viernes, 20 de noviembre de 2015

¿PARA QUÉ SIRVEN LOS PACTOS?, ¿QUIÉN SE ACUERDA YA DE ÉSTE?

de PanColombia Website


NOTIFICACIÓN:La presente bandera se hizo mundialmente conocida a través del pacto de Nicholas K Roerich por la Paz, firmando el día 15 de Abril del año 1935 en una ceremonia máxima en la Casa Blanca, Washington DC presidida porFranklin D. Roosevelt, en presencia de los países latinoamericanos inclusive Venezuela, afirmo que la cultura no pertenece a un solo hombre o a un grupo o a una nación; es propiedad mutua de toda la humanidad y herencia de las generaciones. Es una creación constructiva del comportamiento humano.

Transciende a todos los obstáculos, partidos políticos, preconcepciones e intolerancias. Es la más alta percepción de la belleza del conocimiento. Sin una cultura no hay verdad, unidad ni paz. Sin paz no hay progreso.

La cultura es el único instrumento para la paz permanente. Con ella buscamos el camino de la construcción pacífica. Los valores culturales son los mejores tesoros del pueblo. Cultura es un símbolo de creatividad y esa creatividad pacifica genera progreso. Cultura es reverencia de la luz. La cultura es un amor a la humanidad, la cultura es fragancia, y unidad de vida, la belleza.

La cultura es la síntesis de todo crecimiento y realización de los sentidos, la cultura es la armadura de la luz, la cultura es la salvación, la cultura es la fuerza motivadora, la cultura es el corazón creativo.
 

TEXTO OFICIAL DEL PACTO DE ROERICH
Las altas partes contratantes, animadas por el propósito de presentar en forma convencional los postulados de la resolución aprobada el 16 de Diciembre de 1933, por todos los estados representados en la Séptima Conferencia Internacional de Estados Americanos realizada en Montevideo, la cual recomendó a los gobiernos de América que asignen el pacto de Roerich iniciado por el museo de Roerich en los Estados Unidos y que tiene como objetivo la adopción universal de una bandera, ya compuesta y ampliamente conocida, a fin de así preservar en cualquier tiempo de peligro todos los monumentos nacionales o pertenecientes a particulares, que forman el tesoro cultural de las naciones resolvió concluir un tratado con ese fin en vista y para llevarse a efecto el hecho de que los tesoros de la cultura sean respetados y protegidos en época de guerra o de paz, acuerdan sobre los siguientes artículos:
Articulo I- Los monumentos históricos museos, instituciones científicas, educacionales y culturales son considerados neutros y, como tal, serán respetados y protegidos por los beligerantes. El mismo respeto y protección serán debidos a los funcionarios de las instituciones arriba mencionadas. El mismo respeto y protección serán debidos a los monumentos históricos, museos, instituciones científicas, artísticas, educacionales y culturales en tiempo de guerra, así como en tiempo de paz.

Articulo II- La neutralidad y respeto debido a los monumentos e instituciones mencionadas en el articulo anterior, serán reconocidos en la totalidad de extensión de los territorios sujetos a soberanía de cada uno de los estados signatarios y concordantes, sin ninguna discriminación con respeto, y lealtad de cada Estado para con todos los monumentos históricos, museos, instituciones. Los respectivos gobiernos concuerdan en adoptar las medidas de legislación internas necesarias para asegurar la protección y el respeto.

Articulo III- A fin de identificar los monumentos e instituciones mencionados en él articulo I, se puede hacer una bandera distintiva (circulo rojo con tres esferas rojas dentro de un circulo, en fondo blanco) según el modelo anexo en este tratado.
Articulo IV- Los gobiernos signatarios y concordantes con este tratado, enviaran a la Unión Panamericana, la fecha de asignatura a este acuerdo, o en cualquier tiempo después, la lista de los monumentos e instituciones para los cuales deseen la protección acordada en este tratado. La Unión Panamericana al notificar a los gobiernos que asignan o acuerdan, igualmente enviará una lista de los monumentos e instituciones mencionadas en este articulo, e informara a los otros gobiernos respecto de cualquier alteración en dicha lista.

Articulo V- Los monumentos e instituciones mencionadas en el Articulo I dejaran de gozar de los privilegios reconocidos en el presente tratado, en caso que pasen a ser utilizados para propósitos militares.

Articulo VI- Los Estados que no firmaren el presente tratado en la fecha en que fueron abiertas las signaturas, pueden hacerlo o adherirse en cualquier momento.

Articulo VII- Los instrumentos de acuerdo, bien como lo de ratificación y rompimiento del presente tratado serán depositados junto a la Unión Panamericana, que comunicara el aviso de hecho de deposito a los estados signatarios concordantes.

Articulo VIII- El presente tratado puede ser roto en cualquier momento por cualquiera de los estados concordantes, y el rompimiento será efectuado tres meses después que la solicitación haya sido encaminada a los otros Estados signatarios o concordantes.
En testimonio de esto, los plenipotenciarios abajo firmantes, después de haber depositado sus plenos poderes encontrados en forma debida fijan aquí sus sellos, en las fechas que aparecen colocadas sus asignaturas”.
 


Firmaron en aquel momento:
  • Argentina
  • Bolivia
  • Brasil
  • Chile
  • Colombia
  • Costa Rica
  • Cuba
  • El Salvador
  • Estados Unidos de América
  • Guatemala
  • Haití
  • Honduras
  • México
  • Nicaragua
  • Panamá
  • Perú
  • República Dominicana
  • Uruguay
  • Venezuela,
a través de sus presidentes representantes presentes en la convención.
 

jueves, 19 de noviembre de 2015

DEFENDÁMONOS DE LOS DIOSES (CAP. 7)




7  Cómo defendernos de los Dioses


Comenzaré el capítulo con dos afirmaciones extrañas:
  1. Si ciertos Dioses 20 deciden interferir en la vida de un hombre, el hombre no tendrá prácticamente medios de impedirlo y estará a merced de lo que el Dios quiera hacer con él.

    Esta afirmación, puesta así a secas, suena terrible; pero por dura que parezca, es algo que a lo largo de los milenios ha sucedido muchas veces. Este fatalismo (que claramente vemos cumplido en las vidas de ciertos hombres), todas las religiones han tratado de sublimarlo o de explicarlo de mil maneras; pero no han sido capaces de evitarlo, porque los Dioses a los que invocan, son precisamente los que lo causan, por más que se presenten como «padres» y como «bienhechores».

    Y lógicamente, ellos son los que se encargan de mandarnos, de vez en cuando, «salvadores», para que a los hombres no nos entre la desesperación ante tantas situaciones adversas y ante tanto dolor y sufrimiento inevitables en nuestras vidas. Dolor y sufrimiento causado en gran parte por ellos, y admitido y sufrido por nosotros como si fuese algo connatural a nuestras vidas y a nuestra existencia en este planeta.

    La segunda afirmación viene a contrarrestar la primera y a darnos un gran alivio tras la inquietud que pueda habernos quedado:

     
  2. Los Dioses apenas si suelen interesarse en las vidas privadas de los hombres, y rara vez suelen interferir con algún individuo en particular.

    A primera vista, podría dar la impresión de que esta afirmación está en contradicción con lo que venimos diciendo, pero sin embargo no es así. Los Dioses se interesan no poco por la humanidad considerada como un todo, o por lo menos en grandes grupos sociales homogéneos; pero se interesan poco en los individuos particulares, como no sea en aquéllos que pueden ejercer gran influencia en mucha gente.

    Al igual que los hombres nos interesamos poco en determinada vaca, conejo o cerdo, mientras que la humanidad —hablando en general— siempre se ha preocupado de mejorar las razas de estos animales, para que nos diesen un mejor rendimiento. Tal como he dicho repetidas veces, el mejor modo de estudiar, de una manera panorámica, la relación de los Dioses con los hombres, es comparándola con nuestra relación con el mundo de los animales.

    Por duro que esto suene, es ni más ni menos que la realidad.
20 Digo «ciertos Dioses» porque la mayoría de ellos no pueden interferir. Interfieren sólo aquéllos que tienen un gran poder y otros que, por estar su nivel de existencia o su grado de evolución, más cercano al nuestro, encuentran más fácil el traspasar la barrera que de ellos nos separa. 

Pero volvamos al tema de cómo podemos defendernos de la injerencia de los Dioses en nuestras vidas, sobre todo en nuestras vidas privadas.

Es un axioma que «debajo del agua, el pez más tonto le puede morder al hombre más listo». En nuestro mundo, los hombres estamos en nuestro elemento, y si nos mantenemos en él, a los Dioses, quienesquiera que ellos sean o comoquiera que se manifiesten, se les hace más difícil interferir en nuestras vidas, porque están fuera de su elemento natural.

Porque aunque suene raro, su elemento natural es también un elemento físico, como físicos son ellos, por más que las leyes físicas por las que se rigen nos sean completamente desconocidas, y por más que su «psiquismo» sea muy diferente o esté enormemente más desarrollado que el nuestro.

La deducción lógica de todo esto es la primera regla que tenemos que seguir para defendernos de ellos:

  1. No debemos trascender los limites de nuestro ambiente humano, o dicho en otras palabras, no debemos tratar de entrar en el terreno de ellos

    Y entra en el terreno de ellos, toda aquella persona que pretende «trascender» en esta vida. Los que buscan el estado de trance, de cualquier tipo que éste sea; los que se suben a lo alto de ciertas montañas en ciertas épocas para entrar en contacto con ellos; los que preparan su mente con ritos mágicos o religiosos (no tenemos que olvidarnos de que la magia es la otra cara de la religión); todas estas personas están entrando en el terreno de los Dioses; y si no precisamente entrando, por lo menos se están acercando a los límites del terreno humano, en donde los Dioses se manifiestan más fácilmente, y en el que los hombres ya no pueden usar con eficacia su gran arma defensiva, que es la inteligencia.

    Anteriormente dije que es, en cierta manera, peligroso acercarse físicamente a algunos predicadores, «fundadores», iluminados y místicos, que tanto proliferan en nuestros tiempos. La razón es la misma: al hacerlo estamos entrando en su campo y estamos sometiéndonos, aun sin darnos cuenta, a sus radiaciones (radiaciones de tipo físico), parecidas en un sentido, a aquéllas a las que se somete un pavo en un horno de microondas, y en otro sentido, a aquéllas que salen de lo alto de la antena de una emisora de radio.

    Nadie duda que tras un rato, el pavo sale cocinado; pero en cambio, nadie sospecha que los cerebros (sobre todo si son cerebros de adolescentes) de los que se ponen en contacto con iluminados, están siendo también «cocinados» por las ondas que emiten los cerebros de estos instrumentos de los Dioses; y al cabo de poco tiempo, ya no serán capaces de discurrir por sí mismos, sino que repetirán como robots todo lo que aquéllos les digan. Es el caso de miles de jóvenes que han sido captados por las innumerables sectas que proliferan en el planeta.

    Los psicólogos están estudiando intensamente cuál es el sistema para lograr semejante lavado cerebral, y sobre todo, para lograr su desintoxicación y desprogramación; pero no lo encontrarán mientras no tengan en cuenta lo que aquí estamos diciendo.

    Otro gran medio de defenderse de los Dioses, sobre el que ya hemos hablado anteriormente, es...

     
  2. No entregar jamás la mente a nadie

    La mente tiene que estar siempre libre y disponible al servicio del ser humano para decirle cuáles son las circunstancias en aquel momento y qué es lo que debe hacer. Muchos seres humanos, ofuscados por lo que vieron o sintieron en un momento determinado, entregaron la mente, y ya no fueron capaces posteriormente de juzgar y de ver que las cosas que les mandaban creer y practicar, no tenían sentido.

    Es el caso de todos los fanáticos religiosos y no sólo fanáticos, sino de gran mayoría de creyentes de todas las religiones. Aceptaron de niños una fe que les fue implantada en el alma como un instinto y como un elemento cultural más, y ya no fueron capaces en toda su vida, de cuestionarla ni de someterla a juicio; sencillamente la aceptaron como aceptaron el idioma, las costumbres, los gustos o el amor patrio.

