VIII.
CONDICIONES DEL CAMBIO HUMANO Y CARACTERÍSTICAS DEL
HOMBRE
NUEVO
Si
es correcta la premisa de que sólo un cambio fundamental del
carácter humano de un predominio del modo de tener a un predominio
del modo de ser puede salvarnos de una catástrofe psicológica y
económica, se plantea la siguiente pregunta: ¿Es posible un cambio
del carácter en gran escala? Si es así, ¿de qué modo puede
lograrse?
Yo
sostengo que el carácter humano puede cambiar si existen estas
condiciones:
1.
Sufrimos y nos damos cuenta de ello.
2.
Reconocemos el origen de nuestro malestar.
3.
Reconocemos que existe una manera de aliviar nuestro malestar.
4.
Reconocemos que para aliviar nuestro malestar debemos seguir ciertas
normas de vida y cambiar nuestra presente conducta.
Estos
cuatro puntos corresponden a las Cuatro Nobles Verdades, que son la
base de las enseñanzas del Buda y que se relacionan con la condición
general de la existencia humana, pero no con los casos de malestar
humano producidos por circunstancias sociales o individuales
específicas.
El
mismo principio del cambio que caracteriza los métodos del Buda
también fundamenta el concepto marxista de salvación. Para
comprender esto es necesario advertir que para Marx, como él mismo
dijo, el comunismo no era la meta final, sino un paso en el
desarrollo histórico que había de liberar a los seres humanos de
las condiciones socioeconómicas y políticas que los deshumanizan y
los vuelven prisioneros de las cosas, de las máquinas y de su
codicia.
El
primer paso de Marx fue mostrar al proletariado de su época (la
clase más alienada y miserable) que sufría. Trató de destruir las
ilusiones que tendían a ocultarle la conciencia de su miseria. Si el
segundo paso fue mostrar las causas de este sufrimiento, que
considera que estaban en la naturaleza del capitalismo y en la
codicia, en la avaricia y la dependencia que impone el sistema
capitalista.
Este
análisis de las causas del sufrimiento de los obreros (pero no sólo
suya) aportó el principal impulso a la obra de Marx: analizar la
economía capitalista.
Su
tercer paso fue demostrar que el sufrimiento de los obreros podía
eliminarse si se suprimían las condiciones del sufrimiento. En el
cuarto paso, mostró la nueva práctica de la vida, el nuevo sistema
social, libre del sufrimiento que ocasionaba necesariamente el
antiguo sistema.
El
método curativo de Freud era esencialmente similar. Los pacientes
consultaban a Freud porque sufrían, y porque tenían conciencia de
ello; pero generalmente no sabían de qué sufrían. Por lo general
la primera tarea del
psicoanalista
es ayudar a los pacientes a renunciar a sus ilusiones acerca de sus
sufrimientos, y enseñarles en qué consiste realmente su malestar.
El diagnóstico de la naturaleza del malestar, individual o social,
es materia de interpretación, y pueden diferir las opiniones de los
intérpretes. La idea que tienen los pacientes de las causas de su
sufrimiento usualmente es el dato menos fidedigno para el
diagnóstico. La esencia del proceso psicoanalítico consiste en
ayudar a los pacientes a que adviertan las causas de su malestar.
Como
consecuencia de estos conocimientos, los pacientes pueden pasar a la
siguiente etapa: saber que su malestar puede curarse, siempre que se
eliminen sus causas. Según Freud, esto significaba aliviar la
represión de ciertos sucesos de la infancia. Sin embargo, el
psicoanálisis tradicional parece no estar esencialmente de acuerdo
con la necesidad del cuarto paso. Muchos psicoanalistas parecen creer
que el conocimiento de lo reprimido tiene un efecto terapéutico.
Desde luego, a menudo sucede así, en especial cuando el paciente
muestra síntomas circunscritos, como síntomas obsesivos o
histéricos; pero yo no creo que puedan lograrse efectos durables con
las personas que sufren un malestar general y que necesitan un cambio
de carácter, a menos que modifiquen su conducta de acuerdo con el
cambio de carácter que desean lograr.
Por
ejemplo, un individuo puede analizar hasta el día del juicio su
dependencia de los otros, pero con los conocimientos obtenidos no
logrará nada si se encuentra en la misma situación práctica en que
vivió antes de obtener estos conocimientos. Mostraré un ejemplo
sencillo: una mujer cuyo sufrimiento es producido por una dependencia
de su padre, aunque tenga conocimientos de las
causas
profundas de su dependencia, realmente no cambiará a menos que ella
cambie de conducta; por ejemplo, si se separa de su padre, si no
admite sus favores, y si acepta los riesgos y las penas que implican
estos pasos prácticos para lograr su independencia. El conocimiento
que no se aplica a la práctica es ineficaz.
EL
HOMBRE NUEVO
La
función de la sociedad nueva es alentar el surgimiento de un Hombre
nuevo, ser cuya estructura de carácter tendrá las siguientes
cualidades:
*
Disposición a renunciar a todas las formas de tener, para poder ser
plenamente.
*
Sentir seguridad, tener un sentimiento de identidad y confianza
basados en la fe en lo que uno es, en la necesidad de relacionarse,
interesarse, amar, solidarizarse con el mundo que nos rodea, en vez
de basarse en el deseo de tener, poseer, dominar al mundo, y así
volverse esclavo de sus posesiones.
*
Aceptar el hecho de que nadie ni nada exterior al individuo le da
significado a su vida, sino que esta independencia radical y la no
cosidad pueden llegar a ser la condición de la actividad plena
dedicada a compartir e interesarse por sus semejantes.
∙
*
Estar plenamente presente donde uno se encuentra.
*
Sentir la alegría que causa dar y compartir, y no acumular y
explotar.
*
Amar y respetar la vida en todas sus manifestaciones, sabiendo que no
es sagrada la cosa ni el poder, ni lo que está muerto, sino la vida
y todo lo que contribuye a su desarrollo.
*
Tratar de reducir en la mayor medida posible la codicia, el odio y
los engaños.
*
Vivir sin adorar ídolos y sin engaños, porque se ha alcanzado una
situación en que no se requieren engaños.
*
Desarrollar la capacidad de amar, y el pensamiento crítico, no
sentimental
*
Desprenderse del narcisismo y aceptar las trágicas limitaciones
inherentes a la existencia humana.
*
Hacer del pleno desarrollo de sí mismo y del prójimo la meta
suprema de vivir.
*
Saber que para alcanzar esta meta, es necesaria la disciplina y
respetarla realidad.
*
Saber que ningún desarrollo es sano si no ocurre en una estructura,
pero conocer también la diferencia entre la estructura como atributo
de la vida, y el "orden" como atributo de no vivir, de la
muerte.
*
Desarrollar la imaginación, no para escapar de las circunstancias
intolerables, sino para anticipar las posibilidades reales, como
medio para suprimir las circunstancias intolerables.
*
No engañar, pero tampoco dejarnos engañar por los otros; se puede
admitir ser llamado inocente, pero no ingenuo.
*
Conocerse, y no sólo el yo que uno conoce, sino también el yo que
no conoce, aunque tenga un conocimiento vago de lo que no conoce.
*
Percibir la unión con la vida, y por consiguiente renunciar a la
meta de conquistar a la naturaleza, someterla, explotarla, violarla,
destruirla, y en vez de esto tratar de comprender y cooperar con la
naturaleza.
*
Gozar de una libertad no arbitraria, sino que ofrezca la posibilidad
de ser uno mismo, y no un atado de ambiciones, sino una estructura
delicadamente equilibrada que en todo momento se enfrenta a la
alternativa de desarrollarse o decaer, vivir o morir.
*
Saber que el mal y la destrucción son consecuencias necesarias de no
desarrollarse.
*
Saber que sólo muy pocos han alcanzado la perfección en todas esas
cualidades, y sin la ambición de "alcanzar la meta",
reconociendo que esta ambición sólo es otra forma de codiciar, de
tener.
*
Ser feliz en el proceso de vivir cada día más, sin importar el
avance que el destino nos permita realizar, porque vivir tan
plenamente como se puede resulta tan satisfactorio que es difícil
preocuparse por lo que uno logra o no.
Sugerir
qué pueden hacer los que viven en el actual mundo industrial,
cibernética y burocrático (ya sea en su versión "capitalista"
o "socialista") para salvarse de la forma de existencia de
tener y aumentar el campo de ser, no se encuentra dentro del alcance
de este libro. De hecho, se requeriría un libro completo, que podría
titularse apropiadamente: El arte de ser; pero ya se han publicado
muchos libros en años recientes sobre cómo lograr el bienestar;
algunos son útiles, y muchos otros causan daño por su falsedad, y
explotan el nuevo mercado que complace el deseo público de librarse
de un malestar. Algunos libros valiosos, que pueden ser útiles al
que tenga un serio interés en el problema de alcanzar el bienestar,
se enumeran en la
Bibliografía.
IX.
CARACTERÍSTICAS DE LA SOCIEDAD NUEVA
UNA
NUEVA CIENCIA DEL HOMBRE
El
primer requisito para la posible creación de la sociedad nueva es
advertir las dificultades casi insuperables a que debe enfrentarse
este intento. La vaga conciencia de esta dificultad probablemente es
una de las principales razones de que se hagan muy pocos esfuerzos
por realizar los cambios necesarios. Muchos piensan: "¿Para que
esforzarnos por lo imposible? Actuemos antes bien como si el curso
que seguimos nos llevara al lugar seguro y feliz que indican nuestros
mapas." Los que inconscientemente desesperan pero que aún se
ponen la máscara del optimismo no necesariamente son sabios; pero
los que no han renunciado a la esperanza sólo pueden triunfar si son
realistas, si dejan todos los engaños y evalúan plenamente las
dificultades. Esta serenidad establece la diferencia entre las
"utopías" de la vigilia y las de los sueños.
Sólo
mencionaré unas cuantas dificultades que deben resolverse para crear
la
sociedad
nueva:
*
Tendría que resolverse el problema de cómo continuar el modo de
producción industrial sin padecer una centralización total, o sea,
sin terminar en un fascismo anticuado o, más probablemente, en un
fascismo tecnológico "sonriente".
*
Se debería combinar una Plantación total con un alto grado de
centralización, y renunciar a la "economía del mercado libre",
que en gran parte se ha convertido en una ficción.
*
Se tendría que renunciar a la meta de un crecimiento ilimitado, y
cambiarla por un crecimiento selectivo, para no correr el riesgo de
un desastre económico.
*
Tendrían que crearse condiciones de trabajo y un espíritu general
en que los estímulos eficaces no fueran las ganancias materiales,
sino otras satisfacciones psíquicas.
*
Debería fomentarse el progreso científico y, al mismo tiempo,
impedir que por sus aplicaciones prácticas se convirtiera en un
peligro para la especie humana.
*
Se tendrían que crear unas condiciones en que se gozara de bienestar
y alegría, y no la satisfacción del afán del placer máximo.
*
Tendría que ofrecerse una seguridad básica a los individuos sin que
dependieran de una burocracia para mantenerse.
*
Deberían restaurarse las posibilidades de la iniciativa individual
en la vida, y no en los negocios (donde apenas existe ya, de
cualquier manera).
Así
como en el desarrollo de la técnica algunas dificultades parecían
insuperables, hoy día las dificultades antes mencionadas parecen
insuperables; pero las dificultades de la técnica no resultaron
insuperables, porque se estableció una nueva ciencia que proclamó
el principio de la observación y el conocimiento de la naturaleza
como condiciones para dominarla (Francis Bacon: Novum Organum, 1620).
Esta "ciencia nueva" del siglo XVII ha atraído a las
inteligencias más brillantes de los países industrializados hasta
hoy día, e hizo que se realizaran las utopías técnicas que había
soñado la mente humana.
Hoy
día, casi tres siglos después, requerimos una nueva ciencia
enteramente distinta. Necesitamos una Ciencia Humanista del Hombre,
que sea la base de una Ciencia y un Arte Aplicados a la
Reconstrucción Social.
Las
utopías técnicas (por ejemplo, volar) se lograron con la nueva
ciencia de la naturaleza. Puede realizarse la utopía humana de la
Época Mesiánica: una nueva humanidad unida que viva en forma
solidaria y en paz, libre de la determinación económica, de las
guerras y de la lucha de clases, siempre que las mismas energías,
inteligencia y entusiasmo que empleamos para lograr nuestras utopías
técnicas las apliquemos en la realización de la utopía humana. No
se pueden construir submarinos leyendo las obras de Julio Verne; no
puede crearse una sociedad humanista leyendo a los Profetas.
Nadie
puede decir si se realizará este cambio de la supremacía de la
ciencia natural a una nueva ciencia social. Si es así, aún
tendremos oportunidad de sobrevivir, pero esto dependerá de un
factor: de cuántos hombres y mujeres brillantes, estudiosos,
disciplinados e interesados se sientan atraídos por el nuevo desafío
a la mente humana, y por el hecho de que en esta época la meta no es
dominar la naturaleza, sino la técnica, las fuerzas sociales
irracionales y a las instituciones que amenazan la supervivencia de
la sociedad occidental, si no de toda la especie humana.
Estoy
convencido de que nuestro futuro depende de si, al tener conciencia
de la crisis presente, las mejores inteligencias se dedican a crear
una nueva ciencia humanista del Hombre. Sólo su esfuerzo concertado
ayudará a resolver los problemas ya mencionados aquí, y a alcanzar
las metas que hemos examinado.
Las
metas generales como "socialización de los medios de
producción" se han convertido en los lemas socialistas y
comunistas que básicamente ocultan la ausencia del socialismo. "La
dictadura del proletariado" o de una "élite intelectual"
no es algo menos nebuloso o equívoco que el concepto de "una
economía de mercado libre", o de "naciones libres".
Los primeros socialistas y comunistas, desde Marx hasta Lenin, no
tenían planes concretos para una sociedad socialista o comunista;
esto fue la gran flaqueza del socialismo.
Las
nuevas formas sociales que serán la base del bienestar no surgirán
si no hacemos muchos diseños, modelos, estudios y experimentos, que
empiecen a reducir el abismo entre lo necesario y lo posible. Esto
posteriormente requerirá planes a largo plazo y en grande escala, y
proposiciones a corto plazo para las primeras etapas. El problema
consiste en la voluntad y el espíritu humanista de los que trabajen
en ello; además, cuando la gente tiene una visión y simultáneamente
reconoce lo que puede hacer paso a paso y de manera concreta para
lograrlo, siente aliento y entusiasmo, en vez de miedo.
Si
se desea que las esferas económicas y políticas de la sociedad se
sometan al desarrollo humano, el modelo de la nueva sociedad debe
determinarse por los requerimientos de los individuos no alienados,
tentados a ser. Esto significa que los seres humanos no vivirán en
una pobreza inhumana (que aún constituye el principal problema de la
mayoría de los pueblos) ni serán obligados (como es la tendencia
del mundo individual) a convertirse en Homo consumens por las leyes
inherentes a la producción capitalista, que exigen el crecimiento
continuo de la producción y, por ello, imponen un consumo creciente.
Si los seres humanos desean ser libres y dejar de mantener con su
consumo patológico a la industria, se requerirá un cambio radical
del sistema económico: debemos terminar con la situación actual en
que sólo es posible una economía saludable al precio de tener seres
humanos enfermos. La tarea consiste en construir una economía
saludable para un pueblo saludable.
El
Primer paso decisivo hacia esta meta es que la producción se dedique
al beneficio de "un consumo sano". La fórmula tradicional
"producción para el uso y no para las ganancias" no basta,
porque no especifica a qué tipo de uso se refiere: al saludable o al
patológico. En este punto surge una dificultad práctica: ¿Quién
determinará cuáles necesidades son saludables y cuáles
patológicas? De una cosa podemos estar seguros: no hay que pensar
siquiera en obligar a los ciudadanos a consumir lo que el Estado
decide que es lo mejor (aunque sea lo mejor). La vigilancia
burocrática que impide por la fuerza el consumo sólo hace que el
pueblo tenga más deseos de consumir. El consumo sano sólo puede
lograrse si un número creciente de personas desean cambiar sus
normas de consumo y su estilo de vida. Esto sólo es posible si se
les ofrece un tipo de consumo más atractivo que el que ya conocen.
Esto no puede lograrse de la noche a la mañana, ni imponerse por
decreto, sino que requerirá un lento proceso educativo, y en éste
el gobierno debe desempeñar un papel importante.
La
función del Estado es establecer normas para un consumo sano,
opuestas al consumo patológico e indiferente. En principio, estas
normas pueden establecerse.
La
Administración de Alimentos y Medicinas de los Estados Unidos ofrece
un buen ejemplo: determina qué alimentos y medicinas son dañosos,
basando su dictamen en la opinión especializada de científicos de
varios campos, a menudo después de prolongados estudios. De manera
similar, la evaluación de otros artículos de consumo y servicios
podría estar a cargo de un conjunto de psicólogos, antropólogos,
sociólogos, filósofos, teólogos y representantes de varios grupos
sociales y de consumidores.
El
examen de lo que fomenta la vida y de lo que es nocivo para ella
requiere una investigación incomparablemente mayor que la necesaria
para resolver los problemas de dicha Administración. La
investigación básica de la naturaleza de las necesidades, que
apenas existe, tendrá que ser realizada por la nueva ciencia del
Hombre.
Necesitamos
determinar qué necesidades se originan en nuestro organismo, cuáles
son resultado del progreso cultural, cuáles son expresiones del
desarrollo del individuo, cuáles son sintéticas, impuestas por la
industria al individuo; cuáles vuelven al individuo "activo"
y cuáles "pasivo", cuáles se basan en la patología y
cuáles en la salud psíquica.
En
contraste con la existente Administración de Alimentos, las
decisiones del nuevo cuerpo de expertos humanistas no serían
impuestas por la fuerza, sino que servirían sólo como guías, y
serían presentadas a los ciudadanos para que las discutieran. Ya
hemos advertido bien el problema de los alimentos sanos y los
insalubres; los resultados de las investigaciones de los
especialistas ayudarán a que la sociedad conozca mejor si las otras
necesidades son sanas o patológicas.
El
público advertirá que la mayor parte del consumo engendra
pasividad; que la necesidad de velocidad y de novedad, que sólo
puede ser satisfecha con el consumismo, refleja inquietud, y huida
interna de sí mismo; la gente, advertirá que buscar nuevas cosas
para hacer o artefactos más nuevos para usarlos sólo es un medio
para evitar el contacto consigo mismo y con otras personas.
El
gobierno puede facilitar mucho este proceso educativo subsidiando la
producción de los artículos y servicios deseables hasta que éstos
puedan producirse con ganancias económicas. Una gran campaña
educativa en favor del consumo sano tendría que acompañar estos
esfuerzos. Es de esperar que un esfuerzo coordinado para estimular el
apetito del consumo sano probablemente cambie las pautas de consumo.
Aunque se eviten los métodos de lavado de cerebro de la publicidad
que hoy día usa la industria (y ésta es condición esencial),
parece razonable esperar que este esfuerzo tenga un efecto no muy
inferior al de la propaganda industrial.
Una
objeción común a todo el programa de consumo selectivo (y de
producción)
según
el principio de "¿Qué fomenta el bienestar?", es que en
la economía de mercado libre los consumidores obtienen precisamente
lo que desean, y por ello no se necesita una producción "selectiva".
Este argumento se basa en el supuesto de que los consumidores desean
lo que es bueno para ellos, lo que, desde luego, es patentemente
falso (en el caso de las medicinas, o quizá aun de los cigarrillos,
nadie presentaría este argumento). Este argumento pasa por alto el
hecho importante de que los deseos de los consumidores son
manipulados por los productores. A pesar de las marcas en
competencia, el resultado total de la publicidad es estimular el
deseo de consumir. Las empresas se ayudan mutuamente en esta
influencia básica por medio de su publicidad; el comprador sólo
ejerce secundaria y dudosamente el privilegio de elegir entre varias
marcas que compiten. Un ejemplo común que ofrecen quienes afirman
que los deseos de los consumidores son todopoderosos, es el fracaso
del "Edsel" de la Compañía Ford; pero este fracaso del
Edsel no altera el hecho de que aun la propaganda para éste fue una
propaganda para comprar automóviles, con la cual se beneficiaron
todas las marcas, excepto el infortunado Edsel. Además, la industria
influye en el gusto al no producir artículos más sanos para el
público, pero menos lucrativos para la industria.
El
consumo sano sólo es posible si se logra reducir radicalmente el
derecho de los
accionistas
y de los directivos de las grandes empresas a determinar su
producción solamente basándose en las ganancias y en la expansión.
Estos
cambios pueden efectuarse por medios jurídicos sin alterar las
constituciones de las democracias occidentales (hay muchas leyes que
limitan los derechos de propiedad privada en bien del beneficio
público). Lo que importa es el poder de dirigir la producción, y no
la propiedad del capital. A largo plazo, los gustos de los
consumidores decidirán qué debe producirse, después de que se
elimine el poder sugestionador de la publicidad. Las empresas
existentes deberán adaptar sus instalaciones para satisfacer las
nuevas demandas, o donde esto no sea posible, el gobierno deberá
invertir el capital necesario para producir los nuevos artículos y
servicios deseados.
Todos
estos cambios sólo pueden hacerse gradualmente, y con el
consentimiento de la mayoría de la población. Equivalen a una nueva
forma de sistema económico, diferente del capitalismo actual, del
capitalismo de Estado centralizado soviético, y de la burocracia
sueca de seguridad social total.
Obviamente,
desde el principio, las grandes compañías usarán su enorme poder
para tratar de impedir estos cambios. Sólo el deseo abrumador de los
ciudadanos de un consumo sano podrá vencer la resistencia de las
empresas.
Una
manera eficaz, de que los ciudadanos muestren el poder del consumidor
es organizar un movimiento militante de consumidores que use como
arma la amenaza de "una huelga de consumidores".
Supongamos, por ejemplo, que el 20% de la población norteamericana
que consume autos decidiera no comprarlos, por considerar que, en
comparación con el excelente transporte público, el automóvil
particular es económicamente un desperdido, ecológicamente
venenoso, y psicológicamente dañoso, como una droga que crea un
sentimiento artificial de poder aumenta la envidia y nos ayuda a huir
de nuestro yo. Aunque sólo un economista podría determinar cuán
importante sería esta amenaza económica para la industria
automovilística (y, desde luego, para las compañías petroleras),
es evidente que si ocurriera una huelga de consumidores, una economía
nacional basada en la producción de automóviles se vería en graves
problemas. Desde luego, nadie le desea esto a la economía
norteamericana; pero esta amenaza, si resulta verosímil (por
ejemplo, dejar de usar automóviles durante un mes), les ofrecería a
los consumidores una poderosa palanca para introducir cambios en todo
el sistema de producción.
La
gran ventaja de una huelga de consumidores es que no requerirían una
acción del gobierno, y sería difícil de combatir (a menos que el
gobierno decidiera obligar a los ciudadanos a comprar lo que no
desean), y no se necesitaría esperar a que se lograra el acuerdo del
51% de los ciudadanos para poner en vigor las medidas
gubernamentales. En realidad, una minoría de 20% sería
extremadamente eficaz para introducir cambios. La huelga de
consumidores podría superar los lineamientos y los lemas políticos;
conservadores, liberales y humanistas de "izquierda"
podrían participar, ya que un estímulo podría unirlos a todos: el
deseo de un consumo sano y humanista. Como primer paso para suspender
la huelga de los consumidores, los líderes del movimiento de
consumidores radical y humanista negociarían con la industria (y con
el gobierno) para exigir cambios. Su método sería básicamente el
mismo que el usado en las negociaciones para impedir una huelga de
trabajadores o para terminarla.
Lo
difícil de ello es hacer conscientes a los consumidores de que esto
1) sería una protesta parcialmente inconsciente contra el consumismo
y 2) que tendrían gran poder potencial si se organizaran los
consumidores humanistas. Este movimiento de consumidores sería la
manifestación de una democracia genuina: los individuos se
expresarían directamente y tratarían de cambiar el curso del
desarrollo social, de una manera activa y no enajenada. Esto se
basaría en la experiencia personal, y no en lemas políticos.
Pero
ni siquiera un movimiento de consumidores eficaz bastará mientras el
poder de las grandes compañías continúe siendo tan enorme como lo
es hoy. Hasta el remanente de democracia que aún existe está
condenado a rendirse al fascismo tecnocrático, a convertirse en una
sociedad de autómatas bien alimentados que no piensan (el mismo tipo
de sociedad que fue tan temido con el nombre de "comunismo"),
a menos que se destruya el poder que tienen sobre el gobierno y la
población las compañías gigantescas (que se vuelven cada día más
fuertes) por medio del dominio de las ideas y por medio del lavado de
cerebro.
Los
Estados Unidos tienen una tradición de disminuir el poder de las
empresas gigantescas, expresada en sus leyes antimonopolistas. Un
poderoso movimiento de la opinión pública podría lograr que el
espíritu de estas leyes se aplicara a las poderosas compañías
existentes, para que éstas se dividieran en unidades más pequeñas.
Para
lograr una sociedad basada en el modo de ser, todos sus miembros
deben participar activamente en su funcionamiento económico y como
ciudadanos. Por ello, nuestra liberación del modo de existencia de
tener sólo es posible mediante la plena realización de una
democracia que permita la participación en la política y en la
industria.
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