LA NOVENA TABLILLA
En los días de Lu-Mach, Marduk y los Igigi se casaban con las Terrestres. En aquellos días, las tribulaciones eran crecientes en la Tierra, en aquellos días, Lahmu estaba envuelto en polvo y aridez. Los Anunnaki que decretan los hados, Enlil, Enki y Ninmah, consultaron entre sí. Se preguntaban qué es lo que se estaba alterando en la Tierra y en Lahmu. Habían observado estallidos en el Sol, había alteraciones en las fuerzas de la red de la Tierra y de Lahmu. En el Abzu, en la punta, frente a la Blancatierra, instalaron instrumentos de observación; los instrumentos se pusieron a cargo de Nergal, el hijo de Enki, y de su esposa Ereshkigal. Ninurta fue asignado a la Tierra Más Allá de los Mares para establecer un Enlace Cielo-Tierra en las montañas.
En Lahmu, los Igigi estaban inquietos; a Marduk se le dio la tarea de pacificarlos: ¡Hasta que sepamos qué está causando las tribulaciones, debe mantenerse la estación de paso de Lahmu! Así le dijeron los líderes a Marduk. Los tres que decretan los destinos consultaron entre sí; se miraron unos a otros. ¡Qué viejos están!, pensó cada uno sobre los demás. Enki, que lloraba la muerte de Adapa, fue el primero en hablar. ¡Han pasado más de cien Shars desde que llegué!, dijo a su hermano y a su hermana.
Yo era entonces un gallardo líder; ¡ahora, con barba, cansado y viejo! ¡ Yo era un héroe entusiasta, dispuesto a la jefatura y la aventura!, dijo después Enlil. Ahora tengo hijos que tienen hijos, todos nacidos en la Tierra; ¡Nos hemos hecho viejos en la Tierra, pero los que nacieron en la Tierra serán aún más viejos dentro de poco! Así, lamentándose, dijo Enlil a su hermano y a su hermana. ¡En cuanto a mí, me llaman vieja oveja!, dijo Ninmah tristemente. ¡Mientras que el resto ha estado yendo y viniendo, ha estado haciendo turnos de servicio, nosotros, los líderes, nos hemos quedado! ¡Quizás ha llegado el momento de partir! Así dijo Enlil. De esto me suelo preguntar, les dijo Enki. ¡Cada vez que uno de nosotros tres desea visitar Nibiru, siempre nos llegan palabras de Nibiru para impedir que vayamos! De eso yo también me pregunto, dijo Enlil: ¿Es algo de Nibiru, algo de la Tierra? Quizás tiene que ver con las diferencias en los ciclos vitales, dijo Ninmah.
Los tres líderes decidieron observar y ver lo que ocurre. En aquel momento, el asunto estaba en manos del Hado, ¿o sería del Destino? Por ello, vino a suceder que, poco después, Marduk vino hasta su padre Enki, deseaba discutir con su padre, Enki, una cuestión de suma gravedad. En la Tierra, los tres hijos de Enlil habían elegido esposas: Ninurta se había casado con Bau, una joven hija de Anu; Nannar había elegido a Ningal, Ishkur había tomado a Shala; Nergal, tu hijo, ha tomado por esposa a Ereshkigal, nieta de Enlil, amenazando con matarla, arrancó de ella su consentimiento. Por esperar mis desposorios, siendo tu primogénito, Nergal no esperó, los otros cuatro, por deferencia, están esperando mis desposorios. ¡Deseo elegir novia, tener una esposa es mi deseo! Así le dijo Marduk a su padre, Enki. ¡Tus palabras me hacen feliz!, le dijo Enki a Marduk. ¡Tu madre también se alegrará! Marduk levantó la mano para que su padre guardara estas palabras ante Ninki. ¿Es acaso una de las jóvenes que curan y dan socorro?, fue a preguntar Enki.
¡Es una descendiente de Adapa, de la Tierra, no de Nibiru, es!, dijo en un suave susurro Marduk. Enki se quedó sin palabras, con el desconcierto en la mirada; después, pronunció palabras incontroladas: ¡¿Un príncipe de Nibiru, un Primogénito titulado para la sucesión, casarse con una Terrestre?! ¡No una Terrestre, sino una descendiente tuya!, le dijo Marduk. ¡Es una hija de Enkime, el que fuera arrebatado al cielo, su nombre es Sarpanit! Enki llamó a su esposa Ninki, a ella le contó lo que ocurría con Marduk. Marduk le repitió a Ninki, su madre, el deseo de su corazón, y dijo: Cuando Enkime vino conmigo de viaje, y yo le estaba enseñando del cielo y la Tierra, presencié con mis propios ojos lo que mi padre una vez me había contado: Paso a paso, en este planeta, a partir de un ser Primitivo, hemos creado a uno como nosotros, a nuestra imagen y semejanza es el Terrestre Civilizado, ¡excepto por la larga vida, es como nosotros! ¡Una hija de Enkime ha cautivado mi capricho, deseo casarme con ella!
Ninki ponderó las palabras de su hijo. Y la doncella, ¿aprecia tu mirada?, le preguntó a Marduk. En verdad que sí, le dijo Marduk a su madre. ¡Ese no es un asunto para considerar!, dijo Enki levantando la voz. Si nuestro hijo hiciera esto, nunca podría ir a Nibiru con su esposa, ¡perdería para siempre sus derechos principescos sobre Nibiru!
A esto respondió Marduk con una sonrisa amarga: Mis derechos sobre Nibiru son inexistentes, incluso en la Tierra, mis derechos como Primogénito han sido pisoteados. Esta es mi decisión: ¡De príncipe a rey en la Tierra convertirme, señor de este planeta! ¡Así sea!, dijo Ninki. ¡Así sea!, dijo también Enki. Llamaron a Matushal, el hermano de la novia; le hablaron del deseo de Marduk. Matushal se vio abrumado, con humildad pero con alegría. ¡Así sea!, dijo. Cuando se le contó a Enlil la decisión, se llenó de furia.
¡Una cosa es que el padre tenga relaciones sexuales con las Terrestres, pero otra muy distinta es que el hijo se case con una Terrestre, concediéndole a ella el señorío! Cuando se le contó el asunto a Ninmah, quedó enormemente decepcionada. Marduk podría casarse con cualquier doncella de las nuestras, incluso podría elegir a cualquiera de mis propias hijas, de las que tuve con Enki, ¡podría casarse con sus hermanastras, como es la costumbre real!. Así dijo Ninmah.
Con furia, Enlil le transmitió palabras sobre el asunto a Anu en Nibiru: ¡Este comportamiento ha ido demasiado lejos, no se puede consentir!, le dijo Enlil a Anu, el rey. En Nibiru, Anu convocó a los consejeros para discutir urgentemente el asunto. No encontraron ninguna norma sobre ello en los libros de normas. Anu convocó también a los sabios para discutir las consecuencias del asunto. ¡Adapa, el progenitor de la doncella, no pudo quedarse en Nibiru!, le dijeron a Anu. ¡Por tanto, a Marduk habría que impedirle regresar nunca a Nibiru con ella! ¡Incluso habiéndose acostumbrado a los ciclos de la Tierra, a Marduk podría resultarle imposible volver, aún sin ella!
Así le dijeron los sabios a Anu; con esto coincidieron también los consejeros. ¡Transmítase la decisión a la Tierra!, dijo Anu: ¡Marduk puede casarse, pero ya no será príncipe en Nibiru! La decisión fue aceptada por Enki y por Marduk, Enlil también acató la palabra de Nibiru. ¡Celébrese la boda, y que sea en Eridú!, les dijo Ninki. ¡En el Edin, Marduk y su esposa no pueden quedarse!, anunció Enlil, el comandante.
¡Hagamos un regalo de boda a Marduk y a su novia, unos dominios para ellos, lejos del Edin, en otra tierra! Así le dijo Enki a Enlil. Enlil estaba pensando si consentir que Marduk fuera enviado lejos: ¿De qué tierra, de qué dominios estás hablando?, le dijo Enlil a su hermano Enki. ¡Unos dominios por encima del Abzu, en la tierra que llega hasta el Mar Superior, una que está separada del Edin por las aguas, a la que se puede llegar con embarcaciones! Así le dijo Enki a Enlil. ¡Así sea!, dijo Enlil. Ninki dispuso una celebración de boda en Eridú para Marduk y Sarpanit. Sus habitantes anunciaron la cereremonia a golpe de tambor de cobre, con siete panderos, las hermanas de la novia presentaron a la esposa.
Una gran multitud de Terrestres Civilizados se reunió en Eridú, la boda era para ellos como una coronación. También asistieron jóvenes Anunnaki, Igigi de Lahmu vinieron en gran número.
