, a él también le adoraban.
A Enlil, le llamaban Padre Elil, Nibru-ki era para ellos Nippur; Ki-Engi, Tierra de los Vigilantes Nobles, fue llamada en su lenguaje Sumer. En Sumer, la Primera Región, la realeza rotaba entre las ciudades; en la Segunda Región, Ra no permitía la diversidad, él deseaba reinar solo. ¡El mayor del Cielo, primogénito que está en la Tierra! Así quería que se le conociera entre los sacerdotes.

¡El principal desde los primeros tiempos! Así decretó que se le llamara en los himnos;
señor de la eternidad, el que ha hecho la eternidad, que preside sobre todos los dioses,
¡Aquél que no tiene igual, el gran solitario y único!

Así se situaba a sí mismo Marduk, como Ra, por encima de todos los demás dioses,
por sí mismo se asignaba sus poderes y atributos:
Soy como Enlil en cuanto a señorío y decretos, como Ninurta en la azada y el combate;
como Adad por el rayo y el trueno, como Nannar por iluminar la noche; como Utu soy Shamash, como Nergal reino sobre el Mundo Inferior;
como Gibil, conozco las profundidades doradas, de donde cobre y plata vienen;
como Ningishzidda mando sobre los números y su cuenta, ¡los cielos hablan de mi gloria!
Los líderes Anunnaki se alarmaron enormemente con estas proclamas, los hermanos de Marduk hablaron con su padre Enki, Nergal le transmitió a Ninurta sus preocupaciones.
¿Qué es lo que te pasa?, dijo Enki a su hijo Marduk. ¡Inauditas son tus pretensiones!
¡Los cielos, los cielos hablan de mi supremacía!, le respondió Marduk a su padre Enki.
El Toro del Cielo, signo de la constelación de Enlil, ha sido muerto por su propio descendiente,
en los cielos, la Era del Carnero, mi era, está llegando, ¡los augurios son
inequívocos!

En su morada, en Eridú, Enki examinó el círculo de las doce constelaciones, en el primer día de la primavera, el comienzo del año, se observó atentamente el amanecer;
aquel día se elevó el sol en las estrellas de la constelación del Toro. En Nibru-ki y en Urim, Enlil y Nannar hicieron las observaciones, en el Mundo Inferior, donde había estado la Estación de Instrumentos,
Nergal atestiguó los resultados: ¡El tiempo del Carnero todavía es remoto, sigue siendo la Era del Toro de
Enlil! En sus dominios, Marduk no se ablandaba en sus afirmaciones. Nabu le
ayudó, no envió a sus emisarios a los dominios, para anunciar a la gente que su
tiempo había llegado. Los líderes Anunnaki apelaron a Ningishzidda, cómo enseñar al pueblo
a observar los cielos. En su sabiduría, Ningishzidda diseñó estructuras de piedra, Ninurta e Ish-
kur le ayudaron a erigirlas.

En las tierras pobladas, cerca y lejos, le enseñaron a la gente cómo observar los cielos, le mostraron a la gente que el sol seguía saliendo en la Constelación del
Toro. Enki observaba con pesar estos acontecimientos, valoraba de qué forma el
Hado le estaba dando un giro imprevisto al orden legítimo: ¡Después de declararse a sí mismos dioses, los Anunnaki se han hecho
dependientes del apoyo de la Humanidad! En la Primera Región, los Anunnaki decidieron unificar las tierras bajo un
único líder, deseaban un rey guerrero. Se le confió a Inanna, la adversaria de Marduk, la tarea de encontrar al
hombre adecuado. Inanna le indicó a Enlil a un hombre fuerte al cual había conocido y amado
en sus viajes, Arbakad, comandante de cuatro guarniciones, era su padre, su madre era
una suma sacerdotisa.

Enlil le dio cetro y corona, Sharru-kin, Regente Justo, le designó Enlil. Como una vez se hiciera en Nibiru, se fundó una nueva ciudad corona para unificar las tierras,
Agadé, la Ciudad Unificada, la llamaron, no lejos de Kishi estaba ubicada.

Enlil le dio poderes a Sharru-kin; Inanna acompañaba a sus guerreros con armas de brillantez.
Todas las tierras, desde el Mar Inferior hasta el Mar Superior, rindieron obediencia a su trono,
sus tropas se estacionaron en los límites de la Cuarta Región, para protegerla.
Con ojo cauto observaba Ra, sin pestañear, a Inanna y a Sharru-kin; después, como un halcón, se abalanzó sobre su presa:
desde el lugar donde Marduk había pretendido construir la torre que alcanzara el cielo,
Sharru-kin se llevó suelo sagrado de allí a Agadé, para implantar en él el Objeto Brillante Celestial.
Enfurecido, Marduk se abalanzó sobre la Primera Región, con Nabu y sus seguidores llegaron al lugar de la torre.

¡Del suelo sagrado soy el único poseedor, por mí se establecerá un pórtico de los dioses!
Así, vehementemente, anunció Marduk, dio instrucciones a sus seguidores para que desviaran el río.
Levantaron diques y murallas en el Lugar de la Torre, construyeron el Esagil, Casa para el Dios Supremo;
Babili, el Pórtico de los Dioses, la llamó Nabu en honor a su padre,
¡Marduk se había establecido en el corazón del Edin, en medio de la Primera Región!
La furia de Inanna no tuvo límites; con sus armas infligió la muerte a los seguidores de Marduk.
La sangre del pueblo, como nunca antes en la Tierra, corría como ríos.

Hasta su hermano Marduk, llegó Nergal a Babili, para persuadirle de que abandonara Babili por el bien del pueblo:
¡Esperemos pacíficamente las verdaderas señales del cielo!, le dijo Nergal a su hermano.
Marduk aceptó partir, viajo de tierra en tierra para observar los cielos,
Amun, el Invisible, se le llamó a Ra a partir de entonces en la Segunda Región.
Durante un tiempo se aplacó Inanna, dos hijos de Sharru-kin fueron sus pacíficos sucesores.
Después, ascendió al trono de Agadé el nieto de Sharru-kin; Naram-Sin, Amado por Sin, se le llamó.
En la Primera Región, Enlil y Ninurta estaban ausentes, habían ido a las tierras de más allá de los océanos;
en la Segunda Región, Ra no estaba, viajaba como Marduk por otras tierras;
Inanna vio la oportunidad en sus manos para hacerse con todos los poderes, le ordenó a Naram-Sin que se apoderara de todas las tierras.

Dio instrucciones a Naram-Sin para que marchara contra Magan y Me-luhha, dominios de Marduk.
Naram-Sin cometió el sacrilegio de cruzar la Cuarta Región con un ejército de Terrestres,
invadió Magan, intentó entrar en el sellado Ekur, Casa Que Como una Montaña Es.
Enlil se enfureció con sus sacrilegios y sus transgresiones; lanzó una maldición contra Naram-Sin y Agadé:
Naram-Sin murió por la picadura de un escorpión, por mandato de Enlil fue aniquilada Agadé.
Esto sucedió en la cuenta de mil quinientos años de la Tierra.

Viene ahora el relato de la profecía de Galzu a Enlil, dada en una visión;
trataba de la supremacía de Marduk, de cómo elegir a un hombre para sobrevivir a una calamidad.
Después que Marduk se convirtiera en Amun, se desintegró la realeza en la Segunda Región, reinaron el desorden y la confusión;
Después de que Agadé fuera aniquilada, en la Primera Región reinaron el desorden y la confusión.
En la Primera Región, la realeza estaba sumida en el desconcierto, se trasladaban de las Ciudades de los Dioses a las Ciudades del Hombre,
Unug-ki, Lagash, Urim y Kish, Isin y lugares más lejanos, la realeza fue cambiando.
Después, Enlil, tras consultar con Anu, depositó la realeza en manos de Nannar;
por tercera vez se concedió la realeza a Urim, en cuyo suelo seguía implantado el divino Objeto Brillante Celestial.

En Urim, Nannar designó como rey a un Pastor Justo de hombres, su nombre era Ur-Nammu.
Ur-Nammu estableció la igualdad en las tierras, hizo poner fin a la violencia y los conflictos, en todas las tierras fue abundante la prosperidad.
Fue en aquel tiempo que, durante la noche, Enlil tuvo una visión:
Se le apareció la imagen de un hombre, era brillante y resplandeciente como los cielos;
se aproximó y se quedó de pie junto al lecho de Enlil, ¡entonces reconoció Enlil a Galzu, el del cabello blanco!
Sostenía en la mano izquierda una tablilla de lapislázuli, en ella estaban dibujados los cielos estrellados;
los cielos estaban divididos en los doce signos de las constelaciones, Galzu los señalaba con la mano izquierda.

Galzu dejó de indicar al Toro para señalar al Carnero; tres veces repitió el movimiento.
Después, en la visión-sueño, Galzu habló y le dijo a Enlil:
El tiempo justo de la benevolencia y de la paz vendrá seguido por la fechoría y el derramamiento de sangre.
El Carnero de Marduk sustituirá al Toro de Enlil en tres porciones celestiales,
el que a sí mismo se ha declarado como Dios Supremo se apoderará de la supremacía en la Tierra.
¡Por decreto del Hado, sucederá una calamidad como nunca ha ocurrido!
Como en los tiempos del Diluvio, hay que elegir a un hombre justo y digno,
¡por él y por su simiente se preservará la Humanidad Civilizada, tal como pretende el Creador de Todo!
Así dijo Galzu, el emisario divino, a Enlil en la visión-sueño.

Cuando Enlil despertó de la visión-sueño nocturna, no había ninguna tablilla junto a su lecho.
¿Era un oráculo del cielo, o lo he imaginado todo en mi corazón?, se preguntaba Enlil a sí mismo.
No le contó la visión-sueño a ninguno de sus hijos, Nannar entre ellos, ni a Ninlil.
Entre los sacerdotes, en el templo de Nibru-ki, Enlil inquirió sobre sabios celestiales,
el sumo sacerdote le indicó a Tirhu, un sacerdote oracular.

Era descendiente de Ibru, nieto de Arbakad, pertenecía a la sexta generación de sacerdotes de Nibru-ki,
estaban casados con las hijas reales de los reyes de Urim. Ve al templo de Nannar en Urim, observa el tiempo celestial en los cielos: Setenta y dos años de la Tierra es la suma de una Porción Celestial, ¡toma
cuidadosa nota del paso de tres de ellas!
Así le dijo Enlil a Tirhu, el sacerdote, le hizo contar el tiempo profetizado. Mientras Enlil reflexionaba sobre la visión-sueño y sus portentos, Marduk
iba de tierra en tierra.
A la gente le iba hablando de su supremacía, ganar seguidores era su objetivo.
En las tierras del Mar Superior y en las tierras de la frontera de Ki-Engi, Nabu, el hijo de Marduk, iba incitando al pueblo; su plan era apoderarse
de la Cuarta Región.

Hubo enfrentamientos entre los habitantes del oeste y los habitantes del este, los reyes formaron huestes de guerreros, las caravanas dejaron de discurrir,
se levantaron las murallas en las ciudades. ¡Está ocurriendo lo que Galzu predijo!, se dijo Enlil a sí mismo. Enlil puso su mirada sobre Tirhu y sus hijos, descendientes de digno linaje: ¡Éste es el hombre a elegir, el que indicara Galzu!, se dijo Enlil a sí mismo. A Nannar, sin revelarle la visión-sueño, le dijo Enlil: En la tierra entre los ríos, de donde vino Arbakad, funda una ciudad como
Urim,
sea para ti y para Ningal una morada-hogar lejos de Urim. ¡En su mitad, erige un santuario-templo, y pon a su cargo al Príncipe-Sacerdote Tirhu! Ateniéndose a la palabra de su padre, Nannar fundó la ciudad de Jarán en la tierra de Arbakad. Para que fuera sumo sacerdote en su santuario-templo envió a Tirhu, y a su familia con él; cuando se completaron dos porciones celestiales de las tres profetizadas, Tirhu fue a Jarán.

En aquel tiempo, Ur-Nammu, la Alegría de Urim, cayó de su carro y murió en las tierras occidentales.
Su hijo Shulgi le sucedió en el trono de Urim; Shulgi estaba lleno de vileza y de ansia de batallas.
En Nibru-ki, él mismo se ungió sumo sacerdote, en Unug-ki buscó los gozos de la vulva de Inanna;
enroló en su ejército a guerreros de las tierras montañosas, no obligados a Nannar,
con su ayuda, invadió las tierras occidentales e ignoró la santidad del Centro de Control de Misiones.
En la sagrada Cuarta Región puso su pie, Rey de las Cuatro Regiones se declaró a sí mismo.

