martes, 10 de enero de 2017

50 COSAS QUE HAY QUE SABER DE FILOSOFÍA (XIV)

33 Ciencia y pseudociencia

Los fósiles son los vestigios o las huellas de criaturas que vivieron en el pasado, que se fosilizaron tras su muerte y se han preservado en las rocas. Se han descubierto cientos de tipos distintos de fósiles…

1. …desde bacterias primitivas que vivieron y murieron hace tres billones y medio de años, hasta los primeros humanos, que aparecieron en África en los últimos doscientos mil años. Los fósiles, y su disposición en las sucesivas capas geológicas, son un tesoro oculto de información sobre el desarrollo de la vida en la Tierra que nos muestran cómo se desarrollan las últimas formas de vida a partir de las primeras.

2. …desde bacterias simples hasta los primeros humanos. Todas estas criaturas extinguidas, junto con todas las criaturas que viven hoy, fueron creadas por Dios en un plazo de seis días hace unos 6 000 años. La may or parte de los animales fosilizados murieron en un diluvio universal catastrófico que tuvo lugar unos 1 000 años más tarde.

Dos concepciones del todo opuestas sobre cómo se originaron los fósiles y qué nos revelan. La primera es la concepción ortodoxa que nos darían la mayoría de los geólogos o de los paleontólogos. La segunda podría ofrecérnosla un creacionista, para el que el relato bíblico de la creación del universo que encontramos en el Génesis es literalmente verdadero. Al creacionista no le inspira ninguna simpatía el otro modo de ver las cosas: cree que los científicos ortodoxos están radicalmente equivocados en muchos aspectos cruciales, sobre todo en la aceptación de la teoría de la evolución por medio de la selección natural; el científico ortodoxo piensa que al creacionista lo guía su fervor religioso, tal vez políticamente motivado, y considera que está del todo engañado si pretende formar parte de una empresa científica seria. Pues el creacionismo, de acuerdo con el punto de vista científico mayoritario, es una superchería disfrazada de ciencia, es decir, « pseudociencia» .

Si estás en un agujero…

La secuencia cronológica de la evolución requiere que nunca haya habido ninguna « alteración» geológica (que los fósiles no hayan ido a parar a un estrato equivocado). Se trata de una hipótesis completamente comprobable y perfectamente falseable: bastaría con encontrar un solo fósil de dinosaurio en la misma piedra en que se halla un fósil de humano o de alguna herramienta para que la teoría de la evolución quedara en agua de borrajas. De hecho, entre los millones de fósiles que se han descubierto no se ha encontrado una sola alteración de las capas: una contundente confirmación de la teoría. Para el creacionista esta evidencia supone una complicación considerable. Entre las diversas tentativas desesperadas de encontrar una explicación convincente para la evidencia, una de las propuestas sugeridas es « una intervención clasificatoria hidráulica» por la que se supone que las diferentes densidades, formas, tamaños, etc., de los cuerpos dan lugar a distintos grados de profundidad y así separan a los animales en distintas capas.

Otra idea es la de que los animales de menor tamaño estuvieron en mejores condiciones de escapar a tierras más elevadas y con ello evitaron ahogarse por más tiempo. Si estás en un atolladero geológico…
Cuestiones científicas 

¿Qué es exactamente la ciencia? Es evidente que necesitamos una respuesta a esta pregunta si queremos reconocer a los impostores, y diferenciarlos de los que se dedican a esta actividad. En cualquier caso la pregunta es importante: la ciencia tiene mucho que reivindicar y difícilmente podría exagerarse su importancia. La vida humana se ha transformado completamente en el espacio de unos pocos cientos de años: se han erradicado enfermedades devastadoras; viajes que llevaban semanas pueden hacerse en horas; los humanos han aterrizado en la Luna; se ha descubierto la estructura subatómica de la materia. Debemos estos logros, junto con una miríada de muchos otros, a la ciencia. El poder transformador de la ciencia es tan grande que la mera reivindicación de algo como « científico» a menudo se esgrime para disuadir los análisis o las valoraciones críticas. Pero no todos los desarrollos de la ciencia dominante están exentos de crítica, mientras que algunas de las reivindicaciones que se hacen desde los márgenes de la ciencia —o desde la pseudociencia— pueden ser cautivadoras, autocomplacientes o del todo peligrosas. De modo que la capacidad para discernir la diferencia es crucial.
El método hipotético 

La concepción habitual consiste en que el « método científico» es hipotético: se inicia con los datos procedentes de la observación y otros medios, y avanza a partir de ahí hacia la teoría, intentando brindar hipótesis que expliquen los datos en cuestión. Una hipótesis exitosa es la que soporta los posteriores exámenes y genera predicciones que no podrían haber sido anticipadas de otro modo. El movimiento va así desde la observación empírica hasta la generalización, y si ésta es buena y sobrevive a exámenes sucesivos, puede ser aceptada finalmente como « ley de la naturaleza» universal, que cabe esperar que se cumpla en circunstancias similares, con independencia del momento y del lugar. Su inconveniente, que reconoció hace unos 250 años David Hume, es el llamado « problema de la inducción».

La falsación

Una respuesta importante al problema de la inducción fue la del filósofo de origen austriaco Karl Popper. Esencialmente, dicho filósofo aceptaba que el problema no podía resolverse, pero escogió esquivarlo. Así, sugirió que no existe ninguna teoría que pueda considerarse jamás probada, con independencia de las evidencias que hay a para sostenerla; lo que ocurre más bien es que aceptamos una teoría hasta que es falseada (o cuestionada). De modo que, mientras que un millón de observaciones de ovejas blancas no puede confirmar la hipótesis general de que todas las ovejas son blancas, la aparición de una sola oveja negra basta para falsearla.

La falsabilidad también era para Popper criterio para distinguir la verdadera ciencia de sus imitaciones. Una teoría científica plenamente satisfactoria asume riesgos, aventura predicciones que pueden ser examinadas y desveladas como erróneas; por el contrario, la pseudociencia siempre se salvaguarda y presenta las cosas de un modo vago, confiando así no ser puesta en evidencia. El falsacionismo sigue siendo muy influyente, aunque muchos no acepten el que excluya la inducción del método científico, o el que asuma una relación un tanto simplista entre las teorías científicas y las evidencias (presuntamente neutrales u objetivas) en las que se basan.

La determinación de la teoría depende de la evidencia Otro modo de llegar a un punto muy parecido consiste en decir que la teoría científica siempre « depende» de las evidencias disponibles: la evidencia por sí sola nunca basta para escoger definitivamente una teoría en vez de otra. Es más, en principio siempre existe un número de teorías alternativas que permite explicar o « hacer encajar» una determinada serie de datos. La cuestión es, entonces, si las diversas calificaciones y añadidos ad hoc requeridos para apuntalar una teoría son más de las que pueden oponérsele. Este proceso de adecuación y depuración es una parte característica de la metodología científica, pero si el peso de las evidencias contra una teoría es muy considerable, no quedará más alternativa (racional) que rechazarla.
El problema del creacionismo es que existe un auténtico tsunami de evidencias contra él. Veamos sólo dos ejemplos:

• Los métodos radiométricos, y otros medios para determinar la antigüedad de un material, en los que se basa la geología, la antropología y las ciencias de la Tierra deben desecharse completamente para poder acomodar la cronología de la Nueva Tierra.
• La disposición estratificada de los fósiles en las piedras y la espectacular ausencia de alteraciones (fósiles que aparecieran en lugares donde no deberían) —evidencias contundentes de la evolución— obligan a los creacionistas a hacer contorsiones extravagantes. El creacionismo también plantea toda una batería de problemas propios. Por ejemplo, haría falta una fuente de agua extraordinaria para inundar todo el planeta, y hasta la fecha las posibilidades sugeridas (el choque de un cometa glacial, una bóveda de vapor sobre la atmósfera, algún depósito subterráneo) no resultan ni siquiera remotamente plausibles. A menudo, se reprocha al creacionismo el no asumir ningún riesgo: no propone los planteamientos audaces y falsables característicos de la ciencia. Tal vez fuera más justo decir que se limita a hacer algunas propuestas fantasiosamente arriesgadas que no se basan en ninguna evidencia atendible.

