¿CUENTO ONÍRICO O
SUEÑO LÚCIDO?
Desde
pequeña, me ha gustado irme a dormir pronto, no porque necesite más
horas de sueño que los demás, sino porque, cuando acaba el día,
haya sido bueno o malo, me gusta “inventar el mundo”. Desde
siempre le llamé así y así lo sigo llamando ahora. Antes de
dormir, me invento el mundo, fantaseo, sobre todo, con los sitios,
árboles, pájaros, caminos que se cruzan y me hacen difícil la
decisión de cuál tomar. Me gusta decidir por cuál de los cuatro
senderos (generalmente son cuatro) y, según para dónde decida me
van pasando cosas: encuentro fresas silvestres, moras para hacer
mermelada, miro durante un rato al pajarillo que canta en una rama
que me invento yo también. Mis pájaros tienen colores alegres y
chillones y, en mi imaginación encuentro gorriones con los colores
de un loro, por ejemplo, o algún animalillo de color morado, que yo
interpreto como pena y me gusta cogerlos y darles calor contra mi
pecho y ver cómo abre los ojos y los fija en mí con cariño, porque
como el mundo es mío, en él pasan las cosas como yo quiero. A
veces, algún árbol me llama. Me acerco a él y acaricio con
suavidad su tronco rugoso y estoy un rato abrazada a él, hasta que
sus hojas hacen un ruido que a mí me suena como el ronroneo de un
gato. Me gusta ver y describir todas las gamas de los verdes que me
rodean y me fijo en algunas hierbas que presentan un color por un
lado y, por el otro, son más claro o más oscuro. Y, si levanto la
vista, veo las copas de los árboles que, de lado a lado, parece que
se unen, como si formaran un refugio en el que nada me puede pasar.
A
veces me pregunto cómo verá mi bosque un daltónico que no
reconozca el verde y lo vea como marrón, por ejemplo. Sería un
mundo más triste que el mío y si tampoco ve el rojo o el azul ¿de
qué color verá mi pájaro? Y, hasta puede que no vea mi animalillo
morado y me lo pise y le haga daño. Por eso, según me voy quedando
dormida, tengo siempre a mi animalito bien cobijado entre mis manos.
El caso es que nunca sé de qué clase de animal se trata o si es una
cría o es ya adulto. Por el día pienso que, a lo mejor, es
simplemente un ratoncito de monte, que son más limpios que los de
ciudad. Pero no lo sé.
En
mi mundo estoy yo sola y represento a la humanidad. No quiero que
ningún humano entre porque, dónde hay dos humanos hay que hablar y
los pájaros se callan, además querrían encender fuego porque
tendrían frío y mis árboles tendrían que dejar de tocarse allá
arriba para dejar salir el humo y pisarían la hilera de hormigas que
van todas cargadas hacia sus agujeros, sin meterse con nadie, y mi
animalito morado se escondería y no querría salir y no podría
querer a mi árbol y me dirían que mi pájaro era un simple gorrión
y no tenía colores y al final levantaríamos tanto la voz
discutiendo que todo a nuestro alrededor se asustaría y habría un
silencio de seres expectantes y callados. No, en mi mundo inventado
no hay nadie más que yo.
Por
eso me extrañó tanto ver, de pronto, que, a lo lejos y por las
cuatro sendas que tenía a mi vista, había gente que se acercaba
despacio, “demasiado despacio” pensé mientras tapaba al
animalito debajo de mi chaquetón. Poco a poco fui distinguiendo
algunas figuras, pero eran muy raras: veía sus ropas como si
cubrieran cuerpos, pero no distinguía los cuerpos ni las caras, ni
las manos, ni los pies, a pesar de que los zapatos caminaban. Por las
ropas, algunos eran militares, otros hombres civiles con paso
cansado, alguna mujer de la que distinguía la falda muy lejos de los
zapatos “esa lleva minifalda”. Un poco después vi que todas las
vestimentas estaban manchadas de sangre y algunas rotas en jirones
que colgaban hasta el suelo. Reinaba un silencio pesado y mucho
sufrimiento. No sé cómo pero percibí sufrimiento, rabia y un
sentimiento como de frustración. Poco a poco, iban llegando a la
confluencia de los cuatro senderos y allí se paraban sin saber hacia
dónde ir. Un chiquillo, deduje por las dimensiones de sus
pantalones, fue el único que se fijó en mí y se acercó:
- Y
ahora ¿por dónde hay que ir?… oí su pregunta, pero era como si
me hablara dentro de mi cabeza
Me
encogí de hombros:
- No
sé…. ¿dónde vais?. Este es mi sueño…. ¿de dónde venís?
