¿ES
POSIBLE UNA FEDERACIÓN EN ESPAÑA?
1.-
Nuestras Raíces
Se
me antoja a mí que las vacaciones constituyen un buen momento para
la meditación sobre temas que, durante el curso, no nos es permitido
abordar, por las obligaciones que impone nuestros respectivos
trabajos. Así que me he propuesto dedicar un pequeño esfuerzo a
meditar y exponer algunos temas que forman parte del aire que
respiramos y que no nombramos por si alguien se pudiera sentir
ofendidos. Para hablar de Federación, una palabra que yo oí algunas
veces en los primeros mítines del Psoe y que luego desapareció
arrinconada al cajón de “la cuerda en casa del ahorcado”. Y es
que, según yo veo el asunto, el federalismo es un concepto unido a
“buen gobierno”, “austeridad”, “justificación puntual del
gasto”, “exclusión de la política como medio de vida” y
muchos etcéteras que irán saliendo conforme vayamos adentrándonos
en el tema. Cualquier tema es tratable, si se conserva el respeto.
Pero ningún tema puede ser falseado con intenciones espúreas y, uno de estos
temas, el más manipulado desde mi punto de vista, es la Historia
(así con mayúscula) del suelo que nos ha caído en el reparto.
Empiezo
el tema hoy, con unos mapas copiados, naturalmente de Internet, que
provienen todos de los preciosos libros que manejan nuestros hijos y
nietos y que nosotros no gozamos jamás. Nuestros libros eran
aburridos, intensos, con demasiada materia para memorizar y, si
queríamos un esquema, éramos nosotros los que lo confeccionábamos.
Los materiales escolares sólo tienen una “pega” que para
nosotros hubiera sido fatal, dado que los libros los solíamos
heredar de los que acababan el curso siguiente. Había que cuidarlos,
los teníamos en depósito y debían estar lo más limpios posible.
Un libro no se pintaba, no se subrayaba; ni siquiera tu nombre podías
poner. La última actividad, que resultaba divertida y festiva en mi
colegio era la preparación de nuestros libros para la generación
que nos seguía. Sobre todo, el forrado, todos en azul, un papel que
nos iban proporcionando las monjas y sobre el que colocábamos una
etiqueta con el nombre del libro y el curso corrrespondientes. El
primer día de curso, recibías un lote entero que, aunque usado,
para tí era una alegría inmensa. Teníamos nuestras usuarias
preferidas, aquellas que se habían hecho un buen nombre a base de
cuidarlos mejor que otras.
Pero
el capitalismo salvaje todo lo convierte en ganancias para los
fabricantes y ahora los libros son personales e intransferibles y
sobre todo, no reciclables. Un método consiste en tener que hacer
los ejercicios en el propio libro, cuando a nosotras se nos enseñó
a estudiar con una hoja en blanco al lado y un lapicero de mina. Sólo
cuando comprobabas que tus ejercicios estaban bien, los pasabas al
cuaderno de limpio que, como su nombre indica, tenía que estar
“impoluto”. Entonces,
podías utilizar tinta y se consideraba que un cuaderno bien
estructurado, era señal de una mente ordenada.
Bien,
volviendo a la historia, como os decía, he incluído unos mapas,
haciendo bueno el dicho de que “una imagen vale más que mil
palabras”. En ellos y a vista de pájaro saltarín pretendo que os
entretengáis con el baile de fronteras y pueblos que ha habido en la
Península Ibérica desde tiempos inmemoriales.
Da
igual el lugar en el que se haya nacido en la Península Ibérica.
Todos procedemos de los mismos, mezclados, fundidos, asimilados,
esclavizados, sojuzgados por el poder de turno, engañados y
explotados generación tras generación, nuestra sangre ibera
proporciona una capa común de ADN desde los tiempos inmemoriales.
Tan inmemoriales que los historiadores no han sabido esclarecer la
procedencia de los primeros pobladores y tampoco su cultura. Los
antropólogos, que datan las edades por los restos que van dejando
los pueblos , se vuelven hacia “cada vez más lejos” y establecen
su existencia en una época tan temprana como el 7.000 a.C. Sobre
estos iberos, se extenderán los celtas con su espiritualidad pegada
a la Naturaleza, sus Druidas, que saben hablar con los árboles, sus
sacrificios a un Dios al que destronará otro Dios . Y todos ellos
están en nosotros. No hay ningún factor que nos diferencie, una vez
que las razas se junten, a veces por pactos y otras veces por ansias
expansionistas de unos y otros. Al final, en época histórica, ya no
hay diferencias que resaltar y aparecerán en escritos clásicos como
“celtíberos”. Podemos citar muchos nombres que no representan
distintos pueblos, sino más bien y en el albor de los tiempos,
distintas tribus o familias. He aquí sus nombres para que os
apuntéis al que más os guste:
elisices, sordones, ceretanos, airenosinos, andosinos, bergistanos, ausetanos, indigetes, castelanos, lacetanos, layetanos,cossetanos, ilergetas,
iacetanos, suessetanos, sedetanos, ilercavones, edetanos, contestanos, oretanos, bastetanos y turdetanos.
Más
tarde aprenderíamos a escribir y comerciar con los fenicios, de los
que tampoco se sabe mucho. Se dedicaban al comercio e intercambiaban
mercancías en todas las cosas del mediterráneno (incluído el Norte
de Africa). Y queda como un poso de leyenda la existencia de un Reino
al Sur, al que llamaron Tartessos,
de
extensión cambiante según el autor que se consulte. Todos coinciden
en que abarcó tierras de Huelva, Sevilla y Cadiz. Y,
el nombre de un Rey, Argantonio (hombre de plata). Todo lo demás son
teorías. Aprovechando
el estado de desconocimiento sobre los tartessios, a nosotros no nos
resultan desconocidos, ya que hemos tratado con ellos en aquella
novela de setecientas y pico páginas, cuyo título era “el
misterio de Bellicena Wilca” y de la que os transcribí, bajo el
título de “Lucha del bien contra el mal”, muchas de ellas y que
están archivadas en mi comunidad: Heterodoxia y Verdad. En ella nos
presentaban a los tartessios como los supervivientes de la hundida
Atlántida que arriban a las cosas del Sur y cuyos secretos se
encomiendan a la casa de Tharsis.
Lo
cierto es que, dado el enclave de la Península, si pudiéramos ver
la historia en versión acelerada, contemplaríamos un contínuo
trasiego de puebles hacia el norte y el sur, unos persiguiendo y
otros escapando, de los que algunos, cansados de tanto movimiento, se
quedaban el suficiente tiempo como para unirse a fundirse con la
población autóctona, aportando sus genes a los que ya existían y
enriqueciendo de esta manera la sangre peninsular, que nos hace ser,
pasando los siglos, tal como somos: primero cartagineses en viaje de
ataque a Roma, los romanos que persiguen a los cartagineses hasta que
los echan de la zona hacia Cartago y, de paso, se quedan, añadiendo
Hispania a su Imperio. Cuando éste se deshace, vienen las tribus
godas que se asientan con idea de durar. Los visigodos serán
empujados hacia el Norte por los musulmanes,
que establecen sus califatos y sus ciudades tributarias durante 800
años. Serán expulsados, poco a poco, por los señores que quedaban,
atrincherados en las montañas de Covadonga y se empiezan a formar
los reinos que conocemos hoy en día, sobre todo la Corona de Aragón
y la Corona de Castilla, además del Reino de Navarra que, desde
antiguo lleva una política de pactos matrimoniales con reinos
europeos. Es de suponer que, el estrato más bajo de la Sociedad, que
ha visto pasar a todos siempre apegado a la tierra y a los ganados,
ha sobrevivido y formará el mismo estrato hasta nuestros días.
Cambiarán
los tiempos, los gobiernos, la forma de relación con los
gobernantes, cambiará la cultura, vendrá la revolución industrial,
la cibernética. Da lo mismo, el “pueblo” que, hasta que
interese, será “populacho”, siempre estará ahí y sufrirá toda
clase de calamidades:
lo encarcelarán, lo mandarán a la guerra, lo venderán como
esclavo, se liberará por sí mismo en contadas ocasiones, pero nadie
le librará de tener que dar de comer a los señores. No en vano es
el sector primario
Pobladores desde el 7.000 a.C.
Pobladores desde el 7.000 a.C.
España durante el Imperio Romano
Invasión de los visigodos
División y extensión de la España musulmana
Dispersión de los Judíos tras la destrucción de Jerusalén por los Romanos
Organigrama de las Sociedad Feudal
España durante el reinado de los Reyes Católicos.
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