viernes, 20 de diciembre de 2019

UNA PRECIOSA UTOPÍA Y COMO TAL IMPOSIBLE DE CONSEGUIR.. PARTE FINAL DE TENER Y SER. ERICH FROMM


VIII. CONDICIONES DEL CAMBIO HUMANO Y CARACTERÍSTICAS DEL
HOMBRE NUEVO
Si es correcta la premisa de que sólo un cambio fundamental del carácter humano de un predominio del modo de tener a un predominio del modo de ser puede salvarnos de una catástrofe psicológica y económica, se plantea la siguiente pregunta: ¿Es posible un cambio del carácter en gran escala? Si es así, ¿de qué modo puede lograrse?

Yo sostengo que el carácter humano puede cambiar si existen estas condiciones:

1. Sufrimos y nos damos cuenta de ello.

2. Reconocemos el origen de nuestro malestar.

3. Reconocemos que existe una manera de aliviar nuestro malestar.

4. Reconocemos que para aliviar nuestro malestar debemos seguir ciertas normas de vida y cambiar nuestra presente conducta.

Estos cuatro puntos corresponden a las Cuatro Nobles Verdades, que son la base de las enseñanzas del Buda y que se relacionan con la condición general de la existencia humana, pero no con los casos de malestar humano producidos por circunstancias sociales o individuales específicas.

El mismo principio del cambio que caracteriza los métodos del Buda también fundamenta el concepto marxista de salvación. Para comprender esto es necesario advertir que para Marx, como él mismo dijo, el comunismo no era la meta final, sino un paso en el desarrollo histórico que había de liberar a los seres humanos de las condiciones socioeconómicas y políticas que los deshumanizan y los vuelven prisioneros de las cosas, de las máquinas y de su codicia.
El primer paso de Marx fue mostrar al proletariado de su época (la clase más alienada y miserable) que sufría. Trató de destruir las ilusiones que tendían a ocultarle la conciencia de su miseria. Si el segundo paso fue mostrar las causas de este sufrimiento, que considera que estaban en la naturaleza del capitalismo y en la codicia, en la avaricia y la dependencia que impone el sistema capitalista.

Este análisis de las causas del sufrimiento de los obreros (pero no sólo suya) aportó el principal impulso a la obra de Marx: analizar la economía capitalista.

Su tercer paso fue demostrar que el sufrimiento de los obreros podía eliminarse si se suprimían las condiciones del sufrimiento. En el cuarto paso, mostró la nueva práctica de la vida, el nuevo sistema social, libre del sufrimiento que ocasionaba necesariamente el antiguo sistema.

El método curativo de Freud era esencialmente similar. Los pacientes consultaban a Freud porque sufrían, y porque tenían conciencia de ello; pero generalmente no sabían de qué sufrían. Por lo general la primera tarea del psicoanalista es ayudar a los pacientes a renunciar a sus ilusiones acerca de sus sufrimientos, y enseñarles en qué consiste realmente su malestar. El diagnóstico de la naturaleza del malestar, individual o social, es materia de interpretación, y pueden diferir las opiniones de los intérpretes. La idea que tienen los pacientes de las causas de su sufrimiento usualmente es el dato menos fidedigno para el diagnóstico. La esencia del proceso psicoanalítico consiste en ayudar a los pacientes a que adviertan las causas de su malestar.

Como consecuencia de estos conocimientos, los pacientes pueden pasar a la siguiente etapa: saber que su malestar puede curarse, siempre que se eliminen sus causas. Según Freud, esto significaba aliviar la represión de ciertos sucesos de la infancia. Sin embargo, el psicoanálisis tradicional parece no estar esencialmente de acuerdo con la necesidad del cuarto paso. Muchos psicoanalistas parecen creer que el conocimiento de lo reprimido tiene un efecto terapéutico. Desde luego, a menudo sucede así, en especial cuando el paciente muestra síntomas circunscritos, como síntomas obsesivos o histéricos; pero yo no creo que puedan lograrse efectos durables con las personas que sufren un malestar general y que necesitan un cambio de carácter, a menos que modifiquen su conducta de acuerdo con el cambio de carácter que desean lograr.