¡Venimos para celebrar la boda de nuestro líder, para presenciar una unión de Nibiru y la Tierra! Así explicaron los Igigi su numerosa presencia. Viene ahora el relato de cómo los Igigi raptaron a las hijas de los Terrestres, y de las aflicciones que siguieron y del extraño nacimiento de Ziusudra. Gran número de Igigi vinieron de Lahmu a la Tierra, sólo un tercio de ellos quedaron en Lahmu, a la Tierra vinieron doscientos. Para estar con su líder Marduk, para asistir a la celebración de su boda, fue su explicación; Desconocido para Enki y para Enlil era su secreto: raptar y tener unión era su plan. Desconocido para los líderes en la Tierra, una multitud de Igigi se reunieron en Lahmu, ¡Lo que se le permite a Marduk no se nos debería de impedir a nosotros!, se decían entre sí. ¡Basta de sufrimiento y de soledad, de no haber tenido descendientes!, era su eslogan. Durante sus idas y venidas entre Lahmu y la Tierra, a las hijas de los Terrestres, las Mujeres Adapitas como les llamaban ellos, veían y codiciaban; y los conspiradores se decían entre ellos: ¡Venid, elijamos esposas de entre las Mujeres Adapitas, y engendremos hijos!
Uno de ellos, Shamgaz era su nombre, se convirtió en su líder. ¡Aun cuando ninguno de vosotros me siga, yo solo haré la acción!, les decía a los demás. ¡Si se impusiera un castigo por este pecado, yo solo lo asumiré por todos vosotros!
Uno a uno, los demás se unieron a la trama, prestaron juramento de hacerlo juntos. Para la boda de Marduk, doscientos de ellos descendieron en el Lugar de Aterrizaje, bajaron sobre la gran plataforma en la Montaña de los Cedros. Desde allí viajaron a Eridú, pasaron entre los Terrestres que trabajaban, junto con la multitud de Terrestres llegaron a Eridú. Después de que hubiera tenido lugar la ceremonia de boda de Marduk y Sarpanit, por una señal convenida previamente, Shamgaz dio la señal a los demás. Cada uno de los Igigi tomó a una doncella Terrestre, por la fuerza las raptaron, los Igigi fueron con las mujeres hasta el Lugar de Aterrizaje en las Montañas de los Cedros, en una fortaleza se emplazaron, a los líderes les formularon un desafio: ¡Basta de privaciones y de no tener descendientes! Queremos casarnos con las hijas de los Adapitas. ¡Tenéis que darle la bendición a esto, o de lo contrario lo destruiremos todo en la Tierra por el fuego! Los líderes estaban alarmados, le exigieron a Marduk, comandante de los Igigi, que se hiciera cargo de la situación. ¡Si tengo que buscar una solución al asunto, mi corazón está de acuerdo con los Igigi! Así les dijo Marduk a los demás. ¡Lo que yo he hecho no se les puede impedir a ellos!
Enki y Ninmah sacudieron la cabeza, a regañadientes mostraron su acuerdo. Sólo Enlil se enfureció en lugar de apaciguarse: ¡Una mala acción ha sido seguida por otra, los Igigi han adoptado de Enki y de Marduk la fornicación, nuestro orgullo y nuestra sagrada misión han quedado abandonados a los vientos, por nuestras propias manos, este planeta se verá invadido por multitudes de Terrestres! Enlil hablaba muy disgustado. ¡Que los Igigi y sus mujeres partan de la Tierra!
¡En Lahmu, la situación se ha hecho insoportable, no es posible la supervivencia! Así dijo Marduk a Enlil y a Enki. ¡No pueden quedarse en el Edin!, gritó iracundo Enlil. Dejó la reunión muy disgustado; en su corazón, Enlil tramaba cosas contra Marduk y sus Terrestres. En la Plataforma de Aterrizaje, en las Montañas de los Cedros, quedaron recluidos los Igigi con sus mujeres, allí les nacieron hijos, Hijos de las Naves Espaciales les llamaron. Marduk y Sarpanit, su esposa, también tuvieron hijos, Asar y Satu se llamaron los dos primeros hijos. A Marduk y a Sarpanit les concedieron los dominios de arriba del Abzu, Marduk invitó a los Igigi, Marduk llamó a los Igigi para que vivieran en dos ciudades que para sus hijos había construido.
Algunos de los Igigi y sus descendientes llegaron a los dominios en la tierra de color oscuro; Shamgaz y otros se quedaron en la Plataforma de Aterrizaje en las Montañas de los Cedros, hasta las lejanas tierras del este, tierras de altas montañas, fueron algunos de sus descendientes. Ninurta observaba con atención de qué modo Marduk incrementaba su propia fuerza con Terrestres.
¿Qué están tramando Enki y Marduk?, le preguntó Ninurta a su padre Enlil. ¡La Tierra será heredada por los Terrestres!, le dijo Enlil a Ninurta. ¡Ve, encuentra a los descendientes de Ka-in, prepara con ellos tus propios dominios!
Ninurta fue al otro lado de la Tierra; encontró a los descendientes de Ka-in. Les enseñó cómo hacer herramientas e interpretar música, les mostró las técnicas de la minería y a fundir y retinar, les mostró cómo construir embarcaciones de madera de balsa, les guió para que cruzaran un gran mar. En una nueva tierra establecieron sus dominios, construyeron una ciudad con torres gemelas. Era un dominio más allá de los mares, no era la tierra montañosa del nuevo Enlace Cielo-Tierra. En el Edin, Lu-Mach era el capataz, su deber consistía en hacer cumplir las cuotas, reducir las raciones de los Terrestres era su tarea. Su esposa fue Batanash, ella era hija del hermano del padre de Lu-Mach. Era de una belleza deslumbrante, Enki se quedó encandilado con su belleza. Enki le envió una palabra a su hijo Marduk: ¡Llama a Lu-Mach a tus dominios, para que aprenda cómo pueden construir una ciudad los Terrestres! Y cuando fue llamado Lu-Mach a los dominios de Marduk, llevaron a su esposa Batanash a la casa de Ninmah, en Shurubak, la Ciudad Refugio, para protegerla y resguardarla de las enfurecidas masas de Terrestres. Poco después, Enki fue a Shurubak a visitar a su hermana Ninmah. En el techo de una morada, cuando Batanash se estaba bañando, Enki la tomó por los muslos, la besó, derramó su semen en su matriz. Batanash tenía un hijo, el vientre se le estaba hinchando; se le envió palabra a Lu-Mach desde Shurubak: ¡Vuelve al Edin, vas a tener un hijo!
Al Edin, a Shurubak, regresó Lu-Mach, Batanash le mostró el niño. Tenía la piel blanca como la nieve, del color de la lana era su cabello, sus ojos eran como los cielos, sus ojos brillaban con un resplandor. Asombrado y asustado estaba Lu-Mach; fue corriendo hasta su padre Matushal.
¡Batanash ha tenido un hijo que no parece Terrestre, estoy muy confuso con este alumbramiento! Matushal fue hasta Batanash, vio al recién nacido, quedó sorprendido por su aspecto. ¿El padre del niño es uno de los Igigi? Matushal exigió la verdad de Batanash: ¡Revélale a Lu-Mach, tu esposo, si este niño es hijo suyo! ¡Ninguno de los Igigi es el padre del niño, de esto juro por mi vida! Así respondió Batanash. Entonces, Mathusal se volvió a su hijo Lu-Mach, le puso la mano tranqui- lizadoramente sobre el hombro. El niño es un misterio, pero en su misma extrañeza se te ha revelado un augurio, es único, para una tarea única ha sido elegido por el destino.
¡Qué trabajo es, no lo sé; cuando llegue el momento, se sabrá! Así le dijo Matushal a su hijo Lu-Mach; se refería a lo que en la Tierra estaba sucediendo: en aquellos días, los sufrimientos iban aumentando en la Tierra, los días se iban haciendo más fríos, los cielos retenían sus lluvias, las cosechas disminuían en los campos, en los rediles había pocos corderos. ¡Que el hijo que te ha nacido, extraño como es, sea un augurio de que nos llega un respiro!
Así le dijo Matushal a su hijo Lu-Mach. ¡Sea su nombre Respiro! Batanash no reveló el secreto de su hijo a Matushal ni a Lu-Mach; le llamó Ziusudra, El de Largos y Brillantes Días de Vida; creció en Shurubak.
Ninmah le concedió al niño su protección y su afecto. Estaba dotado de mucha comprensión, ella le proporcionó conocimientos. Enki adoraba enormemente al niño, le enseñó a leer los escritos de Adapa, el niño, como un joven, aprendió cómo observar y realizar los ritos sacerdotales. En el centesimo décimo Shar nació Ziusudra, en Shurubak creció y se casó con Emzara, y ella le dio tres hijos. En sus días, los sufrimientos se intensificaron en la Tierra; plagas y hambre afligían a la Tierra. Viene ahora el relato de las tribulaciones de la Tierra antes del Diluvio, y de cómo las misteriosas decisiones de Galzu de vida y muerte dirigieron en secreto. Enlil estaba muy molesto con la unión de los Igigi y las hijas de los Terrestres, Enlil estaba muy turbado con los desposorios de Marduk con una mujer Terrestre.
