sábado, 27 de agosto de 2016

LA LUCHA DEL BIEN CONTRA EL MAL (7º DIA)

Séptimo Día

La cordillera de la Sierra Morena es parte de la divisoria Mariánica que separa el Sur de Andalucía del resto de la península ibérica; desde el Mediterráneo, frente a las Baleares, hasta el monte Gordo en la desembocadura del río Guadiana, su relieve tiene una longitud aproximada de seiscientos kilómetros. En el extremo occidental, dando origen al río Odiel, se dibuja de Este a Suroeste la sierra de Aracena, en uno de cuyos cerros se halla enclavado el castillo Templario al cual me referiré más adelante. Numerosas cadenas de sierras menores se extienden más al Sur: una de ellas es la de Río Tinto, de donde proviene el río del mismo nombre; otra es la de Catochar, asiento de las principales minas de la Casa de Tharsis. Los ríos Tinto y Odiel descienden hacia el Golfo de Cádiz y confluyen, pocos kilómetros antes de la costa, formando una ancha ría. En la franja de terreno que queda entre ambos ríos, sobre la desembocadura del Odiel, se asienta desde la Antigüedad la ciudad fluvial y marítima de Onuba, hoy llamada Huelva. Y a unos veinticinco kilómetros de Onuba, Odiel arriba, se encontraba la antiquísima ciudadela de Tharsis, en la cercanías de la actual villa Valverde del Camino. El río Tinto, o Pinto, recibe ese nombre porque sus aguas bajan rojizas, teñidas por el mineral de hierro que recoge en la sierra Aracena. El Odiel, en cambio, siempre fue un río sagrado para los iberos y por eso lo identificaban con la más importante Vruna, la que designa el Nombre de Navután, el Gran Jefe de los Atlantes blancos. Al parecer, Navután significaba Señor (Na) Vután, en la lengua de los Atlantes blancos; los distintos pueblos indogermanos que participaron del Pacto de Sangre, pero luego cayeron frente a la Estrategia del Pacto Cultural, concluyeron que se trataba de un Dios y le adoraron bajo diferentes Nombres, todos derivados de Navután: así, se le llamó Nabu (de Nabu- Tan); Wothan (de Na-Vután, Na-Wothan); Odán u Odín (de Nav-Odán, Nav- Odín); Odiel u Odal (de Nav-Odiel, Nav Odal); etc.

Cinco kilómetros al Norte de la ciudadela de Tharsis, en el sistema de la sierra Catochar, se halla el monte Char, nombre que significaba Fuego y Verbo en diversos dialectos iberos. En su cima existía un bosque de Fresnos que era venerado por los iberos en memoria de Navután: allí los Atlantes blancos habían erigido un enorme meñir señalado con Su Vruna. Lo habían plantado en el centro del bosque, en un sitio que, extrañamente, estaba poblado por un pequeño grupo de manzanos. En los días de los Señores de Tharsis, sólo sobrevivía uno de aquellos manzanos, y nadie sabía explicar si los otros habían desaparecido por causas naturales o por el talado intencional. El que quedaba estaba plantado a unos veinte pasos del meñir y se veía a todas luces que se trataba de un árbol varias veces centenario.
Toda la Antigüedad mediterránea pregriega conocía la existencia del “Manzano de Tharsis”, hacia el que solían emprender peregrinaciones anuales los devotos de la Diosa del Fuego. En un comienzo, en efecto, los fresnos y manzanos estaban asociados a Navután y Frya, respectivamente. Posteriormente, luego de la alianza de sangre con los pueblos del Pacto Cultural, los Sacerdotes consagraron el Manzano de Tharsis a la Diosa Belisana y establecieron la costumbre de celebrar el Culto al pie de su añoso tronco. Para ello construyeron un altar de piedra compuesto de dos columnas y una losa transversal, sobre la que se asentaba la Lámpara Perenne: aquel fuego inmortal representaba a la Diosa, y el Manzano el camino a seguir. Conforme enseñaban los Sacerdotes, el Dios Creador escribió el Culto en la semilla del manzano; el árbol era sólo una parte del mensaje referido al destino del hombre; la flor, por ejemplo, equivalía al corazón del hombre, el asiento del Alma, y su forma, y su color, expresaban la Promesa de la Diosa; pero otra parte del mensaje estaba escrito en el rosal y la Promesa de la Diosa también lucía en su flor, en su forma y su color; el manzano y el rosal no sólo eran plantas de la misma familia sino que en realidad consistían en una sola planta: fue la Promesa de la Diosa la que dividió la semilla del manzano para que hubiesen varias flores diferentes, flores que revelarían el camino de la perfección a aquellos hombres que se entregasen a Ella y abrazasen su Culto.

Por supuesto, el mito que describía el Culto sólo sería revelado por los Sacerdotes a quienes ellos consideraban que estaban preparados para la iniciación en el sacerdocio, es decir, a quienes iban a ser también Sacerdotes. El significado, secreto, de la Promesa sería éste: el manzano y el rosal correspondían a dos estados o fases de la vida del hombre, como la niñez y la adultez, por ejemplo; cuando era “como niño”, el hombre tenía su corazón semejante a la flor del manzano, que era blanca y sonrosada por fuera, y se desplegaba insensatamente; cuando fuese “como adulto”, es decir, cuando fuese iniciado como Sacerdote del Culto o cuando fuese capaz de oficiarlo como un Sacerdote, tendría el corazón como la flor del rosal, que era del color del Fuego de la Diosa y jamás se desplegaba totalmente, como no fuera para morir; por eso existía en el mundo un solo manzano y muchos rosales: porque muchas serían las perfecciones que podría alcanzar el hombre que emprendiese el sacerdocio de la Diosa; la historia del manzano ya estaba escrita, en cambio la historia del rosal se estaba siempre escribiendo; y la mejor parte aún no había sido escrita: vendrían al mundo, algún día, hombres de un corazón tan perfecto, que entonces advendrían las rosas más bellas, como nunca se vieron antes en la Tierra. Con esta explicación, se entenderá por qué los Sacerdotes habían permitido que un viejo rosal de pitiminí se hubiera enrollado como una serpiente en el tronco del Manzano de Tharsis: indudablemente, tal disposición de los dos árboles era necesaria para representar el significado secreto del Culto. El ritual obligaba a adorar el Fuego de la Diosa y admirar la flor del manzano, deseando intensamente que la Diosa cumpliese la Promesa y el corazón del Sacerdote se tornase como la flor del rosal. Pero el pueblo, que habitualmente ignoraba esta interpretación del Culto, acudía de todas partes al Manzano de Tharsis para realizar sus ofrendas ante el Altar de Fuego de la Diosa.

Cuando mis antepasados adquirieron los derechos del Señorío de Tharsis, que entonces era muy reducido y estaba devastado por la reciente guerra contra los fenicios, se hicieron cargo naturalmente del Culto Local, aunque carecían de una Lámpara Perenne. Prácticamente no introdujeron reformas en lo referente a la Promesa pues aceptaban como un hecho que el corazón estaba relacionado con la flor del manzano y que la adoración a la Diosa ocasionaría una trasmutación análoga a la flor del rosal. Sólo en lo Tocante al Fuego se pudo apreciar el primer efecto visible que la misión familiar estaba causando en los Señores de Tharsis; agregaron al título de la Diosa la palabra “frío”, vale decir, que Belisana era ahora “la Diosa del Fuego Frío”. Explicaron ese cambio como una revelación local de la Diosa. Ella había hablado a los Señores de Tharsis; en la comunicación, afirmaba que sería Su Fuego el que se instalaría en el corazón del hombre y lo trasmutaría; y que ese Fuego, al principio extremadamente cálido, finalmente se tornaría más frío que el hielo: y sería ese Fuego Frío el que produciría la mutación de la naturaleza humana.

Hay que ver en este cambio algo más que un simple agregado de palabras: era la primera vez que en un Culto aparecía la posibilidad de enfrentar y superar al temor, es decir, al sentimiento que en todos los Cultos aseguraba la sumisión del creyente; el temor a los Dioses es un sentimiento necesario e imprescindible de mantener vivo para asegurar la autoridad terrestre de los Sacerdotes; si el hombre no les teme, al final se rebelará contra los Dioses: pero antes se sublevará contra los Sacerdotes de los Dioses. Empero este cambio no se verá si antes no se aclara algo que hoy no es tan obvio: el hecho de que en todas las lenguas indogermánicas “frío” y “miedo” tienen la misma raíz, lo que aún puede intuirse, por ejemplo, en escalo-frío (de terror). Pues bien, en aquel entonces, la palabra “frío” era sinónima de “terror” y, en consecuencia, lo que significaba el nuevo Culto era que un terror sin nombre se instalaría en el corazón del creyente como “Gracia de la Diosa”; y que ese terror causaría su perfección.

Así Belisana, la Diosa del Fuego Frío, se había convertido también en la “Diosa del Terror”, un título que, aunque los Señores de Tharsis no podían saberlo, perteneció en remotísimos tiempos a la misma Diosa, pues a la esposa de Navután se la conoció igualmente como “Frya, La Que Infunde Terror al Alma y Socorro al Espíritu”.

Tras su arribo a la península ibérica, los Golen intentaron en numerosas ocasiones ocupar el Bosque Sagrado y controlar el Culto a la Diosa del Fuego Frío, pero siempre fueron rechazados por la celosa y obstinada locura mística de los Señores de Tharsis. Hasta llegaron a ofrecer una auténtica Lámpara Perenne de los Atlantes morenos, sabedores de que carecían de ella y que estaban obligados a vigilar permanentemente la flama de su lámpara primitiva de aceite y amianto. No hay que aclarar que la ofrecían a cambio de la unificación del Culto y de la institución del Sacrificio ritual, y que semejante propuesta resultaba inaceptable para los Señores de Tharsis, porque ello es obvio a esta altura del relato. Como también es evidente que esa resistencia, insólita para quienes se habían impuesto sobre todos los pueblos nativos, unida a la imposibilidad de apoderarse de la Espada Sabia, los iba enconando permanentemente contra los Señores de Tharsis. La reacción de los Golen desencadenó aquella campaña internacional alentando la conquista de Tharsis que culminó en el peligroso intento de invasión fenicia desde las Baleares y Gades, o Cádiz. Pero los Señores de Tharsis convocaron a los lidios e hicieron desistir a los fenicios de su proyecto conquistador por lo menos por los siguientes cuatro siglos. De la alianza entre iberos y lidios surgió el “Imperio de Tartessos”, que pronto se expandió por toda Andalucía, la “Tartéside”, y privó a los fenicios de colonias costeras en su territorio. Las Baleares y la isla de León, asiento de Gades, quedaron aisladas de tierra firme pues los tartesios sólo les permitieron mantener un comercio exiguo a través de sus propios puertos. ¿Cuál sería la siguiente reacción de los Golen frente a ese poderío que se desarrollaba fuera de su control y que frustraba todos sus planes? Antes de responder, estimado y, paradójicamente, paciente Doctor Siegnagel, debo ponerlo al corriente de las consecuencias que la presencia de los lidios produjo en el Culto del Fuego Frío. Para entender lo que sigue sólo hay que recordar que los lidios eran más “cultos” que los iberos, es decir, más civilizados culturalmente, en tanto que los más “incultos” iberos, es decir, más bárbaros, estaban más “cultivados” espiritualmente que los lidios, poseían más Sabiduría que conocimiento.

Esas diferencias ocasionarían que los Príncipes lidios, ahora de la misma familia de los Señores de Tharsis, aceptasen sin profundizar el significado esotérico del Culto a la Diosa del Fuego Frío, que en adelante se denominaría por común acuerdo “Pyrena”, y empleasen todo su esfuerzo en perfeccionar la forma exotérica del Culto. Tal aplicación va siempre en perjuicio de la parte esotérica y, como no podía ser de otra manera, a la larga iba a resultar fatal para los tartesios. Mas esto ya lo verá, pues, como anuncié, estoy yendo paso a paso.

