lunes, 13 de marzo de 2017

FILOSOFÍA HERMÉTICA, EL KYBALIÓN, HERMES TRISMEGISTOS V

CAPÍTULO IX

VIBRACIÓN

«Nada reposa; todo se mueve; todo vibra.»
El Kybalion.

El tercer Gran Principio Hermético —el Principio de la Vibración— encierra la verdad de que el movimiento se manifiesta en todo el Universo. Nada está en reposo, todo se mueve vibra y circula. Este principio hermético fue reconocido por algunos de los primitivos filósofos griegos, quienes lo expusieron en sus sistemas. Pero después, durante siglos enteros, quedó olvidado, salvo por los perseguidores de las doctrinas herméticas. En el siglo XIX la ciencia física ha redescubierto esa verdad, y los descubrimientos científicos del siglo XX han aportado su testimonio en corroboración de esa verdad sostenida por la antiquísima Filosofía Hermética.

La doctrina hermética no afirma solamente que todo está en movimiento constante, sino que las diferencias entre las diversas manifestaciones del poder universal se deben por completo al diferente modo e intensidad vibratoria. Y no sólo esto, sino que aun el TODO mismo manifiesta una vibración constante de tal infinita intensidad y rapidez, que prácticamente puede considerarse como si estuviera en reposo. Los instructores llaman la atención del estudiante sobre el hecho de que aun en el plano físico un objeto que gire rápidamente, como una rueda, por ejemplo, parece estar inmóvil. El espíritu es uno de los polos de la vibración, constituyendo el otro polo formas de materia extremadamente densas.

Entre ambos polos hay millones y millones de diferentes intensidades y modos de vibración. La ciencia moderna ha comprobado que todo lo que llamamos materia y energía no es más que «modos de movimientos vibratorios», y algunos de los más avanzados hombres de ciencia se están encaminando rápidamente hacia el punto de vista que los ocultistas tienen sobre los fenómenos de la mente: simples modos de vibración o movimiento. Veamos ahora lo que la ciencia tiene que decir sobre las vibraciones en la materia y en la energía.

En primer lugar, la ciencia dice que toda materia manifiesta, en algún grado, la vibración producida por la temperatura o el calor. Esté un objeto frío o caliente (pues ambos no son más que grados de la misma cosa), manifiesta ciertas vibraciones calóricas, y en ese sentido está en vibración. Todas las partículas de materia están siguiendo un movimiento circular, lo mismo los corpúsculos que los astros. Los planetas giran en torno de un sol, y muchos de ellos giran también sobre sus propios ejes. Los soles, a su vez, giran en torno de puntos centrales mayores, y se cree que éstos giran también alrededor de otros todavía más grandes, y así sucesivamente, ad infinitum. Las moléculas de que se compone cualquier clase de materia están en constante vibración, moviéndose unas en torno de otras, y también unas contra otras. Las moléculas están compuestas por átomos, los que, como aquellas, también están en constante movimiento y vibración. Los átomos están compuestos por corpúsculos, llamados también «electrones», «iones», etc., los que también están en un estado de rapidísima moción, girando unos en torno de otros, con diversas modalidades vibratorias. Y de esta manera toda materia manifiesta vibración, de acuerdo con el principio hermético correspondiente.

Y así sucede también con las diversas formas de energía. La ciencia dice que la luz, el calor, el magnetismo y la electricidad no son más que formas de movimiento vibratorio relacionado de alguna manera con el éter, o probablemente emanado de él. La ciencia no ha tratado aún de explicar la naturaleza del fenómeno conocido como cohesión, que es el principio de la atracción molecular, ni de la afinidad química, que es el principio de la atracción atómica; ni de la gravitación (el mayor misterio de los tres), que es el principio de atracción por el cual toda partícula o masa de materia se siente atraída hacia toda otra partícula o masa. Estas tres modalidades de la energía no las comprende aún la ciencia, si bien los estudiosos se inclinan a pensar que son también manifestaciones de alguna forma de energía vibratoria, cosa que los herméticos han enseñado durante largas edades en el pasado.