Enlil se enfureció por las profanaciones, Enki y Enlil hablaron sobre las invasiones:
¡Los soberanos de tu región han sobrepasado todos los límites!, le dijo con acritud Enki a Enlil.
¡Marduk es la fuente de todos los problemas!, replicó Enlil.
Guardando para sí todavía la visión-sueño, Enlil volvió su atención sobre Tirhu.
Enlil había puesto la mirada sobre Ibru-Um, el hijo mayor de Tirhu.
Ibruum era de ascendencia principesca y valiente, y estaba familiarizado con los secretos sacerdotales;
Enlil mandó a Ibruum a proteger los lugares sagrados y permitir los ascensos y descensos de los carros.

Tan pronto como Ibruum partió de Jarán llegó Marduk a esa ciudad;
él también había observado las profanaciones, las consideraba como los dolores de parto de un Nuevo Orden.
Desde Jarán, en los umbrales de Shumer, planeó su golpe final,
desde Jarán, situada al filo de los dominios de Ishkur, dirigió el levantamiento de los ejércitos.
Después de pasar veinticuatro años terrestres de estancia en Jarán,
Marduk, con lágrimas en los ojos, hizo un llamamiento al resto de los dioses, fueran cuales fueran sus ascendientes;
Confesando sus transgresiones, pero insistiendo en su señorío, a ellos les dijo así:
¡Oh dioses de Jarán, oh grandes dioses que juzgan, conoced mis secretos!

Mientras me ciño la faja, recuerdo mis memorias:
Yo soy el divino Marduk, un gran dios, en mis dominios soy conocido
como Ra. Por mis pecados fui al exilio, a las montañas he ido, por muchas tierras he
deambulado,
desde donde el sol se eleva hasta donde el sol se pone he ido, hasta la tierra de Ishkur llegué. En medio de Jarán he anidado durante veinticuatro años, en su templo he buscado un augurio;
¿Hasta cuándo?, pedí un augurio en el templo acerca de mi señorío. ¡Tus días de exilio han terminado!, me dijo el oráculo en el templo. ¡Oh grandes dioses que determináis los hados, dejad que me encamine
a mi ciudad, que establezca en mi templo Esagil una morada imperecedera, que instale
un rey en Babili; que se reúnan en mi casa templo todos los dioses Anunnaki, aceptad mi
alianza!

Así anunció Marduk su llegada a los otros dioses, confesando y apelando. Los dioses Anunnaki se inquietaron y se alarmaron ante la llamada a la
sumisión hecha por Marduk.
Enlil convocó a todos a una gran asamblea para tomar consejo. Todos los líderes Anunnaki se reunieron en Nibru-ki; también fueron Enki
y los hermanos de Marduk.

Todos estaban inquietos por los acontecimientos, todos se oponían a Marduk y a Nabu. En el consejo de los grandes dioses, las acusaciones se desenfrenaron, las
recriminaciones llenaban la cámara. ¡Nadie puede impedir lo que se aproxima; aceptemos la supremacía de
Marduk!, únicamente Enki aconsejó. ¡Si se aproxima el tiempo del Carnero, privemos a Marduk del Enlace
Cielo-Tierra!, propuso Enlil iracundo.

Todos, salvo Enki, acordaron arrasar el Lugar de los Carros Celestiales; Nergal sugirió para ello utilizar las Armas de Terror; sólo Enki se opuso: De la decisión, la Tierra pronunció las palabras a Anu; Anu repitió las
palabras a la Tierra. ¡Lo que estaba destinado a ser, fracasará por vuestra decisión de deshacer!
Así habló Enki mientras partía.

Para llevar a cabo la maldad se seleccionó a Ninurta y a Nergal.
¡Viene ahora el relato de cómo Hado o Destino llevó,
cómo paso a paso, alguno dado en tiempos ya olvidados, a que sucediera la Gran Calamidad!

Quede ahora registrado y recordado para siempre:
Cuando se tomó la decisión de usar las Armas de Terror, Enlil guardaba dos secretos para sí:
¡A nadie, antes de que se tomara la terrible decisión, le reveló Enlil el secreto de la visión-sueño de Galzu;
a nadie, hasta que se tomó la fatídica decisión, le había revelado Enlil su conocimiento del lugar donde se ocultaba el terror!
Cuando, a despecho de todas las protestas, el consejo permitió el uso de las Armas de Terror,
cuando Enki, enfadado y muy turbado abandonó la cámara del consejo,
Enki sonreía en su corazón: ¡Sólo él sabía dónde estaban ocultas las armas! Así lo creía Enki.
Pues fue él, antes de que Enlil llegara a la Tierra, el que ocultó las armas, junto con Abgal, en un lugar desconocido.

¡Enki no sabía que Abgal le había desvelado el lugar a Enlil durante su exilio!
Cuando Enki se enteró de este segundo secreto, dio refugio en su corazón a un deseo:
¡Que, después de tan larga estancia, el terror de las armas se haya evaporado!
Poco esperaba Enki que tan larga estancia iba a provocar una calamidad como nunca antes se había conocido en la Tierra.

Y así fue que, sin necesidad de Enki, Enlil reveló a los dos héroes el lugar de la ocultación:
¡Las siete Armas de Terror moran en una montaña!, les dijo Enlil.
¡Moran en el interior de una cavidad de la tierra, se requiere revestirlas con el terror!
Después, Enlil les reveló el secreto de cómo despertar a las armas de su profundo sueño.
Antes de que los dos hijos, uno de Enlil, uno de Enki, partieran hacia el lugar oculto,
Enlil les dio palabras de advertencia: ¡Antes de que se usen las armas, el lugar de los carros debe estar vacío de Anunnaki;
las ciudades deben ser perdonadas, la gente no debe perecer!

En su nave celeste, Nergal se dirigió al lugar oculto, Ninurta se retrasó por causa de su padre;
Enlil deseaba decirle una palabra a su hijo a solas, revelarle a él solo un secreto:
le habló a Ninurta de la profecía de Galzu y de la elección de Ibruum.
¡Nergal es irreflexivo, asegúrate de que las ciudades son perdonadas, hay que advertir a Ibruum!, le dijo Enlil a Ninurta.

Cuando Ninurta llegó al lugar de las armas, Nergal ya las había sacado de la cavidad,
mientras despertaba sus MEs del largo sueño, Nergal dio un nombre de trabajo a cada una de las siete:
a la primera arma la llamó La Que No Tiene Rival; a la segunda, la Llama Ardorosa;
a la tercera la llamó La Que Desmorona con Terror; Fundidora de Montañas llamó a la cuarta;
Viento Que Busca los Confines del Mundo llamó a la quinta; La Que Arriba y Abajo a Nadie Perdona fue la sexta;
la séptima se llenó con un monstruoso veneno, la llamó Vaporizadora de lo Viviente.
Con la bendición de Anu se les dieron las siete a Nergal y a Ninurta, para con ellas causar la destrucción.
Cuando Ninurta llegó al lugar de las Armas de Terror, Nergal estaba dispuesto para destruir y aniquilar.
¡Yo mataré al hijo, yo aniquilaré al padre!, gritaba Nergal con aires de venganza.

¡Las tierras que codician se desvanecerán, destruiré las ciudades pecadoras!
Valiente Nergal, ¿destruirás al justo con el injusto?, le preguntó Ninurta a su camarada.
¡Las instrucciones de Enlil son claras! ¡Yo llevaré el rumbo a los objetivos seleccionados, tú me seguirás detrás!
¡La decisión de los Anunnaki me es conocida!, dijo Nergal a Ninurta. Ambos esperaron la señal de Enlil durante siete días y siete noches.

Tal como era su intención, cuando terminó su espera, Marduk volvió a Babili,
en presencia de sus seguidores, pertrechados con armas, declaró su supremacía;
la cuenta de años terrestres era entonces de mil setecientos treinta y seis. En aquel día, en aquel fatídico día, Enlil le envió la señal a Ninurta; Ninurta partió hacia Monte Mashu, tras él iba Nergal.
El Monte y la llanura, en el corazón de la Cuarta Región, inspeccionó Ninurta desde los cielos.
Con el corazón encogido, le hizo una señal a Nergal: ¡Quédate ahí!, le señaló.
Entonces, Ninurta soltó desde los cielos la primera arma de terror;
con un resplandor, la cima del Monte Mashu se resquebrajó, las entrañas del monte se fundieron en un instante.

Sobre el Lugar de los Carros Celestiales liberó la segunda arma,
con el resplandor de siete soles, las rocas de la llanura se convirtieron en una herida chorreante,
la Tierra se sacudió y se desmoronó, los cielos se oscurecieron después del resplandor;
la llanura de los carros se cubrió de piedras quemadas y trituradas,
de todos los bosques que habían rodeado la llanura, sólo tres troncos quedaron en pie.
¡Hecho!, exclamó Ninurta desde la nave celeste, su Divino Pájaro Negro.
¡Del control que Marduk y Nabu tanto codiciaban se les ha privado para siempre!
Entonces, Nergal deseó emular a Ninurta, su corazón le urgía a ser Erra, el Aniquilador;
siguiendo la Calzada del Rey, voló hasta el verde valle de las cinco ciudades.
¡Nergal planeaba aplastar el verde valle donde Nabu estaba convirtiendo a la gente, aplastarlo como un pájaro enjaulado!

Sobre las cinco ciudades, una tras otra, Erra envió un arma de terror desde los cielos,
destruyó por completo las cinco ciudades del valle, se convirtieron en desolación.
Con fuego y azufre fueron arrasadas, todo lo que allí vivía se convirtió en vapor.
Con tan terribles armas, las montañas se vinieron abajo, la barrera que contenía las aguas del mar se partió,
las aguas del mar se derramaron en el valle, el valle quedó inundado por las aguas;
cuando las aguas se derramaron sobre las cenizas de las ciudades, se elevó el vapor hacia los cielos.
¡Hecho!, gritó Erra en su nave celeste. En el corazón de Nergal ya no había venganza.

Inspeccionando su maligna obra, los dos héroes quedaron confundidos con lo que vieron:
los resplandores fueron seguidos por el oscurecimiento de los cielos, después se puso a soplar la tormenta.
Arremolinándose dentro de una oscura nube, un Viento Maligno llevaba la penumbra desde los cielos,
con el transcurso del día, el Sol desapareció sobre el horizonte con la oscuridad,
por la noche, un pavoroso resplandor dibujaba sus bordes, hizo desaparecer a la Luna cuando salía.

Cuando llegó el amanecer del día siguiente, desde el oeste, desde el Mar
Superior, se puso a soplar un viento de tormenta, la nube marrón oscura se dirigió hacia el este, hacia las tierras habitadas se
extendió la nube;
allí donde llegaba, traía sin misericordia la muerte a todo lo que vive; desde el Valle de Sin Compasión, engendrada por los resplandores, la
muerte fue transportada hacia Sumer. Ninurta y Nergal dieron la voz de alarma a Enlil y Enki: ¡Implacable, el
Viento Maligno lleva la muerte a todos! Enlil y Enki transmitieron la alarma a los dioses de Sumer: ¡Escapad!
¡Escapad!, les gritaron a todos. ¡Que se disperse el pueblo! ¡Que el pueblo se oculte! Los dioses huyeron de sus ciudades, como pájaros asustados escaparon de
sus nidos.

Las gentes de las tierras cayeron bajo las garras del Viento Maligno; inútil fue su carrera.
Sigilosa era la muerte, atravesaba los muros más gruesos como las aguas de una inundación,
no había puerta que pudiera dejarle fuera, ni cerrojo que pudiera impedirle el paso.
Aquéllos que, detrás de puertas cerradas, se ocultaron dentro de sus casas, como moscas cayeron,
aquéllos que huyeron a las calles, en las calles amontonaron sus cadáveres.

Los pechos llenos de esputos y flemas, las bocas rebosantes de saliva y espuma;
cuando el Viento Maligno atrapaba a la gente sin ser visto, sus bocas se empapaban en sangre.
Lentamente sopló el Viento Maligno sobre las tierras, cruzó de oeste a este sobre llanuras y montañas;
todo lo que vivía, tras él quedaba muerto y moribundo, la gente y el ganado perecían por igual.
Las aguas se emponzoñaron, en los campos se marchitó toda vegetación.

Desde Eridú en el sur hasta Sippar en el norte, el Viento Maligno arrasó el país;
Babili, donde Marduk había declarado la supremacía, se libró del Viento Maligno.
LA DECIMOCUARTA TABLILLA
Babili, donde Marduk había declarado la supremacía, se libró del Viento Maligno.
Todas las tierras al sur de Babili fueron devoradas por el Viento Maligno, también alcanzó al corazón de la Segunda Región.

Cuando con posterioridad a la Gran Calamidad, Enlil y Enki se encontraron para estudiar el desastre,
Enki le hizo considerar a Enlil el libramiento de Babili como un augurio divino.
¡El libramiento de Babili confirma que Marduk ha sido destinado para la supremacía! Así le dijo Enki a Enlil.
¡Debe haber sido la voluntad del Creador de Todo!, dijo Enlil a Enki. Entonces, Enlil le reveló la visión-sueño y la profecía de Galzu.

