viernes, 19 de agosto de 2016

EL OJO DE LA MOSCA, LAS NUBES QUIETAS Y LOS TRANCES MÍSTICOS DE SNOOPY

Bueno, a estas horas, todo el mundo sabe que durante mis primeros 17 años de vida y por causas ajenas a mi voluntad, aunque producidas por mí sin intención de molestar,  me tuvieron de un sitio a otro, en distintos  Hogares (eufemismo para designar lugares en los que se nos juntaba a los que ahora llamamos "desfavorecidos de la fortuna" y que en aquel entonces se llamaban simplemente "pobres de solemnidad", "hijos de desafectos al Régimen", "hijos con los padres presos", "hijos de represaliados sin motivos claros", y alguna que otra cuya madre se dedicaba al oficio más antiguo del mundo). Todos estos Hogares, no sé por qué, se iban hundiendo, como si no les gustara nuestra presencia o quizá algún ángel nos iba encaminando sin prisa al lugar al que estábamos destinadas. Acabé, junto con otras cuatro, cuya vida era paralela a la mía y siempre nos había tocado los mismos sitios, en el último Hogar en el que, por lo menos, cursamos el Bachillerato, después de pasar unos cuantos filtros. El Régimen no quería fracasos, se aseguraba previamente de que la inversión valiera la pena. Como no me gusta la falsa modestia, tengo que reconocer que éramos muy inteligentes y, lo que era mejor, teníamos unas ansias de saber tremendas. Nos respetábamos,  nos queríamos y nos ayudábamos porque, como un equipo, teníamos que conseguirlo todas. No éramos fáciles para sus Caridades, un quebradero de cabeza contínuo. Teníamos callos en el alma tras un viaje tan variado y tan dispar. No era fácil para ellas hacernos comulgar con ruedas de molino. Aunque obedecíamos sus normas, no nos calaban. Sólo dábamos crédito a lo que venía en los libros, nos gustaban las matemáticas, la física, el latín, el griego, todo. Nuestras notas en las materias de estudio no les planteó nunca problemas de conciencia. Se lo poníamos fácil. El Estado elegía buenísimos profesores y las monjas que nos daba alguna asignatura, eran licenciadas en la materia. Porque, al final de curso nos convertíamos en "alumnas libres" (no asistíamos a ningún instituto, pero estábamos adscritas a uno), la nota final dependía de los profesores del Instituto López de Vega, que nos conocían, no por nuestros nombres, pero sí porque veníamos de un Centro con una inmejorable opinión y era nuestra obligación, no sólo sacar notas altas, sino dejar el pabellón a la altura que se había ganado año tras año.
Bueno, al grano, de todos los libros que teníamos que estudiar había uno (el famoso Alvarado) que reunía en sus páginas, excepto matemáticas y física que se daban aparte, todo el conocimiento que había en todos los demás aspectos del mundo, piedras, plantas, animales, el cuerpo humano (del que tendremos hablar un día de éstos), pero no sucintamente, como podría hacerlo una encicloopedia, no; aquel libro informaba del más mínimo detalle de todo lo que trataba. Era el que más repasamos y al que más temíamos. De memoria, de memoria nos lo aprendíamos. Bueno, pues aquel libro me convirtió a mí en una pregunta andante. Todo empezó cuando llegamos a los dípteros, entre los que se encontraba la mosca, la mosca común que tiene una vida corta pero son millones. Aquel día, la Sor de Ciencias, me llamó a recitar la lección. Yo empecé y seguí y seguí hasta que de pronto me quedé callada, mirando al cielo por la ventana, como si de pronto mi mente acabara de descubrir las nubes. Las compañeras se miraban con gestos de "qué le pasa" y otras de "no tengo ni idea". La Sor, volvió la cara hacia mí y en mi cara debió de ver algo raro, así que, yo diría que preocupada, me preguntó:
- ¿Le pasa algo, D...... ¿no ha podido estudiarlo todo?
Su voz me hizo reaccionar y mirándola con cara de admiración, empecé una conversación que todavía no ha acabado, aunque se convirtió en un enigma interior.
- No, no, Sor. Me lo sé............. pero que cosas, verdad Sor?
- ¿qué cosas, hija? Se había dado cuenta de que mi atención no estaba precisamente allí.
- Con lo poco que vive una mosca.......¿por qué tiene un ojo tan difícil? Son como un caleidoscopio, ese chisme que, si lo mueves, cambia el dibujo pero siempre son figuras geométricas. ¿para qué quiere una mosca esos ojos tan complicados?
- Bueno, la pobre monja no sabía qué decir, cuando Dios las hizo así, por algo sería.
- Sí, pero..... para qué. ¿no sería mejor que esos ojos los tuviéramos nosotros?,  al fin y al cabo los usamos más, necesitamos gafas de sol en verano y, la mayoría somos miopes. ¿Se imagina si tuviéramos los ojos de la mosca? ¿cómo sería el mundo?.....
- No lo sé, D., el mundo es como Dios lo hizo y Vd. sólo tiene que estudiarlo.
- Pues, con todos los respetos, Sor, a mí me parece un derroche innecesario.... Pero, me lo sé eh?
A estas alturas, las compañeras se reían unas por lo bajinis y otras a carcajadas y, por supuesto, la continuación de la clase se hacía bastante difícil. Así que aquel día tuvimos un rato más de recreo entre las clases.
Pero no acaba aquí el asunto de la mosca. Al final de aquel curso, cuando todo consistía en repasar y resolver dudas, lo que más nos preocupaba era el dichoso Alvarado. Bueno, pues la mosca nos salvó, porque la pregunta de Ciencias Naturales fué precisamente: Los dípteros
Qué satisfechas se nos veía salir del Aula de aquel Instituto, todas sabíamos contestar y, además poniendo el acento en los ojos, aunque sin preguntas metafísicas.
MAÑANA MAS

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