El éter universal, cuya existencia postula la ciencia sin comprender claramente su naturaleza, ya había sido explicado por los herméticos, quienes aseguraban que era una manifestación superior de lo que erróneamente se llamaba materia; es decir, que el éter era materia en un grado de vibración superior. El nombre que le daban era el de Sustancia Etérea, y decían que esta sustancia era de tenuidad y elasticidad extremas, llenando el espacio universal, sirviendo como médium de transmisión para las ondas de energía vibratoria como el calor, la luz, la electricidad, el magnetismo, etc. La sustancia etérea es el eslabón de unión entre la modalidad de energía vibratoria que conocemos como materia por un lado y la que conocemos como energía o fuerza, por el otro, manifestando además un grado de vibración, en intensidad y modo, completamente propio.

Los hombres de ciencia proponen como ilustración para ver los efectos del aumento de vibración una rueda girando con gran rapidez. Supongamos primeramente que la rueda gira lentamente. Entonces diríamos que es un «objeto». Si el objeto gira lentamente lo podremos ver fácilmente, pero no sentimos el menor sonido. Aumentándose gradualmente la velocidad en pocos momentos se hace ésta tan rápida que comienza a oírse una nota muy baja y grave. Conforme sigue aumentando la velocidad la nota se va elevando en la escala musical, y así se van distinguiendo unas tras otras las diversas notas conforme aumenta la velocidad de rotación. 

Finalmente, cuando el movimiento ha llegado a cierto límite se llega a la última nota perceptible por el oído humano, y si la velocidad aumenta aún, sigue el mayor silencio. Nada se oye ya, pues la intensidad del movimiento es tan alta que el oído humano no puede registrar sus vibraciones. Entonces comienzan a percibirse poco a poco sucesivos grados de color.

Después de un tiempo el ojo comienza a percibir un oscuro color rojo. Este rojo va haciéndose cada vez más brillante. Si la velocidad sigue aumentando el rojo se convertirá en anaranjado, el anaranjado en amarillo. Después seguirán sucesivamente matices verdes, azules y añil, y finalmente aparecerá el matiz violeta. La velocidad se acrecienta más aún: entonces desaparece todo color, porque el ojo humano ya no puede registrarlos. Pero ciertas radiaciones humanas emanan del objeto en revolución: los rayos que se usan en la fotografía y otras radiaciones sutiles de la luz. Después comienzan a manifestarse los rayos conocidos bajo el nombre de X, y más tarde empiezan a emanarse electricidad y magnetismo.

Cuando el objeto ha alcanzado cierto grado de vibración, sus moléculas se desintegran, resolviéndose en sus elementos originales o átomos. Después de los átomos, según el principio de vibración, se separarían en innumerables corpúsculos o electrones, de los que están compuestos. Y, finalmente, hasta los corpúsculos desaparecerían y podría decirse que el objeto estaría compuesto por sustancia etérea. La ciencia no se atreve a llevar la ilustración más allá, pero los herméticos dicen que si las vibraciones continuaran aumentando el objeto pasaría sucesivamente por estados de manifestación superiores, llegando al plano mental y después al espiritual, hasta ser por último absorbido en el TODO QUE ES EL Espíritu Absoluto. El «objeto», sin embargo, habría dejado de ser tal mucho antes de llegar a la sustancia etérea, pero de todas maneras la ilustración es correcta en cuanto demuestra los efectos del aumento continuo de la intensidad vibratoria. Debe recordarse que en la ilustración anterior, con el llegar a los estados en que el objeto irradia color, luz, etc., no se ha resuelto aún la cuestión en
esas formas de energía (que están en un grado mucho más elevado), sino que simplemente llega a un grado de vibración en el que esas energías se libertan hasta cierto punto de las limitadoras influencias de las moléculas, átomos y corpúsculos. Esas energías, si bien son muy superiores en la escala a la materia, están aprisionadas y confinadas en las combinaciones materiales, en razón de las fuerzas que se manifiestan a través de ellas, y empleando formas materiales, y de esta manera se confinan en sus creaciones corpóreas, lo que, hasta cierto punto, es cierto en toda creación, quedando la fuerza creadora envuelta en su propia creación.