Si eras conocedor de eso, ¿por qué no impediste el uso de las Armas de Terror?, le preguntó Enki.
¡Hermano mío!, dijo Enlil a Enki con una voz apesadumbrada. Era evidente el motivo.
Tras tu llegada a la Tierra, cada vez que la misión se veía obstaculizada, encontrábamos una forma de eludir el obstáculo; de ahí, la creación de los Terrestres, la gran solución,
fue también una fuente de miles de giros y vueltas no deseados.
Cuando llegaste a comprender los ciclos celestes y asignaste constelaciones,
¿quién hubiera previsto en ellas las manos del Destino?
¿Quién habría podido distinguir entre los hados que elegimos y el inquebrantable destino?
¿Quién proclamaba falsos augurios y quién podía pronunciar profecías verdaderas'?

De ahí que decidiera guardar para mí mismo las palabras de Galzu. ¿Era de verdad el emisario del Creador de Todo, o era una alucinación mía? ¡Lo que tenga que suceder, suceda!, me dije a mí mismo. Enki escuchaba las palabras de su hermano, mientras afirmaba con la cabeza arriba y abajo. La Primera Región está desolada, la Segunda Región está sumida en la
confusión, la Tercera Región está herida,
el Lugar de los Carros Celestiales ya no existe; ¡eso es lo que ha sucedido!, dijo Enki a Enlil. ¡Si era ésa la voluntad del Creador de Todo, eso es lo que ha quedado de
nuestra Misión en la Tierra! ¡Las semillas se sembraron con las ambiciones de Marduk, lo que salga de
ello será para que lo coseche él!

Así le dijo Enlil a su hermano Enki, entonces aceptó el triunfo de Marduk. ¡Que el rango de cincuenta, que tenía pensado para Ninurta, le sea dado en
su lugar a Marduk!

¡Que Marduk declare su supremacía sobre la desolación en las Regiones! En cuanto a mí y a Ninurta, no nos vamos a interponer más en su camino. ¡Partiremos hacia las Tierras de Más Allá de los Océanos, por lo que vinimos, llevaremos a término la misión de obtener oro para Nibiru! Así le dijo Enlil a Enki; había abatimiento en sus palabras. ¿Habrían sido diferentes las cosas si no se hubieran usado las Armas de
Terror?, cuestionó Enki a su hermano.

¿Y si no hubiéramos escuchado las palabras de Galzu para que no volviéramos a Nibiru?, replicó Enlil.
¿Y si hubiéramos detenido la Misión Tierra cuando los Anunnaki se amotinaron? Yo hice lo que hice. Tú hiciste lo que hiciste. ¡No se puede desandar el
pasado!

¿Acaso no hay en eso también una lección?, preguntó Enki para ambos.
¿Acaso lo que ha ocurrido en la Tierra no es un reflejo de lo que tuvo lugar en Nibiru?
¿Acaso no está escrito en el Pasado el esbozo del Futuro?
¿Repetirá la Humanidad, creada a nuestra imagen, nuestros logros y fracasos?
Enlil guardó silencio. Cuando se puso en pie para marcharse, Enki le tendió el brazo.
¡Estrechemos los brazos como hermanos, como camaradas que, juntos, se enfrentaron a muchos desafíos en un planeta extraño!

Así le dijo Enki a su hermano.
Y Enlil, asiendo el brazo de su hermano, lo abrazó también.
¿Nos volveremos a encontrar en la Tierra o en Nibiru?, preguntó Enki.
¿Estaría en lo cierto Galzu de que moriríamos si volvíamos a Nibiru?, respondió Enlil. Luego, se volvió y se fue.

Enki quedó solo; acompañado tan sólo por los pensamientos de su corazón.
Se sentó y reflexionó sobre cómo había comenzado todo y cómo había terminado.
¿Estaba todo destinado, o fue el hado forjado por esta o aquella decisión? Si Cielo y Tierra estaban regulados por ciclos dentro de ciclos, ¿volverá a ocurrir lo que ha sucedido? ¿Acaso el Pasado es el Futuro? ¿Imitarán los Terrestres a los Anunnaki, revivirá la Tierra lo que vivió Nibiru? ¿El primero en llegar será el último en partir? Asediado por sus pensamientos, Enki tomó una decisión:
De todos los acontecimientos y decisiones, comenzando desde Nibiru hasta este día en la Tierra,
tomar nota, para que fuera una guía para generaciones futuras;
¡Que la posteridad, en el tiempo que designe el destino,
lea el registro, recuerde el Pasado, comprenda el Futuro como profecía,
que el Futuro sea el juez del Pasado!

Estas son las palabras de Enki, Primogénito de Anu de Nibiru.
Decimocuarta tablilla: Las Palabras del señor Enki.
Escritas de boca del gran señor Enki,
ninguna palabra perdida, ninguna palabra añadida,
por el escriba maestro Endubsar, un hombre de Eridú,
hijo de Udbar.

Por el señor Enki, con larga vida he sido bendecido.


EL LIBRO PERDIDO DE ENKI, TABLILLAS 11 Y 12




LA UNDÉCIMA TABLILLA
¡Alabad a Ninharsag, la pacificadora en la Tierra!, proclamaron al unísono los Anunnaki.
Durante el primer Shar después del Diluvio, Ninharsag se las ingenió para atemperar los humores;
Nibiru, a la que había que reabastecer de oro, estaba por encima de ambiciones y rivalidades.
Lentamente, la Tierra volvió a inundarse de vida; con las simientes de vida
que preservara Enki, lo que había sobrevivido por sí solo se acrecentó en la tierra, en el aire
y en las aguas.

¡Pero lo más precioso de todo, descubrieron los Anunnaki, fueron los propios remanentes de la Humanidad!
Como en los días pasados, cuando fueron creados los Trabajadores Primitivos,
los Anunnaki, pocos y agotados, clamaron de nuevo por Trabajadores
Civilizados.
Para cuando terminó el primer Shar después del Diluvio, la pacífica tregua se hizo pedazos a causa de un acontecimiento inesperado.
La erupción fue ahora entre los clanes de Marduk y Ninurta, no entre los de Enki y Enlil:
entre los propios hijos de Marduk, ayudados por los Igigi, se rompió la tranquilidad.
Durante el tiempo que Marduk, Sarpanit y sus hijos esperaban en Lahmu a causa del Diluvio,
los dos hijos varones, Asar y Satu, se encapricharon de las hijas de
Shamgaz, el líder Igigi cuando volvieron a la Tierra, los dos hermanos se casaron con las dos hermanas,
Asar eligió a la llamada Asta, Satu con la llamada Nebat se prometió.

Asar optó por vivir con su padre Marduk en las tierras oscuras,
Satu hizo su morada en el Lugar de Aterrizaje, donde moraban los Igigi, con Shamgaz.
Shamgaz estaba preocupado con los dominios en la Tierra: ¿Dónde serán
señores los Igigi? Así incitaba Shamgaz a los otros Igigi, de lo cual Nebat le hablaba a Satu
a diario;
¡Estando con su padre, Asar será el único sucesor, heredará las tierras fértiles!
Así le decían Shamgaz y su hija Nebat a Satu día tras día. Padre e hija tramaban cómo retener la sucesión sólo en manos de Satu. En un día propicio hicieron un banquete; a él invitaron a Igigi y a Anunnaki. Asar, sin sospechar nada, también llegó para celebrar con su hermano. Nebat, la hermana de su esposa, preparó las mesas, también puso escabeles a los pies,
Nebat se embelleció; con una lira en la mano, cantó una canción al poderoso Asar. Satu, delante de él, elegía tajadas de carne asada, con un cuchillo le servía
ceboncillos. Shamgaz, en una gran copa, le ofrecía a Asar vino nuevo, una mezcla
hecha por él,
en una gran vasija, suficientemente grande como para tomarla en consideración, le puso vino elixirado.
Asar estaba de buen humor; se puso de pie y cantó alegremente, acompañándose con címbalos en la mano.
Más tarde, se vio vencido por el vino mezclado, cayó al suelo.

¡Llevémosle para que duerma profundamente!, dijeron los anfitriones a los
demás en el banquete.
Llevaron a Asar a otra cámara, lo pusieron en un ataúd, cerraron el ataúd con fuertes precintos, al mar lo arrojaron. Cuando llegó a Asta la noticia de lo sucedido, elevó lamentos a Mardu el padre de su marido:
¡Asar fue brutalmente arrojado a las profundidades del mar para que muriera, hay que encontrar el ataúd con rapidez!
Registraron el mar en busca del ataúd de Asar, lo encontraron a orillas de la tierra oscura.
En su interior yacía el rígido cuerpo de Asar, el aliento de vida había partido de las aletas de su nariz.
Marduk desgarró sus ropajes, se puso ceniza en la frente.

¡Hijo mío! ¡Hijo mío!, gritaba y sollozaba Sarpanit, grande era su pesar y su duelo.
Enki estaba abatido y lloraba: ¡Se ha repetido la maldición de Ka-in!, dijo a su hijo en su angustia.
Asta elevó un lamento a los alturas, hizo petición a Marduk de un heredero para vengarse:
¡Satu debe encontrar la muerte. Déjame concebir un sucesor de tu propia simiente,
que su nombre se recuerde por tu nombre, y el linaje sobreviva!
¡Eso, ay, no se puede hacer!, dijo Enki a Marduk y a Asta:
¡El hermano que asesinó, el hermano del hermano debe ser custodio,
por esto se le debe perdonar la vida a Satu, de su simiente debes concebir un heredero para Asar!
Asta quedó desconcertada por estos giros del destino; muy turbada, tomó la determinación de desafiar las normas.

Antes de que el cuerpo de Asar fuera envuelto y, en el sudario, preservado en un santuario,
de su falo, Asta extrajo la simiente de vida de Asar.
Con ésta, Asta concibió, un heredero y un vengador de Asar nació.
A Enki y a sus hijos, a Marduk y a sus hermanos, Satu dijo:
¡Soy el único heredero y sucesor de Marduk, de la Tierra de los Dos Estrechos seré el señor!
Ante el consejo de los Anunnaki refutó Asta la reclamación: Estoy con el heredero de Asar, con su hijo.
Entre los juncos del río se ocultó con el niño, para evitar la ira de Satu; Horon llamó al niño, lo educó para que fuera el vengador de su padre. Satu estaba desconcertado con esto; Shamgaz no abandonaba sus ambiciones.

De año terrestre en año terrestre, los Igigi se propagaban desde el Lugar de
Aterrizaje, hasta los confines de Tilmun, la región sagrada de Ninharsag, se llegaron
a acercar. Los Igigi y sus Terrestres amenzaban con invadir el Lugar de los Carros
Celestiales.
En las tierras oscuras, el niño Horon se convirtió en un héroe con los rápidos ciclos vitales de la Tierra,
Horon fue adoptado por su tío abuelo Gibil, él lo entrenó y lo instruyó.
Gibil forjó para él unas sandalias aladas para remontarse en el aire, era capaz de volar como un halcón;
Gibil hizo un arpón divino para él, sus flechas eran proyectiles.
En las tierras altas del sur, Gibil le enseñó las artes de los metales y de la
herrería.

Gibil le reveló a Horon el secreto de un metal llamado hierro. De él, hizo armas Horon, de Terrestres leales levantó un ejército. Marcharon hacia el norte, a través de tierra y río, para desafiar a Satu y
a los Igigi. Cuando Horon y su ejército de Terrestres llegaron a la frontera de Tilmun,
la Tierra de los Proyectiles, Satu le envió a Horon un desafío: ¡Sólo entre nosotros dos es el conflicto, encontrémonos en la lucha uno
a uno! En los cielos de Tilmun, Satu esperó en su Torbellino el combate con
Horon.

Cuando Horon se remontó en el cielo como un halcón hacia él, Satu le disparó un dardo envenenado, como el aguijón de un escorpión
cayó sobre Horon.
Cuando Asta vio esto, lanzó un grito al cielo, invocó a Ningishzidda. Ningishzidda bajó desde su barco celestial, llegó para salvar al héroe para
su madre. Con poderes mágicos, Ningishzidda convirtió el veneno en benévola
sangre, a la mañana siguiente, Horon estaba curado, había vuelto de entre lo"
muertos.

Después, con un Pilar ígneo, como un pez celestial con aletas y una cola de fuego,
Ningishzidda proveyó a Horon, los ojos del Pilar cambiaban sus colores del azul al rojo y al azul.
Horon se elevó en el Pilar ígneo hacia el triunfante Satu.
Se persiguieron por todas partes; fiera y mortal fue la batalla.
Al principio, el Pilar ígneo de Horon recibió un impacto; después, Horon alcanzó a Satu con su arpón.
Satu se estrelló contra el suelo; Horon lo maniató.