Los lidios, como en otras industrias, eran hábiles artesanos de la piedra. ¿Qué cree que hicieron en su afán de perfeccionar la forma exterior del Culto? Decidieron, ante el horror de sus parientes iberos que nada podían hacer para impedirlo, tallar el meñir del Bosque Sagrado con la Figura de Pyrena; la escultura contribuiría a sostener el Culto, explicaban, pues el pueblo lidio necesitaba una imagen más concreta de la Diosa: su representación como Flama era demasiado abstracta para ellos.
El meñir consistía en una piedra bruta de color aceitunado, de unos cinco metros de altura, y con forma de cono truncado: los lidios se proponían emplearlo íntegramente para tallar la Cabeza de la Diosa. De acuerdo con su proyecto, la nuca debía quedar frente al Manzano, de tal suerte que el Divino Rostro mirase directamente al pueblo; y el pueblo, distribuido en un claro circundante desde el que se dominaba la escena ritual, vería el Rostro de la Diosa y, tras de ella, al Manzano de Tharsis. Trabajaron dos Maestros escultores en la talla, uno para esculpir el Rostro y otro las guedejas serpentinas, en tanto que tres ayudantes se ocupaban de practicar el hueco de la nuca, conectado con los Ojos de la Diosa. La obra no estuvo lista antes de cinco años pues, aún cuando las herramientas de hierro de los lidios permitieron adelantar mucho de entrada, la terminación pulida que pretendían les demandó largos años de trabajo: en verdad, los tartesios continuarían puliendo durante décadas la Cabeza de Pyrena, hasta dotarla de un impresionante realismo. La necesidad que sentían los lidios de contemplar una manifestación figurativa de la Diosa era propia de la Epoca: los pueblos del Pacto Cultural experimentaban entonces una generalizada caída en el exoterismo del Culto, que los llevaba a adorar los Aspectos más formales y aparentes de la Deidad. Los pueblos presentían que los Dioses se retiraban desde adentro, pero sólo podían retenerlos desde afuera: por eso se aferraban con desesperación a los Cuerpos y a los Rostros Divinos, y a cualquier forma natural que los representase. Siendo así, no debe sorprender el intenso fervor religioso despertado en los pueblos, y la extraordinaria difusión geográfica, que produjo el Culto del Fuego Frío luego de la transformación del meñir. Además de los tartesios, orgullosos depositarios de la Promesa de la Diosa, hombres pertenecientes a mil pueblos diferentes peregrinaban hasta el “Bosque Sagrado de Tartéside” para asistir al Ritual del Fuego Frío: entre otros, acudían los iberos y ligures desde todos los rincones de la península, y los brillantes pelasgos desde Etruria, y los corpulentos bereberes de Libia, y los silenciosos espartanos de Laconia, y los tatuados pictos de Albión, etc. Y todos los que llegaban hasta Pyrena venían dispuestos a morir. A morir, sí, porque ésa era la condición de la Promesa, el requisito de Su Gracia: como todos sus adoradores sabían, la Diosa tenía el Poder de convertir al hombre en un Dios, de elevarlo al Cielo de los Dioses; mas, como todos también sabían, los raros Elegidos que Ella aceptaba debían pasar previamente por la Prueba del Fuego Frío, es decir, por la experiencia de Su Mirada Mortal; y esta experiencia generalmente acababa con la muerte física del Elegido. De acuerdo con lo que sabían sus adeptos, y sin que tal certeza afectase un ápice la fascinación por Ella, muchos más eran los Elegidos que habían muerto que los comprobadamente renacidos; los que recibían Su Mirada Mortal de cierto que caían; y muchos, la mayoría, jamás se levantaban; pero algunos sí lo hacían: y esa remota posibilidad era más que suficiente para que los adoradores de la Diosa decidiesen arriesgarlo todo. Los que se despertasen de la Muerte serían quienes verdaderamente habían entregado sus corazones al Fuego Frío de la Diosa y a los que Ella recompensaría tomándolos por Esposos: por Su Gracia, al revivir, el Elegido ya no sería un ser humano de carne y hueso sino un Hombre de Piedra Inmortal, un Hijo de la Muerte. Estos títulos al principio constituyeron un enigma para los Señores de Tharsis, que fueron quienes introdujeron la Reforma del Fuego Frío en el Antiguo Culto a Belisana, pues afirmaban haberlos recibido por inspiración mística directamente de la Diosa, aunque suponían que se refería a una condición superior del hombre, cercana a los Dioses o a los Grandes Antepasados. Mas luego, cuando entre los mismos Señores de Tharsis hubo Hombres de Piedra, la respuesta se hizo súbitamente clara. Pero ocurrió que esa respuesta no era apta para el hombre dormido, ni tampoco para los Elegidos que con más fervor adoraban a la Diosa: los Hombres de Piedra callarían este secreto, del que sólo hablarían entre ellos, y formarían un Colegio de Hierofantes tartesio para preservarlo. A partir de allí, serían los Hierofantes tartesios, es decir, mis antepasados trasmutados por el Fuego Frío, los que controlarían la marcha del Culto.

LA RELIGIÓN PROHIBIDA (10)

16. MANVANTARAS Y PRALAYAS

A la pregunta de si la creación es eterna o va a desaparecer alguna vez, la Gnosis tiene una respuesta: todo lo que ha sido creado habrá de desaparecer. El demiurgo crea universos y luego de un lapso los destruye. Los rabinos dicen: “El Señor, bendito sea, crea mundos y los destruye”. En las enseñanzas de Shankara encontramos: “Como las burbujas en el agua, así los mundos nacen, existen y se disuelven en el Señor Supremo” (Atmabodha, 8). Aesto los hinduistas lo llaman “respiraciones de Brahma”. Brahma es el dios creador de los hindúes. Es otro de los nombres del demiurgo. Con cada Big Bang comienza una nueva creación del dios creador. Es la espiración, su aliento exhalado hacia afuera. Esta creación se expande hasta que él decide ponerle un fin, retrayéndola hasta el punto inicial, reabsorbiéndola.
Esta es la inspiración, la absorción de su aliento. Cuando la creación llega a su fin y es destruida, puesta a involucionar, y el tiempo comienza a correr hacia atrás hasta desaparecer, hay un largo período en el que el demiurgo no crea nada. En India llaman a ese lapso “la noche de Brahma”. A
cada período de creación le sigue un período de silencio cósmico en el cual todo lo creado es llevado hacia atrás, contrayéndose hasta desaparecer. Después que todo es destruido, reducido a nada, con otro Big Bang comenzará una nueva creación y así indefinidamente. A cada tentativa del demiurgo le seguirá otra, persiguiendo constantemente esa perfección que nunca llegará.
En India llaman manvantaras a los ciclos de creación y pralayas a los de destrucción.
Hay una canción que es muy común en Israel y que se llama “Adon Olam” (“Señor del Mundo”), la cual tiene un párrafo que nos hace pensar en este descanso del creador cuando destruye su obra. Dicen así esos versos: “…y cuando todo deje de existir, él solo reinará en su majestad”. Se
refiere al período de silencio del creador, cuando ya no queda nada de lo creado.
Cuando toda la creación se derrumba, lo increado sigue existiendo como siempre porque es eterno, no tiene principio ni fin. Pertenece al plano incognoscible de la eternidad. Sólo lo creado desaparece en el pralaya. Solo lo creado puede ser destruido.
Cuando el demiurgo decide destruir todo lo que ha creado, es decir cuando concluye un manvantara, solo allí son liberados los Espíritus increados que han permanecido aprisionados en la materia. Toda materia, todo cuerpo, toda alma serán destruidos. Solo lo increado, lo no creado, no
será alcanzado por esa destrucción, retornando al mundo incognoscible de donde proviene.
Los Gnósticos no quieren esperar miles de millones de años. Los Gnósticos quieren liberarse ahora, cuanto antes. Y no solo liberarse. Pretenden además terminar con todo este sistema satánico, con las respiraciones del demiurgo, con sus planes demenciales, con el tormento de los Espíritus prisioneros, con las creaciones y destrucciones sucesivas, con las muertes y reencarnaciones, con todo lo creado, con todo lo impuro y con el demiurgo también.


17. LA GRAN CONSPIRACION

En todas las épocas, las instituciones religiosas y políticas del demiurgo en la Tierra han conspirado deliberadamente para eliminar, o al menos tergiversar, la visión Gnóstica allí donde aparezca. Se prohíbe o deforma todo pensamiento detrás del cual pueda hallarse algún vestigio de Gnosis Primordial. Así de peligroso es el conocimiento Gnóstico para los planes del demiurgo. El ocultamiento de la Verdad forma parte del plan orquestado para que los hombres no puedan despertar y menos rebelarse. Se trata que los seres humanos permanezcan confundidos, engañados y adormecidos, para que nunca lleguen a advertir quiénes son realmente y en qué situación se encuentran. Se procura que nunca conozcan la verdad de lo que ha ocurrido,
ni en qué consiste su presente, ni cuál será su futuro. Se pretende que ningún hombre pueda jamás conocer las respuestas correctas a las tres preguntas fundamentales: ¿Quién soy yo? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué debo hacer?

Pero la Verdad nunca desaparece. Perseguida y ocultada siempre pugnará por salir a la luz. Lo peor que puede hacerse con la Verdad es prohibirla. Se producirá el efecto contrario: resurgirá con mayor fuerza y violencia. ¿Qué es lo primero que habría que ocultar? En primer lugar, sería necesario eliminar la idea de que más allá del demiurgo ineficiente hay otro Dios, superior a él e infinitamente perfecto.

Para poder oscurecer esta parte de la Verdad Gnóstica se ha inventado la idea de que el dios creador y el Dios Incognoscible son la misma cosa, que juntos forman el único dios que existe: el demiurgo, creador del cielo y de la tierra.

En los comienzos del cristianismo, el gran maestro Gnóstico Marción lo dijo bien claro: “el dios del antiguo testamento no es el Dios del nuevo testamento. Son dos dioses diferentes. El primero es un dios que aplica la ley y castiga, mientras que el otro es un Dios de amor que siempre perdona. Ambos son inconciliables”. ¿Qué puede hacerse para ocultar esta afirmación? Fue Origenes a quien se le ocurrió la brillante idea: “No existen dos dioses diferentes, uno justo y el otro bueno. Es el mismo Dios, y es justo y es bueno”. Esta fue la manera en que el demiurgo vino a ser bueno y perfecto. En segundo lugar, ha quedado eliminado también, de esta forma, la diferencia entre el mundo incognoscible y el mundo creado. Todo aquel que se refiera a la existencia de los dos reinos irreconciliables, será tachado despectivamente de “dualista”, como si describir la realidad tal cual es fuera algo malo. Los conspiradores redujeron todo a un solo reino: el reino del demiurgo. En tercer lugar, si el demiurgo es bueno y perfecto ¿A quién podemos echarle la culpa de todo el mal que hay en el mundo? Si los atributos divinos del Dios Incognoscible han sido trasladados al demiurgo ¿Qué hacer con los atributos demiúrgicos de maldad e ineptitud, de plagio y de mentira? Por eso se recurrió al invento de que el demiurgo no es
satanás, satanás es otro. El demiurgo se ha vuelto bueno y perfecto, ha sido despojado de sus rasgos satánicos. Todo lo malo proviene ahora de ese nuevo satanás que es exterior a él. Lo malo del demiurgo ha sido llevado afuera, a un satanás diferente del creador. Ahora es a este nuevo satanás a quien le gusta la sangre, el olor de la carne quemada, los esclavos, las guerras, los rituales, los sacrificios, las conspiraciones y los genocidios. Ahora es a este nuevo satanás a quien le agrada que los hombres se postren ante él y lo adoren, y que hagan alianzas o pactos de sangre con él, a cambio de poderes o riquezas terrenales. Es fácil descubrir que todas las características que satanás tiene hoy, han sido tomadas del dios creador de la biblia.
Entonces tenemos esto: el Dios Incognoscible no existe, sus atributos han sido trasladados al demiurgo, y los atributos del demiurgo han sido trasladados a un satanás exterior a él. ¿Qué falta ahora en esta gran conspiración, en esta gran estafa? Falta encontrar a alguien a quien podamos
transformar en ese satanás. Debe ser alguien a quien le tengamos mucho odio, pues la figura de satanás es lo más abyecto que pueda concebirse. En cuarto lugar, así surgió la ocurrencia brillante de esta conspiración: a alguien se le ocurrió que lo más apropiado sería divulgar que ese satanás maligno no es otro que Lucifer. De esta manera, no solo el demiurgo fue “limpiado” de su naturaleza satánica, sino que fue absolutamente distorsionada la figura de Lucifer. El Ángel de Luz, enviado por el Dios Incognoscible para salvar a los hombres, vendría a transformarse en un monstruo cuya función es la de mantenerlos esclavizados. Genial ocurrencia de los representantes del demiurgo en la Tierra y oportuna venganza contra Lucifer, el enemigo eterno del satanás verdadero.