Pero la doctrina hermética va mucho más allá que la ciencia moderna, y afirma que toda manifestación de pensamiento, emoción, razón, voluntad, deseo o cualquier otro estado mental, va acompañada por vibraciones, parte de las cuales se emanan al exterior y tienden a afectar las mentes de los demás por «inducción». Esta es la causa de la telepatía, de la influencia mental y de otros efectos del poder de una mente sobre otra, la que ya va siendo de dominio público, debido a la gran cantidad de obras de ocultismo que están publicando discípulos e instructores sobre estas materias.

Cada pensamiento, emoción o estado mental tiene en su correspondiente intensidad y modalidad vibratoria. Y, otras, esos estados mentales pueden ser reproducidos, así como una nota musical puede ser reproducida haciendo vibrar las cuerdas de un instrumento con la velocidad requerida, o como se puede reproducir un color cualquiera. Conociendo el Principio de Vibración, aplicado a los fenómenos mentales, uno puede polarizar su mente en el grado que quiera, obteniendo así un perfecto dominio y controlalor sobre sus estados mentales. De la misma manera, podrá afectar las mentes de los demás, produciendo en ellos los requeridos estados mentales. En una palabra, podrá producir en el Plano Mental lo que la ciencia produce en el físico, o sea las vibraciones a voluntad. Este poder, por supuesto, puede adquirirse únicamente mediante las instrucciones, ejercicios y prácticas apropiadas, siendo la ciencia que las enseña, la de la «transmutación mental», una de la rama de la Filosofía Hermética.

Un poco de reflexión sobre lo que hemos dicho mostrará que el Principio de Vibración está oculto tras todos los maravillosos fenómenos de los poderes manifestados por los Maestros y Adeptos, quienes pueden aparentemente eludir las leyes de la Naturaleza, pero que, realmente, no hacen más que emplear una ley contra otra, un principio contra otros, y que llevan a cabo sus resultados modificando las vibraciones de las cosas materiales o de las energías, realizando así lo que comúnmente llamamos milagros. Como dijo una de las más antiguas autoridades herméticas: «Aquel que ha comprendido el Principio de Vibración, ha alcanzado el cetro del Poder».

CAPÍTULO X

POLARIDAD

«Todo es dual, todo tiene polos; todo su par de opuestos; los semejantes y desemejantes son los mismos; los opuestos son idénticos en naturaleza, difiriendo sólo en grado; los extremos se tocan; todas las verdades, son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse.»
El Kybalion.

El Cuarto Gran Principio Hermético —el Principio de polaridad— encierra la verdad de que todas las cosas manifestadas tienen dos lados, dos aspectos, dos polos; un par de opuestos con innumerables grados entre ambos extremos. Las antiguas paradojas, que siempre han confundido la mente de los hombres, quedan explicadas si se comprende este principio. El hombre siempre ha reconocido algo semejante a este principio y ha tratado de expresarlas con dichos, máximas o aforismos como los siguientes: «Todo es y no es al mismo tiempo»; «todas las verdades no son más que medias-verdades»; «toda verdad es medio-falsa»; «Todas las cosas tienen dos lados»; «siempre hay un reverso para cada anverso», etc.

Las enseñanzas herméticas opinan sobre la diferencia que existe entre cosas aparentemente opuestas diametralmente, que es sólo cuestión de grado. Y afirma que todo par de opuestos puede conciliarse y que la tesis y la antítesis son idénticas en naturaleza, difiriendo sólo en grado. La conciliación universal de los opuestos se efectúa reconociendo este Principio de Polaridad. Ejemplo de este principio pueden encontrarse en todas partes, después de un examen de la naturaleza real de las cosas.

