SOLO PARA MEDITAR
La primera pregunta:
Últimamente,
varios amigos me han preguntado si era escéptico
con respecto a sannyas, el ashram y Tú.
Tuve que admitir la verdad y dije: «Sí,
a veces lo soy.»
Esto ha hecho que me sienta culpable. ¿He
cometido algún
delito sacrílego e imperdonable o es natural ser escéptico
al no estar seguro? No sé
si estás
iluminado. Solo siento tu belleza y tu confianza.
Bhava, la fe
le tiene miedo a la duda; miedo, porque la ha reprimido. Y todo lo
que reprimas te seguirá
dando miedo, porque siempre está
ahí,
en lo hondo de ti, esperando a tomar venganza, y en cuanto surja la
oportunidad explotará
en ti con toda su fuerza. La fe se asienta sobre un terremoto y cada
día
la duda se hace más
fuerte, porque cada día
tienes que reprimirla. Tarde o temprano, es más
de lo que puedes reprimir, es más
que tu fe. Entonces simplemente se deshace de tu fe.
Pero la
confianza no le tiene miedo a la duda, porque la confianza no está
en contra de la duda. La confianza usa la duda, la confianza sabe
usar la energía
contenida en la duda misma. Ésa
es la diferencia entre la fe y la confianza. La fe es falsa; crea un
tipo falso de religión,
crea hipócritas.
La confianza tiene una belleza y una verdad sublimes. Crece con la
duda, usa la duda como abono, transforma la duda. La duda es su
amiga, la duda no es su enemiga.
Y a menos
que tu confianza haya pasado por muchas dudas, permanecerá
impotente. ¿De
dónde
va a sacar la fuerza, de dónde
va a sacar la integración?
Si no hay retos, permanecerá
débil.
La duda es
un reto. Si tu confianza puede responder al reto, puede hacerse amiga
de tu duda, crecerá
por medio de ella. Y no serás
una persona dividida, dudando en lo más
hondo y siendo creyente sólo
en la superficie; tendrás
un tipo de unidad, serás
un individuo, indiviso. Y esa individualidad es lo que se llama
«alma»
en las religiones antiguas.
Al alma se
llega por la duda, no creyendo. La creencia es solo una máscara:
estás
escondiendo tu rostro original. La confianza es una transformación:
cada vez tienes más
luz. Y como estás
usando la duda como reto, como oportunidad, nunca hay represión.
Poco a poco, la duda desaparece, porque su energía
ha sido tomada por la confianza.
En realidad,
la duda no es otra cosa que la confianza que crece; la duda es
confianza en camino. Piensa siempre en la duda de esa manera: que la
duda es confianza en camino. La duda es una indagación
y la confianza es la consumación
de esa indagación.
La duda es la pregunta y la confianza es la respuesta. La respuesta
no está
en contra de la pregunta; no habrá
posibilidad de ninguna respuesta si no hay ninguna pregunta. La
pregunta ha creado la ocasión
para que suceda la respuesta.
Así
que, por favor, nunca te sientas culpable a mi alrededor. Estoy
totalmente en contra de cualquier tipo de culpabilidad. La
culpabilidad es absolutamente errónea.
Pero ha sido utilizada por los sacerdotes, los políticos
y los puritanos a lo largo de los tiempos, durante siglos. La
culpabilidad es una estrategia, una estrategia para explotar a las
personas: haz que se sientan culpables. Una vez que hayas logrado que
se sientan culpables, serán
tus esclavos. Debido a la culpabilidad, nunca estarán
lo suficientemente integradas; debido a la culpabilidad permanecerán
divididas. Debido a la culpabilidad nunca serán
capaces de aceptarse a sí
mismas, estarán
siempre censurándose.
Debido a la culpabilidad estarán
dispuestas a creer en cualquier cosa. Harán
cualquier cosa para librarse de la culpabilidad. Repetirán
cualquier tontería,
cualquier ritual sin sentido para librarse de la culpabilidad.
