DEJARSE
LLEVAR O IRSE POR LOS CERROS DE ÚBEDA
Ya
os conté que estaba leyendo “Mi lucha” de Hitler. Aunque lo leí
entero, no transcribí nada de la segunda parte porque era una
exposición de intenciones, mezcladas con tumultuosas
justificaciones, de lo que hubiera sido el “Reich de los 1000
años”. A mí las autobiografías no me gustan, aunque sí las
biografías. Cuando la historia la cuenta el propio sujeto, no
tenemos seguridad de que lo que dice que pasó, pasara como él lo
dice. Lo que queda claro en este libro es que el escritor se cree
llamado a pasar a la historia como figura grandiosa (nombra varias
veces a Carlomagno). También, aunque con muchas racionalizaciones,
que no lo gustó nunca la escuela, que no se llevaba demasiado bien
con su padre, que fue rechazado por la Escuela de Artes cuando quiso
ingresar para estudiar pintura, que pasó las de Caín durante mucho
tiempo. No sentía ninguna simpatía con los sin techo, que olían
mal. En fin, que tuvo que buscarse la vida, pero tenía que ser una
vida digna del Destino que él pensaba que le correspondía.
Todo
esto, me parece que ya lo dije en su momento. También me resulta
claro, sin ganas de discutir, que su cultura era escasa y
fragmentaria. Si bien, pretende contarnos su evolución intelectual,
no nos dice claramente el camino. Sólo cita en todo el texto dos
publicaciones: “Los Protocolos de los sabios de Sión” y “el
Capital” de Marx. De los Protocolos copió gran parte
de sus fundamentos políticos y vio la forma de encontrar y enfocar
el odio de todos hacia un único objetivo (que es la mejor manera de
manipular a las masas). Y la lectura de Marx le dio algún argumento
para identificar la Sicialdemocracia (que sacaba mayoría en as
urnas) directamente con el comunismo. Así que esos son sus dos
“leits motivs” de todo su pensamiento. No se dio nunca cuenta de
que su propio sistema político conducía a la misma estatalización
que el comunismo. Aunque él establece una diferencia que más bien
es una floritura, porque al obrero “lo mismo le da que le da lo
mismo”, en el totalitarismo se vería.
Yo
he sabido de la existencia de los “Protocolos...” desde hace
bastante tiempo, pero, puesto que ya en su día habían sido
rechazados por muchos pensadores, nunca me entró la curiosidad por
leerlos. Son, por decirlo de algún modo, las Actas (por el estilo
del escrito) de una imaginaria reunión que se lleva a cabo por un
Consejo de Sabios judíos, para analizar todo lo que han conseguido
hasta ese momento (1902) y lo que hay que hacer en el futuro para
conseguir la meta que su pueblo elegido tiene como finalidad: acabar
con todos los Gentiles e instaurar el Reino de su Dios en la Tierra.
Se analizan todas las catástrofes, guerras, epidemias, y penalidades
ocurridas a la humanidad con inducidas por ellos mismos, para sus
propios fines. Fines que, como no se han alcanzado, hacen necesario
el apretar un poco más a estos gentiles (hay que recordar que en la
religión judía se nace, no se hace. O sea, que no es posible la
adscripción al judaísmo por voluntad propia) Este escrito aparece
en Rusia como un intento de justificar los progroms y las purgas que
se están llevando a cabo, como la finalidad de enfocar y localizar a
un enemigo común.
Así
que me puse a leerlos y, si no fuera por su peligrosidad (o sea por
el peligro de que alguien se los tomara en serio) harían reír.
Nadie y menos los judíos se autoinculpa de todas las desgracias
humanas. Son, a todas luces, un panfleto.
Quise
posteriormente saber más acerca de ellos y, aparte de la historia
que os transcribiré, vine a enterarme de que Quevedo, nuestro
Quevedo era un antisemita desmelenao y escribió una obra de la que
yo nunca tuve noticias, en forma de cuento en la que pone a los
judíos a caer de un burro. Se llama “La isla de los Monopantos”
y no hay en la lengua castellana epíteto negativo que no adjudique
nuestro genio de las letras a esa raza.
De
todo esto, encontraréis mucha información en Internet en formato
pdf., que podéis leer en pantalla, si no queréis bajarlo.
El
caso es que, saltando y saltando de página en página, he dado con
un autor, Gustav Meyrink, a quien no tenía el gusto de conocer y
autor de “El Golem” que fue llevado posteriormente a la pantalla.
No me preguntéis de qué forma he llegado a leer lo que estoy
leyendo porque no tengo ni idea.
HISTORIA
DE LOS PROTOCOLOS
Copiado
de Sfarad.com
EN
1902, cuando en el Imperio ruso se habían ido perpetrando los
numerosos y cruentos pogromos zaristas contra los judíos, se
publica un libelo antisemita -uno más- conocido por el título de
“Los Protocolos de los Sabios de Sión”. Su objetivo era
disculpar dichos pogromos. Y para ello se escenifica una ficticia
reunión de presuntos sabios hebreos que tratan la confabulación
judeo-masónica para controlar el mundo.
No
tuvieron gran difusión hasta 1917, cuando tras la Revolución de
Octubre hubo que buscar de nuevo el chivo expiatorio del judío; en
1921 su fama se acrecentó al hacerse eco de la obra el diario inglés
The Times, que acusaba la obra de ser un plagio del “Diálogo en el
Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu”, escrito por el autor
satírico francés Maurice Joly en el año 1864.
Pero
mucho antes –y así lo demuestran estudiosos del tema- en España
aparecen dos obras consideradas fundamentales para la creación de la
macro-estructura literaria del libelo antisemita.
