sábado, 27 de agosto de 2016

LA RELIGIÓN PROHIBIDA (10)

16. MANVANTARAS Y PRALAYAS

A la pregunta de si la creación es eterna o va a desaparecer alguna vez, la Gnosis tiene una respuesta: todo lo que ha sido creado habrá de desaparecer. El demiurgo crea universos y luego de un lapso los destruye. Los rabinos dicen: “El Señor, bendito sea, crea mundos y los destruye”. En las enseñanzas de Shankara encontramos: “Como las burbujas en el agua, así los mundos nacen, existen y se disuelven en el Señor Supremo” (Atmabodha, 8). Aesto los hinduistas lo llaman “respiraciones de Brahma”. Brahma es el dios creador de los hindúes. Es otro de los nombres del demiurgo. Con cada Big Bang comienza una nueva creación del dios creador. Es la espiración, su aliento exhalado hacia afuera. Esta creación se expande hasta que él decide ponerle un fin, retrayéndola hasta el punto inicial, reabsorbiéndola.
Esta es la inspiración, la absorción de su aliento. Cuando la creación llega a su fin y es destruida, puesta a involucionar, y el tiempo comienza a correr hacia atrás hasta desaparecer, hay un largo período en el que el demiurgo no crea nada. En India llaman a ese lapso “la noche de Brahma”. A
cada período de creación le sigue un período de silencio cósmico en el cual todo lo creado es llevado hacia atrás, contrayéndose hasta desaparecer. Después que todo es destruido, reducido a nada, con otro Big Bang comenzará una nueva creación y así indefinidamente. A cada tentativa del demiurgo le seguirá otra, persiguiendo constantemente esa perfección que nunca llegará.
En India llaman manvantaras a los ciclos de creación y pralayas a los de destrucción.
Hay una canción que es muy común en Israel y que se llama “Adon Olam” (“Señor del Mundo”), la cual tiene un párrafo que nos hace pensar en este descanso del creador cuando destruye su obra. Dicen así esos versos: “…y cuando todo deje de existir, él solo reinará en su majestad”. Se
refiere al período de silencio del creador, cuando ya no queda nada de lo creado.
Cuando toda la creación se derrumba, lo increado sigue existiendo como siempre porque es eterno, no tiene principio ni fin. Pertenece al plano incognoscible de la eternidad. Sólo lo creado desaparece en el pralaya. Solo lo creado puede ser destruido.
Cuando el demiurgo decide destruir todo lo que ha creado, es decir cuando concluye un manvantara, solo allí son liberados los Espíritus increados que han permanecido aprisionados en la materia. Toda materia, todo cuerpo, toda alma serán destruidos. Solo lo increado, lo no creado, no
será alcanzado por esa destrucción, retornando al mundo incognoscible de donde proviene.
Los Gnósticos no quieren esperar miles de millones de años. Los Gnósticos quieren liberarse ahora, cuanto antes. Y no solo liberarse. Pretenden además terminar con todo este sistema satánico, con las respiraciones del demiurgo, con sus planes demenciales, con el tormento de los Espíritus prisioneros, con las creaciones y destrucciones sucesivas, con las muertes y reencarnaciones, con todo lo creado, con todo lo impuro y con el demiurgo también.


17. LA GRAN CONSPIRACION

En todas las épocas, las instituciones religiosas y políticas del demiurgo en la Tierra han conspirado deliberadamente para eliminar, o al menos tergiversar, la visión Gnóstica allí donde aparezca. Se prohíbe o deforma todo pensamiento detrás del cual pueda hallarse algún vestigio de Gnosis Primordial. Así de peligroso es el conocimiento Gnóstico para los planes del demiurgo. El ocultamiento de la Verdad forma parte del plan orquestado para que los hombres no puedan despertar y menos rebelarse. Se trata que los seres humanos permanezcan confundidos, engañados y adormecidos, para que nunca lleguen a advertir quiénes son realmente y en qué situación se encuentran. Se procura que nunca conozcan la verdad de lo que ha ocurrido,
ni en qué consiste su presente, ni cuál será su futuro. Se pretende que ningún hombre pueda jamás conocer las respuestas correctas a las tres preguntas fundamentales: ¿Quién soy yo? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué debo hacer?

