viernes, 5 de mayo de 2017

SENECA, CUESTIONES NATURALES, PREFACIO

Precioso este texto de Séneca que no sólo admira por la poesía que encierra, sino que nos da un indicio de la sabiduría que contiene. Además, quiero contradecir con pruebas palpables lo equivocado que estaba Francis Bacon cuando desprecia, con el orgullo de la ignorancia y la soberbia propia del inglés, toda la filosofía anterior a él, culpando del atasco de la ciencia al método aristotélico y dejando muy claro en sus escritos que no tenía ni idea de la historia ni la filosofía griegas y su influencia durante el Imperio Romano, que para él casi ni existió.

¡¡¡¡PUES NO, SR. BACON, NO FUERON LOS GRIEGOS LOS QUE TUVIERON ATASCADA LO QUE PARA VD. ES LA VERDADERA CIENCIA, FUÉ LA RELIGIÓN Y SU TEOLOGÍA, COMO DEBE RECONOCER POR SU RELIGIÓN CALVINISTA QUE VINO A SER TAN DOGMÁTICA COMO LA DE ROMA

Cuestiones naturales
Lucio Anneo Séneca

l Libro primero

Prefacio

Tanto como se diferencia la filosofía de las demás artes, óptimo Lucilio, otra tanta diferencia encuentro yo en la filosofía misma, entre la parte que se ocupa del hombre y la que se refiere a los dioses. Más elevada y atrevida ésta, se ha permitido mucho: no contentándose con lo que se ofrece a nuestra vista, sospechó que la naturaleza había colocado más allá de lo que se ve algo más grande y más bello. En una palabra; entre una y otra filosofía media tanto como entre Dios y el hombre. Enseña la primera lo que debe hacerse en la tierra; la segunda, lo que se hace en el cielo. Una desvanece nuestros errores y trae la luz que ilumina los engañosos caminos de la vida; la otra se eleva sobre esta densa niebla en que nos agitamos, y sacándonos de la oscuridad, nos lleva al manantial de la luz. Gracias doy en verdad a la naturaleza cuando, no contento con su parte pública, penetro hasta en sus misterios más secretos; cuando aprendo de qué elementos se compone el universo; quién es el arquitecto o conservador; qué es Dios; si está absorto en su propia contemplación, o si algunas veces inclina hasta nosotros sus miradas; si crea diariamente, o ha creado una vez sola; si forma parte del mundo o es el mundo mismo; si todavía hoy puede dar nuevos decretos y modificar las leyes del destino, o si le es imposible retocar su obra sin descender de su majestad y reconocer que se ha engañado: necesario es sin duda que ame siempre las mismas cosas aquel que solamente puede amar las perfectas, no siendo por esto menos libre ni menos poderoso, porque él mismo es su necesidad. Si no pudiese elevarme a todo esto, para nada habría nacido. ¿A qué regocijarme en este caso por encontrarme en el número de los vivos? ¿por digerir comidas y bebidas? ¿por cuidar este débil y miserable cuerpo que perece en cuanto ceso de rellenarlo? ¿por desempeñar toda mi vida el cargo de enfermero, y temer la muerte para la cual nacemos todos? Quítame este inestimable placer, y no vale la existencia que me extenúe por ella entre fatigas y sudores. ¡Oh, qué pequeño es el hombre mientras no se eleva por encima de las cosas humanas! ¿Qué hacemos de admirable mientras luchamos con nuestras pasiones? La misma victoria, si llegamos a conseguirla, ¿tiene algo de sobrenatural? ¿Debemos gloriarnos porque no nos parecemos a los seres más depravados? No veo por qué razón haya de admirarse nadie al encontrarse más robusto que un enfermo. Mucha distancia hay de la robustez a la salud perfecta. Has escapado de los vicios del alma; no finge tu frente; la voluntad ajena no te hace sujetar la lengua, ni disimular tus sentimientos; huyes de la avaricia, que lo arrebata todo a los demás para negárselo todo a sí misma; el libertinaje, que prodiga vergonzosamente el dinero que gana por caminos más vergonzosos todavía; la ambición, que no lleva a las dignidades sino por indignas bajezas. Pero nada has hecho hasta ahora; has escapado de muchos escollos, pero no has escapado de ti mismo. La virtud a que aspiramos es magnífica, no porque sea propiamente un bienestar exento de todo vicio, sino porque engrandece el alma, la prepara al conocimiento de lo celestial y la hace digna de asociarse al mismo Dios. La plenitud y consumación de la felicidad para el hombre, consiste en hollar todo lo malo, elevarse y penetrar en el seno de la naturaleza. ¡Cuánto agrada desde en medio de esos astros entre los que vaga su pensamiento, mirar con desprecio las grandezas de los ricos y la tierra entera con todo su oro, no solamente aquel que ha arrojado de su seno y entregado a los cuños de nuestra moneda, sino también el que guarda en sus entrañas para la codicia de las edades venideras! Para desdeñar esos pórticos, esos artesonados resplandecientes de marfil, esos bosques recortados, esos ríos obligados a pasar por palacios, necesario es haber abarcado todo el ámbito del mundo, y dejado caer desde lo alto una mirada sobre este pequeño orbe terráqueo, cuya mayor parte cubren los mares, y la que sobresale, helada o abrasada, ofrece espantosas soledades. ¡He aquí, se dirá el sabio, el punto que tantos pueblos se disputan con el hierro y el fuego! ¡Oh, qué ridículos son los confines humanos! El Dacio no pasará el Ister; el Strymon limitará la Tracia; el Eúfrates detendrá a los Parthos; el Danubio separará la Sarmática del Imperio romano; el Rhin será el límite de la Germanía; el Pirineo dividirá las Galias y las Españas; inmensos desiertos de arena se extenderán entre el Egipto y la Etiopía! Si se concediese a las hormigas la inteligencia del hombre, ¿no harían como él muchas provincias del suelo de una granja? Cuando te hayas elevado a las cosas verdaderamente grandes, siempre que veas marchar ejércitos a banderas desplegadas, y, como si se tratase de algo importante, correr jinetes a la descubierta o desplegarse sobre las alas, te sentirás movido a decir: It nigrum campis agmen.....(1)( it nigrum ampis agmen praedamque per herbas convectant calle angusto… caminan por el campo en negra banda y por estrecha senda entre la hierba… (Virgilio, La Eneida. Nota D.C.B.)

Evoluciones son esas propias de hormigas que se agitan mucho en pequeño espacio. ¿Qué otra cosa las distingue de nosotros sino la pequeñez de su cuerpo? Un punto es este en que navegáis, en que trabáis guerras, en que distribuís imperios, exiguos, aunque no tengan otros límites que los dos Océanos. Allá arriba existen espacios sin término, a cuya posesión se admite nuestra alma, con tal de que solamente lleve consigo la parte más pequeña posible de su envoltura material, y que, purificada de toda mancha, libre de toda traba, sea bastante ligera y bastante parca en sus deseos para volar hasta ellos. En cuanto los toca, se alimenta de ellos y en ellos se desarrolla, encontrándose como libre de sus cadenas y devuelta a su origen. El alma reconoce su divinidad en el deleite que le producen las cosas divinas, que no contempla como ajenas, sino como propias. Con serenidad contempla allí la salida y ocaso de los astros, y las diversas órbitas que recorren sin confusión. Observa desde dónde comienza cada estrella a brillar para nosotros, su grado más alto de elevación, la carrera que recorre y la línea hasta que desciende. Espectadora curiosa, nada hay que no examine e investigue. ¿Por qué no hacerlo? Sabe que todo esto le pertenece. ¡Cuánto desprecia entonces la estrechez de su anterior domicilio! ¿Qué vale el espacio que media entre las costas más apartadas de España y las Indias? Navegación de poquísimos días si hincha las velas buen viento. ¡Pero la región celestial abre carrera de treinta años al astro más rápido de todos que, sin detenerse jamás, camina siempre con igual velocidad! Allí aprende al fin el hombre lo que por tanto tiempo ha buscado, allí aprende a conocer a Dios.

