domingo, 30 de julio de 2017

EL INVESTIGADOR CIENTÍFICO Y EL BUSCADOR RELIGIOSO (SABIDURÍA ORIENTAL) OSHO



Con esta entrada, doy por finalizado mi viaje por el pensamiento de este sabio, pues así se le puede calificar. Me ha gustado el tono cercano que utiliza. La frescura que desprende su concepción del ser humano y muchas de las cosas que he transcrito. Hay algunas con las que no estoy de acuerdo, pero, como estoy cansada de discusiones eruditas que no me enriquecen y me levantan dolor de cabeza, me las guardo para mí. Con la misma intención las he puesto a vuestra disposición. Ya sabéis que comparto conforme leo, y escribo por compartir.
Me volveré con los Frisones, que todavía nos queda el segundo libro.

EL INVESTIGADOR CIENTÍFICO Y EL BUSCADOR RELIGIOSO


Hacer girar la llave

Le preguntaron a un gran maestro: «¿Qué es el Buda?»
«La mente es el Buda», contestó. Cuando el mismo discípulo volvió a hacerle la misma pregunta muchos años después, dijo: «No Buda, no mente.»
«Entonces, ¿por qué dijiste anteriormente "La mente es el Buda"?»
«¡Para que el bebé deje de llorar! Una vez que el bebé ha dejado de llorar, digo: no mente, no Buda.»

La filosofía es solo un juguete, un juguete para que el bebé deje de llorar. Y también la teología. En realidad, la religión se constituye de experiencia, de experimentación; no tiene nada que ver con la especulación. En su esencia natural es la ciencia de lo interno; es tan científica como cualquier otra ciencia. La diferencia entre la religión y la ciencia no es su metodología, sino solo su objeto.
La ciencia observa el mundo objetivo en el que fluye nuestra energía, en el que fluye nuestra luz. La religión investiga lo subjetivo, donde nuestra luz no está fluyendo pero se puede hacer que fluya. Por eso la ciencia es más fácil que la religión. No pienses ni un solo momento que la religión es más simple que la ciencia. Es una ciencia más elevada; ¿cómo va a ser más simple que la ciencia? Es una ciencia superior.
Primero la luz tiene que fluir hacia dentro; entonces cae en tu ser, entonces se revela tu ser y puedes entrar en tu ser. Y entrar en el propio ser es entrar en el reino de Dios. Ahí, tú no existes y existe Dios: tú sólo existes en la sombra. Cuando la luz fluye hacia fuera, existes sólo en la sombra. Existes porque permaneces inconsciente de tu verdadero ser. Tu verdadero ser es el ser supremo. Tu verdadero ser es un Ser con S mayúscula. No tiene nada que ver contigo; es el ser de todo. Pero para eso tiene que tener lugar una gran transformación.
La naturaleza te ha preparado para el flujo hacia fuera. La función de la naturaleza ha terminado. Con el hombre, la naturaleza ha alcanzado su clímax; ahora nada más va suceder de manera natural a menos que el hombre tome la decisión de ir más lejos que la naturaleza. La naturaleza te ha llevado al punto desde el que eres capaz de valerte por ti mismo. El hombre ya no es un niño, el hombre se ha hecho adulto. Ahora la naturaleza ya no será tu madre; no es necesario.
La evolución natural se ha detenido con el hombre. Esto es un hecho. Incluso los científicos están tomando cada vez más conciencia de ello: durante miles de años nada le ha sucedido al hombre, el hombre ha permanecido igual; como si el trabajo de la naturaleza estuviera hecho. Ahora el hombre tiene que hacerse cargo del futuro desarrollo. Eso es la religión.
Religión significa que el hombre empieza a valerse por sí mismo, se vuelve el responsable de su propio ser, empieza a buscar y a indagar y a inquirir la realidad: ¿quién soy? Y esto no debería ser solo por curiosidad.
La filosofía es por curiosidad. La religión es una búsqueda muy sincera, muy auténtica; es una investigación. Y hay una gran diferencia entre curiosidad e investigación. La curiosidad es infantil, tan solo un niño con picor en la cabeza; quisieras rascarte y luego te sientes satisfecho. La filosofía es ese rascarse; la religión es una cuestión de vida y muerte. En la filosofía nunca te implicas, permaneces distanciado. Juegas con los juguetes, pero no es una cuestión de vida y muerte. Acumulas conocimientos, pero nunca los practicas.
He oído que...

Había una vez un eminente erudito confuciano. Era un caballero de casi ochenta años y se decía que no tenía igual en conocimiento y entendimiento.
Entonces corrió el rumor de que muy lejos de allí había surgido una nueva doctrina que era aún más profunda que su conocimiento. Al anciano caballero esto le pareció intolerable y decidió que había que zanjar la cuestión de una manera u otra.
A pesar de su edad, emprendió un largo viaje. Tras meses de penalidades en el camino, llegó a su destino, se presentó y refirió el propósito de su visita.
Su anfitrión, que era un maestro de la nueva escuela Zen, se limitó a citar: «Evitar hacer el mal, hacer todo el bien posible: ésta es la enseñanza de los budas.»
Al oír esto, el caballero confuciano se puso furioso: «He venido hasta aquí a pesar de los peligros y los riesgos de un viaje tan largo y accidentado, y pese a mi avanzada edad, ¡y tú simplemente citas una pequeña rima que cualquier niño de tres años sabe de memoria! ¿Te estás burlando de mí?»
Pero el maestro Zen contestó: «No me estoy burlando de usted, señor. Por favor, considere que aunque es verdad que cualquier niño de tres años conoce este verso, incluso un hombre de ochenta años pasa por alto vivir de acuerdo a ello.»

La religión no es una cuestión de saber, sino de vivir de acuerdo a ella. La religión es la vida, y a menos que la vivas, no sabrás nada acerca de lo que es. Y para vivir la religión hay que dejar de filosofar y hay que empezar a experimentar. Hay que convertirse en un laboratorio. El laboratorio del científico está fuera; el laboratorio de la persona religiosa es su propio ser: su propio cuerpo, su propia alma, su propia mente. El científico tiene que concentrarse en el objeto sobre el que está experimentando: su trabajo tiene que hacerlo con los ojos abiertos. El trabajo de la religión hay que hacerlo con los ojos cerrados: hay que concentrarse en uno mismo.
Y la complejidad es grande, porque en el mundo de la religión el experimentador y lo experimentado son el mismo; de ahí la complejidad, de ahí la rareza, de ahí la incomprensibilidad, de ahí la falta de lógica. El conocedor y lo conocido son el mismo en el mundo de la religión. En el mundo de la ciencia el conocedor está separado, lo conocido está separado; las cosas están bien definidas, demarcadas. Pero en la religión todo se funde, todo se transforma en todo lo demás; ¡ni siquiera el conocedor puede permanecer separado! La religión no te da conocimiento separado del conocedor. Te da experiencia, no separada del conocedor, sino como la esencia misma del conocedor.
Para ser un buscador religioso hay que dejar de filosofar; hay que desechar todos los conocimientos a priori, porque todo conocimiento a priori es un obstáculo. Detiene tu investigación, tu investigación se vuelve deshonesta: se envenena desde el mismo comienzo. ¿Cómo vas a investigar si ya has concluido? Ser cristiano y ser religioso es imposible, o ser hindú y ser religioso es imposible. ¿Cómo vas a ser religioso si eres hindú? Ser hindú significa que ya has concluido, ya has decidido qué es la verdad. ¿Qué sentido tiene ahora la investigación? ¿Qué vas a investigar? Lo único que estarás haciendo será encontrar apoyos, argumentos a favor de lo que ya has concluido. Y puede que tu conclusión sea errónea; nadie lo sabe, porque tu conclusión no es tuya, te la ha dado la sociedad.
A la sociedad le interesa mucho darte conclusiones. A la sociedad no le interesa darte consciencia para que puedas concluir por ti mismo. Antes de que te vuelvas consciente, antes de que comience ninguna investigación, la sociedad te atiborra de todo tipo de conclusiones, para detener la investigación, porque el que investiga es peligroso para la sociedad. El que no investiga es conveniente, el que no investiga es obediente. Simplemente recoge las órdenes, los mandatos, y los sigue. Es conformista, es convencional. Una vez que has atiborrado la mente de alguien con una creencia, le has drogado; la creencia es una droga. Empieza a creer, sigue creyendo... Poco a poco empieza a pensar que su creencia es su experiencia.
La creencia es un sistema de hipnosis. Sigues sugestionando al niño: «Eres hindú, eres hindú»; le llevas al templo, le guías en ceremonias religiosas, supuestamente religiosas, y poco a poco queda condicionado con la idea de que es hindú, y de que todo lo que es hindú es bueno y todo lo que no es hindú es malo.
Y se hace lo mismo en todo tipo de sociedad: has drogado al niño; su fuente misma de consciencia ha sido envenenada. Y si crees algo, empieza a parecer que es verdad. Si empiezas a creer algo, encontrarás todo tipo de apoyos para ello, todo tipo de argumentos para sustentarlo: tu ego se involucra. No es solo una cuestión de verdad, en el fondo es una cuestión de: «¿Quién tiene razón, yo o tú? ¿Cómo voy a estar equivocado yo? Tengo que tener razón». Y optas por todo lo que te respalda. Y la vida es tan compleja que puedes encontrar todo tipo de cosas en la vida..., elijas lo que elijas, decidas lo que decidas. Si eres pesimista, encontrarás todo tipo de argumentos en la vida que sustenten el pesimismo. Si eres optimista, hay todo tipo de argumentos disponibles para ti.
La vida es dual, la vida es paradójica, la vida es multidimensional. Por eso existen tantos tipos de filosofías, «ismos», teologías, en el mundo. Y cada teología vive confinada por sus propias conclusiones y se siente perfectamente bien.
Solo en esta era les está resultando un poco difícil a los creyentes, y esto es una gran bendición, porque han tomado conciencia también de otros creyentes. Ahora el hindú no está tan complacido de sí mismo, no puede estarlo: sabe que hay cristianos. Y el cristiano no puede seguir creyendo que tiene la única patente de la verdad, porque sabe que existen los mahometanos y los taoístas y los budistas y ¿quién sabe?
Esta era está muy confusa; nunca ha sido así antes. Pero recuerda: esta confusión es una gran bendición; algo está en camino, algo tremendamente importante va a suceder. Este caos en la mente es el principio de un nuevo amanecer. En el futuro las personas no serán mahometanas ni hindúes ni budistas. Serán investigadoras. La creencia está desapareciendo y la oscuridad de la creencia está desapareciendo. En el futuro nadie va a creer. La gente investigará, y cuando encuentre, confiará. La creencia es prestada; la confianza es la propia experiencia.
Lo que enseño aquí es ese tipo de religión que va a suceder más y más en el futuro. Os estoy trayendo el futuro en el presente: os estoy haciendo investigadores puros, sin ningún sistema de creencias, listos para entrar en la investigación pero sin ninguna conclusión, abiertos a lo que pueda ser la verdad, dispuestos a aceptarla..., pero solo abiertos a aceptar la verdad.
El hombre que cree es un hombre cerrado: sus ventanas y puertas están cerradas, vive en una especie de prisión. Tiene que vivir en una especie de prisión; si abre las ventanas y las puertas y entra el sol y entra el viento y entra la lluvia, es posible que sus sistemas de creencias se perturben. Si la verdad entra por todos los lados, le resultará imposible proteger su creencia. Tiene que esconderse de la verdad; tiene que vivir en un mundo acotado, sin ventanas, para que nada le perturbe, para que pueda seguir creyendo, sin perturbaciones. Esto es bueno para la sociedad, pero muy arduo para la salud del individuo.
La sociedad te ha estado dando juguetes para que juegues con ellos; igual que tú les das juguetes a los niños para que cuando se involucren en el juego no te molesten. Los padres están a gusto: el padre puede leer el periódico, la madre puede trabajar en la cocina..., el niño está ocupado con los juguetes.
En India, en los pueblos, ésta ha sido la práctica habitual: las mujeres pobres que tienen que trabajar en los campos tienen que llevar con ellas a sus hijos pequeños. Si los hijos son lo suficientemente mayores pueden jugar solos, pero si son muy pequeños y no pueden jugar solos son una constante distracción para la madre. Llorarán, tienen hambre o se han orinado o tienen frío, y la madre tiene que venir y ocuparse de ellos continuamente, y esto la distrae del trabajo y el jefe no lo permitirá. De modo que la práctica corriente es darle un poco de opio al niño. Entonces el niño está profundamente dormido en el sopor gozoso que le ha dado el opio, soñando bellos sueños, y la madre puede seguir trabajando sin distracciones. Esto es bueno para el trabajo, esto es bueno para la madre, esto es bueno para el propietario; pero es muy arriesgado y peligroso para la salud del niño. Para su futuro esto es también venenoso. Pero esto es lo que ha estado sucediendo.
La sociedad te da creencias para que no necesites experimentar, para que no te distraigas con la investigación, porque la investigación tomará tanta energía de ti que no podrás ser un buen empleado o un buen jefe de estación o un buen cobrador o un buen policía. Tu investigación te distraerá; estarás más interesado en lo interno y tu interés en lo externo empezará a desaparecer.
La sociedad quiere que vivas una vida extrovertida; la sociedad quiere que seas eficiente en el mundo, que seas más productivo en el mundo; que la producción sea buena o mala no importa. Si trabajas en una fábrica en la que se crean bombas, tienes que ser eficiente y productivo. Si trabajas en el ejército tienes que ser eficiente y siempre obediente. Estés donde estés, que el trabajo sea bueno o malo no importa; tienes que obedecer lo que haya decidido la sociedad, tienes que estar bajo control.
Si empiezas a investigar, entonces hay peligro: te volverás cada vez más introvertido, tus prioridades cambiarán, tus valores serán diferentes. Puede que no te preocupes mucho por el dinero, puede que no te preocupes mucho por el poder, puede que no sigas siendo ambicioso, puede que ya no seas posesivo, puede que tu interés por la propiedad desaparezca. Empezarás a buscar riquezas internas, el reino de Dios interno. Pero entonces serás cada vez menos eficiente para la sociedad, y la sociedad no puede permitirse eso; aunque será un mundo mejor, en el que hay más personas introvertidas y que van a su aire, en vez de ser traídas y llevadas por otros para que hagan sus cosas. Será un mundo mejor, en el que las personas son más meditativas. Entonces los políticos no podrán armar tantos líos como han estado armando en el pasado. Las guerras desaparecerán automáticamente si las personas son más introvertidas. Entonces ¿quién querrá luchar y quién querrá matar y asesinar?
Y la violencia se pinta de tal modo que parece bella. Asesinato en nombre de la «nación», asesinato en nombre del islam, asesinato en nombre del cristianismo..., y entonces el asesinato se vuelve bello. El asesinato es el asesinato; no importa que asesines por el cristianismo o por la iglesia o por el país o por la nación. Ésas son simplemente excusas para asesinar, excusas para ser destructivo, excusas para estar loco.
Cada diez años estalla una gran guerra en el mundo, porque en cada periodo de diez años la gente acumula tanto pus en su ser que tiene que salir a borbotones. Acumulan tanto veneno en su ser que ya no pueden contenerlo. Explota una locura, una locura global.
Si las personas fueran más introvertidas, las guerras desaparecerían, la política desaparecería. Si las personas fueran más introvertidas, por supuesto, no serían tan eficientes; pero no es necesario: serían más felices. Puede que no estén tan ocupadas continuamente, ocupadas locamente con cosas, pero serán más felices, más alegres, celebrarán más. Crearán suficiente de lo que es necesario, no se preocuparán por lo innecesario.
Pero estamos demasiado preocupados por lo innecesario, lo que no es necesario en absoluto. Nos podemos permitir no tenerlo. Pero no podemos, porque nos han adiestrado de tal manera que tenemos que seguir corriendo y apresurándonos. No conocemos otra forma de ser.
La sociedad te droga con creencias y mata tu investigación desde el mismo comienzo. Religión significa revivir tu investigación; religión significa llevarte de vuelta a tu fuente original.
Y recuerda: no es curiosidad; es una búsqueda muy sincera. Vivir sin conocerse a uno mismo es casi sinónimo de estar muerto. ¿Cómo vas a vivir realmente sin saber quién eres? ¿Qué significará la vida si no te conoces a ti mismo? ¿Qué harás contigo mismo si no sabes quién eres? ¿Cómo decidirás cuál va a ser tu destino? Sí, habrá mucho ruido, pero no habrá música. Habrá mucho cálculo, pero no habrá celebración. Y habrá muchas idas y venidas de aquí para allá, pero no habrá ninguna llegada. Entre el nacimiento y la muerte vivirás en una especie de tensión constante, pero no conocerás la belleza, la bendición de la vida y la existencia, porque ni siquiera pudiste conocer la belleza y la bendición de tu ser interno, que es lo más cercano que se puede conocer, lo primero que hay que conocer.
El primer paso hacia la vida es el del autoconocimiento. No puede ser solo curiosidad. Hay demasiadas personas que preguntan por curiosidad, pero la curiosidad nunca puede transformar tu vida; de nuevo, es solo una comezón que puede satisfacerse muy fácilmente.

Había una vez un posadero que, aunque parezca extraño, era incapaz de ganarse la vida. Nada de lo que intentaba surtía efecto. Intentó imponer en su casa una gestión totalmente nueva, pero eso también fue en vano. Desesperado, consultó a una mujer sabia.
«Es muy sencillo», le dijo ella mientras se embolsaba la tarifa. «Debe cambiar el nombre de su posada.»
«Pero ha sido El León Dorado durante siglos», replicó él.
«Debe cambiar el nombre», dijo ella. «Debe llamarla Las Ocho Campanas y el letrero debe tener una hilera de siete campanas.»
«¿Siete?», dijo él. «¡Pero eso es absurdo! ¿De qué servirá eso?»
«Vaya a casa y lo verá», le dijo la mujer sabia.
De manera que se fue a casa e hizo lo que le había dicho. E inmediatamente todo viajero que pasaba por allí se paraba a contar las campanas y luego se apresuraba a entrar en la posada a hacer ver el error, cada uno de ellos, según parece, creyendo que era el único que se había dado cuenta de ello, y todos deseando descansar después de su esfuerzo.
Y el posadero engordó e hizo fortuna.

Así es la gente. La posada se llama Las Ocho Campanas y el símbolo tiene solo siete campanas: suficiente para despertar la curiosidad de la gente, suficiente para mantenerla ocupada. Pero este tipo de curiosidad no te va a llevar a ninguna parte.
La gente pregunta acerca de Dios, la gente pregunta acerca de la verdad; pero se puede ver en sus ojos, en la manera en que preguntan, que no hablan en serio. Igual que la gente habla del tiempo, la gente habla también de Dios; es conversación educada. Nadie parece estar implicado, nadie parece estar buscando apasionadamente. Y a menos que tu búsqueda contenga una gran pasión, un tremendo compromiso, una absoluta implicación, no serás capaz de conocer los secretos de tu ser, porque habrá que trabajar mucho. La persona curiosa no puede trabajar tanto. La curiosidad no es suficiente para llevarte lejos; su energía es muy pequeña, muy diminuta. Solo una pasión sincera por saber puede llevarte a través de todas las dificultades que serán necesarias. Es una tarea escarpada.
De modo que lo primero para comprender El secreto de la Flor Dorada es: no ser filosófico, no estar drogado por la sociedad, no creer y tampoco descreer. Recuerda: cuando digo «No creas», no estoy diciendo que deberías descreer; descreer es otra forma de creer, una forma negativa. Cuando digo «No creas», estoy diciendo que hay que desechar tanto la creencia como el descreimiento. Tienes que estar simplemente abierto, sin ninguna conclusión. Sencillamente tienes que ser consciente de tu ignorancia, sin ningún conocimiento que oculte tu ignorancia. Tienes que ser inocente, inocentemente ignorante. Tienes que decir: «No sé.»
Todos los enfoques correctos empiezan con esto: «No sé.» Si ya «sabes» cualquier cosa sin saber, si eres un erudito, entonces esa creencia misma será un obstáculo; esa creencia misma creará experiencias que no son verdaderas. Y cuando estás drogado por una creencia y la creencia es como el LSD o la marihuana o el hachís, cuando estás drogado por una creencia, ésta crea su propio mundo proyectado, da libre juego a tu imaginación. Y cuando tu imaginación empieza a entretenerse contigo, ya no formas parte de la realidad: has creado un mundo privado y separado; eres un idiota.
Ése es el significado de la palabra «idiota»: alguien que vive en un mundo privado, que tiene su propia realidad, que ha roto completamente con lo real; alguien cuya imaginación se ha vuelto tan real para él que la realidad simplemente ha desaparecido de su visión. Y eso es lo que sucede cuando tomas LSD o marihuana u otros tipos de drogas: se crea un pequeño mundo de fantasía en ti, lleno de color; al menos parece muy colorido cuando estás perdido en la droga. Y cuando estás en la droga, todo lo que experimentas parece ser la verdad suprema.
Cada día viene a mí alguien que me dice: «Gracias a las drogas tomé conciencia de lo hermoso que es el mundo.» De lo que tomaste conciencia es solo de tu mundo de ensueño; las drogas simplemente te quitan tu facultad crítica. Las drogas solo drogan tu razón, y entonces tu mundo de ensueño abre todas sus puertas y fluye en todas las direcciones. Y cuando no está funcionando la facultad crítica, cuando no está funcionando la razón y la imaginación se apropia de la escena y tiene absoluto poder autónomo, parece que es la verdad suprema. No lo es. No tiene nada que ver con la verdad.
La verdad solo está disponible para los que están completamente no drogados; no solo químicamente, sino también religiosamente. Los que están completamente no drogados, solo ellos, tienen la capacidad de conocer la verdad.
He oído que...

Bajo la influencia del óxido nitroso, el gran psicólogo William James llegó a la «verdad» suprema. Él fue uno de los primeros que experimentaron, y en aquellos días la gente no tomaba drogas.
Bajo la influencia del óxido nitroso, sintió que había dado con la verdad suprema. Era un gran psicólogo y también un gran filósofo, pero hizo algo que muy pocas personas hacen: lo escribió inmediatamente en su cuaderno de notas. Todavía tenía el suficiente sentido para saber que algo de inmenso valor había surgido en su consciencia y que tenía que escribirlo inmediatamente. ¿Quién sabe? Puede que lo olvidase cuando saliera de la experiencia de la droga. De manera que lo escribió y esperó el momento en que desaparecieran la droga y su impacto para poder leer la verdad suprema que había encontrado. Pensaba que se había convertido en un Buda o un Cristo, que había visto a Dios o que había visto algo que vieron los visionarios de los Upanishads, o Lao Tse, o Zaratustra, o Mahoma... Algo de esa importancia.
Pero se quedó sorprendido y desconcertado cuando volvió a sus cabales y miró su cuaderno. Lo que había escrito era esto:

«Hogamus, Higamus,
El hombre es polígamo.
Higamus, Hogamus,
La mujer es monógama.»

Ésta era la verdad suprema que había encontrado.
Cualquier cosa absurda puede parecer suprema cuando no estás en tus cabales, cuando la razón no está funcionando, cuando la facultad crítica se ha dormido completamente... Cualquier estupidez. Pero en ese momento no es estúpida; en ese momento parece la verdad suprema.
Aldous Huxley dice que cuando tomó LSD por primera vez estaba sentado en una habitación muy corriente y justo enfrente de él había una silla muy corriente. Cuando el LSD empezó a surtir efecto en su sistema, en su química, la silla empezó a parecer tan hermosa que no podía dar crédito a sus ojos: nunca había visto algo tan bello en su vida. Era luminosa; la luz irradiaba de la silla en todas las direcciones..., multicolor, psicodélica. La silla es la misma silla; solo tu imaginación está creando todo el juego. Es solo que el LSD te ha vuelto loco. Ha eliminado cualquier posibilidad de ser crítico.
Por eso digo que la creencia está en contra de la duda, pero la confianza no está en contra de la duda. La confianza crece con la duda, la creencia crece reprimiendo la duda. Ésa es la razón por la que la creencia es una especie de droga. Eso es exactamente lo que hace la droga: reprime tu facultad de dudar, que solo te mantiene alerta para que no te vuelvas un idiota, para que no seas una víctima de tu propia imaginación. Y eso es lo que las religiones han estado haciendo a lo largo de los tiempos. Dicen: «No dudes. Si dudas irás al infierno. ¡Cree! Si llega la duda, reprímela, apártala. Simplemente sigue creyendo. Y creer», dicen, «es ver. Si crees, verás».
La verdad es un fenómeno totalmente diferente. Surge de una consciencia no drogada, una consciencia abierta, que ni cree ni descree, sin ninguna conclusión sujeta a ella, simplemente libre, inocente.
La duda sigue siendo útil. Hasta que llegas a la verdad, la duda ayuda. La duda es amiga de la confianza. El proceso mismo de la duda te ayuda a no volverte víctima de tu imaginación; de lo contrario, la imaginación ha estado haciendo estragos.
Por ejemplo, si has nacido hindú y has estado leyendo acerca de la kundalini, entonces tu imaginación puede crear toda la experiencia: cualquier día, desde la base de la columna, la serpiente empezará a desenrollarse y con un gran sonido callado ascenderá hasta el séptimo chakra. Y si alguna vez has creído en ello, la experiencia te parecerá tan real que no puedes dudar sobre ella. Pero Jesús nunca oyó hablar de la kundalini, Mahoma nunca supo nada acerca de ella..., ni siquiera Buda, que había nacido hindú. Pero como era un hombre que investigaba sinceramente y había desechado todas las creencias, nunca se topó con la kundalini. Mahavira nunca supo nada sobre ella, Zaratustra no habló de ella. De modo que ¿qué ha sucedido? ¿Se la perdieron? Es una creencia; si crees en siete chakras, esos siete chakras se convertirán en hechos en tu vida. Si crees en cualquier cosa, empezarás a verla.
Gopi Krishna, que se ha convertido en un proponente de la energía kundalini en la era moderna, dice que estuvo esforzándose durante trece años, sentándose y esperando a que ascendiera la kundalini. Trece años es mucho tiempo. Si puedes creer en la kundalini durante trece años y puedes esperar y puedes seguir observando profundamente la base de tu columna, no es un milagro que suceda.
Entonces un día sucedió: la serpiente se desenrolló, ascendió rápidamente con mucha energía, penetró en el cerebro con un sonido, el sonido rugiente de una cascada..., y desde entonces Gopi Krishna piensa que ha salido a la luz su genialidad. Piensa que si asciende tu kundalini te convertirás en un genio. Pero no veo qué ha hecho su genialidad. Sí, escribe algunos poemas estúpidos, muy corrientes, de muy mala calidad. Si eso es la genialidad, será mejor que la gente mantenga su kundalini bien abajo, reprimida. Si todo el mundo se vuelve un poeta de cuarta categoría, eso no será una buena situación. ¿Qué tipo de genialidad sale a la luz?

Así no se va a ninguna parte; eso son solo imaginaciones. Y si crees en cierta cosa, empezarás a verla; ése es el peligro. Ni empieces con la creencia. Ésa es la visión del Tao: investiga, experimenta y espera a que la conclusión llegue por sí misma.

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