A sus ojos, la misión de los Anunnaki en la Tierra se había pervertido, para él, las ruidosas y estridentes masas de los Terrestres se habían convertido en anatema; las declaraciones de los Terrestres se le hacían agobiantes, ¡Las uniones me quitan el sueño!. Así dijo Enlil a los otros líderes. En los días de Ziusudra, plagas y pestes asolaban la Tierra, dolores, mareos, escalofríos y fiebres abrumaban a los Terrestres. ¡Enseñemos a los Terrestres a curarse, que aprendan a darse remedios por sí mismos! Así dijo Ninmah. ¡Lo prohibo por decreto!, replicó Enlil a sus súplicas. En las tierras donde se han extendido los Terrestres no manan las aguas de sus fuentes, la tierra ha cerrado su matriz, no brota vegetación. ¡Enseñemos a los Terrestres a hacer estanques y canales, que obtengan pescado y sustento de los mares! Así dijo Enki a los otros líderes. ¡Lo prohibo por decreto!, le dijo Enlil a Enki. ¡Que perezcan los Terrestres de hambre y de enfermedades!
Durante todo un Shar, los Terrestres comieron las hierbas de los campos; durante el segundo Shar, el tercer Shar, sufrieron la venganza de Enlil. En Shurubak, la ciudad de Ziusudra, el sufrimiento se estaba haciendo insoportable. Ziusudra, portavoz de los Terrestres, fue hasta Eridú, se dirigió a la casa del señor Enki, invocó el nombre de su señor, le suplicó ayuda y salvación; Enki estaba atado por los decretos de Enlil.
En aquellos días, los Anunnaki estaban preocupados por su propia supervivencia; sus propias raciones disminuían, ellos mismos se estaban viendo afectados por los cambios en la Tierra. Tanto en la Tierra como en Lahmu, las estaciones habían perdido su regularidad. Durante un Shar, durante dos Shars, se estuvieron estudiando las vueltas celestes desde Nibiru, desde Nibiru se observaron cosas extrañas en los destinos planetarios. Estaban apareciendo manchas negras en el rostro del Sol, se disparaban llamas desde su rostro; Kishar también se comportaba mal, su hueste había perdido el equilibrio, inestables eran sus vueltas.
El Brazalete Repujado se veía estirado y empujado por invisibles fuerzas de red, por motivos incomprensibles, el Sol estaba perturbando a su familia; ¡los destinos de los celestiales se veían abrumados por hados desagradables! En Nibiru, los sabios dieron la voz de alarma, la gente se reunía en las plazas públicas; ¡el Creador de Todo, está devolviendo los cielos a los días primordiales, iracundo está el Creador de Todo!, gritaban algunas voces entre el pueblo.
En la Tierra, las tribulaciones aumentaban, el miedo y el hambre elevaban sus cabezas. Durante tres Shars, durante cuatro Shars, estuvieron observando los instrumentos frente a la la Blancatierra, Nergal y Ereshkigal habían registrado extraños estruendos en las nieves de la Blancatierra: ¡El hielo de nieve que cubre la Blancatierra ha empezado a deslizarse!, informaron desde la punta del Abzu. En la Tierra Más Allá de los Mares, Ninurta puso instrumentos de predicción en su refugio, terremotos y temblores en el fondo de la Tierra descubrió con los instrumentos.
¡Algo extraño está pasando!, envió Enlil palabras de alarma a Anu en Nibiru. Durante el quinto Shar, durante el sexto Shar, los fenómenos ganaron fuerza, en Nibiru, los sabios dieron la alarma, de calamidades hicieron advertencia al rey: La próxima vez que Nibiru se acerque al Sol, la Tierra quedará expuesta a la fuerza de la red de Nibiru, Lahmu, en sus vueltas, se situará al otro lado del Sol.
La Tierra no tendrá protección en los cielos ante la fuerza de la red de Nibiru, Kishar y su hueste se agitarán, Lahamu también se sacudirá y temblará; en el gran Abajo de la Tierra, el hielo de nieve de la Blancatierra está perdiendo base; la próxima vez que Nibiru se aproxime a la Tierra, el hielo de nieve de la superficie de la Blancatierra se deslizará. Provocará una calamidad de agua: ¡La Tierra será arrollada por una gigantesca ola, un Diluvio! En Nibiru fue grande la consternación, inseguros ante el propio hado de Nibiru, el rey, los sabios y los consejeros estaban también muy preocupados por la Tierra y por Lahmu. El rey y los consejeros tomaron una decisión: ¡prepararse para evacuar la Tierra y Lahmu! En el Abzu, se cerraron las minas de oro, desde allí fueron los Anunnaki hasta el Edin; en Bad-Tibira, se cesó en la fundición y el refinado, todo el oro se envió a Nibiru. Vacía, dispuesta para la evacuación, una flota de rápidos carros celestes regresó a la Tierra; En Nibiru se vigilaban las señales de los cielos, en la Tierra se tomaba nota de los temblores. Fue entonces cuando de uno de los carros celestiales salió un Anunnaki de cabello blanco, Galzu, Gran Conocedor, era su nombre. Con paso majestuoso se dirigió hasta Enlil, a él le presentó un mensaje sellado de Anu. Soy Galzu, emisario plenipotenciario del Rey y del Consejo, le dijo a Enlil.
Enlil se sorprendió por su llegada: No me había llegado palabra alguna de Anu sobre esto. Enlil examinó el sello de Anu; estaba intacto, y era auténtico.
En Nibru-ki se leyó el mensaje de la tablilla, la codificación era de toda confianza. ¡Galzu habla en nombre del Rey y del Consejo, sus palabras son mis órdenes! Eso afirmaba el mensaje de Anu. Que se llamara también a Enki y a Ninmah fue la petición de Galzu. Cuando llegaron, Galzu le sonrió agradablemente a Ninmah. ¡Somos de la misma escuela y edad!, le dijo a ella.
Ninmah no podía recordar aquello; el emisario era tan joven como un hijo, ¡ella era como su anciana madre! ¡La explicación es sencilla!, le dijo Galzu: ¡La causa se halla en nuestros ciclos vitales de sueño invernal! De hecho, este asunto es parte de mi misión; hay un secreto acerca de la evacuación. Desde que Dumuzi estuvo en Nibiru, se ha estado examinando a los Anunnaki que volvían a Nibiru; aquéllos que más tiempo habían estado en la Tierra eran los más afectados al volver: sus cuerpos ya no se habituaron a los ciclos de Nibiru, su sueño estaba alterado, su visión fallaba, la fuerza de la red de Nibiru pesaba en sus pasos. Sus mentes también se vieron afectadas, ¡dado que los hijos eran más viejos que los padres a los que habían dejado!
La muerte, camaradas míos, llegó con rapidez a los retornados; ¡por eso estoy aquí, para advertiros! Los tres líderes, los que más tiempo habían estado en la Tierra, guardaron silencio ante las palabras. Ninmah fue la primera en hablar: ¡Era de esperar!, dijo. Enki, el sabio, se mostró de acuerdo con sus palabras: ¡Era evidente!, dijo. Enlil montó en cólera: ¡Antes, los Terrestres se estaban haciendo como nosotros, ahora, nosostros nos hemos hecho como los Terrestres, para quedar prisioneros de este planeta! ¡Toda la misión se ha convertido en una pesadilla, con Enki y sus Terrestres como señores, acabaremos siendo esclavos! Galzu escuchó con compasión el estallido de Enlil. De hecho, mucho hay que reflexionar, dijo, en Nibiru se ha estado pensando mucho, y profundas cuestiones se han estado planteando al examen de conciencia: ¿Se debería haber dejado a Nibiru a su suerte, fuera lo que fuera lo que el Creador de Todo pretendiera, para dejar que ocurriera, o fue la llegada a la Tierra concebida por el Creador de Todo, y nosotros no fuimos más que emisarios inconscientes? ¡Sobre esto, camaradas míos, el debate continúa! Así les dijo Galzu. Y he aquí la orden secreta de Nibiru: ¡Vosotros tres permaneceréis en la Tierra; sólo volveréis a Nibiru para morir!