¿Qué es Dios? El alma del universo. ¿Qué es Dios? Todo lo que ves y todo lo que no ves. Si se le concede al fin toda su grandeza, que es mucho mayor de cuanto puede imaginarse, si él solo es todo, toda su obra está llena de él tanto en el interior como en el exterior. ¿Qué diferencia existe, pues, entre la naturaleza de Dios y la nuestra? Que nuestra parte mejor es el alma, y en Dios nada hay que no sea alma. Dios todo es razón, y en los mortales, por el contrario, tal es su ceguedad, que a sus ojos este universo tan bello, tan regular y constante en sus leyes, solamente es obra y juguete del acaso, que rueda entre los fragores del trueno, nubes, tempestades y demás azotes que agitan la tierra y lo inmediato a la tierra. Y esta locura no queda entre el vulgo, sino que se extiende a muchos que quieren pasar por sabios. Hay quienes, reconociendo en sí mismos un espíritu, y espíritu previsor, capaz de apreciar en sus detalles más pequeños lo que les afecta, tanto a ellos como a los demás, niegan a este universo, de que formamos parte, toda inteligencia, suponiéndole arrastrado por fuerza ciega, o por naturaleza inconsciente de lo que hace. ¿Y no consideras cuán útil es conocer estas cosas y determinar con exactitud sus términos? ¿Hasta dónde alcanza el poder de Dios? ¿Forma él la materia que necesita, o no hace más que usarla? ¿Es anterior la idea a la materia o la materia a la idea? ¿Hace Dios todo lo que quiere o en muchos casos falta objeto a la ejecución, y en repetidas ocasiones salen de manos del Supremo artífice obras defectuosas, no por falta de arte, sino porque los elementos que emplea son contrarios al arte? -Admirar, meditar, estudiar estas grandes cosas, ¿no es elevarse de la esfera de la propia mortalidad y pasar a mundo mejor? Mas ¿para qué, dirás, te servirán estos estudios? Si no para otra cosa, al menos para saber que todo es limitado cuando haya medido a Dios. Pero de esto hablaré después.



miércoles, 3 de mayo de 2017

TRATADO DE LOS SIETE RAYOS. FILOSOFÍA HERMÉTICA (V)

3. Enumeración de los Siete Rayos

Como parte del Plan original, la Vida Una trató de expandirse, y siete eones o emanaciones, surgieran del vórtice central y repitieron activamente el proceso anterior en todos los detalles. Aquellos también vinieron a la manifestación y, en la tarea de expresar la vida activa cualificada por el amor y limitada por la apariencia externa fenoménica, pasaron a una actividad secundaria y se convirtieron en los siete Constructores, las siete Fuentes de Vida y los siete Rishis de todas las antiguas escrituras. Estas entidades síquicas originales tienen la capacidad de expresar el amor (lo cual implica aceptar el concepto de la dualidad, el que ama y es amado, el que desea y es deseado) y pasar del ser subjetivo al devenir objetivo. A estas siete Entidades las denominamos:

1. El Señor de Poder o Voluntad. Esta Vida resuelve amar, y utiliza el poder como expresión de la divina benevolencia. Para su cuerpo de manifestación utiliza ese planeta del cual el Sol es el sustituto esotérico.
2. El Señor de Amor-Sabiduría, personifica el amor puro; los esotéricos consideran que está tan cerca del corazón del Logos solar, como lo estaba el amado discípulo cerca del corazón del Cristo de Galilea. Esta Vida infunde en todas las formas la cualidad del amor, conjuntamente con la manifestación más materialista del deseo; constituye el principio atractivo de la naturaleza y el custodio de la Ley de Atracción, que es la demostración de la vida del Ser puro. Este Señor de Amor es el más poderoso de los siete rayos, porque pertenece al mismo rayo cósmico de la Deidad solar. Se expresa a Sí mismo principalmente a través del planeta Júpiter, el cual constituye Su cuerpo de manifestación.
3. El Señor de Inteligencia Activa. Su trabajo está íntimamente ligado con la materia y actúa en colaboración con el Señor del segundo rayo. Es el impulso motivador en el trabajo inicial de la creación. El planeta Saturno constituye Su cuerpo de expresión en el sistema solar, y por intermedio de la materia (que en forma benéfica obstruye y obstaculiza) proporciona a la humanidad un amplio campo de experimento y experiencia.

Quisiera indicarles aquí que al hablar en términos de la personalidad, forzosamente tengo que emplear el pronombre personal, en consecuencia no deben acusarme de personalizar dichas grandes fuerzas. Hablo en términos de Entidad, del Ser puro, y no en términos de personalidad humana. Pero aún persiste la limitación del lenguaje, y al enseñar a quienes piensan con la mente concreta inferior, cuya intuición está aletargada o sólo se manifiesta en forma de destellos, me veo obligado a hablar en parábolas y a emplear un lenguaje simbólico. Permítanme indicar también que todas las declaraciones que haga tienen relación con nuestro planeta y se exponen en términos que puedan ser comprendidos por la humanidad que nuestro planeta ha producido. El trabajo, según lo voy describiendo, constituye sólo una fracción del trabajo emprendido por dichos Seres; cada uno de Ellos tiene Su propio propósito y radio de influencia, y como nuestra Tierra no es uno de los siete planetas sagrados (ni el cuerpo de manifestación de uno de los siete rayos fundamentales), esos Seres tienen propósitos y actividades donde nuestra Tierra desempeña una pequeña parte.
4. El Señor de Armonía, Belleza y Arte. La principal función de este Ser consiste en crear Belleza (como expresión de la verdad) mediante la libre interacción de la vida y la forma, basando el canon de la belleza en el plan inicial tal como existe en la mente del Logos solar. No se ha revelado cuál es el cuerpo de manifestación de esta Vida, pero la actividad que de él emana produce una combinación de sonidos y colores y un lenguaje musical que expresan -en forma de ideal- lo que es la idea originadora. Este cuarto Señor de expresión creadora reasumirá Su actividad en la Tierra de aquí a seiscientos años, aunque ya se sienten las primeras débiles expresiones de Su influencia, y en el próximo siglo se verá el renacimiento del arte creador en todas sus ramificaciones.
5. El Señor de Conocimiento Concreto y Ciencia. Esta gran Vida está en íntimo contacto con la mente de la Deidad creadora, así como el Señor de segundo rayo lo está con el corazón de esa misma Deidad. Su influencia es grande actualmente, aunque no tan poderosa como lo será más adelante. La ciencia es el desenvolvimiento sicológico en el hombre, debido a la influencia que ejerce este rayo, y recién ahora comienza a realizar su verdadero trabajo. Su influencia aumenta en poder, de la misma manera que disminuye la influencia del sexto Señor.
6. El Señor de Devoción e Idealismo. Esta Deidad Solar constituye la expresión peculiar y característica de la cualidad del Logos solar. No olviden que en el gran esquema del "universo universal" (no sólo nuestro universo), la cualidad de nuestro Logos solar es tan diferente y distinta como la de cualesquiera de los hijos de los hombres. Esta fuerza de rayo, junto con el segundo rayo, constituye una verdadera y vital expresión de la naturaleza divina. Las cualidades de dicho Señor son: la centrada militancia sobre un ideal, la centrada devoción al impulso de la vida y la sinceridad divina, las cuales plasman sus impresiones sobre todo lo que existe dentro de Su cuerpo de manifestación. Los esotéricos avanzados discuten sobre si Marte es o no, el planeta a través del cual Él se manifiesta. Debe recordarse que sólo unos pocos planetas constituyen los cuerpos de expresión de los Señores de los rayos. Hay diez "planetas de expresión" (usando el término empleado por los antiguos Rishis), y sólo siete Vidas de rayo se consideran que son los Constructores del sistema. El gran misterio que finalmente será revelado en las iniciaciones superiores, es la relación que existe entre un rayo y un planeta. Por lo tanto, no esperen una información más completa por ahora. La influencia de este sexto Señor ya está pasando.
7. El Señor de Orden Ceremonial o Magia. Está ahora entrando en el poder, y en forma lenta y segura hace sentir Su presencia. Su influencia es muy poderosa en el plano físico, porque existe una íntima interrelación numérica entre el Señor del séptimo rayo, por ejemplo, y el séptimo plano, el físico, así como la séptima raza raíz estará en completo acuerdo y expresará perfectamente la ley y el orden. Este rayo de orden y su advenimiento es parcialmente responsable de la actual tendencia en los asuntos mundiales de implantar gobiernos dictatoriales e imponer el control de un grupo central de gobierno.
Será de valor el siguiente enunciado sobre la actividad o inactividad de los rayos, y quisiera que tengan en cuenta que se refiere únicamente a nuestra Tierra sus evoluciones.

Primer Rayo No está en manifestación.
* Segundo Rayo En manifestación desde 1575 d.C.
* Tercer Rayo En manifestación desde 1425 d. C.
Cuarto Rayo Vendrá lentamente a la manifestación después del año 2025 d. C.
* Quinto Rayo En manifestación desde 1775 d. C.
Sexto Rayo Está saliendo rápidamente de la manifestación. Empezó a salir en el año 1625 d. C.
* Séptimo Rayo En manifestación desde 1675 d. C.

