No hay nada nuevo en este mundo. Venimos sin nada. Cualquier cosa que se os ocurra ya ha sido dicha.
sábado, 23 de julio de 2016
REFLEXIONES MIENTRAS ME DILUYO HASTA CONVERTIRME EN UNA MASA VISCOSA
Alguien en algún momento me ha dicho...... o en algún momento me han contado..... o lo he leído en alguna parte... que escribir un buen cuento corto, a los mejores escritores les cuesta más trabajo que escribir una novela entera. En un cuento corto, cada una de las palabras tienen que ser corrientes, o sea, de uso común pero encerrar en sí un amplio campo semántico. Una situación hay que expresarla con un simple verbo, y los sentimientos tienen que ser sugeridos de forma sibilina. Pero cuando das con un verdadero genio de la literatura, parece que no le haya costado ningún esfuerzo extra escribir toda una historia en un folio.
Con esta ola de calor (que más que ola es un tsunami), me veo obligada a levantarme cada día un poco antes, hasta el punto de que ya salimos de casa al mismo tiempo que los tractores que van a acabar las tareas del campo con la fresca. Ya nos conocemos y nos saludamos como si fuéramos familia. Ayer, debían de ser las seis y media de la madrugada, apenas se veía el camino, pero la brisa era tan agradable que, en ese momento me dan ganas de chillar las gracias al cielo. Además me pude fijar en algo: el sol estaba viniendo por el Este y se acercaba con todos los colores del arco iris, en forma de corona anunciadora. Pero, la luna todavía no se había puesto por el Oeste y parecía que esperara para saludarle. Como había un poco de neblina, pude ver al majestoso sol adueñándose del mundo, llenando todo de claridad; exactamente en línea recta (para entendernos) con la luna que parecía esperarle. Y, durante bastante rato estuvieron hablando de sus cosas, conforme uno ascendía y la otra se ocultaba por el horizonte. Fue un instante mágico, de esos en que te alegras del madrugón.
La cebada ya está segada y, con la facilidad de las máquinas, se ha hecho innecesaria una de las tareas que a mí me resultaban más divertidas: todo el grano recogido se amontonaba en las eras y había que "aventar", tarea ésta que se agradecía si soplaba un poco la brisa; tirando con los tridentes la haces del producto revuelto hacia arriba, se conseguía separar el grano, que quedaba en espigas, de la paja, que se acumulaba sola a un lado. La paja se empaqueta para usarla en invierno en muchas ocasiones y las espigas se desgranaban con la trilla. Era bonito y divertido para los críos que, bajo juramentos de los hombres, nos revolcábamos en la paja y nos gustaba que nos fuera cubriendo, hasta que la misma paja se te metía por todo el cuerpo y tenías que ir corriendo a casa a cambiarte de ropa. Todo esto ya no existe. En dos días se siega, se empaca, se separa el grano y se acabó la tarea. De esta forma la máquina va haciendo que el hombre se separe cada vez más de la naturaleza.
No hace ni veinte días que se plantaron los girasoles, y en estos días, con unas cuantas gotas que cayeron como haciéndonos un favor, los rectos tallos crecieron rápido y ya se ven muchas plantas abiertas y siguiendo la dirección del sol. Las cepas, que tan feas y contrahechas se presentan en invierno, se han llenado de hojas, colocadas de forma natural formando como una campana para que las uvas, que ahora son simples botoncitos arracimados, reciban la cantidad de luz, sol y calor que necesitan. Esta época es peligrosa si viene el "pedrisco" y nos jode el majuelo. Si todo sigue así, éste año habrá una buenísima cosecha de vino.
Y me fijo en todas estas cosas y me reafirmo en mi decisión de no volver a la gran Ciudad. No quiero vivir entre hormigón, no quiero ver el cielo como si fuera la prolongación de una terraza, no quiero edificios tan altos que me empequeñecen. Por lo menos aquí el campo no tiene puertas y, aunque caliente, una ligera brisa siempre te acaricia.
Y sólo queda una semana para que me sienta todavía más huérfana. Pero no puedo hablar de ello, porque me queda una semana para poder llorar y echar fuera toda la tristeza que tengo que disimular cada vez que suena el teléfono. Reconozco la gran utilidad del teléfono, pero me molesta porque es algo que se mete en tu casa sin tú haberlo invitado.