En carros celestiales, circundaréis la Tierra, esperaréis la calamidad en el exterior; al resto de los Anunnaki, se les debe dar la opción de irse o de esperar la calamidad en el exterior. Los Igigi que se casaron con Terrestres deben elegir entre la partida o las esposas: ¡A ningún Terrestre, ni siquiera Sarpanit, la de Marduk, se le permitirá viajar a Nibiru! ¡Todos los que quieran quedarse y ver lo que sucede, deberán salvaguardarse en los carros celestes! ¡En cuanto a todos los demás, deben estar preparados para partir hacia Nibiru de inmediato! Así, en secreto, reveló Galzu las órdenes de Nibiru a los líderes. Viene ahora el relato de cómo los Annunaki decidieron abandonar la Tierra, y de cómo prestarobn juramento para dejar perecer a la Humanidad en el Diluvio. Enlil convocó un consejo de comandantes Anunnaki e Igigi en Nibru-ki, también estaban presentes los hijos de los líderes y sus hijos. Enlil les reveló el secreto de la inminente calamidad.
¡La Misión a la Tierra ha llegado a un amargo final!, les dijo solemnemente. Todos los que quieran partir en barcos celestiales, que se preparen para ser evacuados a Nibiru, pero si tienen esposas Terrestres, tendrán que irse sin las esposas. ¡Los Igigi que se afeiten a sus esposas y descendientes, que escapen a los picos más altos de la Tierra! ¡En cuanto a los pocos Anunnaki que decidan quedarse, en Barcos del Cielo permaneceremos sobre los cielos de la Tierra, para esperar la calamidad en el exterior, para presenciar la suerte de la Tierra! ¡Como comandante, seré el primero en quedarme! Así habló Enlil. ¡Los demás, que decidan por sí mismos!
¡Decido quedarme con mi padre, afrontaré la calamidad!, anunció Ninurta. ¡Después del Diluvio, volveré a las Tierras de Más Allá de los Océanos! Nannar, el primogénito de Enlil en la Tierra, anunció un extraño deseo: esperar el Diluvio no en los cielos de la Tierra, sino en la Luna; ése fue su deseo. Enki levantó una ceja; Enlil, aunque desconcertado, aceptó. Ishkur, el más joven de Enlil, tomó la decisión de quedarse en la Tierra con su padre. Utu e Inanna, los hijos de Nannar que habían nacido en la Tierra, declararon quedarse. Enki y Ninki, optaron por quedarse y no abandonar la Tierra; lo anuncia ron con orgullo.
¡No abandonaré a los Igigi ni a Sarpanit!, afirmó Marduk con ira. Uno a uno, los demás hijos de Enki anunciaron su decisión de quedarse: Nergal y Gibil, Ninagal y Ningishzidda, y Dumuzi también. Todos los ojos se volvieron entonces a Ninmah; declaró con orgullo su decisión de quedarse: ¡El trabajo de toda mi vida está aquí! ¡A los Terrestres, mis creados, no los abandonaré! Ante sus palabras, se removió un clamor entre los Anunnaki y los Igigi; preguntaron por la suerte de los Terrestres. Que los Terrestres por las abominaciones perezcan; asi lo proclamó Enlil. Un asombroso ser fue creado por nosotros, por nosotros debe ser salvado, le gritó Enki a Enlil.
Ante esto, replicó Enlil también con gritos: ¡Desde el mismo principio, en cada ocasión, tú modificaste las decisiones! ¡Tú les diste la procreación a los Trabajadores Primitivos, a ellos los dotaste de Conocimiento! Tomaste en tus manos los poderes del Creador de Todo, para después caer en las abominaciones. ¡Concebiste a Adapa con fornicación, le diste Entendimiento a su linaje! ¡A su descendencia te has llevado a los cielos, has compartido con ellos nuestra Sabiduría!
Has roto todas las normas, has ignorado decisiones y órdenes, por culpa tuya, un hermano Terrestre Civilizado mató a otro hermano, por culpa de Marduk, tu hijo, los Igigi, imitándole a él, se casaron con las Terrestres. ¡Nadie sabe ya quién es el representante de Nibiru, el único al que le pertenece la Tierra! ¡Basta! ¡Basta!, es todo lo que digo. ¡La abominación no puede continuar! ¡Ahora que una calamidad ha sido ordenada por un destino desconocido, que suceda lo que tenga que suceder! Así proclamó Enlil, enfurecido; que todos los líderes juren solemnemente que no interferirán en los acontecimientos, exigió Enlil a todos. El primero en prestar juramento de silencio fue Ninurta; otros del lado de Enlil le siguieron.
¡Acato tus órdenes!, le dijo Marduk a Enlil. Pero, ¿de qué sirve el juramento? Si los Igigi abandonaran a sus esposas, ¿no se difundiría el miedo entre los Terrestres? Ninmah estaba anegada en lágrimas; susurró débilmente las palabras del juramento. Enlil miró fijamente a su hermano Enki. ¡Es la voluntad del rey y del consejo!, le dijo. ¿Por qué quieres atarme con un juramento?, le preguntó Enki a su hermano Enlil. ¡Tú has tomado la decisión, en la Tierra es un mandato! No puedo detener la inundación, no puedo salvar a las multitudes de Terrestres, así pues, ¿para qué quieres atarme con un juramento? Así le preguntó Enki a su hermano. Para que todo ocurra como si hubiera sido decretado por hado, que se conozca como Decisión de Enlil, ¡que quede sobre Enlil solo la responsabilidad para siempre! Así dijo Enki a todos.
Después, Enki se fue de la asamblea; Marduk también se fue con él. Con ágiles palabras de mandato, Enlil llamó al orden a la asamblea. Asignó tareas para lo que había que hacer con firmes decisiones, hizo grupos entre los que iban a partir y los que se iban a quedar, para designar plazas para la asamblea, para recoger equipos, para asignar carros. Los primeros en partir fueron los que tenían que volver a Nibiru, con muchos abrazos y estrechar de brazos, la alegría mezclada con el pesar, embarcaron en las naves celestiales; uno tras otro, los vehículos rugieron y se elevaron desde Sippar. Al principio, los que quedaban atrás gritaban ¡Viajad sin novedad!; luego, los gritos enmudecían.
Tras completarse los lanzamientos hacia Nibiru, llegó el turno de Marduk y de los Igigi con esposas Terrestres; Marduk los reunió a todos en el Lugar de Aterrizaje, les ofreció una elección: con él y con Sarpanit, y con los dos hijos y las hijas, ir a Lahmu y esperar allí que pasara la calamidad, o dispersarse en las distantes tierras montañosas de la Tierra, para encontrar un refugio ante el Diluvio. Después, Enlil tuvo en cuenta a los que se quedaron, por grupos les asignó carros. Enlil mandó a Ninurta a las tierras montañosas más allá de los océanos para que informara del retumbar de la Tierra; también asignó a Nergal y a Ereshkigal la tarea de vigilar la Blancatierra; a Ishkur le dio la tarea de vigilar contra cualquier avalancha de Terrestres, para que prohibiera accesos, para que levantara y reforzara barreras y cerrojos.
Sippar, el Lugar de los Carros Celestiales, fue el centro de todos los preparativos; desde Nibru-ki, Enlil se llevó a Sippar las Tablillas de los Destinos, allí estableció un Enlace Cielo-Tierra temporal. Después, Enlil se dirigió a su hermano Enki, a él le dijo así: Para el caso de que se pudiera sobrevivir a la calamidad, que se recuerde todo lo que ha sucedido. ¡Que se entierren y resguarden las tablillas de los registros en Sippar, en las profundidades de la Tierra, para que en los días por venir se descubra lo que desde un planeta se hizo en otro! Enki aceptó de buen grado las palabras de su hermano. Almacenaron los ME y otras tablillas en arcones dorados, los enterraron para la posteridad en Sippar, en las profundidades de la Tierra.
Así dispuesto todo, los líderes esperaron la señal de partir, vigilaron con aprensión la aproximación de Nibiru en su gran vuelta. Fue en aquellos momentos de ansiosa espera cuando Enki se dirigió a su hermana Ninmah, a ella, le dijo así Enki: ¡En su preocupación por los Terrestres, Enlil no ha prestado atención a todas las demás criaturas vivas! Cuando la avalancha de aguas barra las tierras, otras criaturas vivas, algunas de Nibiru originadas por nosotros, la mayor parte evolucionada en la misma Tierra, quedarán condenadas en un golpe repentino a la extinción. ¡Preservemos tú y yo su simiente de vida, extraigamos sus esencias vitales para salvaguardarlas!
Ninmah, la que da la vida, a las palabras de Enki dio su favor: ¡Lo haré en Shurubak, tú hazlo con las criaturas vivas del Abzu! Así le dijo a Enki.
Mientras los demás esperaron sentados y ociosos, Enki y Ninmah emprendieron un desafiante trabajo; a Ninmah le ayudaron algunas de sus asistentes en Shurubak, a Enki le ayudó Ningishzidda en el Abzu, en la antigua Casa de la Vida. reunieron esencias masculinas y femeninas, y huevos de vida, de cada especie, de dos en dos, de dos en dos los preservaron en Shurubak y en el Abzu, para salvaguardar, mientras en la Tierra se daba la vuelta, para recombinar después las especies vivas. Entonces, llegaron las palabras de Ninurta: ¡Los estruendos de la Tierra son siniestros!
