PARA MEDITAR
Me
resulta casi imposible rendirme al ego masculino. En vez de ello, me
vuelvo competitiva, dura con resistencia o asustada. ¿Puedes
decir algo sobre esto?
Sagarpriya, el ego no es
masculino ni femenino. El ego es simplemente el ego. Lo que se vuelve
duro con resistencia al ego masculino es el ego femenino.
Eres
consciente del ego masculino; no eres consciente de tu propio ego.
¿Quién
se resiste a rendirse? Toma más
consciencia de tu propio ego y entonces todo será
más
fácil.
Todo el mundo es consciente el ego del otro, pero no se puede hacer
nada con el ego del otro. Lo único
que se puede hacer es solo con uno mismo.
Dices: «Me
resulta casi imposible rendirme al ego masculino.»
¿Quién
es ésta
a la que le resulta casi imposible? ¡Descúbrelo!
Y entonces te sorprenderás:
el ego es el ego; no es masculino ni femenino. No lo dividas. Los
egos no tienen sexo, no tienen género;
es la misma enfermedad. Si una mujer tiene cáncer,
es cáncer;
si un hombre tiene cáncer,
es cáncer.
No es masculino y femenino. El ego es exactamente igual: el cáncer
de la mente.
¿Y
quién
te dice que te rindas al ego masculino? La rendición,
la entrega, nunca
es
al otro. Cuando dos personas se enamoran, ambas se rinden al amor,
ninguna se rinde a la otra. Si el otro pone esfuerzo para que te
rindas a él,
evítalo:
esto no es amor. El amor nunca exige rendición.
La rendición,
la entrega, sucede de manera natural en el amor. No se exige.
Si el hombre
exige rendición
por tu parte, no te ama. No te enredes en semejante aventura tan poco
amorosa. Te odia; de lo contrario, ¿por
qué
iba
a exigirte que te rindas? Quiere poseerte, quiere reducirte a una
cosa. Quiere usarte, aprovecharse de ti. Te considera solo un cuerpo,
un mecanismo. No te respeta como persona, como una presencia. Esto es
humillante, esto no es amor. Evítalo.
Pero la
rendición,
la entrega, sucede cuando hay amor. Y nadie la exige, y nadie se
rinde al otro: ni el hombre a la mujer ni la mujer al hombre. Ambos
se rinden al dios del amor. Ambos se entregan a esta nueva apertura
de su ser. Y cuando ambos se rinden al amor, hay belleza y hay
libertad. No quedas reducido a un esclavo. De hecho, solo en el amor
alcanzas dignidad, solo en el amor alcanzas tu grandeza, solo en el
amor emites tu esplendor. Ésta
es la indicación
del amor verdadero: que te vuelves más
de lo que eras antes, no menos, y eres más
libre que nunca.
El amor da
libertad. Ése
es el sabor mismo del amor. Si falta eso, si va en contra de la
libertad, entonces evítalo
como evitarías
la peste. No entres en eso: es otra cosa que se hace pasar por amor.
Pero cuando hay amor verás
que la entrega ya ha sucedido; es simultánea.
En el momento en que sientes amor por alguien, la rendición
ya ha sucedido. Eso es el amor: no una rendición
al otro —permíteme
repetirlo—,
sino una rendición
a una fuerza desconocida que ha tomado posesión
de vosotros dos. Pero eso es totalmente diferente de ti y totalmente
diferente del otro. Ambos os habéis
doblegado ante una energía
desconocida. Os volvéis
pilares separados el uno del otro, pero sustentando el mismo techo:
sustentáis
algo que está
más
allá
de ambos, por encima de ambos, que os transciende; pero permanecéis
separados.
El amor hace
que seas más
un individuo. No borra tu individualidad. Te da tu individualidad, te
da tu unicidad. El amor es muy respetuoso.
Sagarpriya,
dices: «Me
resulta casi imposible rendirme al ego masculino. En vez de ello, me
vuelvo competitiva, dura con resistencia o asustada.»
Ésas
son las maneras del ego. Puede que el otro tenga ego, puede que no
—no
conozco al otro, ¿quién
es ese otro?—,
pero una cosa es segura: tú
tienes un ego muy sutil. Ese ego se vuelve competitivo. El ego es
competitivo, intrínsecamente
competitivo. El ego se llena de resistencia o se asusta, y en el
miedo, en la resistencia, en la lucha, en la competitividad, se
destruye el amor.
Una cosa es
segura: tienes que tomar consciencia de tu actitud sutilmente egoísta
en la vida. Deséchalo.
Al menos deja que desaparezca por tu parte. Y entonces te
sorprenderás:
puede que el otro no estuviera exigiendo ninguna rendición;
era solo tu ego que proyectaba eso en el otro. Si es así,
ahora puedes rendirte al amor. Si no es así
y
el otro sigue exigiendo —y
solo podrás
saberlo acertadamente cuando no haya resistencia en ti, cuando no
haya miedo en ti ni competitividad en ti—,
entonces tendrás
claridad, tendrás
transparencia, serás
capaz de ver el trasfondo de todo y sabrás
inmediatamente si el otro te está
exigiendo que te rindas a él
o si la exigencia viene de algo que está
más
allá
de ambos. Si es de más
allá
de
ambos, ríndete.
Si viene del otro, evítalo;
esa otra persona está
loca. Necesita toda tu compasión;
compadécele,
pero no te enamores, porque enamorarse de un ególatra
es peligroso: te destruirá.
Al menos eso te lo debes a ti
misma.
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El hombre no
es una isla; nada lo es. Todo está
interrelacionado.
La independencia, la palabra misma, es falsa; y también
la dependencia. La realidad es interdependencia.
Todo está
tan profundamente conectado con todo lo demás
que nada puede existir aparte. Si puedes comprender una pequeña
rosa en su totalidad, con la raíz
y todo, habrás
comprendido todo el cosmos, porque todo el cosmos está
involucrado en esa pequeña
flor. En la más
pequeña
hoja de hierba está
contenido todo. Pero recuerda, como Fa Tsang le dijo a la emperatriz:
todas las ilustraciones, todas las descripciones, son estáticas,
y la existencia es un flujo mecánico.
Es un río.
Cada cosa sigue moviéndose
en cada una de las demás
cosas. Es imposible trazar líneas
en las que acabe una cosa y comience otra; no hay líneas
de demarcación;
no puede haberlas. De manera que todas las distinciones existen tan
solo con propósitos
prácticos;
no tienen valor existencial.
Esto es lo
primero que hay que comprender. Esto es fundamental para la alquimia
taoísta.
Una vez que se comprende esto, entonces toda la alquimia del taoísmo
se vuelve comprensible. Entonces lo inferior puede transformarse en
lo superior, porque lo inferior ya contiene a lo superior. El metal
base puede ser transformado en oro porque nada está
separado: el metal base ya contiene el oro: como es arriba es abajo,
como es abajo es arriba.
La idea
misma de que todo está
interconectado hace posible la transformación.
Si las cosas no están
interconectadas, entonces no hay posibilidad de ninguna
transformación.
Si el mundo consiste en las mónadas
del filósofo
Liebnitz —individuos
atómicos,
separados, sin ventanas, sin conectarse mutuamente en absoluto porque
no tienen ventanas—,
entonces no hay posibilidad de ninguna transformación.