Bueno, a lo mejor mañana os cuento algo más interesante.
viernes, 22 de julio de 2016
DECIDME A QUIÉN OS RECUERDA ESTA DESCRIPCIÓN
Se trata realmente de un señor de costumbres fijas. Viste siempre, desde siempre, a cualquier hora que le veáis, un traje gris; tiene tres trajes idénticos que se pone por riguroso turno. Tiene tres pares de guantes oscuros, tres pares de sombreros. Se despierta a las siete menos cinco, se levanta a las siete. Vigilan la exactitud de su despertar tres despertadores sincronizados y ajustados a la hora de Greenwich; otros tres despertadores están constantemente confiados a los cuidados de un mismo relojero, absolutamente consciente de la gravedad de su tarea. A las ocho está preparado para salir. Treinta minutos de viaje le separan de su lugar de trabajo; ha renunciado a utilizar los servicios públicos, a causa de su imprevisible inexactitud. A las cinco y cuarenta y cinco está de nuevo en su casa. Descansa durante treinta minutos. No lee libros ni diarios, que considera depósitos de inexactitudes. Come sobriamente; es abstemio. Pasea durante una hora, en csa o alrededor de la casa, según el clima. Detesta el clima y lo considera una muestra de la fundamental inexactitud del universo. Rechaza el viento o la lluvia. A las diez y media se acuesta. En ese momento, una feroz lucha se desencadena en este hombre firme y pacífico; en efecto, detesta los sueños. A veces sueña con morir, con ser asesinado, y se alegra, ya que supone que de este modo es castigado y destruido el yo de los sueños. Se entrena en olvidar los sueños, hasta persuadirse de que no existen. Sin embargo, precisamente el hecho de que no existan, pero tengan forma, le turba profundamente. Hasta el no ser es capaz de desorden.
En su vida cotidiana practica lo que él llama un "ejercicio espiritual"; consiste en la limitación del mundo a un itinerario reducido, en cuyo ámbito cada noche puedan suceder menos cosas. Este "ejercicio" esconde en realidad una intención más sutil, obstinada y sabia. Quiere convertir su itinerario, su casa, en un lugar único, en el centro del orden del mundo. Quiere que su paso sea el péndulo exacto del mundo. Está convencido de que el mundo no es capaz de enfrentarse a su exactitud. Por consiguiente, ha llegado a cultivar una ambición incluso más temeraria. Un día realizará un gesto inexacto, incompatible con el mundo; y éste, lo sabe muy bien, se verá desgarrado y dispersado como un diario viejo en un día de viento. En el Trono de Dios gobernará sobre la Nada depurada de sueños el funcionario vestido de gris
Centuria
Giorgio Manganelli
jueves, 21 de julio de 2016
BREVE NOVELA RIO (GIORGIO MANGLANELLI)
El señor vestido de oscuro, de paso atento y reflexivo, sabe que le siguen. Nadie se lo ha dicho, no existe ninguna prueba de que las cosas sean así, pero él sabe, con absoluta certeza, que alguien le sigue. No sabe nada del perseguidor, pero sabe que la persecución ha comenzado hace tiempo, que tiene un motivo, aunque nadie, a excepción del perseguidor, lo conozca, y que es perseguido de manera cuidadosa y tenaz. Sabe pocas cosas de esta persecución: en primer lugar, es menos perseguido cuando está al aire libre, entre la multitud, que cuando se encuentra en casa; no pretendo decir que la persecución disminuya, que el perseguidor se sienta estorbado por la multitud, sino que la persecución experimenta una especie de disminución, como si se alterase el espacio en el que opera; sabe que la persecución es velocísima, y que, dado que el paso del señor es lento, es inevitable que le alcancen, mejor dicho, ya debiera haber sido alcanzado, y tendría que haber ocurrido lo que forzosamente debe ocurrir cuando alguien es alcanzado -si bien ignora lo que es- , pero sabe también que el perseguidor no le alcanzará jamás, aunque él se detenga en un banco, fingiendo leer el periódico, en total, abierta e indefensa espera. El perseguidor sabe que, al alcanzarle, dejaría de ser el perseguidor, y cabe pensar que, en el esquema de la creación, sólo exista lugar para él en tanto que perseguidor. Cuando el señor está en casa, el fragor de la persecución, el acoso, el sonido de las innumerables pies, le ensordece, no oye el rumor de las hojas, habla en voz alta para poderse oír a sí mismo. En realidad, en esta rigurosa y acaso arcaica división de papeles, el perseguido, aunque se sepa inalcanzable, no puede librarse del conocimiento de ser la presa. Sabe que a su espalda se deforma el espacio, hasta el punto de frustrar cualquier esperanza de alcanzarle, pero sabe asimismo que el tiempo no le es propicio, su deformidad tiende únicamente a proteger la función de la presa. La presa se pregunta si el perseguidor es desgraciado, ya que el horror de la condición de ambos reside en una tarea irrealizable. Piensa si habrá un momento en el que pueda volverse de golpe, y comenzar a perseguir al perseguidor.
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Más corto no puede ser el cuento. Pero el problema que plantea no es moco de pavo.
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Aprovecho que hoy lo contado es corto para decir por qué no me gusta Descartes. No es porque sea francés, que eso, si acaso, sería un punto en su contra. Mi desprecio tampoco se dirige a su obra y aportación a las ciencias. Sólo me repatea el "Discurso del método", porque es copia literal y descarada de un autor español, que no todo el mundo conoce, cuya obra "Antoniana Margarita" fue publicada con 50 años de antelación con respecto a D. René. El autor es Gómez Pereira y el estrafalario título que le dió a su obra, fué un testimonio de respeto y gratitud a sus padres (Antonia y Margarita)
Bueno, una vez sacada la espina. Saludos a todos
Bueno, una vez sacada la espina. Saludos a todos
miércoles, 20 de julio de 2016
SIGAMOS UN POQUITO MÁS CON ERICH FROMM
ERICH FROMM HABLANDO DE BERTRAND RUSSELL (un genio respetando a otro genio)
Ninguna situación histórica podría ser más propicia que la nuestra para el surgimiento de profetas. La existencia mista de toda la especie humana está amenazada por la locura que implica preparar una guerra nuclear. La mentalidad troglodítica y la ceguera han llevado a un punto en que la especie humana parece avanzar rápidamente hacia el trágico final de su historia, en el momento mismo en que está cerca de su más grande logro. En este momento, la sociedad necesita profetas, aunque sea dudoso que sus voces logren prevalecer por sobre las de los sacerdotes.
Bartrand Russell expresó durante muchas décadas sus ideas sobre racionalidad y humanismo, exponiéndolas en libros; pero en años recientes ha salido a la plaza a mostrar a todos los hombres que cuando las leyes del país contradicen a las de la humanidad, un verdadero hombre debe elegir las leyes de la humanidad.
Bertrand Russell ha reconocido que la idea, aunque se encarne en una persona, sólo cobra significado social si se encarna en un grupo. Cuando Abraham discute con Dios acerca del destino de Sodoma, y desafió la justicia de Dios, pidió que se perdonara a Sodoma si había en ella diez hombres justos, pero no menos. Si había menos de diez, es decir, si no había ni siquiera un grupo mínimo en el cual se hubiera encarnado la idea de justicia, tampoco Abraham podía esperar que la ciudad se salvara. Bertrand Russell trata de demostrar que existen las diez que pueden salvar la ciudad. Este es el motivo por el que organizó a la gente, desfiló con ella y junto con ella fue llevado en los furgones policiales. Aunque su voz sea una voz en el desierto, no es, sin embargo, una voz aislada. Es el guía de un coro; sólo la historia de los próximos años revelará si se trata del coro de una tragedia griega o el coro de la Novena Sinforía de Beethven.
Entre las ideas que Russell encarna en su vida, quizá la primera que se debe mencionar es el derecho y el deber del hombre a desobedecer.
Al hablar de desobediencia no me refiero a la del "rebelde sin causa", que desobedece porque no tiene otro compromiso con la vida que el de decir "no". Esta clase de desobediencia rebelde es tan ciega e impotente como su opuesto, la obediencia conformista que es incapaz de decir "no". Estoy hablando del hombre que puede decir "no" porque puede afirmar, que puede desobedecer precisamente porque puede obedecer a su conciencia y a los principios que ha elegido; estoy hablando del revolucionario, no del rebelde.
En la mayoría de los sistemas sociales la obediencia es la suprema virtud, la desobediencia el supremo pecado. En verdad, cuando en nuestra cultura la gente se siente "culpable", lo que ocurre realmente es que tiene miedo porque ha desobedecido. Lo que les perturba no es un problema moras, aunque crean que lo es, sino el hecho de haber desobedecido una orden. Esto no es sorprendente; después de todo, la enseñanza cristiana ha interpretado la desobediencia de Adán como un hecho que le corrompió a él y a su simiente de un modo tan fundamental que sólo el acto espiritual de la gracia de Dios podía salvar al hombre de su corrupción. Esta doctrina estaba, por supuesto, de acuerdo con la función social de la Iglesia, que sostenía el poder de los gobernantes mediante la enseñanza del carácter pecaminoso de la desobediencia. Sólo los hombres que tomaron en serio las enseñanzas bíblicas de la humildad, la fraternidad y la justicia se rebelaron contra la autoridad secular, con el resultado de que la Iglesia los señaló generalmente como rebeldes y pecadores contra Dios. La corriente principal del Protestantismo no alteró esta situación. Por el contrario, mientras la Iglesia Católica mantuvo vigente la conciencia de la diferencia existente entre autoridad secular y espiritual, el Protestantismo se alió con el poder secular. Lutero sólo dio la primera y drástica expresión de esta tendencia cuando escribió acerca de los campesinos revolucionarios alemanes del siglo XVI: "por lo tanto, todos los que podamos hacerlo, ataquémosles, metámosles, apuñalemosles secreta o abiertamente, recordando que nada hay más venenoso, dañino y demoníaco que un rebelde"
El filósofo desobedece a los clisés y a la opinión pública porque obedece a la razón y a la humanidad. Precisamente porque la razón es universal y trasciende todas las esfers nacionales, el filósofo que la sigue es un ciudadano del mundo; su objeto es el hombre -no esta o aquella persona, esta o aquella nación- Su país es el mundo, no el lugar donde ha nacido.