Entonces, llegaron las palabras de Nergal y de Ereshkigal: ¡La Blancatierra se estremece! En Sippar, se reunieron todos los Anunnaki, esperaban el Día del Diluvio.
LA DÉCIMA TABLILLA
En Sippar, se reunieron todos los Anunnaki, esperaban el Día del Diluvio. Fue entonces, cuando iba creciendo la tensión de la espera, cuando el señor Enki, mientras dormía en su residencia, tuvo una visión-sueño. En la visión-sueño aparecía la imagen de un hombre, brillante y resplandeciente como los cielos; y cuando el hombre se acercó a Enki, ¡Enki vio que era Galzu, el del cabello blanco! En la mano derecha sostenía un estilo grabador, y en la izquierda llevaba una tablilla de lapislázuli, lisa y brillante.
Y cuando se aproximó lo suficiente al lecho de Enki, Galzu habló y dijo: Tus acusaciones contra Enlil fueron injustificadas, pues sólo decía la verdad; y la decisión que como Decisión de Enlil será conocida, no la decretó él, sino el Destino. Ahora, toma el Hado en tus manos para que los Terrestres hereden la Tierra; llama a tu hijo Ziusudra, revélale la inminente calamidad sin romper el juramento. Dile que construya una embarcación que pueda soportar la avalancha de agua, una embarcación sumergible, semejante a la que te muestro en esta tablilla; que se salven él y su familia en ella, y que lleve también la simiente de todo lo que sea valioso, sea planta o animal; ¡Ésa es la voluntaddel Creador de Todo!
Y, en la visión-sueño, Galzu dibujó una imagen en la tablilla con el estilo, y dejó la tablilla grabada junto al lecho de Enki; y cuando se desvaneció la imagen, la visión-sueño terminó, y Enki despertó con un estremecimiento. Enki se quedó durante un rato en su lecho, reflexionando con asombro sobre la visión-sueño: ¿Cuál es el significado de esto, qué presagio augura? Después, cuando se levantó del lecho, he ahí que estaba la tablilla; ¡lo que en una simple visión-sueño había visto estaba ahora materialmente junto a la cama! Con manos temblorosas, el señor Enki tomó la tablilla, sobre la tablilla vio el diseño de una embarcación de forma curiosa, en el filo de la tablilla había marcas de medidas, ¡indicaban las medidas de la embarcación!
Sobrecogido y esperanzado, el señor Enki envió rápidamente a sus emisarios al amanecer, ¡Encontrad al llamado Galzu, tengo que hablar con él! Así les dijo. Todos volvieron al atardecer, le informaron así a Enki: Nadie pudo encontrar a ningún Galzu, ¡Hace tiempo que Galzu volvió a Nibiru!, le dijeron. Enki estaba muy desconcertado, se esforzaba por comprender el misterio y su presagio.
No pudo desentrañar el misterio, ¡pero el mensaje para él estaba claro! Aquella noche, Enki fue sigilosamente hasta la cabaña de juncos donde dormía Ziusudra; para no romper el juramento, el señor Enki le dijo a la pared de la cabana, no a Ziusudra: ¡Despierta! ¡Despierta!, le dijo Enki a la pared de juncos, desde detrás de la pantalla de juncos hablaba. Cuando Ziusudra se despertó, Enki le dijo desde detrás de la pantalla de juncos: ¡Cabaña de juncos, cabaña de juncos! ¡Presta atención a mis palabras, haz caso a mis instrucciones!
Una calamitosa tormenta caerá sobre todas las moradas, todas las ciudades, será la destrucción de la Humanidad y de su descendencia. Ésta es la decisión final, la palabra de la asamblea convocada por Enlil, ésta es la decisión pronunciada por Anu, Enlil y Ninmah.
Ahora, presta atención a mis palabras, observa el mensaje que te estoy diciendo: ¡Abandona tu casa, construye una embarcación; renuncia a tus posesiones, salva la vida! La embarcación que tienes que construir, su diseño y sus medidas se muestran en una tablilla, dejaré la tablilla junto a la pared de la cabana de juncos.
Asegúrate de que la embarcación esté techada en toda su extensión, desde el interior no debe verse el sol. El aparejo tiene que ser muy fuerte, la brea fuerte y espesa, para que no entre el agua. ¡Que sea una embarcación que pueda darse la vuelta y caer, para sobrevivir a la avalancha de agua! Construye la embarcación en siete días, reúne en ella a tu familia y a tus parientes, acumula en la embarcación comida y agua para beber, lleva también animales domésticos. Después, en el día apuntado, se te dará una señal; un guía de embarcación que conoce las aguas, designado por mí, te llegará ese día; en ese día, tendréis que entrar en la embarcación, tendréis que atrancar bien la portezuela. Un abrumador Diluvio, procedente del sur, devastará tierras y vida; vuestra embarcación se elevará sobre sus amarras, se dará la vuelta y caerá.
No tengáis miedo: el guía de la embarcación os llevará a un refugio seguro, ¡La simiente de la Humanidad Civilizada sobrevivirá por vosotros! Cuando la voz de Enki se calló, Ziusudra estaba ansioso, sobre sus rodillas cayó postrado: ¡Mi señor! ¡Mi señor!, gritó. ¡Tu voz he escuchado, deja que vea tu rostro! ¡No te he hablado a ti, Ziusudra, a la pared de juncos le he hablado! Así dijo Enki. Por decisión de Enlil, por un juramento estoy ligado a lo que juraron todos los Anunnaki; ¡En mi rostro verás que, sin duda, como todos los terrestres, morirás! Ahora, cabaña de juncos, presta atención a mis palabras: ¡El propósito de la embarcación, deberás guardarlo como un secreto de los Anunnaki!
Cuando la gente de la ciudad pregunte, a ellos les dirás: ¡El señor Enlil ha estado enfadado con mi señor Enki, navegaré hacia la morada de Enki en el Abzu, quizás así Enlil se apacigüe! Durante un rato, siguió un silencio. Ziusudra salió desde detrás de la pared de juncos, una tablilla de lapislázuli, brillando a la luz de la luna, vio y tomó; sobre ella estaba dibujada la imagen de una embarcación, las muescas daban sus medidas; Ziusudra era el más sabio de los Hombres Civilizados, comprendió lo que había escuchado. A la mañana siguiente, anunció a la gente de la ciudad: El señor Enlil ha estado enfadado con el Señor Enki, mi señor, por ello el señor Enlil me es hostil.
No puedo seguir viviendo en esta ciudad, ni puedo poner ya mi pie en el Edin; al Abzu, a los dominios del señor Enki, iré navegando. En una embarcación que debo construir con rapidez, partiré de aquí; así remitirá la ira del señor Enlil, las penurias terminarán, ¡a partir de entonces, el señor Enlil hará llover sobre vosotros la abundancia! Aún no se había ido la mañana cuando la gente se reunió alrededor de Ziusudra, se animaron entre sí para construir con rapidez su embarcación. Los mayores transportaban cuadernas de madera de embarcación, los pequeños llevaban betún de los pantanos. Mientras los madereros clavaban los tablones, Ziusudra fundía el betún en un caldero.
Con el betún, impermeabilizó la embarcación por dentro y por fuera, al quinto día estaba terminada la embarcación, igual a la del dibujo de la tablilla. Ansiosos por ver partir a Ziusudra, la gente de la ciudad llevó comida y agua a la embarcación, de sus propias bocas tomaron el sustento; ¡para apaciguar a Enlil, se apresuraron! También se introdujeron en la embarcación animales cuadrúpedos, los pájaros del campo entraron volando por sí mismos.
Ziusudra hizo embarcar a su esposa y a sus hijos, las esposas de estos y sus hijos también vinieron. ¡Que suba a bordo también cualquiera que desee ir a la morada del señor Enki! Así se pronunció Ziusudra ante la gente reunida. Previendo la abundancia de Enlil, sólo algunos de los artesanos escucharon la llamada. Al sexto día, Ninagal, Señor de las Grandes Aguas, llegó a la embarcación, era hijo de Enki, había sido elegido para ser el navegante de la embarcación.
Sostenía en sus manos una caja de madera de cedro, la mantuvo a su lado en la embarcación; ¡Contiene las esencias vitales y los huevos de vida de las criaturas vivas, reunidas por el señor Enki y por Ninmah, para ocultarlos de la ira de Enlil, para resucitar la vida si es voluntad de la Tierra! Eso le explicó Ninagal a Ziusudra; así se ocultaron en la embarcación todas las bestias por sus parejas. Entonces, Ninagal y Ziusudra esperaron en la embarcación la llegada del séptimo día.