Cuando Horon llegó ante el consejo con su tío cautivo,
vieron que estaba ciego, con los testículos aplastados, se aguantaba en pie como un cántaro desechado.
¡Que Satu viva ciego y sin herederos! Así dijo Asta al consejo.
El consejo determinó su suerte, que terminara sus días como un mortal, entre los Igigi.
Se declaró a Horon triunfador, para heredar el trono de su padre;
sobre una tablilla de metal se inscribió la decisión del consejo, en el Salón de Registros la pusieron.
En su morada, Marduk estaba complacido con la decisión; pero estaba apenado por lo que había sucedido:
Aunque Horon, un hijo de Asar, su hijo era, de Shamgaz el Igigi era descendiente,
un dominio, uno como los asignados a los Anunnaki, no se le había dado a él.

Después de perder a sus dos hijos, Marduk y Sarpanit buscaban solaz uno en otro.
Con el tiempo, otro hijo les nacería; le llamaron Nabu, el Poseedor de la Profecía.
Viene ahora el relato de por qué se construyó en la lejanía un nuevo lugar de los carros,
y del amor de Dumuzi e Inanna, que Marduk rompió con la muerte de
Dumuzi. Fue después de la lucha entre Horon y Satu, y su batalla aérea sobre Tilmun,
cuando Enlil convocó a sus tres hijos en consejo.

Con preocupación por lo que estaba sucediendo, les dijo: En el principio, los Terrestres se hicieron a nuestra imagen y semejanza, ¡ahora, los descendientes de los Anunnaki se han hecho a imagen y semejanza de los Terrestres! ¡Entonces, fue Ka-in el que mató a su hermano, ahora un hijo de Marduk
es el asesino de su hermano!

¡Por vez primera, un descendiente de los Anunnaki ha levantado un ejército de Terrestres,
ha puesto en sus manos armas de un metal, secreto de los Anunnaki! Desde los días en que Alalu y Anzu pusieron a prueba nuestra legitimidad, los Igigi no han dejado de provocar trastornos y de romper las reglas. Ahora, los picos baliza están situados en los dominios de Marduk, el Lugar
de Aterrizaje está en manos de los Igigi, ahora, los Igigi están avanzando hacia el Lugar de los Carros, ¡dicen que, en nombre de Satu, van a establecerse en todas las instalaciones del Cielo-Tierra!
Así dijo Enlil a sus tres hijos, les propuso tomar medidas contra ello: ¡Tenemos que establecer en secreto una instalación alternativa Cielo-Tierra! ¡Que se establezca en la tierra de Ninurta más allá de los océanos, en
medio de Terrestres de confianza! Así se puso la misión secreta en manos de Ninurta; en las tierras montañosas más allá de los océanos, junto al gran lago, levantó un nuevo Enlace Cielo-Tierra, lo puso en el interior de un recinto; a los pies de las montañas donde se esparcían las pepitas de oro, eligió una planicie de suelo firme; sobre ella hizo marcas para el ascenso
y el descenso.

¡Las instalaciones son primitivas, pero servirán para su propósito! A su debido tiempo, Ninurta declaró a su padre Enlil: ¡Desde allí pueden continuar los envíos de oro a Nibiru, desde allí, en caso
de necesidad, también podemos ascender! En aquel tiempo, lo que comenzó como una bendición, terminó como un
hecho horrible.

En aquel tiempo, Dumuzi, el hijo más joven de Enki, se encaprichó de Inanna, la hija de Nannar;
Inanna, nieta de Enlil, quedó cautivada por el señor del pastoreo.
Un amor que no conoce límites los devoró, la pasión inflamó sus corazones. Muchas de las canciones de amor que, a partir de entonces, se cantaron
durante mucho tiempo
Inanna y Dumuzi fueron los primeros en cantarlas, narraron su amor a través de las canciones. A Dumuzi, su hijo más joven, Enki le asignó un gran dominio por encima
del Abzu; Meluhha, la Tierra Negra, se llamaba, allí crecían árboles de tierras altas,
sus aguas eran abundantes. Grandes toros vagaban entre las cañas de su río, muy numeroso era su
ganado,
llegaba plata de sus montañas, su cobre brillaba como el oro. Dumuzi era muy amado; tras la muerte de Asar, era el favorito de Enki. Pero Marduk estaba celoso de su hermano más joven. Inanna era muy amada por sus padres, Nannar y Ningal, Enlil se sentaba
junto a su cuna. Era hermosa, más allá de toda descripción, competía en artes marciales
con los héroes Anunnaki.

De viajes en los cielos y de barcos celestiales había aprendido con su hermano Utu; los Anunnaki le regalaron una nave celeste, para que deambulara por los
cielos de la Tierra. Después del Diluvio, en la Plataforma de Aterrizaje, Dumuzi e Inanna
pusieron los ojos uno en otro;
la dedicación de los montes artificiales fue para ellos un cálido encuentro. Al principio, estaban indecisos, él del clan de Enki, ella del linaje de Enlil. Cuando Ninharsag trajo la paz entre los clanes en disputa, Inanna y Dumuzi se las ingeniaron para estar juntos lejos de los demás, se
dedicaron a amarse.

Mientras paseaban juntos, se decían palabras dulces de amor uno a otro. Yacían uno al lado del otro, el corazón de uno conversaba con el corazón
del otro; Dumuzi rodeó con su brazo la cintura de ella, deseaba tomarla como un
toro salvaje,
¡Deja que te enseñe! ¡Deja que te enseñe!, decía Dumuzi a Inanna. Suavemente, ella lo besó, y luego le habló de su madre: ¿Qué mentira podría contarle a mi madre? ¿Qué le contarás tú a Ningal? ¡Hablémosle a mi madre de nuestro amor! ¡De contenta, rociará perfume
de cedro sobre nosotros!

Los amantes fueron al lugar donde vivía Ningal, la madre de Inanna, Ningal les dio su bendición, la madre de Inanna aprobó a Dumuzi. ¡Señor Dumuzi, eres digno como yerno de Nannar!, le dijo. El mismo Nannar dio la bienvenida a Dumuzi como novio; Utu, el hermano de Inanna, dijo ¡Así sea! ¡Quizá sus desposorios traigan verdaderamente la paz entre los clanes!, les
dijo Enlil a todos. Cuando Dumuzi le habló a su padre y a sus hermanos de su amor y de su
compromiso,
Enki también pensó en la paz a través de los desposorios, le dio su bendición a Dumuzi. De los hermanos de Dumuzi, todos excepto Marduk se alegraron con la
noticia.

Gibil forjó un lecho de esponsales de oro, Nergal envió piedras lapis azuladas. Dulces dátiles, la fruta favorita de Inanna, pusieron en un montón junto al
lecho,
bajo la fruta escondieron las cuentas de lapis para que Inanna las descubriera.
Como era costumbre, se envió a una hermana de Dumuzi para que perfumara y vistiera a Inanna,
Geshtinanna, la-que-ha-de-ser-cuñada, era su nombre. A ella le reveló Inanna lo que había en su corazón, de su futuro con
Dumuzi le dijo: ¡Tengo la visión de una gran nación, Dumuzi se elevará como un Gran
Anunnaki.

Su nombre será exaltado sobre los demás, yo seré su esposa-reina. Compartiremos un estatus principesco, juntos someteremos a los países
rebeldes, yo le daré estatus a Dumuzi, dirigiré el país rectamente!
Geshtinanna dio cuenta a su hermano Marduk de las visiones de gobierno
y gloria de Inanna.

Marduk se inquietó enormemente con las ambiciones de Inanna; a Geshtinanna le contó un plan secreto.
Geshtinanna fue hasta su hermano Dumuzi, a la morada del pastor. Encantadora a la vista y perfumada, le dijo así a su hermano Dumuzi: ¡Antes de que tu joven esposa duerma entre tus brazos, debes tener un heredero legítimo, nacido de una hermana! ¡El hijo de Inanna no tendrá derecho a la sucesión, no crecerá sobre las
rodillas de tu madre!

Ella puso la mano de él en su mano, apretó su cuerpo contra el suyo. ¡Hermano mío, yo yaceré contigo! ¡Novio, contigo tendremos un par de
Enki! Así le susurró Geshtinanna a Dumuzi, para que surgiera algo noble de su
vientre. En su vientre derramó Dumuzi el semen, y luego se quedó dormido con las
caricias de ella. Durante la noche, Dumuzi tuvo un sueño, visualizó una premonición de
muerte:
En el sueño, vio a siete bandidos malvados que entraban en su morada. ¡El Señor nos ha enviado a por ti, hijo de Duttur!, le decían. Ahuyentaban a sus ovejas, se llevaban a sus corderos y sus cabritos, le quitaban su tocado de señorío, le arrancaban de su cuerpo la túnica real, le quitaban y le rompían el báculo de pastoreo, arrojaban al suelo su copa. Desnudo y descalzo se lo llevaban preso, le ponían grilletes en las manos, lo dejaban moribundo en nombre del Halcón y el Pájaro Principesco.
Inquieto y asustado se despertó Dumuzi en mitad de la noche, le contó su
sueño a Geshtinanna.

¡El sueño no es favorable!, le dijo Geshtinanna al turbado Dumuzi.
¡Marduk te acusará de haberme violado, enviará a emisarios malvados para que te arresten.
Ordenará que se te juzgue y se te deshonre, para desunir la relación con una enlilita!
Dumuzi gritó como una bestia herida: ¡Traición! ¡Traición!, gritó.
A Utu, el hermano de Inanna, ¡Ayúdame!, envió palabra; pronunció el
nombre de su padre Enki como un talismán.

Dumuzi escapó a través del desierto de Emush, el Desierto de las Serpientes, corrió para ocultarse de los malhechores hasta el lugar de las poderosas
cataratas. Donde las abundantes aguas hacen lisa y resbaladiza las rocas, Dumuzi
resbaló y cayó; la avalancha de agua destrozó entre la blanca espuma su cuerpo sin vida.
Viene ahora el relato del descenso de Inanna hasta el Bajo Abzu,
y la Gran Guerra Anunnaki, y cómo Marduk fue encerrado vivo en el Ekur.
Cuando Ninagal recuperó el cuerpo sin vida de Dumuzi de las aguas del
gran lago,
se llevó el cuerpo hasta la morada de Nergal y Ereshkigal en el Bajo Abzu. Sobre una losa de piedra se puso el cadáver de Dumuzi, un hijo de Enki. Cuando se envió a Enki palabra de lo que había sucedido, Enki se desgarró la ropa, se puso cenizas en la frente. ¡Hijo mío! ¡Hijo mío!, se lamentó por Dumuzi. ¿Qué pecado he cometido
para ser así castigado?, preguntó en voz alta. Cuando vine de Nibiru a la Tierra, EA, Aquel Cuyo Hogar Es Aguas, era
mi nombre, con agua obtenían su fuerza de propulsión los Carros Celestiales, en las
aguas me zambullí;
después, una avalancha de agua barrió la Tierra, en las aguas se ahogó mi nieto Asar, ¡por las aguas está muerto ahora mi
amado Dumuzi!

Todo lo que he hecho, lo hice con propósitos justos. ¿Por qué soy castigado? ¿Por qué se ha vuelto contra mí el Hado? Así lloraba y se lamentaba Enki.

Cuando a través de Geshtinanna se descubrió la veracidad de lo sucedido, la angustia de Enki se hizo aún mayor: ¡Ahora, Marduk, mi primogénito,
también sufrirá por su propia acción!
Inanna se preocupó y, luego, lloró por la desaparición y la muerte de Dumuzi;
después, fue velozmente hasta el Bajo Abzu, para enterrar el cuerpo de
Dumuzi. Cuando Ereshkigal, su hermana, supo de la llegada de Inanna a las puertas
del recinto,
Ereshkigal sospechó de un retorcido plan por parte de Inanna. En cada una de las siete puertas, a Inanna se le quitó uno de los pertrechos
y de las armas que llevaba,
después, desnuda e indefensa ante el trono de Ereshkigal, ¡fue acusada de intrigar para tener un heredero de Nergal, hermano de
Dumuzi! Temblando de fiíria, Ereshkigal no quiso escuchar las explicaciones de su
hermana. ¡Suelta contra ella las sesenta enfermedades!, le ordenó furiosa a su visir,
Namtar.

Con la desaparición de Inanna en el Bajo Abzu se preocuparon enormemente sus padres,
Nannar fue con el asunto a Enlil, Enlil le mandó un mensaje a Enki. Enki supo lo que había sucedido por Nergal, su hijo, esposo de Ereshkigal, con arcilla del Abzu, Enki forjó dos emisarios, seres sin sangre, inmunes
a los rayos de la muerte,
los envió al Bajo Abzu para traer de vuelta a Inanna, viva o muerta. Cuando llegaron ante Ereshkigal, Ereshkigal quedó confundida con su
aspecto:
¿Sois Anunnaki? ¿Sois Terrestres?, les preguntó desconcertada. Namtar dirigió contra ellos las armas mágicas de poder, pero salieron
indemnes los dos.