Por supuesto, éstos constituyen ciclos menores dentro de la influencia del signo de Piscis. Vemos que hay cuatro rayos en manifestación actualmente: segundo, tercero, quinto y séptimo. Surge aquí la pregunta: ¿Cómo puede ser que existan personas que pertenezcan a todos los rayos al mismo tiempo? La razón radica, como fácilmente puede verse, en que el cuarto rayo comienza a acercarse y el sexto se retira, lo cual permite que seis de esos rayos lleven a la manifestación a sus egos. Sin embargo, ahora hay muy pocos egos del cuarto rayo en la Tierra, y un sinnúmero de egos del sexto rayo, y pasarán más o menos doscientos años antes de que todos los egos del sexto rayo desencarnen. Respecto a egos de primer rayo, no existen tipos puros en el planeta. A quienes se los denomina de primer rayo pertenecen al primer subrayo del segundo rayo que se halla en encarnación. Un ego puro de primer rayo en encarnación actualmente sería un desastre. No hay suficiente inteligencia ni amor en el mundo como para equilibrar la voluntad dinámica de un ego que pertenezca al rayo del destructor.

Así como la familia humana tiene relación con el Logos planetario de la Tierra, lo cual se explica mejor diciendo que constituye Su corazón y cerebro, de la misma manera la suma total de evoluciones análogas dentro de todo sistema solar, constituye el corazón y el cerebro del Logos solar. La actividad inteligente y el amor son las características sobresalientes de un hijo de Dios evolucionado, mientras que sus reflejos inferiores –sexo y deseo- caracterizan las del hombre medio y las de los hijos de Dios que aún no han evolucionado.

Estas siete emanaciones vivientes y cualificadas que surgen del vórtice central de fuerzas, se componen de incontables miríadas de unidades de energía que son aspectos innatos e inherentes a la vida, dotadas de cualidad y capaces de adquirir apariencia. En lo subhumano esta triple combinación vida, cualidad y apariencia, produce respuesta consciente al medio ambiente, la cual está compuesta de la totalidad de vidas, cualidades y apariencias --síntesis de los siete rayos o emanaciones de la Deidad, los cuales producen en el reino humano una percepción autoconsciente y en el superhumano una inclusividad sintética. Todas las mónadas humanas traídas a la manifestación por la voluntad y el deseo de algún Señor de rayo, forman parte de Su cuerpo de manifestación. Potencialmente expresan Su cualidad y aparecen fenoménicamente de acuerdo al grado de evolución alcanzado. "Como Él es, así somos nosotros en este mundo" pero todavía sólo potencialmente -la meta de la evolución radica en convertir lo potencial en real y lo latente en expresado. El trabajo del esotérico estriba precisamente en esto: extraer la cualidad oculta en lo que está latente.

4. La Función del Cristianismo

He expuesto la premisa básica de que todo lo que conocemos constituye una entidad divina en manifestación que se expresa a través de tres aspectos (para los propósitos de este tratado, porque están más de acuerdo con la terminología del emergente pensamiento moderno), que he decidido denominarlos Vida, Cualidad y Apariencia. Éstos son algunos de los nombres dados a la Trinidad, por las grandes religiones, y sinónimos de la frase cristiana Padre, Hijo y Espíritu Santo (¡viejos términos antropomórficos!), Espíritu, Alma y Cuerpo, de la fraseología común, y Vida, Conciencia y Forma, de la filosofía hindú.

Sugeriré aquí que la importancia del cristianismo radica en comprender que es una religión de enlace y esto los pensadores modernos harían bien en recordarlo, pues está simbolizada por el hecho de que el Maestro de Maestros encarnó en Palestina, pedazo de tierra que se encuentra entre Asia y Europa y posee características de ambos continentes. El cristianismo es la religión del período de transición que vincula la era de la existencia autoconsciente con la era de un mundo que tiene conciencia grupal. Subsistirá también en la era donde prevalecerá ese tipo de pensamiento que (correctamente aplicado) servirá de eslabón entre los mundos de la mente concreta y la mente abstracta. El Antiguo Comentario lo expresa así: "Cuando llegue el momento en que la luz del alma revele el antakarana (puente entre la conciencia de la personalidad y la conciencia del alma, A. A. B.), entonces se conocerá a los hombres por el conocimiento que poseen, estarán coloreados por la desesperación del deseo insatisfecho, se dividirán en los que reconocen su dharma (que significa cumplir con todas sus obligaciones y deberes) y en quienes sólo ven la actuación del karma, y, por la naturaleza misma de su necesidad; hallarán finalmente `luz y paz'."
El cristianismo es una religión principalmente separatista que demuestra al hombre su dualidad y sienta las bases para la unidad futura, etapa muy necesaria que ha prestado un buen servicio a la humanidad; el propósito y la intención del cristianismo ha sido bien definido y elevado y ha efectuado su trabajo divino. Hoy está en proceso de ser reemplazado, pero no se ha revelado qué nueva formulación de la verdad lo reemplazará. La luz afluye lentamente en la vida del hombre, y en esa radiante iluminación Él formulará la nueva religión y llegará a una nueva enunciación de la antigua verdad. A través del lente de la mente iluminada verá, dentro de poco tiempo, aspectos de la divinidad hasta ahora desconocidos. ¿Han pensado alguna vez que pueden existir cualidades y características de naturaleza divina latentes dentro de la forma, que hasta ahora han sido totalmente desconocidas, ni siquiera tenuemente percibidas, ni han tenido precedente, ni existen palabras y medios adecuados para expresarlas? Así es. Del mismo modo que la frase "conciencia grupal" no tendría ningún significado para el hombre primitivo y sólo sería un conjunto de signos alfabéticos sin sentido, así (bajo la superficie de nuestro mundo manifestado) residen las cualidades divinas y un propósito que está tan lejos de la conciencia de nuestra humanidad actual como la idea de la percepción colectiva estaba alejada de la conciencia de la humanidad prehistórica. Que este pensamiento les infunda valor. El pasado constituye la garantía de la infinita expansión del futuro.

CAPITULO II

ALGUNAS PREGUNTAS Y SUS CORRESPONDIENTES RESPUESTAS

HE INDICADO en este tratado que dedicaríamos nuestra principal atención al segundo de los tres aspectos y nos concentraríamos sobre la cualidad. ¿ Qué quiero significar con esto? Quiero significar que trataremos aquello que surge por intermedio de la forma, que vela o se oculta detrás de la apariencia, expresa la vida o el espíritu, y se produce mediante la interacción de la vida con la materia. Cuando se refiere al hombre -que es el reflejo de la divinidad- y se aplica al tema de su cualidad, implica tres cosas:
1. El ser humano es, como dije anteriormente, una vida encarnada que expresa cualidad y registra esa cualidad en la conciencia, o bien responde sensiblemente a la interacción que se produce durante el proceso evolutivo entre el espíritu y la materia.
2. El hombre, por ser una síntesis -la única síntesis completa, exceptuando la Deidad Macrocósmica-, reconoce que en la actualidad es lo bastante poderoso como para poder diferenciar las reacciones de...
a. La triplicidad, el Conocedor, el campo del conocimiento y el conocimiento -según es los denomina El Bhagavad Gita.
b. La acrecentada comprensión de que el campo del conocimiento es sólo apariencia o ilusión, y que el conocimiento puede ser un obstáculo si no se trasmuta en sabiduría.
c. El progreso evolutivo en respuesta a uno de estos tres, lo cual indica el desarrollo de la sensibilidad.

Esto lleva a interesarnos por el Conocedor y a creer que este Conocedor es el Alma, Uno con la Deidad, ilimitado y eterno y el factor determinante, en tiempo y espacio, de la existencia humana.
3. Que la infinita diversidad de formas oculta una síntesis subjetiva. Por lo tanto, el hombre puede ver eventualmente, observar un septenario universal cuando se expresa a sí mismo a través de las formas de todos los reinos, y cuando esto sucede penetra en el mundo de la unidad subjetiva y puede seguir su camino conscientemente hacia el Uno. No puede todavía entrar en la conciencia de esa fundamental Unidad esencial, pero sí penetrar en la de su propia vida de rayo, fuente de donde emana su propia vida temporariamente especializada.
Esta triplicidad de conceptos requiere un cuidadoso estudio. Podría expresarse de la forma siguiente:

o ..........La Vida Una. Unidad.
o o o ..........Los tres Rayos Mayores
o o o o ..........Los cuatro Rayos Menores Forman siete
o ..........La Unidad de la Apariencia
De la Vida Una no nos ocuparemos, la aceptamos como una verdad fundamental y comprenderemos que estamos en el camino de retorno desde la unidad de la existencia identificada con la forma, a través de los diversos modos de responder conscientemente a la interacción y actividad divinas, hasta llegar a una final identificación con la Vida Una. La conciencia de la forma debe ceder su lugar a la radiación cualificada de la identidad espiritual autoconsciente, que es la de un hijo de Dios que aparece por medio de la forma. Esto finalmente será reemplazado por dos formas de expresión que contienen en sí:
1. El sentido de síntesis divino del cual nuestro "bienestar" corporal es la forma inferior del reflejo material, aunque simbólico. Es un sentido de coordinada satisfacción gozosa, basado en la realización del Ser.
2. El traslado de esta percepción de la vida a un aspecto aún más intenso y desapegado, implica la percepción de la vida de Dios mismo, liberado de la forma, pero es, en sentido oculto, aún consciente de la cualidad.

