Os digo lo que yo siento, aunque no sé si decirlo. Dicen que las palabras tienen poderes, unos son deseados, otros no tanto. Pero si callo, lloraré por la noche cuando me duerma. Porque yo cuando duermo, revivo el día y, entre mis sueños, se asoman muchas veces sombras muy negras y, en vez de refugiarme, quiero cogerlas, quiero verles la cara, quiero verlas de cerca y saber de qué hablan cuando me miran. Algunas me sonríen, pero no todas. Algunas miran serias como las monjas, cuando querían decir algo y que entendieras. Pero nunca capté lo que fueran a decirme, ni lo intenté.
Yo soy especialista en perder cosas. Pierdo la pluma que acabo de usar. Pierdo el libro que leo, a veces Snoopy ladra tres veces y yo le sigo y él siempre sabe dónde dejo las cosas que voy perdiendo. Los ladridos de Snoopy los interpreto, por tantos años juntos y porque es mi perro. Si me ladra dos veces, es desacuerdo. Si una vez tan sólo, con lengua fuera, esto es que lo que sea, le pide urgencia. Y, lo malo de todo, es que pierdo las cosas dentro de casa, porque las guardo en sitios tan seguro que no recuerdo, de seguros que son, dónde las tengo.
Durante el día, he cruzado Internet de punta a punta, buscando información sobre unos temas, que considero previos a cualquier pelea. Y he leído cosas, que de ser ciertas, aquí no hay esperanza para los hijos, ni para nadie. O lo impedimos o nadie está vivo lo que Dios quiera. Han suplantado a Dios por las ideas de locos, alucinados, ricos y bestias. Porque hay que ser muy bestia para siquiera concebir semejantes aberraciones
Pero lo que más pierdo y en un momento son personas a las que con crudeza les digo las verdades, aunque les duelan, aunque después vuelva a mi soledad, porque no necesito a nadie que no quiera oír algún reproche, ni que jueguen conmigo como se juega con bolas de canicas o aquellos alfileres de color bello que jugábamos cuando teníamos edad para ello.
Hace unos días que no recibo escritos de aquel amigo, al que, sin conocerle, le cogí apego. Aquellos textos tristes que nos hablaban de un amor que se ha ido y anda buscando. A todas nos gustaban. Yo le he buscado, he intentado hablarle de mil maneras, pero ni lo he encontrado ni siquiera de los mensajes recibo alertas.
Y ayer perdí al segundo. Batí mi propio record. Y, siempre por lo mismo, porque confunden el amor con la sumisión. Y, yo de amor tengo un gran lago, cuyo manantial está en las montañas. Pero no me someto a nadie si no se lo gana. Prefiero retorcer de nuevo mi corazón gastado y guardar ese tiempo en el baúl de mis secretos. Porque, si alguien te cuenta algo en tiempo de bonanza, que nunca diga tu boca, lo que te confía un alma que sufre. Tengo un baúl repleto de secretos ajenos, pero como lo guardo en un sitio para que no se me olvide, nunca sé ni sabré dónde reside. Sólo sé que todo, todo lo que alguien me ha contado, en mi interior se encuentra. Eso se llama lealtad a un tiempo que, quizá haya pasado, pero que mientras existió era verdead.
Y he leído, leído, leído, cosas tristes, futuro negro y ahora mismo solo quiero dormir a ver si otra vez mi madre quiere venir.
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