De dos entidades opuestas e irreconciliables, el dios creador y el Dios Incognoscible, han hecho una sola: el demiurgo “bueno y único”. De los dos mundos opuestos e irreconciliables han hecho uno solo, que es “bueno”: el del demiurgo. De igual forma han procedido con las otras dos entidades opuestas e irreconciliables: Lucifer y satanás, el Enviado del Dios Verdadero y el satanás creador de la materia y del tiempo. Los han transformado en una sola entidad: el “Lucifer satánico”. Así conspiran contra la verdad los charlatanes del demiurgo.

Hasta el día de hoy persiste esta creencia de que satanás y Lucifer son una y la misma cosa, a quien también llaman diablo. En el Nuevo Testamento, ya se encuentra establecido que Lucifer es igual a satán (Lucas, X.18) (2 Corintios, XI.14). Incluso Monseñor Meurin, en su obra que hemos
citado incurre en esta misma confusión: denomina al demiurgo “Jehová-Lucifer” y no “Jehová-Satanás”, como hubiera sido lo correcto en su línea de razonamiento. Y si Meurin, un teólogo tan renombrado dentro del catolicismo romano cometió este error, ¿Qué podemos esperar del
hombre común?
En quinto lugar, tenemos el gran plagio que dió origen al cristianismo y a su personaje ficticio: Jesucristo. A Kristos Lucifer, el Enviado del Dios Incognoscible, lo cambiaron por “Cristo Jesús”, el enviado del demiurgo. Plagiaron un suceso real para inventar un suceso falso.
Lucifer vino a traer la Gnosis para despertar y liberar a los hombres, mientras que Jesucristo solo vino a hacer cumplir la ley de su “padre”, el demiurgo Jehová.

En sexto lugar, ¿Qué puede hacerse para tergiversar la idea Gnóstica de que este mundo creado es el infierno y que el cielo es el plano del Dios Incognoscible? Los conspiradores elucubraron lo siguiente: afirmaron que este mundo no es el infierno, el infierno está afuera, lejos de aquí. El
infierno sería un lugar de castigos para quienes desobedezcan al demiurgo, durante su vida aquí en la Tierra. ¿Y qué características tendría ese infierno? A alguien se le ocurrió que las características propias del mundo incognoscible podrían servir muy bien como escenario para este nuevo infierno. Si Lucifer, el Portador de Luz, un ser de fuego a quien se representa envuelto en llamas, es satanás, entonces podemos decir que este infierno sería un lugar lleno de fuego. Un lugar donde son quemados los “pecadores”.
Según los Gnósticos, el reino incognoscible es efectivamente un fuego antimateria que aborrece esta creación impura y si pudiera la aniquilaría, pero para ellos ese fuego es algo bueno y deseable, nada satánico.
En séptimo lugar, el Espíritu fue otra de las cosas que consideraron importante eliminar, o al menos deformarla hasta tornarla irreconocible. Los representantes del demiurgo en la Tierra no podían permitir que, después de todo lo adulterado, persistiera la creencia de que hay algo increado y divino dentro del hombre. Había que eliminar al Espíritu también.

Ya vimos que para los Gnósticos el hombre está compuesto de tres partes: cuerpo, alma y Espíritu. El cuerpo y el alma han sido creados por el demiurgo, mientras que el Espíritu ha sido capturado del plano de lo increado y eterno, y no pertenece a esta esfera de creación. El alma y el Espíritu, las dos entidades no visibles para el ojo humano común, son perfectamente opuestas e irreconciliables. El alma ha sido creada por el demiurgo, es lo que da vida al cuerpo, lo que lo anima, lo anímico. El alma solo ansía unirse a su creador, fusionarse con él. El Espíritu, por el contrario, es un prisionero en este mundo extraño que no le pertenece y que para Él es un infierno. Él sólo desea liberarse y volver al mundo incognoscible de donde proviene.

Para el Espíritu, el cuerpo y el alma son tan horribles como la materia y el tiempo. Para el demiurgo y su creación, es necesario y fundamental que el Espíritu permanezca amarrado al alma del hombre. Su proyecto evolutivo no puede prescindir de los Espíritus encadenados a la materia. Pero una cosa es importante: el demiurgo desea que esto permanezca en secreto, que los hombres jamás puedan advertir que poseen en su interior una chispa increada robada del otro mundo. Entonces, para eliminar la idea Gnóstica de Espíritu, los agentes del demiurgo en la Tierra tuvieron esta ingeniosa ocurrencia: de las dos entidades, opuestas e irreconciliables, harían una sola. Del Espíritu tomarían todas sus características divinas de perfección y pureza. Sólo omitirían su aspecto increado, pues si los hombres descubrieran que tienen algo increado en su interior comenzarían a hacer preguntas, y eso no es bueno. Todas las virtudes del Espíritu serían trasladadas al alma, que así, de satánica pasaría a ser perfecta. Ya no volvería a hablarse más del Espíritu increado.

Ahora quedaría sólo una entidad en el cuerpo humano: “el alma divina y perfecta creada por Dios”. Hemos dicho que en los comienzos del cristianismo, los primeros teólogos cristianos, San Agustín entre otros, se referían siempre al cuerpo, alma y Espíritu del hombre.
Pero con el paso de los años esto fue desapareciendo. El Espíritu se fue transformando, primero en “intelecto”, luego en sinónimo de alma, hasta que un buen día se decidió eliminar por completo al Espíritu como parte constituyente del ser humano, quedando sólo cuerpo y alma. La conspiración tuvo éxito: se logró que los hombres se olviden del Espíritu.
Y no sólo en el cristianismo, en todas las religiones del demiurgo se habla exclusivamente de cuerpo y alma como los únicos constituyentes del hombre.

No sólo se ha logrado eliminar la idea de algo increado dentro del hombre, sino también la idea de que hay un prisionero injustamente encerrado dentro de él. Es mejor que nadie sepa por qué ha sido aprisionado el Espíritu, pues los hombres comenzarían a preguntarse cosas y hasta algunos podrían llegar a despertar. Es mejor que continúen con su ceguera, hablando de temas menos peligrosos como el fútbol o el sexo.

En octavo lugar, para distorsionar la afirmación Gnóstica de que esta creación es imperfecta debido a que el creador es un ser imperfecto, los conspiradores debieron aguzar aún más su ingenio satánico. La imperfección de todas las cosas de este mundo es algo tan evidente y palpable que es imposible de negar. Por más idiotizados que estén los hombres, jamás admitirán que este mundo es un paraíso. ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo justificar que “un demiurgo perfecto” haya creado semejante adefesio? Además, los Gnósticos oponían a la creación errónea, realizada por un demiurgo plagiador e ineficiente, el reino increado y eterno del Dios Verdadero. ¿Cómo hacer para eliminar estas peligrosas ideas? Se les ocurrió una solución que aboliría la idea del mundo increado y perfecto, a la vez que daría por tierra con estas sospechas de un demiurgo inexperto creador del mundo. Esta solución sería útil también para justificar lo inocultable: la impureza e imperfección del mundo creado. ¿Qué engaño pergeñaron esta vez? Ahora lo veremos. Todos los atributos que caracterizan al reino del Dios Incognoscible fueron trasladados a la creación del demiurgo, pero no a esta sino a otra anterior. A una supuesta creación del demiurgo que era, esa sí, perfecta y pura. O sea que el demiurgo, que ha devenido perfecto, además ha sido capaz de crear un mundo perfecto y puro. Hasta aquí, notamos que ya no hay lugar para el Dios Incognoscible y su reino, a la vez que el demiurgo devenido perfecto realiza
obras perfectas. Pero ¿Qué ocurrió para que toda esa creación perfecta se haya convertido en algo tan imperfecto como lo es ahora? Aquí está la genialidad de los apóstoles del engaño: la creación se volvió impura e imperfecta por culpa del hombre. El creador, un ser perfecto, hizo perfecto al mundo, pero el hombre lo arruinó. El paraíso era perfecto, pero el hombre y la Serpiente Lucifer destruyeron esa perfección, “cayendo” con ella.

Tenemos entonces un creador perfecto y bueno que realizó una obra buena y perfecta. Toda su creación, la materia, el tiempo, el hombre, eran buenos. El paraíso era un lugar perfecto y el hombre vivía felíz allí. Todo esto cayó y se degradó por culpa de la desobediencia del hombre.
Afirmar que el hombre tiene la culpa del “pecado original” y de la “caída”, ha sido una de las más burdas ocurrencias concebidas en contra del Espíritu y del Dios Verdadero.
¡Se lo ha responsabilizado al hombre por la ineptitud del creador y las deficiencias de su obra!
Ya vimos que en el paraíso el hombre no era más que un siervo ignorante. Ignoraba todo acerca de sí mismo y de su creador, como parece ignorarlo todavía. No sabía que existía otro Dios, inmensamente superior al dios creador. No sabía que más allá de su cuerpo y de su alma tenía aprisionado un Espíritu. No lo sabía hasta que despertó y pudo rebelarse.
Para la Gnosis, el único “pecado original” que existió fue el rebelarse. Para la Gnosis, el único “pecado original” que existió fue el cometido por el demiurgo al encadenar Espíritus Eternos al alma perecedera del hombre. Para la Gnosis, la única “caída” que existió, propiciada por el demiurgo, fue la caída de los Espíritus en el mundo infernal de la materia.