A lo largo
de los siglos, el sacerdote ha hecho que la gente se sienta culpable.
Todas las denominadas religiones existen por tu culpabilidad, no
existen por la existencia de Dios. No tienen nada que ver con Dios y
Dios no tiene nada que ver con ellas; existen por tu culpabilidad.
Tienes miedo, sabes que estás
mal: tienes que buscar la ayuda de alguien que no esté
mal. Sabes que eres indigno: tienes que doblegarte, tienes que servir
a los que son dignos. Sabes que no puedes confiar en ti mismo, porque
estás
dividido.
Solo una
persona indivisa puede confiar en sí
misma:
en su sensación,
en su intuición.
Tú
estás
siempre vacilando, temblando por dentro; necesitas alguien en quien
apoyarte. Y cuando te apoyas en alguien, cuando te vuelves
dependiente de alguien, permaneces infantil, nunca creces. Tu edad
mental sigue siendo la de un niño.
Nunca alcanzas ninguna madurez, nunca llegas a ser independiente. Y
el sacerdote no quiere que te vuelvas independiente. Si eres
independiente te ha perdido; si eres dependiente eres todo su
mercado, todo su negocio.
Estoy
absolutamente en contra de cualquier tipo de culpabilidad. Recuérdalo
siempre: si empiezas a sentirte culpable acerca de algo a mi
alrededor, lo estás
haciendo por ti mismo. Estás
cargando aún
con las voces de tus padres, de los sacerdotes que hay dentro de ti;
todavía
no me has oído,
aún
no me has escuchado. Quiero que estés
totalmente libre de toda culpabilidad. Cuando estás
libre de culpabilidad, eres una persona religiosa. Ésa
es mi definición
de una persona religiosa.
Usa la
duda... La duda es bella. Porque solo a través
de la duda alcanza madurez la confianza. ¿Cómo
va a ser de otra manera? Tiene que ser bella. Solo a través
de la duda se centra la confianza; solo a través
de la duda germina, florece la confianza. Es la noche oscura de la
duda la que acerca más
a ti la mañana
dorada. La noche oscura no está
en contra del amanecer; la noche oscura es el útero
del amanecer. El amanecer está
gestándose
en el ser mismo de la noche oscura.
Piensa en la
duda y la confianza como complementarias: como lo son el hombre y la
mujer, como lo son la noche y el día,
el verano y el invierno, la vida y la muerte. Piensa siempre en esos
pares, inevitablemente, en términos
de complementariedad; nunca pienses en términos
de oposición;
aunque pueden parecer opuestos en la superficie, en el fondo son
amigos, ayudándose
mutuamente.
Piensa en
una persona que no tiene confianza: tampoco tendrá
ninguna duda, porque no tiene nada sobre lo que dudar. Piensa
simplemente en una persona que no tiene confianza en absoluto: ¿cómo
va a dudar?, ¿qué
puede dudar? Solo una persona con confianza tiene algo que dudar.
Porque confías,
por eso dudas. Tu duda demuestra tu confianza, no a la inversa.
Piensa en una persona que no puede dudar: ¿cómo
va a confiar? Si ni siquiera es capaz de dudar, ¿cómo
va a ser capaz de confiar? La confianza es la forma más
elevada de la misma energía;
la duda es el peldaño
más
bajo de la misma escalera y la confianza es el peldaño
más
alto de la misma escalera. Usa la duda, úsala
con alegría.
No hay
necesidad de sentirse culpable en absoluto. Es perfectamente humano y
natural sentir grandes dudas acerca de mí
a veces y grandes dudas acerca de lo que está
pasando aquí.
Es perfectamente humano; no hay nada extraordinario en ello. Si no
sucede, entonces hay algo que parece que no es normal. Pero recuerda
que hay que llegar a la confianza: usa la duda, pero no olvides el
objetivo, no olvides el peldaño
más
alto de la escalera. Incluso si estás
en el más
bajo, mira el más
alto: tienes que llegar allí.