Nadie ha expresado la naturaleza revolucionaria del pensamiento de un modo más brillante que Bertrand Russell. En "Principes of social reconstruction" (1916) escribió:
"Los hombres temen al pensamiento más que a cualquier otra cosa en la tierra - más que a la ruina, incluso más que a la muerte-. El pensamiento es subversivo y revolucionario, destructivo y terrible; el pensamiento es despiadado con el privilegio, las instituciones establecidas y los hábitos confortables; el pensamiento es anárquico y sin ley, indiferente a la autoridad, despreocupado de la acreditada sabiduría de las edades. El pensamiento escudriña el abismo del infierno y no teme. Ve al hombre, esa débil partícula, rodeado por insondables profundidades de silencio; sin embargo procede arrogante, tan impertérrito como si fuera el señor del universo. El pensamiento es grande, y veloz y libre, la luz del mundo, y la principal gloria del hombre.
Pero para que el pensamiento llegue a ser posesión de muchos, no privilegio de unos pocos, debemos eliminar el temor. Es el temor lo que contiene a los hombres -el temor de que sus acendradas creencias resulten engañosas, el temor de que las instituciones por las que vive resulten dañinas, el temor de que ellos mismos resulten menos dignos de respeto de lo que habían supuesto que eran. "Debe el trabajador pensar libremente acerca de la propiedad?. Entonces ¿qué nos ocurriría a nosotros, los ricos?. ¿Deben los jóvenes, hombres y mujeres, pensar libremente acerca del sexo? Entonces ¿qué ocurriría con la moralidad? ¿Deben los soldados pensar libremente acerca de la guerra? Entonces ¿qué ocurrirá con la disciplina militar?. ¡Basta de pensamiento! ¡Retornemos a las sombras del prejuicio, para que no corran peligro la propiedad, la moral y la guerra. Es mejor que los hombres sean estúpidos, lerdos y tiránicos, y no que su pensamiento sea libre. En efecto, si su pensamiento fuera libre, podrían no pensar como nosotros. Y este desastre debe evitarse a toda costa" . Así argumentan los oponentes en las profundidades inconscientes de su alma. Y así actúan en sus iglesias, sus escuelas y sus universidades."
La capacidad de desobediencia de Bertrand Russell no se enraíza en ningún principio abstracto, sino en la experiencia más real que existe: el amor a la vida. Este amor la vida reluce en sus escritos y también en su persona. Es hoy una rara cualidad, y especialmente rara en los países mismos en que los hombres viven de la abundancia. Muchos confunden estremecimiento con goce, excitación con interés, consumir con ser. El slogan necrófilo "Viva la muerte", aunque conscientemente sólo lo utilizan los fascistas, llena el corazón de muchas personas que viven en tierras de plenitud de bienes, aunque ellas mismas no se dan cuenta. Parece que en este hecho reside una de las razones que explican por qué la mayoría de la gente se resigna a aceptar la guerra nuclear y la consiguiente destrucción de la civilización, y da tan pocos pasos para impedir esta catástrofe. Bertrand Russell, por el contrario, lucha contra la masacre que nos amenaza, no porque sea pacifisca o por un principio abstracto, sino precisamente porque es un hombre que ama la vida.
El filósofo desobedece a los clisés y a la opinión pública porque obedece a la razón y a la humanidad. Precisamente porque la razón es universal y trasciende todas las esfers nacionales, el filósofo que la sigue es un ciudadano del mundo; su objeto es el hombre -no esta o aquella persona, esta o aquella nación- Su país es el mundo, no el lugar donde ha nacido.