En el centesimo vigésimo Shar se esperaba el Diluvio, en el décimo Shar de la vida de Ziusudra se aproximó el Diluvio, en la estación de la Constelación del León se hizo inminente la avalancha. Viene ahora el relato del Diluvio que cubrió la Tierra y de cómo escaparon los Anunnaki, y cómo Ziusudra sobrevivió en la embarcación. Durante días antes del Día del Diluvio, la Tierra estuvo retumbando, como si gimiera de dolor; durante noches antes de que golpeará la calamidad, se estuvo viendo en los cielos a Nibiru como una estrella resplandeciente; después, se hizo la oscuridad durante el día, y en la noche, la Luna era como si se la hubiera tragado un monstruo.
La Tierra empezó a temblar, se vio agitada por una fuerza de red desconocida hasta entonces. Con el resplandor del amanecer, una nube negra se levantó por el horizonte, la luz de la mañana se convirtió en oscuridad, como si la sombra de la muerte la velara. Después, se oyó como un estruendo de truenos, los cielos se encendieron con los rayos.
Partid! ¡Partid!, dio la señal Utu a los Anunnaki. Agazapados en los barcos del cielo, los Anunnaki se elevaron en las alturas. En Shurubak, a dieciocho leguas de distancia, Ninagal vio las brillantes erupciones: ¡Atranca! ¡Atranca la portezuela!, le gritó Ninagal a Ziusudra. Juntos cerraron la trampilla que ocultaba la portezuela; hermética, completamente cerrada, quedó la embarcación; dentro no penetraba ni un rayo de luz. En aquel día, en aquel inolvidable día, el Diluvio comenzó con un estruendo; en la Blancatierra, en el fondo de la Tierra, se sacudieron los cimientos de la Tierra; luego, con un estruendo igual a mil truenos, la capa de hielo se deslizó de sus cimientos, despegada por la invisible fuerza de la red de Nibiru, se estrelló contra el mar del sur.
Una capa de hielo golpeó contra otra capa de hielo, la superficie de la Blancatierra se venía abajo como la cascara rota de un huevo. De pronto se levantó una gran ola, la muralla de aguas llegaba hasta los mismo cielos. Una tormenta de una ferocidad nunca vista se puso a bramar en el fondo de la Tierra, la muralla de agua impulsaba sus vientos, la ola se desplegó hacia el norte; la muralla de aguas se avalanzaba hacia el norte, alcanzó las tierras del Abzu- Desde allí, viajó hasta las tierras habitadas, arroyó el Edin.
cuando la ola, la muralla de aguas, llegó a Shurubak, la ola soltó de sus amarras a la embarcación de Ziusudra, sacudiéndola, se tragó a la embarcación como un abismo de agua. Aunque completamente sumergida, la embarcación se mantuvo firme, no entró siquiera una gota de agua. En el exterior, la ola de la tormenta tomó desprevenida a la gente como una batalla mortal, nadie podía ver a sus semejantes, el suelo se desvaneció, sólo había agua. De pronto, las poderosas aguas habían cubierto la tierra firme; antes de que terminara el día, la muralla de agua, ganando velocidad, arroyó las montañas.
En sus embarcaciones celestiales, los Anunnaki circundaban la Tierra. Abarrotando los compartimentos, se agazapaban contra las paredes exteriores, contemplaban angustiados lo que estaba ocurriendo allí abajo, en la Tierra. Desde el barco celestial en el cual estaba, Ninmah se puso a gritar como una mujer de parto: ¡Las aguas cubren a mis creados como libélulas ahogadas en un estanque, la ola arrolladura se ha llevado toda la vida! Así lloraba y gemía Ninmah. Inanna, que estaba con ella, también lloraba y se lamentaba: , ¡Todo allí abajo, todo lo que vivía, se ha convertido en barro!
Así lloraban Ninmah e Inanna; lloraron y aliviaron sus sentimientos. En los demás barcos celestiales, los Anunnaki estaban anonadados ante la visión de aquella desenfrenada furia, en aquellos días presenciaron con temor un poder más grande que el suyo. Anhelaron los frutos de la Tierra, tuvieron sed del elixir fermentado. ¡Los días de antaño, ay, se han convertido en barro! Así se decían unos a otros.
Después de que la inmensa ola barriera la Tierra, reabrieron las compuertas del cielo, y se desató un aguacero desde los cielos a la Tierra. durante siete días se mezclaron las aguas de arriba con las aguas del Gran Abajo; después, la muralla de agua, alcanzando sus límites, cesó en su embestida, pero las lluvias de los cielos continuaron durante cuarenta días y noches más. Desde sus posiciones elevadas, los Anunnaki miraban hacia abajo: donde una vez hubo tierra firme, ahora había un mar de agua, y donde una vez hubo montañas que elevaban sus picos hasta los cielos, sus cimas eran ahora como islas en las aguas; y todo lo que vivía en la tierra firme había perecido en la avalancha de las aguas.
Después, como en el Principio, las aguas se reunieron en sus cuencas, agitándose arriba y abajo, día a día fue bajando el nivel del agua. Más tarde, cuarenta días después de que el Diluvio cubriera la Tierra, las lluvias también se detuvieron.
Después de los cuarenta días, Ziusudra abrió la portezuela de la embarcación para inspeccionar los alrededores. Era un día luminoso, soplaba una suave brisa; completamente sola, sin ningún otro signo de vida, la embarcación cabeceaba sobre un vasto mar. ¡La Humanidad, todo lo que vivía, ha sido barrido de la faz de la Tierra, nadie salvo nosotros ha sobrevivido, pero no hay tierra firme sobre la que poner el pie!
Así dijo Ziusudra a sus parientes, mientras se sentaba y se lamentaba. Entonces, Ninagal, nombrado por Enki, dirigió la embarcación hacia los picos gemelos de Arrata, hizo una vela para ella, hacia el Monte de la Salvación llevó la embarcación. Ziusudra estaba impaciente; liberó a las aves que había abordo para que buscaran tierra firme, las envió para que comprobaran si había sobrevivido algo de vegetación. Dejó salir una golondrina, dejó salir un cuervo; ambos volvieron a la embarcación. Dejó salir a una paloma; ¡y volvió a la embarcación con una ramita de un árbol! Ahora sabía Ziusudra que la tierra firme había emergido de debajo de las aguas. Unos cuantos días más y la embarcación se detuvo en unas rocas: ¡El Diluvio ha pasado, estamos en el Monte de la Salvación! Así le dijo Ninagal a Ziusudra.
Abriendo la portezuela hermética, Ziusudra salió de la embarcación; el cielo era claro, el Sol brillaba, soplaba un suave viento. Apresuradamente, llamó a su esposa y a sus hijos para que salieran. ¡Alabemos al señor Enki, a él demos gracias!, les dijo Ziusudra. Juntó piedras con sus hijos, con ellas construyó un altar, después encendió fuego sobre el altar, hizo un fuego con incienso aromático. Una oveja, una sin mancha, eligió para el sacrificio, y sobre el altar, ofreció la oveja a Enki como sacrificio.
En aquel momento, Enlil le transmitió palabras a Enki desde su barco celestial: ¡Descendamos en Torbellinos desde los barcos celestiales sobre el pico de Arrata, para revisar la situación, para determinar qué hacer! Mientras los demás seguían circundando la Tierra en sus barcos celestiales, Enlil y Enki descendieron en Torbellinos sobre el pico Arrata. Los dos hermanos se sonrieron al encontrarse, con alegría estrecharon los brazos. Después, Enlil quedó desconcertado con el olor del fuego y de la carne asada. ¿Qué es eso?, le gritó a su hermano. ¿Es que ha sobrevivido alguien al Diluvio? ¡Vamos a ver!, le respondió Enki dócilmente.
En sus Torbellinos fueron volando hasta el otro pico de Arrata, vieron la embarcación de Ziusudra, aterrizaron junto al altar que éste había construido. Cuando Enlil vio a los supervivientes, Ninagal entre ellos, su furia no tuvo límites. ¡Todo Terrestre tenía que perecer!, gritó con furia; se abalanzó sobre Enki iracundo, estaba dispuesto a matar a su hermano con las manos desnudas.
¡Él no es un simple mortal, es mi hijo!, gritó Enki señalando a Ziusudra. Por un momento, Enlil dudó. ¡Rompiste tu juramento!, le gritó a Enki. ¡Le hablé a una pared de juncos, no a Ziusudra!, dijo Enki, después le relató a Enlil la visión-sueño. Para entonces, alertados por Ninagal, también habían bajado Ninurta y Ninmah en sus Torbellinos; cuando escucharon el relato de los acontecimientos, Ninurta y Ninmah no se encolerizaron por el relato. ¡Debe ser la voluntad del Creador de Todo que sobreviva la Humanidad! Así le dijo Ninurta a su padre. Ninmah tocó su collar de cristales, regalo de Anu, y juró: ¡Juro que nunca se repetirá la aniquilación de la Humanidad! Ablandándose, Enlil tomó de las manos a Ziusudra y a Emzara, su esposa, y los bendijo así: ¡Fructificad y multiplicaos, y poblad la Tierra! Así terminaron los Tiempos de Antaño.