Tomaron el cuerpo sin vida de Inanna, estaba colgando de una estaca. Los emisarios de arcilla dirigieron sobre el cadáver un Pulsador y un
Emisor, después rociaron sobre ella el Agua de Vida, pusieron en su boca la Planta
de la Vida. Después, Inanna se movió, abrió los ojos; Inanna se levantó de entre los
muertos. Cuando los dos emisarios estaban preparados para llevar a Inanna al
Mundo Superior,
Inanna les ordenó que tomaran también el cuerpo sin vida de Dumuzi. ni* En las siete puertas del Bajo Abzu se le devolvieron a Inanna sus pertrechos y atributos.
A la morada de Dumuzi, en la Tierra Negra, ordenó a los emisarios que llevaran al amante de su juventud,
para lavarlo con agua pura, para ungirlo con dulce aceite, para envolverlo después en un sudario rojo, y ponerlo sobre una losa de lapis; luego, labró para él un lugar de descanso en las rocas, para esperar allí el
Día del Surgimiento.

En cuanto a ella misma, Inanna se dirigió hacia la morada de Enki, quería la retribución por la muerte de su amado, exigía la muerte de
Marduk, el culpable. ¡Ya ha habido suficiente muerte!, le dijo Enki. ¡Marduk fue el instigador,
pero no cometió asesinato! Cuando Inanna supo que Enki no iba a castigar a Marduk, Inanna fue a sus
padres y a su hermano. Elevó sus lamentos al alto cielo: ¡Justicia! ¡Venganza! ¡Muerte a Marduk!,
pidió. En la morada de Enlil se reunieron sus hijos, Inanna y Utu, se reunieron
para un consejo de guerra. Ninurta, el que había derrotado al rebelde Anzu, argumentó a favor de
fuertes medidas;
Utu les informó de palabras secretas intercambiadas entre Marduk y los Igigi-¡De Marduk, una serpiente maligna, debe liberarse la Tierra!, Enlil coincidió con ellos.
Cuando se envió la demanda de la rendición de Marduk a Enki, su padre, Enki convocó en su morada a Marduk y al resto de sus hijos. ¡Aunque aún lloro a mi amado Dumuzi, debo defender los derechos de
Marduk! Aunque Marduk instigó el mal, por un mal hado, no por mano de Marduk,
murió Dumuzi; Marduk es mi primogénito, Ninki es su madre, está destinado para la
sucesión, ¡Debemos protegerle todos de la muerte a manos de la banda de Ninurta!
Así dijo Enki.

Sólo Gibil y Ninagal tuvieron en cuenta la llamada de su padre; Nin-gishzidda se opuso,
Nergal vacilaba: ¡Sólo ayudaré si se encuentra en un peligro mortal!, dijo.
Fue después de eso que una guerra, de desconocida ferocidad, estalló entre los dos clanes.
Fue diferente de la contienda entre Horon y Satu, descendientes de Terrestres:
una batalla entre Anunnaki, nacidos en Nibiru entre ellos, se desató en otro planeta.
La guerra comenzó por medio de Inanna, que cruzó con su nave celeste los dominios de los hijos de Enki;
Inanna desafió a combatir a Marduk, le persiguió hasta los dominios de Ninagal y de Gibil.
Para ayudarla, Ninurta disparó los rayos fulminantes de su Pájaro de la Tormenta contra las fortalezas del enemigo,
Ishkur atacó desde los cielos con relámpagos abrasadores y truenos demoledores.

En el Abzu, barrió los peces de los ríos, dispersó el ganado por los campos. Marduk se retiró hacia el norte, al lugar de los montes artificiales; persiguiéndole, Ninurta roció con proyectiles venenosos las moradas.
con su Arma Que Despedaza les robó los sentidos a las gentes de aquellas tierras,
los canales que llevaban las aguas del río se volvieron rojos de sangre;
los resplandores de Ishkur convertían la oscuridad de las noches en días llameantes.
Mientras las devastadoras batallas avanzaban hacia el norte, Marduk se aposentó en el mismo Ekur,
Gibil diseñó un escudo invisible para éste, Nergal elevó hasta el cielo su ojo que todo lo ve.
Inanna atacó el lugar oculto con un Arma de Brillantez, dirigida con un cuerno;
Horon llegó para defender a su abuelo; la Brillantez le dañó el ojo derecho. Mientras Utu mantenía a distancia más allá de Tilmun a los Igigi y a sus hordas de Terrestres,
los Anunnaki, los que apoyaban a uno y a otro clan, entablaban batalla a los pies de los montes artificiales.
¡Que se rinda Marduk, que termine el derramamiento de sangre! Estas
palabras le transmitió Enlil a Enki. ¡Que hablen hermano con hermano!, le envió un mensaje Ninharsag
a Enki.

En su guarida, dentro del Ekur, Marduk seguía desafiando a sus perseguidores,
de la Casa Que Como una Montaña Es hizo su último baluarte. Inanna no podía superar la inmensa estructura de piedra, sus costados lisos
desviaban las armas de ella. Después, Ninurta se enteró de que había una entrada secreta, ¡encontró una
piedra giratoria en el lado norte!
Ninurta atravesó un oscuro corredor, llegó a la gran galería, su bóveda relucía como un arcoiris con las multicolores emisiones de los
cristales. En el interior, alertado por la intrusión, Marduk esperaba a Ninurta con las
armas dispuestas; respondiendo con armas, destrozando los maravillosos cristales, Ninurta
siguió subiendo por la galería. Marduk se retiró hasta la cámara superior, hasta el lugar de la Gran Piedra
Pulsante,
En su entrada, Marduk bajó los cierres de piedras descendentes, que impedían cualquier entrada.
Inanna e Ishkur siguieron a Ninurta al interior del Ekur; se pusieron a pensar qué podían hacer. ¡Que la hermética cámara oculta sea el ataúd de piedra de Marduk!, les
dijo Ishkur.

Ishkur prestó atención a los tres bloques de piedra, dispuestos para deslizarse hacia abajo.
¡Que muera lentamente, siendo enterrado vivo, sea la sentencia de Marduk!, Inanna dio su consentimiento.
Al final de la galería soltaron los tres los bloques de piedra, cada uno de ellos hizo descender una piedra para taponar, para encerrar a Marduk como en una tumba.
Viene ahora el relato de cómo Marduk fue salvado y partió hacia el exilio, y de cómo se desmanteló el Ekur y se redispuso el señorío sobre las tierras. Lejos del Sol y de la luz, sin comida ni agua, Marduk fue enterrado vivo
dentro del Ekur;
Sarpanit, su esposa, elevó un lamento por su prisión y castigo sin juicio. Acudió a Enki, su suegro, llegó a él con su joven hijo Nabu. ¡Marduk debe ser devuelto para estar entre los vivos!, le dijo Sarpanit
a Enki.

Él la envió a Utu y a Nannar, que podían interceder ante Inanna. Poniéndose un vestido de expiación, rogó ¡Dadle la vida al señor Marduk! ¡Dejadle que siga viviendo humildemente, dejará a un lado el gobierno! Inanna no se aplacó. ¡Por la muerte de mi amado, el Instigador debe
morir!, replicó Inanna.
Ninharsag, la pacificadora, convocó a los hermanos Enki y Enlil, ¡Marduk debe ser castigado, pero no merece la muerte!, les dijo. ¡Viva Marduk en el exilio, que entregue a Ninurta la sucesión en la Tierra!
Enlil se sintió complacido con sus palabras y sonrió: ¡Ninurta era su hijo, de Ninurta ella era la madre!
Si entre sucesión y vida tengo que elegir, ¿qué puedo yo, un padre, decir?

Así respondió Enki, con el corazón dolido. En mis tierras se ha extendido la desolación,
la guerra debe terminar, por Dumuzi todavía estoy de luto; ¡que Marduk viva en el exilio!
¡Si la paz debe volver y Marduk vivir, tenemos que llegar a acuerdos vinculantes!, le dijo Enlil a Enki.
Todas las instalaciones que enlazan cielo y Tierra se deben confiar sólo a mis manos,
el señorío sobre la Tierra de los Dos Estrechos debes dárselo a otro de tus hijos.
Los Igigi que siguen a Marduk deben renunciar al Lugar de Aterrizaje
y abandonarlo, ¡en la Tierra Sin Retorno, no habitada por ningún descendiente de Ziu-
sudra, debe exiliarse Marduk! Así se declaró Enlil, enérgicamente, pretendiendo ser el principal entre los
hermanos.

Enki reconoció en su corazón la mano del hado: ¡Así sea!, dijo inclinando
la cabeza. Sólo Ningishzidda conoce las entrañas del Ekur; ¡que sea él el señor de sus
tierras! Después de que se anunciaran las decisiones de los Grandes Anunnaki, se
llamó a Ningishzidda para el rescate.
su reto era cómo sacar a Marduk de las entrañas selladas por los bloques; para liberar al que vivo está enterrado, le dieron una tarea inconcebible. Ningishzidda contempló los planos secretos del Ekur, planeó cómo evitar
los bloqueos: ¡Marduk será rescatado a través de una abertura superior cincelada!, les
dijo a los líderes.

En el lugar que yo les muestre, tallarán una entrada en las piedras, desde allí, un sinuoso pasadizo les llevará hacia arriba, creando un conducto de rescate.
Atravesando vanos ocultos proseguirán hasta el centro del Ekur, en el vórtice de los vanos, a través de las piedras se abrirán paso. Abrirán una entrada hasta el interior, evitando así los bloqueos; continuarán por encima de la gran galería, levantarán los tres bloques de
piedra,
¡y llegarán a la cámara superior, la prisión mortal de Marduk! Más tarde, los Anunnaki, dirigidos por Ningishzidda, siguieron el plan
esbozado, con herramientas que resquebrajan las piedras hicieron la abertura, crearon
el conducto de rescate,
llegaron al interior del monte artificial, abrieron una salida. Evitando los tres bloques de piedra, llegaron a la cámara superior, sobre una pequeña plataforma levantaron los rastrillos; rescataron a Marduk desmayado. Con cuidado bajaron al señor por el sinuoso conducto, le llevaron hasta el
aire fresco;
en el exterior, Sarpanit y Nabu esperaban al esposo y padre; fue una gozosa reunión.
Cuando a Marduk su padre Enki le transmitió los términos de la liberación,
Marduk se enfureció: ¡Hubiera preferido morir que renunciar a mi derecho
de nacimiento!, gritó. Sarpanit confió en sus brazos a Nabu. ¡Nosotros somos parte de tu futuro!,
le dijo ella suavemente. Marduk se enfureció, Marduk se humilló. ¡Me rindo ante el Hado!, dijo
inaudiblemente.

Con Sarpanit y con Nabu partió hacia una Tierra Sin Retorno, con mujer e hijo, fue a un tierra donde se cazan bestias con cuernos. Tras la partida de Marduk, Ninurta volvió a entrar en el Ekur a través del
conducto,
a través de un corredor horizontal fue hasta la vulva del Ekur. En su pared oriental, en una hornacina artísticamente labrada, la Piedra del
Destino emitía una radiación roja. ¡Su poder me atrapa para matarme, con una atracción mortal me subyuga!,
gritó Ninurta dentro de la cámara.

¡Lleváosla! ¡Destruidla por completo!, gritó Ninurta a sus tenientes. Desandando sus pasos, Ninurta fue a través de la gran galería hasta la
cámara más elevada, en un arca ahuecada pulsaba el corazón del Ekur, la fuerza de su red se
potenciaba con cinco compartimentos. Ninurta golpeó el arca de piedra con su vara; aquélla respondió con una
resonancia. Ninurta ordenó que se sacara la Piedra Gug, que determina las direcciones;
se llevó hasta un lugar de su elección.

Bajando por la gran galería, Ninurta examinó los veintisiete pares de cristales de Nibiru. Muchos de ellos habían sido dañados en su combate con Marduk; algunos
habían sobrevivido intactos a la contienda. Ninurta ordenó que se sacaran los que estaban enteros de sus ranuras, los
otros los pulverizó con su rayo. Fuera de la Casa Que Como una Montaña Es, Ninurta se remontó en el
cielo con su Pájaro Negro, prestó atención a la Piedra Ápice; representaba la personificación de su enemigo.

