jueves, 24 de noviembre de 2016

EVANGELIO APÓCRIFO DE BERNABÉ (VII)

Por lo tanto yo digo que aquí Amós el profeta de Dios habla del mal que el mundo llama mal; ya que si él hubiera usado el lenguaje de los justos él no habría sido entendido por el mundo. Porque todas las tribulaciones son un bien, ya sea porque ellas purgan el mal que hemos hecho, o son un bien porque nos hacen restringirnos de hacer el mal, o son un bien porque hacen que el hombre conozca la condición de esta vida, para que podamos amar y anhelar la vida eterna. Por ello, si el profeta Amós hubiera dicho: "No hay bien en la ciudad sino el que Dios ha obrado", él habría dado ocasión de desesperación al afligido, ya que ellos se considerarían en tribulación y a los pecadores como prósperos. Y, lo que es peor, muchos, creyendo que Satanás tiene tal soberanía sobre el hombre, habrían temido a Satanás y le habrían adorado, para así no sufrir tribulaciones. Amós por lo tanto hizo como hace el intérprete romano, quien no considera sus palabras como uno hablando en presencia del sumo sacerdote, sino que considera la voluntad y el negocio del judío que no sabe hablar el idioma romano.



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Si Amós hubiera dicho: "No hay bien en la ciudad sino el que Dios ha hecho", como que Dios vive, ante Cuya Presencia comparece mi alma, él habría cometido un gravísimo error, ya que el mundo no considera bueno sino las iniquidades y los pecados que son hechos en el camino de la vanidad. Por lo tanto los hombres habrían actuado mucho más inicuamente, creyendo que no hay ningún pecado ni maldad "que Dios no haya hecho", al oír lo cual la Tierra tiembla. Y cuando Jesús hubo dicho esto, inmediatamente sucedió un gran terremoto, tanto que todos cayeron como muertos. Jesús los levantó, diciendo: Ved ahora si os dije la verdad. Que esto, entonces, sea suficiente para vosotros; que Amós, cuando él dijo que "Dios ha hecho mal en la ciudad", hablando con el mundo, habló de las tribulaciones, las cuales sólo los pecadores llaman mal. Hablemos ahora de la predestinación, de la cual deseáis saber, y dé lo cual os hablaré cerca del Jordán, del otro lado, si Dios quiere.



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Jesús fue al desierto más allá del Jordán con sus discípulos, y cuando hicieron la oración del mediodía él se sentó cerca de una palmera, y a la sombra de la palmera sus discípulos se sentaron. Entonces dijo Jesús: Tan secreta es la predestinación, oh hermanos, que yo os digo, verdaderamente, que sólo por un hombre será claramente conocida. El es a quien la nación busca para quien los secretos de Dios son tan claros que, cuando él venga al mundo, benditos será quienes escuchen sus palabras, ya que Dios los cubrirá con Su Misericordia tal como esta palmera nos da sombra. Si tal como este árbol nos protege del ardiente calor del sol, asimismo la Misericordia de Dios protegerá de Satanás a quienes crean en este hombre.



Los discípulos contestaron: Oh maestro, ¿quién será ese hombre del que hablas, que vendrá al mundo?. Jesús respondió con corazón alegre: El es Mohammed, el Mensajero de Dios, y cuando el venga al mundo, así como la lluvia hace que la tierra dé fruto cuando no ha llovido por un largo tiempo, asimismo será el ocasión de buenas obras entre los hombres, a través de la abundante misericordia que él traerá. Porque él es una nube blanca llena de la Misericordia de Dios, cuya misericordia dejará caer Dios sobre los fieles como lluvia.



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Yo entonces os diré ahora lo poco que Dios me ha concedido conocer acerca de esta misma predestinación. Los fariseos dicen que todo ha sido así predestinado que él es el efecto no puede volverse réprobo por ningún medio puede volverse elegido; y que, tal como Dios ha predestinado las buenas obras como el camino por el que caminarán los escogidos a la salvación, asimismo El ha predestinado el pecado como el camino por el que los réprobos caminarán hacia la condenación. Maldita sea la lengua que dijo esto, con la mano que lo escribió, ya que esta es la fe de Satanás. Por ello puede uno conocer de qué manera son los fariseos del tiempo actual, ya que ellos son fieles siervos de Satanás.



¿Qué otra cosa puede significar la predestinación sino una voluntad absoluta para poner fin a una cosa de la que uno tiene los medios en la mano?, porque sin los medios uno no puede destinar un fin. ¿Cómo, entonces, destinará la casa el que no sólo carece de piedra y dinero qué gastar, sino que ni siquiera tiene tierra como para poner el pie? Seguramente nadie podría hacer eso. No más, entonces, os digo, es la predestinación, que quita el libre albedrío que Dios le dio al hombre por Su pura Generosidad, la ley de Dios. De cierto no es predestinación sino abominación lo que estaríamos estableciendo.



Que el hombre es libre lo muestra el libro de Moisés donde, cuando nuestro Dios dio la ley sobre el Monte Sinai, El habló así: "Mi mandamiento no es en el cielo que tú te debas excusar a ti mismo, diciendo: 'Pero, ¿quién nos traerá el mandamiento de Dios?, y ¿quién, acaso, nos dará la fuerza para observarlo?'. Ni está más allá del mar, que de manera similar tú te debas excusar a ti mismo. Pero Mi mandamiento está cerca de tu corazón, que cuando tú lo desees puedas observarlo".



Decidme, si el rey Herodes ordenase a un anciano que se vuelva joven y a un enfermo que se ponga sano, y cuando ellos no lo hicieran entonces él los mandará matar, ¿sería esto justo?. Los discípulos respondieron: Si Herodes diera esta orden, él sería sumamente injusto e impío. Entonces Jesús, suspirando, dijo: Estos son los frutos de las tradiciones humanas, oh hermanos; porque al decir que Dios ha predestinado al réprobo de tal manera que él no puede volverse elegido, ellos blasfeman contra Dios diciendo que es impío e injusto. Ya que El ordena al pecador que no peque, y cuando éste peca, que se arrepienta; mientras que dicha predestinación le arrebata al pecado el poder para no pecar, y lo priva por completo de arrepentimiento.



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Pero oíd lo que dijo Dios a través de Joel el profeta: "Como que Yo vivo - dijo vuestro Dios - Yo no deseo la muerte del pecado, sino que busco que él se convierta al arrepentimiento". ¿Predestinará entonces Dios lo que El no desea? Considerad lo que Dios dijo, y lo que dicen los fariseos de esta época actual. Además, Dios dijo por el profeta Isaías: "Yo he llamado, y vosotros no me escucharíais". Y cuánto ha llamado Dios, oíd cómo lo dice El por el mismo profeta: "Todo el día he extendido Mi mano hacia un pueblo que no cree en Mi, sino que Me contradice". Y nuestros fariseos, cuando dicen que los réprobos no pueden volverse elegidos; ¿qué dicen ellos, entonces, sino que Dios se burla de los hombres tal como se burlaría de un ciego el que le mostrase algo blanco, y como se burlaría de un sordo el que le hablase al oído? Y que los efectos pueden ser reprobados, considerad lo que dijo nuestro Dios por el profeta Ezequiel: "Como que Yo vivo – dijo Dios - si el justo abandona su rectitud y hace abominaciones, él perecerá, y Yo ya no recordaré ninguna de sus obras piadosas; porque confiar en ellas lo abandonará ante Mi y no lo salvará". Y de llamar a los réprobos, ¿qué dijo Dios por el profeta Oseas sino esto: "Yo invitaré a un pueblo no elegido, Yo los llamaré elegidos"? Dios es Veraz, y no puede decir una mentira: ya que siendo Dios la verdad, El dice la Verdad. Pero los fariseos de este tiempo actual contradicen a Dios por completo.



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Andrés replicó: ¿Pero cómo ha de entenderse lo que Dios dijo a Moisés, de que El tendrá misericordia de quien El se quiera apiadar y se endurecerá contra quien quiera El endurecerse?. Jesús respondió: Dios dijo esto para que el hombre no crea que él se salva por su propia virtud, sino que se dé cuenta que la vida y la Misericordia de Dios le fueron otorgados por Dios de Su Generosidad. Y El lo dijo para que los hombres rechacen la opinión de que hay otros dioses aparte de El. Sí, por lo tanto, El endureció al Faraón, El lo hizo porque éste había afligido a nuestro pueblo y trató de reducirlo a la nada destruyendo a todos los hijos varones de Israel; así que Moisés estuvo a punto de perder la vida.



De acuerdo a esto, en verdad os digo, que la predestinación tiene como sus cimientos a la ley de Dios y el libre albedrío humarlo. Si, e incluso si Dios pudiese salvar al mundo entero para que ninguno pereciese El no quería hacer así ya que entonces privaría al hombre de la libertad, la cual El preservó para él para que pudiese despreciar a Satanás, para que este bulto de barro burlado del espíritu, aun cuando pecara como el espíritu hizo, pueda tener poder para arrepentirse e ir a vivir en ese lugar de donde el espíritu fue expulsado. Nuestro Dios desea, digo, procurar con Su Misericordia el libre albedrío del hombre, y no quiere abandonar a la criatura con Su Omnipotencia. Y así en el Día del Juicio nadie será capaz de presentar excusa alguna por sus pecados, ya que entonces se hará manifiesto a ellos cuánto ha hecho Dios para la conversión de ellos, y con frecuencia los ha invitado El al arrepentimiento.



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Entonces, si vuestra mente no se conforma con esto, y queréis decir otra vez: "¿Por qué es así?", yo os develaré un "porque". Es éste. Decidme, ¿por qué no puede una sola piedra descansar encima del agua, y sin embargo la tierra firme entera descansa encima del agua? Decidme, ¿por qué es que, mientras que el agua extingue al fuego, y la tierra huye del aire, así que nadie puede unir tierra, aire, agua, y fuego en armonía, no obstante ellos están unidos en el hombre y se conservan armoniosamente?



Si, entonces, vosotros no sabéis esto -no, todos los hombres, como hombres, no pueden saberlo - ¿cómo entenderán ellos que Dios creó de la nada al Universo con una sola palabra?. ¿Cómo entenderán ellos la eternidad de Dios? Seguramente ellos de ninguna manera serán capaces de entender esto, ya que, siendo finito el hombre y compuesto con su cuerpo, el cual, como dijo el profeta Salomón, siendo corruptible, oprime al alma, y siendo las obras de Dios proporcionales a Dios, ¿cómo serán ellos capaces de comprenderlas?



Isaías, el profeta de Dios, viendo que ello era así, exclamó, diciendo: "¡Verdaderamente Tú eres un Dios oculto!". Y del Mensajero de Dios, cómo lo creó Dios, el dijo: "Su generación, ¿quién la narrará?". Y de las obras de Dios, él dijo: "¿Quién fue Su consejero?". Por lo tanto Dios dijo a la naturaleza humana: "Así como el cielo es exaltado sobre la Tierra, así son Mis Caminos exaltadas sobre vuestros caminos y Mis Pensamientos sobre vuestros pensamientos". Por lo tanto os digo, la manera de la predestinación no está manifiesta a los hombres, y este hecho es verdadero, como os lo he dicho.



¿Debe el hombre, entonces, porque él no puede descubrir la manera, negar el hecho?. Ciertamente, yo nunca he visto todavía a alguien que rechace la salud, aunque la manera de ella no sea entendida. Porque aun ahora yo no sé cómo Dios, por mi toque, sana a los enfermos.



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Entonces dijeron los discípulos: Verdaderamente Dios habla en ti, ya que nunca hemos oído a hombre alguno hablar como tú hablas. Jesús respondió: Creédme, cuando Dios me escogió para enviarme a la casa de Israel, El me dio un libro como un espejo claro el cual descendió a mi corazón de tal manera que todo lo qué yo hablo sale de ese libro. Y cuando ese libro haya terminado de salir de mi boca, yo seré llevado fuera del mundo.



Pedro contestó: Oh maestro, ¿está lo que ahora dices escrito en ese libro?. Jesús replicó: Todo lo que yo digo para el conocimiento de Dios y el servicio de Dios, para el conocimiento del hombre y para la salvación de la humanidad - todo ello sale de este libro, el cual es mi Evangelio.



Dijo Pedro: ¿Está allí escrita la gloria del Paraíso?.



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Jesús respondió: Escuchad, y yo os diré de qué manera es el Paraíso, y como vivirán allí los santos y los fieles sin fin, porque esto es una de las mayores bendiciones del Paraíso, ya que todo, por grande que sea, si tiene un fin, se vuelve pequeño; si, se vuelve nada. El Paraíso es la casa donde Dios almacena Sus delicias, las cuales son tan grandes que el suelo que es pisado por los pies de los santos y bienaventurados es tan precioso que una dracma de él es más preciosa que cien mundos. Esas delicias fueron vistas por nuestro padre, David, profeta de Dios, ya que Dios se las mostró, lo hizo que viera las glorias del Paraíso: entonces, cuando él volvió en sí, se tapó los ojos con ambas manos, y llorando dijo: "¡No miréis más a este mundo, oh ojos míos, porque todo es vano, y no hay nada bueno!".



De estas delicias dijo Isaías el profeta: "Los ojos de los hombres no han visto, sus oídos no han oído, ni el corazón humano ha concebido, lo que Dios ha preparado para los que lo aman". ¿Sabéis vosotros por qué ellos no han visto, oído ni concebido dichas delicias? Es porque mientras ellos viven, aquí abajo ellos no son dignos de contemplar tales cosas. Así que, cuando nuestro padre David las vio verdaderamente, yo os digo que él las vio con la luz divina. Como que Dios vive, ante Cuya Presencia comparece mi alma, como las delicias del Paraíso son infinitas y el hombre es finito, el hombre no puede contenerlas; tal como una pequeña jarra de barro no puede contener al mar.



¡Mirad, entonces, qué hermoso es el mundo en el verano, cuando todas las cosas dan fruto! El campesino mismo, intoxicado de alegría por razón de la cosecha por llegar, hace resonar los valles y las montañas con su canto, ya que él ama su labor supremamente. Levantad ahora vuestros corazones al Paraíso, donde las cosas son fructíferas con frutos proporcionales al que los cultivó.



Como que Dios vive, esto es suficiente en cuanto al conocimiento del Paraíso, que sepáis que Dios creó al Paraíso como hogar de Sus delicias. Ahora, ¿no creéis que la bondad inconmensurable debe tener cosas inconmensaurablemente buenas?, ¿o que la belleza inconmensurable ha de tener cosas inconmesurablemente bellas? Tened cuidado, ya que erraréis grandemente si no creéis esto.



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Dios dice así al hombre que le sirva fielmente: "Yo conozco tus obras, que tú haces para Mi. Porque tú me sirves como Dios tu Creador, sabiendo que tú mismo eres Mi obra, y no Me pides nada excepto gracia y misericordia para servirme fielmente; porque tú no pones fin a tu servicio para Mi, ya que tú deseas servirme eternamente; asimismo haré Yo, ya que Yo te recompensaré como si tú fueras Dios, igual a Mi. Ya que no sólo pondré Yo en tus manos la abundancia del Paraíso, sino que Yo me daré a Mi mismo como un regalo; así que, así como tú quieres ser Mi siervo por siempre, asimismo te daré tu premio por siempre".



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¿Qué pensáis del Paraíso?, dijo Jesús a sus discípulos, ¿hay una mente que pueda comprender tales riquezas y delicias? Es necesario que el hombre tenga un conocimiento tan grande como el de Dios si él quiere conocer lo que Dios dará a Sus siervos. ¿Habéis visto cuando Herodes hace un regalo a alguno de sus barones favoritos, de qué manera se lo da?. Juan respondió: Yo lo he visto dos veces; y ciertamente la décima parte de lo que él da sería suficiente para un hombre pobre.



Dijo Jesús: Pero si un pobre le diera un regalo a Herodes, ¿qué le daría?. Juan contestó: Una o dos moneditas. Ahora, que éste sea vuestro libro en el que estudiéis el conocimiento del Paraíso, dijo Jesús, porque todo lo que Dios le ha dado en este mundo actual para su cuerpo es como si Herodes le diera una monedita a un pobre; pero lo que Dios le dará al cuerpo y al alma en el Paraíso es como si Herodes diese todo lo que él tiene e incluso su propia vida, a uno de sus sirvientes.



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Dios dice así al que lo ama y lo sirve fielmente: "Mira y medita acerca de las arenas del mar, oh siervo Mío, cuántas son. Así que, si el mar te diese un solo grano de arena, ¿te parecería pequeño? Claro que si. Como que Yo, tu Creador, vivo, todo lo que Yo he dado en este mundo a todos los príncipes y reyes de la Tierra es menos que un grano de arena que el mar te diese, en comparación con lo que Yo te daré en Mi paraíso".



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Considerad, entonces, dijo Jesús, la abundancia del Paraíso. Ya que si Dios ha dado al hombre en este mundo una onza de bienestar, en el Paraíso El le dará diez veces 100.000 cargas. Considerad la cantidad de frutos que hay en este mundo, la cantidad de alimento, la cantidad de flores, y la cantidad de cosas que sirven al hombre. Como que Dios vive, ante Cuya Presencia comparece mi alma, así como el mar tiene todavía arena arriba y abajo cuando uno toma un grano de él, asimismo la calidad y cantidad de higos en el Paraíso es superior a la clase de higos que comemos aquí. Y de manera similar toda otra cosa en el Paraíso. Pero más aún, yo os digo que verdaderamente, así como una montaña de oro y perlas es más preciosa que la sombra de una hormiga, asimismo son las delicias del Paraíso más preciosas que todas las delicias de los príncipes del mundo que ellos tiene y tendrán hasta el Juicio de Dios, cuando el mundo llegue a su fin.



Pedro contestó: ¿Entrará, entonces, al Paraíso el cuerpo que ahora tenemos?. Jesús contestó: Ten cuidado, Pedro, o de lo contrario te volverás un Saduceo; ya que los Saduceos dicen que la carne no resucitará, y que no hay ángeles. Por lo tanto sus cuerpos y almas tienen negada la entrada al Paraíso, y ellos están privados del servicio de los ángeles en este mundo. ¿Acaso olvidaste cómo dijo Job, profeta y amigo de Dios: "Yo sé que mi Dios vive; y en el último día yo seré resucitado en mi carne, y con mis ojos yo veré a Dios mi Salvador"?. Pero creédme, esta carne nuestra será purificada tanto que no poseerá una sola propiedad de las que ahora tiene; ya que será purgada de todo mal deseo, y Dios la reducirá a una condición tal como la de Adán antes de que él pecado. Dos hombres sirven a un amo en una y misma obra. Uno sólo vé el trabajo, y da órdenes al segundo, y el segundo ejecuta todo lo que el primero ordena.



¿Os parece justo digo, que el amo recompense sólo al que vé y ordena, y arroje de su casa al que se cansó trabajando? Seguro que no. ¿Cómo entonces soportará esto la Justicia de Dios? El alma y el cuerpo con el sentido del hombre sirven a Dios; el alma sólo vé y ordena el servicio, ya que el alma, al no comer pan, no ayuna, el alma no camina, no siente frío ni calor, no cae enferma, y no esmaltada, porque el alma es inmortal: ella no sufre ninguno de los dolores corporales que el cuerpo sufre a merced de los elementos. ¿Es, entonces, justo, digo yo, que sólo el alma entre al Paraíso, y no el cuerpo, que tanto se ha cansado de servir a Dios?.



Pedro contestó: ¿Pero cómo ha de pecar el cuerpo sin el alma? Ciertamente es imposible. Por lo tanto, al quitar la misericordia de Dios del cuerpo, tú condenas el alma al infierno.



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Como que Dios vive, ante Cuya Presencia comparece mi alma, nuestro Dios prometió. Su Misericordia al pecador, diciendo: "En la hora en que el pecador lamente su pecado, Yo Mismo no recordaré jamás sus iniquidades". Ahora, ¿quién va a comer las carnes del Paraíso, si el cuerpo no va allí? ¿El alma? Seguramente no, ya que ella es espíritu. Pedro contestó: Así entonces, los benditos comerán en el Paraíso: ¿pero cómo será la carne eliminada de impurezas?.



Jesús respondió: ¿Pero qué bendiciones tendrá el cuerpo si él no come ni bebe? Seguramente es adecuado dar gloria en proporción a la cosa glorificada. Pero tú te equivocas, Pedro, al pensar que esa carne estará envuelta en impureza, porque este cuerpo en el tiempo actual come carnes corruptibles, y así es que sale la putrefacción; pero en el Paraíso el cuerpo será incorruptible, impasible, e inmortal, y libre de toda miseria; y las carnes, que son sin defecto alguno, no generarán ninguna putrefacción.



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Dios dijo así en Isaías el profeta, despreciando a los réprobos: "Mis siervos se sientan ante Mi mesa en Mi casa y comerán festivamente, con alegría y con el sonido de arpas y órganos, y Yo no dejaré que tengan necesidad de cosa alguna. Pero vosotros que sois Mis enemigos seréis expulsados lejos de Mi, y moriréis en la misería, mientras todo siervo Mío os despreciará".



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¿De qué sirve decir: "Ellos comerán festejando"?, dijo Jesús a sus discípulos; seguramente Dios habla claro. ¿Pero para qué propósito son los cuatro ríos de precioso licor en el Paraíso, con tantas frutas? Ciertamente, Dios no come, los ángeles no comen, el alma no come, el sentido no come, sino más bien la carne, la cual es nuestro cuerpo. Por lo tanto la gloria del Paraíso es para el cuerpo las carnes, y para el alma y el sentido Dios y la conversación de los ángeles y espíritus benditos. Esa gloria será revelada mejor por el Mensajero de Dios, quien (ya que Dios creó todas las cosas por amor a él) conoce todas las cosas mejor que ninguna otra criatura.



Dijo Bartolomé: Oh maestro, ¿será la gloria del Paraíso igual para todos los hombres? Si es igual, no será justo, y si no es igual, los menores envidiarán a los mayores. Jesús respondió: No será igual, porque Dios es Justo; pero todos estarán contentos, porque no hay envidia allí. Dime, Bartolomé: hay un amo que tiene muchos sirvientes, y él vista a todos los sirvientes con la misma tela. ¿Se quejan entonces los niños, que están vestidos con ropas de niño, porque no tienen vestidos de hombres adultos? Claro que es lo contrario, si los mayores quisieran ponerles sus ropas mayores ellos se enojarían, porque, no siendo las ropas de su talla, ellos se sentirían burlados. Ahora, Bartolomé, levanta tu corazón a Dios en el Paraíso, y verás que toda gloria, aunque sea más para unos y menos para otros, no producirá envidia alguna.



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Entonces dijo el que escribe: Oh maestro, ¿tiene el Paraíso luz del sol como la tiene este mundo?. Jesús contestó: Así me ha dicho Dios, oh Bernabé: "El mundo en que vivimos vosotros los hombres que sois pecadores tiene el sol y la luna y las estrellas que lo adornan, para vuestro beneficio y agrado; para esto los he creado Yo. ¿Crees, entonces, que la casa donde vivan Mis fieles no será mejor? Ciertamente, te equivocas, al pensarlo; porque Yo, tu Dios, soy el sol del Paraíso, y Mi mensajero es la luna que recibe todo de Mi; y las estrellas son Mis profetas que os han predicado Mi Voluntad. Por lo tanto Mis fieles, así como ellos reciben Mi Palabra de Mis profetas aquí, de manera similar obtendrán delicia y alegría de ellos en el Paraíso de Mis delicias". Y que esto sea suficiente para vosotros, dijo Jesús, en cuanto al conocimiento del Paraíso.



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Entonces Bartolomé dijo otra vez: Oh maestro, tenme paciencia si te pregunta una palabra. Jesús respondió: Di lo que quieras. Dijo Bartolomé: El Paraíso es seguramente grande; ya que, habiendo allí tantas cosas buenas, tiene que ser grande. Jesús respondió: El Paraíso es tan grande que ningún hombre puede medirlo. En verdad os digo que los cielos son nueve, entre los cuales están colocados los planetas, que están distantes el uno del otro 500 años de viaje para un hombre: y la Tierra de manera similar está distante del primer cielo un viaje de 500 años.



Pero deja tú de medir el primer cielo, el cual es por sí mucho mayor que el mundo entero tal como la Tierra entera es mayor que un grano de arena. Así también el segundo cielo es mayor que el primero, y el tercero que el segundo, y así hasta el último cielo, cada uno es similarmente mayor que el siguiente. Y en verdad os digo que el Paraíso es mayor que toda la Tierra y todos los cielos juntos, tal como la Tierra es mayor que un grano de arena.



Entonces dijo Pedro: Oh maestro, el Paraíso necesita ser mayor que Dios, ya que Dios será visto dentro de él. Jesús respondió: Deténte, Pedro, porque tú blasfemas sin saberlo.



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Entonces vino el ángel Gabriel a Jesús y le mostró un espejo brillante como el sol, en donde él vio escritas estas palabras: Como que Yo vivo eternamente, así como el Paraíso es mayor que todos los cielos y la Tierra, y como la Tierra entera es mayor que un grano de arena, asimismo Yo soy más Grande que el Paraíso; y tantas veces más como granos de arena tiene el mar, y como gotas de agua hay en el mar, y como hojas de pasto hay sobre el suelo, y como hojas hay en los árboles, y como piel hay sobre los animales; y muchas veces más que los granos de arena que llenarían los cielos y el Paraíso, y más.



Entonces dijo Jesús: Hagamos reverencia a nuestro Dios el Cual es Bendito eternamente. Entonces ellos inclinaron sus cabezas 100 veces y se postraron de cara al suelo en oración.



Cuando la oración hubo terminado, Jesús llamó a Pedro y le dijo y a todos los discípulos lo que él había visto. Y a Pedro le dijo: Tu alma, que es mayor que toda la Tierra, por un ojo vé el sol, el cual es mil veces mayor que toda la Tierra.



Es verdad, dijo Pedro. Entonces dijo Jesús: Asimismo, a través de los ojos del Paraíso, verás tú a Dios nuestro Creador. Y habiendo dicho esto, Jesús dio gracias a Dios nuestro Señor, rezando por la casa de Israel y por la ciudad santa. Y todos contestaron: Así sea, Señor.



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Un día, estando Jesús en el porche de Salomón, se acercó allí a él un escriba, uno de los que hacía discursos a la gente, y le dijo: Oh maestro, he dado muchas veces discursos a esta gente, y hay en mi mente un pasaje de las Escrituras que no soy capaz de entender. Jesús contestó: ¿Y qué es?. Dijo el escriba: El que le dijo Dios a Abrahán nuestro padre: "Yo seré tu gran recompensa". Ahora, ¿cómo puede el hombre merecer tal recompensa?.



Entonces Jesús se alegró en espíritu, y dijo: ¡Seguramente tú no estas lejos del Reino de Dios! Escúchame, ya que yo te diré el significado de esa enseñanza. Dios, siendo infinito, y el hombre finito, el hombre no puede merecer a Dios -y ¿es esta tu duda, hermano?. El escriba respondió, llorando: Señor, tú conoces mi corazón; habla, por lo tanto, ya que mi alma desea oír tu voz. Entonces dijo Jesús: Como que Dios vive el hombre no puede merecer ni el pequeño aliento que él recibe cada momento.



El escriba estaba fuera de sí, al oír esto, y similarmente lo discípulos se maravillaron, ya que ellos recordaron lo que Jesús dijo, que cualquier cosa que ellos dieran por amor a Dios, lo recibirían multiplicado cien veces. Entonces dijo él: Si alguien te prestara cien monedas de oro, y tú gastases esas monedas, ¿podrías decirle a ese hombre: "Te doy una hoja seca de vid; dáme por lo tanto tu casa, porque yo la merezco"?. El escriba respondió: No, señor, porque él primero debería pagar lo que él debía, y entonces, si él desease algo, él le debería dar cosas buenas, ¿pero de qué sirve una hoja seca?.



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Jesús contestó: Bien has dicho, oh hermano; así que dime, ¿quién creó de la nada al hombre? Ciertamente fue Dios, Quien también le dio el mundo entero para su beneficio. Pero el hombre al pecar lo gastó todo, por razón de cuyos pecados todo el mundo se volvió contra el hombre, y el hombre en su miseria no tiene nada qué dar a Dios sino obras corrompidas por el pecado. Y que, al pecar cada día; él corrompe sus propias obras, así que Isaías el profeta dice: "Nuestras obras piadosas son 'como un trapo menstrual'". ¿Cómo, entonces, tendrá mérito el hombre, viendo que él es incapaz de dar satisfacción?. ¿Es, acaso, que el hombre no peca? Cierto es que nuestro Dios dijo por su profeta David: "Siete veces al día cae el virtuoso"; ¿cuántas, entonces, caerá el impío? Y si nuestras obras piadosas son corruptas, ¡qué abominables son nuestras impiedades! Como que Dios vive, no hay nada que el hombre deba enviar más que decir: "Yo merezco". Que el hombre conozca, hermano, las obras de sus manos, y él inmediatamente verá su mérito. Toda cosa buena que sale de un hombre, ciertamente el hombre no lo hace, sino que Dios lo obra en él; ya que su ser es de Dios Quien lo creó. Lo que el hombre hace es contradecir a Dios su Creador y cometer pecado, por lo que él no merece recompensa, sino tormento.



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