Nadie ha expresado la naturaleza revolucionaria del pensamiento de un modo más brillante que Bertrand Russell. En "Principes of social reconstruction" (1916) escribió:
"Los hombres temen al pensamiento más que a cualquier otra cosa en la tierra - más que a la ruina, incluso más que a la muerte-. El pensamiento es subversivo y revolucionario, destructivo y terrible; el pensamiento es despiadado con el privilegio, las instituciones establecidas y los hábitos confortables; el pensamiento es anárquico y sin ley, indiferente a la autoridad, despreocupado de la acreditada sabiduría de las edades. El pensamiento escudriña el abismo del infierno y no teme. Ve al hombre, esa débil partícula, rodeado por insondables profundidades de silencio; sin embargo procede arrogante, tan impertérrito como si fuera el señor del universo. El pensamiento es grande, y veloz y libre, la luz del mundo, y la principal gloria del hombre.
Pero para que el pensamiento llegue a ser posesión de muchos, no privilegio de unos pocos, debemos eliminar el temor. Es el temor lo que contiene a los hombres -el temor de que sus acendradas creencias resulten engañosas, el temor de que las instituciones por las que vive resulten dañinas, el temor de que ellos mismos resulten menos dignos de respeto de lo que habían supuesto que eran. "Debe el trabajador pensar libremente acerca de la propiedad?. Entonces ¿qué nos ocurriría a nosotros, los ricos?. ¿Deben los jóvenes, hombres y mujeres, pensar libremente acerca del sexo? Entonces ¿qué ocurriría con la moralidad? ¿Deben los soldados pensar libremente acerca de la guerra? Entonces ¿qué ocurrirá con la disciplina militar?. ¡Basta de pensamiento! ¡Retornemos a las sombras del prejuicio, para que no corran peligro la propiedad, la moral y la guerra. Es mejor que los hombres sean estúpidos, lerdos y tiránicos, y no que su pensamiento sea libre. En efecto, si su pensamiento fuera libre, podrían no pensar como nosotros. Y este desastre debe evitarse a toda costa" . Así argumentan los oponentes en las profundidades inconscientes de su alma. Y así actúan en sus iglesias, sus escuelas y sus universidades."
La capacidad de desobediencia de Bertrand Russell no se enraíza en ningún principio abstracto, sino en la experiencia más real que existe: el amor a la vida. Este amor la vida reluce en sus escritos y también en su persona. Es hoy una rara cualidad, y especialmente rara en los países mismos en que los hombres viven de la abundancia. Muchos confunden estremecimiento con goce, excitación con interés, consumir con ser. El slogan necrófilo "Viva la muerte", aunque conscientemente sólo lo utilizan los fascistas, llena el corazón de muchas personas que viven en tierras de plenitud de bienes, aunque ellas mismas no se dan cuenta. Parece que en este hecho reside una de las razones que explican por qué la mayoría de la gente se resigna a aceptar la guerra nuclear y la consiguiente destrucción de la civilización, y da tan pocos pasos para impedir esta catástrofe. Bertrand Russell, por el contrario, lucha contra la masacre que nos amenaza, no porque sea pacifisca o por un principio abstracto, sino precisamente porque es un hombre que ama la vida.
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lunes, 18 de julio de 2016
RECORDEMOS A OTRO MAESTRO, E. FROMM
Siento no poder cumplir con el comentario de Schopenhauer, porque no tengo sus textos a mano y la interpretación del Copleston, que suele ser bastante objetiva, no presenta textos auténticos, sino la opinión del autor. Y me parece que, en esta página, sobran interpretaciones y faltan los argumentos y, lo que es más importante, los fundamentos.
Y me permito opinar que, por mucho que chilléis e insultéis, no necesariamente aumenta eso la verdad de lo que afirméis. Y que sólo la gente mezquina utiliza argumentos ad hominem o la ridiculización.
Así que he rescatado a Erich Fromm para que nos hable. Todo, absolutamente todo, sin mover una sola coma, lo dice el maestro. Mañana seguiremos informando.
Saludos desde algún perdido y solitario lugar de la Mancha.
PROFETAS Y SACERDOTES
Puede decirse sin exageración que nunca estuvo tan difundido por el mundo como en la actualidad el conocimiento de las grandes ideas producidas por la especie humana, y que nunca esas ideas fueron menos efectivas que hoy. Las ideas de Platón y Aristóteles, de los profetas de Cristo, de Spinoza y de Kant, son conocidas por las clases educadas del Europa y América. Se las enseña en miles de instituciones de enseñanza superior, y algunas de ellas son objeto de prédica en las iglesias de todos los cultos y en todas partes. Y todo esto en un mundo que sigue los principios del egotismo irrestrictivo, que alimenta un nacionalismo histérico, y que se está preparando para una insensata masacre masiva. ¿Cómo explicar esta discrepancia?