    Esto de «no entregar la mente» tiene una enorme importancia en estos tiempos en que las grandes masas urbanas y la sociedad en general, son manipuladas como rebaños por todopoderosos medios de comunicación como la radio y la televisión, manejados con astucia por los profesionales de la manipulación de mentes. Hay que mantener siempre la mente en estado de alerta y no entregársela definitivamente ni a los líderes religiosos, ni a los líderes políticos, ni a los ídolos deportivos, ni a los médicos que nos tratan, ni a nadie.

    Todos se pueden equivocar, y todos en un determinado momento —aunque sea de una manera inconsciente— pueden estar actuando en interés propio, aprovechándose de nuestra credulidad. La mente de cada individuo tiene que ser siempre el último juez en las propias acciones, y el entregarla a otro para seguir ciegamente lo que él nos diga, es un acto de suicidio mental que se opone diametralmente al gran mandamiento de la evolución, que es una de las leyes fundamentales del Cosmos.

    A medida que fueron pasando los años y cuando definitivamente me convencí de que, con toda buena voluntad, había pasado gran parte de mi existencia en este planeta, con mi vida entregada a una causa sin sentido (debido a la «entrega de la mente» que hice en la adolescencia), me he ido haciendo más consciente de la importancia de no entregar la mente a nadie y usarla para analizar absolutamente todos los acontecimientos que me atañen más o menos de cerca.

    Y para que el lector vea hasta qué punto se extiende esta actitud mía, le contaré esta anécdota sucedida en la ciudad de México hace como unos siete años.

    Me encontraba en una sesión espiritista, a la que había acudido en busca de una persona que supuestamente practicaba la psicometría 21 con gran acierto.

    21 Psicometría se llama en parapsicología a la facultad que tienen algunos psíquicos de poder describir muchas de las cualidades de los propietarios de los objetos que el psíquico sostiene en sus manos, o de hechos relacionados con tales objetos. 

    La médium que dirigía la sesión (que desde el principio me inspiró sospecha de no ser auténtica), pidió que todos los que nos hallábamos en torno a ella nos diésemos la mano para hacer una cadena. Enseguida el que estaba en el extremo de la cadena recitó algo que, a lo que parece, era parte importante del rito de aquel centro:

    • «Yo abro mi inteligencia a los espíritus que se quieran manifestar en esta sesión y rindo mi mente a sus enseñanzas».

    Todos repetían mecánicamente la misma frase. Cuando me llegó mi turno, yo sin dudarlo y con firmeza dije: «Yo paso». La médium abrió disimuladamente un ojo para ver quién era el audaz. Cuando entre cuchicheos me dijeron que era necesario que dijese algo «para no romper la cadena», yo dije:

    • «Yo no entrego mi mente a nadie, porque la quiero tener bien alerta para ver qué es lo que pasa aquí».

    Naturalmente ante la presencia de semejante blasfemo, los espíritus no quisieron manifestarse en aquella sesión. La «entrega de la mente» indiscriminada, presupone que todos los espíritus o seres supra o extrahumanos son buenos o beneficiosos para el hombre, y por lo tanto actuarán en consecuencia. Pero esta manera de pensar es completamente ingenua tal como hemos podido ver a lo largo de todo este libro.

    El tercer consejo para defenderse de los Dioses podría ser, en cierta manera, contrario al que Moisés recibió en la tabla de piedra: «Me adorarás». Conociendo como conocemos a estas alturas a Yahvé, esto nos servirá de guía para enunciar nuestro mandamiento:

     
  3. No invoques a nadie

    No llames a nadie para adorarlo. No te postres ante ningún diospersona ni ante ningún Dios-cosa para rendirle culto o para celebrarle ritos.
    El verdadero Dios del Universo, la Suprema Inteligencia, totalmente incognoscible en su totalidad por la mente humana, no anda exigiendo, como un amante celoso, que sus criaturas le rindan constantemente adoración, o le den muestras de amor.

    Esto sí encaja con la idea que en el cristianismo se tiene de Dios: Un «fulano» muy poderoso que se parece muchísimo a nosotros, en nuestros aspectos positivos y en nuestros aspectos negativos. Un Dios así, es lógico que exija entrega, alabanzas y hasta regalos. Pero el Dios verdadero, no es ningún pobre mendigo; el Dios verdadero continúa en su interminable tarea de crear, y de complacerse viendo cómo sus criaturas se desenvuelven cada una según su naturaleza, sin que tengan que estar constantemente volviéndose hacia El para darle gracias o para pedirle que no las condene a algún castigo eterno.

    Y al enunciar este mandamiento, estamos entrando en un terreno en el que la naciente teología cósmica, se encuentra con la vieja teología dogmática y choca con ella frontalmente.

    Cuando se invoca a alguien, se está propiciando su presencia; por un lado, se le está animando a que se manifieste y hasta, en muchas ocasiones, la energía mental de los fervientes adoradores, está fortaleciendo físicamente la capacidad de manifestarse de un Dios; y por otro lado, se está debilitando el propio psiquismo, disminuyendo su resistencia a las influencias externas y acondicionándolo con ello a recibir más sumisamente el «mensaje» o las imposiciones del Dios.

    En la vida humana, el adulto normal no anda corriendo a cada paso a ver qué le dice su padre; sencillamente porque él tiene que tomar sus propias decisiones, y de hecho las toma, sin pensar que por eso ofende a su padre aunque éste viva todavía. En cambio en el terreno religioso, hemos sido adoctrinados y condicionados a no fiarnos de nosotros mismos y a tener que estar constantemente consultando a Dios, a ver cuál es su voluntad en aquel preciso momento, y en la práctica siguiendo las directrices que, los que se llaman sus representantes, nos han trazado de antemano.

    La mejor adoración que de hecho le podemos rendir a Dios, es el recto uso de las criaturas de la naturaleza; cosa que en el cristianismo ha sido completamente menospreciada, siendo el abuso de la naturaleza algo que, según el punto de vista de los doctrinarios cristianos, no tiene nada que ver con la religión.

    El respeto a la vida —comoquiera que ésta se manifieste— es en alguna religión oriental, uno de los mandamientos fundamentales. En el cristianismo, este respeto se manifiesta sólo en lo que respecta a la vida humana: de una manera desorbitada e irracional en lo que se refiere al aborto, y por el contrario, de una manera muy laxa cuando se trata de «castigar al delincuente». Es muy corriente que los cristianos más fervientes, sean defensores de la pena capital, y demasiado proclives a las «guerras santas» para defender las causas de la moral y el «honor patrio» o las «creencias religiosas».

    Estos piadosos salvajes del siglo XX, no tienen inconveniente ninguno en fusilar a los que no piensen de igual manera. Y una prueba de ello, son los innumerables fusilamientos de personas decentísimas, practicados en el bando nacional en la «gloriosa cruzada» de Franco. Es cierto que en el otro bando muy probablemente se hicieron más salvajadas; pero sus líderes no hacían Ejercicios Espirituales ni se consideraban «cruzados».

    Cuando digo «no invocar», no postrarse para adorar a nadie, de ninguna manera estoy propugnando el ateísmo. En otra parte he escrito que el absolutamente ateo demuestra tener poca inteligencia. Lo que hago con esto, es levantar al hombre y a la humanidad entera a un nivel de adultos, dejando de tener una idea infantil de Dios, como si Dios fuese un ser que está jugando al escondite con nosotros y los hombres tuviésemos que estar permanentemente corriendo detrás de El.

    La invocación a Dios —al Dios verdadero y no al Dios de la Biblia— será hecha en el futuro de una manera mucho más racional y hasta mucho más digna, sin las características que en la actualidad tienen muchas de estas invocaciones y adoraciones, a las que se puede designar como humillantes para la dignidad del ser humano (yo no creo que Dios pretenda en ningún momento humillar la dignidad de sus criaturas), teniendo algunas de ellas ribetes de masoquismo.

    Por otra parte la importancia de este «no invocar», radica en que el que llama —porque etimológicamente eso es lo que significa invocar— tarde o temprano es escuchado, tal como nos dijo Cristo. Pero en este caso es escuchado para su mal, ya que está llamando a alguien desconocido que muy bien puede terminar abusando de la ingenuidad del invocante. Y esto es lo que le ha sucedido a la humanidad a lo largo de los milenios, con las diferentes religiones y con los diferentes Diosesque cada una de ellas invocaba.

    El hombre buscaba y ha buscado siempre a la Causa Suprema, al verdadero Dios, y las diferentes religiones le presentaban una imagen distorsionada de ese Dios, personalizada en algún ser, que era el que a la larga se beneficiaba de las invocaciones de los mortales, aprovechando la energía que de ellos recibía para manifestarse de una o de otra manera.

    Un ejemplo de la importancia de este «no invocar» lo tenemos, entre muchos otros, en el «juego» de la ouija. Consiste este peligroso juego (del que hay muchas variantes) en un tablero en el que hay dibujados símbolos, letras y números varios. Por encima de ese tablero se desliza con facilidad una pieza que es inconscientemente impulsada por los dedos de los concursantes apoyados sobre ella. Se hacen preguntas y la pieza empieza a moverse hacia los símbolos o hacia las letras, de modo que al final se obtienen respuestas más o menos claras y concretas a las preguntas.

    Este juego va, en primer lugar, contra el primer consejo que dijimos y que consistía en «no entrar en el terreno de ellos». El juego de la ouija está al borde de los límites de la racionalidad humana, y por lo mismo, está ya en un terreno en el que a los Dioses les es mucho más fácil manifestarse. Pero además de eso y añadiéndole peligrosidad, en la ouija hay una abierta invocación o una invitación a la manifestación de estos seres desconocidos, y en cierta manera, superiores en inteligencia a nosotros.

    Como ya dijimos anteriormente, hay entre ellos muchas más diferencias de las que hay entre los seres humanos; y ante una invocación de este tipo, es muy probable que los superiores y más evolucionados de entre ellos, no se manifiesten (sencillamente porque no les interesa), pero en cambio los menos evolucionados o inteligentes, sean los que se presentan (bien por curiosidad hacia nuestro mundo o bien como un juego) y en ese caso, los invocadores se exponen a cualquier cosa.

    El mero hecho de la invocación o de la invitación a manifestarse, es el que les ha dado ánimos y energía física para manifestarse, y probablemente no hubiese sucedido tal cosa, si los humanos no les hubiesen facilitado el trabajo de saltar las barreras que los separan de nuestro mundo. Por eso los incidentes sucedidos en este tipo de ritos o juegos «esotéricos» son tan numerosos, y por eso tanta gente a la larga ha salido psicológicamente muy mal parada de ellos.

    (El lector tiene que saber que la dificultad que estos seres menos evolucionados tienen para saltar a nuestro mundo, la tenemos también nosotros —y probablemente en grado mayor— para saltar al suyo. Y sin embargo la podemos también vencer mediante ejercicios mentales o físicos, ingestión de drogas, etc.).
Por último, diremos que el que invoca se expone a «ser parasitado», tal como se dice en ciertos ambientes de «iniciados». Es decir, por un lado, el Dios puede habituarse, viciosa y exclusivamente, a cierto tipo de energía que extrae de determinado invocante, al que acudirá una y otra vez, con exclusión de todos los demás, porque le ha cogido un gusto especial a la energía que emite ese ser humano.

Por otro lado, puede suceder que se cree un «rapport» entre el Dios y el invocante; tras unas cuantas manifestaciones, el Dios puede aprender a extraer su energía con gran facilidad de determinado invocante (haya mediado invocación o no) y parasitar de ahí en adelante en él, ya que le resulta muy fácil conseguir lo que quiere.

(Es el mismo tipo de «rapport», o relación especial, que se da entre un buen hipnólogo y una persona que ha sido varias veces hipnotizada por él; con una gran facilidad, y aun estando a distancia y sin que el hipnotizado dé su asentimiento, el hipnólogo puede hacerlo caer en trance hipnótico; y la razón es que las ondas cerebrales del hipnotizado están ya, en alguna manera, sintonizadas con las ondas cerebrales del hipnólogo).

En estos casos —que son mucho más abundantes de lo que se cree— el ser humano, por su culpa, será víctima de algún tipo de debilidad o enfermedad, más o menos grave, contra la que poco será lo que él o los médicos puedan hacer.

Aunque a muchos doctos esto puede sonarles a puras hipótesis absurdas, deberían reflexionar en un hecho admitido —y sacralizado— que confirma por completo estas «hipótesis».