Hemos pasado revista a los ocho principales ocultamientos y tergiversaciones, realizadas contra la Gnosis por los sirvientes del demiurgo en la Tierra. Ahora veremos los medios de que se valen estos conspiradores para imponer mejor sus falsificaciones. El objetivo es barrer con todo conocimiento que se refiera a lo increado, al despertar del hombre, a la liberación de los Espíritus y a la rebelión contra el demiurgo. Ese conocimiento increado es la Gnosis, absolutamente peligrosa para la Dictadura Universal Satánica. Se pretende eliminar el saber Gnóstico porque es la máxima amenaza contra el demiurgo y su obra. Su divisa es la siguiente: debe ser destruido todo lo que se oponga al sistema creado por el demiurgo, y lo que no pueda ser eliminado debe ser distorsionado y corrompido hasta tornarlo irreconocible. Stalin, agente del demiurgo, decía: “si no puedes estrangular a tu enemigo, abrázalo”. Así operan contra la Gnosis los agentes correctores del demiurgo. Si no se puede prohibir algo se lo abraza, se lo rodea para asfixiarlo, transformándolo en algo inofensivo. Y no sólo inofensivo, el conocimiento así neutralizado y transformado muchas veces es puesto a trabajar al servicio del demiurgo mismo. Es el caso de las religiones que en sus inicios fueron revolucionarias y opuestas al demiurgo, las cuales luego de infiltradas y deformadas fueron puestas a su servicio, convirtiéndose cada una de ellas en una religión demiúrgica más. Es el caso, por ejemplo, del cristianismo, budismo y tantrismo, entre otras. Fueron convertidas en religiones perfectamente opuestas a lo que fueron en sus comienzos.
Se trata de que ningún conocimiento pueda quedar fuera del control dictatorial del demiurgo. Se procura que ningún elemento proveniente del mundo increado pueda poner en peligro la obra y los planes del demiurgo.
Algo que continúa haciéndose es quemar los libros peligrosos. Por supuesto que esto es realizado ahora en secreto. Los tiempos han cambiado y en las dictaduras “democráticas” modernas la destrucción de libros es llevada a cabo subrepticiamente. Ya no se los quema en público, ahora los libros son comprados individualmente y entregados a algún agente o autoridad religiosa que procederá a destruirlos. Cuando es posible, se compran ediciones enteras con ese fin, y lo mismo hacen con los derechos de autor. Hay otros métodos, pero sólo describo lo que he podido comprobar fehacientemente. Poseo un amplio listado de libros y autores que han corrido con esta suerte, los cuales no figuran en los listados “oficiales” de libros perseguidos o desaparecidos.
También se suele perseguir o castigar a los autores de estos libros. Es muy común que sean amenazados, acorralados o perseguidos de diversas formas. Son frecuentes los robos de manuscritos, conozco varios de estos casos, sabotajes durante la impresión, etc. Por escribir libros opuestos al sistema demiúrgico muchos autores han sido desprestigiados, encarcelados o encerrados en manicomios, y no sólo en los países comunistas, pues en las dictaduras “democráticas” sucede lo mismo.
Muchos autores recalcitrantes han muerto misteriosamente, de enfermedades o accidentes extraños, nunca exhaustivamente investigados. Actualmente, los escuadrones de exterminio del demiurgo disponen de medios inmensamente eficaces para disfrazar sus homicidios. Tal ha sido
generalmente el destino de los grandes rebeldes y opositores al demiurgo y su obra. En este mundo creado, el demiurgo y sus agentes tienen todas las de ganar, pues este es su reino: el reino del demiurgo. Este reino es para el Gnóstico todo lo contrario: el campo enemigo donde él
debe actuar. Todo, absolutamente todo lo creado estará contra él. La guerra del Gnóstico, por lo tanto, deberá ser de la misma manera: total.
Tomemos el caso de Mani, el gran maestro Gnóstico fundador de la religión maniquea, a la que San Agustín perteneció durante nueve años. Mani existió realmente, no se trata de un personaje ficticio de una religión demiúrgica más. Temiendo que sus enseñanzas fueran distorsionadas, Mani escribió varias obras, las cuales fueron perseguidas y destruidas u ocultadas durante siglos. Cuando se creían perdidas para siempre, fue encontrada toda una biblioteca maniquea en China, en el siglo XX. Eso fue un milagro como el de Nag Hammadi. Estuvieron ocultas casi mil quinientos años. Mani, quien jamás renunció a su prédica, fue perseguido, encarcelado y torturado hasta la muerte por sacerdotes del demiurgo en la antigua Persia. Una versión dice que Mani fue despellejado vivo. Le arrancaron la piel y la rellenaron con paja para ser exhibida en las puertas de la ciudad, como advertencia para los enemigos del dios creador. Otra versión sostiene que Mani fue despellejado después de muerto. Fuertemente inmovilizado con cadenas, vivió veintiséis días de intensos sufrimientos y murió. Por todo esto se habla de la “crucifixión de Mani”. Así como el demiurgo encadena a los Espíritus, así los sirvientes del demiurgo encadenaron a Mani. Pero Mani no era un hombre común, Mani fue un liberado en vida. La tortura y la muerte no pueden afectar a quienes han realizado su Espíritu, al contrario, les producen risa.
Tomemos otro caso entre muchos, el de Zenón de Elea. Encarcelado y amarrado, durante las torturas a que era sometido, Zenón le dijo al torturador: “Acércate y te diré al oído todo lo que quieres saber”. Cuando el torturador se acercó, Zenón le arrancó la oreja con los dientes. El torturador, enloquecido, le dijo que le aplicaría torturas aún más fuertes hasta obligarlo a renunciar a sus concepciones. La respuesta de Zenón fue la siguiente: se cortó la lengua con
sus dientes y la arrojó a los pies del torturador. ¡Cómo pudo llegarse a creer que a un hombre como Zenón, realizado en su Espíritu, podría importarle lo que pudiera sucederle a su cuerpo y a su alma! Ese torturador, para Zenón sólo pudo haber sido un pobre payaso. La tortura y la muerte antes de retractarse, así son los Guerreros del Espíritu.

En la gigantesca dictadura del demiurgo y sus secuaces, hay otro tipo de amenazas: los castigos propinados por el mismo demiurgo. Los libros sagrados de las religiones del demiurgo están llenos de estas advertencias: el castigo de Adán y Eva, el diluvio universal, Sodoma y Gomorra, la
torre de Babel, las plagas de Egipto y muchas más. ¿Para qué sirven los castigos, además de eliminar opositores? ¿Por qué tantas amenazas y advertencias? La respuesta es simple: para infundir miedo. El miedo al castigo hace que los esclavos trabajen mejor y renuncien a escapar. Un esclavo con miedo es más obediente y sumiso. El miedo al castigo es el medio que utiliza el demiurgo para hacer que los hombres transcurran su existencia sometidos a él, obedeciendo sus mandamientos. Para el demiurgo, el mejor esclavo es el que le teme y obedece mejor. El desea que sus esclavos desperdicien sus vidas trabajando para su causa, pensando que cuando mueran “van a ir al cielo”. Ese es el esclavo perfecto para el demiurgo. El desea que los hombres envejezcan sin rebelarse, sin despertar, sin liberar su Espíritu. Para eso es el miedo y para eso la conspiración: para que nadie pueda hallar nunca el Camino de la Liberación y del Retorno. En la dictadura del demiurgo, los hombres solo tienen libertad para elegir entre varias cosas iguales. Entre varias cosas que son la misma cosa, pero con disfraces diferentes. Hay libertad de pensamiento siempre que no se contradiga el “pensamiento políticamente correcto”, impuesto por los representantes del demiurgo.
Tenemos el caso de las religiones. Parecen todas diferentes, pero no lo son. Son la misma cosa, sólo son diferentes sus apariencias. Su dios es el mismo: el creador del mundo. Lo llamen Brahma, Baal, Yahvé, Jehová, Moloch, Dios Padre o Alá, es siempre el mismo: el demiurgo. Se pretende dar una falsa impresión de diversidad, para que el hombre dormido crea que hay una variedad de caminos, con destinos diferentes y libertad para elegir entre ellos. Incluso hay hombres que se trasladan de una religión a otra, creyendo que con ello hacen un gran cambio.
A René Guenón, por ejemplo, le llevó años de estudio y meditación tomar la decisión de abandonar el cristianismo para ingresar en la masonería y el martinismo, para luego renunciar a todo eso y convertirse en musulmán. Él creyó dar saltos inmensos con esos cambios, pero lo único que hizo fue dar vueltas en círculo dentro de su laberinto. Su búsqueda no sirvió de nada. Y si Guenón, erudito en estos temas, tuvo semejante confusión, ya pueden imaginar lo que será en el hombre común. El caso de San Agustín es más patético todavía. Perteneciendo al maniqueísmo en calidad de oyente, y a punto de conocer personalmente a Mani, resolvió abandonar todo y convertirse al cristianismo. Con su apostasía, Agustín rechazó al Incognoscible y al Espíritu, optando por el demiurgo y por el alma. Se opuso al radical ascetismo maniqueo, para encolumnarse tras la nueva religión, mundana e imperial, de Constantino: el cristianismo.

Hay personas medianamente despiertas que, temerosas de pasar su vida durmiendo, buscan desesperadamente una salida en el laberinto en que están inmersas. Por desgracia, la mayoría ignora que las opciones que aparecen ante sus ojos son la misma cosa, sólo que con ropajes diferentes. El objetivo de todo esto es que nunca puedan encontrar la salida,
que nunca puedan darse cuenta que las religiones, como los partidos políticos, son la misma cosa con diferentes rostros, todas bajo el control del demiurgo.
El Dalai Lama dijo hace unos años que no debería haber una sola religión, sino un “supermercado de religiones”. Es esta la mejor manera de hacer que los hombres crean que están rodeados de una diversidad de opciones diferentes, y que cuando eligen obtienen algo que es distinto al resto.
La finalidad de estas religiones es mantener al hombre adormecido, conduciéndolo a ciegas hacia el matadero final: su fusión con el demiurgo.

viernes, 26 de agosto de 2016

DISCURSO DE ZARATRUSTRA



Aclaración mía propia. ¿Por qué cuando se habla de Nietzsche se hace tanto hincapié en sus trastornos psíquicos? Es de justicia aclarar que la mayor parte de sus internamientos fueron por propia iniciativa. Consideraba que era el sitio en el que se encontraba más tranquilo y libre para pensar. El que no haya estado nunca en una institución así, no puede entender esa gran verdad. Existe más permisividad y libertad en un Centro psiquiátrico de lo que se podría esperar. Y, sobre todo, nadie te dice nada, aunque te observen constantemente. Estoy hablando de trastornos más bien de ánimo. Ni siquiera era bipolar. Nietzsche fue siempre un multipolar lúcido. Y, siempre he creído que sabía mucho más del mundo antiguo de lo que quiso reconocer. Si no lo conociera, no se habría opuesto y enfadado tanto con los cultos esotéricos. Y, es mi opinión, y con ella acabo, que en sus escritos hay muchos guiños a una especie de saber gnóstico. No me pidáis demostraciones, que estoy con otros temas.

P.D.- Que conste que el término "multipolar" es de mi invención. Porque a los genios no se les pueden aplicar adjetivos que valen para el resto de los mortales. Para ser "multipolar" hay que tener una inteligencia superior. O sea, hay que ser Nietzsche.



LAS TRES METAMORFOSIS

- Os indicaré las tres metamorfosis del espíritu: el espíritu en camello; el camello, en león y finalmente el león en niño. Muchas cargas pesadas hay para el espíritu; para el espíritu paciente  y vigoroso en quien domina el respeto. Su vigor reclama la carga pesada, la más pesada. El espíritu robusto pregunta: "¿Qué hay de más peso?", y se arrodilla como el camello y quiere una buen carga. "¿qué hay de más pesado?",- pregunta el espíritu robusto-. Dilo, ¡oh héroe!, a fin de que cargue con ello sobre mí y mi fuerza se alegre". ¿Acaso esto no es humillarse para hacer sufrir a su orgullo, hacer brillar su locura para cambiar en amarga burla su sabiduría? O es esto: ¿desertar una causa en el momento en que celebra su triunfo; ascender sobre las montañas elevadas para tentar al tentador? O bien es esto: ¿alimentarse de las bellotas y del heno del conocimiento y sufrir el hambre en el alma por amor a la verdad?. O bien es esto: ¿sumergirse en el agua sucia, si es el agua de la verdad, y rechazar a las viscosas ranas y a los sapos llenos de pus? O bien es esto: ¿amar a quien nos desprecia y tender la mano al fantasma cuando quiere asustaros? Todas estas pesadas cargas echa sobre sí el espíritu vigoroso; y así es como sale corriendo el camello hacia el desierto apenas recibe su carga, él se apresura a llevar la suya. La segunda metamorfosis se cumple en el más solitario de los desiertos. Busca aquí su último dueño: aquí el espíritu se transforma en león, pretende conquistar la libertad y ser amo de su propio destino. Busca aquí su último dueño; quiere ser el enemigo de este dueño como es el enemigo de su último dios; quiere luchar contra el dragón para alcanzar la victoria. ¿Cuál es el dragón a quien el espíritu no quiere seguir llamando ni dios ni amo? "Tú debes", se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice: "Yo quiero". "Tu debes" le acecha al borde del camino, reluciente de oro, bajo su caparazón de mil escamas y sobre cada escama luce en letras doradas: "¡ Tú debes!". Brillan sobre estas escamas valores de mil años y el más poderoso de todos los dragones habla de esta guisa: "Todo lo que es valor brilla sobre mí" Ya ha sido creado todo lo que es valor y yo soy quien representa todos los valores creados. ¡ En verdad, no debe haber más "Yo quiero". Así habló el dragón. Hermanos míos, ¿para qué necesita el espíritu al león? ¿No es suficiente el animal robusto que se abstiene y es respetuoso? Todavía no puede crear el león valores nuevos; pero sí tiene poder para hacerse libre para la nueva creación. Hacerse libre, oponer su divina negación, incluso el deber; tal es , hermanos míos, la tarea para que la que el espíritu necesita del león. La más terrible conquista para un espíritu paciente y respetuoso es la de conquistar el derecho a crear nuevos valores. En verdad, éste es para él un acto feroz, el acto de un animal de presa. En otros tiempos, amaba el "Tú debes", como su más sagrado bien: ahora le es necesario encontrar la ilusión y lo arbitrario, incluso en este bien, el más sagrado, para que realice a costa de su amor la conquista de la libertad: para semejante rapto es indispensable un león. Mas, decidme, hermanos míos, ¿qué puede hacer el niño que no pueda hacer el león?, ¿Por qué  es preciso que el león raptor se transforme en un niño. El niño es inocente y olvida; es una primavera y un juego, una rueda que gira sobre sí misma, un primer movimiento, una santa afirmación. ¡Oh, hermanos míos! Una afirmación santa es necesaria para el acto divino de la creación. Quiere ahora el espíritu su propia voluntad; el que ha perdido el mundo, quiere ganar su propio mundo. Os he mostrado tres metamorfosis del espíritu: cómo el espíritu se hace camello, cómo el espíritu se hace león y, en fin, cómo el espíritu se hace niño.
     Así hablaba Zaratustra: Y en este tiempo moraba en la ciudad que se llamaba Vaca Multicolor.






















jueves, 25 de agosto de 2016

A VUELTAS CON EL DICHOSO ALVARADO (PSEUDO AUTOBIOGRAFÍA)

A VUELTAS CON EL DICHOSO “ALVARADO”

Si alguien leyó lo importante que llegó a ser para nosotras el ojo de una mosca, se acordará que el libro gordo, pero gordo, gordo que a todas nos infundía terror era el Alvarado, en el que se encontraba pormenorizado todo lo que en aquel entonces se sabía de lo que dábamos en llamar “Ciencias Naturales”, todo con pelos y señales e incluso el estudio del hombre, como organismo dentro de la Naturaleza. Lo que pasa es que a este último tema le faltaban algunos pelos y bastantes señales.