Viene ahora el relato de cómo se restableció la supervivencia en la Tierra, y de cómo se encontró una nueva fuente de oro, así como a otros Terrestres más allá de los océanos.
Después del encuentro de Arrata, las aguas del Diluvio siguieron retirándose, y se mostró poco a poco la faz de la Tierra desde debajo de las aguas. Las tierras montañosas salieron ilesas en su mayor parte, pero los valles quedaron enterrados de lodo y cieno.
Desde los barcos celestiales y desde los Torbellinos, los Anunnaki inspeccionaros los paisajes: ¡Todo lo que había existido en los Tiempos de Antaño en el Edin y en el Abzu estaba enterrado bajo el barro! Eridú, Nibru-ki, Shurubak, Sippar, todas habían desaparecido, se habían desvanecido por completo; pero en las Montañas de los Cedros la gran plataforma de piedra relucía bajo la luz del Sol, ¡el Lugar de Aterrizaje, hecho en los Tiempos de Antaño, seguía en pie'-Uno tras otro, aterrizaban los Torbellinos sobre la plataforma; la plataforma estaba intacta; en la esquina de lanzamiento, los gigantescos bloques de piedra se mantenían firmes.
Apartando escombros y ramas de árboles, los primeros en aterrizar hicieron señales a los carros; uno tras otro llegaron los carros celestiales, bajaron sobre la plataforma. Después se enviaron palabras a Marduk en Lahmu y a Nannar en la Luna, y ellos también volvieron a la Tierra, sobre el Lugar de Aterrizaje se posaron. Entonces, los Anunnaki y los Igigi que se habían reunido junto a Enlil fueron convocados en asamblea. ¡Hemos sobrevivido al Diluvio, pero la Tierra está devastada! Así les dijo Enlil. ¡Tenemos que evaluar todas las formas de recuperación, sea en la Tierra, sea donde sea! ¡Lahmu quedó devastado con el paso de Nibiru! Así lo relató Marduk: ¡Su atmósfera fue absorbida hacia el exterior, sus aguas se evaporaron, es un lugar de tormentas de polvo!
¡Por sí misma, la Luna no puede sostener vida, sólo se puede permanecer allí con máscaras de Águila! Así dio cuenta Nannar a los demás, y después añadió palabras de enamorado: ¡Una vez allí, uno debe recordar que fue el líder del ejército de Tiamat, compañera de la Tierra es, el destino de la Tierra está conectado con ella! Enlil puso su brazo cariñosamente sobre los hombros de su hijo. ¡Estamos preocupados ahora con la supervivencia!
Así, suavemente, le replicó Enlil a Nannar; ¡Ahora, el sustento es nuestra mayor preocupación! ¡Examinemos la Cámara de la Creación sellada; quizás todavía encontremos las simientes de Nibiru! Así le dijo Enlil a Enki, recordándole los granos una vez creados. Al lado de la plataforma, apartando algo de lodo, encontraron el pozo de tiempos remotos, sacaron la piedra que lo bloqueaba, entraron al santuario. Las arcas de diorita estaban selladas, hicieron abrir los sellos con una llave de cobre.
¡Dentro de las arcas, en vasijas de cristal, estaban las simientes de los cereales de Nibiru! Una vez fuera, Enlil le dio las simientes a Ninurta, a él le dijo así: ¡Ve a la terraza de la ladera, que los cereales de Nibiru provean de pan una vez más!
En las Montañas de los Cedros, también en otras montañas, Ninurta represó las cascadas, construyó terrazas, le enseñó a cultivar al hijo mayor de Ziusudra. A Ishkur, su hijo más joven, Enlil le asignó otra tarea: ¡Allí donde se hayan retirado las aguas, ve y encuentra los árboles frutales que queden!
Para él, se asignó al hijo más joven de Ziusudra como cultivador de frutas: el primer frutal que encontraron fue la vid, que había traído Ninmah; de su jugo, como el célebre elixir de los Anunnaki, Ziusudra tomó un sorbo. ¡Por un sorbo, después otro y otro, Ziusudra fue vencido, se quedó dormido como borracho! Entonces, Enki ofreció un regalo a los Anunnaki y a los Terrestres: descubrió el arca que Ninagal había llevado, anunció a todos su sorprendente contenido: Las esencias vitales y los huevos de vida se pueden combinar en las matrices de los animales cuadrúpedos de la embarcación de Ziusudra, las ovejas se multiplicarán, por su lana y su carne; todos tendrán ganado vacuno, por su leche y por sus pieles, ¡después, con otras criaturas vivas poblaremos la Tierra! Enki le dio a Dumuzi las tareas de pastoreo, en estas tareas le ayudaba el hijo mediano de Ziusudra. Después, Enki puso su atención en la masa de tierra de tono oscuro, donde él y sus hijos habían tenido sus dominios.
Con Ninagal, represó las montañas en la confluencia de las aguas poderosas, canalizó las feroces cascadas hasta un lago, para que se acumularan las aguas como un lago.
Después, inspeccionó con Marduk las tierras entre el Abzu y el Gran Mar: donde una vez hubo moradas, consideró cómo drenar el valle del río. En mitad de la corriente, donde las aguas del río caían en cascada, levantó una isla desde las aguas. En sus entrañas excavó cavernas gemelas, por encima de ellas forjó compuertas a partir de piedras. Desde allí, talló dos canales en las rocas, para las aguas elaboró dos estrechos, así podía ralentizar o acelerar las aguas que venían de las tierras altas; con represas y compuertas, y con los dos estrechos, reguló las aguas.
Desde la Isla de la Caverna, la isla de Abu, levantó desde debajo de las aguas el sinuoso valle del río: en la Tierra de los Dos Estrechos, Enki creó un asentamiento para Dumuzi y los pastores. Con satisfacción, Enlil envió palabras de todo esto a Nibiru; Nibiru respondió con palabras de preocupación: el cercano tránsito que había afectado a la Tierra y a Lahmu había provocado también muchos daños en Nibiru; el escudo de polvo de oro se había desgarrado, la atmósfera estaba disminuyendo de nuevo, ¡era perentoria la llegada de nuevos suministros de oro!
Enki fue al Abzu fervientemente, viajó con su hijo Gibil para inspeccionar y buscar. ¡Todas las minas de oro habían desaparecido, habían quedado enterradas con la avalancha de agua! ¡En el Edin, Bad-Tibira tampoco existía ya! ¡En Sippar, ya no había un lugar para carros! Los cientos de Anunnaki que habían trabajado duro en las minas y en Bad-Tibira se habían ido de la Tierra, la multitud de Terrestres que servían como Trabajadores Primitivos se habían convertido en barro con el Diluvio; ¡Ya no se puede proveer oro desde la Tierra!, anunciaron Enlil y Enki a Nibiru. En la Tierra y en Nibiru hubo desesperación.
Por entonces, terminó Ninurta sus trabajos en las montañas de los ce una vez más se fue a la tierra montañosa más allá de los océanos. Desde allí, al otro lado de la Tierra, envió palabras asombrosas: La avalancha de aguas produjo profundos cortes en las laderas, desde las laderas, oro incontable, en pepitas grandes y pequeñas, caen a los ríos de abajo, ¡se puede recoger oro sin tener que extraerlo! Enlil y Enki fueron apresuradamente a la distante tierra montañosa, con sorpresa vieron el descubrimiento: ¡Oro, oro puro había por todas partes, sin necesidad de refinado ni de fundición! ¡Es un milagro! Así le dijo Enki a Enlil. ¡Lo que forjó Nibiru, Nibiru lo enmendó! ¡La mano invisible del Creador de Todo es permitir la vida en Nibiru! Así dijo Enlil.
Ahora, ¿quién recogerá las pepitas, cómo las enviarán a Nibiru?, se preguntaron entre sí los líderes. Para la primera pregunta, Ninurta tenía una respuesta: ¡En las altas tierras montañosas, en este lado de la Tierra, han sobrevivido algunos Terrestres!
Son descendientes de Ka-in, saben cómo manipular los metales; cuatro hermanos y cuatro hermanas son sus líderes, se salvaron por sí mismos en balsas, ahora la cima de su montaña es una isla en mitad de un gran lago. ¡Me recuerdan como protector de sus antepasados, me llaman el Gran Protector!
Al saber que habían sobrevivido otros Terrestres, los líderes se esperanzaron, ni siquiera se enfureció Enlil, que había planeado el fin de toda carne. ¡Es la voluntad del Creador de Todo!, se dijeron unos a otros. ¡Establezcamos ahora un nuevo Lugar de los Carros Celestiales, enviemos desde allí el oro a Nibiru!