En lenguaje místico podría expresarse así:

-"Tomo un cuerpo. Ese cuerpo tiene vida. Conozco su vida. Por consiguiente
Conozco a mi madre.
-"Utilizo un cuerpo. Ese cuerpo no soy yo. Sirvo al grupo y al servir VIVO
desapegado dentro del cuerpo, soy un hijo de Dios. Conozco a mi Yo.
-"Animo un cuerpo. Soy su vida y en esa vida seré la vida. Esa
Vida es conocida como amor. Soy el amor de Dios. Conozco al Padre
y sé que Su vida es amor.
-"Soy el cuerpo y su vida amorosa. Soy el Yo, cuya cualidad es
amor. Soy la vida de Dios mismo. Soy la Madre, el Padre y el Hijo.
-"Detrás de estos tres permanece el Dios desconocido. Eso
Dios soy Yo."

Hablaremos con claridad a expensas de la repetición. En este tratado, aunque me referiré a la forma y consideraré su naturaleza, acentuaré la autoconciencia a medida que se expresa como respuesta y percepción de un peculiar tipo que denominamos "cualidad de conciencia", o su característica innata. Tenemos siempre triplicidades subsidiarias que sólo son vocablos adjetivados empleados para expresar la cualidad de la vida que aparece.

Forma Mutabilidad, respuesta consciente a la radiación. Materia.
Autoconciencia Respuesta. Percepción de la identidad. Alma.
Vida Inmutabilidad. Emanación. Causa. Fuente. Espíritu.

La síntesis de todo lo manifestado, la denominamos Dios, el Aislado, el que Todo lo compenetra, el Desapegado y el Retraído.
Las mencionadas verdades abstractas son difíciles de captar, pero es necesario exponerlas para que nuestro tema sea comprendido y no dé pie a que se diga que consideramos la diversidad como la única verdad y no nos ocupamos de la realidad.



FRANCIS BACON. NOVUM ORGANUM (II)



NOVUM ORGANUM. FRANCIS BACON (II)


25. Los principios hoy imperantes tienen origen en una experiencia superficial y vulgar, y en el reducido número de hechos que por sí mismos se presentan a la vista; no tienen otra profundidad ni extensión más que la de la experiencia; no siendo, pues, de extrañar que carezcan de virtud creadora. Si por casualidad se presenta un hecho que aún no haya sido observado ni conocido, se salva el principio por alguna distinción frívola, cuando sería más conforme a la verdad modificarlo.

26. Para hacer comprender bien nuestro pensamiento, damos a esas nociones racionales que se transportan al estudio de la naturaleza, el nombre de Prenociones de la naturaleza (porque son modos de entender temerarios y prematuros), y a la ciencia que deriva de la experiencia por legítima vía, el nombre de Interpretación de la naturaleza.

27. Las prenociones tienen potencia suficiente para determinar nuestro asentimiento; ¿no es cierto que si todos los hombres tuviesen una misma y uniforme locura, podrían entenderse todos con bastante facilidad?

28. Más aún, las prenociones subyugan nuestro asentimiento con más imperio que las interpretaciones, porque recogidas sobre un reducido número de hechos, y sobre aquellos que más familiares nos son, hieren in continenti el espíritu y llenan la imaginación, mientras que las interpretaciones, recogidas aquí y allí sobre hechos muy variados y diseminados, no pueden impresionar súbitamente el espíritu, y deben sucesivamente parecernos muy penosas y extrañas de recibir, casi tanto como los misterios de la fe.

29. En las ciencias, en que sólo las opiniones y las máximas están en juego, las prenociones y la dialéctica son de gran uso, porque es del espíritu del que se ha de triunfar, y no de la naturaleza.

30. Aun cuando todas las inteligencias de todas las edades aunasen sus esfuerzos e hicieran concurrir todos sus trabajos en el transcurso del tiempo, poco podrían avanzar las ciencias con la ayuda de las prenociones, porque los ejercicios mejores y la excelencia de los remedios empleados, no pueden destruir errores radicales, y que han tomado carta de naturaleza en la constitución misma del espíritu.

31. Es en vano esperar gran provecho en las ciencias, injertando siempre sobre el antiguo tronco; antes al contrario, es preciso renovarlo todo, hasta las raíces más profundas, a menos que no se quiera dar siempre vueltas en el mismo círculo y con un progreso sin importancia y casi digno de desprecio.
32. No combatimos en modo alguno la gloria de los autores antiguos, dejámosles todo su mérito; no comparamos ni la inteligencia ni el talento, sino los métodos; nuestra misión no es la del juez, sino la del guía.

33. Preciso es decirlo con franqueza: no se puede emitir juicio acerca de nuestro método, ni acerca de los descubrimientos por él realizados, en nombre de las prenociones (es decir, de la razón, tal corno actualmente se la entiende), pues no puede pretenderse que se reconozca como autoridad aquello mismo que se quiere juzgar.

34. Explicar y hacer comprender lo que pretendemos, no es cosa fácil, pues jamás se comprende lo que es nuevo, sino por analogía, con lo que es viejo.

35. Borgia dijo de la expedición de los franceses a Italia que habían ido hierro en mano para marcar las posadas y no con armas para forzarlas; de esta suerte quiero yo dejar penetrar mi doctrina en los espíritus dispuestos y propicios a recibirla; no conviene intentar conversar cuando hay disentimiento sobre los principios, las nociones fundamentales y las formas de la demostración. (no conviene hablar conmigo, por ejemplo, del utilitarismo ni de la nueva tendencia psicolingüística que le sirve de base porque no es que no me guste, es que se me alborota la esencia de todos mis Yoes) (un cuadro se me presentó a la imaginación mientras meditaba precisamente en el límite que le quieren poner los nuevos filósofos al alcance de mi conocimiento: Ví una señora, gordita ella, con una nevera grande de la que iba sacando provisiones que repartía entre un grupo de niños. La señora llamó al más pequeño y le dijo: “Ven cariño, que te voy a poner crema, que los rayos uva son muy malos”. Y me pregunté ¿es amplio el conocimiento de esta señora porque sabe decir “rayos uva” y saben que son malos? ¿sabrá que vienen junto con la luz visible? ¿sabrá qué rayos emite el microondas? ¿sabrá que nuestra visión sólo distingue del rojo al violeta? ¿sabrá siquiera lo que es la luz?. En cambio, la gente utiliza este lenguaje ¿hemos de deducir de ello que tienen conocimiento amplio del significado? Pues no, me dije a mí misma, su conocimiento es mucho menor que su lenguaje. A no ser que la teoría sólo se haya formulado para la élite que ya de por sí tienen los conocimientos que le permite utilizar dicho lenguaje con propiedad. O sea, y, creo, que me dormí.

36. El único medio de que disponemos para hacer apreciar nuestros pensamientos, es el de dirigir las inteligencias hacia el estudio de los hechos, de sus series y de sus órdenes, y obtener de ellas que por algún tiempo renuncien al uso de las nociones y empiecen a practicar la realidad.



37. En su comienzo, tiene nuestro método gran analogía con los procedimientos de los que defendían la acatalepsia (imposibilidad de conocer algo); pero, en fin de cuentas, hay entre ellos y nosotros diferencia inmensa y verdadera oposición. Afirman ellos sencillamente que nada puede saberse; afirmamos nosotros que no puede saberse mucho de lo que a la naturaleza concierne, con el método actualmente en uso; pero por ello quitan los partidarios de la acatalepsia toda autoridad a la inteligencia y a los sentidos; y nosotros, al contrario, procuramos y damos auxiliares a una y a otros.

38. Los ídolos1 y las nociones falsas que han invadido ya la humana inteligencia, echando en ella hondas raíces, ocupan la inteligencia de tal suerte, que la verdad sólo puede encontrar a ella difícil acceso; y no sólo esto: sino que, obtenido el acceso, esas falsas nociones, concurrirán a la restauración de las ciencias, y suscitarán a dicha obra obstáculos mil, a menos que, prevenidos los hombres, se pongan en guardia contra ellos, en los límites de lo posible.

39. Hay cuatro especies de ídolos que llenan el espíritu humano. Para hacernos inteligibles, los designamos con los siguientes nombres: la primera especie de ídolos, es la de los de la tribu; la segunda, los ídolos de la caverna; la tercera, los ídolos del foro; la cuarta, los ídolos del teatro.

40. La formación de nociones y principios mediante una legítima inducción, es ciertamente el verdadero remedio para destruir y disipar los ídolos; pero sería con todo muy conveniente dar a conocer los ídolos mismos. Existe la misma relación entre un tratado de los ídolos y la interpretación de la naturaleza, que entre el tratado de los sofismas y la dialéctica vulgar.