El espíritu y la materia no son más que polos de las mismas cosas, siendo los planos intermediarios cuestión de grados vibratorios meramente. El TODO y los muchos son los mismos, residiendo la diferencia solamente en el grado de manifestación mental. De manera, pues, que la LEY y las leyes son los dos polos de una sola y misma cosa. E igual sucede con el PRINCIPIO y los principios, con la MENTE infinita y la mente finita.

Si pasamos al plano físico encontramos que el Calor y el Frío son de naturaleza idéntica, siendo la
diferencia simple cuestión de grados. El termómetro indica los grados de temperatura, siendo el polo inferior el llamado «frío» y el superior «calor». Entre ambos hay muchos grados de calor y frío, pues cualquier nombre que se les dé es correcto. De dos grados, el superior es siempre más caliente en comparación con el inferior, que es más frío. No hay absolutamente un tipo fijo: todo es cuestión de grado. No hay ningún sitio en el termómetro en el que cese el calor y comience el frío absolutamente. Todo se reduce a vibraciones más o menos elevadas o bajas. Las mismas palabras «elevado» y «bajo» que nos vemos obligados a usar, no son más que polos de la misma cosa: los términos son relativos.

Así sucede igualmente con el «Este» y el «Oeste». Si viajamos alrededor del mundo en dirección al oriente, llegaremos a un punto que se llama occidente, considerándolo desde el punto de partida. Marchemos suficientemente lejos hacia el Norte y pronto nos encontraremos viajando hacia el sur y  viceversa.

La Luz y la oscuridad son polos de la misma cosa, con muchos grados entre ambos. La escala musical es la misma. Partiendo del sí en adelante llegaremos a encontrar otro sí y así sucesivamente, siendo las diferencias entre los extremos también cuestión de grados. En la escala del color sucede otro tanto, siendo la intensidad vibratoria la única diferencia que existe entre el rojo y el violeta. Lo grande y lo pequeño son cosas relativas. Igualmente lo es el ruido y la quietud, lo duro y lo blando, lo afilado y lo romo. Positivo y negativo son los dos polos de una misma cosa, con innumerables gradaciones entre ambos.

Bueno y malo no son cosas absolutas; A un extremo lo llamamos bueno y al otro malo, o Bien al uno y Mal al otro, de acuerdo con el sentido que queramos darle. Una cosa es menos buena que la que le es superior en la escala, pero esa cosa menos buena, a su vez, es mejor comparada con la que tenga el más o el menos regido por la posición que tenga en la escala.

Igual cosa sucede en el plano mental. El amor y el odio son considerados como diametralmente opuestos, completamente diferentes e irreconciliables. Pero si aplicamos el Principio de Polaridad, encontraremos que no existe un amor absoluto o un odio absoluto, diferentes uno de otro. Los dos no son más que términos aplicados a los dos polos de la misma cosa. Empezando en cualquier punto de la escala, encontramos «más amor» o «menos odio», si ascendemos por ella, o «menos amor» si por ella descendemos, y esto es cierto, sin importar nada el punto, alto y bajo, que tomemos como partida. Hay muchos grados de amor y de odio, y existe también un punto medio donde el agrado y el desagrado se mezclan en tal forma que es imposible distinguirlos. El valor y el miedo quedan también bajo la misma regla. Los pares de opuestos existen por doquier. Donde encontremos una cosa, encontraremos también su opuesta: los dos polos.

Este hecho es el que permite al hermético transmutar un estado mental en otro, siguiendo las líneas de polarización. Las cosas de diferente clase no pueden transmutarse unas en otras, pero sí las de igual clase. Así, pues, el Amor no podrá convertirse en Este u Oeste, o Rojo o Violeta, pero puede tornarse en Odio, e igualmente el Odio puede tornarse en Amor cambiando su polaridad. El valor puede transmutarse en miedo y viceversa. Las cosas duras pueden tornarse blandas, las calientes, frías, y así sucesivamente, efectuándose siempre la transmutación entre cosas de la misma clase, pero de grado diferente. Tratándose de un hombre cobarde, si se elevan sus vibraciones mentales a lo largo de la línea Miedo-valor, se llenará de valentía y desprecio por el peligro. E igualmente el perezoso puede hacerse activo y enérgico, polarizándose simplemente a lo largo de las líneas de la deseada cualidad.