La
transformación
solo es concebible porque tú
eres yo, yo soy tú;
nos interpenetramos. ¿Puedes
considerarte separado incluso un solo momento? Ni siquiera puedes
imaginarte separado. La flor no puede estar separada del árbol;
en el momento en que lo está,
muere. El árbol
no puede estar separado de la tierra, la tierra no puede estar
separada de sol, el sol no puede estar separado de las demás
estrellas, y así
sucesivamente. Separas la hoja y la hoja muere. Separas la flor, la
flor muere. Separas el árbol
de la tierra, el árbol
muere. Separas la tierra del sol y la tierra muere.
La muerte
significa separación;
la vida significa no-separación.
Por eso el ego está
destinado a morir, porque ésa
es tu idea de la separación.
Considerarse a uno mismo desde el punto de vista del ego es la única
causa de la muerte, porque el ego ya está
muerto. Puedes seguir azotando al caballo muerto, pero ¿durante
cuánto
tiempo? Va a morir. Ya está
muerto, por eso va a morir. Lo que está
vivo en ti no puede morir: la vida es eterna. Pero la vida no es
tuya, no puedes poseerla. La vida le pertenece a todo. La vida tiene
enormidad, infinitud. La muerte es diminuta, la muerte es individual;
la vida es universal. De manera que cuando vives formas parte del
universo, y cuando mueres, solo mueres porque piensas que estás
separado. Cuanto más
te sientas parte de la totalidad, más
vida tendrás.
Jesús
dice: «Ven
a mí
y te daré
vida abundante.»
¿Cuál
es el secreto de la vida abundante? El secreto es: muere como ego,
desaparece como entidad separada, y todo el universo y todo lo que
contiene es tuyo. Deja de poseer y todo es tuyo. Posee y eres
minúsculo
y limitado, y vas a morir. El secreto de estar más
vivo consiste en un fenómeno
simple de abandonar la idea de la separación.
Y cuando sucede, sientes que la vida se vuelve ardiente en ti.
Incluso si sucede en pequeña
medida...
Si te
enamoras de alguien, la vida es ardiente en ti. Y no es que haya
sucedido gran cosa: simplemente dos personas que se sienten una.
Aprende la lección
del amor: simplemente dos personas que se sienten una, ¡y
qué
alegría
y qué
éxtasis!
Piensa, si te enamoras de la totalidad, cuánto
éxtasis
y cuánta
alegría
van a suceder. Eso es la vida abundante, la vida infinita.
Sepárate...
Hay personas que viven de una manera tan egoísta
que no pueden amar; son las personas más
desgraciadas del mundo. Mi definición
del infierno es: vivir separado es el infierno. Vivir sin separación
es el cielo; desaparecer completamente, absolutamente en la
totalidad, es moksha,
nirvana:
es la libertad suprema.
Lo segundo
que hay que comprender: que la vida es polar. Eso es también
fundamental en el enfoque taoísta.
Pero la polaridad no es la de la oposición.
La polaridad significa que los opuestos son complementarios el uno
del otro, se apoyan mutuamente. La vida no puede existir sin la
muerte; por eso la muerte no es el enemigo. ¿Cómo
va a ser la muerte la enemiga de la vida si la vida no puede existir
sin ella? Tiene que ser la amiga: le prepara el terreno a la vida,
ayuda a la vida, provoca a la vida, desafía
a la vida.
Simplemente
piensa: si tu cuerpo fuera a vivir eternamente, no vivirías
en absoluto, porque tendrías
un infinito para posponerlo todo. «¿Por
qué
amar hoy si hay mañana?
Y si el mañana
es infinito, entonces ¿para
qué
molestarse? ¿Por
qué
bailar
hoy? Ya veremos mañana.»
Simplemente imagina: si tu vida corporal fuera a ser eterna, tu
postergación
se volvería
eterna.
No puedes
postergar, porque no estás
seguro de si va a haber un mañana
o no. Nadie sabe si llegará
la siguiente respiración
o no, por eso solo los tontos postergan. El sabio vive, y el sabio
vive aquí-ahora.
No puede permitirse la postergación,
porque sabe: «Solo
este momento es mío,
solo este mismo momento es mío.
El momento siguiente puede que lo sea, puede que no. ¿Cómo
voy a posponer? ¿Cómo
voy a decir "mañana"?»
El tonto
posterga hasta mañana,
el sabio vive ahora. El sabio no conoce otro tiempo que ahora ni otro
espacio que aquí,
y el tonto se mete en cosas que podían
haberse postergado eternamente...; las vive ahora mismo. Si está
enfadado, lo vive ahora mismo. Si está
amoroso, dice: «Ya
veremos mañana.»
Todo lo que es estúpido
lo sigue viviendo, y todo lo que es luminoso lo sigue postergando. El
sabio también
posterga, pero solo posterga las estupideces.
Gurdjieff
solía
decirles a sus discípulos:
«Cuando
murió
mi padre, yo tenía
solo nueve años.
Me llamó
para que me acercara a su lecho de muerte y me susurró
al oído.»
Debió
haber amado inmensamente a este niño.
Debió
haber visto el potencial del chico. Le susurró
al oído:
«No
tengo nada que darte más
que un pequeño
consejo, y no sé
si serás
capaz de comprenderlo ahora mismo o no. ¡Pero
recuérdalo!
Puede que algún
día
seas lo suficientemente capaz, lo suficientemente maduro para
comprenderlo. Simplemente recuérdalo.
Y es un consejo sencillo: si quieres hacer algo malo, postérgalo
durante veinticuatro horas, y si quieres hacer algo bueno, no lo
pospongas nunca ni un solo momento. Si quieres estar enfadado,
violento, agresivo, postérgalo
durante veinticuatro horas. Si quieres ser amoroso, compartir, no lo
pospongas ni un solo momento, ¡Vívelo
ahora mismo, inmediatamente!»
Y Gurdjieff
solía
decirles a sus discípulos:
«Ese
simple consejo transformó
toda mi vida.»
¿Cómo
vas a enfadarte si puedes postergarlo durante veinticuatro horas? Es
imposible. Estar tan calmado y sosegado como para posponerlo durante
veinticuatro horas es garantía
suficiente de que no te vas a enfadar. ¿Y
quién
puede enfadarse si puede postergarlo durante veinticuatro horas?
Veinticuatro horas de contemplación
y todo el absurdo te resultará
obvio, y todo te parecerá
ridículo.
Y Gurdjieff se transformó
realmente con este simple mensaje. A veces, mensajes muy simples
pueden transformarte..., pero tienes que vivirlos.
La vida
existe porque hay muerte. La muerte le da intensidad a la vida, la
muerte desafía
a la vida. Te provoca para que vivas y para que vivas al máximo,
de manera óptima;
porque, ¿quién
sabe...?, puede que no haya mañana.
La muerte siempre está
provocándote,
acuciándote
a vivir, y a vivir con totalidad. Entonces la muerte no está
en
contra de la vida, sino que es una amiga.
Lo mismo
sucede con todas las polaridades: lo negativo y lo positivo, el amor
y el odio, la belleza y la fealdad, el día
y la noche, el verano y el invierno, y también
es el caso del hombre y la mujer. El hombre no puede existir sin la
mujer y la mujer no puede existir sin el hombre. Forman parte de un
proceso dialéctico.
Entre estos dos polos hay tanta atracción
como repulsión,
porque la atracción
y la repulsión
no pueden existir separadas. Por eso te sientes atraído
hacia la mujer o hacia el hombre y, al mismo tiempo, repelido. Una
parte de ti quiere estar con la mujer, una parte de ti quiere estar
solo. Siempre estás
titubeante.
Si estás
con la mujer o con el hombre, empiezas a anhelar libertad: estar a tu
aire, estar solo. De pronto te interesa mucho estar solo y ser libre,
y no sabes de dónde
viene este deseo de ser libre. La mujer o el hombre, la otra persona,
lo está
provocando. En cuanto hayas dejado al otro, este deseo, este anhelo,
este gran anhelo de estar solo desaparecerá.