De hecho, la duda te está
empujando hacia eso, porque nadie puede sentirse a gusto con la duda.
¿No
lo has observado? Cuando hay duda hay desasosiego. No cambies ese
desasosiego, no interpretes ese desasosiego como culpabilidad. Sí,
hay desasosiego, porque la duda quiere decir que no te sientes seguro
acerca del terreno que pisas. La duda quiere decir que eres ambiguo,
la duda quiere decir que aún
no eres una unidad; ¿cómo
vas a estar a gusto? Eres una multitud: no eres una persona, eres
muchas personas; ¿cómo
vas a estar a gusto? Debe de haber mucho ruido dentro de ti; una
parte de ti te tira en esta dirección
y otra parte en aquella dirección.
¿Cómo
vas a crecer si tiran de ti en tantas direcciones simultáneamente?
Tendrá
que haber desasosiego, tensión,
angustia, ansiedad.
Nadie puede
vivir con la duda y en la duda. La duda te empuja hacia la confianza.
La duda dice: «Ve
y encuentra un lugar en el que puedas relajarte, en el que puedas
ser, totalmente.»
La duda es tu amiga. Dice simplemente: «Éste
no es tu hogar. Sigue; busca, explora, indaga.»
Crea el afán
de indagar, de explorar.
En cuanto
empiezas a considerar la duda como una amiga, una ocasión,
no en contra de la confianza sino empujándote
hacia ella, de pronto la culpabilidad desaparece, hay una gran
alegría.
Incluso cuando dudas, dudas con alegría,
dudas conscientemente, y usas la duda para encontrar la confianza. Es
absolutamente normal.
Dices: «No
sé
si estás
iluminado.»
¿Cómo
vas a saberlo? No hay forma de saberlo a menos que te ilumines. ¿Cómo
vas a saber lo que me ha sucedido a menos que te suceda a ti también?
Está
absolutamente
bien que sientas que no puedes confiar en mí
a veces. El milagro es que a veces puedes confiar: esos pocos
momentos serán
suficientes. No te preocupes: la confianza tiene un poder tan
infinito. La confianza es como la luz y la duda es como la oscuridad.
Tan solo una pequeña
vela de confianza es suficiente para destruir la oscuridad de siglos.
La oscuridad
no puede decir: «He
vivido en este lugar durante tanto tiempo, no puedo irme tan
fácilmente.
Y no puedo irme tan solo por esta pequeña
vela.»
Incluso una pequeña
vela tiene más
potencial que la oscuridad de generaciones, de siglos, de miles de
vidas. Pero tendrá
que irse... Cuando llega la luz, tiene que irse.
Esos pocos
momentos de confianza —no
importa que sean pocos y a grandes intervalos, no te preocupes—
son suficientes para destruir todas tus dudas poco a poco. Y con
«destruir»
simplemente quiero decir liberar la energía
contenida en la duda. Se rompe la cáscara llamada duda... y dentro
de ti encontrarás
la energía
pura para confiar. Una vez que se libere, habrá
cada vez más
confianza disponible para ti.
Dices: «No
sé
si estás
iluminado.»
Está
muy bien que no creas. Si empiezas a creer dejarás
de buscar. Un creyente nunca avanza: ya ha creído.
Por eso hay millones de personas rezando en las iglesias, los
templos, las mezquitas, los gurudwaras,
pero
su oración
sale de la creencia. Como sale de la creencia, esos millones de
personas siguen siendo irreligiosas: no tratan de alcanzar a Dios, no
buscan a Dios...; ya han aceptado. Su aceptación
es poco convincente; no han luchado por ella, no se la han ganado.
Tienes que
luchar, tienes que esforzarte, tienes que ganártelo.