Los discípulos familiarizados con los procedimientos mediante los cuales producen las diversas escuelas de ciencia mental cambios en los estados mentales de sus seguidores, quizás, no comprendan fácilmente cuál es el principio que se oculta tras esos cambios. Pero, no obstante, una vez que se ha entendido el Principio de Polaridad, se ve inmediatamente que esos cambios mentales son ocasionados por un cambio de polaridad, por un deslizamiento a lo largo de la misma escala. Este cambio no es de la naturaleza de transmutar una cosa en otra completamente diferente, sino que se reduce a un simple cambio de grado de la misma cosa, lo que es una diferencia importantísima. Por ejemplo, y sacando un ejemplo del Mundo Físico, es imposible cambiar el calor en agudeza o filosidad, pesadez, elevación, etc., pero puede ser fácilmente transmutado en frío, con sólo amortiguar la vibración. De la misma manera el odio y el amor son recíprocamente transmutables, así como el miedo y el valor. Pero el Miedo no puede transformarse en Amor, ni el Valor en Odio. Los estados mentales pertenecen a innumerables clases, cada una de las cuales tienen sus polos opuestos, a lo largo de los cuales es posible la transmutación.

Se comprenderá fácilmente que, tanto en los estados mentales como en los fenómenos del plano físico, los dos polos pueden ser clasificados como positivo y negativo, respectivamente. Así, pues, el amor es positivo respecto al odio; el valor respecto al miedo; la actividad respecto de la inercia, etc. Y también se notará, aun desconociendo el principio de vibración, que el polo positivo parece ser de grado superior que el negativo, pudiendo aquel dominar fácilmente a este. La tendencia de la Naturaleza es en dirección a la actividad dominante del polo positivo. Además del cambio de los polos de los propios estados mentales mediante la aplicación del arte de la polarización, el fenómeno de la influencia mental, en sus múltiples fases, demuestra que el principio puede extenderse hasta abarcar los fenómenos de la influencia de una mente sobre otra, de lo que tanto ha sido escrito en los últimos años. Cuando se comprende que la inducción mental es posible, esto es, que los estados mentales pueden producirse por inducción de los demás, entonces se verá como puede comunicarse a otra cierta clase de vibración o polaridad, cambiándose así la polarización de la mente entera. La mayoría de los resultados obtenidos mediante los «tratamientos mentales» se obtienen según ese principio. Por ejemplo, una persona está triste, melancólica y temerosa. Un científico de la mente eleva su propia mentalidad al deseado grado de vibración, mediante su voluntad previamente ejercitada, y de esta manera obtiene la polarización requerida en su propia mentalidad. Entonces por inducción, produce un estado mental análogo en el otro, siendo el resultado que las vibraciones de éste se intensifican y el paciente se polariza hacia el polo positivo de la escala, en vez de polarizarse hacia el negativo, y sus temores, melancolía, etc., se transforman en valor, contento y parecidos estados internos. Un poco de meditación sobre el asunto demostrará que esos cambios mentales se efectúan casi todos a lo largo de las líneas de polarización, siendo el cambio más bien cuestión que de clase.

El conocimiento de este gran principio hermético permitirá comprender mejor los propios estados mentales, así como los de los demás. Y se verá que esos estados son puramente cuestión de grados, y al comprobar el hecho podrá elevar las vibraciones interiores a voluntad, cambiando su polaridad, haciéndose dueño de sus pensamientos, en vez de ser su esclavo y servidor. Este conocimiento le permitirá además ayudar a otros inteligentemente, cambiando, mediante los métodos apropiados, su polaridad. Es muy conveniente familiarizarse con este principio, porque su comprensión correcta arrojará muchísima luz sobre problemas difíciles y oscuros.

