domingo, 6 de agosto de 2017

TODAVÍA TENGO GANAS DE HABLAR, FÍJATE OYE

ACERCA DE LA AMISTAD.

Tengo para mí que esto de la amistad es algo complicado. Hay quién lo ve fácil. Son los que presumen de no tener problemas para entablar amistades y de tenerlas en gran número. Pero, por experiencia y observación, he podido advertir que esta facilidad para tener amigos es propia de personas que en realidad no son amigas de nadie y, en los momentos de necesidad, es milagro si aparecen uno o dos de tantos como tenían. Confunden la amistad con los conocimientos (como en los chistes de Forges). Y, además no saben nada de sus presuntos amigos; no les preguntes, porque ellos tienen tantos amigos por no meterse en la vida de nadie; esa es su "filosofía de vida" (expresión propia de mi hijo cuando quiere establecer una diferencia entre mi forma de ver el mundo y la suya, que no siempre son calcadas, G. a D.); como no se meten en la vida de nadie, que es una forma de decir, que a ellos les resbalan los problemas de los demás, que traducido a lenguaje vulgar viene a decir: "allá cada uno con sus problemas, que yo tengo bastante con los míos", son aparentemente alegres, siempre hablan alto y saludan desde lejos a todo el que viene en dirección contraria; como todos les conocen, todos les saludan; a veces, por cumplir con todos, quedan mal con el mundo entero: se citan con varios a la misma hora en distintos sitios. Y, aunque nos caen simpáticos, nunca acudiríamos a ellos en un momento de apuro; no porque no nos quieran ayudar, es que se olvidarán en cuanto se pongan a hablar con alguien; te presentan mil veces excusas porque mil veces te han fallado. Pero tú no se lo tienes en cuenta porque "ya sabes cómo es.......". Conozco personas así. Bastantes. Nunca me niego a echarles unas mano, cuando veo que lo necesitan, porque, a la hora de la verdad, no tienen amigos, son criaturas en continuo movimiento físico porque, en realidad, pararse les da miedo. Más que miedo, es terror a tener que pensar algo que ahonde un poquito. Sobre todo, suelen tener problemas en casa o de pareja, o de hijos, parientes, padres. Por eso siempre corren hacia ninguna parte, a ver si entretanto los problemas se solucionan solos; y, si se te ocurre darles un consejo, siempre te dicen que sí y echan a correr. Pero son listos, los jodidos. Cuando necesitan algo de alguien, algo verdaderamente importante, saben a quién acudir. Yo no les considero amigos, algunos son verdaderos escollos que el destino te manda no sé con qué propósito; son, hablando en plata, verdaderos granos en el culo.

Otro grupo bastante concurrido es el de los que dicen no necesitar amigos y según lo dicen hacen un gesto con el hombro como si se quitaran la caspa. Se les ve, normalmente, solos, en la esquina más alejada y apenumbrada de la barra. Desde allí pasan revista, con gesto de fastidio, a los que van entrando. Y sólo hablan en alto con el camarero, como dando a entender que son de la casa y tienen más derecho que tú a estar allí; no saben cómo hacer amigos y su actitud arrogante oculta esta ignorancia. Sabes de ellos y de sus circunstancias precisamente cuando ya no necesitan nada, cuando se mueren. Normalmente el camarero te cuenta una historia tan triste de ellos que te amarga un ratito el día. La verdad es que no les dedicas demasiado tiempo. Viven solos y mueren solos, porque a veces la muerte es concordante con la vida.

Hay amistades que se forjan en circunstancias especiales y duran toda la vida. Por ejemplo, los hombres guardan siempre muy buenos recuerdos de sus tiempos de "mili" y el vínculo que a veces les une es más fuerte que, incluso, el familiar. Me estoy acordando de ahora mismo, de mi hermano, cuya amistad con Manolo nació en pleno Servicio Militar, allá en Melilla y nunca se rompió. Se ayudaron en todo momento y el día que Manolo murió, mi hermano empezó a decaer, como si, habiéndose ido el compañero, él estuviera viviendo de prestado.

De este mismo estilo son las amistades que se forjan en los internados. No sé si en los masculinos, pero en los femeninos, en aquellos internados en los que acabábamos por circunstancias ajenas a nuestras voluntades, se llegaba a considerar a tus compañeras como tu única familia, a la que veías sólo unas horas en días determinados y había más de alguna que no veían a sus parientes más que cuando llegaban las vacaciones. Muchas de las que viven juntas esta experiencia, a pesar de estar dispersas por el amplio mundo, siguen sintiendo unas por otras un cariño especial, como especiales fueron las circunstancias que las unieron. Siempre pueden contar unas con otras, y se llaman y se escriben y se cuentan chistes por Internet.

Yo creo, y esta idea no es científica, que a la hora de entablar una relación de amistad, sigues siempre un patrón determinado; determinado por la forma cómo aprendiste en aquella lejana edad de la adolescencia. Y, cada vínculo posterior, aunque cambien las personas, se establece con este mismo patrón. Esto se afirma también de las personas que realizan varios matrimonios; según los entendidos, aunque cambien cien veces hay una tendencia a elegir al otro con las mismas características que los anteriores. Sería una de las razones de los sucesivos divorcios por los que se pasa: en realidad te casas siempre con el mismo y, si la cosa falla y el modo se mantiene, tropezarás mil veces en mil piedras, porque no te das cuenta de que es la misma.





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