41. Los ídolos de la tribu tienen su fundamento en la misma naturaleza del hombre, y en la tribu o el género humano. Se afirma erróneamente que el sentido humano es la medida de las cosas; muy al contrario, todas las percepciones, tanto de los sentidos como del espíritu, tienen más relación con nosotros que con la naturaleza. El entendimiento humano es con respecto a las cosas, como un espejo infiel, que, recibiendo sus rayos, mezcla su propia naturaleza a la de ellos, y de esta suerte los desvía y corrompe.

42. Los ídolos de la caverna tienen su fundamento en la naturaleza individual de cada uno; pues todo hombre independientemente de los errores comunes a todo el género humano, lleva en sí cierta caverna en que la luz de la naturaleza se quiebra y es corrompida, sea a causa de disposiciones naturales particulares de cada uno, sea en virtud de la educación y del comercio con los otros hombres, sea a consecuencia de las lecturas y de la autoridad de aquellos a quienes cada uno reverencia y admira, ya sea en razón de la diferencia de las impresiones, según que hieran un espíritu prevenido y agitado, o un espíritu apacible y tranquilo y en otras circunstancias; de suerte que el espíritu humano, tal como está dispuesto en cada uno de los hombres, es cosa en extremo variable, llena de agitaciones y casi gobernada por el azar. De ahí esta frase tan exacta de Heráclito: que los hombres buscan la ciencia en sus particulares y pequeñas esferas, y no en la gran esfera universal, (pero me parece a mí que Heráclito en la segunda parte de su frase, no está precisamente aludiendo a los datos directos de los sentidos. No sé si Bacon escogió bien el ejemplo)

43. Existen también ídolos que provienen de la reunión y de la sociedad de los hombres, a los que designamos con el nombre de ídolos del foro, para significar el comercio y la comunidad de los hombres de que tienen origen. Los hombres se comunican entre sí por el lenguaje; pero el sentido de las palabras se regula por el concepto del vulgo. He aquí por qué la inteligencia, a la que deplorablemente se impone una lengua mal constituida, se siente importunada de extraña manera. Las definiciones y explicaciones de que los sabios acostumbran proveerse y armarse anticipadamente en muchos asuntos, no les libertan por ello de esta tiranía. Pero las palabras hacen violencia al espíritu y lo turban todo, y los hombres se ven lanzados por las palabras a controversias e imaginaciones innumerables y vanas.

44. Hay, finalmente, ídolos introducidos en el espíritu por los diversos sistemas de los filósofos y los malos métodos de demostración; llamarémosles ídolos del teatro, porque cuantas filosofías hay hasta la fecha inventadas y acreditadas, son, según nosotros, otras tantas piezas creadas y representadas cada una de las cuales contiene un mundo imaginario y teatral. No hablamos sólo de los sistemas actualmente extendidos, y de las antiguas sectas de filosofía; pues se puede imaginar y componer muchas otras piezas de ese género, y errores completamente diferentes tienen causas casi semejantes. Tampoco queremos hablar aquí sólo de los sistemas de filosofía universal, sí que también de los principios y de los axiomas2 de las diversas ciencias, a los que la tradición, una fe ciega y la irreflexión, han dado toda la autoridad. Pero es preciso hablar más extensa y explícitamente de cada una de esas especies de ídolos, para que el espíritu humano pueda preservarse de ellos.

45. El espíritu humano se siente inclinado naturalmente a suponer en las cosas más orden y semejanza del que en ellas encuentra; y mientras que la naturaleza está llena de excepciones y de diferencias, el espíritu ve por doquier armonía, acuerdo y similitud. De ahí la ficción de que todos los cuerpos celestes describen al moverse círculos perfectos; de las líneas espirales y tortuosas, sólo se admite el nombre. De ahí la introducción del elemento del fuego y de su órbita, para completar la simetría con los otros tres que descubre la experiencia. De ahí también la suposición de que son los elementos, siguiendo una escala de progresión ascendente, diez veces más ligeros unos que otros; y de ahí, finalmente, tantos otros sueños de este género. Y no son sólo los principios los que se puede encontrar quiméricos, sí que también las mismas nociones.

46. El espíritu humano, una vez que lo han reducido ciertas ideas, ya sea por su encanto, ya por el imperio de la tradición y de la fe que se les presta, vese obligado a cedera esas ideas poniéndose de acuerdo con ellas; y aunque las pruebas que desmienten esas ideas sean muy numerosas y concluyentes, el espíritu o las olvida, o las desprecia, o por una distinción las aparta y rechaza, no sin grave daño; pero preciso le es conservar incólume toda la autoridad de sus queridos prejuicios. Me agrada mucho la respuesta de aquel a quien enseñándole colgados en la pared de un templo los cuadros votivos de los que habían escapado del peligro de naufragar, como se le apremiara a declarar en presenciade tales testimonios si reconocía la providencia de los dioses, contestó: «¿Pero dónde se han pintado los que, a pesar de sus oraciones, perecieron?» Así es como procede toda superstición, astrología, interpretación de los ensueños, adivinación, presagios; los hombres, maravillados de esas especies de quimeras, toman nota de las predicciones realizadas; pero de las otras, más numerosas, en que el hecho no se realiza, prescinden por completo. Es éste un azote que penetra más sutilmente aún la filosofía y las ciencias; desde el punto en que un dogma es recibido en ellos, desnaturaliza cuanto le es contrario, sean los que fuesen la fuerza y la razón que se les opongan, y las someten a su antojo. Y aun cuando el espíritu no tuviere ni ligereza, ni debilidad, conserva siempre una peligrosa propensión a ser más vivamente impresionado por un hecho positivo, que por un experimento negativo, mientras que regularmente debería prestar tanto crédito a uno como a otro, y que por lo contrario, es principalmente en la experiencia negativa donde se encuentra el fundamento de los verdaderos principios.

2 La palabra está empleada aquí por Bacon como sinónimo de principio, hipótesis, opinión, lo cual, como observa muy juiciosamente el profesor Lorquet, traductor francés de esta obra, a quien seguimos, es un inútil abuso de lenguaje.

47. Maravíllase el espíritu humano sobre todo de los hechos que se le presentan juntos e instantáneamente, y de que de ordinario está llena la imaginación; una tendencia cierta, pero imperceptible, le inclina a suponer y a creer que todo lo demás se asemeja a aquellos hechos que le asedian; por naturaleza es poco afecto a abordar aquellos experimentos desusados y que se apartan de las sendas trazadas en que los principios vienen a probarse como al fuego; es además poco hábil para tratarlos a menos que reglas de hierro, y una autoridad inexorable no le obliguen a ello.

48. El espíritu humano se escapa sin cesar y jamás puede encontrar ni descanso ni límites; siempre busca más allá, pero en vano. Por eso es por lo que no puede comprenderse que el mundo termine en alguna parte, e imaginar límites sin concebir alguna cosa hacia el otro lado. Por eso es también por lo que no se puede comprender cómo haya transcurrido una eternidad hasta el día, pues la distinción que habitualmente se emplea de el infinito anterior y el infinito posterior (infinitum a parte ante y a parte post) es de todo punto insostenible, pues se deduciría de ello que hay un infinito mayor que otro infinito, que lo infinito tiene término y se convierte así en finito. La divisibilidad hasta lo infinito de la línea nos lleva a una confusión semejante que proviene del movimiento sin término del pensamiento. Pero donde esa impotencia para detenerse origina los mayores inconvenientes es en la investigación de las causas; pues mientras que las leyes más generales de la naturaleza deban ser hechos primitivos (como lo son en efecto), y cuya causa no existe, realmente el espíritu humano, que no puede detenerse en parte alguna, busca todavía algo más claro que esos hechos. Pero sucede entonces que queriendo remontarse más en la naturaleza, desciende hacia el hombre, al dirigirse a las causas finales, causas que existen más en nuestra mente que en la realidad, y cuyo estudio ha corrompido de rara manera la filosofía. Hay tanta impericia y ligereza en investigar la causa de los hechos más generales, como en no investigar la de los hechos que tienen el carácter de secundarios y derivados.

49. El espíritu humano no recibe con sinceridad la luz de las cosas, sino que mezcla a ella su voluntad y sus pasiones; así es como se hace una ciencia a su gusto, pues la verdad que más fácilmente admite el hombre, es la que desea. Rechaza las verdades difíciles de alcanzar, a causa de su impaciencia por llegar al resultado; los principios que le restringen porque ponen límites a su esperanza; las más altas leyes de la naturaleza, porque contrarían sus supersticiones; la luz de la experiencia, por soberbia, arrogancia, porque no aparezca su inteligencia ocupándose en objetos despreciables y fugitivos; las ideas extraordinarias, porque hieren las opiniones vulgares; en fin, innumerables y secretas pasiones llegan al espíritu por todas partes y corrompen el juicio.