Me refiero a las enfermedades que, como cosa normal, sufren todos los místicos en el cristianismo. Y no hay que andar buscando causas físicas para dichas enfermedades, puesto que sus biógrafos y sus autobiografías nos dicen claramente y sin rodeos, que «El Señor era el que los hacía sufrir para su perfeccionamiento y para la salvación de otras almas».

Es clásica la frase de Cristo a Santa Teresa: «Yo trato mal a mis amigos», refiriéndose precisamente a estas enfermedades, sufrimientos y «noches del alma», a las que prácticamente todos los místicos se ven sometidos. Se ofrecieron como mansas ovejas, y el Dios parasita en ellos de una manera inmisericorde, por supuesto muy bien disimulada y sublimada con explicaciones de la «teología ascética».

Hemos llegado a la importante conclusión de que un místico en éxtasis (en cualquier religión), con el sufrimiento y la felicidad reflejados simultáneamente en su rostro, son el momento culminante de la relación de un Dios menor con un mortal. El Dios atormenta al ser humano que se le ha entregado, y éste le ofrece gustoso su dolor, mientras, a cambio, el Dios le proporciona una especie de orgasmo psíquico para que el místico no desmaye y su cerebro pueda seguir produciendo las vibraciones que tanto agradan al Dios.

Y con el tema de las enfermedades hemos entrado naturalmente en el próximo consejo que yo le sugeriría al lector para defenderse de la injerencia de los Dioses en su vida:
 
  1. No les ofrezcas tu dolor

    No te brindes a sufrir. Rechaza el dolor por el dolor y no lo busques nunca. Rebélate contra el sacro masoquismo, que como un sacramento ha estado entronizado en la Iglesia Cristiana por siglos.

    A alguien podrán sonarle estos consejos como la quintaesencia del egoísmo, y querrán refutarme diciendo que en la vida hay que sacrificarse necesariamente en muchas ocasiones. Los padres tienen que sacrificarse mucho para criar a sus hijos, hasta que éstos llegan a poder valerse por sí mismos; uno tiene que sacrificarse por los enfermos, por los ancianos, etc., etc. y no precisamente por principios religiosos, sino por una ética natural.

    Estoy totalmente de acuerdo con este razonamiento. Pero el lector debe caer en la cuenta de que estos sacrificios de que se habla, van todos dirigidos hacia los seres humanos; son para subsanar debilidades de seres como nosotros, que por especiales circunstancias o por el orden normal de la naturaleza, tienen una necesidad especial de auxilio. No van dirigidos a Dios.

    Y aquí es donde radica la diferencia. No tiene nada de raro que un ser humano ayude a otro aun a costa de su dolor, pero tiene muchísimo de extraño e inexplicable, el que Dios les esté exigiendo dolor y sacrificio a unas criaturas inferiores como los hombres.

    Y es algo sobre lo que la humanidad —por lo menos los hombres y mujeres que tienen tiempo y capacidad para pensar sobre la vida un poco más a fondo— debería haber reflexionado hace mucho tiempo:

    • ¿Por qué en todas las religiones el dolor, la renunciación y el sacrificio, tienen un papel tan importante?
    • ¿Por qué, según todos los líderes religiosos de todos los tiempos, los hombres tenemos que sacrificarnos por los diferentes Dioses en los que creemos, y no sólo eso, sino que tenemos que sacrificar con nosotros a los animales?
    • ¿En qué se diferenció de las religiones antiguas, en este particular, el judaismo, primero, (con su sacrificios de animales exigidos por Yahvé) y el cristianismo después, con el cruento sacrificio de su fundador, con la sacralización de la renuncia a los placeres en toda la vía ascética y finalmente con la sublimación del dolor y la muerte, en la selección del símbolo cristiano por excelencia, la cruz?

    Si el Dios cristiano fuese realmente un padre ¿por qué había de exigirles a sus hijos el dolor y la cruz? Todas las explicaciones que tanto el cristianismo como las demás religiones, nos dan para solucionar este misterio, no tienen consistencia alguna y se desvanecen cuando uno las considera sin fanatismos y sin prejuicios. Hacer nacer al hombre ya reo de un pecado y amenazarle enseguida con un fuego eterno, son aberraciones que sólo caben en mentes enfermas y ya va siendo hora de que los humanos civilizados nos liberemos definitivamente de ellas.

    La única explicación a este misterio del dolor, es la que venimos dando a lo largo de este libro: Dios no quiere el dolor humano; los Dioses sí lo quieren; (porque en algún grado se benefician de él). Lo malo está en que los hombres confunden a losDioses con la Suprema Energía Universal, y le atribuyen a ésta lo que es causado por aquéllos.

    Parodiando la frase de Cristo:

    • «Dondequiera que hay cadáveres, allí se reúnen los buitres», podríamos decir: «Dondequiera que hay dolor humano, por allí andan los Dioses».

    Los consuetudinarios avistamientos de ovnis en las grandes catástrofes (frecuentísimos tras los terremotos) y en las guerras (en la reciente de las Malvinas hubo una inusitada actividad ovnística; y el lector debe recordar los misteriosos «foo fighters» de la guerra de Corea) son algo que tendría que hacer reflexionar a los humanos, incluidos los «ufólogos» miopes que, o desconocen estos hechos, o prefieren no tenerlos en cuenta porque contradicen su teoría de la bondad de nuestros visitantes.

    Andan por allí en ese preciso momento, porque, o son causantes del hecho (aunque muchas veces lo hagan aparecer como natural) o han acudido presurosos, tras algún cataclismo realmente natural, para de alguna manera beneficiarse de él.

    «Perder la fe» es una frase que tiene una trágica connotación religiosa, pues es prácticamente sinónimo de «condenación eterna». Y ese será precisamente el 5° consejo que les daré a mis lectores para liberarse de la injerencia de los Dioses en sus vidas:

     
  2. Prescindir de dogmas y ritos

    Dejar de lado las creencias tradicionales que tienen que ver con el más allá y con la manera de concebir esta vida.

    Mientras la raza humana siga amarrada a los mandamientos-caprichos de los diferentes Dioses en los que actualmente cree y mientras sigamos pensando que estos mandamientos están por encima de lo que nos diga la razón y el sentido común, seguiremos siendo fácil presa de ellos, ya que, con toda buena voluntad, abrimos nuestras almas a sus dictados y a sus deseos.

    Por eso el hombre que quiera llegar a una mayoría de edad religiosa, tiene que rechazar positivamente todas aquellas partes del dogma cristiano que van contra el sentido común. Pero para ello la mayor parte de los cristianos tendrán que sentarse a repensar de nuevo y a fondo su fe, cosa que probablemente no han hecho en toda su vida. Una vez más, tendremos que repetir que el funesto axioma de todos los doctrinarios: «Cree; no pienses», es fatalmente seguido y practicado en todas las religiones con las consecuencias que hemos venido viendo a lo largo de este libro.

    La realidad es que a fuerza de haber admitido generación tras generación como cosa normal (como «voluntad de Dios»), aberraciones que van contra el sentido común y contra los más elementales dictados de la razón, la humanidad ha llegado a comulgar con toda naturalidad con ruedas de molino, ha llegado a admitir como justas, cosas que van contra la más elemental equidad, y se ha tragado como sagrados dogmas de fe, afirmaciones absurdas que no resisten el más elemental análisis.

    Y al decir esto, no estoy afirmando que todo lo que el Cristianismo nos manda creer o practicar sea falso o absurdo. Por el contrario estoy muy de acuerdo en que en el seno del cristianismo hay mandamientos válidos. Pero lo malo es que nos los dan mezclados con unos dogmas que repugnan a la sana razón.

    Nadie negará la validez del mandamiento del amor al prójimo, del respeto a los padres o de la prohibición de matar o de mentir, etc.; pero al lado de estos principios válidos, existentes no sólo en las otras religiones sino en la más elemental ética natural, nos presenta creencias como la de la existencia de un infierno eterno; la de un Dios no sólo convertido en hombre, sino convertido en vino; la de una autoridad humana infalible y la de un cielo inmediato después de esta vida, que será prácticamente como un club exclusivo para aquéllos que hayan creído las increíbles cosas que el cristianismo manda creer.

    Mientras las mentes de los humanos no se liberen de semejantes absurdeces, seguirán enfermas e incapaces de evolucionar para que el hombre llegue a ocupar en este planeta y en el Cosmos el lugar que como ser racional le corresponde.

    Esto nos llevará de la mano a otro consejo que se desprende lógica y naturalmente de éste:

     
  3. Destraumatizarse

    Liberar el alma de todos los miedos y de todas las angustias y de todas las deformaciones que las erróneas creencias cristianas (y en último término, los Dioses) nos ha ido inculcando a lo largo de los siglos y a lo largo de nuestras vidas. Nuestras mentes están enfermas. Al igual que el psiquismo de muchas personas está profundamente afectado por algún fuerte trauma o susto que recibió en su infancia, el psiquismo y la capacidad de pensar desapasionadamente, están profundamente afectados en toda la raza humana.

    Parece que genéticamente heredamos esta incapacidad, y ello es debido a que, en la infancia de todas las razas, los Dioses nos asustaron y nos metieron el complejo de que «no podemos», de que «no valemos», de que necesitamos de ellos, de que tenemos que poner nuestra vida a su servicio. Como resultado de este complejo, la humanidad ha derrochado a lo largo de los siglos, gran parte de sus energías en «servir a Dios» (en vez de progresar y mejorar el planeta); y como resultado de esta incapacidad para pensar serenamente —y de este «servir a Dios» mal entendido— la humanidad tiene en su haber la historia más desastrosa y más horrenda que se pueda imaginar.

    Nuestras mentes están realmente enfermas, pues somos absolutamente incapaces de ponernos de acuerdo en las cosas fundamentales que harían que este planeta funcionase mejor. Cada vez son más los que sospechan una programación genética que nos fuerza a guerrear y estar en una perpetua discordia. El que estudia la historia humana desde un punto de vista bélico, no tiene otra explicación, ante la disparatada manera de actuar los humanos a lo largo de los siglos.

    Nuestras mentes y nuestras almas están enfermas y por eso es urgente que las sometamos a un proceso de catarsis profunda. Y esta limpieza tiene que comenzar por todos los falsos axiomas que traemos en buena parte ya implantados cuando venimos al mundo y que más tarde, las religiones, las patrias y las familias—tres instituciones «sagradas»—nos remachan en el alma y en la mente.

    En realidad son sólo una estrategia para que los hombres sigamos sin evolucionar, peleándonos constantemente, poniendo nuestras vidas «al servicio de Dios» y truncando nuestra ascensión hacia la etapa de superhombres.

    Conseguido esto, (que no es más que un paso negativo y previo, pues consiste en liberarse de algo), estaremos listos para dar el próximo paso positivo que nos defenderá aún más ante el poder de los Dioses:

     
  4. Instituir un nuevo orden de valores

    Organizar nuevas prioridades en la vida, de acuerdo no con los deseos de ningún Dios, sino con las necesidades del género humano.

    Pero no llegaremos a este nuevo orden de valores si no cumplimos cabalmente con los pasos 5º y 6º que acabamos de describir. Mientras sigamos pensando que ciertas cosas son pecado porque «van contra la voluntad de Dios», cuando, por otro lado, son útiles a la humanidad considerada como un todo y además no ofenden a nadie en particular, no seremos capaces de sacudirnos el yugo de los Dioses.

    Este despertar de la conciencia humana y este llegar a una adultez en la que ya nos sentimos capaces de tomar nuestras propias responsabilidades, sin tener que estar preguntándole constantemente a los «representantes de Dios» si lo podemos hacer o no, tiene que llevarnos a escribir, de común acuerdo, unas creencias y unos mandamientos nuevos, mucho más genéricos, en los que se respete el sentido común y la dignidad de la persona humana. Y esto lo tenemos que hacer sin acudir a biblias ni a autoridades infalibles; lo tenemos que hacer poniéndonos de acuerdo entre nosotros, lo mismo que nos hemos puesto de acuerdo para muchas otras cosas.