Y entonces te sorprendes, estás
realmente sorprendido: cuando estas solo simplemente te sientes solo.
No sientes esa alegría
que habías
imaginado, no ves ninguna libertad; simplemente ves que te rodea la
soledad y toda tu existencia se vuelve fría,
helada, oscura. Surge de nuevo el deseo de estar con el otro. Ahora
anhelas amor, unión.
Éste
es el problema entre el hombre y la mujer: se sienten atraídos
y repelidos a la vez, simultáneamente.
Quieren llegar a estar juntos y quieren estar separados y solos, a su
aire. De ahí
el conflicto constante entre el hombre y la mujer.
El
matrimonio es un asunto de amor-odio, una historia de
atracción-repulsión.
Si el matrimonio dura mucho, solo puede durar si hay mini-divorcios
que suceden cada día;
solo entonces puede durar. Si el hombre y la mujer han decidido no
luchar, entonces es un matrimonio plástico.
Estarán
juntos, se las arreglarán
para estar juntos, pero nunca estarán
realmente juntos; nunca conocerán
esos momentos de unidad. Están
solo fingiendo. Están
siendo corteses, pero no son reales, auténticos.
El
matrimonio es una especie de enemistad íntima.
Es una enemistad íntima,
es una lucha amistosa, es una guerra. Sí,
entre dos guerras hay también
momentos pacíficos,
y son bellos debido a las dos guerras.
Las parejas
siguen luchando; así
es como mantienen viva la llama del amor. Cuando luchan, se separan.
Cuando están
lejos el uno del otro en su psicología,
empiezan a anhelar al otro, empiezan a echar de menos al otro.
Entonces empiezan a buscar y a ir a tientas al otro. Entonces se
acercan, y se acercan mucho... porque han probado algo de la soledad.
Ahora quieren estar muy cerca el uno del otro. Una vez que han
probado la cercanía,
quieren volver a estar separados.
Así
que no te preocupes por ello. Es un fenómeno
fundamental. No puedes escapar de él.
La única
manera de escapar es tener un matrimonio fingido, que no sea un
verdadero matrimonio: permaneced corteses el uno con el otro. Es una
especie de contrato en el que: «Te
necesito y tú
me
necesitas a mí»,
en el que: «Yo
te rascaré
la espalda y tú
me la rascarás
a mí»,
eso es todo, «porque
te necesito y tú
me necesitas a mí.
Eres mi seguridad, yo seré
tu seguridad».
Es un contrato legal, pero no es un matrimonio.
Ésta
es la segunda cosa fundamental que hay que comprender antes de poder
adentrarte en los sutras.
Y lo tercero
y fundamental: la tercera cosa fundamental es que ningún
hombre es solo hombre y ninguna mujer es solo mujer. El hombre es las
dos cosas, la mujer es las dos cosas; ambos son ambas cosas. El
hombre contiene una mujer dentro de él
y lo mismo sucede con la mujer: la mujer contiene un hombre dentro de
ella. De manera que no es solo una cuestión
del hombre externo o la mujer externa; es también
un fenómeno
interno, porque lo externo y lo interno se corresponden. Igual que
dije: «como
es abajo es arriba»,
puedo decir: «como
es fuera es dentro».
Tu realidad
interna es también
la misma que tu realidad externa: se corresponden, se equilibran.
Ahora surgen más
complejidades, porque cada hombre tiene una mujer dentro de él
y tiene que convenirse con ella. No es solo una cuestión
de tener fuera una mujer a la que amas; de ser así,
las cosas habrían
sido menos complicadas.
Cuando dos
personas están
enamoradas, en realidad hay cuatro personas. En cada cama hay cuatro
personas...; puedes entender la complejidad. Cuando dos personas
hacen el amor, hay cuatro personas haciendo el amor, ¡siempre
es sexo en grupo!, porque el hombre tiene una mujer dentro de él
y la mujer tiene un hombre dentro de ella. Y tiene que ser así,
porque cada uno nace del matrimonio de un hombre y una mujer. Habrá
en ti algo del padre, el cincuenta por ciento; habrá
en
ti algo de la madre, el cincuenta por ciento. En cada persona
contribuye el padre y contribuye la madre. Puede que biológicamente
seas un hombre; eso muestra solo que físicamente
tienes el mecanismo del hombre, pero en lo profundo de tu psique no
eres ni hombre ni mujer, eres ambas cosas. Por eso digo que tenemos
que usar una palabra para ambos, hombre y mujer...
Hasta ahora
hemos estado usando «hombre»;
eso significa que abarca a ambos. Esto es solo porque el hombre ha
sido muy dominante en el pasado. Pero en el futuro puede que el
péndulo
se balancee al otro polo, y eso será
mucho más
verdadero, porque [en inglés]
la palabra man
[hombre]
no contiene la palabra woman
[mujer],
pero la palabra woman
contiene
man.
Será
mejor usar woman
como
palabra general para ambos. Y lo mismo sucede con «él»
y «ella».
«Ella»
contiene «él»,
pero «él»
no contiene «ella».
Será
mejor usar «ella»
y woman
para
ambos. Será
mejor usar «ella»
para Dios que «él».
Ambos
contienen al otro. Debido a esto, existe la posibilidad de la
homosexualidad; debido a esta dualidad fundamental interna. Puedes
ser un hombre por fuera y puede que armonices con tu mujer interna.
No hay problema en ello. Tu espíritu
permanece libre. Por dentro puede identificarse con el hombre interno
o puede identificarse con la mujer interna. Si eres un hombre
físicamente
y te identificas con la mujer interna, la consecuencia será
la homosexualidad. Puede suceder de muchas maneras; puede suceder por
muchas razones. De modo que la homosexualidad es posible debido a
esta dualidad interna.
Y ahora la
ciencia es capaz incluso de cambiar tu sexo físico.
Eso también
es posible, porque se ha descubierto que el hallazgo taoísta
es también
científicamente
cierto. Ahora, cambiando simplemente las hormonas y tu química
un poco, el hombre puede convertirse en una mujer y la mujer puede
convertirse en un hombre..., incluso fisiológicamente.
Eso muestra sencillamente que eres ambos. Incluso la diferencia en el
cuerpo es solo de énfasis.
Y a veces
sucede también
por sí
mismo. Se ha descubierto que una mujer se convierte en un hombre o un
hombre se convierte en una mujer. La diferencia no debe de haber sido
mucha; puede que haya sido muy ligera: cincuenta y uno por ciento
hombre, cuarenta y nueve por ciento mujer; la proporción
es un poco mayor en el lado de ser un hombre. Puede cambiar en el
curso de la vida. Nuevas hormonas, nueva comida, nuevo clima, nueva
atmósfera,
nuevas emociones, enfermedades o cualquier cosa puede cambiar la
proporción,
y el hombre puede convertirse en una mujer o la mujer puede
convertirse en un hombre. Y ahora la ciencia sabe que puede hacerse
muy fácilmente.
Existen
todas las posibilidades de que en el futuro la gente se cambie de
sexo más
a menudo, porque si puedes vivir ambas polaridades en una vida, ¿por
qué
no? Si puedes disfrutar ambas visiones, ¿por
qué
no? Tendrás
más
libertad. Has vivido como hombre treinta y cinco años,
y ya es suficiente. Y te gustaría
ver cómo
es desde el otro lado, porque no hay otra manera de saber cómo
es desde el otro lado que estar en ese lado.