Por ejemplo, un individuo puede analizar hasta el día del juicio su dependencia de los otros, pero con los conocimientos obtenidos no logrará nada si se encuentra en la misma situación práctica en que vivió antes de obtener estos conocimientos. Mostraré un ejemplo sencillo: una mujer cuyo sufrimiento es producido por una dependencia de su padre, aunque tenga conocimientos de las
causas profundas de su dependencia, realmente no cambiará a menos que ella cambie de conducta; por ejemplo, si se separa de su padre, si no admite sus favores, y si acepta los riesgos y las penas que implican estos pasos prácticos para lograr su independencia. El conocimiento que no se aplica a la práctica es ineficaz.

EL HOMBRE NUEVO
La función de la sociedad nueva es alentar el surgimiento de un Hombre nuevo, ser cuya estructura de carácter tendrá las siguientes cualidades:

* Disposición a renunciar a todas las formas de tener, para poder ser plenamente.

* Sentir seguridad, tener un sentimiento de identidad y confianza basados en la fe en lo que uno es, en la necesidad de relacionarse, interesarse, amar, solidarizarse con el mundo que nos rodea, en vez de basarse en el deseo de tener, poseer, dominar al mundo, y así volverse esclavo de sus posesiones.

* Aceptar el hecho de que nadie ni nada exterior al individuo le da significado a su vida, sino que esta independencia radical y la no cosidad pueden llegar a ser la condición de la actividad plena dedicada a compartir e interesarse por sus semejantes.
* Estar plenamente presente donde uno se encuentra.

* Sentir la alegría que causa dar y compartir, y no acumular y explotar.

* Amar y respetar la vida en todas sus manifestaciones, sabiendo que no es sagrada la cosa ni el poder, ni lo que está muerto, sino la vida y todo lo que contribuye a su desarrollo.

* Tratar de reducir en la mayor medida posible la codicia, el odio y los engaños.

* Vivir sin adorar ídolos y sin engaños, porque se ha alcanzado una situación en que no se requieren engaños.

* Desarrollar la capacidad de amar, y el pensamiento crítico, no sentimental

* Desprenderse del narcisismo y aceptar las trágicas limitaciones inherentes a la existencia humana.

* Hacer del pleno desarrollo de sí mismo y del prójimo la meta suprema de vivir.
* Saber que para alcanzar esta meta, es necesaria la disciplina y respetarla realidad.

* Saber que ningún desarrollo es sano si no ocurre en una estructura, pero conocer también la diferencia entre la estructura como atributo de la vida, y el "orden" como atributo de no vivir, de la muerte.

* Desarrollar la imaginación, no para escapar de las circunstancias intolerables, sino para anticipar las posibilidades reales, como medio para suprimir las circunstancias intolerables.

* No engañar, pero tampoco dejarnos engañar por los otros; se puede admitir ser llamado inocente, pero no ingenuo.

* Conocerse, y no sólo el yo que uno conoce, sino también el yo que no conoce, aunque tenga un conocimiento vago de lo que no conoce.

* Percibir la unión con la vida, y por consiguiente renunciar a la meta de conquistar a la naturaleza, someterla, explotarla, violarla, destruirla, y en vez de esto tratar de comprender y cooperar con la naturaleza.

* Gozar de una libertad no arbitraria, sino que ofrezca la posibilidad de ser uno mismo, y no un atado de ambiciones, sino una estructura delicadamente equilibrada que en todo momento se enfrenta a la alternativa de desarrollarse o decaer, vivir o morir.

* Saber que el mal y la destrucción son consecuencias necesarias de no desarrollarse.

* Saber que sólo muy pocos han alcanzado la perfección en todas esas cualidades, y sin la ambición de "alcanzar la meta", reconociendo que esta ambición sólo es otra forma de codiciar, de tener.

* Ser feliz en el proceso de vivir cada día más, sin importar el avance que el destino nos permita realizar, porque vivir tan plenamente como se puede resulta tan satisfactorio que es difícil preocuparse por lo que uno logra o no.