    Los hombres, en una especie de parlamento mundial, tendrán que reunirse para ponerse de acuerdo en qué es lo que le conviene a la humanidad y qué es lo que no le conviene. Y eso serán los nuevos mandamientos y los nuevos dogmas. Tenemos que estudiar cuál es la verdadera «ley natural», contra la otra «ley natural» de la que tanto nos han hablado los teólogos y que tanto han manipulado en su beneficio las autoridades religiosas.

    La sacralidad de que estas autoridades religiosas han investido muchas cosas y acciones de la vida humana, dejará de existir, si los hombres nos ponemos de acuerdo en que tal cosa o tal acción «sagrada» son nocivas para el hombre. Lo único que hay sagrado en la Tierra es la vida misma y su recta evolución. Y los hombres, en armonía, somos los que tenemos que decidir cuál es esa recta evolución. Dios estará sin duda de acuerdo con lo que los hombres en armonía decidamos, por mucho que estas decisiones vayan contra todas las cosas que los doctrinarios han declarado sagradas.

    Estos nuevos mandamientos serán mucho más relativos y adaptables a las necesidades del hombre, porque no estará en función de los «deseos» de ningún Dios, sino que estarán en función de las justas necesidades de los seres humanos. Y aunque alguien pudiera decir que ya no deberían llamarse mandamientos, puesto que son únicamente los deseos de los hombres, sin embargo profundamente considerados, siguen siendo mandamientos de Dios, porque el verdadero Dios —la gran inteligencia que rige el Cosmos— lo único que quiere es la recta evolución del ser humano y de todas las criaturas del planeta.

    Y si los hombres se tomasen el trabajo de estudiar cuál es esa recta evolución, estarían mucho más cerca de cumplir la «voluntad de Dios», que haciendo sacrificios o cumpliendo absurdos ritos a los falsos Dioses que por milenios los han tenido engañados.

    Toda esta filosofía, la resumió genialmente un campesino a quien el diario El País le hizo una entrevista con motivo de sus 95 años: «Todo lo que sea bueno para la humanidad ¡que venga!» decía el campesino. Y añadía «Los ritos religiosos no son más que groserías contra Dios y contra el hombre».

    Estos nuevos dogmas serán también mucho más genéricos y sobre todo más respetuosos de la Divinidad, sin meterse a definirla ni analizarla, y reconociendo que nuestro cerebro es totalmente incapaz de abarcar una Inteligencia y una Energía que han sido capaces de echar a rodar toda esa infinitud de mundos que por la noche vemos flotar sobre nuestras cabezas.

    Creeremos muchas menos cosas, pero esperaremos más. Porque el Dios Cósmico, el Dios-Universo, no tiene nada que ver con el ídolo del cristianismo. El Dios-Energía, ni tiene ira, ni se impacienta, ni mucho menos tiene castigos eternos para esta maravillosa mota de polvo que se llama hombre.

    Y al hablar así, entramos en el último consejo que ayudará a los mortales a defenderse de los Dioses:

     
  5. TENEMOS QUE CAMBIAR RADICALMENTE NUESTRA IDEA DE DIOS 22
    22 He aquí lo que, a propósito de esto, nos dice el genio de Alberto Einstein: «En [cierto] sentido, me considero entre los hombres profundamente religiosos. Pero me resulta imposible imaginar un Dios que recompense y castigue a seres creados por él mismo, o que, en otras palabras, tenga una voluntad semejante a la nuestra».
    («Mi visión del mundo». Tusquets Editores, Barcelona, 1980).

    Y en otra parte nos dice: «Nadie negará que creer en la existencia de un Dios personal, omnipotente, justo y benéfico, les da a los hombres, solaz y alegría; además en virtud de su simplicidad, esta idea es asequible a las mentes menos desarrolladas. Pero por otro lado, esta idea de Dios, tiene muchos puntos débiles... El origen principal de los conflictos actuales entre la religión y la ciencia. proviene de la idea de un Dios personal»
    («Ideas and Opinions». Bonanza Books. N. York).

    Einstein habla repetidamente de lo que él llama la «Religiosidad Cósmica» «difícil de comprender, pues de ella no surge un concepto antropomórfico de Dios». «Lo que iguala a todas las religiones es el carácter antropomórfico que atribuyen a Dios. Es un estadio de la experiencia religiosa que sólo intentan superar ciertas sociedades y ciertos individuos especialmente dotados».
    («Mi visión del futuro»).

    Esto es importantísimo y está en el fondo de toda la gran transformación que la humanidad tiene que sufrir en los próximos decenios. De hecho, esta gran transformación ya ha empezado a realizarse, y de ella se ven señales por todos lados.

    Y aquí el lector me va a permitir varias autocitas de mi libro «Por qué agoniza el cristianismo» en el que dediqué dos capítulos enteros a explicar cuál es la idea de Dios en el cristianismo y cuál es mi idea de Dios.

    A ellos remito a quien quiera profundizar un poco más en este importantísimo tema.


    • «Quiero que quede bien claro que creo que hay "algo" —que es inalcanzable en su totalidad por mi mente— que es la Esencia del Cosmos y que llenándolo todo es diferente a todo. Dicho en otras palabras, creo que hay un Dios; pero eseDios que yo deduzco con mi razón, dista enormemente del Dios bíblico.

      »La mera palabra "Dios" constituye un verdadero problema para la teología y los teólogos más avanzados están —cosa rara— de acuerdo en ello. Tenemos que tener siempre muy presente que todas las ideas y los conceptos religiosos son obra del hombre y no de Dios. Porque tal como dice Gabriel Vahanian, "la religión no fue inventada por Dios sino por los hombres". Y, como es natural, el hombre vuelca y refleja en sus ideas religiosas todas sus ignorancias, sus fracasos y sus limitaciones. Y el primer reflejo de estas limitaciones lo tenemos en la palabra "Dios", y en los diferentes conceptos que tenemos cuando la pronunciamos.

      »Yo confieso que más que palabras o conceptos claros para definirlo, lo que tengo en la mente son vacíos para explicar una realidad que se me escapa y por eso prefiero explicar mi idea sobre El en términos negativos diciendo lo que no es.

      »Dios ni es persona, ni es hombre, ni tiene hijos (y mucho menos madre) ni es juez, perdonador, ni es vengador, ni tiene ira (la ira es uno de los siete pecados capitales), ni es esto ni es lo otro. Todos estos son términos puramente humanos que muy probablemente se le aplican a Dios con la misma propiedad con que se le podrían aplicar a un puente los términos "tierno", "sensible", "rencoroso" o "dócil"; sólo de una manera muy lejana y cuasi-poética se le pueden aplicar. Pero para calificar a un puente hay que usar otros términos completamente diferentes.

      »La gran diferencia es que al puente lo conocemos muy bien, mientras que a Dios no lo conocemos en absoluto o lo conocemos muy mal y muy de lejos, y por eso no tenemos adjetivos para definirlo. Ese ha sido el gran pecado de los teólogos de todas las religiones: la falta de respeto con que han tratado a Dios. Creyendo conocerlo a fondo, lo han definido y nos han dado de El una idea que es completamente caricaturesca cuando no grosera y hasta blasfema. El Diosdel Pentateuco y el Dios de la teología cristiana es un auténtico monstruo.

      »El Dios vengador, el Dios iracundo, el Dios que se encapricha con un pueblo y se olvida o maltrata a los demás, el Dios que deja morir de hambre a millones de personas, el Dios en cuyo nombre se hacían guerras y se conquistaban imperios y continentes, el Dios cuya fe era extendida con la espada y defendida con las hogueras, el Dios que se gozaba en la pompa de sus representantes, el Dios que "inspiraba" a sus profetas a que maldijesen y anatematizasen a los que no pensaban igual, el Dios que nos impone la cruz y el sufrimiento como único medio para llegar a él, el Dios que tiene infiernos para castigar a esta pobre sombra que se llama hombre, ese Dios es una amenaza para la humanidad; eseDios es una especie de insulto a la inteligencia humana; ese Dios no tiene explicación lógica... ese Dios se está muriendo en la actualidad en la conciencia de los hombres.

      »Esa es, ni más ni menos, que la esencia de la famosa teología de "la muerte de Dios" que hace unos años sacudió la conciencia de los cristianos pensantes y desató olas de indignación y protesta entre los que no fueron capaces de comprender de qué se trataba. »El hombre de nuestra generación ha caído en la cuenta de que Dios no puede ser así y por eso se ha lanzado a buscarlo por otros caminos. La mente del hombre de hoy está haciendo un enorme esfuerzo por concebir una imagen Dios que esté más de acuerdo con la realidad; una idea en la que Dios no esté tan humanizado y tan distorsionado...

      »En una lectura atenta y simple del Pentateuco nos encontramos enseguida con que el Dios que allí se nos presenta —el Yahvé que se les manifestó a Abraham y a Moisés— es un individuo vengativo, cruel, encaprichado con un pueblo y feroz con los otros pueblos (que supuestamente también eran hijos suyos), celosísimo de otros Dioses (Dioses que por otro lado no existían, a juzgar por las mismas enseñanzas de Yahvé), intolerante, impaciente, in cumplidor de sus promesas, incansable demandador de sacrificios sangrientos (con los cuales no hacía más que imitar a los "falsos Dioses" de los otros pueblos), extraño en su manera de manifestarse, confuso y contradictorio en su mensaje a los hombres, absurdo en muchas de sus peticiones, errático en su manera de proceder, exigente, implacable en sus castigos, miope en cuanto a los otros habitantes del mundo, y en fin, demasiado parecido a los hombres tanto en sus defectos como en sus virtudes... Pero del Dios fuente de toda belleza y bondad que los hombres tan ansiosamente buscamos, no sólo tenemos derecho a esperar alguna virtud, sino todas ellas en grado sumo y además una ausencia total de todas las cosas negativas y malas que encontramos en el Yahvé del Pentateuco.

      »Esta es, ni más ni menos, la imagen de Dios que nos salta a la vista en cuanto nos asomamos a las primeras páginas de la Biblia. Y para los que nos digan que es una imagen distorsionada, tenemos la sugerencia de que sigan leyendo los libros siguientes al Pentateuco para que vean que los profetas y demás representantes de Yahvé, entendieron de esta misma manera a su Dios, y por eso nos hablan sin cesar de su ira y de sus venganzas...

      »Mi Dios no está aquí o allí. No "tiene", no "quiere", no "se enfada", no "castiga", no tiene necesidad de "perdonar". Todos estos son atributos de las personas humanas y, como ya dije, Dios ni es hombre ni es persona.

      «Indudablemente al hombre-niño le da más seguridad la idea de un Dios-padre y en cierta manera se siente perdido y huérfano cuando le privan de ella. Por eso creo que la idea de presentar a Dios como padre, haciendo mucho hincapié en ello, fue un gran logro del cristianismo y de Cristo. Pero desde los tiempos de la fundación del cristianismo hasta hoy, la psicología de los hombres (y más en concreto de ciertos hombres más evolucionados) ha cambiado mucho.

      »Yo no creo en el cielo que se nos presenta en el cristianismo, es decir, en un cielo inmediato y definitivo con una contemplación directa de Dios. Esta es otra enorme infantilidad de los habitantes al igual los niños son niños. Al llegar de vuelta de la vida — al llegar de vuelta de la escuela — el hombre quiere encontrar a su mamá-Dios en casa. Tiene necesidad de abrazarla, de saber que está allí, de contarle las incidencias de la clase de la vida. Pero tal Dios-mamáDios-hombreDios-persona, no existe. Dios es algo completamente diferente.

      »Yo me siento mucho más cerca de Dios cuando veo su mano firme moviendo la gigantesca maquinaria del firmamento o cuando me asomo a contemplar los fantásticos panoramas que estamos encontrando en lo profundo de la materia, que cuando leo en el Pentateuco las carnicerías y las venganzas del repulsivo personaje que el judeo-cristianismo nos ha querido presentar como el Dios del Universo... 
      «Comprendo que para muchos, el hablar así de Dios, los deja fríos y hasta con una impresión de cierta orfandad. Lo mejor que harán será seguir concibiendo a Dios de la manera que más beneficie a su psiquismo. Poco importa cómo lo conciban, Dios es como es y no como lo pensamos los hombres. El único consejo que a tales personas yo les daría es que a su idea de Dios le quiten todos los sambenitos de "iracundo", "justiciero", "vengativo", "exigidor perpetuo de dolor y de sacrificios", que los doctos fanáticos le han ido imponiendo con el paso del tiempo.