Pero la Verdad nunca desaparece. Perseguida y ocultada siempre pugnará por salir a la luz. Lo peor que puede hacerse con la Verdad es prohibirla. Se producirá el efecto contrario: resurgirá con mayor fuerza y violencia. ¿Qué es lo primero que habría que ocultar? En primer lugar, sería necesario eliminar la idea de que más allá del demiurgo ineficiente hay otro Dios, superior a él e infinitamente perfecto.

Para poder oscurecer esta parte de la Verdad Gnóstica se ha inventado la idea de que el dios creador y el Dios Incognoscible son la misma cosa, que juntos forman el único dios que existe: el demiurgo, creador del cielo y de la tierra.

En los comienzos del cristianismo, el gran maestro Gnóstico Marción lo dijo bien claro: “el dios del antiguo testamento no es el Dios del nuevo testamento. Son dos dioses diferentes. El primero es un dios que aplica la ley y castiga, mientras que el otro es un Dios de amor que siempre perdona. Ambos son inconciliables”. ¿Qué puede hacerse para ocultar esta afirmación? Fue Origenes a quien se le ocurrió la brillante idea: “No existen dos dioses diferentes, uno justo y el otro bueno. Es el mismo Dios, y es justo y es bueno”. Esta fue la manera en que el demiurgo vino a ser bueno y perfecto. En segundo lugar, ha quedado eliminado también, de esta forma, la diferencia entre el mundo incognoscible y el mundo creado. Todo aquel que se refiera a la existencia de los dos reinos irreconciliables, será tachado despectivamente de “dualista”, como si describir la realidad tal cual es fuera algo malo. Los conspiradores redujeron todo a un solo reino: el reino del demiurgo. En tercer lugar, si el demiurgo es bueno y perfecto ¿A quién podemos echarle la culpa de todo el mal que hay en el mundo? Si los atributos divinos del Dios Incognoscible han sido trasladados al demiurgo ¿Qué hacer con los atributos demiúrgicos de maldad e ineptitud, de plagio y de mentira? Por eso se recurrió al invento de que el demiurgo no es
satanás, satanás es otro. El demiurgo se ha vuelto bueno y perfecto, ha sido despojado de sus rasgos satánicos. Todo lo malo proviene ahora de ese nuevo satanás que es exterior a él. Lo malo del demiurgo ha sido llevado afuera, a un satanás diferente del creador. Ahora es a este nuevo satanás a quien le gusta la sangre, el olor de la carne quemada, los esclavos, las guerras, los rituales, los sacrificios, las conspiraciones y los genocidios. Ahora es a este nuevo satanás a quien le agrada que los hombres se postren ante él y lo adoren, y que hagan alianzas o pactos de sangre con él, a cambio de poderes o riquezas terrenales. Es fácil descubrir que todas las características que satanás tiene hoy, han sido tomadas del dios creador de la biblia.
Entonces tenemos esto: el Dios Incognoscible no existe, sus atributos han sido trasladados al demiurgo, y los atributos del demiurgo han sido trasladados a un satanás exterior a él. ¿Qué falta ahora en esta gran conspiración, en esta gran estafa? Falta encontrar a alguien a quien podamos
transformar en ese satanás. Debe ser alguien a quien le tengamos mucho odio, pues la figura de satanás es lo más abyecto que pueda concebirse. En cuarto lugar, así surgió la ocurrencia brillante de esta conspiración: a alguien se le ocurrió que lo más apropiado sería divulgar que ese satanás maligno no es otro que Lucifer. De esta manera, no solo el demiurgo fue “limpiado” de su naturaleza satánica, sino que fue absolutamente distorsionada la figura de Lucifer. El Ángel de Luz, enviado por el Dios Incognoscible para salvar a los hombres, vendría a transformarse en un monstruo cuya función es la de mantenerlos esclavizados. Genial ocurrencia de los representantes del demiurgo en la Tierra y oportuna venganza contra Lucifer, el enemigo eterno del satanás verdadero.