Sugerir qué pueden hacer los que viven en el actual mundo industrial, cibernética y burocrático (ya sea en su versión "capitalista" o "socialista") para salvarse de la forma de existencia de tener y aumentar el campo de ser, no se encuentra dentro del alcance de este libro. De hecho, se requeriría un libro completo, que podría titularse apropiadamente: El arte de ser; pero ya se han publicado muchos libros en años recientes sobre cómo lograr el bienestar; algunos son útiles, y muchos otros causan daño por su falsedad, y explotan el nuevo mercado que complace el deseo público de librarse de un malestar. Algunos libros valiosos, que pueden ser útiles al que tenga un serio interés en el problema de alcanzar el bienestar, se enumeran en la
Bibliografía.

IX. CARACTERÍSTICAS DE LA SOCIEDAD NUEVA
UNA NUEVA CIENCIA DEL HOMBRE

El primer requisito para la posible creación de la sociedad nueva es advertir las dificultades casi insuperables a que debe enfrentarse este intento. La vaga conciencia de esta dificultad probablemente es una de las principales razones de que se hagan muy pocos esfuerzos por realizar los cambios necesarios. Muchos piensan: "¿Para que esforzarnos por lo imposible? Actuemos antes bien como si el curso que seguimos nos llevara al lugar seguro y feliz que indican nuestros mapas." Los que inconscientemente desesperan pero que aún se ponen la máscara del optimismo no necesariamente son sabios; pero los que no han renunciado a la esperanza sólo pueden triunfar si son realistas, si dejan todos los engaños y evalúan plenamente las dificultades. Esta serenidad establece la diferencia entre las "utopías" de la vigilia y las de los sueños.
Sólo mencionaré unas cuantas dificultades que deben resolverse para crear la
sociedad nueva:

* Tendría que resolverse el problema de cómo continuar el modo de producción industrial sin padecer una centralización total, o sea, sin terminar en un fascismo anticuado o, más probablemente, en un fascismo tecnológico "sonriente".

* Se debería combinar una Plantación total con un alto grado de centralización, y renunciar a la "economía del mercado libre", que en gran parte se ha convertido en una ficción.

* Se tendría que renunciar a la meta de un crecimiento ilimitado, y cambiarla por un crecimiento selectivo, para no correr el riesgo de un desastre económico.

* Tendrían que crearse condiciones de trabajo y un espíritu general en que los estímulos eficaces no fueran las ganancias materiales, sino otras satisfacciones psíquicas.

* Debería fomentarse el progreso científico y, al mismo tiempo, impedir que por sus aplicaciones prácticas se convirtiera en un peligro para la especie humana.

* Se tendrían que crear unas condiciones en que se gozara de bienestar y alegría, y no la satisfacción del afán del placer máximo.

* Tendría que ofrecerse una seguridad básica a los individuos sin que dependieran de una burocracia para mantenerse.

* Deberían restaurarse las posibilidades de la iniciativa individual en la vida, y no en los negocios (donde apenas existe ya, de cualquier manera).

Así como en el desarrollo de la técnica algunas dificultades parecían insuperables, hoy día las dificultades antes mencionadas parecen insuperables; pero las dificultades de la técnica no resultaron insuperables, porque se estableció una nueva ciencia que proclamó el principio de la observación y el conocimiento de la naturaleza como condiciones para dominarla (Francis Bacon: Novum Organum, 1620). Esta "ciencia nueva" del siglo XVII ha atraído a las inteligencias más brillantes de los países industrializados hasta hoy día, e hizo que se realizaran las utopías técnicas que había soñado la mente humana.

Hoy día, casi tres siglos después, requerimos una nueva ciencia enteramente distinta. Necesitamos una Ciencia Humanista del Hombre, que sea la base de una Ciencia y un Arte Aplicados a la Reconstrucción Social.

Las utopías técnicas (por ejemplo, volar) se lograron con la nueva ciencia de la naturaleza. Puede realizarse la utopía humana de la Época Mesiánica: una nueva humanidad unida que viva en forma solidaria y en paz, libre de la determinación económica, de las guerras y de la lucha de clases, siempre que las mismas energías, inteligencia y entusiasmo que empleamos para lograr nuestras utopías técnicas las apliquemos en la realización de la utopía humana. No se pueden construir submarinos leyendo las obras de Julio Verne; no puede crearse una sociedad humanista leyendo a los Profetas.