      »Y para terminar la difícil tarea que me he impuesto de expresar cuál es mi idea de Dios, diré que mi Dios es Omnipotencia, mi Dios es Orden (aunque el fantástico orden de la Creación sea inabarcable muchas veces para nuestra mirada de mosquitos); mi Dios es grandiosidad (no es cicatero como el Dios cristiano); mi Dios es Luz, mi Dios es Belleza, mi Dios es Amor; un amor que en esta etapa humana de mi existencia, lo siento primordialmente y se lo devuelvo, a través de mis hermanos los hombres y a través de todas las criaturas. Y como mi Dios es Amor, yo sé que tarde o temprano, y pese a todos mis defectos y mi pequeñez, acabará inundándome de sí mismo...».

    Y en una «Exhortación Final» remacho estas ideas diciéndole al lector:

    • «Hombre mortal, mota de polvo, voluta de humo, copo de nieve que brillas un momento en la noche del tiempo y en un segundo te derrites en la tierra, ¡deja de andar buscando a Dios aquí o allá! ¡No lo coloques en ningún sitio, no lo empequeñezcas, no lo caricaturices, no lo hagas una cosa mas! Dios late en el Universo infinito que te rodea y es demasiado grande para poder ser comprendido por tu pequeña mente. ¡deja de correr detrás de Dios, como si Dios fuese un muchacho travieso que juega al escondite contigo!

      ¡Deja la infantilidad de pensar que sólo puedes vivir feliz y decentemente, si lo tienes agarrado entre tus brazos como si fuese un fetiche que te protege y te dará buena suerte! ¡Deja de angustiarte con falsas imaginaciones de torturas, castigos, demonios, purgatorios e infiernos, y siéntete con derecho a ocupar tu lugar en el Cosmos!

      «¡Mírate! ¡Eres un auténtico hijo de Dios! No por redenciones ni por salvaciones que nadie te haya regalado, sino por tu misma naturaleza que participa de la divinidad y que tu tienes que hacer evolucionar mediante el buen uso de tu inteligencia y de tu vida tan larga; pero, aparte del corazón».

Pido perdón al lector por que yo no podía reescribir lo que ya había escrito, las ideas aquí transcritas son la culminación lógica y natural de todo lo que llevamos dicho en este capítulo.

La última frase de la cita, en la que se anima al lector a su propia evolución, será la que nos lleve de la mano al capítulo último de este libro.




martes, 17 de noviembre de 2015

DEFENDÁMONOS DE LOS DIOSES (CAP. 6 )


6  Por qué debemos defendernos de los Dioses
«Operación Rama»
Nocivos a nivel individual
Nocivos a nivel social
Ayudan en lo que les conviene
Redentores, salvadores y avataras
Pros y contras de las religiones
«Principios morales» falsos
Una nueva moral

Sé que hay mucha gente, sobre todo gente que ha sido contactada de alguna manera, que no está de acuerdo conmigo en la visión de todo el fenómeno ovni, y sobre todo en mi punto de vista de que el fenómeno es, a la larga, perjudicial al ser humano y más correctamente a la humanidad considerada en bloque.

Si estos individuos conociesen muchos otros casos de contactados, además del suyo, se convencerían de que lo que a ellos les ha pasado no es lo más frecuente. Y muchas veces estas ventajas y beneficios que algunos individuos han logrado con su comunicación con los Dioses, han sido sólo temporales, cayendo en la cuenta años más tarde, que el balance total tuvo mucho más de negativo que de positivo.

Y son innumerables los casos en que, cuando el humano ha querido salirse de esta relación, ya le ha sido totalmente imposible.
 


«Operación Rama»

Hace unos años cuando la «Operación Rama» estaba en todo su apogeo en España y en parte de Suramérica, me gané la enemistad de algunos de sus líderes porque, a preguntas de algunos de sus seguidores acerca de los beneficios de la «Operación Rama», contesté que me parecía que los que andaban en ella, andaban por las ramas, mal aconsejados por gentes llenas de buena voluntad, pero completamente ingenuos.

Andaban por las ramas del fenómeno ovni en cuanto a su profundidad y a su trascendencia. Y dije además, que pese a todas las apariencias de inocuidad y hasta de la positiva bondad de toda la operación, se exponían a serios peligros.

Peligros que se convirtieron en realidad en muchísimos casos en los que las vidas de los participantes sufrieron traumas y cambios nada positivos.

Esta «Operación Rama», originada en el Perú, consistía en fomentar el contacto con los «extraterrestres», presuponiendo que los «extraterrestres» son nuestros buenos hermanos del espacio, que vienen a ayudarnos y, en cierta manera, a solucionarnos nuestros problemas. Los jefes de este movimiento no habían todavía descubierto que los «extraterrestres», como ellos gustan de llamarlos (o «los Dioses», como nosotros les hemos venido llamando a lo largo de este libro), en vez de ser la solución de nuestros problemas, son el gran problema que la humanidad tiene y ha tenido siempre planteado.

Lo malo es que es únicamente ahora cuando empezamos a caer en la cuenta del problema. Yo mismo estuve imbuido de esta falsa idea cuando me puse en contacto con el fenómeno; pero esto fue hace ya bastantes años; y gracias a muchas reflexiones y a los muchos hechos investigados personalmente, ya hace tiempo que llegué a la conclusión de que tal bondad y tal generosidad por parte de «ellos», no es lo que a primera vista parece.

Tal como ya he dicho repetidamente, es poco más o menos la que nosotros tenemos con los animales que nos rodean, a los que indudablemente tratamos muy bien en muchas ocasiones y hasta nos sacrificamos por ellos, pero a la larga los tenemos a nuestro servicio y no dudamos en deshacernos de ellos o incluso en matarlos cuando nos molestan, o simplemente cuando nos conviene.

Uno de los medios que la «Operación Rama» tenía para buscar esta comunicación, era subirse a las montañas y acudir por las noches a lugares solitarios en donde presumiblemente podrían encontrarse con sus «buenos hermanos espaciales».

Esto originaba, a veces, posteriores contactos telepáticos para los que no se necesitaba salir de los centros de reunión. Y excusado es decir, que estos contactos telepáticos, para muchos psiquismos desequilibrados o propensos al desequilibrio, y para muchos adolescentes resultaron, a la larga, frustrantes o funestos.

Con lo dicho hasta aquí, ya hemos comenzado a contestar a la pregunta que nos hemos hecho en este capítulo: Debemos defendernos de los Dioses porque, a la larga, el contacto con ellos es nocivo para nosotros. Por lo menos el contacto indiscriminado, es decir, sin saber de antemano con quién nos estamos relacionando, y además teniendo el firme deseo de entregar nuestras mentes y nuestras voluntades a lo que ellos nos indiquen, sin sopesar de una manera crítica, si lo que nos dicen o nos mandan es útil o nocivo para nuestras vidas.

A manera de paréntesis, diremos que hay un paralelo muy grande entre esto que estamos diciendo y lo que sucede en el espiritismo. El espiritismo, muy probablemente, a mi manera de ver, es el mismo fenómeno de que estamos tratando en todo este libro, pero visto desde un ángulo completamente diferente. Es decir, en el espiritismo «los Dioses» se manifiestan en forma de espíritus muertos.

Aunque yo admito la posibilidad —y en algunos casos la probabilidad— de que algunos de los personajes que se manifiestan en una auténtica sesión espiritista, sean los restos de energía psíquica —actuando de una manera automática o cuasiautomática—, de algún difunto, fallecido no demasiado tiempo atrás.

(Y tengo que confesarle al lector que debido a mis conversaciones con el insigne espiritista puertorriqueño, Ingeniero Flavio Acarón, últimamente he comenzado a admitir la probabilidad de que en muchas ocasiones lo que se manifiesta es la propia alma o la mente desencarnada del difunto, que durante un tiempo vaga confusa en su nuevo estado, resistiéndose a abandonar el nivel de existencia en el que había estado hasta su muerte).

Pues bien, el pontífice del moderno espiritismo, Alan Kardec, repetidamente pone sobre aviso, en sus obras, a los seguidores del espiritismo, a que no se fíen sin más ni más de los espíritus que se manifiesten en las sesiones, y a que no abran ingenuamente sus almas a las influencias de estos espíritus, sin haberse cerciorado muy bien previamente, de qué espíritu se trata, y de si son en realidad los que dicen que son.

Porque, curiosamente, nos encontramos en el espiritismo —y admitido no sólo por Kardec, sino por todos los grandes maestros espiritistas— lo mismo que habíamos encontrado en nuestro trato con los Dioses: que hay que andar con mucho cuidado con ellos, por más evolucionados y superiores que parezcan, porque en ellos, el engañar y el mentir son cosas frecuentes y casi normales.

Los creyentes del espiritismo, al igual que los fanáticos religiosos y los devotos de los ovnis, creen que sus «guías», sus «santos», o sus «protectores extraterrestres» nunca engañan, y que los que lo hacen, son otros seres menos evolucionados.

Pero la realidad es que en los tres fenómenos —religión, espiritismo y ovnis— hay que andar con pies de plomo, porque la decepción está a la orden del día; y muy probablemente, ni los «santos» son tan santos como creen los religiosos, ni los «buenos hermanos del espacio» son tan buenos como creen los platilleros, ni los «guías espirituales» guían tan bien como creen los espiritistas.

Y profundizando un poco más en la negatividad de nuestro contacto con los Dioses, podríamos hacer una división y distinguir en qué consiste la nocividad para los seres humanos considerados individualmente, y en qué consiste para la humanidad considerada en bloque.
 


Nocivos a nivel individual

Las consecuencias de este contacto, en muchos seres humanos, han sido principalmente los grandes cambios perjudiciales que se han notado en sus vidas.

Muy frecuentemente, los individuos que han sido contactados por los «extraterrestres», se hacen erráticos, abandonan su trabajo o estudios y no raramente abandonan a su propia familia; algunos caen en unos estados de misticismo que los alejan por completo del mundo que los rodea, y en general se vuelven bastante problemáticos para la sociedad, creyendo ellos, por su parte, que están llevando a cabo una misión evangelizadora (predicadores de una «buena nueva») y salvadora de la humanidad, o sintiéndose depositarios de algún gran avance tecnológico.

En algunos casos más agudos, ha habido una pérdida total de las facultades mentales, trastornándose el individuo por completo; en otros, han sido objeto de ensañadas persecuciones, sufriendo mucho por ellas y hasta desapareciendo sin dejar rastro16. En algún libro mío he contado casos de suicidio —directamente conocidos por mí— en los que ha incurrido el individuo contactado; y hay que hacer notar que el suicidio fue debido directamente a las ideas que le fueron sugeridas por sus «protectores», según notas que los suicidas dejaron.

Por ser algo que está directamente relacionado con el tema que estamos tratando, narraré aquí una anécdota totalmente inédita, tal como me fue contada por el mismo soldado que participó en los hechos.

A mediados de la década del 70, mientras cumplía el servicio militar en un cuartel en las cercanías de Madrid, descubrió un día —en un paraje medio escondido en las inmediaciones del cuartel— el cadáver del soldado al que se disponía a relevar, con un balazo en la frente. La metralleta con la que estaba haciendo guardia estaba allí a su lado.

Del bolsillo salía un papel en el que estaba escrito un mensaje para su padre; en él le decía que mientras hacía guardia la víspera por la noche, se le había aparecido una mujer bellísima, vestida con muchos velos, que le había hablado del cosmos y de las muchas vidas que hay fuera de la Tierra; le dijo también que el límite de la felicidad era infinito; que ella había llegado hasta allí en una nave sideral y que lo invitaba a irse con ella.

El tuvo miedo, (entre otras cosas porque le daba temor el abandonar la responsabilidad militar que tenía en aquel preciso momento) y aunque le atraía la idea de irse con aquella mujer tan bella, al fin no se atrevió y la vio alejarse.

Naturalmente tras esta visión, quedó totalmente conmocionado y durante todo el día no dejó de pensar sobre ello, sin comunicarle a nadie lo que le había sucedido. Pero, en un momento, le vino un gran arrepentimiento de no haberse ido con ella y recordó que la dama le había dicho que siempre que lo desease la podría alcanzar.