Mi propia
observación
de miles de personas ha sido ésta:
que si una persona es un hombre en esta vida, en la próxima
vida nace como mujer, y viceversa. Y la razón
es simple: se cansa de ser un hombre o se cansa de ser una mujer y
empieza a anhelar el otro polo en lo hondo de sí.
Y naturalmente, en la siguiente vida, debido a este gran deseo de ser
el otro, nace como el otro.
Estos son los tres fundamentos.
Primero: todo es interdependiente. Segundo: la vida es polar y las
polaridades no son opuestas, sino complementarias. Y tercero: todo es
doble por dentro, nada es uno.
En India
tenemos el concepto de ardhanarishwar.
Eso
se corresponde con el enfoque taoísta.
Shiva ha sido esculpido, pintado como ambos: mitad hombre, mitad
mujer. La mitad de su cuerpo es el de un hombre y la mitad de su
cuerpo es el de una mujer. Cuando Occidente descubrió
esas estatuas por primera vez, Occidente se rió:
parecía
muy absurdo. ¿Qué
quiere decir? Ahora lo han comprendido. Es una de las cosas más
fundamentales de la vida. Así
eres tú,
igual que Shiva: mitad y mitad.
Estos sutras
se ocupan de la polaridad interna, y a menos que transciendas esta
polaridad interna no llegarás
a lo uno; permanecerás
dos. La meditación
es una manera de transcender esta polaridad dentro de ti. La
meditación
te aleja de todos los dualismos.
En la vida
corriente permaneces dual y en el espacio de veinticuatro horas
cambias muchas veces de un polo al otro. Observa. Puede que seas un
hombre, pero a veces eres muy femenino, muy vulnerable. Puede que
seas una mujer, pero a veces, durante el día,
eres muy masculina. Cuando la mujer es masculina se vuelve muy, muy
agresiva; más
agresiva de lo que pueda serlo ningún
hombre, porque su agresividad está
muy fresca, sin usar, de la misma manera que la tierra no usada es
muy fértil.
Y lo mismo sucede con el hombre. Si un hombre es tierno, es muy
tierno; más
que la mujer, porque eso es un terreno no usado. Esa parte de su ser
no ha sido usada; está
fresca, muy viva. De modo que este extraño
fenómeno
se observa una y otra vez si te vuelves un poco observador.
Generalmente la mujer es
amorosa; generalmente el hombre no es amoroso. La mujer solo a veces
es beligerante, pero cuando lo es, entonces lo es realmente. El
hombre solo es amoroso a veces, pero cuando lo es, lo es realmente.
Son partes no usadas de su ser. Cuando se usan tienen frescor.
Esta polaridad interna te
mantiene en una especie de angustia, conflicto; sin ella no puedes
existir. Lo uno permanece invisible; por eso Dios es invisible. Para
volverse visible lo uno tiene que volverse dos. Tienes que escribir
con tiza blanca en una pizarra; solo entonces se pueden ver esas
letras.
Para
existir, uno necesita contraste. Por eso de día
no puedes ver las estrellas; por la noche sí
puedes:
la oscuridad de la noche se convierte en el trasfondo. Las estrellas
están
ahí
tanto como por la noche, no se van a ninguna parte, no pueden irse a
ninguna parte. Están
donde están.
No empiezan a llegar por la noche, no empiezan a esconderse en alguna
parte de día;
están
donde están,
pero de día
falta el contraste. No puedes verlas, son invisibles.
Dios es
invisible. Si quiere volverse visible tendrá
que convertirse en hombre y mujer; tendrá
que convertirse en dos. Tendrá
que volverse materia y espíritu,
tendrá
que volverse cuerpo y alma, tendrá
que volverse esto y lo otro. Solo los dos son visibles. El mundo
consta de los dos, el mundo es dual. Y en el momento en que puedas
arreglártelas
para hacer que esta dualidad desaparezca en la unidad, te volverás
invisible. Ése
es el significado del dicho taoísta,
que parece muy misterioso, de que el hombre del Tao se vuelve
invisible. Es muy significativo, pero es una metáfora.
No significa que no puedas ver a Lao Tse o que no me puedas ver a mí.
Ya me estás
viendo; sin embargo, no me estás
viendo a mí.
Esa
parte se ha vuelto invisible. La polaridad ha desaparecido dentro, la
dualidad ya no existe. Solo lo dual puede verse, lo no-dual permanece
no visto.
Dios tiene
que volverse dos; solo entonces es posible el juego, la obra. Las
antiguas escrituras indias dicen: «Se
sintió
muy solo.»
Se refieren a Dios. Se sintió
muy solo, anheló
al otro y por eso se volvió
dos. Se volvió
hombre y mujer, vaca y toro, y así
sucesivamente. Toda la existencia es sexual; con «sexual»
quiero decir dual. Toda la existencia es sexual. Tarde o temprano la
ciencia va a descubrir que hay planetas que son masculinos y que hay
planetas que son femeninos. Tiene que ser así.
La astrología
antigua dice eso, y estoy totalmente de acuerdo con ella: todo es
dual. Por eso se representa al sol como masculino y a la luna como
femenina. No es poesía,
es un hecho. Puede que la ciencia no lo haya descubierto todavía,
pero tiene que ser así.
Si todo es dual, entonces no puede haber excepciones.
Tu atracción
por la mujer o por el hombre te mantiene en manifestación.
Ahora serás
capaz de comprender por qué
los grandes místicos
a lo largo de los tiempos han venido enseñándote
cómo
ir más
allá
del sexo: porque a menos que vayas más
allá
del sexo no entrarás
en Dios, a menos que vayas más
allá
del sexo nunca irás
más
allá
de
los dos; permanecerás
sujeto a la dualidad del mundo. El «mundo»
significa Dios manifiesto, y «Dios»
significa el mundo desapareciendo de nuevo en la no-manifestación.
Eso también
es una dualidad: manifestación,
no-manifestación.
En la
teología
cristiana las cosas no son tan profundas, son muy superficiales. En
la teología
cristiana solo tienes la creación.
¿Qué
hay de la des-creación?
¿Cómo
puede haber creación
sin des-creación?
En la teología
oriental ambas están
juntas: srushti
significa
creación,
pralaya
significa
des-creación.
Hay un momento en el que Dios se vuelve manifiesto, y luego hay un
momento en el que Dios vuelve a ser no-manifiesto: todo desaparece en
la nada; llega el cero. Igual que tú,
como te dije al principio: estás
con tu amado, te cansas, quieres meditar, quieres irte a los
Himalayas; Dios también
se cansa del mundo, naturalmente, y entonces quiere pasar al retiro,
entonces desaparece en la unidad. Llega la disolución,
todo desaparece. Pero, una vez más,
¿cuánto
tiempo puedes sentarte en una cueva del Himalaya? Incluso Dios se
cansa de ello. Empieza a buscar y a indagar y a crear al otro de
nuevo.
Y sucede
exactamente lo mismo en cada alma individual: vives la vida y
entonces te cansas, entonces quieres ir más
allá
de la vida; has vivido tu cuerpo y estás
cansado. Ahora quieres ir más
allá
del cuerpo. Y entonces puedes comprender mi insistencia, por qué
digo que no le tengas miedo al mundo y que no te escapes del mundo,
porque el mundo es el lugar mismo en el que sucede la renunciación;
es una polaridad. Por eso digo que no te escapes de la mujer o del
hombre. Si te escapas, puede que permanezcas interesado.
No te
escapes. Vívelo
completamente. Disfruta
el mundo sin freno, y ese mismo desenfreno se convertirá
en renunciación.