CAPÍTULO XI

RITMO

«Todo fluye y refluye, todo asciende y desciende; la oscilación pendular se manifiesta en todas las cosas; la medida del movimiento hacia la derecha es la misma que el de la oscilación a la izquierda; el Ritmo es la compensación.»
El Kybalion.

El Quinto Gran Principio Hermético —El Principio del Ritmo— encierra la verdad de que en todos se manifiesta una oscilación medida, movimiento de ida y vuelta, un flujo y reflujo, un movimiento semejante al del péndulo, una marea con suba y baja, manifestándose siempre entre los dos polos los planos físico, mental y espiritual. El principio del Ritmo está estrechamente relacionado con el principio de polaridad, descrito en el capítulo anterior. El ritmo se manifiesta entre los dos polos establecidos por el principio de polaridad. Esto no significa, sin embargo, que la oscilación rítmica vaya hasta los extremos de cada polo, pues esto sucede rarísimas veces. En realidad, es muy difícil establecer los opuestos polares extremos en la mayoría de los casos.

Pero la oscilación es siempre «hacia» un polo primero, y después «hacia» el otro.

Siempre hay una acción y una reacción, un avance y un retroceso, una elevación y una caída, manifestándose en todas las cosas y fenómenos del universo. Moles, mundos, hombres, animales, vegetales, minerales, energías, fuerzas, mente, y materia, y hasta el mismo espíritu manifiestan este principio. El principio se manifiesta en la creación y destrucción de los mundos, en la elevación y caída de las naciones, en la historia de la vida de todas las cosas y, finalmente, en los estados mentales del hombre.
Empezando por las manifestaciones del Espíritu —el TODO— se verá que siempre hay una Emanación, seguida de Absorción, «la respiración y la aspiración de Brahma», según dicen los
brahmines. Los universos se crean, alcanzan el punto más bajo de maternidad y entonces comienzan la oscilación de vuelta. Los soles nacen, alcanzan la cumbre de su poder, empieza el progreso de su retrogresión y después de eones sin cuento se convierten en muertas masas de materia, esperando otro impulso que imparta en ellos nuevas energías internas y que los lleve a un nuevo ciclo de vida solar. Y así sucede con todos los mundos: nacen, crecen y mueren, sólo para renacer de nuevo. E igualmente sucede con todas las cosas de cuerpo o forma: oscilan de la acción a la reacción, del nacimiento a la muerte, de la actividad a la inactividad, y de nuevo comienza el ciclo. Lo mismo pasa con todos los grandes movimientos filosóficos, credos de cualquier clase, gobiernos, naciones, etc.: nacen, crecen, llegan a su madurez, decaen, mueren, sólo para renacer de nuevo.

La oscilación pendular es evidente por doquiera. La noche sigue al día y el día a la noche. El péndulo oscila del verano al invierno y de éste a aquél. Los corpúsculos, átomos y moléculas y todas las masas de materia, oscilan en torno del círculo que corresponde a su naturaleza. No hay tal reposo absoluto o cesación de movimiento. Todo movimiento participa del Ritmo. Este principio es de aplicación universal. Puede ser aplicado a cualquier cuestión o fenómeno de las muchas fases de la vida. Puede aplicarse a todas las fases de la humana actividad.

Siempre existe la oscilación rítmica de un polo a otro. El Péndulo Universal está siempre en movimiento. Las mareas de la vida fluyen y refluyen de acuerdo con la Ley. La ciencia moderna reconoce el principio del Ritmo, y lo considera de aplicación universal en cuanto se refiere a las cosas materiales. Pero los herméticos llevan el principio mucho más allá y saben que sus manifestaciones se extienden a las actividades mentales del hombre, y que él solo explica la gran sucesión de sus modalidades, sentimientos y otros cambios contundentes que notamos en nosotros mismos. Pero los herméticos, al estudiar la operación de este principio, han descubierto el modo de substraerse a las actividades mediante la Transmutación.