Nadie puede decir si se realizará este cambio de la supremacía de la ciencia natural a una nueva ciencia social. Si es así, aún tendremos oportunidad de sobrevivir, pero esto dependerá de un factor: de cuántos hombres y mujeres brillantes, estudiosos, disciplinados e interesados se sientan atraídos por el nuevo desafío a la mente humana, y por el hecho de que en esta época la meta no es dominar la naturaleza, sino la técnica, las fuerzas sociales irracionales y a las instituciones que amenazan la supervivencia de la sociedad occidental, si no de toda la especie humana.

Estoy convencido de que nuestro futuro depende de si, al tener conciencia de la crisis presente, las mejores inteligencias se dedican a crear una nueva ciencia humanista del Hombre. Sólo su esfuerzo concertado ayudará a resolver los problemas ya mencionados aquí, y a alcanzar las metas que hemos examinado.

Las metas generales como "socialización de los medios de producción" se han convertido en los lemas socialistas y comunistas que básicamente ocultan la ausencia del socialismo. "La dictadura del proletariado" o de una "élite intelectual" no es algo menos nebuloso o equívoco que el concepto de "una economía de mercado libre", o de "naciones libres". Los primeros socialistas y comunistas, desde Marx hasta Lenin, no tenían planes concretos para una sociedad socialista o comunista; esto fue la gran flaqueza del socialismo.

Las nuevas formas sociales que serán la base del bienestar no surgirán si no hacemos muchos diseños, modelos, estudios y experimentos, que empiecen a reducir el abismo entre lo necesario y lo posible. Esto posteriormente requerirá planes a largo plazo y en grande escala, y proposiciones a corto plazo para las primeras etapas. El problema consiste en la voluntad y el espíritu humanista de los que trabajen en ello; además, cuando la gente tiene una visión y simultáneamente reconoce lo que puede hacer paso a paso y de manera concreta para lograrlo, siente aliento y entusiasmo, en vez de miedo.

Si se desea que las esferas económicas y políticas de la sociedad se sometan al desarrollo humano, el modelo de la nueva sociedad debe determinarse por los requerimientos de los individuos no alienados, tentados a ser. Esto significa que los seres humanos no vivirán en una pobreza inhumana (que aún constituye el principal problema de la mayoría de los pueblos) ni serán obligados (como es la tendencia del mundo individual) a convertirse en Homo consumens por las leyes inherentes a la producción capitalista, que exigen el crecimiento continuo de la producción y, por ello, imponen un consumo creciente. Si los seres humanos desean ser libres y dejar de mantener con su consumo patológico a la industria, se requerirá un cambio radical del sistema económico: debemos terminar con la situación actual en que sólo es posible una economía saludable al precio de tener seres humanos enfermos. La tarea consiste en construir una economía saludable para un pueblo saludable.

El Primer paso decisivo hacia esta meta es que la producción se dedique al beneficio de "un consumo sano". La fórmula tradicional "producción para el uso y no para las ganancias" no basta, porque no especifica a qué tipo de uso se refiere: al saludable o al patológico. En este punto surge una dificultad práctica: ¿Quién determinará cuáles necesidades son saludables y cuáles patológicas? De una cosa podemos estar seguros: no hay que pensar siquiera en obligar a los ciudadanos a consumir lo que el Estado decide que es lo mejor (aunque sea lo mejor). La vigilancia burocrática que impide por la fuerza el consumo sólo hace que el pueblo tenga más deseos de consumir. El consumo sano sólo puede lograrse si un número creciente de personas desean cambiar sus normas de consumo y su estilo de vida. Esto sólo es posible si se les ofrece un tipo de consumo más atractivo que el que ya conocen. Esto no puede lograrse de la noche a la mañana, ni imponerse por decreto, sino que requerirá un lento proceso educativo, y en éste el gobierno debe desempeñar un papel importante.

La función del Estado es establecer normas para un consumo sano, opuestas al consumo patológico e indiferente. En principio, estas normas pueden establecerse.
La Administración de Alimentos y Medicinas de los Estados Unidos ofrece un buen ejemplo: determina qué alimentos y medicinas son dañosos, basando su dictamen en la opinión especializada de científicos de varios campos, a menudo después de prolongados estudios. De manera similar, la evaluación de otros artículos de consumo y servicios podría estar a cargo de un conjunto de psicólogos, antropólogos, sociólogos, filósofos, teólogos y representantes de varios grupos sociales y de consumidores.

El examen de lo que fomenta la vida y de lo que es nocivo para ella requiere una investigación incomparablemente mayor que la necesaria para resolver los problemas de dicha Administración. La investigación básica de la naturaleza de las necesidades, que apenas existe, tendrá que ser realizada por la nueva ciencia del Hombre.

Necesitamos determinar qué necesidades se originan en nuestro organismo, cuáles son resultado del progreso cultural, cuáles son expresiones del desarrollo del individuo, cuáles son sintéticas, impuestas por la industria al individuo; cuáles vuelven al individuo "activo" y cuáles "pasivo", cuáles se basan en la patología y cuáles en la salud psíquica.

En contraste con la existente Administración de Alimentos, las decisiones del nuevo cuerpo de expertos humanistas no serían impuestas por la fuerza, sino que servirían sólo como guías, y serían presentadas a los ciudadanos para que las discutieran. Ya hemos advertido bien el problema de los alimentos sanos y los insalubres; los resultados de las investigaciones de los especialistas ayudarán a que la sociedad conozca mejor si las otras necesidades son sanas o patológicas.

El público advertirá que la mayor parte del consumo engendra pasividad; que la necesidad de velocidad y de novedad, que sólo puede ser satisfecha con el consumismo, refleja inquietud, y huida interna de sí mismo; la gente, advertirá que buscar nuevas cosas para hacer o artefactos más nuevos para usarlos sólo es un medio para evitar el contacto consigo mismo y con otras personas.

El gobierno puede facilitar mucho este proceso educativo subsidiando la producción de los artículos y servicios deseables hasta que éstos puedan producirse con ganancias económicas. Una gran campaña educativa en favor del consumo sano tendría que acompañar estos esfuerzos. Es de esperar que un esfuerzo coordinado para estimular el apetito del consumo sano probablemente cambie las pautas de consumo. Aunque se eviten los métodos de lavado de cerebro de la publicidad que hoy día usa la industria (y ésta es condición esencial), parece razonable esperar que este esfuerzo tenga un efecto no muy inferior al de la propaganda industrial.
Una objeción común a todo el programa de consumo selectivo (y de producción)
según el principio de "¿Qué fomenta el bienestar?", es que en la economía de mercado libre los consumidores obtienen precisamente lo que desean, y por ello no se necesita una producción "selectiva". Este argumento se basa en el supuesto de que los consumidores desean lo que es bueno para ellos, lo que, desde luego, es patentemente falso (en el caso de las medicinas, o quizá aun de los cigarrillos, nadie presentaría este argumento). Este argumento pasa por alto el hecho importante de que los deseos de los consumidores son manipulados por los productores. A pesar de las marcas en competencia, el resultado total de la publicidad es estimular el deseo de consumir. Las empresas se ayudan mutuamente en esta influencia básica por medio de su publicidad; el comprador sólo ejerce secundaria y dudosamente el privilegio de elegir entre varias marcas que compiten. Un ejemplo común que ofrecen quienes afirman que los deseos de los consumidores son todopoderosos, es el fracaso del "Edsel" de la Compañía Ford; pero este fracaso del Edsel no altera el hecho de que aun la propaganda para éste fue una propaganda para comprar automóviles, con la cual se beneficiaron todas las marcas, excepto el infortunado Edsel. Además, la industria influye en el gusto al no producir artículos más sanos para el público, pero menos lucrativos para la industria.

El consumo sano sólo es posible si se logra reducir radicalmente el derecho de los
accionistas y de los directivos de las grandes empresas a determinar su producción solamente basándose en las ganancias y en la expansión.

Estos cambios pueden efectuarse por medios jurídicos sin alterar las constituciones de las democracias occidentales (hay muchas leyes que limitan los derechos de propiedad privada en bien del beneficio público). Lo que importa es el poder de dirigir la producción, y no la propiedad del capital. A largo plazo, los gustos de los consumidores decidirán qué debe producirse, después de que se elimine el poder sugestionador de la publicidad. Las empresas existentes deberán adaptar sus instalaciones para satisfacer las nuevas demandas, o donde esto no sea posible, el gobierno deberá invertir el capital necesario para producir los nuevos artículos y servicios deseados.

Todos estos cambios sólo pueden hacerse gradualmente, y con el consentimiento de la mayoría de la población. Equivalen a una nueva forma de sistema económico, diferente del capitalismo actual, del capitalismo de Estado centralizado soviético, y de la burocracia sueca de seguridad social total.

Obviamente, desde el principio, las grandes compañías usarán su enorme poder para tratar de impedir estos cambios. Sólo el deseo abrumador de los ciudadanos de un consumo sano podrá vencer la resistencia de las empresas.

Una manera eficaz, de que los ciudadanos muestren el poder del consumidor es organizar un movimiento militante de consumidores que use como arma la amenaza de "una huelga de consumidores". Supongamos, por ejemplo, que el 20% de la población norteamericana que consume autos decidiera no comprarlos, por considerar que, en comparación con el excelente transporte público, el automóvil particular es económicamente un desperdido, ecológicamente venenoso, y psicológicamente dañoso, como una droga que crea un sentimiento artificial de poder aumenta la envidia y nos ayuda a huir de nuestro yo. Aunque sólo un economista podría determinar cuán importante sería esta amenaza económica para la industria automovilística (y, desde luego, para las compañías petroleras), es evidente que si ocurriera una huelga de consumidores, una economía nacional basada en la producción de automóviles se vería en graves problemas. Desde luego, nadie le desea esto a la economía norteamericana; pero esta amenaza, si resulta verosímil (por ejemplo, dejar de usar automóviles durante un mes), les ofrecería a los consumidores una poderosa palanca para introducir cambios en todo el sistema de producción.

La gran ventaja de una huelga de consumidores es que no requerirían una acción del gobierno, y sería difícil de combatir (a menos que el gobierno decidiera obligar a los ciudadanos a comprar lo que no desean), y no se necesitaría esperar a que se lograra el acuerdo del 51% de los ciudadanos para poner en vigor las medidas gubernamentales. En realidad, una minoría de 20% sería extremadamente eficaz para introducir cambios. La huelga de consumidores podría superar los lineamientos y los lemas políticos; conservadores, liberales y humanistas de "izquierda" podrían participar, ya que un estímulo podría unirlos a todos: el deseo de un consumo sano y humanista. Como primer paso para suspender la huelga de los consumidores, los líderes del movimiento de consumidores radical y humanista negociarían con la industria (y con el gobierno) para exigir cambios. Su método sería básicamente el mismo que el usado en las negociaciones para impedir una huelga de trabajadores o para terminarla.

Lo difícil de ello es hacer conscientes a los consumidores de que esto 1) sería una protesta parcialmente inconsciente contra el consumismo y 2) que tendrían gran poder potencial si se organizaran los consumidores humanistas. Este movimiento de consumidores sería la manifestación de una democracia genuina: los individuos se expresarían directamente y tratarían de cambiar el curso del desarrollo social, de una manera activa y no enajenada. Esto se basaría en la experiencia personal, y no en lemas políticos.

Pero ni siquiera un movimiento de consumidores eficaz bastará mientras el poder de las grandes compañías continúe siendo tan enorme como lo es hoy. Hasta el remanente de democracia que aún existe está condenado a rendirse al fascismo tecnocrático, a convertirse en una sociedad de autómatas bien alimentados que no piensan (el mismo tipo de sociedad que fue tan temido con el nombre de "comunismo"), a menos que se destruya el poder que tienen sobre el gobierno y la población las compañías gigantescas (que se vuelven cada día más fuertes) por medio del dominio de las ideas y por medio del lavado de cerebro.

Los Estados Unidos tienen una tradición de disminuir el poder de las empresas gigantescas, expresada en sus leyes antimonopolistas. Un poderoso movimiento de la opinión pública podría lograr que el espíritu de estas leyes se aplicara a las poderosas compañías existentes, para que éstas se dividieran en unidades más pequeñas.

Para lograr una sociedad basada en el modo de ser, todos sus miembros deben participar activamente en su funcionamiento económico y como ciudadanos. Por ello, nuestra liberación del modo de existencia de tener sólo es posible mediante la plena realización de una democracia que permita la participación en la política y en la industria.


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