Solo con ese desenfreno empezarás
a sentir que ha llegado la hora de desaparecer en la soledad
absoluta. Y solo si estás
realmente cansado puedes entrar en esa soledad absoluta.
La gente
está
abocada a malentenderme. En India soy uno de los hombres peor
comprendidos. Piensan que le enseño
desenfreno a la gente. Estoy enseñando
renunciación.
Piensan que estoy enseñando
un tipo mundano de sannyas. No lo comprenden. Estoy enseñando
el verdadero sannyas, porque el sannyas auténtico
surge solo de la experiencia mundana. El verdadero sannyas no es
posible en una cueva de los Himalayas. Será
irreal,
impuesto, y en lo hondo de ti seguirás
siendo mundano y continuarás
anhelando y soñando
con el mundo.
Vive en el
mundo. Vive realmente en él
para cansarte, para agotarte, para acabar completamente con él...,
tanto, que un día
de pronto pierda todo sentido para ti, y entonces ha sucedido la
renunciación.
Para mí,
la verdadera renunciación
sucede en el mercado y solo en el mercado.
Ahora los sutras.
En el
cuerpo está
el anima.
El
anima
es
femenina, yin; es la sustancia de la consciencia.
Hay anima
en
cada ser. Anima
significa
el principio femenino, el principio pasivo, el principio inactivo, la
mujer, «...
yin; es la sustancia de la consciencia».
No es la consciencia misma, sino la sustancia: sin ella no puede
existir la consciencia. Es la materia misma. Es la casa en la que
vive la consciencia; sin ella la consciencia no puede vivir. La
mujer..., y recuerda que con «mujer»
no
me refiero solo a la mujer, sino al principio femenino. Y eso tienes
que recordarlo continuamente, de lo contrario empezarás
a sentir que estos taoístas
parecen estar contra la mujer. No lo están.
No están
diciendo nada en contra o a favor; simplemente están
describiendo. Y no están
diciendo nada a favor del hombre o a favor de la mujer; están
hablando de los principios de femineidad y masculinidad.
En el
cuerpo está
el anima.
El
anima
es
femenina..., es la sustancia de la consciencia.
Por eso,
debido al principio femenino, las mujeres permanecen demasiado
apegadas a su cuerpo. El hombre no está
tan apegado a su cuerpo; en realidad, es descuidado con su cuerpo. Si
no hay ninguna mujer cerca, el hombre se vuelve sucio, polvoriento;
la habitación
se ensucia como si él
no se diera cuenta de todo esto. Cada vez que entras en una
habitación
puedes ver si el hombre vive solo o si hay una mujer en la casa. Es
así
de simple. Puedes ver si el hombre está
soltero o no con solo ver su habitación.
Los libros han almacenado polvo durante meses. No es cuidadoso con su
cuerpo, su parte material. Pero la mujer es muy cuidadosa,
inmensamente cuidadosa, por eso pasa tanto tiempo delante del espejo.
Un día,
Mulla Nasruddin estaba cazando moscas. Cazó
unas cuantas y le dijo a su mujer: «He
encontrado dos moscas hembra y dos moscas macho.»
La mujer
dijo: «Eso
es asombroso. ¿Cómo
descubriste el sexo de las moscas?»
Él
dijo: «¡Dos
estaban sentadas sobre el espejo y dos estaban leyendo el periódico!»
Es muy
sencillo. La mujer está
intensamente sujeta al cuerpo, a la sustancia, a la casa. Si se
hubiera dejado solo al hombre, como mucho habría
habido tiendas de campaña,
pero no casas. Es la mujer la que ha creado toda la civilización,
porque sin casas no habría
habido civilización,
recuerda. Sin casas no habría
ciudades, y la civilización
crece en las ciudades. La misma palabra «civilización»
viene de «civiles»,
las personas que viven en las ciudades. La mujer ha creado toda la
civilización.
El hombre habría
seguido siendo un vagabundo, un peregrino, un viajero, un cazador: se
habría
apresurado de un sitio a otro. Puedes verlo de muchas maneras. Eso
tiene muchas manifestaciones.
Occidente
está
orientado a lo masculino, por eso ves tantos turistas occidentales
viajando alrededor del mundo. No ves tantos turistas orientales.
Oriente es muy femenino.
La mujer
permanece apegada a la propiedad: la casa, el coche, la tierra, sus
ornamentos, su ropa. Esto se debe al principio interno: ella es la
sustancia de la consciencia. Y recuerda: sin una mujer el espíritu
no puede ascender muy alto. A través
del hombre nace poesía
muy buena, pero la causa es siempre la mujer.
No
encuentras grandes poetisas. He examinado la poesía
que escriben las mujeres. Ponen mucho empeño,
pero no sucede gran cosa. Madhuri escribe muy buena poesía,
pero no es realmente poesía.
La mujer no puede escribir poesía.
Puede inspirar poesía;
eso es verdad: nunca llega al mundo poesía
muy buena sin que haya una mujer en el trasfondo. Ella inspira. Su
presencia, su amor, su afecto la crea. No necesita escribirla, el
hombre la escribirá.
Pero ella es la inspiración,
la causa..., una causa muy sutil. Las mujeres no son grandes
pintoras. No es que no pinten. Particularmente en la era moderna,
hacen todo lo que hacía
el hombre...; hay una gran competición.
Piensan que tienen que hacer todas las cosas que ha venido haciendo
el hombre. Piensan que el hombre se ha vuelto importante debido a
esas cosas. La lógica
es falaz. Se convertirán
tan solo en hombres de imitación;
perderán
su propia alma y siempre seguirán
siendo de segunda mano. En el mundo de los hombres, para competir con
los hombres, seguirán
siendo secundarias. Nunca serán
primarias. Ésa
no es la manera de competir.
Si te
vuelves como un hombre, nunca serás
tan competente como un hombre; ¿cómo
vas a serlo? Su principio masculino le respalda. Te volverás
fea, te volverás
ruda, perderás
toda la suavidad. Por eso el Movimiento de Liberación
de las Mujeres se ha convertido en una de las cosas más
desastrosas que le han sucedido a las mujeres. Y la razón
de ello no es que su ideología
sea errónea:
su implementación
es errónea.
La mujer es
igual al hombre, pero no es lo mismo que el hombre...; y no debería
serlo. Debería
seguir su propia naturaleza, debería
escuchar a su propia alma. Ella tiene una vibración
diferente, tiene una función
diferente que desempeñar
en el mundo, un destino diferente. Si sigue al hombre e imita, está
perdida. Y cuanto más
perdida esté,
más
desarraigada estará
de su ser. Cuanto más
falsa, plástica,
sintética
se vuelva, más
desesperada estará.
Por eso están
tan enfadadas las mujeres del Movimiento de Liberación,
continuamente encolerizadas. La rabia es porque se sienten
frustradas. No son como quieren ser, no pueden serlo; va en contra de
la naturaleza. Tampoco hay necesidad.
En el
cuerpo está
el anima.
El
anima
es
femenina, yin; es la sustancia de la consciencia.
Medita sobre
las palabras, «sustancia
de la consciencia»,
el fundamento mismo de la consciencia. No es la consciencia misma,
sino la casa en la que vive la consciencia.
Pero,
además
de esto, existe el animus
en
el que el espíritu
se cobija.
El animus
es
el principio masculino, yang.
El animus
vive
en los ojos: ve, sueña.
El principio
femenino vive en el cuerpo, es muy material. Por eso las mujeres son
siempre materialistas. Sus consideraciones son muy prácticas,
son muy pragmáticas.
Mulla
Nasruddin me dijo un día
que él
nunca discute con su mujer.