Todo el interior del hombre estaba allí, esqueleto, médula, células, conexiones sinápticas, músculos y, a veces, nos daba la risa al no saber pronunciar alguno de los nombres que allí enseñaban, sobre todo nos gustaba mucho decir “externocleidomastoidéo”, que era el summum de la rareza. Pero, la costumbre de ponerle a las cosas nombres que vinieran del latín o el griego, con el fin de que la comunidad científica se enterara de lo que hablaban, nos complicaba bastante la tarea a los estudiantes. Pero vayamos a lo que faltaba.

Con lo completo que era el mamotreto, no encontrarías ni en cien años, alusiones al sistema hormonal ni al reproductivo. Las leyes de Mendel sí, jugábamos con los guisantes, pero sin decir nunca la palabra reproducir, ni nada que nos diera idea de que para que un nuevo guisante se produzca es necesario que se mezclen los genes de unos con los del otro y brotarán unos retoños que tendrán los caracteres de los padres, pero aflorarían a la superficie los más fuertes. Esta explicación se consideraba peligrosa, porque a nuestras mentes en formación les llevaría quizá a algún pensamiento impuro y a pecar. O sea que de generación y reproducción nada de nada.

Un ejemplo de esta postura la encontrábamos también cuando estudiábamos el Catecismo, en concreto los mandamientos. Ahora, según compruebo las pocas veces que me veo obligada a entrar en una iglesia, los niños los recitan de forma muy descafeinada. Nosotras teníamos que estudiarlo con “preguntas y respuestas” o sea, que la Sor o el cura de turno sólo te decía el título, p.e. “las bienaventuranzas”, que era en lo que dejó la Iglesia oficial el maravilloso sermón de la montaña, que podemos leer en todos esos escritos que rechazaron como blasfemos. Y tú empezabas en un largo monólogo:”bienaventurados los pobres, porque ellos heredarán la tierra, bienaventurados……….. hasta el final. Pues con los mandamientos era igual, sólo que éstos estaban numerados: y, a voces, tú recitabas: “el primero, amar a Dios sobre todas las cosas, el segundo, santificar las fiestas………………… el sexto no fornicar……
…… como a ti MISMO” el mismo lo decías en un tono que despertaba todo lo que estuviera dormido en tu aula y en las cuatro o cinco de alrededor. No creo, ni por un momento, que fuera Sor o fuera cura nos escuchara durante toda la declamación, ellos se daban por satisfechos con comprobar que tu voz no se paraba hasta el “Mismo”. A pesar de saberlo, nunca hacíamos trampa, porque, la espada de Damocles de los exámenes en el Instituto, no se nos olvidaba en ningún momento.

Lo malo es que muchas de estas cosas, aunque las dijéramos de memoria, carecían de referente en nuestro entendimiento. Y, sobre todas ellas, lógicamente el “fornicar” ocupaba un puesto de privilegio. Pronto aprendimos que era mejor no preguntar, porque no sólo no te lo explicarían, sino que te castigarían con cualquier cosa que a la Sor se le ocurriera: recuerdo haber escrito mil veces: “no se hacen preguntas indiscretas”. Te decían mil, como te podían decir dos mil; menos mal que todas sacábamos una hoja en blanco y ayudábamos a la castigada en la tarea pesada y dolorosa,, porque quién haya sufrido este castigo, que ahora da tanta risa al comienzo de los Simpson, sabe lo que puede llegar a doler la mano en una labor de ese tipo.

Ahora hay que hacer un esfuerzo retrospectivo e imaginar 22 adolescentes, en plena pubertad, queriendo saber y sin encontrar la fuente de la Sabiduría. Porque, algún listo estará pensando en el diccionario. Pero estamos hablando de un régimen político que tenía todas las caracteríticas de un bloque de mármol. En el diccionario venía la palabra, pero su significado no te sacaba de dudas: “fornicar” (v. acto impuro) y retrocedías en el diccionario….. ac….act….acto……..acto impuro”. Dícese de algunas conductas contrarias a la ley de Dios. Y te quedabas igual que estabas. Todo, absolutamente todo estaba legislado y filtrado. Hasta las camisas de verano de los hombres tenían que ser de manga larga, si no querías acabar en el cuartelillo. Y las faldas de las mujeres, siempre tapando las rodillas, si no querías acabar como ellos y con tus padres abochornados por no controlar la forma de vestir de sus hijas; el más mínimo detalle. Además, no podemos negar que cada español lleva dentro de sí un inquisidor, un envidioso y un reprimido y estos tres componentes juntos en un camarero, por ejemplo, te hace pasar un mal rato, sólo por cogerle la mano a tu novia en una cafetería, con el consiguiente beneplácito de la concurrencia y tú y el acompañante queriéndote morir y sin saber exactamente por qué aquel energúmeno te acababa de expulsar del “paraíso”.

Todo lo anterior es una simple introducción para comprender de qué forma pudieron partirle el alma a muchos y muchas de nosotros. Ahora, cualquier libro de psicología encara la pubertad no sólo como una etapa del desarrollo, sino como una etapa que mal llevada o mal interpretada puede traer graves consecuencias en el futuro del sujeto. Ahora se cuida a los adolescentes para ayudarles a pasar esa etapa de la mejor forma posible.

En aquel tiempo no existían ni las palabras que acabamos de leer, adolescencia, pubertad, hormonas. Pero la realidad es pertinaz y aunque tú la niegues o la desconozcas, no desaparece. Eramos 22 muchachas en nuestro curso, obligadas a estar siempre juntas y e impedidas, por no sé qué miedos atávicos, del trato con otros cursos ni superiores, ni inferiores. En esos momentos de la vida todo te da miedo. Lo que antes te parecía sin importancia, de repente adquiere caracteres gigantestos, de pronto y sin venir a cuento te entran tantas ganas de llorar, como de reir, un día eres ejemplar y al otro te complaces en contravenir todas las leyes, normas o mandatos que te quieran dar. Y sobre todo, sobre todo, necesitas dar cariño y que alguien te quiera, saber que para alguien tienes importancia y el hecho tan tonto de que alguien te ayude a peinarte bien las trenzas con sus ridículos lacitos, te puede alegrar todo un día, porque esa persona te ha distinguido del resto y tú la sonríes cada vez que la ves. Pero nadie te dice que lo que te está pasando es natural, que tu cuerpo se ha convertido en un revoltijo de hormonas. Quizá ni ellas lo sabían.

Y era el momento en que las monjas proyectaban sus pensamientos sucios, reprimidos y quizá celosos, sobre un comportamiento que te estaba ayudando a centrarte, seguir estudiando, dándote ánimos y alguna persona que te distingue con un cariño especial, especial porque te lo dedica, pero no porque te genere ningún sentimiento tan pecaminoso como ellas suponían. Es el momento en la vida en que necesitas un amigo, alguien a quien contarle tus penas, que no lo son, tus proyectos, que son tantos que no bastarían cien vidas para llevarlos a cabo. Es el momento de las parejas, las primeras parejas, los palabras, los gestos de complicidad, el canto a dos voces con una guitarra, la proximidad. Y, si queremos llamarle a eso amor, yo entonces afirmo que el amor no tiene sexo.

Las monjas, según el reglamento de su Orden, no permanecían más de dos años en un mismo colegio. Vimos a muchas marchar. A algunas las despedíamos con llanto, pero no a todas. Según ellas mismas nos explicaban ésta costumbre se debía a que pudieran tratar siempre a las alumnas con la misma objetividad, sin apego por unas más que por otras. Pero, yo he visto alguna monja llorar como una niña pequeña por la marcha de alguna otra. Ellas, excepto dos o tres, también eran muy jóvenes y lo que pasaba entre nosotras no sería extraño que ocurriera también entre ellas.

Yo encontré un alma hermana en el curso superior al mío. Según sondeos que a veces hacíamos para entretenernos, tenía el título de Superdotada según nuestro propio baremo. Ayudaba a todas las de mi curso prestándonos sus apuntes del año anterior, sus cuadernos de ejercicios. Nos explicaba con infinita paciencia algún teorema que no acabábamos de entender, era muy respetada por las monjas, que, en honor a la verdad, siempre reconocieron su inmensa inteligencia. Nunca la vimos enfadada, ni triste, ni tampoco reía a carcajadas. Era la paz y el equilibrio hecho mujer. Bueno, pues esta era mi alma gemela, no por la igualdad, sino por la complementariedad. Se preocupaba de mis continuos despistes, de mi tendencia a la abstracción, de las medias, del calzado, de los pañuelos (todavía no se habían popularizado los kleanex?) de mis pelos rebeldes que, igual que ahora, se escapaban por todas partes. “tus pelos son exactamente igual que tú, se ríen del mundo”, me decía a veces “hija, no todas podemos tener unos pelos tan formales como los tuyos”, Tenía un pelo negro, mientras que el mío, cuando le daba el sol, tiraba más hacia el blanco”. Yo, estaba empezando a adquirir cierta estabilidad con aquella gran persona que alguien muy, muy, muy alto y sabio había puesto en mi camino.

Una tarde, a deshora y sin ninguna razón aparente, me llamaron a la sala de visitas. Lo primero que pensé al ver a mi cuñada, fue que a mi madre le había pasado algo. Porque, por entonces, mi cuñada era muy joven también y me había cambiado tantos pañales como mi madre o más. No, no voy a decir que el asunto era peor, porque no le haría justicia a mi madre. Parece ser que un miembro de mi familia tenía la obligación de explicarme algunas cosas de la vida que yo no sabía y las monjas no se atrevían, pero era urgente que alguien hablara conmigo. Mi madre, de la que heredé la tendencia a la rebeldía, dijo claramente que ella no me daba ese disgusto y que a las monjas les fueran dando por dónde amargan los pepinos. Mi hermano lo tomó un poco más en serio, porque su papel siempre fue el de padre, pero no consideraba él bueno para mí que él me explicara cosas que eran más propias de mujeres. Y todos los ojos del Pequeño Sanedrín se volvieron hacia mi cuñada que, horrorizada por las miradas dijo que verdes las han segao, que ella nunca me había visto una conducta rara y que si las monjas eran las testigos, que lo solucionaran ellas. Después, un poco más calmados decidieron hacer algo, no fuera a ser que las monjitas se enfadaran y me expulsaran  del colegio y lo primero para mí era la permanencia.

Bueno, pues allí estaba mi cuñada (a la que con el tiempo también le tocó explicarme por dónde salían los niños, para mi asombre e incredulidad, pero esta es otra historia), sin saber cómo empezar a darme la lección sobre algunas mujeres a las que no les gustan los hombres. Yo ya estaba preparándome para oirla decir que se separaba de mi hermano. Estas mujeres, me siguió explicando prefieren vivir con otras y sus relaciones son como si fueran novios. Ahí ya yo empezaba a notar que el sujeto del asunto era yo. Y que había que tener cuidado con ese tipo de mujeres porque no eran buenas.

En resumidas cuentas que mi amistad con mi amiga empezaba a preocupar a Sus Caridades y que haría bien en buscar otras amistades. Pero yo tenía un montón de amistades y a algunas pequeñas también les ayudaba yo a peinarse, plancharse el uniforme e incluso les ayudaba con los deberes. Formábamos como el ADN una cadena de cuidados compartidos, pero sin perder de vista nunca que nosotras éramos 22.

