miércoles, 20 de julio de 2016

SIGAMOS UN POQUITO MÁS CON ERICH FROMM


ERICH FROMM HABLANDO DE BERTRAND RUSSELL (un genio respetando a otro genio)


Ninguna situación histórica podría ser más propicia que la nuestra para el surgimiento de profetas. La existencia mista de toda la especie humana está amenazada por la locura que implica preparar una guerra nuclear. La mentalidad troglodítica y la ceguera han llevado a un punto en que la especie humana parece avanzar rápidamente hacia el trágico final de su historia, en el momento mismo en que está cerca de su más grande logro. En este momento, la sociedad necesita profetas, aunque sea dudoso que sus voces logren prevalecer por sobre las de los sacerdotes.
Bartrand Russell expresó durante muchas décadas sus ideas sobre racionalidad y humanismo, exponiéndolas en libros; pero en años recientes ha salido a la plaza a mostrar a todos los hombres que cuando las leyes del país contradicen a las de la humanidad, un verdadero hombre debe elegir las leyes de la humanidad.

Bertrand Russell ha reconocido que la idea, aunque se encarne en una persona, sólo cobra significado social si se encarna en un grupo. Cuando Abraham discute con Dios acerca del destino de Sodoma, y desafió la justicia de Dios, pidió que se perdonara a Sodoma si había en ella diez hombres justos, pero no menos. Si había menos de diez, es decir, si no había ni siquiera un grupo mínimo en el cual se hubiera encarnado la idea de justicia, tampoco Abraham podía esperar que la ciudad se salvara. Bertrand Russell trata de demostrar que existen las diez que pueden salvar la ciudad. Este es el motivo por el que organizó a la gente, desfiló con ella y junto con ella fue llevado en los furgones policiales. Aunque su voz  sea una voz en el desierto, no es, sin embargo, una voz aislada. Es el guía de un coro; sólo la historia de los próximos años revelará si se trata del coro de una tragedia griega o el coro de la Novena Sinforía de Beethven.

Entre las ideas que Russell encarna en su vida, quizá la primera que se debe mencionar es el derecho y el deber del hombre a desobedecer.

Al hablar de desobediencia no me refiero a la del "rebelde sin causa", que desobedece porque no tiene otro compromiso con la vida que el de decir "no". Esta clase de desobediencia rebelde es tan ciega e impotente como su opuesto, la obediencia conformista que es incapaz de decir "no". Estoy hablando del hombre que puede decir "no" porque puede afirmar, que puede desobedecer precisamente porque  puede obedecer a su conciencia y a los principios que ha elegido; estoy hablando del revolucionario, no del rebelde.

En la mayoría de los sistemas sociales la obediencia es la suprema virtud, la desobediencia el supremo pecado. En verdad, cuando en nuestra cultura la gente se siente "culpable", lo que ocurre realmente es que tiene miedo porque ha desobedecido. Lo que les perturba no es un problema moras, aunque crean que lo es, sino el hecho de haber desobedecido una orden. Esto no es sorprendente; después de todo, la enseñanza cristiana ha interpretado la desobediencia de Adán como un hecho que le corrompió a él y a su simiente de un modo tan fundamental que sólo el acto espiritual de la gracia de Dios podía salvar al hombre de su corrupción. Esta doctrina estaba, por supuesto, de acuerdo con la función social de la Iglesia, que sostenía el poder de los gobernantes mediante la enseñanza del carácter pecaminoso de la desobediencia. Sólo los hombres que tomaron en serio las enseñanzas bíblicas de la humildad, la fraternidad y la justicia se rebelaron contra la autoridad secular, con el resultado de que la Iglesia los señaló generalmente  como rebeldes y pecadores contra Dios. La corriente principal del Protestantismo no alteró esta situación. Por el contrario, mientras la Iglesia Católica mantuvo vigente la conciencia de la diferencia existente entre autoridad secular y espiritual, el Protestantismo se alió con el poder secular. Lutero sólo dio la primera y drástica expresión de esta tendencia cuando escribió acerca de los campesinos revolucionarios alemanes del siglo XVI: "por  lo tanto, todos los que podamos hacerlo, ataquémosles, metámosles, apuñalemosles secreta o abiertamente, recordando que nada hay más venenoso, dañino y demoníaco que un rebelde"