Le pregunté:
«¿Cómo
te las arreglas? Es casi imposible, o prácticamente
imposible.»
Él
dijo: «Nos
las hemos arreglado perfectamente bien durante muchos años.
En la primera noche dispusimos un principio sencillo y lo hemos
seguido. Y el principio es: ella decide acerca de las cosas pequeñas
y yo decido acerca de las cosas grandes.»
Le pregunté:
«¿Qué
quieres decir con cosas pequeñas
y cosas grandes?»
Él
dijo: «Por
ejemplo, qué
coche comprar, en qué
casa vivir, a qué
escuela hay que llevar a los niños,
qué
comida hay que comer, qué
ropa hay que comprar... Todas estas cosas pequeñas
las decide ella.»
Y yo dije:
«¿Qué
decides tú?»
Él
dijo: «Si
Dios existe o no, si existen o no el cielo y el infierno. Todos los
grandes problemas..., eso es para mí.
Y el principio ha funcionado perfectamente bien. Ella nunca
interfiere en las cosas grandes, yo nunca interfiero en las cosas
pequeñas.
Soy el amo de mi propio mundo y ella es el ama de su propio mundo.
Nunca nos inmiscuimos.»
El principio
femenino está
enraizado en la materia, enraizado en el cuerpo. Pero el hombre
sueña.
El hombre es
un soñador.
El principio masculino es el principio del soñar.
Ninguna mujer puede comprender por qué
la gente está
tan interesada en ir a la luna. Le parece una tontería.
¿Para
qué?
¿Qué
vas a hacer allí?
¿Ir
de compras? Mejor ir a M. G. Road que ir a la luna. ¿Qué
harás
allí?
¿Para
qué?
¿Y
arriesgando tu vida? Ninguna mujer puede comprender por qué
el hombre quiere subir al Everest. ¿Qué
vas a hacer allí?
Le parece ridículo.
Y en el fondo todas las mujeres saben que todos los hombres son
infantiles: «Déjales
que jueguen, que vayan y hagan sus cosas.»
Ella
sabe muy bien que los hombres están
interesados en tonterías.
El partido de fútbol,
de cricket..., todo tonterías;
sin sentido. Tiras la pelota a ese lado y ellos tiran la pelota a tu
lado, y esto sigue y sigue... ¿Qué
sentido tiene?
La mujer es
práctica,
tiene los pies en la tierra. Es terrenal. El principio masculino es
como el cielo y el principio femenino es como la tierra. El hombre
sueña,
planea, desea, aspira a cosas desconocidas. El hombre es un
aventurero, dispuesto a arriesgar su vida por cualquier sueño
que tome posesión
de él.
La mujer
vive en los oídos
y el hombre vive en los ojos, de ahí
el deseo de cotillear que tienen las mujeres. La inmensa alegría
de cotillear... Observa a dos mujeres cotilleando: parecen estar en
éxtasis.
He oído
que...
Una vez hubo
una competición
en China, una competición
para decidir quién
era el mayor mentiroso del país,
y vino mucha gente y dijo muchas mentiras. Pero el hombre que ganó
el premio fue el que dijo: «He
visto a dos mujeres en el parque sentadas en un banco en silencio
durante media hora.»
Él
ganó
el premio. ¡Es
imposible!
Debido a la
mujer sucedió
la caída,
el pecado original. La serpiente debió
haberlo intentado primero con Adán.
Pero Adán
no está
en los oídos,
está
en los ojos; debió
haber visto a la serpiente tramposa, y debió
decir: «Déjame
en paz. No me molestes. Tengo mis propios sueños.»
Pero la serpiente convenció
a Eva. Debió
de cotillear con ella. Era el cotilleo de «¿Qué
estás
haciendo? Aquí
está
el árbol
del conocimiento y Dios te ha engañado.
Si comes la fruta de este árbol
te volverás
tan inmortal como Dios. Si comes la fruta de este árbol
sabrás
todo lo que sabe Dios. Serás
omnisciente, omnipotente, omnipresente.»
Naturalmente,
se despertó
la curiosidad de la mujer: una cosa tan práctica.
La serpiente la convenció.
La serpiente es el primer vendedor. Los vendedores no van a los
hombres; solo llaman a la puerta cuando el hombre se ha ido a la
oficina. Hay que persuadir a la mujer. Solo la mujer tiene oídos.
Los oídos
son la parte pasiva de tu ser, la parte receptiva. Algo puede entrar
por los oídos.
Los ojos son la parte agresiva. No puedes ser agresivo con los oídos,
recuerda. Pero con los ojos puedes ser agresivo. Puedes mirar a una
persona como si tus ojos fueran dagas. Puedes ofender a la gente con
tus ojos o puedes amar a la gente con tus ojos. Puedes llegar a la
gente con los ojos o puedes volverte inaccesible. Alguien puede
mirarte a los ojos de una manera tan distante que se vuelve
inasequible. Alguien puede mirarte tan distraídamente
que resulta inaccesible. O alguien puede mirarte con tanto deseo,
tanta pasión,
tanto anhelo, tanto afecto, que sus ojos casi empiezan a acariciar tu
cuerpo. Los ojos son las partes agresivas; pueden proyectar, pueden
hacer mella.
En India, a
la persona que se queda mirando a las mujeres ofensivamente se le
llama luchcha.
Y
te sorprenderá:
la palabra luchcha
viene
de lochan.
Lochan significa
«ojos».
Está
violando con los ojos; sus ojos se convierten casi en sus órganos
genitales. Los ojos son peligrosos.
Los oídos
son inocentes. Solo reciben. Son femeninos.
El animus
vive
en los ojos: ve, sueña.
Pero quien está
en una disposición
oscura y retraída,
y encadenado a su forma corporal, está
sujeto por el anima.
Pero cuando
estás
en una disposición
retraída,
en un humor pasivo, entonces estás
encadenado al cuerpo y estás
encadenado por el anima.
No
importa que seas hombre o mujer. Si una mujer está
usando
sus ojos y trata de ver en vez de tratar de escuchar, se vuelve
animus.
Si
un hombre está
tratando de escuchar, se vuelve anima.
Un
discípulo
se vuelve anima;
tiene
que volverse, porque un discípulo
necesita volverse todo oídos
y nada más.
El maestro es todo ojos y el discípulo
es todo oídos.
El maestro tiene que ver y tiene que ver lo más
profundo que hay en ti, tiene que penetrar hasta tu mismo núcleo.
Y el discípulo
tiene que escuchar, estar atento, estar disponible..., para permitir
que el maestro llegue al núcleo
más
hondo de su ser.
El discípulo
se vuelve femenino. Ésa
es la razón
por la que las mujeres son las mejores discípulas
del mundo. El hombre encuentra una pequeña
dificultad en ser un discípulo.
Incluso si lo es, lo es a regañadientes.
Se resiste, lucha, duda, crea muchísimas
maneras para escapar de alguna forma. Si no puede, entonces se relaja
sin poder defenderse..., pero porque no puede defenderse. La mujer
salta con alegría.
Los mayores discípulos
han sido mujeres, y la proporción
ha permanecido siempre la misma. Si hay cinco discípulos,
uno será
un hombre, cuatro serán
mujeres; ésa
ha sido la proporción.
Fue así
con Mahavira, fue así
con Buda, es así
conmigo. Siempre ha sido así.