Las ideas no influyen profundamente en el hombre cuando sólo se les enseña como ideas y pensamientos. Por lo común, cuando se las presenta de tal manera, hacen cambiar a otras ideas; nuevos pensamientos toman el lugar de los antiguos; nuevas palabras toman el lugar de las antiguas. Pero todo o que ocurre es un cambio en los conceptos y las palabras. ¿Por qué debería ser de otra manera?. Es extremadamente difícil que un hombre sea movido por ideas, y que capten una verdad. Para lograrlo, necesita superar resistencias de inercia profundamente arraigadas, vencer el miedo al error o apartarse del rebaño. El mero familiarizarse con otras ideas no es suficiente, aunque éstas sean correctas y sólidas en sí mismas. Pero las ideas producen en verdad un efecto sobre el hombre si son vividas por quien las enseña, si son personificadas, si aparecen encarnadas. Si un hombre expresa la idea de humildad, y es humilde, quienes lo oyen comprenderán qué es la humildad. No sólo comprenderán, sino que creerán que ese hombre está hablando acerca de una realidad, y no meramente pronunciando palabras. Lo mismo vale respecto de todas las ideas que un hombre, un filósofo o un instructor religioso traten de transmitir.
A quienes anuncian ideas - y no necesariamente ideas nuevas- y, a la vez, las viven, podemos llamarlos profetas. Los profetas del Antiguo Testamento hicieron precisamente eso: anunciaron la idea de que el hombre tenía que hallar una respuesta a su existencia, y que esa respuesta era el desarrollo de su razón, de su amor, y enseñaron que la humildad y la justicia estaban indisolublemente vinculadas con el amor y la razón. Vivieron lo que predicaban. No buscaron el poder, sino que lo evitaron. Ni siquiera el poder de ser profeta. No les impresionaban los poderosos, y dijeron la verdad aunque esto les llevara a la cárcel, el ostracismo o la muerte. No eran hombres que se apartaran y esperaran para ver lo que sucedía. Respondieron a sus congéneres porque se sintieron responsables. Lo que les ocurría a otros, le ocurría a ellos. La humanidad no estaba fuera, sino dentro de ellos. Precisamente porque vieron la verdad, sintieron la responsabilidad de decirla; no amenazaron, sino que mostraron las alternativas con que se enfrentaba el hombre. No se trata de que un profeta desee serlo; en verdad,sólo los falsos profetas ambicionan a llegar a ser profetas. El hecho de que alguien llegue a profeta es bastante simple, porque también lo son las alternativas que él ve. El profeta Amós expresó esta idea muy sucintamente: "El león ha rugido, ¿quién no temerá?. Dios ha hablado, ¿quién no será profeta?". La frase "Dios ha hablado" significa aquí simplemente que la elección se ha vuelto inconfundiblemente clara. No puede haber más dudas. No puede haber más evasiones. Por ello el hombre que se siente responsable no tiene otra elección que volverse profeta, sea que antes haya sido pastor de ovejas, viticultor o pensador y expositor de ideas. Es función del profeta mostrar la realidad, señalar alternativas y protestar; es su función hablar en voz alta, despertar al hombre de su rutinario entresueño. Es la situación historica la que hace a los profetas, no el deseo de serlo de algunos hombres.
Muchas naciones han tenido sus profetas. Buda vivió sus enseñanzas; Cristo se encarnó; Sócrates murió de acuerdo a sus ideas. Spinoza las vivió. Y todos ellos dejaron honda huella en la especie humana, precisamente porque su idea se encarnó en cada uno de ellos.
Los profetas sólo aparecen a intervalos en la historia de la humanidad. Mueren y dejan su mensaje. Ese mensaje lo aceptan millones de personas, se les vuelve entrañable. Esta es precisamente la razón de que la idea resulte explotable para otros, que usufructúan para sus propios fines de dominio y control de adhesión de la gente a estas ideas. A las gentes que hacen uso de la idea anunciada por los profetas, los llamaremos sacerdotes. Los profetas viven sus ideas.Los sacerdotes las administran a la gente que se adhiere a la idea. La idea ha perdido su vitalidad. Se ha transformado en una fórmula. Los sacerdotes declaran que es muy importante la manera en que se formula la idea; naturalmente la formulación siempre se vuelve importante después que la experiencia ha muerto; ¿de qué otro modo podría uno controlar a la gente controlando sus pensamientos a menos que haya una formulación "correcta"?. Los sacerdotes utilizan la idea para organizar a los hombres, para controlarlos controlando la expresión exacta de la idea y cuando les anestesiaron suficientemente, declaran que no son capaces de mantenerse despiertos y de dirigir su propia vida, y que ellos, los sacerdotes, obran por deber, o incluso por compasión, al cumplir la función de dirigir a los hombres que, si se los dejara librados a sí mismos, tendrían miedo de la libertad. Cierto es que no todos los sacerdotes han actuado de esta manera, pero la mayoría de ellos lo hicieron, especialmente los que manejaron el poder
Hay sacerdotes no sólo en religión. Hay sacerdotes en filosofía y sacerdotes en política. Toda escuela filosófica tiene sus sacerdotes. A menudo son muy eruditos; su tarea consiste en administrar la idea del pensador original, impartirla, transformarla en un objeto de deseo y así custodiarla. También hay los sacerdotes políticos, hemos visto bastantes en los últimos 150 años.