- De
ahí….. - y dándose la vuelta, me señalaba el sendero por el que
había llegado.
-
No, por ahí has venido…….pero ¿de dónde? - y supuse que me
estaba mirando extrañado de mi pregunta- ¿con quién has venido?
¿quiénes son todos esos?
- No
los conozco, tú sabrás…….
-
¿Yo? Yo no tengo ni idea….yo siempre estoy aquí sola. Y… además
¿por qué no tienes cuerpo? ¿Dónde lo has dejado?. No se puede ir
por ahí con esa pinta.
- Es
que estaba todo deshecho…..lo dejé allí.
-
¿Dónde es allí, dónde has dejado tu cuerpo?
-
Pues ya te lo he dicho. Lo dejé allí y yo salí corriendo porque me
dio miedo ¿tú sabes la que se ha liado allí?, Pregunta y verás.
Se
volvió y debió de llamar a alguien, porque de aquel montón, que ya
no era un grupo, no dejaban de llegar y empezaban a extenderse por
fuera de los caminos, sobre el verde, pisando hojas que crujían, y
los árboles gemían por la presión de tantas espaldas contra sus
troncos. Los pájaros estaban mudos y como la multitud tampoco
hablaba…. Bueno, pues de aquella muchedumbre se adelantó una
figura con vestimentas que habían sido blancas y una especie de aro
enrollado en lo que tendría que estar la cabeza. Pero las ropas no
tapaban nada o, por lo menos, yo veía una especie de basurero
llenos de trozos de tela por todas partes.
Así
que la chilaba y el turbante flotaron hacia mí. Antes de poder
saludarle, una voz de trueno resonó en mi cabeza:
-
¿Qué hace aquí una mujer sola? ¿y por qué llevas tan poca ropa?
-
¿Por qué grita? Asustará a mis animales. Yo siempre que quiero
estoy aquí. ¿Qué hace Vd. aquí? Bueno, suponiendo que sea Vd.
alguien, porque yo lo veo muy traslúcido.
-
¿Dónde está tu marido? Y el turbante se volvía a todas partes.
- No
tengo marido…… además a Vd. qué le importa?. El chaval dice que
no sabe por dónde ir.
-
Vamos a reunirnos con Alá.
-
Ah, son musulmanes……. ¿y toda esta gente? ¿por qué son todos
trasparentes? Podían quitarse los harapos, porque vaya pinta que
llevan…….
- Yo
no sé quién es esa gente…. No los conozco….. no son mis
hermanos
-
¡¡¡ Cómo van a ser sus hermanos!!!! Ni que su madre fuera una
coneja…… pero han venido con Vd., pensé que todos irían al
mismo sitio.
-
¡¡¡¡ No blasfemes, mujer !!!! -me empezaba a fastidiar a mí el
turbante de las narices-
-
¡¡¡¡¡ que no me chille !!!!
-
Basta de charla, dijo el turbante, dinos por dónde se va al cielo de
Alá.
-
Las pocas personas que han pasado por aquí, hasta ahora, cada una ha
ido por dónde han querido y no ha regresado ninguna.
-
¿Por qué?
- Yo
qué sé….. se han ido y no han vuelto.
-
Mujer !!!, ¡¡¡ no servís para nada !!!. Reconozco que me enfadé,
a lo mejor más de lo normal, pero me enfadé.
-
Oye, tú, mustafá. Como me vuelvas a ofender te pego un garrotazo
(de pronto yo tenía una garrota en la mano) y te disperso los
átomos…… y te vas a quedar como la radiografía de un silbido.
Y,
levantado la voz todo lo que pude, con un tono enfadado:
-
¡¡¡ vamos a ver !!! ¿Es que no sabéis que todos los caminos van
a Roma? Quitaos esos andrajos que estáis pa´una película de
romanos. Total, os habéis “quedao” en la mínima expresión.
Todos sois “remedio contra concupiscencia” y ya me estaba riendo
casi a carcajadas, porque el espectáculo era más ridículo que
macabro- y no me dejéis ni una huella…… hala, todos fuera.
Y,
en un instante, nadie había y cada cosa estaba estaba en su sitio,
hasta mi animalito morado.
¡¡¡
lo que me faltaba!!!, pensé divertida, tener alucinaciones cuando
estoy durmiendo. Tengo que leer más despacio y parar entre párrafo
y párrafo, porque, si no, no voy a saber lo que quiero saber, si es
que al final sé qué era lo que tenía que saber.
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