De dos entidades opuestas e irreconciliables, el dios creador y el Dios Incognoscible, han hecho una sola: el demiurgo “bueno y único”. De los dos mundos opuestos e irreconciliables han hecho uno solo, que es “bueno”: el del demiurgo. De igual forma han procedido con las otras dos entidades opuestas e irreconciliables: Lucifer y satanás, el Enviado del Dios Verdadero y el satanás creador de la materia y del tiempo. Los han transformado en una sola entidad: el “Lucifer satánico”. Así conspiran contra la verdad los charlatanes del demiurgo.

Hasta el día de hoy persiste esta creencia de que satanás y Lucifer son una y la misma cosa, a quien también llaman diablo. En el Nuevo Testamento, ya se encuentra establecido que Lucifer es igual a satán (Lucas, X.18) (2 Corintios, XI.14). Incluso Monseñor Meurin, en su obra que hemos
citado incurre en esta misma confusión: denomina al demiurgo “Jehová-Lucifer” y no “Jehová-Satanás”, como hubiera sido lo correcto en su línea de razonamiento. Y si Meurin, un teólogo tan renombrado dentro del catolicismo romano cometió este error, ¿Qué podemos esperar del
hombre común?
En quinto lugar, tenemos el gran plagio que dió origen al cristianismo y a su personaje ficticio: Jesucristo. A Kristos Lucifer, el Enviado del Dios Incognoscible, lo cambiaron por “Cristo Jesús”, el enviado del demiurgo. Plagiaron un suceso real para inventar un suceso falso.
Lucifer vino a traer la Gnosis para despertar y liberar a los hombres, mientras que Jesucristo solo vino a hacer cumplir la ley de su “padre”, el demiurgo Jehová.

En sexto lugar, ¿Qué puede hacerse para tergiversar la idea Gnóstica de que este mundo creado es el infierno y que el cielo es el plano del Dios Incognoscible? Los conspiradores elucubraron lo siguiente: afirmaron que este mundo no es el infierno, el infierno está afuera, lejos de aquí. El
infierno sería un lugar de castigos para quienes desobedezcan al demiurgo, durante su vida aquí en la Tierra. ¿Y qué características tendría ese infierno? A alguien se le ocurrió que las características propias del mundo incognoscible podrían servir muy bien como escenario para este nuevo infierno. Si Lucifer, el Portador de Luz, un ser de fuego a quien se representa envuelto en llamas, es satanás, entonces podemos decir que este infierno sería un lugar lleno de fuego. Un lugar donde son quemados los “pecadores”.
Según los Gnósticos, el reino incognoscible es efectivamente un fuego antimateria que aborrece esta creación impura y si pudiera la aniquilaría, pero para ellos ese fuego es algo bueno y deseable, nada satánico.
En séptimo lugar, el Espíritu fue otra de las cosas que consideraron importante eliminar, o al menos deformarla hasta tornarla irreconocible. Los representantes del demiurgo en la Tierra no podían permitir que, después de todo lo adulterado, persistiera la creencia de que hay algo increado y divino dentro del hombre. Había que eliminar al Espíritu también.

Ya vimos que para los Gnósticos el hombre está compuesto de tres partes: cuerpo, alma y Espíritu. El cuerpo y el alma han sido creados por el demiurgo, mientras que el Espíritu ha sido capturado del plano de lo increado y eterno, y no pertenece a esta esfera de creación. El alma y el Espíritu, las dos entidades no visibles para el ojo humano común, son perfectamente opuestas e irreconciliables. El alma ha sido creada por el demiurgo, es lo que da vida al cuerpo, lo que lo anima, lo anímico. El alma solo ansía unirse a su creador, fusionarse con él. El Espíritu, por el contrario, es un prisionero en este mundo extraño que no le pertenece y que para Él es un infierno. Él sólo desea liberarse y volver al mundo incognoscible de donde proviene.