Buscaron una nueva llanura cuyo suelo estuviera seco y endurecido, en las proximidades del Lugar de Aterrizaje, en una península desolada, encontraron esa llanura. Era lisa como un lago en calma, rodeada de montañas blancas.
Viene ahora el relato del nuevo Lugar de los Carros Celestiales, y de los montes gemelos artificiales y de cómo Marduk usurpó la imagen del león. En la península elegida por los Anunnaki, se reflejaron los celestiales Caminos de Anu y de Enlil en la Tierra; ¡Ubiqúese con exactitud en esos límites el nuevo Lugar de los Carros, que el corazón de la llanura refleje los cielos! Así le sugirió Enlil a Enki. Cuando Enki estuvo de acuerdo con esto, Enlil tomó medidas de distancias de los cielos; hizo un gran dibujo sobre una tablilla para que todos lo vieran. ¡Que el Lugar de Aterrizaje en las Montañas de los Cedros forme parte de las instalaciones!, dijo.
Midió la distancia entre el Lugar de Aterrizaje y el Lugar de los Carros, en su mitad, concibió un lugar para un nuevo Centro de Control de Misiones: allí eligió un monte adecuado, lo llamó el Monte de Mostrar el Camino. Allí ordenó construir una plataforma de piedras, parecidas pero más pequeñas que las del Lugar de Aterrizaje; en su centro, se talló una roca por dentro y por fuera, se hizo para albergar un nuevo Enlace Cielo-Tierra. Un nuevo Ombligo de la Tierra, para hacer el papel de Nibru-ki antes del Diluvio. El Sendero de Aterrizaje se ancló en el norte, en los picos gemelos de Arrata; para demarcar el Corredor de Aterrizaje, Enlil necesitaba otras dos series de picos gemelos, para delimitar los límites del Corredor de Aterrizaje, para asegurar el ascenso y el descenso.
En la parte meridional de la desolada península, un lugar de montañas, Enlil eligió dos picos contiguos, sobre ellos ancló el límite meridional. Pero donde se necesitaba la segunda serie de picos gemelos no había montañas, sólo sobresalía del suelo una planicie, por encima del valle encharcado. ¡Podemos levantar allí unos picos artificiales! Así dijo Ningishzidda a los líderes. Sobre una tablilla dibujó para ellos la imagen de unos picos de lados lisos elevándose hacia los cielos. ¡Si se puede hacer, sea!, dijo Enlil con aprobación. ¡Que sirvan también de balizas! Sobre la planicie, por encima del valle del río, Ningishzidda construyó un modelo a escala, con él perfeccionó los ángulos de elevación y los cuatro lados lisos.
Junto a él, situó un pico más grande, estableció sus lados a las cuatro esquinas de la Tierra; los Anunnaki cortaron y levantaron las piedras con sus herramientas de poder. Junto a él, en una ubicación precisa, se colocó el pico que era su gemelo; se diseñó con galerías y cámaras para cristales pulsantes. Cuando este pico artificial se elevó hacia los cielos, se invitó a los líderes para que pusieran el remate sobre él.
de electro, una mezcla que elaborara Gibil, se hizo la Piedra Ápice. Reflejaba la luz del sol hasta el horizonte, era como un pilar de fuego en la noche, concentraba en un rayo hacia los cielos el poder de todos los cristales. Cuando las obras diseñadas por Ningishzidda se terminaron y estuvieron listas, los líderes Anunnaki entraron en el Gran Pico Gemelo, se maravillaron con lo que vieron; Ekur, Casa Que Como una Montaña Es, lo llamaron, era una baliza para ; los cielos. Proclamaba que los Anunnaki habían sobrevivido al Diluvio y vencerían siempre. ¡Ahora, el nuevo Lugar de los Carros Celestiales puede recibir oro de allende los mares, desde allí, los carros llevarán el oro de la supervivencia a Nibiru; desde allí hacia el este, donde el Sol se eleva en el día designado, ascenderán, hasta allí al sudoeste, donde el Sol se pone en el día designado, descenderán. Entonces, Enlil activó con su propia mano los cristales de Nibiru. Dentro, luces espeluznantes comenzaron a parpadear, un zumbido hechizante rompió el silencio; Fuera, el remate se puso a brillar de repente, era más brillante que el So La multitud de los Anunnaki reunidos elevó un gran grito de alborozo; Ninmah, que había venido para la ocasión, recitó un poema y cantó: Casa que es como una montaña, casa con un pico puntiagudo, está equipada para Cielo-Tierra, es la obra de los Anunnaki.
Casa brillante y oscura, casa del cielo y la Tierra, para los barcos celestiales se ensambló, la construyeron los Anunnaki. Casa cuyo interior resplandece con una rojiza luz del cielo, emite un rayo pulsante que llega lejos y alto; noble montaña de montañas, creada grande y noble, está más allá de la comprensión de los Terrestres. Casa de equipamiento, noble casa de eternidad, las piedras de sus cimientos tocan las aguas, su gran circunferencia se fija en la arcilla. Casa cuyas partes están hábilmente entretejidas, hace descender a los grandes que en los cielos circulan para descansar; casa que es un punto de referencia para las naves espaciales, de entrañas inabarcables, el Ekur está bendecido por el mismo Anu.
Así recitó y cantó Ninmah en la celebración. Mientras los Anunnaki celebraban su notable obra, Enki le dijo a Enlil palabras de sugerencia: Cuando en días futuros se pre gunte, ¿cuándo y quién hizo esta maravilla?
Creemos junto a los picos gemelos un monumento; que anuncie la Era del León, La imagen de Ningishzidda, el diseñador de los picos, sea su cara, que mire exactamente hacia el Lugar de los Carros Celestiales, ¡Cuándo, quién y el propósito revélese a generaciones futuras! Esta fue la sugerencia de Enki a Enlil. Ante sus palabras, Enlil consintió, y le dijo a Enki: Del lugar de los Carros Celestiales, Utu debe ser nuevamente el comandante; ¡que el león de mirada fija, exactamente orientado al este, tenga la imagen de Ningishzidda!
Cuando se iniciaron los trabajos de talla y modelado del león lecho de roca, Marduk le dijo a su padre Enki palabras de agravio: Me prometiste que dominaría la Tierra toda, ahora se les conceden a otros mandato y gloria, sin tarea ni dominios se me deja. ¡En mis antiguos dominios se han situado los montes artificiales, sobre el león debe estar mi imagen! Ningishzidda se enfureció con estas palabras de Marduk, el resto de hijos también se sintieron molestos, Ninurta y sus hermanos también se levantaron en un clamor por dominios, ¡todos exigían tierras para sí mismos, y Terrestres devotos! ¡No se convierta en disputa la celebración!, gritó Ninmah en medio de las voces alteradas. ¡La Tierra todavía está desolada, somos pocos Anunnaki, de los Terrestres sólo hay supervivientes! ¡Que a Marduk Ningishzidda del honor no le prive, tengamos en cuenta también las palabras de Marduk!
Así dijo Ninmah, la pacificadora, a los líderes enfrentados. ¡Para que prevalezca la paz, debemos repartirnos las tierras habitables entre nosotros!, dijo Enlil a Enki. Estuvieron de acuerdo en hacer de la península un separador incontestable, se le asignó a la pacificadora Ninmah. Tilmun, Tierra de los Proyectiles, la llamaron; estaba fuera de los límites de los Terrestres. Las tierras habitables al este de la península se apartaron para Enlil y su descendencia, para los descendientes de dos hijos de Ziusudra, Sem y Jafet, para que vivieran allí. La masa de tierra de tono oscuro que incluía el Abzu se le concedió por dominio a Enki y a su clan, para habitarla se eligió al pueblo del hijo mediano de Ziusudra, Cam. Enki, para apaciguar a su hijo, sugirió hacer a Marduk señor de ellos, señor de sus tierras. ¡Sea como tú deseas!, dijo Enlil a Enki acerca de esto.
En Tilmun, en su montañoso sur, Ninurta construyó una morada para su madre, Ninmah; cerca de un manantial con palmeras datileras, se localizó un fresco valle, el pico de la montaña aterrazó Ninurta, plantó un fragante jardín para Ninmah. Cuando se terminó todo, se dio una señal a todos los puestos avanzados en la Tierra: desde las tierras montañosas más allá del océano, los Torbellinos trajeron las pepitas de oro, desde el Lugar de los Carros Celestiales, se llevó el oro hasta Nibiru. En aquel memorable día, Enlil y Enki se dijeron uno a otro y coincidieron: ¡Honremos a Ninmah, la pacificadora, con un nuevo nombre-epíteto: sea su nombre Ninharsag, Señora de la Cima de la Montaña!
Por aclamación se le dio este honor a Ninmah, a partir de entonces se le llamó Ninharsag. ¡Alabad a Ninharsag, la pacificadora en la Tierra!, proclamaron al unísono los Anunnaki.
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