Los Maestros Herméticos descubrieron que en tanto que el principio del Ritmo era invariable, y evidente en todos los fenómenos mentales, había dos planos de manifestación en lo que a los fenómenos mentales concernía. Descubrieron que había dos planos generales de conciencia, el Inferior y el Superior, y este descubrimiento les permitió elevarse al plano superior, escapando a la oscilación del péndulo rítmico, que se manifestaba en el plano inferior. En otras palabras, la oscilación del péndulo se produce en el plano inconsciente y la conciencia no queda, por consiguiente, afectada. A esta ley la llamaron la Ley de la Neutralización. Su operación consiste en elevar al Ego sobre las vibraciones del plano inconsciente de la actividad mental, de manera que la oscilación negativa del péndulo no se manifieste en la conciencia y no quede uno afectado por ella. Es lo mismo que levantarse por encima de una cosa y dejar que pase esta por debajo de uno. El instructor o discípulo hermético se polariza a sí mismo en el polo requerido, y por un procedimiento semejante a «rehusar» el participar en la oscilación retrógrada, o si se prefiere, «negando» su influencia sobre él, se mantiene firmemente en su posición polarizada, y permite al péndulo mental oscilar hacia atrás en el plano inconsciente. Todo hombre, que en mayor o menor grado, ha adquirido cierto dominio de sí mismo, realiza esto más o menos conscientemente, impidiendo que sus modalidades o estados mentales negativos lo afecten, mediante la aplicación de la ley de la neutralización. El maestro, sin embargo, lleva esto hasta un grado muchísimo mayor de eficacia y proficiencia, y, mediante su voluntad, llega a un grado de equilibrio e inflexibilidad mental casi imposible de concebir por aquellos que se dejan llevar y traer por el péndulo mental de sus sentimientos y modalidades.

Todo pensador apreciará debidamente la gran importancia del asunto con sólo considerar lo esclavo que, en su mayoría, la gente es de su propio estado de ánimo, sentimientos y emociones y el poco dominio de sí mismo que tienen. A poco que se medite el asunto se comprenderá cuanto nos han afectado en nuestra vida esas oscilaciones del ritmo; como a un período de entusiasmo ha seguido un correspondiente período de depresión.

Igualmente, tenemos períodos de valor, que son seguidos de períodos de desaliento y miedo. Y así
sucede con todos o la mayoría por lo menos: marea de sentimientos y emociones se elevan y caen, pero nunca sospechan la causa de ese fenómeno. Si se comprende la operación de este principio, se obtendrá la clave para dominar esas oscilaciones y uno podrá conocerse a sí mismo mucho mejor, evitando además el dejarse llevar por esos flujos y reflujos. La voluntad es muy superior a la manifestación
consciente de este principio, por más que el principio mismo nunca puede ser destruido. Podremos
sustraernos a sus efectos, pero, no obstante, el principio obrará. El péndulo siempre oscila, si bien
podemos evitar el ser arrastrados por su oscilación.
Existen, además, otras particularidades en la operación de este Principio del Ritmo, de las que vamos a hablar ahora. Dentro de su operación entra lo que se conoce como ley de compensación. Una de las definiciones o significados de la palabra compensación es «contrabalancear», «equilibrar», y en este sentido se emplea dicho término en la Filosofía Hermética. A esta ley de compensación se refiere El Kybalion cuando dice: «La medida de la oscilación hacia la derecha es la misma que la de la oscilación a la izquierda; el ritmo es la compensación».