Se le ocurrió entonces que la manera de reunirse con ella era quitándose la vida. Enseguida se puso a escribir la nota para su padre. En ella le decía también, que esa era la única causa de su muerte y que no pensase que estaba triste o amargado; además le prometía que volvería a visitarlo y que los ayudaría. Al día siguiente, cuando le tocó de nuevo su turno de guardia nocturna, se quitó la vida.

(El recluta que encontró su cadáver no enseñó la carta a nadie, excepto a un amigo de su entera confianza; pero no a las autoridades militares ni al mismo padre del suicida a quien iba dirigida. Dio enseguida parte de su macabro hallazgo, y por las extrañas circunstancias del caso, fue acusado de la muerte del centinela. Estuvo preso por ello 14 meses, pero al no encontrarse causa ninguna contra él, fue dejado en libertad)17.
17 Quien quiera ver el exacto cumplimiento de lo que estamos diciendo deberá leer los tres libros en que Victorino del Pozo (Editorial Barath, Madrid) narra la vida del lamoso «contacto» italiano E. Siragusa. A uno le da pena ver cómo un hombre lleno de buena voluntad, como Siragusa, es despiadadamente manipulado y utilizado por los Dioses, que fomentan sus ideas mesiánicas y delirantes contra las que el pobre hombre está completamente indefenso. Cuando ya no lo necesiten, lo abandonarán sin más explicaciones, dejándolo en un estado de total desesperación o induciéndolo al suicidio, tal como han hecho con tantos otros contactados. 

Mucho después de haber escrito esto, leí en el «Diario 16» de Madrid con fecha 8 de marzo de 1984, la siguiente noticia que transcribo: «El cadáver del soldado Carlos A. M. fue encontrado esta mañana en la garita del centinela, al realizar el relevo de la guardia, con un disparo de bala en la cabeza, según informó el Cuartel General del Aire».

Por no venir a cuento, no quiero profundizar en este caso. Al lector desconocedor del vastísimo campo de la paranormalogia, le resultará extraño, pero la verdad es que es un suceso casi típico, en el que se aúnan características y detalles que son constantes en las manifestaciones de las hadas, en las apariciones de la «Virgen María» o de cualquier Diosa de otra religión, y en el vasto campo de la ovnilogía. Todos estos fenómenos, por más que los fanáticos de cada uno de ellos se aferren a la veracidad de su punto de vista, son una y la misma cosa en el fondo, y provienen de la misma causa.

Si trasladamos estos contactos con seres no humanos al campo religioso, nos encontramos con los mismos resultados, por más que los contactados sublimen toda su experiencia. Allí a los contactos se les llama «visiones», «apariciones», o «éxtasis», pero la vida del místico, de ordinario y fisiológicamente hablando, se convierte en un infierno, que él sobrelleva con resignación y hasta con alegría, a cambio de la iluminación que su mente recibe y a cambio de unas maravillosas sensaciones con las que de vez en cuando se ve inundado todo su ser18.
 
18 De nuevo podemos corroborar lo que decimos, con un ejemplo contemporáneo: Amparo Cuevas, la vidente de El Escorial. Esta humilde y honesta mujer está teniendo por estos días unas visiones que atraen a miles de devotos y curiosos de toda España. Ha sido atacada y golpeada por unos desconocidos asaltantes, y con frecuencia sangra en abundancia, sufriendo intensamente por el dolor que le causa los estigmas. Sus mensajes —muy semejantes a los de otros videntes—están llenos de angustiosas amenazas de terribles castigos inmediatos, que nunca se cumplen; (Todos los profetas, han sido siempre profetas de calamidades). Por otro lado «la STA. Virgen» le ha dicho que haga construir allí mismo, una capilla a donde vengan a reunirse sus devotos.

El que haya casos en los que el contactado haya salido beneficiado, no quita nada a la realidad de los hechos que acabamos de mencionar. Como ya dijimos, muchas veces sucede que estos beneficios son sólo iniciales y transitorios, y además los casos nocivos superan con mucho a estos casos en los que el terrestre ha salido beneficiado.

(Sobre la marcha, y como un botón de muestra entre mil: En el pueblecito de San Clemente, provincia de Cuenca, se venera en una ermita la Virgen del Rus, que según la tradición, se apareció allí mismo a unos pastores en una cueva al lado del río del mismo nombre. En la fiesta anual sacan en procesión la imagen, balanceándola constantemente. Hace unos años, la señora encargada de custodiar la ermita, se suicidó inexplicablemente. Dejó un papel en el que decía que «iba a reunirse con la Virgen». Allí está el árbol en que se ahorcó).
 


Nocivos a nivel social

El comunicado dice que el hecho ocurrió en una de las garitas avanzadas que dan limite entre la zona militar de la Escuela de Transmisiones y el poblado de Alcorcen, en las afueras de Madrid.

Concluye la nota de «Diario 16»:
«Se desconocen las causas que motivaron los hechos, si bien el estado depresivo en que se encontraba la víctima esa misma noche, según relatan sus compañeros de servicio, hace suponer que se trata de un suicidio».
No he podido saber todavía si el cuartel en donde sucedió este hecho es el mismo en que sucedió el relato en el texto. De ser el mismo o cercano cabe la posibilidad de que «la mujer bellísima» siga en su macabro deporte.

¿Por qué precisamente Amparo y por qué aquel lugar?

No lo sabemos con certeza, pero sospechamos que:
  1. por las ondas cerebrales de Amparo, que al igual que las de otros contactados y místicos, son captadas con especial facilidad por el Dios que se les aparece
  2. porque en ese lugar o región existe un especial magnetismo telúrico que propicia la manifestación de los Dioses.
(La actividad ovnística en esa región es muy abundante, y recuérdese la proximidad de otra ermita y del monasterio de San Lorenzo).

Si es importante el aspecto negativo que la. relación con los Dioses tiene a nivel individual, lo es mucho más a un nivel general o social. Esta negatividad y perjuicio que la humanidad en bloque, recibe de su relación con los Dioses, es en el fondo, el tema principal de este libro. Y si el título de él es «Defendámonos de los Dioses», es porque se presupone que para la humanidad en general, los Dioses son algo perjudicial de lo que nos tenemos que defender.

Y para que no se dé por asentado y por probado, algo que es el fundamento de todo el libro, insistiré un poco en este aspecto negativo de todo el fenómeno ovni, que es la manera que los. Dioses tienen de manifestarse en los tiempos modernos.

El axioma que el autor tiene en mente y que considera sumamente importante que los individuos más evolucionados vayan aceptando y teniendo siempre presente, es que la humanidad entera es una especie de granja de los Dioses; una granja en la que los animales domesticados y utilizados son los hombres.

Esta verdad es durísima para la mente y para la sensibilidad humana y le confieso al lector que para mí fue un verdadero «shock» cuando, después de haberme resistido por mucho tiempo a aceptarla, un buen día no tuve más remedio que admitirla, ante la reiterada contundencia de los hechos. (Hechos, que no sé si por desgracia o por suerte, son desconocidos por la mayoría de los humanos, siendo esto la causa de que se nieguen a admitir este axioma, cuando lo oyen por primera vez).

Junto con este axioma general y fundamental, podríamos enumerar otras verdades igualmente importantes para comprender muchos aspectos de la vida humana, que de otra manera se hacen completamente inexplicables.

He aquí algunas de estas verdades:
  • Los Dioses ni nos aman ni nos odian.
  • Nos ven y nos tratan poco más o menos como nosotros vemos y tratamos a los animales.
  • A éstos a veces los matamos, los maltratamos, los cazamos, o viceversa, los mimamos, los protegemos, los alimentamos y los defendemos de peligros que puedan tener. Pero en todas estas acciones, lo que los hombres pretendemos fundamentalmente, es darnos gusto a nosotros mismos, sea que matemos o que cuidemos al animal.
  • Su dueño cuida al caballo de carreras o al toro de lidia porque le va a dar dinero, o gloria o satisfacción al verlo actuar, pero luego no tiene inconveniente en venderlo para carne para sacarle el último provecho.
(El que alguien se niegue a venderlo y hasta le haga un monumento, no contradice en nada a lo que estamos diciendo; con esta acción, el ser humano está únicamente desfogando y manifestando los nobles sentimientos de su corazón, y en cierta manera dándose gusto a sí mismo en la manifestación del aprecio que tiene por el animal).

Para que veamos más claramente este aspecto egoísta de nuestra relación con los animales, consideremos el caso tan frecuente de los gatos, a quienes sus amos les hacen arrancar las uñas, (eso sí, hecho por un veterinario y sin dolor), para que no destrocen los muebles en casa; o el aún más drástico de la castración a que son sometidos tantos animales, y en concreto tantos perros y gatos, que, por otro lado, son tan consentidos y tan bien tratados en las casas.

Si le preguntásemos al perro o al gato si le gusta que le arranquen las uñas o lo castren, seguramente nos dirían que de ninguna manera, y de hecho, por mucho que quieran a sus amos, se defenderán como puedan contra tamaña «injusticia». Y si le preguntásemos a sus respectivos amos si de veras quieren a los animales, nos enseñarían las facturas de lo que les cuesta el veterinario y todas las latas de comida que les compran al cabo del año. Y sin embargo los castran, les arrancan las uñas, los privan de su libertad, etc.

¿Cómo es posible que se den conductas tan antagónicas?
Por lo que más arriba dijimos: porque el hombre, en su trato con los animales, busca primordialmente darse gusto a sí mismo; y en muchas ocasiones, ese gusto consiste en ser bueno con los animales.
Además en estos casos, podemos ver claramente lo que ya indicamos con anterioridad: que lo que el animal vería como una gran injusticia, el hombre lo ve como un derecho que tiene sobre el animal.

También hay que reconocer, tal como ya indiqué anteriormente, que a veces se da una innegable y excepcional relación amistosa o de antipatía entre ciertos Dioses y ciertos seres humanos, lo mismo que es innegable que muchos hombres y mujeres desarrollan un amor específico por determinado animal con el que han convivido mucho tiempo o por cualquier otra causa. No nos referimos pues, a estos casos peculiares, sino a la relación general que puede haber entre los Dioses y los hombres.
  • Los Dioses nos usan.
    Esa creo que es la afirmación más abarcadora que se puede utilizar para describir su relación con nosotros. Por duro que pueda parecer, el verbo usar es el que mejor describe la motivación que ellos tienen para relacionarse con nosotros. En un capítulo anterior ya abundé en este tema, cuando dije que se acercaban a nosotros por placer o por necesidad. También en esto hay un total paralelo con nuestras relaciones con los animales.
     
  • No les interesa mayormente nuestro sentir, nuestros juicios o nuestras reacciones a su manera de actuar con nosotros. (Excepto en los raros casos en que se haya desarrollado una relación especial e individual entre el Dios y el hombre).
    Hablando, pues, globalmente y considerando no a éste o aquel hombre, sino a la humanidad en general, se puede decir que a los Dioses no les importa si el fin de su acción o acciones es perjudicial a toda la humanidad; si les conviene a ellos, lo harán, aun sabiendo que nos perjudica.
(¿Dónde está entonces su moralidad? Ya hemos contestado anteriormente a esta pregunta: Su moralidad rige sólo entre ellos y no se extiende a nosotros; de la misma manera que la moralidad humana rige sólo entre los humanos, y no la extendemos a los animales, a pesar de que vemos que éstos defienden y luchan por su vida, con el mismo ahínco que nosotros defendemos y luchamos por la nuestra).
  • En sus relaciones con nosotros, el interés de ellos es siempre el que prima y el que priva; si algo les conviene y nos ayuda, lo harán; y si algo les conviene y nos perjudica, lo harán de la misma manera.
  • Toda la historia humana ha sido sutilmente guiada por ellos, de modo que nosotros hiciésemos lo que a ellos les convenía.
Con esta frase estamos contestando a la última pregunta que nos habíamos formulado en este capítulo y estamos entroncando con la idea general que íbamos desarrollando:
¿por qué la relación de los Dioses con nosotros es perjudicial, considerada de una manera global?
Lo es, porque al interferir en el desarrollo de la historia humana, interfieren en la evolución de toda la humanidad hacia niveles más altos de cultura, de civilización, de convivencia, de espiritualidad y hasta de tecnología. Y esto es lo que en realidad ha estado sucediendo hasta ahora, sin que los hombres cayésemos en la cuenta. La raza humana ha visto repetidamente frustrada su ascensión hacia estos mayores niveles de conciencia, debido a la intervención de los Dioses, interesados en que el hombre no madurase y siguiese a su servicio.