50. Pero la fuente más grande de errores y dificultades para el espíritu humano se encuentra en la grosería, la imbecilidad y las aberraciones de los sentidos, que dan a las cosas que les llama la atención más importancia que a aquellas que no se la llaman inmediatamente, aunque las últimas la tengan en realidad mayor que las otras. No va más allá el espíritu que el ojo; también la observación de lo que es invisible es completamente nula o poco menos.

3 En el original latín: Omnis operatio spirituum in corporibus tangibilibus. Bacon distinguía en todos los cuerpos una parte grosera y tangible, y una parte volátil e impalpable que eran los espíritus de la escuela.

Por esto todas las operaciones de los espíritus3 en los cuerpos tangibles nos escapan y quedan ignoradas. No advertimos tampoco en las cosas visibles los cambios insensibles de estado, que de ordinario llamamos alteraciones, y que son en efecto un transporte de las partes más tenues. Y sin embargo, si no se conoce y saca a luz esas operaciones y esos cambios, nada grande puede producirse en la naturaleza en materia de industria. Por otra parte, la naturaleza del aire y de todos los cuerpos más ligeros que el aire (y hay muchos) nos es casi por completo desconocida. Los sentidos por sí mismos son muy limitados y con frecuencia nos engañan, y los instrumentos no pueden darles mucho alcance y finura; pero toda verdadera interpretación de la naturaleza descansa sobre el examen de los hechos y sobre las experiencias preparadas y concluyentes; en este método, los sentidos juzgan de la experiencia solamente, y la experiencia de la naturaleza y del objeto por conocer.

51. El espíritu humano por naturaleza, es inclinado a las abstracciones y considera como estable lo que está en continuo cambio. Es preferible fraccionar la naturaleza que abstraerla; esto es lo que hace la escuela de Demócrito, que ha penetrado mejor que cualquiera otra en la naturaleza. Lo que hay que considerar es la materia, sus estados y sus cambios de estado, sus operaciones fundamentales, y las leyes de la operación o del movimiento; en cuanto a las formas, son invenciones del espíritu humano, a menos que se quiera dar el nombre de formas a esas leyes de las operaciones corporales.

52. He ahí los ídolos que nosotros llamamos de la tribu, que tienen su origen o en la regularidad inherente a la esencia del humano espíritu, en sus prejuicios, en su limitado alcance, en su continua inestabilidad, en su comercio con las pasiones, en la imbecilidad de los sentidos, o en el modo de impresión que recibimos de las cosas.

53. Los ídolos de la caverna provienen de la constitución de espíritu y de cuerpo particular a cada uno, y también de la educación de la costumbre, de las circunstancias. Esta especie de errores es muy numerosa y variada; indicaremos, sin embargo, aquellos contra los que es más preciso precaverse, y que más perniciosa influencia tienen sobre el espíritu, al cual corrompen.

54. Gustan los hombres de las ciencias y los estudios especiales, bien porque se crean sus autores o inventores, o bien porque les hayan consagrado muchos esfuerzos y se hayan familiarizado particularmente con ellos. Cuando los hombres de esta clase se inclinan hacia la filosofía y las teorías generales, las corrompen y alteran a consecuencia de sus estudios favoritos; obsérvase esto claramente en Aristóteles, que esclavizó de tal suerte la filosofía natural a su lógica, que hizo de la primera una ciencia poco menos que vana y un campo de discusiones. Los químicos, con algunos ensayos en el hornillo, han construido una filosofía imaginaria y de limitado alcance; aún más, Gilberto4, después de haber observado las propiedades del imán con atención exquisita, se hizo in continenti una filosofía en armonía perfecta con el objeto de que su espíritu estaba poseído.

55. La distinción más grave, y en cierto modo fundamental, que se observa en las inteligencias, relativa a la filosofía y a las ciencias, es que unos tienen mayor actitud y habilidad para apreciar las diferencias de las cosas, y otros para apreciar las semejanzas. Insiste a menudo acerca de esos espíritus y de sus operaciones, que describe en el libro II. (Nota de Lorquet
en la traducción francesa.)

4 Médico y físico inglés, cuya especialidad eran los estudios acerca del magnetismo. Florecía en el siglo XVI y falleció en el año 1603.

Los espíritus fuertes y penetrantes pueden fijar y concentrar su atención sobre las diferencias aun las más sutiles; los espíritus elevados y que razonan, distinguen y reúnen las semejanzas más insignificantes y generales de los seres: una y otra clase de inteligencia cae fácilmente en el exceso, percibiendo o puntos o sombras.

56. Hay espíritus llenos de admiración por todo lo antiguo, otros de pasión y arrastrados por la novedad; pocos hay de tal suerte constituidos que puedan mantenerse en un justo medio y que no vayan a batir en brecha lo que los antiguos fundaron de bueno y se abstengan de despreciar lo que de razonable aportan a su vez los modernos. No sin gran perjuicio para la filosofía y las ciencias, se hacen los espíritus más bien partidarios que jueces de lo antiguo y de lo nuevo; no es a la afortunada condición de uno u otro siglo, cosa mudable y perecedera, a lo que conviene pedir la verdad, sino a la luz de la experiencia y de la naturaleza, que es eterna. Preciso es, pues, renunciar a esos entusiasmos y procurar que la inteligencia no reciba de ellos sus convicciones.

57. El estudio exclusivo de la naturaleza y de los cuerpos en sus elementos, fracciona en pedazos, en cierto modo, la inteligencia; el estudio exclusivo de la naturaleza y de los cuerpos en su composición y en su disposición general, sume al espíritu en una admiración que le enerva. Esto se ve bien claro comparando la escuela de Leucipo y Demócrito con las otras sectas filosóficas: aquélla se preocupa de modo tal de los elementos de las cosas, que olvida los compuestos; las otras, tan extasiadas se quedan ante los compuestos, que no pueden llegar a los elementos. Conviene, pues, que estos estudios sucedan unos a otros y cultivarlos alternativamente, para que la inteligencia sea a la vez vasta y penetrante, y se pueda evitar los inconvenientes que hemos indicado y los ídolos que de ellos provienen.

58. He aquí las precauciones que es necesario tomar para alejar y disipar los ídolos de la caverna, que provienen ante todo del predominio de ciertos gustos, de la observación excesiva de las desemejanzas o de las semejanzas, de la excesiva admiración a ciertas épocas; en fin, de considerar demasiado estrechamente, o de un modo con exceso parcial las cosas. En general, toda inteligencia, al estudiar la naturaleza, debe desconfiar de sus tendencias y de sus predilecciones, y poner en cuanto a ellas se refiera, extrema reserva, para conservar a la inteligencia toda su sinceridad y pureza.


martes, 2 de mayo de 2017

FRANCIS BACON. NOVUM ORGANUM (I)


Es verdad que tengo una voz que me habla, sobre todo por teléfono. Nunca he oído voces, para rabia de mi amigo Andrés, que se empeña en presentarme como una iluminada. Mi voz telefónica me ha dicho hoy que quizá convendría que incluyera alguna explicación en el Tratado de los Siete Rayos con el que estamos trabajando (el estamos, a lo mejor, es un plural mayestático). A mí, cuando me prestan un libro, no me gusta que esté subrayado. El subrayado significa que aquello, para alguien, es importante; pero puede ser que no lo sea para mí. Con los libros que voy transcribiendo me pasa lo mismo. No me gusta intercalar mis comentarios porque no quiero influir en el libre pensamiento de cada uno. Son libros más bien individuales. Aunque en el presente se recomienda trabajar en grupo, no es lo mismo que trabajar bajo la interpretación de alguien. En un grupo se comenta, se compara, se aportan ideas y todo se queda en "esa nube" donde las ideas giran y cada cual puede utilizar la que mejor le venga. A veces, esta noción de nube, se me parece mucho al Inconsciente colectivo de Jung, heredado y enriquecido de generación en generación. He escogido este texto de Bacon para hacer una prueba: los paréntesis resaltados en rojo son mis intervenciones.Esperaré a la voz de mi conciencia, la que me llega por el teléfono a ver qué le parece





Francis Bacon

NOVUM ORGANUM

Aforismos sobre la interpretación de la naturaleza y el reino del hombre

PREFACIO DEL AUTOR

I. Aquellos que se han atrevido a hablar dogmáticamente de la naturaleza como de un sujeto explorado, sea que les haya inspirado esta audacia su espíritu excesivamente confiado o su vanidad y el hábito de hablar magistralmente, han ocasionado un perjuicio muy grande a la filosofía y a las ciencias. Mandando la fe con autoridad, supieron, con no menos poderío, oponerse e impedir toda investigación, y por sus talentos más comprometieron la causa que prestaron servicio a la verdad, ahogando y corrompiendo anticipadamente el genio de los otros. Los que siguieron el camino opuesto y afirmaron que el hombre absolutamente nada puede saber, ya sea que hayan admitido esta opinión en odio a los antiguos sofistas, ya en consecuencia de las incertidumbres de su espíritu, o bien en virtud de alguna doctrina, han presentado en apoyo de su opinión, razones que no eran en modo alguno despreciables; pero, sin embargo, no las habían tomado de las verdaderas fuentes, y arrastrados por su celo y cierta especie de afectación, cayeron en una exageración completa. Pero los primeros filósofos griegos (cuyos escritos han perecido) se mantuvieron prudentemente entre la arrogancia del dogmatismo y la desesperación de la catalepsia, y extendiéndose frecuentemente en amargas quejas sobre las dificultades de las investigaciones y la oscuridad de las cosas, y como tascando su freno, no por ello dejaron de proseguir su empresa, ni renunciaron tampoco al comercio que con la naturaleza habían establecido. Pensaban sin duda que para saber si el hombre puede llegar o no a conocer la verdad, es más razonable hacer la prueba que discutir acerca de ello; y, sin embargo, estos mismos, abandonándose a los movimientos de su pensamiento, no se impusieron regla alguna y lo basaron todo sobre la profundidad de sus meditaciones, la agitación y las evoluciones de su espíritu.