La ley de compensación es la que hace que la oscilación en una dirección determine otra oscilación en sentido contrario, y así se equilibran mutuamente. En el Plano Físico vemos muchos ejemplos de esta ley. El péndulo de un reloj oscila hasta cierto punto hacia la derecha y de allí vuelve a oscilar hacia la izquierda otro tanto. Las estaciones se equilibran unas a otras de la misma manera. Las mareas obedecen a la misma ley. Y la misma ley se manifiesta en todos los fenómenos del Ritmo. El péndulo que sólo hace una oscilación corta hacia la derecha, hace otra oscilación corta hacia la izquierda. Si la oscilación hacia la derecha es grande, la oscilación hacia la izquierda lo es igualmente, un objeto cualquiera arrojado hacia arriba, tiene que recorrer exactamente el mismo camino de vuelta. La fuerza con que se lanza un proyectil hacia arriba se reproduce cuando el proyectil vuelve a la tierra. Esta ley es constante en el Plano Físico, como cualquier referencia a la mayor autoridad científica lo corroborará.

Pero el hermético lo lleva aún más allá. Y afirma que los estados mentales están sujetos a la misma ley. El hombre capaz de gozar agudamente, es también capaz de sufrir en igual grado. El que sólo escapaz de escaso dolor, tampoco puede gozar más que escaso placer. El cerdo sufre mentalmente muy poco; pero, en cambio, tampoco puede gozar gran cosa: está compensado. Por otra parte, hay animales que gozan extraordinariamente, pero también su sistema nervioso y temperamento los hacen sufrir extremos grados de dolor. Igualmente sucede con el hombre. Hay temperamentos que sólo son capaces de muy poco goce, pero entonces sólo existe, como compensación, una capacidad para soportar muy poco dolor, en tanto que otros hombres pueden gozar intensamente sufren en igual grado. La regla es que la capacidad para el placer y el dolor en cada individuo está equilibrada. La ley de compensación opera ampliamente aquí también.
Pero el hermético va más allá aún en esta materia, y afirma que antes de que uno pueda gozar de cierto grado de placer es necesario que haya oscilado proporcionalmente otro tanto hacia el otro polo del sentimiento o sensación. El negativo en esta materia precede al positivo; es decir, que al experimentar cierto grado de placer no se seguirá que «haya que pagarlo» con un correspondiente grado de dolor; por el contrario, el placer es la oscilación rítmica, de acuerdo con la ley de compensación, originada por un grado de dolor experimentado previamente, bien en la vida actual o en encarnaciones anteriores. Y esto arroja una nueva luz sobre el problema del dolor.

Los herméticos consideran la cadena de vidas como continua, como simples puertas de una sola vida del individuo, de suerte que la oscilación rítmica es considerada en esta forma, mientras que no tendría significado alguno si no se admitiera la doctrina de la reencarnación. Pero, además, el hermético sostiene que el maestro o el discípulo avanzado es capaz, en grado superlativo, de rehuir la oscilación hacia el dolor, realizando el proceso de neutralización a que aludiéramos anteriormente. Ascendiendo al plano superior del Ego, se evitan muchas de las experiencias que llegan a los que habitan en planos inferiores.

La ley de compensación desempeña una parte importante en la vida de los hombres, pues se verá que uno generalmente paga el precio de lo que tiene o le falta. Si se posee una cosa, falta otra, y así se equilibra la balanza. Nadie puede guardarse su centavo y tener al mismo tiempo la torta, todo tiene su lado agradable y desagradable. Las cosas que uno obtiene siempre las paga con las que pierde. El rico posee mucho de lo que al pobre le falta, mientras que el pobre posee cosas que frecuentemente están fuera del alcance del rico. El millonario que gusta de los festines, y que tiene la fortuna necesaria para satisfacer sus deseos y asegurarse la satisfacción de su gula, carece del apetito necesario para gustarlos, y envidia el apetito y la digestión del obrero a quien le falta la fortuna y la inclinación del millonario, gozando más de su sencillo alimento que el millonario sin apetito y con el estómago arruinado. Y así sucede con todo en la vida. La ley de compensación está siempre obrando, equilibrando y contrabalanceando las cosas continuamente, en la sucesión del tiempo, aunque la oscilación del ritmo tarde vidas enteras.

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