Para ello han usado todos los trucos y falsas pautas a las que hemos hecho referencia en el capítulo anterior (patrias, lenguas, guerras, tradiciones, y sobre todo, religiones y dogmas) que han tenido al espíritu humano estrangulado por milenios.
 


Ayudan en lo que les conviene

No se puede negar que hay un paralelo entre lo que los Dioses han hecho con nosotros, desde un punto de vista cultural y evolutivo, y lo que muchos países colonizadores han hecho con sus colonias; aunque aparentemente las han ayudado a progresar, sin embargo lo han hecho teniendo siempre en cuenta el interés de la metrópoli por encima del interés de la colonia.

En muchas ocasiones, cosas que positivamente perjudicaban a la colonia, se hacían, porque beneficiaban a la metrópoli; y en otras, se puede decir que, premeditadamente, se planeaba la no evolución de la colonia, para evitar que eso le trajese, a largo plazo, problemas al país colonizador, y al mismo tiempo lograr que los «nativos» siguiesen obedeciendo mansa e infantilmente las consignas que les llegaban de la metrópoli.

Al lado de esto, no se puede negar que, en muchos otros aspectos, las metrópolis han ayudado a progresar a sus colonias, debido a que este progreso convenía de alguna manera al país conquistador, o también porque la evolución era algo connatural a todo el proceso, y no se tomaban el trabajo de detenerla. Este aspecto beneficioso que indudablemente se da en muchos casos de contacto individual con los «extraterrestres», es el que única y miopemente ven algunos de los investigadores del fenómeno ovni.

El fenómeno de la «iluminación», que describimos en un capítulo anterior, al que han sido y siguen siendo sometidos muchos humanos, tiene un aspecto positivo grande, en cuanto que la mente del iluminado se expande enormemente, siendo capaz de comprender y de realizar cosas que anteriormente hubieran sido completamente imposibles para él19.

19 Sin embargo hay que notar, como contrapartida, que es muy frecuente que a estos reformadores o inventores nadie les haga caso, y se vayan al otro mundo con sus fórmulas o sin haber logrado las grandes reformas que pretendían. Da la impresión de que los mismos que se las dictaron (o quién sabe si fueron sus enemigos «extraterrestres») se encargan de que nadie los tome en serio, a pesar de lo beneficioso de sus innovaciones.

No sólo eso, sino que a veces este mejoramiento repentino de su espíritu se extiende al propio cuerpo, adquiriendo capacidades sobrehumanas, con las que es capaz —junto a sus dotes mentales mejoradas— de convencer a una gran cantidad de personas, realizando hazañas o fundando movimientos o instituciones que, con frecuencia, han hecho cambiar el curso de la historia.
 


Redentores, salvadores y avataras

Este es el caso de los grandes avataras y fundadores de religiones. Estos individuos, a pesar de que de ordinario nos son presentados por las diversas religiones como seres «divinos», «hijos de Dios» o «enviados del cielo», etc., etc., en realidad son sólo seres humanos a los que los Dioses han preparado para una extraordinaria misión entre sus hermanos los hombres; los han dotado de tales cualidades psíquicas, y les han otorgado tales poderes sobre la materia, que a los ojos de los demás mortales aparecen como “unos auténticos Dioses”.

Tal es el caso de un Buda, de un Krishna, de un Quetzalcóatl, de un Viracocha, o de un Bochica, según indicamos en el capítulo primero. Y aunque esto pueda parecerles blasfemia a los cristianos, tal es el caso de Jesús de Nazaret.

Si los cristianos se tomasen el trabajo de estudiar los inacabables paralelos que hay entre Cristo y los fundadores de otras religiones, no estarían tan seguros de la unicidad ni de la divinidad de su fundador. Pero desgraciadamente para la inmensa mayoría de los creyentes de todas las religiones, «la fe no se piensa; la fe se admite y se siente».

Y muy bien podría ser la razón de esto, el que, inconscientemente, se tiene miedo de encontrarse con que la fe no tiene un fundamento racional, sino que flota en el vacío, apoyada únicamente en sentimientos, con lo que el creyente se quedaría entonces en el aire, sin una base sólida en que apoyarse. Los Dioses se han encargado, a lo largo de los milenios, de hacernos unos animales rutinarios: rutinas somáticas y rutinas mentales. Pensar libremente, en la mayoría de nuestras sociedades tradicionales, es un auténtico pecado, mal visto por las autoridades.

De esto hay innumerables casos.

Pero uno podría lógicamente preguntar: ¿y no es una ayuda que los Dioses nos dan, el que se tomen el trabajo de preparar al estos avataras que luego fundan movimientos o religiones que impulsan la evolución moral de los pueblos? 
Al contestar esta pregunta, estamos ahondando en las razones de por qué la interferencia de los Dioses en la vida humana es más perjudicial a un nivel general y masivo que a un nivel individual.

De las religiones se puede decir lo mismo que de las andaderas que antaño se usaban para los infantes: los ayudaban a comenzar a caminar, a no caerse y los defendían de muchos golpes a los que estarían expuestos si no estuviesen rodeados de tal artefacto. Pero pasado un tiempo, cuando el niño ya puede caminar por sí, las andaderas se convierten en una auténtica rémora. Y si al cabo varios años, el niño sigue todavía necesitando las andaderas para caminar, eso significará que las andaderas se han convertido en un grave daño para él, impidiéndole que desarrollase sus facultades naturales.

Por otro lado, a las religiones les pasa con respecto a las sociedades, lo mismo que les pasa a muchas de las capacidades y «poderes» con respecto a los individuos que las consiguen mediante el proceso de «iluminación» o de «contacto»: son, en ciertos aspectos y hasta cierto punto, buenas, pero de ahí en adelante les hacen daño.

Permítame el lector que reproduzca parcialmente lo que, acerca de este mismo tema, escribí en otra parte.
 


Pros y contras de las religiones

Hablando en general, las religiones tienden con sus enseñanzas a nivelar la humanidad al predicar que todos somos igualmente hijos de un mismo Padre, y al estar haciendo siempre hincapié con sus enseñanzas, en los dos grandes mandamientos de la justicia y el amor.

Si el cristianismo hubiese dedicado todos sus esfuerzos a que estos dos mandamientos fuesen una realidad en nuestro mundo, aunque no hubiese logrado ninguna otra cosa, el cristianismo sería considerado con todo derecho como la institución más beneficiosa de toda la historia humana.

Es innegable que en tiempos pasados, tanto el cristianismo como las otras religiones, ayudaron mediante estos principios básicos a convertir pequeñas sociedades feudales, atomizadas por un sin fin de caudillos y creencias, en una gran sociedad en donde la dignidad humana era más respetada y en donde el hombre ensanchaba los límites de su pequeña tribu o pueblo, sintiéndose por primera vez hermano de los demás hombres.

La religión espiritualiza al hombre, constantemente lastrado por su carne y por sus instintos de animal, al recordarle su vocación hacia el más allá, después de la muerte; y por otro lado, frena el desarrollo de estos primitivos instintos y de las inclinaciones torcidas, al amenazar con castigos después de la vida, a todos aquéllos que no se hayan atenido a las leyes que ella predica...

Por último no se puede negar que para millones de creyentes, la religión sirve como un gran tranquilizante ante el estremecedor interrogante de la muerte, y como un fortalecedor para los momentos de desgracia y de dolor que tanto abundan en este mundo y para los que la inteligencia humana nunca ha tenido una explicación convincente.

Naturalmente, un fiel cristiano nos diría que el principal beneficio de la religión es el habernos puesto en contacto directo con Dios, al manifestarnos su voluntad sobre nosotros y al prometernos los auxilios espirituales necesarios para entrar en el reino de los cielos. Pero no hay que olvidarse de que estamos hablando de una manera genérica de todas las religiones, viendo lo que todas tienen de beneficioso para el hombre. Probablemente cada una nos diría lo mismo que nos dice el cristianismo acerca de la verdad y de la exclusividad de sus creencias; (lo cual nos pondría lógicamente en guardia acerca de su «verdad»).

Echémosle ahora un breve vistazo a las partes negativas de la religión, considerada ésta como un conjunto de creencias y de ritos mediante los cuales conseguir algún tipo de salvación tras la vida.

El primer aspecto negativo que señalaremos en las religiones es el de su institucionalización que, tarde o temprano, las lleva a constituirse en «poder» o en auxiliar del poder constituido (que muy frecuentemente en la historia —por no decir siempre— ha sido opresor). Las religiones que comenzaron siendo meros principios moralizantes con los que los pueblos mejoraban sus costumbres, acaban convirtiéndose en instrumentos sociales o políticos de poder, en manos de unos pocos que usan «la voluntad de Dios» para fines totalmente ajenos a los principios de sus fundadores.

Fruto de esta traición a los principios de sus fundadores y a su voluntad de servicio a los hombres, y no de dominio, es la paralización en el espíritu y en la mente, que causa en los fieles pensantes. Estos, confusos ante una falta de lógica (dogmas inadmisibles), y rebeldes ante imposiciones absurdas o injustas («no» al divorcio y la píldora, etc.), optan por languidecer en la vida espiritual contentándose con seguir mecánicamente las tradiciones, para no hacerse notar en la sociedad; pero no buscan, que es en definitiva la esencia del espíritu religioso y que es en el fondo el motor de la evolución de la mente y del espíritu.

Esta paralización de la mente, degenera en aquellos menos dotados de cualidades intelectuales, en el nefasto fanatismo que tantos males le ha acarreado a la humanidad a lo largo de la historia.

El fanático es el individuo que, convencido como está de poseer toda la verdad, e incapaz por otra parte de pensar por sí mismo, (o quién sabe si muerto de terror por las horribles cosas que le han hecho creer) opta por defender contra viento y marea y con los medios que sea, «la verdad incambiable» que él posee. Y en el caso del fanatismo religioso, como esta verdad está directamente relacionada con Dios, el fanático se negará a oír cualquier razonamiento y, lo que es peor, usará cualquier medio por injusto que sea, para defender la honra del Supremo Dueño de la vida y del Sumo Juez.

¡Cuántos horrores han cometido los fanáticos religiosos a lo largo de la historia por defender la causa de Dios!

Esta paralización de la mente se extiende a todos los ámbitos de la vida humana. Los pueblos muy religiosos y sobre todo aquéllos que han ajustado fielmente sus vidas a algún «libro sagrado», han visto grandemente frenada su evolución. Los pueblos islámicos son un claro ejemplo de esto; y aunque a algunos parezca una blasfemia, la fidelidad a la Biblia tuvo paralizado durante mil ochocientos años el desarrollo técnico y social de las naciones cristianas.

Cuando, a principios del siglo pasado, los librepensadores rompieron las cadenas con que la Biblia tenía atadas las mentes del mundo occidental, éste comenzó a desarrollarse a toda prisa y avanzó más en cien años de lo que lo había hecho en dieciocho siglos. Aparte del caso de Galileo, hay muchos otros menos conocidos para probarlo.

Además, tal como ya apuntamos anteriormente, las religiones separan a la humanidad en grupos. Unen entre sí a los que profesan la misma fe, pero los separan de aquéllos que no la profesan; y no sólo eso, sino que en el seno de una misma religión son numerosísimos los casos de divisiones y odios por interpretaciones diversas de un mismo mandamiento o precepto. Las guerras religiosas llenan la .historia y es inútil ponerse a dar ejemplos que hasta los niños de la escuela conocen. Además en la actualidad nos basta con hojear el periódico.