II. En cuanto a nuestro método, es tan fácil de indicar como difícil de practicar. Consiste en establecer distintos grados de certeza; en socorrer los sentidos limitándolos; en proscribir las más de las veces el trabajo del pensamiento que sigue la experiencia sensible; en fin, en abrir y garantir al espíritu un camino nuevo y cierto, que tenga su punto de partida en esta experiencia misma. Sin duda alguna estas ideas habían impresionado a los que tan importante papel hicieron representar a la dialéctica; probaban por ello que buscaban ayuda para la inteligencia y que desconfiaban del movimiento natural y espontáneo del pensamiento. Pero es ése un remedio tardío a un mal desesperado, cuando el espíritu ha sido corrompido por los usos de la vida común, la conversación de los hombres y las doctrinas falsas y sitiado por los ídolos (idola tribu, idola fori,idola spectru, idols theatri……. Nota mía) más quiméricos.

He aquí por qué el arte de la dialéctica, aportando —como hemos dicho— un tardío socorro a la inteligencia, sin mejorar su estado, más sirvió para crear nuevos errores que para descubrir la verdad. El solo camino de salvación que nos queda es volver a comenzar enteramente todo el trabajo de la inteligencia; impedir desde el principio que el espíritu quede abandonado a sí mismo, regularle perpetuamente, y realizar, en fin, como con máquina, toda la obra del conocimiento. Ciertamente que si los hombres hubiesen aplicado a los trabajos mecánicos el solo esfuerzo de sus brazos, sin utilizar la ayuda y la fuerza de los instrumentos, así como no temen abordar las obras del espíritu casi con las solas fuerzas de su inteligencia, el número de cosas que hubieran podido mover o transformar, sería infinitamente reducido, aun cuando hubiesen reunido y desplegado los mayores esfuerzos. Detengámonos en esta consideración, y como en un espejo, fijemos la vista en este ejemplo: supongamos que se trate de transportar un obelisco de imponente magnitud para el adorno de una apoteosis o de alguna otra ceremonia magnífica, y que los hombres emprenden la operación del transporte sin instrumentos; un espectador de buen sentido, ¿no lo juzgará como un acto de locura? Que se aumente el número de brazos, esperando así vencer la dificultad, ¿no seguirá considerándolo como locura?

Pero si se quiere hacer una elección, utilizando sólo a los fuertes y separando a los débiles, y se vanaglorian por ello del éxito, ¿no dirá que es un acrecentamiento de delirio? Pero si poco satisfechos de esas primeras tentativas se recurre al arte de los atletas, y sólo se quieren emplear brazos y músculos untados y preparados según los preceptos, ¿nuestro hombre de buen sentido, no exclamará que se hacen muchos esfuerzos para aparecer loco en toda regla?

Y sin embargo, con un arrebato tan poco razonable y un concierto tan inútil, es como los hombres se han consagrado a los trabajos del espíritu, ya esperando mucho de la multitud y del concurso, o de la excelencia y penetración de las inteligencias, ya fortificando los músculos del espíritu por la dialéctica (que se puede considerar como cierto arte atlético), no cesando, bien considerada, no obstante, tanto celo y esfuerzos, de emplear las fuerzas de la inteligencia desnudas y solas. Bien claro está que en todas las grandes obras manuales del hombre, ejecutadas sin instrumentos y sin máquinas, ni podrían jugar las fuerzas individuales, ni las de todos concertarse.

III. He aquí por qué en consecuencia de lo que acabamos de decir, declaramos que hay dos cosas de las que queremos que los hombres estén bien informados, para que no las pierdan de vista jamás. Es la primera que, acontece felizmente para nuestros sentidos, para extinguir y repeler toda contradicción y rivalidad de espíritu, que los antiguos puedan conservar intacta y sin menoscabo toda su gloria y su grandeza, y que no obstante, nosotros podamos seguir nuestros propósitos y recoger el fruto de nuestra modestia.

Porque si declaramos que hemos obtenido mejores resultados que los antiguos, perseverando en sus mismos métodos, nos sería imposible, por más que pusiéramos en juego todo el artificio imaginable, impedir la comparación y la rivalidad de su talento y de su mérito con los nuestros —no ya una rivalidad nueva y reprensible, sino una justa y legítima emulación— (¿pues por qué no podríamos nosotros, en uso de nuestro derecho, que es al propio tiempo el derecho de todo el mundo, poner de manifiesto y criticar en ellos lo que ha sido falsamente sentado o establecido?). Esto, no obstante, este combate pudiera ser desigual a causa de la medianía de nuestras fuerzas. Pero como todos nuestros esfuerzos se encaminan a abrir a la inteligencia nuevo camino que ellos no intentaron ni conocieron, estamos en posición muy diferente; no hay aquí ni rivalidad ni lucha; nuestro papel se limita al de un guía, y nada de soberbia hay en ello, y más bien lo debemos a la fortuna que al mérito y al genio. Esta primera advertencia atañe a las personas, la segunda a las cosas mismas.


IV. No abrigamos en modo alguno el designio ( intención) de derribar la filosofía hoy floreciente, ni cualquiera otra doctrina presente o futura, que fuere más rica y exacta que ésta. No nos oponemos de ninguna suerte a que la filosofía reinante, y cualquiera otra del mismo género, sostengan las discusiones, sirvan de ornamento a los discursos, sean enseñadas en las cátedras, y presten a la vida civil la brevedad y comodidad de su turno. Más aún, declaramos categóricamente que la filosofía que queremos introducir, no se prestará mucho a esos diversos usos. No está nuestra filosofía al alcance de la mano, no se la puede coger al paso; no se apoya en las prenociones que halagan el espíritu; finalmente, no se la podrá poner al alcance del vulgo, a no ser por sus efectos y sus prácticas consecuencias.


V. Que haya, pues, dos fuentes y como dos corrientes de ciencia (lo que, así lo esperamos, será de favorable augurio para los dos partidos); que haya también dos tribus y dos familias de sabios y de filósofos, y que esas familias, muy lejos de hostilizarse, estén aliadas y se presten mutuo socorro; en una palabra, que haya un método para cultivar las ciencias, y otro para crearlas. En cuanto a los que prefieren el cultivo a la invención, sea por ganar tiempo, sea atentos a la aplicación práctica, o ya porque la debilidad de su inteligencia no les permite pensar en la invención y consagrarse a ella (lo que necesariamente debe ocurrir a muy gran número), deseámosles que el éxito corone sus deseos, y que alcancen el objeto de sus esfuerzos. Pero si hay en el mundo hombres que tomen a pecho no atenerse a los descubrimientos antiguos y servirse de ellos, sino ir más allá; no triunfar de un adversario por la dialéctica, sino de la Naturaleza por la industria; no, en fin, tener opiniones hermosas y verosímiles, sino conocimientos ciertos y fecundos, que tales hombres, como verdaderos hijos de la ciencia se unan a nosotros, si quieren, y abandonen el vestíbulo de la naturaleza en el que sólo se ven senderos mil veces practicados, para penetrar finalmente en el interior y el santuario. A fin de ser comprendidos mejor y para que nuestras ideas se presenten más familiarmente al espíritu por medio de nombres que las recuerdan, llamamos de ordinario al primero de estos métodos, Anticipación de la inteligencia, y al segundo, Interpretación de la naturaleza.