Por
un lado, “La Carta de los judíos de Constantinopla” , escrita
por Juan Martínez Silíceo, arzobispo de Toledo a mediados del S
XVI, y que es una obra destinada a convencer al cabildo de la
catedral de Toledo y al príncipe regente, futuro Felipe II, para
que se aprobara y confirmaran los estatutos de limpieza de sangre,
forma legal para la segregación entre cristianos nuevos y cristianos
viejos, conversos y católicos añejos. Lo logró en 1556.
Martínez
Silíceo, obsesionado enormemente con el asunto de la higiene
sanguínea, nada más acceder al arzobispado toledano solicitó se
ratificaran los estatutos que hasta entonces sólo se habían
ratificado en un lugar de la corona de Aragón, la Catedral de
Valencia; además, un converso que pretendía ser canónigo cuando su
padre había sido perseguido por el Sto. Oficio espoleaba su inquina
contra los conversos. El arzobispo acabaría consiguiendo que el
Papa revocara el nombramiento de la canonjía y el 23 de julio de
1547 convocó una reunión del cabildo en la que por 24 votos contra
10 se aprobó un estatuto de limpieza de sangre. Los arcedianos de
Guadalajara y de Talavera de la Reina no tardaron en protestar y
amenazaron con apelar al Papa. Es preciso notar que también se opuso
el ayuntamiento de Toledo porque despertaría “odios y perpetuas
enemistades“, así que pidió la intervención del príncipe
Felipe, que gobernaba los reinos peninsulares en ausencia de su
padre, el rey Carlos V. Así que en septiembre de 1547 el estatuto
fue suspendido, pero en 1555 el papa lo aprobó y a continuación
Felipe, ya rey, lo ratificó.
Silíceo
, para luchar por su empresa antisemita, se pertrechó de toda la
documentación encontró a su paso para demostrar lo que según él
era la vileza de la herejía hebrea: actas de todos los alborotos y
matanzas del S XV, el crimen ritual del Santo Niño de La Guardia,
la revuelta comunera, etc. Y entre tanto documento insertó una
supuesta carta de “Los Príncipes de la Sinagoga de Constantinopla”
, dirigida a los rabinos de Zaragoza, que habrían pedido su opinión
sobre la actitud que deberían tomar los judíos ante el decreto de
expulsión de los judíos de España en 1492. En la carta se decía a
los judíos, especialmente a los ricos, que serían bien recibidos en
Constantinopla:
Por
otro lado, en 1650, Fco. De Quevedo publica la obra “La hora de
todos y la fortuna con seso”, en el que inserta un relato titulado
“La isla de Monopantos”, de marcado carácter antisemita y en
concreto contra el Conde-Duque de Olivares, a quien Quevedo tiene
especial inquina por ser el valido del rey Felipe IV y por , según
él, ir en contra del cristianismo y a favor del judaísmo.
“(…)ratones son, Señor, enemigos de la luz, amigos de las
tinieblas, inmundos, hidiondos, asquerosos, subterráneos“; “sólo
permite Dios que dure esta infernal ralea para que, en su perfidia
execrable, tenga vientre donde ser concebido el Antecristo“. (…)
son algunas de las enrevesadas manifestaciones conceptistas que el
autor utiliza par manifestar su odio cerval a la judería.
Era
tal el desparrame verbal que hasta él mismo quiso ser prudente al
publicarlo: lo hizo bajo pseudónimo de Nifroscancod Diveque Vagello
Duacense –anagrama de Francisco Gómez de Quevedo y Villegas.
Los
monopantos son los cristianos que habitan en un supuesto
archipiélago del mar Negro: tienen un enorme parecido con los
“hebreos disimulados de cristianos” —es decir los marranos—
pues son tan hipócritas y disimulados “que todas las leyes y
naciones los tienen por suyos“. Su jefe es Pragas Chincollos, que
en el manuscrito de la obra pone que era “Gaspar Conchillos,
conde-duque” —y Conchillos era el apellido de una antepasada
judía de Olivares—. Durante la reunión el Raabí Saadías
pronuncia un discurso en el que Quevedo recoge todos los tópicos
antisemitas. Saadías declara además que los judíos están detrás
de la Guerra de los Treinta Años que amenaza el poder de los
Austrias: “Nosotros tenemos sinagogas en los Estados de todos estos
príncipes, donde somos el principal elemento de la descomposición
de esta cizaña“. A continuación el portavoz de los monopantos
pide la unión entre ellos y los judíos para destruir la Cristiandad
y llegar a ser los amos del mundo. Pero entonces interviene la
Fortuna y comienzan a pelearse entre ellos. Ambos grupos por separado
fundan la “la nueva secta del dinerismo, mudando el nombre de
ateístas en dineranos“.
Alvarez
Chillida sostiene que Quevedo compuso este libelo siguiendo la
Carta de los Judíos de Constantinopla, que muchos autores europeos
conocieron en el S XIX , para imitarla, cuando en Europa estaba
teniendo lugar el movimiento intelectual de la emancipación judía ,
La Haskalá. Según Joseph Perez, tras el escándalo antisemita del
Asunto Dreyfuss, estas dos obras españolas serán fundamento
general para la redacción de los Protocolos de los Sabios de Sión,
también una ficción destinada al auto-inculpamiento de los judíos
como confabuladores del complot por dominar el mundo. El hispanista
neerlandés J.A. Van Praag, citado por Pérez, llegó a la conclusión
en 1949 de que Hermann Goedsche, el autor de Biarritz, uno de los dos
libros en los que se “inspiró” el agente ruso que escribió en
París los Protocolos, debía conocer la obra de Quevedo -era un
gran conocedor del mundo hispano- y que es a través de éste de
donde beben las fuentes rusas de los Protocolos.