No hay nada en la vida que no tenga un precio; tienes que pagar el
precio. Ellos no han pagado el precio... ¿y
piensan que solo por rezar en un templo lo alcanzarán?
Son tontos redomados, están
perdiendo el tiempo. Toda su oración
es solo una ilusión.
La persona
verdaderamente religiosa no puede creer; busca. Como no puede creer,
permanece en la duda, y nadie puede estar tranquilo con dudas. Tienes
que buscar e indagar y encontrar. La duda sigue carcomiendo tu ser,
te sigue acuciando: «Busca,
indaga, encuentra, y no te contentes hasta que lo hayas encontrado.»
Es bueno que
no puedas creer. Solo recuerda: no hay necesidad de creer y no hay
necesidad de descreer. Y eso es lo que está
sucediendo. Y estoy contento.
Dices: «Solo
siento tu belleza y tu confianza.»
Eso es todo
lo que se requiere. Eso es suficiente, más
que suficiente. Eso se convertirá
en la barca a la otra orilla... si puedes sentir mi amor, si puedes
sentir mi confianza en ti, si puedes sentir mi esperanza en ti, si
puedes ver que ha sucedido algo hermoso..., aunque no sepas
exactamente qué
es. No puedes definirlo y no puedes explicarlo, pero si puedes
siquiera sentir ese algo del más
allá...
Eso es la belleza. La belleza es siempre del más
allá.
Cuando ves
una rosa y dices: «Qué
hermosa»,
¿qué
quieres decir? Estás
diciendo que has visto algo del más
allá,
algo invisible se ha vuelto visible para ti. No puedes demostrarlo.
Si hay alguien a tu lado que niega ver ninguna belleza en la rosa, no
puedes demostrárselo;
no hay manera. Tendrás
que encogerte de hombros. Dirás:
«Entonces
no se puede hacer nada. Yo lo veo y tú
no,
y eso es todo.»
No puedes ir
a un científico
a que diseccione la rosa y descubra si contiene belleza o no. No la
contiene. La belleza no está
contenida en la rosa. La belleza es del más
allá;
simplemente danza sobre la rosa: los que tienen ojos la verán,
los que no tienen ojos no la verán.
Puedes llevar la rosa a un farmacéutico:
la diseccionará,
descubrirá
todo lo que hay en la rosa; pero la belleza no está
en
la
rosa. La rosa fue solo una ocasión
para que descendiera la belleza del más
allá.
La rosa fue solo una pantalla para que la belleza jugara sobre ella.
La rosa fue solo un escenario para que sucediera la obra. No es la
obra misma. Te llevas la rosa, diseccionas la rosa, la cortas en
pedazos, encuentras todos sus componentes; pero la belleza no es un
componente de la rosa, aunque sin la rosa la belleza no puede
descender.
Es como
cuando sale el sol por la mañana
y los rayos bailan en el estanque de los lotos. No ves los rayos
mismos, no puedes verlos. Eso es lo que dice El
secreto de la Flor Dorada: no
puedes ver la esencia, no puedes ver la vida; lo único
que puedes ver son las consecuencias.
¿Has
visto alguna vez la luz misma? No, nunca la has visto. Si piensas que
has visto la luz misma, no has pensado en ello, no has reflexionado
sobre ello. Has visto cosas alumbradas, no has visto la luz misma.
Has visto el estanque alumbrado, has visto el loto alumbrado, has
visto la cara alumbrada de tu mujer o tu marido o tu hijo. Has visto
el mundo alumbrado, pero ¿has
visto la luz misma? Si no hay nada sobre lo que la luz pueda jugar,
no podrás
verla.
Por eso, en el momento en que
los astronautas se alejan de la Tierra, incluso durante el día, el
cielo es oscuro, absolutamente oscuro, porque no se puede ver la luz
misma y no hay nada sobre lo que la luz puede jugar. Por eso es
oscuro el espacio infinito. Ves la luz sobre las estrellas porque las
estrellas se vuelven el campo de juego de la luz, pero lo que rodea a
las estrellas es todo oscuridad, porque no hay nada que obstruya la
luz. Y a menos que la luz sea obstruida, no puedes verla.
No puedes
ver la iluminación,
solo puedes ver su consecuencia. No puedes ver lo que me ha sucedido,
pero puedes ver que me ha sucedido algo; algo como X.
Tampoco
hay necesidad de llamarlo iluminación,
X servirá.
Ha sucedido algo misterioso. Y cuanto más
me sientas, más
consciente te volverás
de ello, y cuanto más
consciente de ello te vuelvas, algo en tu interior empezará
a responder a ello. Lo que me ha sucedido a mi puede provocar un
proceso en ti. No puede ser la causa de tu iluminación,
recuerda. Tu iluminación
no será
el efecto de mi iluminación.
No hay una relación
de causa y efecto entre el maestro y el discípulo;
hay un tipo de relación
totalmente diferente.
En este
mismo siglo, Carl Gustav Jung fue capaz de ahondar en el misterio de
ese tipo diferente de relación.
Él
la llama «sincronicidad».
La causa y efecto es una relación
científica,
la sincronicidad es una relación
poética.
Lo que se quiere decir con sincronicidad es que si algo ha sucedido
en alguna parte y te haces disponible a ello, permaneces vulnerable a
ello; algo paralelo puede empezar a responder en ti. Pero no ha sido
la causa de ello, no puede causarlo.
Es como si
alguien está
tocando una música
muy hermosa y surge en ti un gran deseo de bailar: no está
causado por la música,
es una respuesta paralela en ti. Se ha activado algo que estaba
profundamente dormido en ti: la energía
de bailar; no ha sido causado, sólo
activado, provocado, inspirado. Es sincronicidad. Si es una causa, le
sucederá
a todo el mundo.
Por ejemplo,
estás
aquí,
tres mil sannyasins están
presentes. Estoy disponible para todos vosotros, pero no todos
vosotros estáis
disponibles para mí
o, incluso si estáis
disponibles para mí,
estáis
disponibles de maneras diferentes. La cualidad difiere, la cantidad
difiere. Si puedo ser la causa de vuestra iluminación,
entonces los tres mil os iluminaréis.
Sin embargo, no soy la causa, solo puedo ser un agente catalítico.
Pero para eso tenéis
que estar abiertos a mí.
Si yo fuera la causa, no habría
necesidad de que estuvierais abiertos a mí.
El fuego arde, esté
la madera abierta o no; es una causa. El agua se evapora cuando se
calienta a cien grados; no importa que esté
abierta
al calor o no.
La causa y
efecto es una relación
ciega; es materialista, es entre materia y materia. Pero la
sincronicidad no es material; es espiritual, es poética,
es una historia de amor. Si te abres a mí,
empezará
a pasarte algo. Y recuerda, yo no soy la causa de ello. No necesitas
darme las gracias, no necesitas estarme agradecido. Yo no soy la
causa de ello. Si alguien es la causa de ello, eres tú,
porque te abriste a mí.
Yo no habría
podido hacerlo solo. Yo no hago nada. Lo único
que se necesita es: estoy presente; estate
tú
también
presente aquí
y algo empezará
a suceder. Y nadie lo está
haciendo; ni yo lo estoy haciendo ni tú
lo estás
haciendo. Yo estoy disponible, tú
te haces disponible, y estas dos energías
entran en una historia de amor; empiezan a bailar juntas.
De manera
que no te preocupes de no poder saber acerca de mi iluminación.
Esto es suficiente. Dices: «Solo
siento tu belleza y tu confianza.»
Esto
servirá.
Y cuando haya sucedido en ti, lo sabrás.
Para conocer a un Buda hay que volverse un Buda; para conocer a un
Cristo hay que volverse un Cristo.
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