Para el Espíritu, el cuerpo y el alma son tan horribles como la materia y el tiempo. Para el demiurgo y su creación, es necesario y fundamental que el Espíritu permanezca amarrado al alma del hombre. Su proyecto evolutivo no puede prescindir de los Espíritus encadenados a la materia. Pero una cosa es importante: el demiurgo desea que esto permanezca en secreto, que los hombres jamás puedan advertir que poseen en su interior una chispa increada robada del otro mundo. Entonces, para eliminar la idea Gnóstica de Espíritu, los agentes del demiurgo en la Tierra tuvieron esta ingeniosa ocurrencia: de las dos entidades, opuestas e irreconciliables, harían una sola. Del Espíritu tomarían todas sus características divinas de perfección y pureza. Sólo omitirían su aspecto increado, pues si los hombres descubrieran que tienen algo increado en su interior comenzarían a hacer preguntas, y eso no es bueno. Todas las virtudes del Espíritu serían trasladadas al alma, que así, de satánica pasaría a ser perfecta. Ya no volvería a hablarse más del Espíritu increado.

Ahora quedaría sólo una entidad en el cuerpo humano: “el alma divina y perfecta creada por Dios”. Hemos dicho que en los comienzos del cristianismo, los primeros teólogos cristianos, San Agustín entre otros, se referían siempre al cuerpo, alma y Espíritu del hombre.
Pero con el paso de los años esto fue desapareciendo. El Espíritu se fue transformando, primero en “intelecto”, luego en sinónimo de alma, hasta que un buen día se decidió eliminar por completo al Espíritu como parte constituyente del ser humano, quedando sólo cuerpo y alma. La conspiración tuvo éxito: se logró que los hombres se olviden del Espíritu.
Y no sólo en el cristianismo, en todas las religiones del demiurgo se habla exclusivamente de cuerpo y alma como los únicos constituyentes del hombre.

No sólo se ha logrado eliminar la idea de algo increado dentro del hombre, sino también la idea de que hay un prisionero injustamente encerrado dentro de él. Es mejor que nadie sepa por qué ha sido aprisionado el Espíritu, pues los hombres comenzarían a preguntarse cosas y hasta algunos podrían llegar a despertar. Es mejor que continúen con su ceguera, hablando de temas menos peligrosos como el fútbol o el sexo.

En octavo lugar, para distorsionar la afirmación Gnóstica de que esta creación es imperfecta debido a que el creador es un ser imperfecto, los conspiradores debieron aguzar aún más su ingenio satánico. La imperfección de todas las cosas de este mundo es algo tan evidente y palpable que es imposible de negar. Por más idiotizados que estén los hombres, jamás admitirán que este mundo es un paraíso. ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo justificar que “un demiurgo perfecto” haya creado semejante adefesio? Además, los Gnósticos oponían a la creación errónea, realizada por un demiurgo plagiador e ineficiente, el reino increado y eterno del Dios Verdadero. ¿Cómo hacer para eliminar estas peligrosas ideas? Se les ocurrió una solución que aboliría la idea del mundo increado y perfecto, a la vez que daría por tierra con estas sospechas de un demiurgo inexperto creador del mundo. Esta solución sería útil también para justificar lo inocultable: la impureza e imperfección del mundo creado. ¿Qué engaño pergeñaron esta vez? Ahora lo veremos. Todos los atributos que caracterizan al reino del Dios Incognoscible fueron trasladados a la creación del demiurgo, pero no a esta sino a otra anterior. A una supuesta creación del demiurgo que era, esa sí, perfecta y pura. O sea que el demiurgo, que ha devenido perfecto, además ha sido capaz de crear un mundo perfecto y puro. Hasta aquí, notamos que ya no hay lugar para el Dios Incognoscible y su reino, a la vez que el demiurgo devenido perfecto realiza
obras perfectas. Pero ¿Qué ocurrió para que toda esa creación perfecta se haya convertido en algo tan imperfecto como lo es ahora? Aquí está la genialidad de los apóstoles del engaño: la creación se volvió impura e imperfecta por culpa del hombre. El creador, un ser perfecto, hizo perfecto al mundo, pero el hombre lo arruinó. El paraíso era perfecto, pero el hombre y la Serpiente Lucifer destruyeron esa perfección, “cayendo” con ella.

Tenemos entonces un creador perfecto y bueno que realizó una obra buena y perfecta. Toda su creación, la materia, el tiempo, el hombre, eran buenos. El paraíso era un lugar perfecto y el hombre vivía felíz allí. Todo esto cayó y se degradó por culpa de la desobediencia del hombre.
Afirmar que el hombre tiene la culpa del “pecado original” y de la “caída”, ha sido una de las más burdas ocurrencias concebidas en contra del Espíritu y del Dios Verdadero.
¡Se lo ha responsabilizado al hombre por la ineptitud del creador y las deficiencias de su obra!
Ya vimos que en el paraíso el hombre no era más que un siervo ignorante. Ignoraba todo acerca de sí mismo y de su creador, como parece ignorarlo todavía. No sabía que existía otro Dios, inmensamente superior al dios creador. No sabía que más allá de su cuerpo y de su alma tenía aprisionado un Espíritu. No lo sabía hasta que despertó y pudo rebelarse.
Para la Gnosis, el único “pecado original” que existió fue el rebelarse. Para la Gnosis, el único “pecado original” que existió fue el cometido por el demiurgo al encadenar Espíritus Eternos al alma perecedera del hombre. Para la Gnosis, la única “caída” que existió, propiciada por el demiurgo, fue la caída de los Espíritus en el mundo infernal de la materia.

Hemos pasado revista a los ocho principales ocultamientos y tergiversaciones, realizadas contra la Gnosis por los sirvientes del demiurgo en la Tierra. Ahora veremos los medios de que se valen estos conspiradores para imponer mejor sus falsificaciones. El objetivo es barrer con todo conocimiento que se refiera a lo increado, al despertar del hombre, a la liberación de los Espíritus y a la rebelión contra el demiurgo. Ese conocimiento increado es la Gnosis, absolutamente peligrosa para la Dictadura Universal Satánica. Se pretende eliminar el saber Gnóstico porque es la máxima amenaza contra el demiurgo y su obra. Su divisa es la siguiente: debe ser destruido todo lo que se oponga al sistema creado por el demiurgo, y lo que no pueda ser eliminado debe ser distorsionado y corrompido hasta tornarlo irreconocible. Stalin, agente del demiurgo, decía: “si no puedes estrangular a tu enemigo, abrázalo”. Así operan contra la Gnosis los agentes correctores del demiurgo. Si no se puede prohibir algo se lo abraza, se lo rodea para asfixiarlo, transformándolo en algo inofensivo. Y no sólo inofensivo, el conocimiento así neutralizado y transformado muchas veces es puesto a trabajar al servicio del demiurgo mismo. Es el caso de las religiones que en sus inicios fueron revolucionarias y opuestas al demiurgo, las cuales luego de infiltradas y deformadas fueron puestas a su servicio, convirtiéndose cada una de ellas en una religión demiúrgica más. Es el caso, por ejemplo, del cristianismo, budismo y tantrismo, entre otras. Fueron convertidas en religiones perfectamente opuestas a lo que fueron en sus comienzos.
Se trata de que ningún conocimiento pueda quedar fuera del control dictatorial del demiurgo. Se procura que ningún elemento proveniente del mundo increado pueda poner en peligro la obra y los planes del demiurgo.
Algo que continúa haciéndose es quemar los libros peligrosos. Por supuesto que esto es realizado ahora en secreto. Los tiempos han cambiado y en las dictaduras “democráticas” modernas la destrucción de libros es llevada a cabo subrepticiamente. Ya no se los quema en público, ahora los libros son comprados individualmente y entregados a algún agente o autoridad religiosa que procederá a destruirlos. Cuando es posible, se compran ediciones enteras con ese fin, y lo mismo hacen con los derechos de autor. Hay otros métodos, pero sólo describo lo que he podido comprobar fehacientemente. Poseo un amplio listado de libros y autores que han corrido con esta suerte, los cuales no figuran en los listados “oficiales” de libros perseguidos o desaparecidos.
También se suele perseguir o castigar a los autores de estos libros. Es muy común que sean amenazados, acorralados o perseguidos de diversas formas. Son frecuentes los robos de manuscritos, conozco varios de estos casos, sabotajes durante la impresión, etc. Por escribir libros opuestos al sistema demiúrgico muchos autores han sido desprestigiados, encarcelados o encerrados en manicomios, y no sólo en los países comunistas, pues en las dictaduras “democráticas” sucede lo mismo.
Muchos autores recalcitrantes han muerto misteriosamente, de enfermedades o accidentes extraños, nunca exhaustivamente investigados. Actualmente, los escuadrones de exterminio del demiurgo disponen de medios inmensamente eficaces para disfrazar sus homicidios. Tal ha sido
generalmente el destino de los grandes rebeldes y opositores al demiurgo y su obra. En este mundo creado, el demiurgo y sus agentes tienen todas las de ganar, pues este es su reino: el reino del demiurgo. Este reino es para el Gnóstico todo lo contrario: el campo enemigo donde él
debe actuar. Todo, absolutamente todo lo creado estará contra él. La guerra del Gnóstico, por lo tanto, deberá ser de la misma manera: total.
Tomemos el caso de Mani, el gran maestro Gnóstico fundador de la religión maniquea, a la que San Agustín perteneció durante nueve años. Mani existió realmente, no se trata de un personaje ficticio de una religión demiúrgica más. Temiendo que sus enseñanzas fueran distorsionadas, Mani escribió varias obras, las cuales fueron perseguidas y destruidas u ocultadas durante siglos. Cuando se creían perdidas para siempre, fue encontrada toda una biblioteca maniquea en China, en el siglo XX. Eso fue un milagro como el de Nag Hammadi. Estuvieron ocultas casi mil quinientos años. Mani, quien jamás renunció a su prédica, fue perseguido, encarcelado y torturado hasta la muerte por sacerdotes del demiurgo en la antigua Persia. Una versión dice que Mani fue despellejado vivo. Le arrancaron la piel y la rellenaron con paja para ser exhibida en las puertas de la ciudad, como advertencia para los enemigos del dios creador. Otra versión sostiene que Mani fue despellejado después de muerto. Fuertemente inmovilizado con cadenas, vivió veintiséis días de intensos sufrimientos y murió. Por todo esto se habla de la “crucifixión de Mani”. Así como el demiurgo encadena a los Espíritus, así los sirvientes del demiurgo encadenaron a Mani. Pero Mani no era un hombre común, Mani fue un liberado en vida. La tortura y la muerte no pueden afectar a quienes han realizado su Espíritu, al contrario, les producen risa.
Tomemos otro caso entre muchos, el de Zenón de Elea. Encarcelado y amarrado, durante las torturas a que era sometido, Zenón le dijo al torturador: “Acércate y te diré al oído todo lo que quieres saber”. Cuando el torturador se acercó, Zenón le arrancó la oreja con los dientes. El torturador, enloquecido, le dijo que le aplicaría torturas aún más fuertes hasta obligarlo a renunciar a sus concepciones. La respuesta de Zenón fue la siguiente: se cortó la lengua con
sus dientes y la arrojó a los pies del torturador. ¡Cómo pudo llegarse a creer que a un hombre como Zenón, realizado en su Espíritu, podría importarle lo que pudiera sucederle a su cuerpo y a su alma! Ese torturador, para Zenón sólo pudo haber sido un pobre payaso. La tortura y la muerte antes de retractarse, así son los Guerreros del Espíritu.