El filósofo desobedece a los clisés y a la opinión pública porque obedece a la razón y a la humanidad. Precisamente porque la razón es universal y trasciende todas las esfers nacionales, el filósofo que la sigue es un ciudadano del mundo; su objeto es el hombre -no esta o aquella persona, esta o aquella nación- Su país es el mundo, no el lugar donde ha nacido.

Nadie ha expresado la naturaleza revolucionaria del pensamiento de un modo más brillante que Bertrand Russell. En "Principes of social reconstruction" (1916) escribió:

"Los hombres temen al pensamiento más que a cualquier otra cosa en la tierra - más que a la ruina, incluso más que a la muerte-.  El pensamiento es subversivo y revolucionario, destructivo y terrible; el pensamiento es despiadado con el privilegio, las instituciones establecidas y los hábitos confortables; el pensamiento es anárquico y sin ley, indiferente a la autoridad, despreocupado de la acreditada sabiduría de las edades. El pensamiento escudriña  el abismo del infierno y no teme. Ve al hombre, esa débil partícula, rodeado por insondables profundidades de silencio; sin embargo procede  arrogante, tan impertérrito como si fuera el señor del universo. El pensamiento es grande, y veloz y libre, la luz del mundo, y la principal gloria del hombre.

Pero para que el pensamiento llegue a ser posesión de muchos, no privilegio de unos pocos, debemos eliminar el temor. Es el temor lo que contiene a los hombres -el temor de que sus acendradas creencias resulten engañosas, el temor de que las instituciones por las que vive resulten dañinas, el temor de que ellos mismos resulten menos dignos de respeto de lo que habían supuesto que eran. "Debe el trabajador pensar libremente acerca de la propiedad?. Entonces ¿qué nos ocurriría a nosotros, los ricos?. ¿Deben los jóvenes, hombres y mujeres, pensar libremente acerca del sexo? Entonces ¿qué ocurriría con la moralidad? ¿Deben los soldados pensar libremente acerca de la guerra? Entonces ¿qué ocurrirá con la disciplina militar?. ¡Basta de pensamiento! ¡Retornemos a las sombras del prejuicio, para que no corran peligro la propiedad, la moral y la guerra. Es mejor que los hombres sean estúpidos, lerdos y tiránicos, y no que su pensamiento sea libre. En efecto, si su pensamiento fuera libre, podrían no pensar como nosotros. Y este desastre debe evitarse a toda costa" . Así argumentan los oponentes en las profundidades inconscientes de su alma. Y así actúan en sus iglesias, sus escuelas y sus universidades."

La capacidad de desobediencia de Bertrand Russell no se enraíza en ningún principio abstracto, sino en la experiencia más real que existe: el amor a la vida. Este amor  la vida reluce en sus escritos y también en su persona. Es hoy una rara cualidad, y especialmente rara en los países mismos en que los hombres viven de la abundancia. Muchos confunden estremecimiento con goce, excitación con interés, consumir con ser. El slogan necrófilo "Viva la muerte", aunque conscientemente sólo lo utilizan los fascistas, llena el corazón de muchas personas que viven en tierras de plenitud de bienes, aunque ellas mismas no se dan cuenta. Parece que en este hecho reside una de las razones que explican por qué la mayoría de la gente se resigna a aceptar la guerra nuclear y la consiguiente destrucción de la civilización, y da tan pocos pasos para impedir esta catástrofe. Bertrand Russell, por el contrario, lucha contra la masacre que nos amenaza, no porque sea pacifisca o por un principio abstracto, sino precisamente porque es un hombre que ama la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario