Cuando estás sola, porque lo hayas elegido o porque no has tenido más remedio, empiezas repasando el inmediato pasado y te sientes traicionada, humillada, engañada. Empiezas a buscar culpables de tus desdichas y encuentras lo que estás buscando: aquel me hizo aquello, el otro esto otro, después de lo que hice por ella...., fíjate que renuncié a .......... y, en aquella ocasión en que.....
Y sigues dando vueltas en un círculo sin fin porque por eso es un círculo. Ves tan claro lo mal que se han portado que les impones tu ausencia como castigo. Pero, a la vez, te encuentras estupendamente sola, porque lo has querido toda la vida. Tiempo.
Pero un buen día, sin venir a cuento, una insidiosa idea intenta colarse en tu consciencia y la espantas, porque, precisamente esa idea es absurda. Hasta que tu mente, harta de ti, te lo presenta con toda la crudeza que suelen tener las malas noticias:"Si tan buena has sido, si a tanto has renunciado, si tanto bueno has dado... ¿por qué ahora no puedes recurrir a nadie?. ¿de verdad todo lo que hiciste, fue desinteresadamente?, ¿esperaste alguna vez a que alguien te dijera lo que tuviera que decir, antes de que tú hicieras lo que ya tenías pensado?, párate a pensar por un momento. Te sublevas ante lo que tienen que aguantar las mujeres, condenarías a muerte al que prefiere verla muerta y no aguantas encontrar a un hombre casado, apoyado en la barra de un bar, buscando alrededor y que justifique su presencia con la incomprensión de su mujer y te revuelves como una leona:"¿no será que tu mujer te entiende perfectamente", "¿no será que pretendes encontrar a otra a la que puedas engañar, por que a ella ya no la engañas?" Y te dabas la vuelta y a otra cosa mariposa". Mira guapa, me dice mi mente que a veces se pasa de familiaridad, si quieres pensar en serio, te ayudo. Pero si vas a empezar a repasar otra vez la lista de ofensas, tómate una pastilla de esas que el médico te dio para las obsesiones y déjame en paz, que me agotas.
Y, aunque te resistas y duermas 20 horas, al despertar, tu mente te espera: "¿pensamos o te vuelves a dormir. A mí no me importa, cuanto más duermas más tranquila me dejas?". Y sigues resistiendo porque lo que se te exige, lo que tu mente te está exigiendo es objetivar el problema y analizarlo con todo el cuidado de un cirujano, cortando sin que te tiemble la mano y buscando el tumor que está martirizando tu alma. Hasta que, en un momento dado, cuando menos te lo esperas, has claudicado y empiezas eso que ahora se dice de "buscarte a ti misma" y "conocerte a ti misma". Que exige mucho esfuerzo y mucho valor y quizá alguna lágrima cuando te das cuenta de que eres tú la que has puesto las condiciones para que ocurrieran las cosas como ocurrieron. Analizas los mecanismos que empleas cuando actúas y se te hunde el castillo de naipes cuando comprendes que con tu afán de empujar a la vida, construiste la torre antes de poner los cimientos.
Y los cimientos tienen que estar puestos y reposados antes de levantar sobre ellos cualquier cosa.
Mis grandes amigos, Jose y Andrés, que además eran compañeros de trabajo, me lo dijeron hasta quedarse sin saliva: "No empujes a la vida N... deja que las cosas vengan por sí solas". Y mi gran amiga D., con quién compartí piso cuando ambas teníamos el trabajo muy lejos de casa completaba:" Pero es que lo que no me explico es que, en un sitio tan aburrido como éste, le pasen tantas cosas a esta mujer", "porque ella misma las crea, las fuerza, se pasa el día moldeando el mundo" contestaban ellos. Yo me mosqueaba: "oye, guapos, que estoy aquí, decídmelo a mí"
"¿a ti?.... pa´l caso que nos vas a hacer".
Pero era verdad, siempre lo supe, pero sólo ahora, que no sé dónde están, puedo darles la razón.
Si, he empujado a la vida, he provocado las situaciones que yo quería y nunca pregunté a nadie si estaban de acuerdo. Mi orgullo y altanería daban por hecho que lo estaban. Esta es una de las razones de por qué muchas veces las cosas no han sido como yo quería.
Y hoy Nietsche me ha dado la respuesta, al hablar de la impetuosidad y sus riesgos. De pronto, he dejado de leer y en voz más bien alta he dicho: "Mierda, estoy empezando a empujar...........". Porque el conocerte y encontrarte a ti misma no acarrea un cambio, sólo, si tienes suerte y estás atenta a tus intuiciones, una lucecita débil y lejana se encenderá y de ti depende el parar y....... dar media vuelta e irte con el sol, cuando muera la tarde.
No quiero releerlo, por no borrarlo. Si hay alguna falta echadle la culpa al teclado.
Y, aunque te resistas y duermas 20 horas, al despertar, tu mente te espera: "¿pensamos o te vuelves a dormir. A mí no me importa, cuanto más duermas más tranquila me dejas?". Y sigues resistiendo porque lo que se te exige, lo que tu mente te está exigiendo es objetivar el problema y analizarlo con todo el cuidado de un cirujano, cortando sin que te tiemble la mano y buscando el tumor que está martirizando tu alma. Hasta que, en un momento dado, cuando menos te lo esperas, has claudicado y empiezas eso que ahora se dice de "buscarte a ti misma" y "conocerte a ti misma". Que exige mucho esfuerzo y mucho valor y quizá alguna lágrima cuando te das cuenta de que eres tú la que has puesto las condiciones para que ocurrieran las cosas como ocurrieron. Analizas los mecanismos que empleas cuando actúas y se te hunde el castillo de naipes cuando comprendes que con tu afán de empujar a la vida, construiste la torre antes de poner los cimientos.
Y los cimientos tienen que estar puestos y reposados antes de levantar sobre ellos cualquier cosa.
Mis grandes amigos, Jose y Andrés, que además eran compañeros de trabajo, me lo dijeron hasta quedarse sin saliva: "No empujes a la vida N... deja que las cosas vengan por sí solas". Y mi gran amiga D., con quién compartí piso cuando ambas teníamos el trabajo muy lejos de casa completaba:" Pero es que lo que no me explico es que, en un sitio tan aburrido como éste, le pasen tantas cosas a esta mujer", "porque ella misma las crea, las fuerza, se pasa el día moldeando el mundo" contestaban ellos. Yo me mosqueaba: "oye, guapos, que estoy aquí, decídmelo a mí"
"¿a ti?.... pa´l caso que nos vas a hacer".
Pero era verdad, siempre lo supe, pero sólo ahora, que no sé dónde están, puedo darles la razón.
Si, he empujado a la vida, he provocado las situaciones que yo quería y nunca pregunté a nadie si estaban de acuerdo. Mi orgullo y altanería daban por hecho que lo estaban. Esta es una de las razones de por qué muchas veces las cosas no han sido como yo quería.
Y hoy Nietsche me ha dado la respuesta, al hablar de la impetuosidad y sus riesgos. De pronto, he dejado de leer y en voz más bien alta he dicho: "Mierda, estoy empezando a empujar...........". Porque el conocerte y encontrarte a ti misma no acarrea un cambio, sólo, si tienes suerte y estás atenta a tus intuiciones, una lucecita débil y lejana se encenderá y de ti depende el parar y....... dar media vuelta e irte con el sol, cuando muera la tarde.
No quiero releerlo, por no borrarlo. Si hay alguna falta echadle la culpa al teclado.
Me ha gustado mucho, realmente describe usted un sentimiento que conozco tanto. Gracias por compartir.
ResponderEliminar