Me preguntas si la vejez es triste y me has hecho pensar. Te diré lo que opino del asunto, Teetetos, porque es obligación de los hombres guiar a los jóvenes. Tu vejez será como haya sido tu vida. En una vida no truncada antes de tiempo se pueden distinguir tres etapas: aprendizaje, actividad y análisis de resultados.
El aprendizaje es la etapa más importante, pues según las costumbres, normas, conocimientos, oficios y, sobre todo, afectos que aceptes, condicionarás las otras dos. Vamos a suponer la vida de un hombre normal. Tras el aprendizaje, vendrá la etapa activa durante la que se plasmarán todo lo que tú hayas aceptado como bueno o conveniente (que no es lo mismo) para ti.
Imaginemos una vida dedicada a la enseñanza. Aunque los demás la vean fácil es limitada y frustrante. Porque el preparar la lección diaria, te roba el tiempo que emplearías en saberes apetecidos de siempre y siempre postergados por falta de tiempo. Si tienes un temario de, por ejemplo, filosofía impuesto por los que se consideran sabios en la materia y, cuando acabe el curso, tus alumnos han de ser examinados por personas a quiénes no conocen y que tampoco les conocen a ellos, esa espada de Damocles condicionará y limitará cualquier extralimitación que te apeteciera hacer. Tienes que trasmitir a tus alumnos todo el temario y, lo que a veces es imposible, hacer que entiendan una doctrina tras otra. Al cabo de unos años tu espíritu se cansa, la asignatura te parece cada vez más una guía telefónica. Los alumnos, tras la bajada del listón de conocimientos y la descaifinamiento de todas las áreas del saber, no llegan a manejar más de 200 palabras de su propia lengua y por eso "qué difícil es, cuando todo baja, no bajar también".
Entonces, empiezas a pensar en el día que puedas retirarte y dedicarte a todos esos temas de los que no pudiste hablar a los alumnos y que quizá para ti son los más importantes. O sea que estás acabando tu etapa activa.
Y te liberas del sufrimiento en que se han convertido las clases. Hay quién, a pesar de todo, empieza a decaer rápidamente hacia una vejez triste y sin contenido. Hay quién incluso se muere por la pena de haber dejado el trabajo. Si pusieron sus esperanzas en los hijos o los nietos, hicieron mal. Los hijos y los nietos deben vivir sus propias vidas. Si pensaron que sus compañeros de trabajo estarían para tomar un café, hicieron mal, porque los compañeros estarán como ellos.
Ese tiempo, mucho o poco, es tiempo de reflexión que la vida te concede por si quieres prepararte y encarar el final sin miedos y con unos conocimientos, aquellos conocimientos por los que suspiraste toda la vida, o aquella actividad con la que soñaste siempre (pasear, estudiar los pájaros, mirar el cielo de noche, localizar las constelaciones, hablar con tu compañera o compañero de tanto que no pudiste durante tantos años) Las fuerzas son menos, algún órgano está chungo, cada día te duele en un sitio diferente, pero el corazón y los sentimientos no duelen y siguen ahí y has aprendido tantas cosas de la vida que puedes entablar una conversación con un extraño y llegar a casa contento. Y, cuando llegue la hora, sólo un deseo: que un hijo, un amigo, un vecino, alguien, algún ser humano, te coja la mano para que no tengas miedo de dar el salto.
Recuerda que tienes que volver y acabar tantas, tantas cosas que dejaste a medias por falta de tiempo.
Bueno, Teeteto, así lo veo y así intento hacerlo. La vejez no tiene por qué ser triste si no te pasas las horas sentado en un sillón, delante de la TV y no encuentras algo que te apasiones. Porque la pasión por algo o por alguien ni duelen ni tienen edad. Sólo nos vamos a desprender de este envoltorio que se ha hecho viejo y volveremos con uno nuevo, elegante y vistoso.
Así lo deseo para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario