viernes, 25 de noviembre de 2016

EL EVANGELIO APÓCRIFO DE BERNABÉ (VIII)

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Jesús contestó: Bien has dicho, oh hermano; así que dime, ¿quién creó de la nada al hombre? Ciertamente fue Dios, Quien también le dio el mundo entero para su beneficio. Pero el hombre al pecar lo gastó todo, por razón de cuyos pecados todo el mundo se volvió contra el hombre, y el hombre en su miseria no tiene nada qué dar a Dios sino obras corrompidas por el pecado. Y que, al pecar cada día; él corrompe sus propias obras, así que Isaías el profeta dice: "Nuestras obras piadosas son 'como un trapo menstrual'". ¿Cómo, entonces, tendrá mérito el hombre, viendo que él es incapaz de dar satisfacción?. ¿Es, acaso, que el hombre no peca? Cierto es que nuestro Dios dijo por su profeta David: "Siete veces al día cae el virtuoso"; ¿cuántas, entonces, caerá el impío? Y si nuestras obras piadosas son corruptas, ¡qué abominables son nuestras impiedades! Como que Dios vive, no hay nada que el hombre deba enviar más que decir: "Yo merezco". Que el hombre conozca, hermano, las obras de sus manos, y él inmediatamente verá su mérito. Toda cosa buena que sale de un hombre, ciertamente el hombre no lo hace, sino que Dios lo obra en él; ya que su ser es de Dios Quien lo creó. Lo que el hombre hace es contradecir a Dios su Creador y cometer pecado, por lo que él no merece recompensa, sino tormento.



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No sólo creó Dios al hombre, digo, sino que El lo creó perfecto. El le dio el mundo entero; después de la partida del Paraíso El le dio dos ángeles para cuidarlo, él le envió los profetas, El le otorgó la Ley, El le otorgó la fe, cada momento El lo libra de Satanás, El está dispuesto a darle el Paraíso; no, aún más, Dios quiere darse a si Mismo al hombre. Considerad, entonces, la deuda, ¡es una gran deuda!, una deuda para pagar la cual vosotros habríais tenido que crear vosotros mismos al hombre de la nada, haber creado tantos profetas como los que Dios envió, con un mundo y un Paraíso; no, más aún, con un Dios grande y bueno como lo es nuestro Dios, y dárselo todo a Dios. Así sería cancelada la deuda y quedaría para vosotros solamente la obligación de dar gracias a Dios. Pero ya que vosotros no sois capaces de crear una sola mosca, y viendo que hay sólo un Dios que es Señor de todas las cosas, ¿cómo seréis capaces de cancelar vuestra deuda? Ciertamente, si un hombre os prestase cien monedas de oro, vosotros estaríais obligados a restaurarle cien monedas de oro.



Por lo tanto, el sentido de esto, oh hermano, es que Dios, siendo Señor del Paraíso y de todo, puede decir lo que le plazca, y dar a quienquiera que El le plazca. Así que, cuando El le dijo a Abrahán: "Yo seré tu gran recompensa", Abraham no podía decir: "Dios es mi recompensa", sino "Dios es mi regalo y mi deuda". Entonces, cuando dés discursos a las gentes, oh hermano, tú deberías explicar así este pasaje: que Dios le dará al hombre tales y cuales cosas si el hombre obra bien. Cuando Dios te hable, oh hombre, y diga: "Oh siervo Mío, tú has actuado bien por amor a Mi, ¿qué recompensa pides tú de Mi, tu Dios"?, responde: "Señor, viendo que yo soy la obra de Tus manos, no es adecuado que haya pecado en mi, lo cual ama Satanás. Por lo tanto, Señor, para Gloria Tuya propia, ten misericordia de la obra de Tus manos".



Y si Dios dice: "Yo te he perdonado, y ahora quiere recompensarte", responde: "Señor, yo merezco el castigo por lo que he hecho, y por lo que Tú has hecho tu mereces ser glorificado. Castiga, Señor, en mi lo que he hecho, y salva a lo que tú has obrado". Y si Dios dice: "¿Qué castigo te parece adecuado por tu pecado?", contesta: "Tanto, oh Señor, como sufrirán todos los condenados". Y si Dios dice: "¿Por qué solicitas tú tan gran castigo, oh Mi siervo fiel?", responde: "Porque cada uno de ellos, si hubieran recibido de Ti tanto como yo recibí, te habrían servido más fielmente de lo que yo he hecho".



Como que Dios vive, ante Cuya Presencia comparece mi alma, ese hombre agradará más a Dios que todos Sus santos ángeles. Ya que Dios ama la verdadera humildad, y odia la soberbia.



Entonces el escriba dio gracias a Jesús, y le dijo:Señor, vayamos a la casa de tu siervo, ya que tu siervo te dará carne a ti y a tus discípulos. Jesús respondió: Yo iré allí cuando me prometas llamarme "hermano", y no "señor", y que tú seas mi hermano, y no mi siervo. El hombre lo prometió, y Jesús fue a su casa.







Mientras ellos estaban sentados a la mesa, el escriba dijo: Oh maestro, tú dijiste que Dios ama la verdades humildad. Dinos por lo tanto qué es humildad, y cómo puede ser verdadera o falsa. Jesús contestó: En verdad os digo que el que no se vuelva como un niño pequeño no entrará en el Reino del cielo. Todos se asombraron al oís esto, y ellos se dijeron unos a otros: ¿Pero cómo va a volverse niño el que tiene 30 ó 40 años de edad? Ciertamente esto es algo difícil de entender. Jesús respondió: Como que Dios vive, ante Cuya Presencia comparece mi alma, mis palabras son ciertas. Yo os digo que un hombre tiene necesidad de volverse como un niño pequeño: ya que ésta es la verdadera humildad. Pues si le preguntáis a un niño pequeño: "¿Quién hizo tus ropas?", él contestará: "Mi padre". Si le preguntáis de quien es la casa donde vive él, él dirá: "De mi padre". SI decís: "¿Quién te da de comer?", él replicará: "Mi padre". Si decís: "¿Quién te enseñó a caminar y a hablar?", él contestará: "Me caí, y me descalabré". Si decís: "Pero, ¿por qué te caíste?", él contestará: "¿No veis que soy pequeño, por lo que no tengo la fuerza para caminar y correr como un hombre grande?, así necesito que mi padre me lleve de la mano para caminar firmemente. Pero para que yo pueda caminar bien, mi padre me dejó por un rato, y yo, queriendo correr, me caí". Si decís: "¿Y qué dijo tu padre?", él responderá: "¿Por qué no caminaste despacio? Fíjate bien y no te apartes de mi lado en lo futuro".



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Decidme, ¿es eso cierto?, dijo Jesús.Los discípulos y el escriba contestaron: Es ciertísimo. Entonces dijo Jesús: El que en verdad reconoce a Dios como autor de todo bien, y a si mismo como autor del pecado, será verdaderamente humilde. Pero el que hable con la lengua como habla el niño, pero él contradice lo mismo con sus actos, ciertamente tiene falsa humildad y verdadera soberbia. Porque la soberbia está entonces en su cumbre cuando hace uso de cosas humildes, para no ser reprendido y reprobado por los hombres.



La verdadera humildad es una pequeñez del alma por lo cual el hombre se conoce en verdad a si mismo; pero la falsa humildad es una niebla del infierno que oscurece así el entendimiento del alma, así que lo que el hombre debería adjudicarse a sí mismo, se lo ascribe a Dios, y lo que él debería ascribir a Dios, se lo adjudica a sí mismo. Así, el hombre de falsa humildad dirá que él es un malvado pecador, pero cuando uno le dice que él es un pecador él se enfurecerá contra el que se lo dijo, y lo perseguirá.



El hombre de falsa humildad dirá que Dios le dio todo lo que él tiene, pero que él, por su parte, no ha dormido, sino hecho buenas obras. Y estos fariseos de la época actual, hermanos, decidme cómo caminan. El escriba respondió, llorando: Oh maestro, los fariseos de la época actual tienen las ropas y el hombre de fariseos, pero en sus corazones no engañarían a las gentes sencillas! ¡Oh tiempo antiguo, qué cruelmente nos has tratado, que nos ha quitado a los verdaderos fariseos y nos has dejado a los falsos!.



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Jesús respondió: Hermano, no es el tiempo el que ha hecho esto, sino más bien el mundo malvado. Porque en todo tiempo es posible servir a Dios en verdad, pero al acompañarlo con el mundo, o sea con las malas costumbres de cada época, el hombre se vuelve malo.



¿No sabes acaso que Gehazi, sirviente de Eliseo, el profeta, mintiendo, y avergonzando a su maestro, tomó el dinero y las ropas de Naamán el sirio? Y sin embargo Eliseo tuvo un gran número de fariseos que hoy en día evitan toda buena obra y todo ejemplo santo: y el ejemplo de Gehazi es suficiente para los que son reprobados por Dios. El escriba contestó: Oh maestro, ¿qué diré yo? De seguro muchos no lo creen, aunque está escrito por Daniel el profeta; pro en obediencia a ti narraré la verdad.



Ageo tenía 15 años cuando, habiendo vendido su patrimonio y habiéndolo dado a los pobres, salió de Anathoth para servir al profeta Obadías. Ahora, el anciano Obadías, que conocía la humildad de Ageo, lo usaba como un libro con el cual enseñaba a sus discípulos. Por lo tanto él frecuentemente le enviaba de regalo ropas y alimentos delicados, pero Ageo siempre enviaba de vuelta al mensajero, diciendo: "Ve, regresa a la casa, porque has cometido un error. ¿Me enviaría Obadías estas cosas? Seguro que no; ya que él sabe que yo no hago nada bueno, y solamente cometo pecados".



Y Obadías, cuando tenía algo malo, solía dárselo al día siguiente a Ageo, para que él lo viera. Entonces Ageo, cuando lo veía, se decía a si mismo: "Ahora, mira, ciertamente Obadías te ha olvidado, ya que esta cosa es solamente adecuada para mi, ya que yo soy peor que todos. Y no hay nada tan vil que, recibiéndolo de Obadías, por cuyas manos Dios me lo concede, no fuese un tesoro".



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Cuando Obadías deseaba enseñar a alguien cómo rezar, él llamaba Ageo y decía: "Recita aquí tu oración para que todos puedan oír tus palabras". Entonces Ageo decía: "Señor Dios de Israel, mira con misericordia a Tu sirvo, el cual te invoca, ya que Tu lo creaste. Justo Señor Dios, recuerda Tu Justicia y castiga los pecados de Tu siervo, para que yo no contamine Tu obra, Señor Dios mío, yo no te puedo pedir las delicias que Tu concediste a Tus siervos fieles, porque yo no hago sino pecados. Por lo tanto, Señor, cuando Tú vayas a darle una enfermedad a uno de Tus siervos, recuérdame a mi Tu siervo, para Tu propia Gloria".



Y cuando Ageo hacia así, dijo el escriba, Dios lo amaba tanto que a todos los que en ese tiempo estaban con él Dios les dio el don de la profecía. Y nada pedía Ageo en oración que Dios le negase.



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El buen escriba lloraba al decir esto, como llora el marinero cuando vé su barca rota. Y él dijo: Oseas, cuando fue a servir a Dios, era príncipe de la tribu de Neftalí, y tenía 40 años. Y así, habiendo vendido su patrimonio y dándoselo a los pobres, fue a ser discípulo de Ageo. Oseas estaba tan inflamado de la caridad que para todo lo que le pedían él decía: "Esto me dio Dios para ti, oh hermano, ¡acéptalo, por lo tanto!". Por esa razón él pronto quedó con sólo dos vestidos, o sea, una túnica de saco y un manto de pieles. El vendió, digo, su patrimonio y lo dio a los pobres, porque de otra manera nadie podría ser llamado fariseo.



Oseas tenía el libro de Moisés, el cual leía con gran entusiasmo. Un día Ageo le dijo: "Oseas, ¿quién te quitó todo lo que tenías?". Sucedió que un discípulo de un profeta vecino iba a ir a Jerusalén, pro no tenía manto. Así que, habiendo oído de la caridad de Oseas, fue a verlo, y le dijo: "Hermano, quisiera ir a Jerusalén para hacer un sacrificio a nuestro Dios, pero no tengo un manto, así que no sé qué hacer".



Cuando él oyó esto, Oseas dijo: "Perdóname, hermano, porque yo he cometido un gran pecado contra ti: ya que Dios me dio un manto para que te lo diera a ti, y yo lo había olvidado. Ahora por lo tanto acéptalo, y ruega a Dios por mí". El hombre, creyendo esto, aceptó el manto de Oseas y partió. Y cuando fue a casa de Ageo dijo: "¿Quién te quitó tu manto?". Oseas replicó: "El libro de Moisés". Ageo estuvo muy complacido de oír esto, ya que él se dio cuenta de la bondad de Oseas.



Sucedió que un hombre pobre fue asaltado por ladrones y dejado desnudo. Entonces Oseas, al verlo, se quitó su propia túnica y se la dio al desnudo, quedando él con un pequeño pedazo de piel de cabra sobre sus partes privadas. Entonces, como él no iba a ver a Ageo, el buen Ageo pensó que Oseas estaba enfermo. Así que él fue con dos discípulos a verlo: y ellos lo encontraron envuelto en hojas de palma. Entonces dijo Ageo: "Dime ahora, ¿por qué no has ido a visitarme?". Oseas respondió: "El libro de Moisés se llevó mi túnica, y temí ir sin túnica a verte". Así que Ageo le dio otra túnica.



Sucedió que un hombre joven, viendo que Oseas leía el libro de Moisés, lloró, y dijo: Yo también aprendería a leer si tuviera un libro". Oyendo lo cual, Oseas le dio el libro diciendo: "Hermano, este libro es tuyo, ya que Dios me lo dio para que yo se lo diera a uno que, llorando, desease un libro". El hombre le creyó, y aceptó el libro.



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Había un discípulo de Ageo cerca de Oseas; y él, queriendo ver si su propio libro estaba bien escrito, fue a visitar a Oseas, y le dijo: "Hermano, toma tu libro y veamos si es igual al mío". Oseas contestó: "Me ha sido quitado". "¿Quién te lo quitó?", dijo el discípulo.Oseas respondió: "El libro de Moisés". Oyendo esto, el otro fue a ver a Ageo y le dijo: "Oseas se ha vuelto loco, ya que él dice que el libro de Moisés le quitó el libro de Moisés". Ageo contestó: "Dios quisiera, oh hermano, que yo estuviera loco de manera similar, ¿y que todos los locos fueran como Oseas!".



Ahora, los ladrones sirios, habiendo arrasado la tierra de Judea, agarraron al hijo de una pobre viuda, que vivía cerca del Monte Caramelo, donde vivían los profetas y fariseos. Sucedió, por casualidad, que habiendo ido Oseas a cortar leña se encontró a la mujer, que estaba llorando. Entonces él de inmediato empezó a llorar; ya que siempre que veía que alguien reía él reía, y cuando él veía llorar a alguien él lloraba. Oseas entonces le preguntó a la mujer la razón de su llanto, y ella le contó todo. Entonces dijo Oseas: "Ven, hermana, ya que Dios quiere darte tu hijo". Y ambos fueron a Hebrón, donde Oseas se vendió a si mismo, y dio el dinero a la viuda, la cual, no sabiendo cómo había obtenido él ese dinero, lo aceptó y rescató a su hijo.



El que había comprado a Oseas lo llevó a Jerusalén, donde él tenía una morada, no conociendo a Oseas. Ageo, al ver que Oseas no podía ser hallado, quedó afligido. Entonces el ángel de Dios le contó cómo había sido llevado como esclavo a Jerusalén.



El buen Ageo, cuando oyó esto, lloró por la ausencia de Oseas como una madre llora por la ausencia de su hijo. Y habiendo llamado a dos discípulos él fue a Jerusalén. Y por la Voluntad de Dios, a la entrada de la ciudad él encontró a Oseas, quien iba cargado de pan para llevarlo a los trabajadores en la viña de su amo. Habiéndola reconocido, Ageo dijo: "Hijo, ¿cómo es que has abandonado a tu anciano padre, el cual te busca lamentándose?".



Oseas contestó: "Padre, fui vendido". Entonces dijo Ageo enojado: "Que Dios te perdona, oh padre mío; porque el que me vendió es tan bueno que si él no estuviera en el mundo nadie podría llegar a ser santo". "¿Quién, entonces, es él?", dijo Ageo. Oseas respondió: "Oh padre mío, fue el libro de Moisés".



Entonces el buen Ageo quedó como fuera de sí mismo, y dijo: "¡Quiera Dios, hijo mío, que el libro de Moisés me vendiera a mi también con todos mis hijos, tal como te vendí a ti!".



Y Ageo fue con Oseas a la casa de su amo, el cual, cuando vio a Ageo, dijo: "Bendito sea nuestro Dios, Quien envió Su profeta a mi casa"; y él corrió a besarle la mano. Entonces dijo Ageo: "Hermano, besa la mano de tu esclavo al que compraste, porque él es mejor que yo". Y él le narró todo lo que había pasado; así que el amo le dio la libertad a Oseas. Y eso es todo lo que tú quisiste que te contara, oh maestro, dijo el escriba.



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Entonces dijo Jesús: Esto es cierto, ya que me lo asegura Dios. Por lo tanto, para que cada uno sepa que ésta es la verdad, ¡en el nombre de Dios que el sol se quede quieto, y no se mueva durante 12 horas?. Y así sucedió, para gran terror de todo Jerusalén y Judea. Y Jesús dijo al escriba: Oh hermano, ¿qué quieres aprender de mi, si tienes tanto conocimiento? Como que Dios vive, esto es suficiente para la salvación del hombre, ya que la humildad de Ageo, con la caridad de Oseas, cumplen toda la Ley y las enseñanzas de todos los profetas.



Dime hermano, cuando viniste a preguntarme al Templo, ¿pensaste, acaso, que Dios me había enviado a destruir la Ley y los profetas?. Cierto es que Dios no haría esto, ya que El es incambiable, y por lo tanto lo que Dios ordenó como camino de salvación para el hombre, eso hizo que los profetas lo dijeran. Como que Dios vive, ante Cuya Presencia comparece mi alma, si el libro de Moisés con el libro de nuestro padre David no hubiesen sido corrompidos por las tradiciones humanas de los falsos fariseos y doctores, Dios no me habría dado Su Palabra. ¿Y para qué hablar del libro de Moisés y el libro de David? Toda profecía han corrompido ellos, tanto que hoy en día una cosa no es intentada porque Dios la hubiese ordenado, sino que los hombres miran a si los doctores la dijeron, y si los fariseos la observan, como si Dios estuviera equivocado, y los hombres no pudiesen errar.



¡Ay, entonces, de esta generación infiel, porque sobre ellos caerá la sangre de cada profeta y hombre justo, con la sangre de Zacarías hijo de Baraquías, a quien ellos mataron entre el templo y el altar!. ¿A qué profeta no han perseguido ellos?. ¿A qué hombre justo han dejado ellos que muera de muerte natural? ¡Escasamente a uno! Y ahora ellos intentan matarme. Ellos se jactan de ser hijos de Abraham, y de poseer el hermoso Templo. Como que Dios vive, ellos son hijos de Satanás, y por lo tanto ellos hace su voluntad; por lo tanto el Templo, con la ciudad santa, será arruinado, tanto que no quedará del Templo piedra sobre piedra.



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Dime, hermano, tú que eres un doctor experto en la Ley, ¿en quién fue hecha la promesa del Mesías a nuestro padre Abrahán?. ¿En Isaac o en Israel?. El escriba respondió: Oh maestro, temo decirte esto, debido a la pena de muerte. Entonces dijo Jesús: Hermano, me aflijo de haber venido a comer pan en tu casa, ya que tú amas esta vida actual más que a Dios tu Creador; y por esta causa tú temes perder tu vida, pero no temes perder la fe y la vida eterna, las cuales se pierden cuando la lengua habla contrario a lo que el corazón sabe de la Ley de Dios.



Entonces el buen escriba lloró, y dijo: Oh maestro, si yo hubiera sabido cómo dar fruto, yo habría predicado muchas cosas que he dejado de decir ya que podría surgir la sedicción entre la gente.



Jesús respondió: Tu no deberías respetar ni a las gentes, ni a todo el mundo, ni a todos los santos, ni a todos los ángeles, cuando causase ofensa a Dios. Así que deja que todo el mundo perezca antes que ofender a Dios a tu Creador, y no lo conserves con el pecado. Porque el pecado destruye y no conserva, pero Dios es Poderoso para crear tantos mundos como granos de arena hay en el mar, y más.



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El escriba entonces dijo: Perdóname, oh maestro, porque he pecado. Dijo Jesús: Que Dios te perdone; porque contra El pecaste. Entonces dijo el escriba: Yo he visto un libro antiguo escrito por mano de Moisés y de Josué el que hizo detenerse el sol como tú lo has hecho, siervos y profetas de Dios, y dicho libro es el verdadero libro de Moisés. Allí está escrito que Ismael es el padre del Mesías, e Isaac el padre del mensajero de Mesías. Y así decía el libro, que dijo Moisés: "Señor Dios de Israel, Poderoso y Misericordioso, manifiesta a Tu siervo el esplendor de Tu Gloria". Así que entonces Dios le mostró a Su Mensajero en brazos de Ismael, y a Ismael en brazos de Abraham. Cerca de Ismael estaba Isaac, en cuyos brazos había un niño, quien con su dedo apuntaba al Mensajero de Dios, diciendo: "Ese es para el cual Dios creó todas las cosas".



Entonces Moisés gritó con alegría: "¡Oh Ismael, tú tienes en tus brazos a todo el mundo, y el Paraíso! Acuérdate de mi, siervo de Dios, para que yo halle gracia a la vista de Dios por medio de tu hijo, para el cual Dios hizo todo".



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En este libro no se encuentra que Dios coma la carne de las reses u ovejas; en ese libro no se encuentra que Dios haya limitado Su Misericordia solamente a Isaac, sino más bien que Dios tiene misericordia de todo hombres que busque a Dios su Creador sinceramente.



Todo ese libro yo no pude leer, debido al sumo sacerdote, en cuya biblioteca estaba yo, el cual me lo prohibió, diciendo que un ismaelita lo había escrito. Entonces dijo: Jesús: Ten cuidado de no volver a retener la verdad, porque en la fe del Mesías Dios dará la salvación a los hombres, y sin ella nadie será salvado.



Y entonces terminó Jesús su discurso. Entonces, cuando ellos estaban sentados a la mesa, he aquí que María, la que lloró a los pies de Jesús, entró a la casa de Nicodemo (ya que ése era el nombre del escriba), y llorando se puso a los pies de Jesús, diciendo: Señor, tu sierva, que a través de ti encontró misericordia con Dios, tiene una hermana, y un hermano que ahora yace enfermo en peligro de muerte.



Jesús contestó: ¿Dónde está tu casa? Dime, ya que yo iré a rezar a Dios por la salud de él. María respondió: Betania es el hogar de mi hermano y mi hermana, ya que mi propia casa está en Magdala: mi hermano, por lo tanto, está en Betania. Dijo Jesús a la mujer: Ve tú inmediatamente a la casa de tu hermano, y espérame allí, ya que yo acudiré a curarlo. Y no temas, ya que él no morirá. La mujer partió, y habiendo llegado a Betania encontró que su hermano había muerto ese día, así que lo tendieron en el sepulcro de sus padres.



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Jesús permaneció dos días en casa de Nicodemo, y al tercer día partió hacia Betania; y cuando él estaba cerca del pueblo envió a dos de sus discípulos por delante, para anunciar su llegada a María. Ella salió corriendo del pueblo, y cuando ella hubo hallado a Jesús, dijo, llorando: Señor, tú dijiste que mi hermano no morirá; pero ahora él ha estado sepultado cuatro días. ¡Ojalá que hubieses venido antes de que yo te llamara, ya que entonces él no habría muerto!.



Jesús contestó: Tu hermano no está muerto, sino que duerme, así que yo vengo a despertarlo. María respondió, llorando: Señor, de ese sueño él será despertado el Día del Juicio por el ángel de Dios sonando su trompeta. Jesús contestó: María, créeme que él se levantará antes de ese día, ya que Dios me ha dado poder sobre su sueño; y en verdad te dijo que él no regreso muerto, ya que sólo está muerto el que muere sin hallar misericordia con Dios. María regresó rápidamente a anunciar a su hermana Martha la llegada de Jesús.



Sucedió entonces que estaban reunidos allí a la muerte de Lázaro un gran número de judíos de Jerusalén, y muchos escribas y fariseos. Martha, habiendo oído de su hermana María de la llegada de Jesús, se levantó de prisa y salió corriendo, y entonces la multitud de judíos, escribas, y fariseos, la siguieron para consolarla, ya que ellos supusieron que ella iba al sepulcro a llorar sobre su hermano. Entonces, cuando ella llegó al lugar donde Jesús le había hablado a María, Martha dijo llorando: Señor, ¡ojalá que hubieses estado aquí, porque entonces mi hermano no habría muerto!.



María entonces llegó llorando; así que Jesús derramó lágrimas, y dijo suspirando: ¿Dónde lo habéis colocado?. Ellas respondieron: Ven y mira. Los fariseos se dijeron entre ellos: Ahora bien, este hombre, que resucitó al hijo de la viuda en Naim, ¿por qué dejó que este hombre muriera, habiendo dicho que él no morirá?.



Habiendo llegado Jesús al sepulcro, donde todos estaban llorando, dijo: No lloréis, porque Lázaro duerme, y yo vengo a despertarlo. Los fariseos se decían unos a otros: ¡Ojalá que tú durmieras así!. Entonces dijo Jesús: Mi hora aún no ha llegado; pero cuando llegue yo dormiré de manera similar, y seré despertado rápidamente. Entonces dijo Jesús: Retirad la piedra del sepulcro.



Dijo Martha: Señor, el ya hiede, pues ha estado muerto cuatro días. Dijo Jesús: ¿Para qué entonces he venido aquí, Martha? ¿No crees tú en mi, que yo lo despertaré?. Martha contestó: Yo sé que tú eres el santo de Dios, Quien te envió a este mundo.



Entonces Jesús levantó sus manos al cielo, y dijo: Señor Dios de Abraham, Dios de Ismael e Isaac, Dios de nuestro padres, ten misericordia de la aflicción de estas mujeres, y da gloria a Tu santo Nombre. Y cuando todos hubieron contestado ¿Amén, Jesús dijo con voz fuerte Lázaro, sal de allí. Entonces el que estaba muerto se levantó; y Jesús dijo a sus discípulos: ¡Desatádlo!, ya que él estaba envuelto en el sudario con la tela sobre su cara, tal como nuestros padres solían enterrar a sus muertos.



Una gran multitud de los judíos y algunos de los fariseos creyeron en Jesús, ya que el milagro fue grande. Los que permanecían en su incredubilidad partieron y fueron a Jerusalén y anunciaron al jefe de los sacerdotes la resurrección de Lázaro, y cómo muchos se habían vuelto nazarenos; ya que así llamaban ellos a los que eran movidos al arrepentimiento a través de la Palabra de Dios que Jesús predicaba.



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Los escribas y fariseos se aconsejaron con el sumo sacerdote para matar a Lázaro; ya que muchos renunciaron a sus tradiciones y creyeron en la palabra de Jesús, debido a que el milagro de la resurrección de Lázaro fue grande, viendo que Lázaro tenía conversación con los hombres, y comía y bebía. Pero como él era poderoso, teniendo seguidores en Jerusalén, y siendo dueño con su hermana de Magdala y Betania, ellos no sabían qué hacer. Jesús entró a Betania, a la casa de Lázaro, y Martha, con María, le sirvieron.



María, sentada un día a los pies de Jesús, estaba escuchando a sus palabras, y entonces Martha le dijo a Jesús: Señor, ¿no vés que mi hermana no te cuida, ni te proporciona lo que debes comer tú y tus discípulos?. Jesús contestó: Martha, Martha, no te fijes en lo que tú deberías hacer; ya que María ha escogido una parte que no le será quitada nunca.



Jesús, sentado a la mesa con una gran multitud que creía en él, habló, diciendo: Hermanos, sólo tengo un poco de tiempo para permanecer con vosotros, ya que está cerca la hora de que yo parta del mundo. Por lo tanto os traigo a la memoria las palabras de Dios dadas a Ezequiel el profeta, diciendo: "Como que Yo, vuestro Dios, vivo eternamente, el alma que peca, morirá, peor si el pecador se arrepiente él no morirá sino que vivirá". Así que la muerte actual no es muerte, sino más bien el final de una larga muerte: así como el cuerpo se separa del sentido durante un desmayo, aunque tenga al alma dentro de sí, no tiene otra ventaja sobre los muertos y enterrados excepto ésta, que el cuerpo enterrado espera que Dios lo resucite, mientras que el inconsciente espera que el sentido regrese. Mirad, entonces, la vida presente que es muerte, al no tener percepción de Dios.



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Los que crean en mi no morirán eternamente, ya que a través de mi palabra ellos percibirán a Dios dentro de ellos, y por lo tanto lograrán su salvación. ¿Qué es la muerte sino un acto que la naturaleza hace por orden de Dios? Tal como sería si uno tuviera un pájaro amarrado, y detuviera la cuerda con la mano; cuando la cabeza desea que el pájaro se escape volando, ¿qué hace? Ciertamente que naturalmente le ordena a la mano que el pájaro se escape volando, ¿qué hace? Ciertamente que naturalmente le ordena a la mano que se abra; y así de inmediato el ave se escapa volando. "Nuestra alma>>, como dijo el profeta David, "es como una golondrina liberada de la trampa del cazador", cuando el hombre vive bajo la protección de Dios. Y nuestra vida es como una cuerda con la que la naturaleza detiene al alma atada al cuerpo y el sentido del hombre. Por lo tanto cuando Dios desea, y ordena a la naturaleza que abra, la vida se rompe y el alma se escapa a las manos de los ángeles a quienes Dios ordenó que reciban las almas.



Que, entonces, los amigos no lloren cuando su amigo muere; ya que Dios así lo ha querido. Pero que él llore sin cesar cuando él peque, porque así el alma muere, ya que se separa de Dios, la verdadera Vida. Si el cuerpo es horrible sin su unión con el alma, mucho más terrible es el alma sin la unión con Dios, el Cual con Su Gracia y Misericordia la embellece y vivifica.



Y habiendo dicho esto Jesús dio gracias a Dios; y entonces Lázaro dijo: Señor, esta casa pertenece a Dios mi Creador, con todo lo que El me ha dado en custodia, para el servicio de los pobres. Por lo tanto, ya que tú eres pobre, y tienes un gran número de discípulos, ven tú a vivir aquí cuando de plazca, y tanto como te plazca, ya que el siervo de Dios te servirá y administrará tanto como se necesite, por amor a Dios.



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Jesús se alegró cuando oyó esto, y dijo: ¡Vé ahora qué buena cosa es morir! Lázaro ha muerto una vez solamente, y ha aprendido tal doctrina como no es conocida a los hombres más sabios del mundo que han crecido entre libros. Dios quiera que todo hombre muriera una vez solamente y regresase al mundo, como Lázaro, para que los hombres pudieran aprender a vivir.



Juan contestó: Oh maestro, ¿me está permitido decir una palabra? Di mil palabras, respondió Jesús, porque tal como un hombre está obligado a dispensar sus bienes en el servicio de Dios, asimismo está él obligado a dispensar doctrina; y mucho más está él obligado a hacerlo si la palabra tiene poder para mover una alma a la penitencia, mientras que los bienes no pueden devolver la vida a los muertos. Así que es un asesino el que tiene poder para ayudar a un pobre y, como él no lo ayuda, el pobre muere de hambre; pero más grave asesino es el que por medio de la Palabra de Dios podía haber convertido al pecador al arrepentimiento, y no lo convierte, sino que se queda, como dice Dios, "como un perro mudo". Contra éstos dice Dios: "El alma del pecador que perece porque tú ocultaste Mi Palabra, Yo la requerir? de tus manos, oh siervo infiel". ¿En qué condición, entonces, están ahora los escribas y fariseos que tienen la llave y no quieren entrar, sino que impiden el paso a todos los que quisieran entrar a la vida eterna?.



Tú me pides, oh Juan, permiso para decir una palabra, habiendo escuchado 100,000 palabras mías. En verdad te digo, yo estoy obligado a escucharte 10 veces por cada una que tú me hayas escuchado. Y el que no escuche a otro, cada vez que él hable él pecará; ya que nosotros deberíamos hacer a los demás lo que nosotros quisiéramos para nosotros mismos, y no a los otros lo que a nosotros no nos gustaría recibir.



Entonces dijo Juan: Oh maestro, ¿por qué no ha concedido Dios esto a los hombres, que ellos mueran una vez y regresen como Lázaro ha hecho, para que ellos puedan aprender a conocerse a si mismos y a su Creador?.



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Jesús respondió: Dime, Juan; hubo un dueño de una casa que le dio una hacha perfecta a uno de sus sirvientes para que derribara el bosque que obstruía la vista de su casa. Pero el trabajador olvidó el hacha, y dijo: "Si el amo me diera una hacha vieja yo cortaría fácilmente la madera". Dime, Juan, ¿qué dijo el amo? Seguramente que él se enojó, y tomó el hacha vieja y lo golpeó en la cabeza, diciendo: "¡Tonto y estúpido! Te di una hacha con la cual pudiste haber derribado el bosque sin cansancio, ¿buscas tú esta hacha, con la cual uno debe trabajar con gran esfuerzo, y todo lo que se corta se desperdicia y no sirve para nada? Yo quiero que cortes el bosque de manera tal que el trabajo sea bueno". ¿Es eso cierto?.



Juan respondió: Es ciertísimo. Entonces dijo Jesús: Dijo Dios: "Como que Yo vivo eternamente, Yo he dado una buena hacha a cada hombre, la cual es la visión del entierro de un muerto. El que cuide bienes esta hacha elimina el bosque del pecado de su corazón sin dolor; por lo tanto ellos reciben Mi Gracia y Misericordia; dándoles el mérito de la vida eterna por sus buenas obras. Pero el que olvida que él es mortal, aunque una vez tras otra vé morir a otros, y dice: 'Si yo viera la otra vida, yo haría buenas obras', Mi ira caerá sobre él, y así lo afligiré con muerte tal que él nunca recibirá bien alguno". Oh Juan, dijo Jesús, ¡cuán grande es la ventaja del que de la caída de los demás aprende a pararse sobre sus pies!.



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Entonces dijo Lázaro: Maestro, verdaderamente te digo, que yo no puedo concebir la pena que merece el que una vez tras otra vé al muerto siendo llevado a la tumba y no tiene a Dios nuestro Creador. Ese, por las cosas de este mundo, las cuales él debería abandonar por entero, ofende a su Creador Quien lo da todo. Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros me llamáis Maestro, y hacéis bien, ya que Dios os enseña a través de mi boca. Pero ¿cómo llamaréis a Lázaro? En verdad él es aquí maestro de todos los maestros que enseñan doctrina en este mundo. Yo ciertamente os he enseñado cómo deberíais vivir bien, pero Lázaro os enseñará cómo morir bien. Como que Dios vive, ante Cuya Presencia comparece mi alma, él ha recibido el don de la profecía; por lo tanto escuchad a sus palabras, las cuales son las verdad. Y tanto más deberíais escucharlo, como que vivir bien es vano si uno muere malamente.



Dijo Lázaro: Oh maestro, te agradezco que hagas que la verdad sea apreciada, por lo tanto Dios te dará gran mérito. Entonces dijo el que escribe: Oh maestro, ¿cómo había Lázaro diciendo la verdad al decirte "Tú tendrás mérito, si tu dijiste a Nicodemo que el hombre no merece nada sino castigo? ¿Serás tú, según eso, castigado por Dios?. Jesús contestó: Dios quiera que yo reciba el castigo de Dios en este mundo, ya que yo no lo he servido tan fielmente como yo estaba obligado a hacer. Pero Dios me ha amado tanto, por Su Misericordia, que todo castigo me es retirado, tanto que yo sólo seré atormentado en otra persona. Porque el castigo era adecuado para mi, ya que los hombres me han llamado Dios; pero como yo he confesado, no sólo que yo no soy Dios, como es la verdad, sino que también he confesado que yo no soy el Mesías, por lo tanto Dios ha alejado de mi el castigo, y hará que un malvado lo sufra en mi nombre, así que la vergüenza será sólo mía. Así que yo te digo, oh Bernabé, que cuando un hombre habla de lo que Dios le dará a su prójimo, que diga que su prójimo lo amerita; pero que se fije que, cuando él hable de lo que Dios le dará a él mismo, que no diga: "Dios me dará". Y que se fije de no decir: "Yo merezco", ya que Dios se complace en otorgar Su Misericordia a Sus siervos cuando ellos confiesan que emeritarán el infierno por sus pecados.



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Dios es tan Rico en Misericordia que, así como el agua de mil mares, si hubiera tantos, no podría apagar una chispa de las llamas del infierno, sin embargo una sola lágrima de uno que se lamenta por haber ofendido a Dios apaga el infierno entero, por la gran misericordia con que Dios lo socorre. Dios, por lo tanto, para confundir a Satanás y para manifestar Su propia Generosidad, quiere llamar mérito en presencia de Su Misericordia cada buena obra de Su siervo fiel, y quiere que él hable así de su prójimo. Pero de sí mismo un hombre debe cuidarse de decir: "Yo tengo mérito"; ya que él sería condenado.



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Jesús entonces se volvió hacia Lázaro, y dijo: Hermano, es necesario que permanezca sólo un tiempo corto en el mundo, por lo tanto cuando yo esté cerca de tu casa yo no iré nunca a otro lugar, ya que tú me atenderás, no por amor a mi, sino por amor a Dios.



Estaba cerca la Pascua de los judíos; así que Jesús dijo a sus discípulos: Vayamos a Jerusalén a comer el cordero pascual. Y él envió a Pedro y Juan a la ciudad, diciendo: Vosotros hallaréis una hembra de asno con un pollino cerca de la puerta de la ciudad: soltádla y traédla aquí; porque es necesario que yo entre montado a Jerusalén. Y si alguien os pregunta diciendo: "¿Para qué el soltáis?", decidles: "El maestro tiene necesidad de ella", y ellos os permitirán traerla aquí.



Los discípulos fueron, y encontraron todo lo que Jesús les había dicho, y entonces trajeron a la burra y el pollino. Los discípulos entonces pusieron sus mantos sobre el pollino, y Jesús se montó sobre él. Y sucedió que, cuando los hombres de Jerusalén oyeron que Jesús de Nazaret venía, los hombres salieron con sus hijos ansiosos por ver a Jesús, llevando en las manos ramas de palmera y olivo, cantando: ¡Bendito sea le que viene a nosotros en el nombre de Dios! ¡Hossana, hijo de David!. Habiendo entrado Jesús a la ciudad, los hombres extendían sus túnicas bajo las patas del asno, cantando: ¡Bendito sea el que viene a nosotros en el nombre de Dios! ¡Hossana, hijo de David!.



Los fariseos reprocharon a Jesús, diciendo: ¿No vés lo que éstos dicen? ¡Haz que se callen!. Entonces dijo Jesús: Como que Dios vive, ante Cuya Presencia comparece mi alma, si los hombres se callaran; las piedras gritarían contra la infidelidad de los malvados pecadores. Y cuando Jesús hubo dicho esto todas las piedras de Jerusalén gritaron con gran ruido: ¡Bendito sea el que viene a nosotros en el nombre del Señor Dios!. No obstante, los fariseos permanecieron aún incrédulos y, habiéndose reunido, se aconsejaron para atraparlo en sus palabras.



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Habiendo entrado Jesús al Templo, los escribas y fariseos trajeron ante él a una mujer acusada de adulterio. Ellos se decían entre ellos: Si él la salva, es contrario a la ley de Moisés, y así lo tendremos como culpable, y si él condena, es contrario a su propia doctrina, ya que él predica misericordia. Así que ellos vinieron a Jesús y dijeron: Maestro, hemos hallado a esta mujer en adulterio. Moisés ordenó que debería ser apedreada. ¿Qué dices Tú?. Entonces Jesús se inclinó y arrodilló y con su dedo hizo un espejo en el cual cada uno veía sus propias iniquidades. Como ellos todavía insistían en la respuesta, Jesús se levantó y, apuntando al espejo con su dedo, dijo: Aquél de vosotros que esté libre de pecado, que sea el primero en apedrearla Y otra vez él se hincó, formando el espejo. Los hombres, al ver esto, salieron uno por uno, empezando por el más anciano, ya que ellos se avergonzaron al ver sus abominaciones.



Habiéndose levantado Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, dijo: Mujer, ¿dónde están los que te condenaban?. La mujer contestó: Señor, ellos se han ido, y si tú me perdonas, como que Dios vive, yo ya no pecaré. Entonces dijo Jesús: ¡Bendito sea Dios! Vete en paz y no peques más, ya que Dios no me envió a condenarte.



Entonces, estando reunidos los escribas y fariseos, Jesús les dijo: Decidme: si uno de vosotros tuviera cien ovejas, y perdiera una de ellas, ¿no iríais vosotros a buscarla, dejando a las 99? Y cuando él las encontrase, ¿no la podríais sobre vuestros hombros y, habiendo convocado a vuestros vecinos, les diríais: "Alegráos conmigo, porque he encontrado la oveja que yo había perdido"? Seguramente que lo haríais.



Ahora decidme, ¿amará menos nuestro Dios al hombre, para quien él hizo el mundo? Como que Dios vive, asimismo hay alegría por un pecador que se arrepiente; ya que los pecadores dan a conocer la misericordia de Dios.



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Decidme, ¿por quién es más amado el médico: por los que nunca han tenido ninguna enfermedad, o por aquéllos a quienes el médico ha curado de graves enfermedades?. Le dijeron los fariseos: ¿Y cómo va a amar al médico el que está sano? Seguramente él lo amará sólo porque no está enfermo; y no habiendo tenido conocimiento de la enfermedad él sólo amará poco al médico. Entonces con vehemencia de espíritu habló Jesús, diciendo: Como que Dios vive, vuestras propias lenguas condenan vuestra soberbia, tanto como que nuestro Dios es amado más por el pecador que se arrepiente, que por los justos. Porque el justo no tiene conocimiento de la Misericordia de Dios. Así que hay más regocijo en la presencia de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente que por 99 personas rectas.



¿Dónde están los justos en nuestro tiempo? Como que Dios vive, grande es el número de los injustos, siendo su condición como la de Satanás. Los escribas y fariseos contestaron: Nosotros somos pecadores, así que Dios tendrá misericordia de nosotros. Y esto lo decían para tentarlo; ya que los escribas y fariseos consideraban el mayor insulto el ser llamados pecadores. Entonces dijo Jesús: Me temo que seáis justos injustos. Porque si habéis pecado y negáis vuestro pecado, llamándoos justos a vosotros mismos, vosotros sois injustos; y si en vuestro corazón os consideráis justos a vosotros mismos, y con vuestra lengua decís que sois pecadores, entonces vosotros sois doblemente justos injustos.



Entonces los escribas y fariseos al oír esto se confundieron y partieron, dejando a Jesús con sus discípulos en paz, y ellos fueron a casa de Simón el leproso, cuya lepra había limpiado y curado Jesús. Los ciudadanos habían reunido a los enfermos en casa de Simón y le rogaron a Jesús que sanase a los enfermos.



Entonces Jesús, sabiendo que su hora estaba cercana, dijo: Llamad a los enfermos, tantos como haya, porque Dios es Poderoso y Misericordioso para curarlos. Ellos respondieron: No sabemos que haya más enfermos en Jerusalén. Jesús respondió llorando: ¡Oh Jerusalén, oh Israel, lloro por ti, porque tú no conoces a tu visitante! ¡Porque yo hubiera querido reunirte al amor de Dios tu Creador, como una gallina reúne a sus pollitos bajos sus alas, pero tú no quieres!. Así que Dios te dice esto:



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"Oh ciudad, de corazón duro y perversa de mente, Yo te he enviado a Mi siervo, con el fin de que él convierta a la verdad de tu corazón, y que arrepientas; pero tú, oh ciudad de confusión, has olvidado todo lo que Yo hice a Egipto y al Faraón por amor a ti, oh Israel. Muchas veces lloraste tú a Mi siervo para que él curase tu cuerpo de enfermedad, pero tú trataste de matar a Mi siervo porque él quería curar tu alma de pecado. ¿Quedarás tú sola, entonces, sin ser castigada por Mi? ¿Vivirás tú, entonces, eternamente? ¿Y te librará de Mis Manos tu soberbia? Seguro que no. Porque Yo traeré príncipes con un ejército contra ti, y ellos te rodearán con fuerza, y de tal manera Yo te entregaré en manos de ellos que tu soberbia caerá al infierno.



Yo no perdonaré a los ancianos ni a las viudas, Yo no perdonaré a los niños, sino que Yo os entregaré a todos al hambre, la espada, y la vergüenza: y el Templo, donde Yo he mirado con misericordia, lo desolaré Yo junto con la ciudad, tanto que vosotros seréis sólo una fábula, una ilusión y un proverbio entre las naciones. Así se está juntando Mi ira sobre ti, y Mi indignación no duerme".



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Habiendo dicho esto, Jesús dijo otra vez: ¿No sabéis que hay otros enfermos? Como que Dios vive, hay más pocos en Jerusalén que tienen sus almas sanas que los que están enfermos en sus cuerpos. Y para que conozcáis la verdad, yo os digo, ¡oh enfermos, en el nombre de Dios, que la enfermedad os deje!. Y cuando él hubo dicho esto, ellos fueron curados inmediatamente.



Los hombres lloraron cuando oyeron acerca de la Ira de Dios sobre Jerusalén, y rogaron pidiendo misericordia, y entonces Jesús dijo: Dice Dios: "Si Jerusalén llora pro sus pecados y hace penitencia, caminando en Mis Caminos. Yo nunca más recordaré sus iniquidades, Yo no le haré nada del daño que he dicho. Pero Jerusalén llora por su ruina y no por haberme deshonrado, por lo que ella ha blasfemado Mi nombre entre las naciones. Por lo tanto es MI Furia encendida mucho más. Como que Yo vivo eternamente, si Job, Abraham, Samuel, David y Daniel, Mis siervos, con Moisés, rogasen por esta gente, Mi Ira sobre Jerusalén no sería aplacada". Y habiendo dicho esto, Jesús se retiró entrando a la casa, mientras que todos se quedaron atemorizados.



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Mientras que Jesús cenaba con sus discípulos en la casa de Simón el leproso, he aquí que María la hermana de Lázaro entró a la casa y, habiendo roto el sello de un recipiente, vertió perfume sobre la cabeza y ropas de Jesús. Al ver esto, Judas el traidor quiso impedir a María que hiciese tal cosa, diciendo: ve y vende el perfume y Tráeme el dinero para que yo pueda darlo a los pobres?. Dijo Jesús: Por qué le impides que lo haga? Déjala en paz, porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no tendréis siempre.



Judas contestó: Oh maestro, este perfume podría haber sido vendido por 300 monedas; mira entonces cuántas gentes pobres podrían haber ayudado. Jesús respondió: Oh Judas, yo conozco tu corazón: ten paciencia por lo tanto, y yo te daré todo.Todos comían con temor, y los discípulos estaban afligidos, porque ellos supieron que Jesús debería partir pronto de ellos. Pero Judas estaba indignado porque él sabía que estaba perdiendo 30 monedas por el perfume no vendido, ya que él robaba la décima parte de todo lo que le daban a Jesús.



El fue a encontrarse con el Sumo sacerdote, quien estaba reunido con un gran número de sacerdotes, escribas y fariseos: a quienes Judas habló, diciendo: Qué me daréis, si yo entrego en vuestras manos a Jesús, el que quiere hacerse rey de Israel?. Ellos contestaron: Cómo lo vas a entregar en nuestras manos?. Dijo Judas: Cuando yo sepa que él sale de la ciudad a rezar os lo diré, y os conduciré al lugar donde él se encuentre; ya que aprehenderlo en la ciudad sería imposible sin disturbios.El sumo sacerdote respondió: Si tú lo entregas en nuestras manos, nosotros te daremos 30 monedas de oro, y tú verás qué bien te trataremos.



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Cuando el día llegó, Jesús subió al templo con una gran multitud de gente. Entonces el sumo sacerdote se acercó a él, diciendo: Dime, oh Jesús, has olvidado todo lo que confesaste de que tú no eres Dios, ni hijo de Dios, ni siquiera el Mesías?. Jesús respondió: Claro que no, yo no lo he olvidado; porque ésta es mi confesión la cual diré ante el juicio de Dios en el día del juicio. Porque todo lo que está escrito en el libro de Moisés es ciertísimo, tanto que como solo Dios nuestro Creador es Dios, y yo soy el siervo de Dios y deseo servir al mensajero de Dios a quien vosotros llamáis Mesías.



Dijo el sumo sacerdote: Entonces por qué vienes al templo con una multitud tan grande?, buscas, acaso, hacerte rey de Israel? ten cuidado, o de lo contrario algún peligro podría caerte. Jesús contestó: Si yo buscara mi propia gloria y deseara mi porción en este mundo, yo no habría huido cuando la gente de Naím quería hacerme rey. Créeme, verdaderamente, que yo no busco nada en este mundo.



Entonces dijo el sumo sacerdote: Queremos saber alguna cosa acerca del Mesías. Y entonces los sacerdotes, escribas y fariseos hicieron un círculo alrededor de Jesús, Jesús contestó: Cuál es esa cosa que tú quieres saber acerca del Mesías? es acaso la mentira? ten por seguro que yo no te diré la mentira. Pues si yo hubiese dicho la mentira yo hubiera sido adorado por ti, y por los escribas y fariseos con todo Israel: pero como yo os digo la verdad vosotros me odiáis y tratáis de matarme.



Dijo el sumo sacerdote: Ahora sabemos que tienes el diablo en tu espalda; porque tú eres un samaritano, y no tienes respeto al sacerdote de Dios.



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Jesús respondió: Como que Dios vive, yo no tengo al diablo en mi espalda, sino que yo busco expulsar al demonio. Así que, por esta causa el demonio agita al mundo contra mí, porque yo no soy de este mundo, sino que busco que Dios sea glorificado,Quien me envío al mundo. Por lo tanto oídme, y os diré quien tiene al demonio en su espalda. Como que Dios vive, ante cuya presencia comparece mi alma, el que trabaja según la voluntad del demonio, él tiene al demonio en su espalda, el cual le ha puesto las riendas de su voluntad y lo cabalga a su gusto, haciéndolo correr hacia toda inequidad.



Así como una ropa cambia de nombre cuando cambia de propietario , aunque todo es la misma tela; así también los hombres, aunque ellos sean de un material, son diferentes por razón de las obras que actúan en el hombre. Si yo he pecado, por qué no me reprendéis como a un hermano, en lugar de odiarme como a un enemigo? en verdad los miembros de un cuerpo se ayudan unos con otros cuando están unidos con la cabeza, y los que son cortados de la cabeza no pueden dar socorro. Porque las manos de un cuerpo no sienten el dolor de los pies de otro cuerpo, sino al de cuerpo al que están unidas. Como que Dios vive, ante cuya Presencia comparece mi alma, el que teme y ama a Dios su Creador tiene el sentimiento de misericordia sobre aquellos sobre quienes Dios su cabeza, tienen misericordia; y ya que Dios no desea la muerte del pecador, sino que espera que cada uno se arrepienta, si vosotros fueseis de ese cuerpo al que yo estoy incorporado, como que Dios vive, vosotros me ayudaríais a actuar según mi cabeza.







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