Con sus armas la soltó, hasta el suelo se derrumbó hecha pedazos.
¡Con esto, termina para siempre el temor a Marduk!, declaró Ninurta victorioso. En el campo de batalla, los Anunnaki reunidos anunciaron sus alabanzas
a Ninurta:
¡Como Anu estás hecho!, le gritaron a su héroe y líder. Para sustituir a la incapacitada baliza se eligió un monte cercano al Lugar
de los Carros Celestiales,
en sus entrañas se redispusieron los cristales rescatados. En su cima se instaló la Piedra Gug, la Piedra de Dirección; al monte se le llamó Monte Mashu, Monte de la Barca Celestial Suprema. Por entonces, Enlil convocó a sus tres hijos; Ninlil y Ninharsag también
asistieron. Se reunieron para confirmar los mandatos sobre las tierras de antaño, para
asignar señoríos sobre las nuevas tierras. A Ninurta, que había vencido a Anzu y a Marduk, se le concedieron los
poderes de la Enlildad, para sustituir a su padre en todas las tierras. A Ishkur se le concedió el señorío del Lugar de Aterrizaje, en las Montañas
de los Cedros,
uniendo así el Lugar de Aterrizaje a sus dominios del norte. Las tierras al sur y al este de allí, donde se habían extendido los Igigi y sus
descendientes, se le dieron a Nannar como dote imperecedera, para que las custodiaran
y conservaran sus descendientes y seguidores. La península donde estaba el Lugar de los Carros se incluyó en las tierras
de Nannar, a Utu se le confirmó como comandante del Lugar y del Ombligo de la
Tierra. En la Tierra de los Dos Estrechos, como se acordó, Enki asignó el señorío
a Ningishzidda. Ninguno de los otros hijos de Enki puso objeciones a esto; ¡pero Inanna se
opuso a ello!

Inanna reivindicó la herencia de Dumuzi, su novio fallecido, a Enki y a Enlil les exigió un dominio para ella sola. Los líderes contemplaron cómo satisfacer las demandas de Inanna,
pidieron consejo sobre las tierras y los pueblos a los Grandes Anunnaki que decretan los hados,
intercambiaron palabras con Anu respecto a la Tierra y a sus reasentamientos.

Habían pasado casi dos Shars desde los tiempos del Diluvio, la Gran Calamidad,
los Terrestres habían proliferado, desde las tierras montañosas volvían a las tierras bajas.
Eran descendientes de la Humanidad Civilizada a través de Ziusudra, estaban entremezclados con la simiente de los Anunnaki.

Los descendientes de los Igigi que se habían mezclado con humanas también estaban por ahí, en las tierras distantes sobrevivían los parientes de Ka-in.
Pocos y nobles eran los Anunnaki que habían llegado de Nibiru, pocos eran sus descendientes perfectos.
Los Grandes Anunnaki consideraron cómo establecer asentamientos para ellos mismos y para los Terrestres,
cómo mantener su nobleza sobre la Humanidad, como hacer que los muchos obedecieran y sirvieran a los pocos.

Los líderes intercambiaron palabras con Anu acerca de todo esto, acerca del futuro.
Anu decidió ir a la Tierra una vez más; con Antu, su esposa, deseaba venir.






LA DUODÉCIMA TABLILLA
Anu decidió ir a la Tierra una vez más; con Antu, su esposa, deseaba venir. Mientras esperaban su llegada, los Anunnaki comenzaron a reestablecer sus moradas en el Edin.
Desde las tierras montañosas, donde moraban los descendientes de Sem, las gentes de cabeza negra emigraron a las tierras de antaño.
Sobre el terreno recién desecado, los Anunnaki les dejaron asentarse, para que proveyeran de alimentos para todos.

Donde antes del Diluvio se había levantado Eridú, la primera ciudad de Enki, sobre montones de lodo y cieno se diseñó una nueva Eridú.
En su centro, sobre una plataforma elevada, se construyó una morada para Enki y Ninki,
se la llamó Casa del Señor Cuyo Retorno Es Triunfante; se adornó con oro, plata y metales preciosos que proporcionaron los hijos de Enki.

Arriba, en un círculo que señalaba hacia el cielo, se plasmaron las doce constelaciones por sus signos.
Abajo, al igual que en el Abzu, fluían las aguas llenas de peces.
En un santuario, un lugar donde no podían entrar los que no eran invitados, Enki guardaba las fórmulas ME.
Para Enlil y Ninlil se fundó una nueva Nibru-ki sobre el lodo y el cieno;
en mitad de las moradas del pueblo, de los rediles
y los establos, se amuralló un recinto sagrado.
En su interior se construyó una morada para Enlil y Ninlil, en siete niveles se elevaba;
una escalinata, que parecía ascender al cielo, llevaba hasta la
plataforma más elevada.

Allí guardaba Enlü sus Tablillas de los Destinos, con sus armas se protegían: el Ojo Elevado que explora las tierras, el Rayo Elevado que todo lo penetra. En el patio, en su propio recinto, se guardaba el veloz Pájaro-celeste de Enlil.

Mientras se aproximaba la llegada de Anu y Antu, se seleccionó un nuevo lugar para su estancia en el Edin, que no fuera ni de Enlil ni de Enki.
Unug-ki, el Lugar Encantador, se le llamó. Se plantaron árboles de sombra, y en mitad se construyó una estructura de un blanco puro, la Casa de Anu. Su exterior se elevaba en siete niveles; su interior era como la residencia de un rey. Cuando llegó a la Tierra el carro celestial de Anu, las naves celestes de los
Anunnaki se elevaron hacia él; se le dirigió para que aterrizara a salvo en el Lugar de los Carros, en
Tilmun.

Utu, el comandante del Lugar, dio la bienvenida a la Tierra a sus bisabuelos. Los tres hijos de Anu, Enlil, Enki y Ninharsag estaban allí para recibirles. Se abrazaron y se besaron, rieron y lloraron. ¡Qué larga, qué larga ha sido la separación! Se decían unos a otros. Se miraban unos a otros, examinando el paso del tiempo: ¡Aunque mayores en Shars eran los padres, parecían más jóvenes que los hijos! A los dos hijos se les veía viejos y con barba; Ninharsag, en otro tiempo bella, estaba encorvada y arrugada.

Los cinco estaban cubiertos de lágrimas; se mezclaban las lágrimas de alegría con las lágrimas de pesar.
En naves celestes fueron llevados al Edin los invitados y sus anfitriones, las naves celestes aterrizaron en un lugar preparado junto a Unug-ki. Todos los Anunnaki que habían quedado en la Tierra estaban de pie como guardia de honor. ¡Salve y bienvenidos! ¡Salve y bienvenidos!, gritaban al unísono para Anu y Antu.
Después, los Anunnaki acompañaron a los invitados en procesión, cantando y tocando música, hasta la Casa de Anu.

En la Casa de Anu, Anu se lavó y descansó, más tarde se perfumó y se vistió;
Antu fue escoltada por las mujeres Anunnaki hasta la Casa del Lecho Dorado;
en un patio abierto, mientras la brisa de la tarde hacía crujir las hojas de los árboles,
Anu y Antu se sentaron sobre tronos. Flanqueándoles estaban Enlil, Enki y Ninharsag.
Los asistentes, Terrestres que iban completamente desnudos, sirvieron vino y buen aceite;
otros, en un rincón del patio, estaban asando al fuego un toro y un carnero, regalos de Enlil y Enki.
Se preparó un gran banquete para Anu y Antu, se esperaba la señal en los cielos para comenzar.

Siguiendo las instrucciones de Enlil, Zumul, que estaba instruido en materia de estrellas y planetas,
ascendió los niveles de la Casa de Anu para anunciar la aparición de los planetas en la noche.
En el primer nivel apareció Kishar en los cielos orientales, Lahamu se vio en el segundo nivel,
Mummu se anunció en el tercer nivel, Anshar surgió en el cuarto nivel, Lahmu se vio en el quinto nivel, la Luna se anunció desde el sexto nivel.

Después, a una señal de Zumul, se empezó a cantar el himno El Planeta de Anu se Eleva en los Cielos,
pues, desde el nivel más alto, el séptimo, se divisó al rojizo Nibiru.
Los Anunnaki daban palmas y bailaban con la música, danzaban y cantaban con la música;
cantaban a aquél que aumenta en brillo, al planeta celestial del señor Anu. A una señal se encendió una hoguera, viéndose de lugar en lugar se encendieron más hogueras:
¡antes de que terminara la noche, toda la tierra del Edin estaba encendida con hogueras!
Tras la comida de carne de toro y carne de carnero, de pescado y de caza, acompañada de vino y cerveza,
se les acompañó a Anu y a Antu a sus dependencias para que pasaran la noche; Anu y Antu dieron las gracias a todos los Anunnaki.

Durante varios días y noches de la Tierra, Anu y Antu durmieron; al sexto
día, Anu llamó a sus dos hijos y a su hija. Escuchó sus relatos de lo acontecido en la Tierra, supo de la paz y de la
guerra.
Anu supo de cómo los Terrestres, que tenían que haber sido aniquilados por el juramento de Enlil, habían proliferado de nuevo;
Enlil le reveló el descubrimiento de oro en la tierra más allá de los océanos y el lugar del carro que había allí.
Fue entonces cuando Enki le contó a su padre lo del sueño y la tablilla de
Galzu.

Anu quedó enormemente desconcertado con esto: ¡Nunca envié a la Tierra a un emisario secreto con ese nombre! Así dijo Anu a los tres líderes. Enki y Enlil estaban desconcertados, se miraron perplejos uno a otro. ¡Debido a Galzu se salvaron Ziusudra y la simiente de vida!, dijo Enki. ¡Debido a Galzu nos hemos quedado en la Tierra!, dijo Enlil a su padre. El día que volváis a Nibiru moriréis, nos dijo Galzu. Incrédulo de esto estaba Anu; ¡el cambio de ciclos, ciertamente, causaba
estragos, pero se podía curar con elixires! ¿De quién era emisario Galzu, si no era tuyo?, dijeron al unísono Enki
y Enlil.
¿Quién había querido salvar a los Terrestres, quién hizo que nos quedáramos en la Tierra?
Ninharsag movió la cabeza lentamente: ¡Galzu apareció por el Creador de
Todo!

¡La creación de los Terrestres también estaba destinada, de eso debo maravillarme! Durante un rato, guardaron silencio los cuatro; cada uno rememoró en su
corazón acontecimientos del pasado. ¡Mientras nosotros decretábamos hados, la mano del destino dirigía cada
paso! Así dijo Anu. La voluntad del Creador de Todo es evidente: En la Tierra y para los
Terrestres, sólo emisarios somos. ¡La Tierra pertenece a los Terrestres, se nos ha utilizado para preservarlos
y para hacerles avanzar! ¡Si ésa es nuestra misión aquí, actuemos de acuerdo con ello! Así dijo Enki.

Los grandes Anunnaki que decretan los hados intercambiaron consejos en lo referente a las tierras:
los Grandes Anunnaki decidieron crear regiones civilizadas, para proporcionar en ellas conocimientos a la Humanidad;
fundar Ciudades de Hombre, crear en ellas recintos sagrados como morada para los Anunnaki;
establecer la realeza en la Tierra, al igual que en Nibiru, dar corona y cetro a un hombre escogido;
transmitir a través de él la palabra de los Anunnaki al pueblo, hacer cumplir el trabajo y la destreza;
establecer en los recintos sagrados un sacerdocio, para servir y dar culto a los Anunnaki como señores nobles.

Enseñar los conocimientos secretos, transmitir la civilización a la Humanidad.
Los Anunnaki resolvieron crear cuatro regiones, tres para la Humanidad, una restringida:
establecer la primera región en la antigua tierra del Edin, bajo el dominio de Enlil y sus hijos;
para seguir después con la segunda región en la Tierra de los Dos Estrechos, para que la señorearan Enki y sus hijos;
la tercera región se le concedió a Inanna en una tierra distante, para que no se mezclara con las otras dos;
la cuarta región, consagrada sólo para los Anunnaki, sería la península del Lugar de los Carros.
Viene ahora el relato del viaje de Anu a las tierras de más allá de los océanos,
y de cómo en la Primera Región se reestablecieron ciudades para los Anunnaki.

Habiendo tomado las decisiones acerca de las cuatro regiones y de las civilizaciones de la Humanidad,
Anu preguntó por su nieto Marduk. ¡Debo verle de nuevo!, dijo Anu a los líderes.
¡Si yo mismo causé la cólera de Marduk al invitar a Dumuzi y a Ningi-shzidda a Nibiru!
se preguntaba Anu; deseaba reconsiderar el castigo de Marduk.
¡Cuando hagas tu viaje a las tierras de más allá de los océanos, se le dirá
a Marduk que se encuentre contigo! ¡La tierra por donde vaga está en aquellas partes de la Tierra! Así dijo Enlil
a Anu.

Antes de que la pareja real fuera a las tierras distantes, Anu y Antu inspeccionaron el Edin y sus tierras; visitaron Eridú y Nibru-ki, vieron dónde se habían planeado las ciudades
de la primera región.
En Eridú, Enlil se quejó de Enki: ¡Enki guarda para sí las fórmulas ME! Anu, sentado en el asiento de honor, dijo palabras de alabanza a Enki: Mi hijo construyó una magnífica casa para sí, hermosamente sobre una
plataforma está elevada.
Enki dará grandes conocimientos a las gentes que rodean y sirven a la Casa; ¡ahora, los conocimientos que se guardan en secreto en los MEs, deben ser
compartidos con los demás Anunnaki!