Mi cuñada, la pobre, se fue llorando después de darme un montón de besos y de la misma manera me quedé yo, con el agravante de que, si bien veía la injusticia, no podía entender por qué habían metido por medio a mi familia.

Esta intromisión tan descarada, tan injustificada y, sobre todo tan ignorante estaría siempre presente en mi familia. Mi hermano nunca me dijo nada, cuando uno tras otros cambiaba de acompañante, pero yo sé que se ha ido con la sospecha de que yo “era un poco especial con los hombres” que fue lo único que dijo en una ocasión, con gran bronca por parte de mi cuñada que incluía proyectiles directos sobre la línea de flotación: “ hace bien, la chica, ella no tiene necesidad de aguantar a un muermo, no lo necesita y yo estoy contigo porque no tengo más remedio, que, si no, ibas a estar más sólo que la una”.

El caso es que yo no me separé conscientemente de mi amiga, pero ya he dicho que era muy inteligente y no hicieron falta explicaciones. Yo me hundí en un pozo y me replegué en mí. Me hice solitaria, aunque no inaccesible, perdí parte de mi alegría natural y aprendí a refugiarme en los libros y esperaba cada semana a mi madre, para poder llorar entre sus brazos, igual que ahora mismo apenas distingo el teclado. Porque, me rompieron el alma, porque ni siquiera me dejaron aprender a querer ni siquiera aprendí a dejarme querer.


Porque, aquellos barros trajeron tantos lodos……………...

LA RELIGIÓN PROHIBIDA (9)



14. LOS PLANES DEL DIOS CREADOR




Según los Gnósticos, el dios creador tiene muchos planes, que unidos constituyen su Gran Plan, para eso ha creado el universo y al hombre. Para alcanzar sus objetivos está llevando adelante un experimento evolucionario en el que intervienen el cuerpo, el alma y el Espíritu del hombre. Va ensayando, va probando, y si tiene éxito extenderá ese modelo a todo su universo creado. De lo contrario deberá anular este proyecto y comenzar todo de nuevo, como tantas veces lo ha hecho, para volver a ensayar otra cosa. Es que nunca podrá lograr una copia perfecta de lo que imagina es el mundo incognoscible, al que trata en vano de imitar. Indudablemente, en este último experimento ha obtenido un logro que, aunque imperfecto, tiene su importancia.

Después de millones de años de ensayos infructuosos, en unos pocos miles de años ha dado un paso notable en la evolución de su máxima obra: el hombre. Después de millones de años de estancamiento evolutivo en que el homínido humano vivió como un animal más, en los últimos 30.000 años avanzó más que en toda su historia. Los Gnósticos adjudican esta mutación o “creación”, este gran salto evolutivo, a la utilización de Espíritus de gran pureza, provenientes del mundo increado. El dios creador ha modelado un cuerpo de barro y con su soplo lo ha dotado de un elemento anímico, el alma. A ese alma, a ese soplo del creador, le ha adosado un Espíritu, el cual ha sido atraído mediante engaños y encarcelado contra su voluntad en ese engendro satánico de barro y aliento: el cuerpo y el alma del hombre. ¡Es la energía divina del Espíritu prisionero lo que impulsó e impulsa la evolución del animal-hombre! ¿Y para qué quiere el creador que este ser evolucione? Para que se transforme paulatinamente en él. Para eso ha elaborado sus mandamientos. Él quiere que el hombre se transforme en él, que se haga igual a él, al creador. El cuerpo y el alma estarían muy gozosos de que así ocurriera, porque son parte de él, pero no así el Espíritu. El Espíritu tiene otro origen y otro destino. Mientras el Espíritu se halle encadenado está todo bien, va propulsando la evolución. Pero si un solo Espíritu se liberara se perturbaría todo el plan. Por eso es tan necesario que la tiranía del demiurgo sea absoluta, que todo conocimiento que pueda despertar al hombre, haciéndole recordar quién es realmente, sea prohibido. Porque sería un conocimiento peligroso, tan peligroso que podría hacer trastabillar el plan del dios creador. Según la Gnosis, un solo Espíritu, no se necesitan muchos, un solo Espíritu que pueda liberarse quitaría fuerza a todo este sistema y le quitaría fuerzas al dios creador para seguir adelante con sus planes. Ese Espíritu sería un salvador, un salvador del mundo y un salvador de los demás Espíritus. Propiciaría la liberación no sólo de los demás hombres sino de todo el universo, de las incontables miríadas de chispas divinas, provenientes del mundo increado y eterno que se hallan aprisionadas aquí, en esta gran máquina ciega, para hacerla funcionar y evolucionar. Este sistema creado por el demiurgo, no puede funcionar si no posee estas partículas del mundo Espiritual esclavizadas, aprisionadas aquí. Dicen los Gnósticos que de todas estas partículas Espirituales, las que están aprisionadas en el ser humano son las más importantes en categoría y en pureza Espiritual.

El demiurgo ha creado y armado todo esto y lo impulsa a evolucionar. Para que evolucione hacia él, con el ser humano a la cabeza. Si el experimento con el hombre fracasara, echaría mano a otra de sus criaturas y volvería a intentarlo nuevamente. Dijimos que el demiurgo desea que los hombres evolucionen hasta transformarse en él, hasta hacerse iguales a él.

Para que cada alma, aliento de él, y cada cuerpo de barro puedan regresar a él, transformándose en él. Este es el objetivo final que el demiurgo tiene reservado para el hombre. Por todo esto, le es fundamental que el Espíritu aporte su energía sin poder liberarse jamás. Por todo esto, el demiurgo necesita que los hombres permanezcan semidormidos y confundidos. Para que sigan acercándose a ciegas hcia él, hacia el creador, quien con engaños y castigos los atrae hacia sí. Para que todo este sistema funcione, es necesario que los hombres continúen creyendo que el creador es el único dios que existe y que es un dios bueno.

Sostienen los Gnósticos que si un hombre llega a ese punto evolutivo en que se fusiona con su creador, en ese mismo instante su Espíritu pierde toda posibilidad de liberarse mientras dure este universo.







15. MUERTE Y REENCARNACION




En todo este proceso evolutivo que el dios creador ha ideado y está propulsando, tiene mucha importancia la muerte y la reencarnación de los seres humanos. Cuando un ser humano muere, muerto ya el cuerpo físico, el alma es separada del cuerpo llevando consigo al Espíritu encadenado, pues el Espíritu está encadenado al alma y no al cuerpo. Está unido al cuerpo a través del alma. Después de la muerte física, el alma se retira llevando consigo a ese Espíritu. Lleva ese Espíritu a otros planos y allí continúa siendo castigada. Para los Gnósticos este mundo es el infierno, está lleno de castigos y sufrimientos desde el nacimiento hasta la muerte. Pero después de la muerte el sufrimiento continúa, e incluso puede hacerse más intenso todavía. Es castigada el alma por todas las conductas que ha tenido aquí en la Tierra, mientras estaba en el cuerpo físico. El sufrimiento continúa. El alma es golpeada, castigada, “limpiada” dicen algunos, hasta que es trasladada a un nuevo cuerpo para continuar sufriendo. Nadie se salva del infierno, ni siquiera con la muerte. Cuando el alma se ha separado del cuerpo sigue sufriendo, y a veces más que antes. Continúan los apaleamientos y castigos.

Y así, a través de sucesivas muertes y reencarnaciones se va modelando la conducta del ser humano. Se engaña a los hombres diciéndoles que estos castigos son para su bien, que de esta manera los hombres van “mejorando”, “evolucionando”, “se van haciendo más buenos”, “más puros”, “más santos”, “más parecidos a su creador”. A su satanás creador.




Pregúntenle a ese satanás creador, a quien llaman “Juez Justo” y “Dios de Amor” por qué se mueren los niños. Pregúntenle también por qué inventó tantos virus y enfermedades. Nada responderá, porque además de injusto es sordo y ciego. Los Gnósticos sostienen que el creador se alimenta de las emanaciones producidas por el dolor y los llantos de los hombres. Con los castigos, el demiurgo pretende que los hombres se “perfeccionen” paulatinamente. “Perfeccionarse” significa parecerse cada vez más al demiurgo, al creador. Los castigos cesarán cuando el hombre se rinda ante el creador y acepte ser como él, renunciando a su Espíritu.




Esto último es lo que sucede también cuando un hombre o una comunidad de hombres decide hacer una “alianza” o pacto de sangre con el demiurgo, a fin de que sus sufrimientos disminuyan un poco. En estos casos, el hombre o grupo de hombres involucrados en el pacto, se comprometen a renunciar al Espíritu a cambio de poder o riquezas materiales. Esos hombres renuncian a Todo, a cambio de muy poco. Hay que estar loco o muy desesperado para hacer pactos o alianzas con el demiurgo diabólico. Habrán firmado su sentencia de muerte Espiritual y serán desintegrados cuando todo lo creado desaparezca.




¿Qué debemos hacer para parecernos al creador? Eso se halla escrito en todos los “libros sagrados”, inspirados por él. Allí está todo lo que hay que hacer: “adorar al creador”, “amar al prójimo”, “no comer tal cosa”, “poner la otra mejilla”, etc., etc. Aunque algún precepto carezca de sentido no importa, con obedecerlos es suficiente. Está bien claro lo que el hombre debe hacer para agradar al creador. Lo que ocurre es que se trata de cosas difíciles de realizar, pues cada hombre tiene un Espíritu encerrado

en su interior que está gritándole que se oponga al demiurgo y no le obedezca. Por supuesto que algunos hombres escuchan la voz de su Espíritu más que otros. Para eso están los castigos. Para eso existen las muertes y reencarnaciones sucesivas. Algunos hombres necesitan ser más castigados que otros para ser doblegados. A través de los sufrimientos, llega el momento en que el hombre se entrega, se rinde, acepta ser como el creador de la materia. Lo hace para que cesen las torturas, no por otra cosa. Pero al rendirse deberá renunciar a su Espíritu.

Deberá anular su Espíritu para demostrarle al creador que su convencimiento es absoluto, que su conversión no es fingida. Al hacerlo, su Yo Espiritual queda absolutamente anulado, es la muerte Espiritual. Ya no escuchará más esa voz interior que le gritaba que se opusiera, que nunca se rindiera, que luchara siempre hasta ser libre, y que él apenas oía. Ha triunfado el alma, ha triunfado el demiurgo. Este hombre se ha convertido en “un santo”, en “un ejemplo digno de ser imitado”. Para el creador es motivo de gran júbilo y alegría cuando ya no existe nada en el hombre que pueda ser reflejo del Espíritu. Se produce en ese hombre un vacío que es llenado por dios. Ese hombre se ha transformado en “un representante de Dios en la Tierra”, en “un Dios viviente”, igual a su creador. Ese es uno de los aspectos más importantes del “Gran Plan” del dios creador. Para eso creó la materia y el tiempo, para eso ha creado todo este universo, para eso lo ha creado al hombre, para eso aprisionó Espíritus Eternos.

Cuando el hombre se ha fusionado con dios, o se ha “perdido en Dios”, como dicen las religiones, ese Espíritu ha concluido su función allí. Pero, lejos de ser liberado, será amarrado nuevamente por el demiurgo al alma de otro hombre que se halle en un nivel evolutivo inferior, a fin de continuar utilizándolo para propulsar la evolución. Para seguir usándolo en ese objetivo de la creación: la fusión del hombre con su creador.

Los Espíritus sólo serán liberados cuando el creador decida dar por terminada su creación, posiblemente dentro de miles de millones de años. Tal vez algún Espíritu pueda liberarse antes por sus propios medios, pero eso es muy difícil. El demiurgo, sabiendo que la huída de uno solo de sus prisioneros sería catastrófica para él y para su creación, ha tomado mucha precauciones pasra que esto no suceda.

Ante todo, para que este proyecto funcione es necesario que los hombres permanezcan dormidos. Es necesario que ningún Yo Espiritual pueda manifestarse y decir “estoy en desacuerdo”, “este no es mi mundo”, “esta no es mi vida”, “este no es mi destino”, “este mundo es el infierno”. Hemos dicho que del sufrimiento no se salva nadie. Ni aún suicidándose es posible escapar de los castigos con que el satanás creador amonesta a sus criaturas. Cuerpos y almas pertenecen al creador durante toda su vida y después de su muerte también. La única solución está en la liberación del Espíritu. Es esta la tarea más difícil e importante que puede acometer un hombre medianamente despierto.