El hombre
piensa que las mujeres están
aleladas, que son sugestionables, susceptibles a la hipnosis. Ésas
son recriminaciones de hombre. El hombre piensa que él
mismo no puede ser hipnotizado. Las mujeres están
muy dispuestas para ser hipnotizadas, piensa. En cierto sentido,
tiene razón,
y en cierto sentido está
también
equivocado. Si la mujer se encuentra con la serpiente, será
convertida
por la serpiente. Si la mujer se encuentra con un buda, será
convertida por un buda. Sí,
es sugestionable; todo depende de con quién
se encuentre. Si un hombre escucha a la serpiente, no se convertirá;
se salvará
de la serpiente. Pero si viene a escuchar a Buda, tampoco se
convertirá
ahí.
Ahora se ha perdido su salvación.
Por
tanto, la concentración
del animus
se
lleva a cabo con la circulación
de la luz, y de esta manera se mantiene el espíritu,
y el anima
subyugada.
La luz tiene
que circular en los ojos. Los ojos son la parte más
alumbrada de tu ser. Los taoístas
dicen que tus ojos son paralelos al sol. Si no tienes ojos no puedes
ver la luz, y solo lo similar puede ver a lo similar. Tus ojos son
luz condensada, por eso puedes ver la luz por tus ojos. Tus oídos
son sonido condensado, por eso puedes oír
por los oídos.
Hay que
subyugar el anima
en
todos, ya sean hombre o mujer. ¿Por
qué?
Porque es la forma, es el cuerpo, es la materia. El espíritu
tiene que ser el amo, el espíritu
tiene que elevarse por encima del cuerpo. El espíritu
tiene que hacer que el cuerpo le siga, no viceversa. De manera que no
importa que seas un hombre o una mujer; hay que hacer que el anima
siga
al animus
por
dentro, porque solo el animus
puede
buscar e indagar. Y si la mujer viene detrás,
el animus
puede
entrar perfecta y profundamente en la realidad.
Si el poeta
sabe que la mujer está
detrás
de él,
apoyándole,
su poesía
puede elevarse muy alto. Si el hombre sabe que la mujer está
siempre con él,
tiene una gran fortaleza, puede ir a cualquier aventura; en el
momento en que siente que la mujer no está
con él,
pierde su energía.
Entonces solo tiene sueños,
pero son impotentes; ya no tienen energía,
no pueden cumplirse.
El factor
materializador es la mujer, el factor soñador
es el hombre. En la búsqueda
de Dios o de la verdad, el hombre tiene que dirigir a la mujer y la
mujer tiene que seguir. Dentro de ti, el animus
tiene
que volverse el maestro y el anima
tiene
que volverse el discípulo;
y recuerda de nuevo: no importa que seas hombre o mujer.
El método
utilizado por los antepasados para escapar del mundo consistía
en deshacer completamente la chatarra de oscuridad para volver a lo
puramente creativo.
La mujer es
estática,
el hombre es dinámico.
Por eso ves que las mujeres parecen tan apacibles y que los hombres
parecen tan inquietos. Incluso cuando eras un niño,
un niño
pequeño,
un bebé,
ya existía
la diferencia. El bebé
niño
es muy inquieto, está
tratando
de agarrar esto, de agarrar lo otro, tratando de llegar a alguna
parte; es un latoso. Y la bebé
niña
nunca es latosa; se sienta en silencio abrazando a su muñeca.
Ella también
es una muñeca,
una tremenda apacibilidad. El principio del descanso es femenino y el
principio de la inquietud es masculino, de ahí
la redondez y la belleza de la mujer y el constante estado febril del
hombre.
Pero para
crecer necesitarás
el principio de la inquietud en ti, porque crecimiento significa
cambio. La mujer es básicamente
ortodoxa, el hombre es básicamente
no convencional. La mujer siempre apoya el statu quo y el hombre
siempre está
dispuesto a apostar por cualquier revolución
estúpida.
Ante cualquier cosa que cambia él
está
a
favor. Que sea cambiar para bien o para mal, eso no es tan
importante: el cambio es bueno. La mujer siempre es partidaria de lo
viejo, lo establecido; que sea bueno o malo no es la cuestión:
como siempre ha sido así,
tiene que ser así.
El
crecimiento necesita que se funda en ti el principio estático.
La mujer en ti está
congelada; tiene que fundirse para que puedas volverte un río.
Pero el río
también
necesita el apoyo de las orillas, que son estáticas,
recuerda. Si el río
no tiene orillas, nunca llegará
al océano.
Y si el río
está
congelado nunca llegará
al océano.
De modo que el río
tiene que fundirse, volverse agua, y sin embargo, tiene que aceptar
el apoyo de las orillas, que son estáticas.
El hombre perfecto es el que ha usado su dinamismo como río
y su estabilidad como orillas. Éste
es el equilibrio perfecto. Entonces has usado tu animus
para
crecer y has usado tu anima
para
hacer que tu crecimiento sea un hecho establecido, no solo un
fenómeno
momentáneo.
Esto no
es nada más
que una reducción
del anima
y
una consumación
del animus.
Pero por lo
común,
los hombres, las mujeres..., todo el mundo se ha vuelto estático.
Incluso los hombres son muy ortodoxos. Cristianos, hindúes,
mahometanos, jainas...,
incluso los hombres, son muy ortodoxos. Han caído
víctimas
de su anima;
su
animus
ha
sido subyugado. Tiene que ser liberado.
Ése
es todo mi esfuerzo aquí:
liberar tu animus
de
la sujeción
del anima.
Una
vez que el animus
es
liberado de la sujeción
de tu anima,
entonces
puedes usar también
el anima,
pero
no antes. De ahí
mi insistencia en los métodos
dinámicos
de meditación.
Solo muy de vez en cuando sugiero a la gente que vaya a zazen, a
vipassana; solo cuando veo que su animus
está
fluyendo, entonces pueden usar su anima.
El
vipassana, el zazen son métodos
del anima,
métodos
femeninos. La danza sufí,
la meditación
dinámica,
el nataraj, son métodos
del animus.
Primero tienes que volverte un
río; solo entonces pueden usarse tus orillas como apoyos.
Y la
circulación
de la luz es el medio mágico
para reducir la oscuridad y adquirir dominio sobre el anima.
Si
se sigue este método,
se presentará
por si misma mucha agua seminal; se encenderá
el espíritu
del fuego y el pensamiento de la tierra se solidificará
y cristalizará.
Y así madura el fruto sagrado.
El fruto
sagrado no es ni masculino ni femenino. El fruto sagrado madura solo
en la totalidad, cuando tu anima
y
tu animus
se
apoyan mutuamente como las dos alas de un pájaro.
Entonces se libera el eros, se libera el logos, se libera la
intuición.
Entonces empiezas a volar en el cielo y, sin embargo, permaneces
enraizado en la tierra.
Un árbol,
para elevarse a lo alto del cielo, necesitará
raíces
profundas en la tierra. La tierra es anima,
el
cielo es animus.
Y
cuanto más
alto se eleva el árbol
en el cielo, más
profundamente tiene que entrar en la tierra: en la misma proporción.
La
naturaleza única,
cuando desciende a la casa de lo creativo, se divide en animus
y
anima.
Dios es uno,
pero cuando se vuelve creativo, se divide en dos: el animus
y
el anima.
Sin
ello no hay posibilidad de manifestación,
sin ello no habrá
dialéctica.
Dios se divide a sí
mismo en tesis y antítesis,
porque solo mediante la tesis y la antítesis
se produce el desafío,
el conflicto, la lucha. Y mediante la lucha, mediante la fricción,
se crea energía.
Es como cuando golpeas dos piedras y surge el fuego. Es como cuando
bates las dos manos y se crea sonido.
Los maestros
Zen dicen: «Encuentra
el sonido de batir una mano.»