En la gigantesca dictadura del demiurgo y sus secuaces, hay otro tipo de amenazas: los castigos propinados por el mismo demiurgo. Los libros sagrados de las religiones del demiurgo están llenos de estas advertencias: el castigo de Adán y Eva, el diluvio universal, Sodoma y Gomorra, la
torre de Babel, las plagas de Egipto y muchas más. ¿Para qué sirven los castigos, además de eliminar opositores? ¿Por qué tantas amenazas y advertencias? La respuesta es simple: para infundir miedo. El miedo al castigo hace que los esclavos trabajen mejor y renuncien a escapar. Un esclavo con miedo es más obediente y sumiso. El miedo al castigo es el medio que utiliza el demiurgo para hacer que los hombres transcurran su existencia sometidos a él, obedeciendo sus mandamientos. Para el demiurgo, el mejor esclavo es el que le teme y obedece mejor. El desea que sus esclavos desperdicien sus vidas trabajando para su causa, pensando que cuando mueran “van a ir al cielo”. Ese es el esclavo perfecto para el demiurgo. El desea que los hombres envejezcan sin rebelarse, sin despertar, sin liberar su Espíritu. Para eso es el miedo y para eso la conspiración: para que nadie pueda hallar nunca el Camino de la Liberación y del Retorno. En la dictadura del demiurgo, los hombres solo tienen libertad para elegir entre varias cosas iguales. Entre varias cosas que son la misma cosa, pero con disfraces diferentes. Hay libertad de pensamiento siempre que no se contradiga el “pensamiento políticamente correcto”, impuesto por los representantes del demiurgo.
Tenemos el caso de las religiones. Parecen todas diferentes, pero no lo son. Son la misma cosa, sólo son diferentes sus apariencias. Su dios es el mismo: el creador del mundo. Lo llamen Brahma, Baal, Yahvé, Jehová, Moloch, Dios Padre o Alá, es siempre el mismo: el demiurgo. Se pretende dar una falsa impresión de diversidad, para que el hombre dormido crea que hay una variedad de caminos, con destinos diferentes y libertad para elegir entre ellos. Incluso hay hombres que se trasladan de una religión a otra, creyendo que con ello hacen un gran cambio.
A René Guenón, por ejemplo, le llevó años de estudio y meditación tomar la decisión de abandonar el cristianismo para ingresar en la masonería y el martinismo, para luego renunciar a todo eso y convertirse en musulmán. Él creyó dar saltos inmensos con esos cambios, pero lo único que hizo fue dar vueltas en círculo dentro de su laberinto. Su búsqueda no sirvió de nada. Y si Guenón, erudito en estos temas, tuvo semejante confusión, ya pueden imaginar lo que será en el hombre común. El caso de San Agustín es más patético todavía. Perteneciendo al maniqueísmo en calidad de oyente, y a punto de conocer personalmente a Mani, resolvió abandonar todo y convertirse al cristianismo. Con su apostasía, Agustín rechazó al Incognoscible y al Espíritu, optando por el demiurgo y por el alma. Se opuso al radical ascetismo maniqueo, para encolumnarse tras la nueva religión, mundana e imperial, de Constantino: el cristianismo.

Hay personas medianamente despiertas que, temerosas de pasar su vida durmiendo, buscan desesperadamente una salida en el laberinto en que están inmersas. Por desgracia, la mayoría ignora que las opciones que aparecen ante sus ojos son la misma cosa, sólo que con ropajes diferentes. El objetivo de todo esto es que nunca puedan encontrar la salida,
que nunca puedan darse cuenta que las religiones, como los partidos políticos, son la misma cosa con diferentes rostros, todas bajo el control del demiurgo.
El Dalai Lama dijo hace unos años que no debería haber una sola religión, sino un “supermercado de religiones”. Es esta la mejor manera de hacer que los hombres crean que están rodeados de una diversidad de opciones diferentes, y que cuando eligen obtienen algo que es distinto al resto.
La finalidad de estas religiones es mantener al hombre adormecido, conduciéndolo a ciegas hacia el matadero final: su fusión con el demiurgo.

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