Han administrado la idea de libertad, para proteger los intereses económicos de su clase social. En el siglo XX los sacerdotes han asumido la administración de las ideas del socialismo. Aunque esta idea tendía a la liberación e independencia del hombre, los sacerdotes declararon de una u otra manera que el hombre no era capaz de ser libre o, por lo menos, que no lo sería por un largo tiempo. Hasta entonces, ellos estaban obligados a hacerse cargo, y a decidir cómo formular la idea, y quién era un creyente devoto y quién no lo era. Los sacerdotes confunden por lo común a ka gente porque se proclaman sucesores del profeta y afirman que viven lo que predican. Sin embargo, aunque un niño podría ver que viven precisamente en forma opuesta a lo que enseñan, la gran masa de personas ha sufrido un efectivo lavado de cerebro y llega eventualmente a creer que si los sacerdotes llevan una vida espléndida lo hacen como sacrificio, porque tienen que representar la gran idea; o que si matan sin piedad sólo lo hacen por fe revolucionaria.
Y me permito opinar que, por mucho que chilléis e insultéis, no necesariamente aumenta eso la verdad de lo que afirméis. Y que sólo la gente mezquina utiliza argumentos ad hominem o la ridiculización.
Así que he rescatado a Erich Fromm para que nos hable. Todo, absolutamente todo, sin mover una sola coma, lo dice el maestro. Mañana seguiremos informando.
Saludos desde algún perdido y solitario lugar de la Mancha.
PROFETAS Y SACERDOTES
Puede decirse sin exageración que nunca estuvo tan difundido por el mundo como en la actualidad el conocimiento de las grandes ideas producidas por la especie humana, y que nunca esas ideas fueron menos efectivas que hoy. Las ideas de Platón y Aristóteles, de los profetas de Cristo, de Spinoza y de Kant, son conocidas por las clases educadas del Europa y América. Se las enseña en miles de instituciones de enseñanza superior, y algunas de ellas son objeto de prédica en las iglesias de todos los cultos y en todas partes. Y todo esto en un mundo que sigue los principios del egotismo irrestrictivo, que alimenta un nacionalismo histérico, y que se está preparando para una insensata masacre masiva. ¿Cómo explicar esta discrepancia?
Las ideas no influyen profundamente en el hombre cuando sólo se les enseña como ideas y pensamientos. Por lo común, cuando se las presenta de tal manera, hacen cambiar a otras ideas; nuevos pensamientos toman el lugar de los antiguos; nuevas palabras toman el lugar de las antiguas. Pero todo o que ocurre es un cambio en los conceptos y las palabras. ¿Por qué debería ser de otra manera?. Es extremadamente difícil que un hombre sea movido por ideas, y que capten una verdad. Para lograrlo, necesita superar resistencias de inercia profundamente arraigadas, vencer el miedo al error o apartarse del rebaño. El mero familiarizarse con otras ideas no es suficiente, aunque éstas sean correctas y sólidas en sí mismas. Pero las ideas producen en verdad un efecto sobre el hombre si son vividas por quien las enseña, si son personificadas, si aparecen encarnadas. Si un hombre expresa la idea de humildad, y es humilde, quienes lo oyen comprenderán qué es la humildad. No sólo comprenderán, sino que creerán que ese hombre está hablando acerca de una realidad, y no meramente pronunciando palabras. Lo mismo vale respecto de todas las ideas que un hombre, un filósofo o un instructor religioso traten de transmitir.