VI. Tenemos también que hacer una advertencia. Hemos tenido en verdad la idea, y puesto en realizarla sumo cuidado, de nada proponer que no tan sólo no fuese verdadero,sino que también nada tuviese de desagradable y de repugnante para el espíritu de los hombres, aun estando, como está, tan cohibido y asediado. Sin embargo, es justo que obtengamos de los hombres, cuando se trata de una tan gran reforma de las doctrinas y de las ciencias, que aquellos que quieran juzgar nuestra empresa, ya sea por su propio criterio, ya sea en nombre de las autoridades admitidas, ya por las formas de las demostraciones (que han adquirido a la fecha todo el imperio de leyes civiles y criminales), no esperen poderlo hacer de pasada a la ligera, sino que se entreguen a un examen serio, que ensayen el método que describimos, y esta nueva vía que consolidamos con tanto cuidado; que se inicien en la sutilidad de la naturaleza que tan manifiestamente aparece en la experiencia; que corrijan en fin, con la conveniente madurez los malos hábitos de la inteligencia, que tienen tan hondas raíces, y entonces, cuando sean dueños de su espíritu, que usen, si lo desean, de su juicio purificado.


AFORISMOS SOBRE LA INTERPRETACIÓN DE LA NATURALEZA Y EL REINO DEL HOMBRE

LIBRO PRIMERO

1. El hombre, servidor e intérprete de la naturaleza, ni obra ni comprende más que en proporción de sus descubrimientos experimentales y racionales sobre las leyes de esta naturaleza; fuera de ahí, nada sabe ni nada puede.

2. Ni la mano sola ni el espíritu abandonado a sí mismo tienen gran potencia; para realizar la obra se requieren instrumentos y auxilios que tan necesarios son a la inteligencia como a la mano. Y de la misma suerte que los instrumentos físicos aceleran y regulan el movimiento de la mano, los instrumentos intelectuales facilitan o disciplinan el curso del espíritu.

3. La ciencia del hombre es la medida de su potencia, porque ignorar la causa es no poder producir el efecto. No se triunfa de la naturaleza sino obedeciéndola, y lo que en la especulación lleva el nombre de causa conviértese en regla en la práctica.

4. Toda la industria del hombre estriba en aproximar las sustancias naturales unas a otras o en separarlas; el resto es una operación secreta de la naturaleza. (este subrayado es mío Y, si descubrimos que la naturaleza tiene un secretos ¿qué hacemos? ¿Nos retiramos? ¿Intentamos encontrar un método que, utilizando los mismos descubrimientos científicos nos permita penetrar ese secreto? Mi respuesta es sí, por eso lo intento)

5. Los que habitualmente se ocupan en operaciones naturales, son: el mecánico, el médico, el matemático, el alquimista y el mago; pero todos (en el estado actual de las cosas) lo hacen con insignificante esfuerzo y mediano éxito.

6. Sería disparatada creencia, que se destruiría por sí misma, esperar que lo que jamásse ha hecho pueda hacerse, a no ser por medios nunca hasta aquí empleados.

7. La industria manual y la de la inteligencia humana parecen muy variadas, a juzgar por los oficios y los libros. Pero toda esa variedad reposa sobre una sutilidad extrema y la explotación de un reducido número de experiencias que han llamado la atención, y no sobre una abundancia suficiente de principios generales.

8. Hasta aquí todos nuestros descubrimientos se deben más bien a la casualidad y a las enseñanzas de la práctica que a las ciencias; pues las ciencias que hoy poseemos no son otra cosa que cierto arreglo de descubrimientos realizados. Las ciencias hoy no nos enseñan ni a hacer nuevas conquistas ni a extender nuestra industria.

9. El principio único y la raíz de casi todas las imperfecciones de las ciencias es que, mientras tanto que admiramos y exaltamos falsamente las fuerzas del humano espíritu, no buscamos en modo alguno los verdaderos auxiliares.

10. La naturaleza es diferentemente sutil que nuestros sentidos y nuestro espíritu; de suerte que todas nuestras bellas meditaciones y especulaciones, todas las teorías por el hombre imaginadas, son cosas peligrosas, a menos, sin embargo, que estemos sobre aviso.

11. De la propia suerte que las ciencias en su estado actual no pueden servir para el progreso de la industria, la lógica que hoy tenemos no puede servir para el adelanto de la ciencia.(Se refiere a la lógica aristotélica utilizada por los teólogos como fundamento de religión y, por lo tanto, casi divina)

12. La lógica en uso es más propia para conservar y perpetuar los errores que se dan en las nociones vulgares que para descubrir la verdad; de modo que es más perjudicial que útil.

13. No se pide al silogismo los principios de la ciencia; en vano se le pide las leyes intermedias, porque es incapaz de abarcar la naturaleza en su sutilidad; liga el espíritu, pero no las cosas.

14. El silogismo se compone de proposiciones, las proposiciones de términos; los términos no tienen otro valor que el de las nociones. He aquí por qué si las nociones (y éste es punto fundamental) son confusas debido a una abstracción precipitada, lo que sobre ellas se edifica carece de solidez; no tenemos, pues, confianza más que en una legítima inducción.

15. Nuestras nociones generales, sea en física, sea en lógica, nada tienen de exactas; las que tenemos de la sustancia, de la calidad, de la acción, la pasión, del ser mismo, no están bien fundadas; menos lo están aún las que expresan los términos: lo grave, lo ligero, lo denso, lo raro, lo húmedo, lo seco, generación, corrupción, atraer, repeler, elemento, materia, forma, y otros de igual naturaleza, todas estas ideas provienen de la imaginación y están mal definidas.(observamos que es el primero en contradecir la dialéctica de Platón como método válido de conocimiento, junto con Aristóteles)

16. Las nociones de las especies últimas, como las de hombre, perro, paloma, y las de las percepciones inmediatas de los sentidos, como el frío, el calor, lo blanco, lo negro, no pueden inducirnos a gran error; y sin embargo, la movilidad de la materia y la mezcla de las cosas las encuentran a veces defectuosas. Todas las otras nociones que hasta aquí ha puesto en juego el espíritu humano, son verdaderas aberraciones y no han sido deducidas de la realidad por una abstracción y procedimientos legítimos.

17. Las leyes generales no han sido establecidas con más método y precisión que las nociones; esto es cierto aun para los primeros principios que da la inducción vulgar. Este defecto es, sobre todo, apreciable en los principios y en las leyes secundarias deducidos por el silogismo.

18. Hasta aquí, los descubrimientos de la ciencia afectan casi todos el carácter de depender de las nociones vulgares; para penetrar en los secretos y en las entrañas de la naturaleza, es preciso que, tanto las nociones como los principios, sean arrancados de la realidad por un método más cierto y más seguro, y que el espíritu emplee en todo mejores procedimientos.

19. Ni hay ni pueden haber más que dos vías para la investigación y descubrimiento de la verdad: una que, partiendo de la experiencia y de los hechos, se remonta en seguida a los principios más generales, y en virtud de esos principios que adquieren una autoridad incontestable, juzga y establece las leyes secundarias (cuya vía es la que ahora se sigue), y otra, que de la experiencia y de los hechos deduce las leyes, elevándose progresivamente y sin sacudidas hasta los principios más generales que alcanza en último término. Ésta es la verdadera vía; pero jamás se la ha puesto en práctica.

20. La inteligencia, abandonada a sí misma sigue la primera de dichas vías, que es también el camino trazado por la dialéctica; el espíritu, en efecto, arde en deseos de llegar a los primeros principios para descansar; apenas ha gustado la experiencia cuando la desdeña; pero la dialéctica ha desenvuelto singularmente todas esas malas tendencias para dar más brillo a la argumentación.

21. La inteligencia, abandonada a sí misma en un espíritu prudente, paciente y reflexivo, sobre todo cuando no está cohibido por las doctrinas recibidas, intenta también tomar el otro camino, que es el cierto; pero con poco éxito, pues el espíritu sin regla ni apoyo es muy desigual y completamente incapaz de penetrar las sombras de la naturaleza.

22. Uno y otro método parten de la experiencia y de los hechos, y se apoyan en los primeros principios; pero existe entre ellos una diferencia inmensa, puesto que el uno sólo desflora de prisa y corriendo la experiencia y los hechos, mientras que el otro hace de ellos un estudio metódico y profundo; el uno de los métodos, desde el comienzo, establece ciertos principios generales, abstractos e inútiles, mientras que el otro se eleva gradualmente a las leyes que en realidad son más familiares a la naturaleza.

23. Existe gran diferencia entre los ídolos del espíritu humano y las ideas de la inteligencia divina, es decir, entre ciertas vanas imaginaciones, y las verdaderas marcas y sellos impresos en las criaturas, tal como se les puede descubrir.(Parece que no se niega la posibilidad de desentrañar las marcas y sellos divinos impresos en la Naturaleza. Hay que recordar que recomienda un nuevo método de investigación, no búsqueda de nuevas cosas)


24. Es absolutamente imposible que los principios establecidos por la argumentación puedan extender el campo de nuestra industria, porque la sutilidad de la naturaleza sobrepuja de mil maneras a la sutilidad de nuestros razonamientos. Pero los principios deducidos de los hechos legítimamente y con mesura, revelan e indican fácilmente a su vez hechos nuevos, haciendo fecundas las ciencias.