Decíamos que el creador necesita que los hombres permanezcan dormidos para concretar su plan. Por lo tanto, cualquier hombre o libro que procure despertar y liberar a los Espíritus deberá ser eliminado. Por eso todo este saber, esta Gnosis, ha sido tan perseguido y acallado. El demiurgo necesita que los hombres no despierten, para conducirlos como sonámbulos, a través de sucesivas
reencarnaciones, a ese punto culminante de la evolución en que, cansados de tanto sufrimiento aceptan renunciar a su Yo Divino, a su Espíritu Eterno, para disolverse en su creador.














LUCHA DEL BIEN CONTRA EL MAL (6º DIA)


Sexto Día

La sierra Catochar siempre fue rica en oro y plata. Mientras mi pueblo era fuerte en la península ibérica, esa riqueza permitió que los Señores de Tharsis viviesen con gran esplendor. El modo de vida estratégico había sido olvidado miles de años antes de adquirir los derechos de aquel Señorío y ya no se “ocupaba” la tierra para practicar el cultivo mágico: en esa Epoca, se creía en la propiedad de la tierra y en el poder del oro. Todos los Reinos estaban infestados de comerciantes y mercaderes que ofrecían, por oro, las cosas más preciosas: especias, géneros, vestidos, utensilios, joyas, y hasta armas; sí, las armas que en el pasado eran producidas por cada pueblo combatiente, siendo las más perfectas acaparadas por los pueblos del Pacto de Sangre, entonces podían adquirirse a los traficantes por un puñado de oro. Y los Señores de Tharsis, con
su oro y su plata, compraban a los campesinos la mitad de sus cosechas: la otra mitad, menos lo necesario para subsistir, correspondía como es lógico a los Señores de Tharsis por ser estos los “propietarios” de la tierra. Y el sobrante de aquellos alimentos, junto con el oro y la plata que abundaban, iban a parar a los puertos de Huelva, que entonces se llamaba Onuba, para convertirse en mercancías de la más variada especie.

Los fenicios, descendientes de la Raza roja de la Atlántida, se contaban entre los pueblos que adhirieron de entrada al Pacto Cultural. En el pasado habían sido enemigos jurados de los iberos: tan sólo cien años antes de que mi familia llegase al Señorío de Tharsis, los fenicios tenían ocupada la ciudadela de “Tarshish”, que se hallaba enclavada cerca de la confluencia de los ríos Tinto y Odiel. Finalmente, luego de una breve pero encarnizada guerra, mi pueblo recuperó la plaza, aunque condicionada por un tratado de paz que permitía el libre comercio de los hombres rojos. Desde Tarshish hasta Onuba, en pequeños transportes fluviales o en caravanas, y desde Onuba hasta Medio Oriente en barcos de ultramar, los fenicios monopolizaban el tráfico de mercancías pues la presencia de mercaderes procedentes de otros pueblos era incomparablemente menor. Sin juzgar aquí el impacto cultural que aquel tránsito comercial causaba en las costumbres de mi pueblo, lo cierto es que los Señores de Tharsis gobernaban un país tranquilo, que iba siendo famoso por su riqueza y prosperidad.
Pero he aquí que aquella paz ilusoria pronto vino a ser turbada; y no precisamente, como podría concluirse de una observación superficial, porque el oro de Tharsis hubiese despertado la codicia de pueblos extranjeros y conquistadores. Tal codicia existió, e invasores y conquistadores hubo muchos, empero, el motivo principal de todos los problemas, y finalmente de la ruina de la Casa de Tharsis, fue la llegada de los Golen.
Desde el siglo VIII antes de Jesucristo, aproximadamente desde que Sargón, el Rey de Asiria, destruyera el Reino de Israel, comenzaron a aparecer los Golen en la península ibérica. Al comienzo venían acompañando a los comerciantes fenicios y desembarcaban en todos los puertos del Mediterráneo, pero luego se comprobó que también avanzaban por tierra, al paso de un pueblo escita al que habían dominado en Asia Menor. Este pueblo, que era de nuestra misma Raza, atravesó Europa de Este a Oeste y llegó a España dos siglos después, cuando la obra destructiva de los malditos Golen estaba bastante adelantada. Los Golen, por su parte, evidenciaban claramente que pertenecían a otra Raza, cosa que ellos confirmaban con orgullo: eran miembros, se vanagloriaban, del Pueblo Elegido por el Dios Creador para reinar sobre la Tierra.
Sus maestros habían sido los Sacerdotes egipcios y venían, por lo tanto, en representación de los Atlantes morenos. Todos los pueblos nativos de la península, y también el que luego llegó con los Golen, no recordaban ya el modo de vida estratégico y estaban en poder de Sacerdotes de distintos Cultos: la misión de los Golen consistía, justamente, en demostrar su autoridad sacerdotal y unificar los Cultos. Para ello disponían de diabólicos poderes, que recordaban sin
dudas a los Atlantes morenos, y una crueldad sin límites.

El Dios Creador y las Potencias de la Materia los enviaban para reafirmar el Pacto Cultural. Los tiempos estaban maduros para que el hombre recibiese una nueva revelación, un conocimiento que traería más paz, progreso y civilización que lo hasta entonces alcanzado por los pueblos del Pacto Cultural, una idea que algún día haría que estos bienes fuesen permanentes y acabaría para siempre con el mal y con las guerras: esa revelación, ese conocimiento, esa idea, se sintetizaba en el siguiente concepto: la singularidad de Dios tras la pluralidad de los Cultos. Los Golen, en efecto, habían venido para iluminar a los pueblos, y a los Sacerdotes de todos los Cultos, sobre la multiplicidad de los rostros de Dios y la necesaria unidad que éste mantiene en su propia esfera; ésta sería la fórmula: “por sobre todas las cosas están los Dioses y por sobre todos los Dioses está El Uno”. Por eso ellos no pretendían reemplazar a los Dioses, ni cambiar sus Nombres, ni siquiera alterar la forma de los Cultos: “es natural, decían, que Dios posea muchos Nombres puesto que El exhibe muchos Rostros; es comprensible, también, que haya varios Cultos para adorar los distintos Rostros de Dios; nada de esto ofende a Dios, nada de esto cuestiona su unidad; pero donde El Uno se mostrará inflexible con el hombre, donde no aceptará disculpas, donde posará sus Mil Ojos Justicieros, será en el sacrificio del Culto”. Porque, cualquiera fuese la forma del Culto, “el Sacrificio es Uno”, vale decir, el Sacrificio participa de El Uno.

De acuerdo con esta novedosa revelación, la unidad del Dios Creador se comprobaba en el Sacrificio ritual; y la adoración al Dios Creador, para todo Culto, se demostraba por el Sacrificio ritual. Ay Dr., a pesar de que hoy en día esos Cultos parecen tan lejanos en el tiempo, no puedo pensar sin estremecerme de horror en las miles y miles de víctimas humanas causadas por el
descubrimiento de los Golen. 

He de referirme ahora a un aspecto escabroso de la conducta de los Golen. Acaso la clave esté en el hecho de que consideraban al Dios Creador, en su unidad absoluta, como masculino. El Uno, en efecto, era un Dios macho y nada había más arriba ni más abajo de El que equilibrase o neutralizase aquella polaridad. Admitían una relativa androgenia cósmica hasta determinado nivel,
poblado por Dioses y Diosas debidamente apareados; pero en la cima, como Creador y Señor de los demás Dioses, estaba El Uno, que no era ni andrógino ni neutro sino masculino. El Uno no admitía Diosas a su lado pues se bastaba a sí mismo para existir: era un Dios macho solitario. Con tan aberrante concepción, no debe sorprender que los Golen fuesen también hombres solitarios. Empero, aunque la clave de su conducta esté aquí, no ha de ser tan fácil derivar de ella el principio que los llevaba a practicar entre ellos el onanismo y la sodomía ritual.
Por su costumbre de habitar en los bosques, alejados del pueblo, y sus prácticas depravadas, muchos creyeron que los Golen procedían de Frigia, donde existía un Culto antiquísimo a la Abeja macho Bute, el cual también era realizado por Sacerdotes sodomitas: allí los Sacerdotes se castraban voluntariamente y el templo estaba guardado por una corte de eunucos. Otros suponían que procedían de la India, donde se conocía de antiguo un Culto de adoradores del falo. Pero los Golen no procedían ni de Frigia ni de la India sino del País de Canaán y no practicaban la castración ni la adoración del falo sino la sodomía simple y llana: habían desterrado a la mujer del mismo modo que su Dios había destronado a todas las Diosas; llevaban una vida solitaria y a menudo exenta de placeres, salvo la sodomía ritual, que representaba la Autosuficiencia de El.

Lógicamente, si bien los Golen eran extremadamente tolerantes hacia la forma de los Cultos, y en lo único que no transigían era en lo concerniente a la unidad de Dios en el Sacrificio, se entiende que manifestasen predilección hacia los pueblos cuyos Cultos se personificaban en Dioses masculinos y cierto desprecio por los adoradores de Diosas. A muy corto plazo esta actitud de indiferencia o desprecio, cuando no de franco rechazo, que los Golen dispensaban a las Diosas, iba a entrar en colisión con la forma tan particular que había adquirido en mi pueblo ibero el Culto a Belisana.

Pero ellos contaban, ciertamente, con el apoyo de las Potencias de la Materia. De otro modo no se explicaría su éxito, pues en relativamente poco tiempo, consiguieron dominar a los pueblos de hispania, e, inclusive, a los de Hibernia, Britania, Armórica y Galia. Pese al creciente poder de los Golen, su siniestra doctrina no hubiera causado ningún daño a los Señores de Tharsis, siempre dispuestos a aceptar todo lo que contribuyese a perfeccionar la práctica del Culto. No fueron los Sacrificios a El Uno los que determinaron la suerte de mi familia sino otra actividad que los Golen realizaban con gran energía: procuraban, por todos los medios, hacer cumplir la segunda parte del Pacto Cultural. Es decir, si bien ya no era necesario hacer la guerra a los pueblos del Pacto de Sangre, puesto que fueron derrotados culturalmente, aún permanecían intactas muchas obras megalíticas de los Atlantes blancos y eso constituía “un pecado que clamaba al Cielo”. “Los pueblos del Pacto Cultural faltaron a sus compromisos con los Dioses y esa culpa sería severamente castigada”; sin embargo, y por suerte para ellos, existía una solución: practicar el Sacrificio con el máximo rigor y secundar a los Golen en el cumplimiento de la misión. Con otras palabras, los pueblos nativos debían ahora consagrarse al Sacrificio, sacrificarse y sacrificar y,
como recompensa, los Golen los liberarían del castigo Divino ejecutando Ellos mismos la destrucción de las obras megalíticas o su neutralización. Esto sería todo, si no fuese porque los Dioses habían hecho una advertencia y quien la desoyese arriesgaría ser destruido sin piedad para escarmiento de los hombres: lo que no se iba a perdonar de ninguna manera en adelante, pues la Paciencia de los Dioses estaba agotada, era el recuerdo del Pacto de Sangre y la búsqueda de la Sabiduría. Esto era lo prohibido, lo abominable a los ojos de los Dioses. Pero lo más prohibido, y lo más abominable, un pecado irredimible, era sin dudas el querer conservar la Piedra de Venus. El que no entregase voluntariamente a los Sacerdotes del Culto, o a los Golen, la Piedra de Venus, sufriría la condena de exterminio, es decir lo pagaría con la destrucción de su linaje, con el aniquilamiento de todos los miembros de la Estirpe.