Enki se sintió violento; le prometió a Anu compartir con todos las fórmulas divinas. En los días posteriores, Anu y Antu inspeccionaron las otras regiones en
naves celestes. Después, en el decimoséptimo día, la pareja real volvió a Unug-ki para
descansar una noche más. A la mañana siguiente, cuando los Anunnaki más jóvenes llegaron ante
Anu y Antu para ser bendecidos,
Anu se encariñó de su bisnieta Inanna; la estrechó, la abrazó y la besó. ¡Ténganse en cuenta todas mis palabras!, anunció a los congregados: ¡Este lugar, después de que nos vayamos, désele a Inanna como dote, sea mi presente para Inanna la nave celeste en la cual hemos inspeccionado la Tierra! Con regocijo, Inanna se puso a bailar y a cantar, sus alabanzas a Anu se
llegarían a cantar como himnos con el paso del tiempo. Después, despidiéndose de los Anunnaki, Anu y Antu partieron hacia las
tierras de más allá de los océanos;
Enlil y Enki, Ninurta e Ishkur, fueron con ellos a la tierra dorada. Para impresionar a Anu, el rey, con las grandes riquezas de oro, Ninurta construyó para Anu y Antu una morada;
sus bloques de piedra, tallados a la perfección, estaban cubiertos por dentro de oro puro.
¡Un recinto dorado, con flores de cornalina tallada, esperaba a la pareja real!
A orillas de un gran lago de montaña se erigió la morada.

Se les mostró a los visitantes cómo se recogían las pepitas de oro;
¡Aquí hay oro suficiente para muchos Shars venideros!, dijo Anu satisfecho.
En un lugar cercano, Ninurta les mostró a Anu y a Antu un montículo artificial,
Ninurta explicaba cómo se había hecho un lugar para fundir y refínar metales.
Les mostró cómo se extraía un nuevo metal de las piedras: Anak, Anunnaki-hecho, lo llamó,
les mostró cómo, al combinarlo con el abundante cobre, había inventado un fuerte metal.
En el gran lago, desde cuyas costas llegan los metales, Anu y Antu navegaron;
el Lago de Anak lo llamó Anu, a partir de entonces fue su nombre.

Después, desde las tierras del norte, tierras donde se cazaban grandes bestias con cuernos,
vino Marduk ante su padre Enki y su abuelo Anu; Nabu, su hijo, estaba con él.
Cuando Enki preguntó por Sarpanit, Marduk les habló con pesar de su muerte.
¡Ahora, sólo Nabu queda conmigo!, dijo Marduk a su padre y a su abuelo.

Anu estrechó contra su pecho a Marduk: ¡Suficiente has sido castigado!, le dijo;
poniendo la mano derecha en la cabeza de Marduk, Anu bendijo a Marduk para ser perdonado.
Desde el lugar dorado, arriba en las montañas, todos los que se habían reunido fueron hasta la llanura de abajo.
Allí, extendiéndose hasta el horizonte, Ninurta había preparado un nuevo lugar para los carros.
El carro celestial de Anu y Antu estaba allí preparado, cargado hasta los topes de oro.
Cuando llegó la hora de partir, Anu dijo a sus hijos palabras de despedida y de guía:
¡Sea lo que sea lo que el Destino pretende de la Tierra y de los Terrestres,
dejad que así sea!

Si el Hombre, y no los Anunnaki, está destinado a heredar la Tierra, ayudemos al destino. Dadle el conocimiento a la Humanidad, enseñadles hasta cierta medida los
secretos del cielo y de la Tierra,
enseñadles leyes de justicia y rectitud, ¡luego partid e iros! Estas instrucciones dio, fraternalmente, Anu a sus hijos. Una vez más se estrecharon, se abrazaron y se besaron, y desde el nuevo
lugar de los carros Anu y Antu partieron hacia Nibiru. El primero en romper el pesaroso silencio fue Marduk; sus palabras llevaban ira:
¿Qué es este nuevo Lugar de los Carros Celestiales?, exigió una explicación de los demás.
¿Qué ha ocurrido después de mi exilio sin mi conocimiento? Cuando Enki le habló a Marduk de las decisiones de las cuatro regiones, la furia de Marduk no conoció límites: ¿Por qué ha de tener Inanna, causante de la muerte de Dumuzi, su propia región? ¡Las decisiones han sido tomadas, no se pueden alterar! Así le dijo Enlil
a Marduk.

Volvieron al Edin y a las tierras adyacentes en naves celestes separadas;
Presintiendo problemas, Enlil dio instrucciones a Ishkur para que se quedara atrás, para vigilar el oro.
Para conmemorar la visita de Anu, se introdujo una nueva cuenta del paso
del tiempo: por años de la Tierra, no por Shars de Nibiru, para contar lo que sucediera
en la Tierra.

En la Era del Toro, dedicada a Enlil, comenzó la cuenta de años de la Tierra.
Cuando los líderes regresaron al Edin, el lugar de la primera región civilizada,
los Anunnaki les enseñaron a los Terrestres cómo hacer ladrillos con el
barro, para con ellos construir ciudades. Pero donde una vez sólo se habían levantado las ciudades de los Anunnaki,
se levantaron ahora ciudades tanto para ellos como para los Terrestres, en las nuevas ciudades se consagraron recintos sagrados para los grandes Anunnaki,
en ellas, se les proporcionó a los Anunnaki nobles moradas, a las que la
Humanidad llamó Templos;
en ellos, se servía y se daba culto a los Anunnaki como Señores Nobles, se les honraba con rango-números, la línea sucesoria a la Humanidad
hicieron saber:
Anu, el celestial, tenía el rango de sesenta, a Enlil se le dio el rango de cincuenta,
a Ninurta, su hijo principal, Enlil le concedió el mismo rango. El siguiente en la sucesión era el señor Enki, sostenía el rango de cuarenta; a Nannar, el hijo de Enlil y Ninlil, se le asignó el rango de treinta. A su hijo y sucesor, Utu, le tocó el rango de veinte; al resto de los hijos de los líderes Anunnaki se les concedió el rango-número de diez. Los rangos de los cincos se compartieron entre las mujeres Anunnaki y las
esposas.

Después de que se terminaran Eridú y Nibru-ki y sus morada-templos, se construyó en Lagash el recinto del Girsu para Ninurta, allí se guardaba
su Pájaro-celeste Negro. Eninnu, Casa de Cincuenta, se le puso por nombre a la morada-templo de
Ninurta y Bau, su esposa; El Cazador Supremo y el Golpeador Supremo, armas que le regalara Anu,
protegían el Eninnu. Donde había estado Sippar antes del Diluvio, encima del suelo-barro, Utu
fundó una nueva Sippar. En el Ebabbar, la Casa Brillante, se levantó una morada para Utu y su
esposa Aya;
desde allí, Utu promulgó leyes de justicia para la Humanidad. Donde a causa del lodo-cieno no se pudieron seguir los planos de antaño,
se eligieron nuevos emplazamientos. Adab, un emplazamiento no distante de Shurubak, se convirtió en el nuevo
centro de Ninharsag. Allí, su morada-templo recibió el nombre de la Casa del Socorro y del
Conocimiento Sanador;
en su santuario guardó Ninharsag los MEs de cómo se había creado a los Terrestres.
A Nannar se le proporcionó una ciudad con rectas calles, canales y muelles; Urim era su nombre,
a su morada-templo se le llamó Casa de la Simiente del Trono, reflejaba los rayos de la Luna sobre sus tierras.

Ishkur volvió a las tierras montañosas del norte, su morada se llamó la Casa de las Siete Tormentas;
Inanna residió en Unug-ki, vivía en la morada que Anu le había regalado.
Marduk y Nabu vivieron en Eridú, en el Edin no tenían sus propias moradas.
Viene ahora el relato de la primera Ciudad de los Hombres y de la realeza
en la Tierra, y de cómo Marduk tramó construir una torre y de donde Inanna robó los
MEs.
En la Primera Región, en las tierras del Edin y en las ciudades con recintos, sus señores Anunnaki enseñaban trabajos y oficios a los Terrestres. No mucho después se irrigaron los campos, pronto las embarcaciones
navegaron por canales y ríos;
rediles y graneros estaban rebosantes, la prosperidad henchía la tierra. Ki-Engi, Tierra de los Nobles Vigilantes, se llamó a la Primera Región. Después, se decidió dejar que las gentes de cabeza negra tuviera una ciudad para ellos mismos;
Kishi, Ciudad Cetro, se llamó, en Kishi comenzó la realeza del Hombre. Allí, en terreno consagrado, Anu y Enlil implantaron el Objeto Brillante
Celestial.

En él, Ninurta designó al primer rey, Hombre Poderoso fue su título real. Para hacerlo centro de la Humanidad Civilizada, Ninurta viajó a Eridú para obtener de Enki las tablillas ME que conservaban las fórmulas divinas para la realeza. Con el atuendo adecuado, Ninurta entró en Eridú con respeto, preguntó por
los ME de la realeza:
Enki, el señor que salvaguarda todos los MEs, concedió a Ninurta cincuenta MEs. En Kishi, se les enseñó a las gentes de cabeza negra a calcular con números,
La celestial Nisaba les enseñó a escribir, la celestial Ninkashi les mostró cómo hacer cerveza.
En Kishi, dirigidos por Ninurta, proliferó el trabajo del horno y la herrería carretas con ruedas, tirados por asnos machos, se crearon hábilmente en Kishi.

En Kishi se promulgaron leyes de justicia y de recta conducta.
Fue en Kishi donde el pueblo compuso himnos de alabanza a Ninurta:
de sus heroicas hazañas y victorias cantaban, de su terrorífico Pájaro Negro cantaban,
de cómo había sometido a los bisontes en tierras lejanas, cómo había encontrado el metal blanco para mezclarlo con el cobre.
Fue un tiempo glorioso para Ninurta, con la Constelación del Arquero se le honró.
Mientras tanto, Inanna esperaba su señorío en la Tercera Región, Mientras tanto, exigía de los líderes sus dominios.

¡La Tercera Región vendrá después de la segunda!, le aseguraban los líderes.
Después de ver cómo Ninurta había ido a Eridú, cómo había obtenido el ME de la realeza,
Inanna urdió un plan en su corazón, tramó la obtención del ME de Enki.
Envió a su doncella de cámara Ninshubur a Eridú, para anunciar una visita de Inanna.
Al oír esto, Enki dio rápidamente instrucciones a Isimud, su mayordomo: La doncella, completamente sola, dirige sus pasos hasta mi ciudad de Eridú, Cuando llegue, completamente sola, hazla entrar en mis cámaras interiores.
Ponle agua fría para que refresque su corazón, dale pasteles de cebada con mantequilla,
¡prepara vino dulce, llena vasijas de cerveza hasta el borde!
Cuando Inanna entró sola en la morada de Enki, Isimud siguió las órdenes de Enki;
después, cuando Enki recibió a Inanna, se vio abrumado por la belleza de Inanna:
Inanna iba engalanada con joyas, a través de su fino vestido se revelaba su
cuerpo;
Cuando se inclinaba, Enki admiraba completamente su vulva.

Bebieron vino dulce de las copas de vino, compitieron en beber cerveza. ¡Enséñame los MEs!, le dijo Inanna a Enki jugueteando, ¡Deja que sostenga un ME en mi mano! Siete veces en el transcurso de la competición Enki le dejó sostener MEs
a Inanna,
las fórmulas divinas del señorío y la realeza, del sacerdocio y la escribanía, Enki le dejó sostener a Inanna los MEs del atuendo amoroso y de la guerra; de la música y el canto, del trabajo de la madera, los metales y las piedras
preciosas, los noventa y cuatro MEs necesarios para los reinos civilizados le dio Enki
a Inanna. Sujetando con fuerza sus premios, Inanna se escabulló del adormilado
Enki; se apresuró en llegar a su Barco del Cielo, dio instrucciones de elevarse
y alejarse a su piloto. Cuando Isimud despertó a Enki de su sueño, ¡Prende a Inanna!, le dijo
a Isimud. Cuando Enki oyó de Isimud que Inanna ya había partido en su Barco del
Cielo,
dio instrucciones a Isimud para que persiguiera a Inanna en la nave celeste de Enki. ¡Tienes que recuperar todos los MEs!, le dijo.

Isimud interceptó el Barco del Cielo de Inanna en las cercanías de Unug-ki,
la hizo volver a Eridú y enfrentarse a la ira de Enki.
Pero cuando Inanna fue llevada de vuelta a Eridú, los MEs no estaban con
ella: se los había dado a su doncella de cámara, Ninshubur, a la Casa de Anu en
Unug-ki se los había llevado Ninshubur. ¡En nombre de mi poder, en nombre de mi padre Anu, te ordeno que me
devuelvas los MEs!