Repetiré aquí la cita de Bertrand Russell acerca de esto mismo tomada de su libro «Por qué no soy cristiano»:
«Cuanto más intensa ha sido la religión en cualquier periodo y más profunda la creencia dogmática, mayor ha sido la crueldad y peores los incidentes. En las llamadas Edades de la Fe, cuando los hombres creían realmente en la religión cristiana en toda su integridad, existió la Inquisición con sus torturas; y muchas desdichadas mujeres fueron quemadas por brujas; aparte de muchísimas crueldades practicadas contra toda clase de gentes en nombre de la religión».
Algunos falsos principios religiosos, antinaturales y traumatizantes, inventados por fanáticos o por sicópatas constituidos en autoridad, e inculcados en las almas infantiles de miles y miles de creyentes, han sido la causa secreta de muchas neurosis que más tarde afloraron en la adultez causando infelicidad y conflictos.

El fiel cristiano es un pobre hombre acomplejado que, si «se salva», no es por méritos propios, sino únicamente por los méritos de Cristo, como si de suyo hubiese ya nacido para condenarse irremediablemente. Con un panorama así, ¿qué cristiano puede tener una idea optimista de esta vida, si desde que nacemos nos la presentan como el valle de lágrimas en el que, a poco que nos descuidemos, nos haremos reos de un fuego eterno?

Las religiones le tienen miedo al placer o por lo menos desconfían de él. La renuncia al placer es casi una idea fija en el cristianismo y un tópico para todo aquél que quiera perfeccionar su espíritu. Y lo mismo podemos decir de las demás grandes religiones. En cambio parece que se gozan con un regusto masoquista en buscar el dolor por el dolor, como si en él hubiese encerrada, alguna energía secreta para la otra vida.

Pero el dolor no es más que el fracaso del Dios padre y providente que nos presenta el cristianismo; ¿por qué nuestro Padre tiene que exigirnos dolor? Y ¿por qué atesorar energías para la otra vida a costa de ésta que es la que tengo entre manos en este momento?

¡Cuántas palabras han gastado todos los doctrinarios de todas las religiones en explicarnos el misterio del dolor en el mundo, y qué mal han contestado al enorme interrogante que éste nos presenta!
  • ¿No habíamos quedado en que el dolor de Cristo en la cruz era el que nos redimía?
  • ¿Para qué añadir entonces el dolor de esta pobre hormiga humana, que contra su voluntad es devorada por la tierra cuando apenas le ha permitido vivir unos días?
  • ¿No tendremos derecho a pensar que en caso de necesitar una salvación, nuestro dolor y nuestra muerte son los que nos salvan?
  • ¿Y no será, más bien, que ni hay necesidad de salvación alguna, ni el dolor ni el placer tienen nada que ver con lo que la religión nos dice?

«Principios morales» falsos

Hasta aquí, los pros y los contras de las religiones, considerados de una manera general.

Enfocando este mismo tema de una manera más concreta y desde el punto de vista que nos interesa en este capítulo, tenemos que decir que la humanidad debe defenderse de los Dioses y de las creencias que ellos nos han estado imponiendo desde el principio de los tiempos, porque la fidelidad a tales credos hace que no podamos progresar en una línea verdaderamente humana; es decir, el obedecer y seguir unos mandamientos que en muchas ocasiones son antihumanos, hace que el hombre no evolucione en una dirección connatural a su manera de ser.

En muchos aspectos, hemos desarrollado una moral completamente artificial, que no está de acuerdo a las necesidades y a la naturaleza del ser humano.

Muchas cosas que los moralistas llaman «ley natural», podrían llamarse con mucha razón, «ley antinatural»; algunas de ellas van contra la naturaleza, pero como se encuentran en los «libros sagrados» (o las autoridades religiosas las deducen directamente de ellos) nos las quieren imponer como «leyes naturales» cuando en realidad son "leyes bíblicas" artificiales que en nada benefician a la humanidad.

Tomemos como ejemplo de uno de estos «principios morales» equivocados, la triste decisión de Paulo VI —basada según él en textos bíblicos-— prohibiendo el uso de la píldora anticonceptiva o cualquier otro medio de limitar artificialmente la familia.

Allá los textos bíblicos y sus «inspirados» autores con sus raras ideas sobre la vida. La realidad es que tal prohibición y tal precepto moral y tal ley natural son un error mayúsculo, que, además de ir contra el sentido común, atenta de varias maneras contra la vida familiar, y en fin de cuentas, es nocivo para el buen desarrollo de la sociedad. Menos mal que gracias a una auténtica ley natural, la mayoría de las parejas católicas tienen sentido común y lo usan en situaciones como ésta para prescindir de imposiciones equivocadas.

Lo mismo se puede decir del divorcio. El divorcio es un mal necesario en una sociedad donde los matrimonios se hacen de la manera tan superficial (por no decir tan estúpida) como se hacen.

Y por más que esto que voy a decir pueda extrañar a muchos, lo mismo acontece con la furibundez y cerrazón de mente con que muchas buenas gentes, influenciadas por «doctrinas sagradas» y por autoridades eclesiásticas fanatizadas, atacan el aborto indiscriminadamente, aduciendo que esa es «la voluntad de Dios».

Pero si observasen la naturaleza con «ojos atentos, no estarían tan seguros de que todos los abortos sean «antinaturales»; la naturaleza es mucho más sabia y también mucho más drástica en su manera de actuar de lo que piensan los moralistas defensores de la «voluntad de Dios».

La naturaleza, por ejemplo, tiene siempre más en cuenta a la especie que al individuo, y esto lo podemos ver en mil ejemplos. La naturaleza sacrifica, como cosa normal, (en ocasiones despiadadamente) las vidas de miles y millones de criaturas vivas, en aras de un orden natural establecido, en el que las criaturas superiores se alimentan y viven naturalmente de la muerte de las criaturas inferiores.

Y los mismos furibundos antiabortistas, defensores absolutos de la vida del nonato, están de acuerdo con esta mentalidad y con este orden natural, cuando, muy probablemente, defienden la pena de muerte contra un criminal, basados en que eso es una salvaguarda para toda la sociedad. Este es un tema muy largo y profundo en que no quiero ahora entrar porque lo he traído sólo de pasada.

Por supuesto que no soy defensor indiscriminado del aborto, y pongo para él ciertas condiciones; pero en la posición de los que lo atacan de una manera absoluta y sin distinguir casos, veo un ejemplo de la influencia que tienen en muchas mentes, estas leyes que nos han querido hacer pasar como «naturales» y emanadas directamente de Dios, cuando toda la naturaleza nos está diciendo que la cosa no es así, o por lo menos no es tan clara como ellos piensan.

Al estar más atentos a lo que dicen los «libros sagrados» o «la autoridad», que a lo que dice el sentido común o la pura razón, o a lo que le conviene a la humanidad, no sólo frenamos nuestra evolución como seres inteligentes —con unas tendencias y aptitudes naturales— sino que echamos por caminos que a la larga son perjudiciales para nosotros. Y esto es, ni más ni menos, lo que ha estado pasando a lo largo de los siglos y de los milenios.

La historia humana, vista desapasionadamente, es algo que no tiene sentido; es un enorme conjunto de disparates, con mucha frecuencia monstruosos, cometidos increíblemente por el animal «más inteligente» del planeta.

¿A qué se debe el que hayamos estado en discrepancias perpetuas y a qué se debe el que hayamos estado dormidos, en cuanto a adelantos técnicos, hasta hace sólo sesenta o setenta años?

La única contestación está en que no nos han permitido usar libremente la cabeza; la contestación está en que nos han tenido entretenidos defendiendo «principios», «causas» y «tradiciones» que en nada ayudan al desarrollo de la raza humana; nos han tenido empleando todas nuestras energías en ser fieles a diversas doctrinas religiosas; nos han tenido construyendo templos y elaborando complicadísimos sistemas teológicos en vez de construir fábricas y, en vez de pensar en cómo superar el hambre que tantos humanos han padecido y siguen padeciendo; nos han tenido «haciendo méritos» para el más allá, mediante penitencias, renunciaciones y devociones; nos han tenido matándonos en defensa de nuestras respectivas patrias; nos han tenido acomplejados con la creencia de que este mundo es un valle de lágrimas y sólo lugar de paso para el otro...

¿Cómo han logrado los Dioses meternos en la cabeza —a nosotros, seres tan inteligentes— todo este complejo y absurdo mundo de ideas, de tradiciones, de principios morales y de leyes «naturales»?

Lo han logrado con las estrategias que explicamos en el capítulo anterior.

Las lenguas, las patrias y las religiones, y como resultado final, las guerras, han sido los medios de que los Dioses se han valido para tenernos engañados, divididos y peleando sin parar, de modo que no nos entendiésemos y nos uniésemos nuestros esfuerzos físicos y mentales para ponernos en camino de una evolución verdaderamente humana.
 


Una nueva moral

Recientemente el mundo occidental ha roto las cadenas bíblicas y dogmáticas en lo que se refiere a nuestras posibilidades físicas y materiales, y por eso estamos progresando a pasos agigantados.

Ya no creemos que es pecado volar, o practicar trasplantes de órganos u operaciones complicadas, o intervenir en la génesis y el desarrollo de la vida, o entrar en estado de trance para asomarnos a otras dimensiones, o bilocar el cuerpo sin que sea precisamente ayudados por Dios... ya no aceptarnos prohibiciones de las autoridades religiosas.

Pero desgraciadamente gran parte de la humanidad —incluido el mundo occidental— está todavía atada por muchos falsos «principios morales» referentes a la sociedad, a la familia y a los individuos. Sin que muchas veces caigamos en la cuenta, estamos aprisionados por mil costumbres y tradiciones —basadas, en el fondo, en principios religiosos— que hacen que las vidas de muchos seres humanos sean verdaderos presidios.

En otras palabras, estamos avanzando a gran velocidad en el terreno de la tecnología, pero nos estamos quedando atrás en el terreno de la moralidad; pero entiendo «moralidad» no como ha sido entendida hasta ahora esta palabra, sino entendiéndola como sinónimo de «humanidad» o de «humanismo».

Es decir, hasta ahora, engañados, habíamos desarrollado unos patrones de conducta y una moralidad «divina» que convenía a los Dioses, pero que ha sido muy perjudicial para la raza humana; lo que necesitamos es desarrollar una moralidad humana, es decir, unos principios morales que estén de acuerdo con nuestras necesidades y que nos lleven a ser- unos seres humanos más evolucionados, menos deshumanizados y más de acuerdo con nosotros mismos.

Los principios morales y la ética individual y social por la que se rige actualmente la humanidad, en buena parte no sirven para el hombre de hoy; y esa es la razón de la criminalidad y él caos moral reinante en el mundo. Son principios morales y jurídicos artificiales, absurdos y en muchos casos estúpidos que en el fondo fomentan el egoísmo humano y, a la larga, lo que hacen es defender y alentar a los antisociales.

En esta nueva moralidad humana que tenemos que crear, existirán ciertas normas y «leyes naturales» drásticas —a las que en la actualidad no estamos habituados— pero que van a ser de una gran ayuda para la evolución del hombre del futuro y, de paso, para el ordenamiento de esta sociedad caótica en la que vivimos.

Esta es la razón fundamental por la que tenemos que defendernos de los Dioses: porque no nos dejan ser hombres; auténticos hombres racionales (y la prueba está en la horrenda historia humana); porque quieren que sigamos siendo sus esclavos inconscientes y sumisos, proporcionándoles mansamente lo que buscan entre nosotros y porque, en fin, temen que lleguemos a ser sus rivales en el dominio del planeta.

No olvidemos la escena bíblica y mitológica (los mitos son muy frecuentemente la historia distorsionada de la intervención de los Dioses en la vida de los pueblos antiguos) en el Paraíso Terrenal:
«No quiere que comáis del Árbol de la Sabiduría porque si coméis seréis como Dioses».
En el último capítulo abundaré más sobre el particular.

Mientras la humanidad no caiga en la cuenta de esto, seguirá siendo una humanidad niña. Este conocimiento y esta rebelión son el arranque de una nueva teología: la teología de los Dioses.

La vieja teología que buscaba a Dios para adorarlo y para entregársele, ha resultado ser engañosa y dañina para el hombre; la nueva teología que estudia a los Dioses para desenmascararlos, es la verdadera.

Con esta nueva teología el hombre ocupará el lugar que le corresponde en el Universo y dejará de verse como un pobre esclavo pecador, desterrado en este valle de lágrimas, que desesperadamente busca a alguien que lo redima y lo salve de una condenación eterna.