¿Qué
quieren decir? Quieren decir que vayas más
allá
del dos para poder encontrar el Uno. Pero ese Uno es el Dios no
manifiesto; ese Uno es la fuente misma de la que hemos venido. Y solo
podemos llegar a la fuente cuando ha desaparecido nuestra «dos-idad».
Ahora esta dos-idad hay que usarla de una manera tal que la tesis y
la antítesis
se vuelvan síntesis.
Ése
es todo el arte de la vida y eso es lo que os estoy enseñando.
Mi sannyasin
tiene que ser una síntesis
del hombre y la mujer, del día
y la noche, del mundo y de la renunciación,
de la materia y el espíritu,
de la tierra y el cielo.
El animus
está
en el corazón
celestial, en el tercer ojo. Es de la naturaleza de la luz; es el
poder de la ligereza y la pureza. Es lo que hemos recibido del gran
vacío,
el gran cielo, lo que es idéntico
en forma al principio primordial. El anima
comparte
la naturaleza de lo oscuro.
De ahí
el misterio de la mujer. Ningún
hombre ha sido nunca capaz de descifrar el misterio. Solo si uno ha
ido más
allá
de ambos, solo si uno se ha vuelto un buda, puede conocer el misterio
del hombre y la mujer. De lo contrario, ningún
hombre ha sido nunca capaz de sondear las profundidades de una mujer;
la mujer permanece misteriosa, oscura, una noche oscura... No puedes
ver claramente, como mucho puedes andar a tientas. Nunca puedes ser
lógicamente
claro acerca de la mujer. Ella nunca sigue la lógica.
Su camino es muy zigzagueante; saca conclusiones directamente sin
seguir nunca el proceso. El hombre va paso a paso por todo el
proceso; es metódico.
La mujer es
una poetisa en el sentido de que es intuitiva. Puede que no cree
poesía...;
es una poetisa sin crear poesía.
Su vida es su poesía,
y es tan oscura como la poesía:
misteriosa, difusa, ambigua. Nada está
claro, nada puede estar nunca claro: la mujer no puede ser
desmitificada, sigue siendo siempre un signo de interrogación.
El hombre es
claro, como la luz. Por eso el hombre parece superficial; la mujer
parece profunda. Por eso el hombre parece estar completamente en la
superficie: puedes conocerle. Si le conoces, puedes predecirle; pero
nunca puedes predecir a una mujer. Ella sigue siendo impredecible; de
ahí
la oscuridad. Éstas
son metáforas.
Es la
energía
de lo pesado y lo turbio...
Y la mujer,
el principio de lo femenino, te mantiene sujeto a la tierra; es la
gravitación.
... está
ligada al corazón
carnal corpóreo.
El animus
ama
la vida. El anima
busca
la muerte.
La mujer es
más
como la muerte. No te sientas ofendida, esto es solo una descripción.
Si las palabras anima
y
animus,
hombre y
mujer,
te
producen disgusto, puedes sustituirlas por X
e Y.
Pero eso es lo que está
haciendo El
secreto de la Flor Dorada. Son
solo metáforas.
Hacerlas antropomórficas
ayuda a comprenderlas más
claramente.
El hombre
está
interesado en la vida, la mujer está
interesada en la certidumbre. El hombre está
interesado en el amor, la mujer está
interesada en la seguridad. El hombre está
interesado en la aventura, la mujer está
interesada en la comodidad, en la conveniencia. La mujer es la
muerte. Al decir «muerte»
no se da a entender ni se supone una condena, solo que la cualidad de
la muerte es la seguridad. Solo estás
seguro cuando estás
muerto, solo estás
seguro cuando no eres: entonces ya no te puede pasar nada.
Pero el
hombre quiere buscar e indagar, arriesgar. Por eso el marido sigue
buscando otras mujeres y la mujer sigue observando al marido. Ella no
puede concebir por qué
está
interesado él
en otras mujeres: «¡Yo
estoy aquí!»
Pero el principio masculino siempre está
interesado en algo nuevo, en lo sensacional, en la nueva emoción.
Y a veces sucede que su propia esposa puede ser una belleza y puede
que él
empiece a tontear con una mujer fea. Nadie entiende... lo que está
pasando. «Tienes
una mujer tan guapa, y ¿qué
estás
haciendo?»
Pero no
comprendes el principio masculino. El principio masculino es
básicamente
polígamo
y el principio femenino es monógamo.
Ella quiere asentarse. Ella está
más
interesada en el matrimonio que en el amor. Ella solo está
interesada en el amor para casarse, y el hombre solo se casa porque
está
interesado en el amor.
Hay un dicho
antiguo que dice que el mundo estaría
inmensamente alegre si todos los hombres permanecieran solteros y
todas las mujeres estuvieran casadas. Pero ¿cómo
hacerlo? Es imposible.
El animus
ama
la vida. El anima
busca
la muerte. Todos los deseos sensuales y los impulsos de la ira son
efectos del anima.
Pero
el discípulo
comprende cómo
hay que destilar completamente el anima
oscura
para que se transforme en pura luz.
Pero la
alquimia consiste en comprender estos dos principios en cada uno de
vosotros, hombre o mujer, y en transformar el anima,
la
parte oscura en ti, en la parte luminosa; en ayudar a que se mueva la
parte oscura, en ayudar a la parte oscura a que ayude a la parte
luminosa y no luche con ella.
Si tu anima
puede
ayudar a tu animus,
ése
el verdadero matrimonio, el matrimonio interno. Entonces empiezas a
estar integrado; entonces tu luz ya no es superficial, tiene la
profundidad de la oscuridad; y tu oscuridad ya no es oscura, tiene la
luminosidad de la luz. Entonces el anima
y
el animus
se
funden el uno en el otro. Y cuando se funden completamente, el mundo
ha desaparecido, vuelves a ser uno. Y ser uno es conocer a Dios;
permanecer dos es permanecer en el mundo. Y el secreto, el
experimento, tiene que suceder dentro de ti; no tiene nada que ver
con el mundo externo.
Estos dos
principios están
luchando continuamente dentro de ti. Llámalos
vida/muerte, oscuridad/luz, hombre/mujer, X/Y, lo que quieras, pero
estos dos principios están
ahí,
luchando continuamente. Y ésa
es tu angustia, tu desdicha, tu infierno.
Deja que se
hagan amigos. Deja que tu energía
circule en ellos, no el uno contra el otro. Deja que se acerquen más
el uno al otro. Deja que haya un orgasmo interno, una cópula
interna entre la mujer y el hombre. Eso es lo que en Tantra se llama
yuganaddha,
el
encuentro del hombre y la mujer dentro de ti. Eso es el Tantra real.
El encuentro del hombre y la mujer en el exterior es solo una
introducción.
Sudha dirige
el grupo de Tantra. Eso es solo una introducción.
El verdadero Tantra está
aún
por empezar. Ella solo os está
preparando. El verdadero grupo de Tantra empezará
pronto, cuando yo vea que estás
listo para entrar en tu interior y encontrarte ahí
con
tu mujer interna y tu hombre interno. Cuando vea que tu interés
externo ya no es tan fuerte para mantenerte fuera, ya no te ata —la
cadena se ha roto—,
entonces comenzará
el verdadero grupo de Tantra. Estoy esperando a que suceda la nueva
comuna, porque el nuevo grupo de Tantra requerirá
un tipo de clima totalmente diferente, un tipo de atmósfera
totalmente diferente.
Éste
es el mayor experimento por el que puede pasar un hombre. Y este
experimento libera en ti el éxtasis
cósmico,
el orgasmo total.
Suficiente por hoy.
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