Demás está decir que los Golen se hicieron muy pronto de casi todas las Piedras que todavía continuaban en manos de los pueblos nativos. A diferencia de los Sacerdotes del Culto, ellos sólo remitían algunas a la Fraternidad Blanca: otras las reservaban para utilizarlas en actos de magia, pues se jactaban de conocer sus secretos y de poderlas emplear en provecho de sus planes; y a
éstas las denominaban, peyorativamente, huevos de serpiente. Los Señores de Tharsis, claro está, jamás confiaron en los Golen ni se amedrentaron por sus amenazas. Pero la Espada Sabia era una realidad que se había trocado en leyenda popular y a la que no se podía negar con seriedad: los Golen sospecharon desde un primer momento que en esa arma existía un secreto vestigio del Pacto de Sangre. Puesto que los Señores de Tharsis no accedían a entregarla voluntariamente, y que no podía ser comprada a ningún precio, decidieron aplicar contra ellos todos los recursos de su magia, los diabólicos poderes con que los habían dotado las Potencias de la Materia. Y aquí la
sorpresa de los Golen fue mayúscula pues comprobaron que aquellos poderes nada podían contra el Fuego demencial que encendía la sangre de los Señores de Tharsis. La locura, mística o guerrera, que los distinguía como hombres impredecibles e indómitos, los situaba también fuera del alcance de los conjuros mágicos de los Golen. No quedaba a éstos otra alternativa, de acuerdo a sus demoníacos designios, que apoderarse por la fuerza de la Espada Sabia y someter a la Casa de Tharsis a la pena de exterminio.

Este fue, Dr. Siegnagel, el verdadero motivo del contínuo estado de guerra en que debieron vivir en adelante los Señores de Tharsis, lo que significó la pérdida definitiva de la ilusoria soberanía disfrutada hasta entonces, y no la “codicia” que pueblos extranjeros y conquistadores pudiesen haber alimentado por sus riquezas. Al contrario, no existía en todo el orbe un Rey, Señor, o simple aventurero de la guerra, al que los Golen no hubiesen tentado con la conquista de Tharsis, con el fabuloso botín en oro y plata que ganaría el que intentase la hazaña. Y fueron sus intrigas las que causaron el constante asedio de bandidos y piratas. Mientras pudieron, los Señores de Tharsis resistieron la presión valiéndose de sus propios medios, es decir, con el concurso de los guerreros de mi pueblo. Pero cuando ello ya no fue posible, especialmente cuando se enteraron que los fenicios de Tiro estaban concentrando un poderoso ejército mercenario en las Baleares para invadir y colonizar Tharsis, no tuvieron más salida que aceptar la ayuda, naturalmente interesada, de un pueblo extranjero.

En este caso solicitaron auxilio a Lidia, una Nación pelasga del Mar Egeo, integrada por eximios navegantes cuyos barcos de ultramar atracaban en Onuba dos o tres veces por año para comerciar con el pueblo de Tharsis: tenían el defecto de que eran también mercaderes, y productores de prescindibles mercancías, y estaban acostumbrados a prácticas y hábitos mucho más “avanzados culturalmente” que los “primitivos” iberos; pero, en compensación, exhibían la importante cualidad de que eran de nuestra misma Raza y demostraban una indudable habilidad para la guerra.

Por “pelasgos” la Historia ha conocido a un conjunto de pueblos afincados en distintas regiones de las costas mediterráneas y tirrenas, de la península egea, y del Asia Menor. Así que, para hallar un origen común en todos ellos, hay que remitirse al Principio de la Historia, a los tiempos posteriores a la catástrofe atlante, cuando los Atlantes blancos instituyen el Pacto de Sangre con los nativos de la península ibérica. En verdad, entonces sólo había un pueblo nativo, que fue separado de acuerdo a las leyes exógamas atlantes en tres grandes grupos: el de los iberos, el de los vaskos, y el de los que después serían los pelasgos. A su vez, cada uno de estos grandes grupos se subdividía internamente en tres en todas las organizaciones sociales tribales de las aldeas, poblados y Reinos.

Aquel pueblo único sería conocido luego de la partida de los Atlantes blancos como Virtriones o Vrtriones, es decir, ganaderos; pero el Nombre no tardó en convertirse en Vitriones, Vetriones, y, por influencia de otros pueblos, especialmente de los fenicios, en Veriones o Geriones. El “Gigante Geriones”, con un par de piernas, es decir con una sola base racial, pero triple de la cintura para arriba, o sea, con tres cuerpos y tres cabezas, procede de un antiguo Mito pelasgo en el que se representa al pueblo original con la triple división exogámica impuesta por los Atlantes blancos; con el correr de los siglos, los tres grandes grupos del pueblo nativo fueron identificados por sus nombres particulares y se olvidó la unidad original: las rivalidades e intrigas estimuladas desde el Pacto Cultural contribuyeron a ello, acabando cada grupo convencido de su individualidad racial y cultural. A los iberos ya los he mencionado, pues de ellos desciendo, y los seguiré citando en esta historia; de los vaskos nada diré fuera de que temprano traicionaron al Pacto de Sangre y se aliaron al Pacto Cultural, error que pagarían con mucho sufrimiento y una gran confusión estratégica, puesto que eran un pueblo de Sangre Muy Pura; y en cuanto a los pelasgos, el caso es
bastante simple. Cuando los Atlantes blancos partieron, iban acompañados masivamente por los pelasgos, a quienes habían encargado la tarea de transportarlos por mar hacia el Asia Menor. Allí se despidieron de los Atlantes blancos y decidieron permanecer en la zona, dando lugar con el tiempo a la formación de una numerosa confederación de pueblos. Sucesivas invasiones los obligaron en muchas ocasiones a abandonar sus asentamientos, mas, como se habían transformado en excelentes navegantes, supieron salir bien parados de todos los trances: sin embargo, aquellos desplazamientos los traerían nuevamente en dirección de la península ibérica; en el momento que transcurre la alianza con los lidios, siglo VIII A.J.C., otros grupos pelasgos ocupan ya Italia y la Galia bajo el nombre de etruscos, tyrrenos, truscos, taruscos, ruscos, rasenos, etc. El grupo de los lidios que convocaron los Señores de Tharsis, aún permanecían en Asia Menor, aunque soportando en esa Epoca una terrible escasez de alimentos; reconocían por las tradiciones el parentesco cercano que los unía a los iberos, pero afirmaban descender del “Rey Manes”, legendario antepasado que no sería otro más que “Manú” el Arquetipo perfecto del animal hombre, impuesto en sus Cultos por los Sacerdotes del Pacto Cultural.

Una vez logrado el acuerdo con los embajadores del Rey de Lidia, que incluía el consabido intercambio de princesas, decenas de barcos pelasgos comenzaron a llegar a los puertos de Tharsis. Venían repletos de temibles guerreros, pero también traían muchas familias de colonos dispuestas a establecerse definitivamente entre aquellos parientes lejanos, que tanta fama tenían por su riqueza y prosperidad. Esa pacífica invasión no entusiasmaba demasiado a los de mi pueblo, pero nada podían hacer pues todos comprendían la inminencia del “peligro fenicio”. Peligro que desapareció no bien estos advirtieron el cambio de situación y evaluaron el costo que supondría ahora la conquista de Tharsis. Por esta vez los Golen fueron burlados; pero no olvidarían
a la Espada Sabia, ni a los Señores de Tharsis, ni a la sentencia de exterminio
que pesaba sobre ellos.

En aquellas circunstancias, la alianza con los pelasgos fue un acierto desde todo punto de vista. Los Lidios se contaban entre los primeros pueblos del Pacto de Sangre que habían vencido el tabú del hierro y conocían el secreto de su fundición y forjado: en ese entonces, las espadas de hierro eran el arma más poderosa de la Tierra. Sin embargo, pese a ser notables comerciantes, jamás
vendían un arma de hierro, las que sólo producían en cantidad justa para sus propios usos. Fabricaban, en cambio, gran número de armas de bronce para la venta o el trueque: de allí su interés por radicarse en Tharsis, cuya veta cuprífera de primera calidad era conocida desde los tiempos legendarios, cuando los Atlantes cruzaban el Mar Occidental y extraían el cobre con la ayuda del Rayo de Poseidón. El cobre casi no había sido explotado por los Señores de Tharsis,
deslumbrados por el oro y la plata que todo lo compraban. La asociación con los lidios modificó esencialmente ese criterio e introdujo en el pueblo un novedoso estilo de vida: el basado en la producción de objetos culturales en gran escala destinados exclusivamente para el comercio.

Una disuasiva muralla de piedra se levantó en torno de la antiquisíma ciudadela de Tarshis, que los pelasgos denominaban Tartessos y terminó dando nombre al país, con un perímetro que abarcaba ahora un área cuatro o cinco veces superior. La vieja ciudadela se había transformado en un enorme mercado y en los nuevos espacios fortificados los talleres y fábricas surgían día a día.
Telas, vestidos, calzado, utensilios, cacharros, muebles, objetos de oro, plata, cobre y bronce, prácticamente no existía mercancía que no se pudiese comprar en Tartessos: y salvo el estaño, imprescindible para la industria del bronce, que se iba a buscar a Albión, todo, hasta los alimentos, se producía en Tartessos.

Evidentemente por influencia del Pacto Cultural, la alianza entre mi pueblo y los lidios culminó en una explosión civilizadora. Muy pronto el antiguo Señorío de Tharsis se convirtió en “el Reino Tartéside” y, en pocos siglos, se expandió por toda Andalucía: los tartesios fundaron entonces importantes ciudades, tales como Menace, hoy llamada Torre del Mar, o Masita, a la que los usurpadores cartagineses rebautizaron Cartagena. Su flota llegó a ser tan poderosa como la fenicia y su comercio, altamente competitivo por la mejor calidad de los productos, consiguió poner en grave peligro la economía de los hombres rojos.
Recién a partir del siglo IV A.J.C., a causa de la colonización griega y de la expansión de la colonia fenicia de Cartago, declinó en algo la supremacía comercial y marítima mediterránea de los tartesios.

Debo insistir en que el hecho de ser parientes cercanos facilitó enormemente la integración con los pelasgos. Ello se pudo comprobar especialmente en el caso del Culto, donde casi no había diferencia entre los dos pueblos pues los lidios adoraban también a la Diosa del Fuego, a la que conocían como Belilith. Con pocas palabras: para los lidios, Beleno era “Bel”, y Belisana, “Belilith”; también, por provenir de una región donde el Pacto Cultural tenía mayor
influencia, presentaban algunas diferencias en la lengua y en el alfabeto sagrado; la antigua lengua pelasga, que en mi pueblo aún se hablaba con bastante pureza, había sufrido en los lidios el influjo de lenguas semitas y asiáticas: sin embargo, aquella jerga de navegantes, era más adecuada para el comercio de ultramar que ellos practicaban. La otra diferencia estaba en el alfabeto: hacía miles de años que en mi pueblo se había olvidado la Lengua de los Pájaros; empero, los últimos Iniciados, y luego los Sacerdotes de la Flama, conservaron el alfabeto sagrado de trece más tres Vrunas, a las que representaban con dieciséis signos formados con líneas rectas y a los que habían asociado un sonido de la lengua corriente: de ese modo se disponía de trece consonantes y tres vocales; las vocales sólo las conocían los Señores de Tharsis pues expresaban el Nombre pelasgo, secreto, de la Diosa Luna, algo así como Ioa; pues bien: la novedad que traían
los lidios era un alfabeto sagrado compuesto por trece más cinco letras, es decir, por dieciocho signos que representaban sendos sonidos de la lengua corriente; tenía también trece consonantes, pero las vocales eran cinco: y, las dos agregadas, los lidios no podían suprimirlas ya sin perder más de la mitad de sus palabras. De todo esto, lo más importante, aquello en lo que se debía acordar de entrada, era el Nombre de la Diosa y el número del alfabeto sagrado. Sobre lo primero, se convino en referirse a la Diosa en lo sucesivo con un Nombre más antiguo, que había sido común a los dos pueblos: Pyrena; desde entonces, Belisana y Belilith, serían para los tartesios la Diosa del Fuego Pyrena. Con respecto a lo segundo, los Señores de Tharsis, que estaban en esa ocasión apremiados por la presión enemiga, no tuvieron más remedio que aceptar la imposición del alfabeto sagrado de dieciocho letras: el único consuelo, ironizaban, consistía en que “el número dieciocho agradaba mucho más a la Diosa que el dieciséis”.

Por lo demás, los lidios habían sufrido una suerte parecida a la de mi pueblo. En algún momento de su historia los ganó la Fatiga de Guerra y acabaron cediendo frente a los pueblos del Pacto Cultural; los últimos de sus Iniciados consiguieron entonces plasmar las “misiones familiares” en un número aún mayor de Estirpes que las existentes entre los míos; eso explicaba la gran cantidad de familias de artesanos, especializados en los más variados oficios, que integraban el pueblo de los lidios