Así le habló Enki, enfurecido, a Inanna; en su morada la tuvo cautiva. Cuando oyó esto, Enlil fue a Eridú a enfrentarse con su hermano. ¡En justicia he obtenido los MEs, el mismo Enki los puso en mis manos! Así le dijo Inanna a Enlil; verdad que Enki admitió sumisamente. ¡Cuando llegue a su fin el tiempo de Kishi, la realeza pasará a Unug-ki-» declaró Enlil.

Cuando Marduk oyó todo esto, se enfureció enormemente, su ira no conoció límites.
¡Suficiente ha sido mi humillación!, le gritó Marduk a su padre Enki.
Inmediatamente, exigió de Enlil una ciudad sagrada para sí mismo en el Edin.
Pero Enlil no tuvo en cuenta la petición de Marduk, y Marduk tomó en sus propias manos el hado.
Consideró un lugar que había sido seleccionado para la llegada de Anu, antes de que se decidieran por Unug-ki,
llamó a Nabu, a los Igigi y a sus descendientes desde sus tierras dispersas, ¡para fundar una ciudad sagrada para Marduk, un lugar para naves celestes!

Cuando sus seguidores reunidos en el lugar no encontraron piedras con las que construir,
Marduk les mostró cómo hacer ladrillos y cocerlos al fuego, para que sirvieran como piedras;
con todo esto, empezaron a construir una torre cuya cima pudiera alcanzar los cielos.
Enlil se apresuró en ir al lugar para frustrar el plan, intentó aplacar a Marduk con palabras de calma;
pero no consiguió detener a Marduk y a Nabu en su empresa.
Enlil reunió a sus hijos y nietos en Nibru-ki; consideraron todos qué podían hacer.
¡Marduk está construyendo un Pórtico al Cielo no permitido, se lo está confiando a los Terrestres!
Así dijo Enlil a sus hijos y nietos.

¡Si permitimos que esto ocurra, nada de cuanto se proponga la Humanidad dejará de alcanzarlo!
¡Hay que detener este malvado plan!, dijo Ninurta; todos coincidieron en ello.
Era de noche cuando, desde Nibru-ki, llegaron los Anunnaki enlilitas,
desde sus naves celestes dejaron caer sobre la torre en construcción fuego y azufre;
a la torre y a todo el campamento dieron fin por completo. Entonces, Enlil decidió dispersar al líder y a sus seguidores, Enlil decretó confundir sus consejos en lo sucesivo, destruir su unidad:
Hasta ahora, todos los Terrestres tenían un solo lenguaje, en una única lengua hablan.
¡En lo sucesivo confundiré su lenguaje, para que no se comprendan entre sí!

Todo esto sucedió en el año trescientos diez desde que comenzara la cuenta de los años de la Tierra:
en cada región y en cada tierra hizo hablar a la gente en lenguas diferentes,
después le dio a cada pueblo una forma diferente de escritura, para que no se pudieran comprender unos a otros.

Veintitrés reyes reinaron en Kishi, durante cuatrocientos ocho años fue la Ciudad del Cetro;
también fue en Kishi que un amado rey, Etana, fue llevado a un viaje
celestial.
¡Que en el tiempo asignado se transfiera la realeza a Unug-ki! Así lo decretó Enlil.
Hasta su suelo se transfirió el Objeto Brillante Celestial desde Kishi. Cuando se le anunció al pueblo la decisión, le cantaron a Inanna un himno
de exaltación:
Dama de los MEs, Reina, brillante resplandeciente, justa, vestida radiante, amada del cielo y la Tierra; por el amor de Anu consagrada, portadora de grandes adoraciones, siete veces obtuvo los MEs, en su mano los sostiene. Destinados para la tiara de la realeza, adecuados para el sumo sacerdocio, ¡Dama de los grandes MEs, de ellos es la guardiana! En el año cuatrocientos nueve desde que comenzara la cuenta de los años
de la Tierra,
se transfirió a Unug-ki la realeza de la Pimera Región; ¡su primer rey fue el sumo sacerdote de la morada-templo del Eanna, hijo
de Utu era!

En cuanto a Marduk, se fue a la Tierra de los Dos Estrechos, esperaba ser el señor de la Segunda Región, una vez se estableciera.
Viene ahora el relato de cómo se establecieron la Segunda y la Tercera Regiones,
y de cómo Ningishzidda fue exiliado y Unug-ki amenazó a Aratta.
Cuando Marduk, tras una larga ausencia, volvió a la Tierra de los Dos Estrechos,
encontró allí a Ningishzidda como su señor, su Noble Señor era Ningishzidda.
Ningishzidda supervisaba las tierras con la ayuda de los descendientes de los Anunnaki que se habían casado con Terrestres,
lo que una vez Marduk había planeado e instruido, Ningishzidda lo había revocado.
¿Qué es lo que ha pasado?, exigió saber Marduk.

Marduk acusó a Ningishzidda de la destrucción de lo oculto,
de hacer partir a Horon a un lugar desierto, un lugar que no tiene agua,
¡un lugar sin límites donde no disfrutaba de placeres sexuales!
Los dos hermanos montaron un alboroto, se embarcaron en una amarga disputa.
¡Presta atención, aquí estoy en mi propio lugar!, le dijo Marduk a Ningishzidda.
Tú me has quitado mi sitio; de ahora en adelante, sólo serás un ayudante mío.
¡Pero si te sientes inclinado hacia la rebelión, a otra tierra tendrás que largarte!
Durante trescientos cincuenta años de la Tierra, estuvieron peleando los hermanos en la Tierra de los Dos Estrechos,
Durante trescientos cincuenta años, estuvo la tierra en el caos, hubo diferencias entre los hermanos;
Entonces, Enki, el padre de ambos, le dijo a Ningishzidda: ¡Por el bien de la paz, parte a otras tierras!
Ningishzidda optó por ir a una tierra de más allá de los océanos, con un
grupo de seguidores se fue allí.

Seiscientos cincuenta años de la Tierra era en ese momento la cuenta, pero en los nuevos dominios, donde a Ningishzidda se le llamó la
Serpiente Alada, comenzó una nueva cuenta propia.
En la Tierra de los Dos Estrechos se estableció la Segunda Región bajo el señorío de Marduk;
en los anales de la Primera Región se le llamó Magan, Tierra del Río de las Cascadas.
Pero, para la gente de la Segunda Región, cuando las lenguas se confundieron,
se le llamó a partir de entonces Hem-Ta, la Tierra Marrón Oscura. En la nueva lengua se les llamó a los Anunnaki Neteru, los Vigilantes
Guardianes. Marduk fue adorado como Ra, el Brillante; a Enki se le veneró como Ptah,
el Constructor.

A Ningishzidda se le renombró como Tehuti, el Medidor Divino; para borrar su memoria, Ra sustituyó su imagen en el León de Piedra por
la de su hijo Asar. Ra hizo que el pueblo contara por dieces, no por sesenta; también dividió
el año en dieces,
sustituyó la observación de la Luna por la observación del Sol. Mientras bajo el señorío de Tehuti se reestablecieron las antiguas Ciudad
del Norte y Ciudad del Sur, Marduk/Ra unió en una sola Ciudad de la Corona las dos tierras, la del
Norte y la del Sur. Un rey, un descendiente de Neteru y Terrestre, designó allí; Mena fue su
nombre. Donde las dos tierras se encuentran y el gran río divide, Ra fundó una
Ciudad del Cetro. Le dio esplendor para sobrepasar a Kishi, en la Primera Región, se le llamó
Mena-Nefer, la Belleza de Mena.

Para honrar a sus mayores, Ra construyó una ciudad sagrada, para honrar
al rey de Nibiru la llamó Annu;
allí, sobre una plataforma, erigió una morada-templo para su padre Enki-Ptah, su ápice, dentro de una alta torre, salía hacia el cielo como un cohete afilado. En su santuario, Ra depositó la parte superior de su Barcaza Celestial, se
le llamó Ben-Ben; era aquélla en la cual había viajado desde el Planeta de los Innumerables
Años. En el día de Año Nuevo, el rey realizaba las ceremonias como Sumo
Sacerdote, únicamente en ese día, entraba solo en la profunda Sala de la Estrella, ante
el Ben-Ben ponía las ofrendas. Para beneficiar a la Segunda Región, Ptah le dio a Ra todo tipo de MEs.
¿Qué sé yo que tú no sepas?, le preguntó el padre a su hijo. Le dio a Ra todo tipo de conocimientos, salvo el de revivir a los muertos. Como un Grande de los Doce Celestiales, Ptah le asignó a Ra la constelación del signo del Carnero.

Ptah reguló el flujo del agua del Hapi, el gran río del país, para Ra y su pueblo,
no tardó en llegar la abundancia a los fértiles suelos, hombres y ganados se multiplicaron.
Los líderes se animaron con el éxito de la Segunda Región; procedieron a establecer la Tercera Región.
Decretaron hacerla dominio de Inanna, tal como se le había prometido.

Como corresponde a la señora de una región, se le asignó una constelación celestial:
previamente, junto con su hermano Utu, compartía la Estación de los Gemelos,
a partir de entonces, como regalo de Ninharsag, su propia Constelación de la Doncella se le asignó a Inanna;
en el año ochocientos sesenta, según la cuenta de los años de la Tierra, se honró así a Inanna.
Lejos, en las tierras orientales, más allá de las siete cadenas montañosas, estaba la Tercera Región;
Zamush, Tierra de las Sesenta Piedras Preciosas, se le llamó a su reino de las tierras altas.
Aratta, el Reino Arbolado, estaba ubicado en el valle de un gran río sinuoso; en la gran llanura, la gente cultivaba cereales y pastoreaba el ganado.

También se construyeron dos ciudades con ladrillos de barro, las llenaron de graneros.
Como exigía el decreto de Enlil, el Señor Enki, Señor de la Sabiduría,
diseñó una nueva lengua para la Tercera Región, un nuevo tipo de signos de escritura elaboró para ella,
en su sabiduría, Enki creó para Aratta una lengua de hombre hasta entonces desconocida;
pero Enki no dio los MEs de los reinos civilizados a la Tercera Región: ¡Que Inanna comparta con la nueva región lo que obtuvo para Unug-ki!, declaró Enki.

En Aratta, Inanna designó un pastor-jefe, era parecido a su amado Dumuzi.
Inanna viajaba en su nave celeste de Unug-ki a Aratta, volaba sobre montañas y valles.
Tenía en mucha estima las piedras preciosas de Zamush, llevaba con ella lapislázuli puro hasta Unug-ki.
En aquel tiempo, el rey en Unug-ki era Enmerkar, era el segundo en reinar allí;
fue él el que expandió las fronteras de Unug-ki, por sus glorias se exaltó
a Inanna.

Fue él el que codiciaba la riqueza de Aratta, tramó conseguir la supremacía sobre Aratta. Enmerkar despachó hacia Aratta a un emisario para exigir las riquezas de
Aratta como tributo. Sobre las siete cadenas montañosas, cruzando tierra resecas y, después,
empapado por las lluvias, el emisario fue hasta Aratta, le repitió palabra por palabra al rey de Aratta las exigentes palabras de
Enmerkar. El rey de Aratta era incapaz de entender su lengua; le sonaba igual que el
rebuzno de un burro.

El rey de Aratta le dio al emisario un cetro de madera en el que había inscrito un mensaje.
El mensaje del rey pedía que Unug-ki compartiera con Aratta los MEs, como regalo real para Unug-ki se cargaron muchos burros con cereales,
fueron con el emisario hasta Unug-ki. Cuando Enmerkar recibió el cetro inscrito, nadie comprendió su mensaje
en Unug-ki.

Lo llevó de la luz a la sombra, lo llevó de la sombra a la luz; ¿Qué clase de madera es ésta?, preguntó. Después, ordenó que la plantaran en el jardín. Pasaron cinco años, pasaron diez años, del cetro creció un árbol, era un
árbol de sombra.
¿Qué hago?, le preguntó el frustrado Enmerkar a su abuelo Utu. Utu intercedió con la celestial Nisaba, señora de los escribas y de la escritura.
Nisaba enseñó a Enmerkar a inscribir su mensaje en una tablilla de arcilla, era en la lengua de Aratta;
El mensaje se entregó por mano de su hijo Banda: ¡Sumisión o guerra!, decía.

¡Inanna no abandonó Aratta, Aratta no se someterá a Unug-ki!, dijo el rey de Aratta.
¡Si Unug-ki desea la guerra, que se encuentren un guerrero y un guerrero! ¡Mejor aún, intercambiemos tesoros pacíficamente; que Unug-ki dé sus MEs a cambio de las riquezas de Aratta!
En el camino de vuelta, portando el mensaje de paz, Banda cayó enfermo; su espíritu le dejó.

Sus camaradas le levantaron el cuello, estaba sin aliento de vida;
en el Monte Hurum, en el camino de Aratta, Banda fue abandonado a su muerte,
Unug-ki no recibió las riquezas de Aratta, Aratta no obtuvo los MEs de Unug-ki;
en la Tercera Región, la Humanidad Civilizada no floreció del todo.