A quienes anuncian ideas - y no necesariamente ideas nuevas- y, a la vez, las viven, podemos llamarlos profetas. Los profetas del Antiguo Testamento hicieron precisamente eso: anunciaron la idea de que el hombre tenía que hallar una respuesta a su existencia, y que esa respuesta era el desarrollo de su razón, de su amor, y enseñaron que la humildad y la justicia estaban indisolublemente vinculadas con el amor y la razón. Vivieron lo que predicaban. No buscaron el poder, sino que lo evitaron. Ni siquiera el poder de ser profeta. No les impresionaban los poderosos, y dijeron la verdad aunque esto les llevara a la cárcel, el ostracismo o la muerte. No eran hombres que se apartaran y esperaran para ver lo que sucedía. Respondieron a sus congéneres porque se sintieron responsables. Lo que les ocurría a otros, le ocurría a ellos. La humanidad no estaba fuera, sino dentro de ellos. Precisamente porque vieron la verdad, sintieron la responsabilidad de decirla; no amenazaron, sino que mostraron las alternativas con que se enfrentaba el hombre. No se trata de que un profeta desee serlo; en verdad,sólo los falsos profetas ambicionan a llegar a ser profetas. El hecho de que alguien llegue a profeta es bastante simple, porque también lo son las alternativas que él ve. El profeta Amós expresó esta idea muy sucintamente: "El león ha rugido, ¿quién no temerá?. Dios ha hablado, ¿quién no será profeta?". La frase "Dios ha hablado" significa aquí simplemente que la elección se ha vuelto inconfundiblemente clara. No puede haber más dudas. No puede haber más evasiones. Por ello el hombre que se siente responsable no tiene otra elección que volverse profeta, sea que antes haya sido pastor de ovejas, viticultor o pensador y expositor de ideas. Es función del profeta mostrar la realidad, señalar alternativas y protestar; es su función hablar en voz alta, despertar al hombre de su rutinario entresueño. Es la situación historica la que hace a los profetas, no el deseo de serlo de algunos hombres.
Muchas naciones han tenido sus profetas. Buda vivió sus enseñanzas; Cristo se encarnó; Sócrates murió de acuerdo a sus ideas. Spinoza las vivió. Y todos ellos dejaron honda huella en la especie humana, precisamente porque su idea se encarnó en cada uno de ellos.
Los profetas sólo aparecen a intervalos en la historia de la humanidad. Mueren y dejan su mensaje. Ese mensaje lo aceptan millones de personas, se les vuelve entrañable. Esta es precisamente la razón de que la idea resulte explotable para otros, que usufructúan para sus propios fines de dominio y control de adhesión de la gente a estas ideas. A las gentes que hacen uso de la idea anunciada por los profetas, los llamaremos sacerdotes. Los profetas viven sus ideas.Los sacerdotes las administran a la gente que se adhiere a la idea. La idea ha perdido su vitalidad. Se ha transformado en una fórmula. Los sacerdotes declaran que es muy importante la manera en que se formula la idea; naturalmente la formulación siempre se vuelve importante después que la experiencia ha muerto; ¿de qué otro modo podría uno controlar a la gente controlando sus pensamientos a menos que haya una formulación "correcta"?. Los sacerdotes utilizan la idea para organizar a los hombres, para controlarlos controlando la expresión exacta de la idea y cuando les anestesiaron suficientemente, declaran que no son capaces de mantenerse despiertos y de dirigir su propia vida, y que ellos, los sacerdotes, obran por deber, o incluso por compasión, al cumplir la función de dirigir a los hombres que, si se los dejara librados a sí mismos, tendrían miedo de la libertad. Cierto es que no todos los sacerdotes han actuado de esta manera, pero la mayoría de ellos lo hicieron, especialmente los que manejaron el poder
Hay sacerdotes no sólo en religión. Hay sacerdotes en filosofía y sacerdotes en política. Toda escuela filosófica tiene sus sacerdotes. A menudo son muy eruditos; su tarea consiste en administrar la idea del pensador original, impartirla, transformarla en un objeto de deseo y así custodiarla. También hay los sacerdotes políticos, hemos visto bastantes en los últimos 150 años.
Han administrado la idea de libertad, para proteger los intereses económicos de su clase social. En el siglo XX los sacerdotes han asumido la administración de las ideas del socialismo. Aunque esta idea tendía a la liberación e independencia del hombre, los sacerdotes declararon de una u otra manera que el hombre no era capaz de ser libre o, por lo menos, que no lo sería por un largo tiempo. Hasta entonces, ellos estaban obligados a hacerse cargo, y a decidir cómo formular la idea, y quién era un creyente devoto y quién no lo era. Los sacerdotes confunden por lo común a ka gente porque se proclaman sucesores del profeta y afirman que viven lo que predican. Sin embargo, aunque un niño podría ver que viven precisamente en forma opuesta a lo que enseñan, la gran masa de personas ha sufrido un efectivo lavado de cerebro y llega eventualmente a creer que si los sacerdotes llevan una vida espléndida lo hacen como sacrificio, porque tienen que representar la gran idea; o que si matan sin piedad sólo lo hacen por fe revolucionaria.
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