La idea en síntesis: la evidencia falsa las hipótesis

34 Cambios de paradigma

«Si he visto un poco más lejos es porque me he subido a hombros de un Gigante.» El célebre comentario de Newton a su colega científico Robert Hooke expresa con elocuencia la idea popular sobre el progreso de la ciencia.
Se supone que el progreso científico es un proceso acumulativo en el que cada generación de científicos edifica sobre los descubrimientos de sus predecesores: un avance en colaboración —gradual, metódico, ininterrumpido — hacia una mayor comprensión de las leyes naturales que gobiernan el universo.
Tal vez sea una representación popular y atractiva, pero bastante equivocada según el filósofo e historiador norteamericano Thomas S. Kuhn. En su influy ente libro de 1962, La estructura de las revoluciones científicas, Kuhn ofreció una visión del desarrollo científico como algo más accidentado y discontinuo: una historia irregular e intermitente del progreso, salpicada de crisis revolucionarias conocidas como « cambios de paradigma» .

La ciencia normal y la revolucionaria Según Kuhn, en un período de supuesta « ciencia normal» una comunidad de científicos que trabaja en consenso opera en el interior de un marco o de una « visión del mundo» que él llama « paradigma» . Un paradigma es una vasta red flexible delimitada de ideas y supuestos compartidos: métodos y prácticas comunes, pautas implícitas sobre temas adecuados para la investigación y la experimentación, técnicas probadas y modelos de evidencia acordados, interpretaciones que pasan de una generación a otra sin ser apenas cuestionadas, y más cosas similares. A los científicos que trabajan en el seno de un paradigma no les preocupa explorar nuevos territorios o iluminar nuevos senderos; por el contrario, están principalmente entregados a resolver desajustes provocados por el esquema conceptual, despejando las anomalías a medida que se producen, y asegurando y ampliando de forma gradual las fronteras del territorio.

Verdad científica y relativismo científico

Un rasgo central de la representación que brinda Kuhn del cambio científico es que se encuentra culturalmente inscrito en un conjunto completo de factores históricos y de otro tipo. Aunque el propio Kuhn tenía mucho interés en distanciarse de una interpretación relativista de su trabajo, su explicación sobre cómo se desarrolla la ciencia pone en duda la noción misma de la verdad científica, así como la idea de que la finalidad de la ciencia es descubrir objetivamente hechos acerca de la verdadera forma de las cosas en el mundo. 

Los pasatiempos de Kelvin
Por su propia naturaleza, los
cambios de paradigma pueden
provocar algunos tropiezos. En
1900, en un asombroso arrebato
de vanidad, el célebre físico
inglés lord Kelvin declaró: « Ya
no queda nada nuevo por
descubrir en física. Todo lo que
queda por hacer son mediciones
cada vez más precisas» . Sólo
unos pocos años más tarde, las
teorías de Einstein de la
relatividad especial y general, y
la nueva teoría cuántica,
usurparon el trono ocupado
durante unos dos siglos por la
mecánica newtoniana.

Pues ¿qué sentido tiene hablar de verdad objetiva si cada comunidad científica establece sus propios objetivos y criterios de evidencia y prueba; filtra todo a través de una red de supuestos y creencias previas; y toma sus propias decisiones sobre qué debe preguntarse y qué cuenta como una respuesta adecuada?

La visión habitual consiste en que la verdad de una teoría científica es una cuestión de hasta qué punto se mantiene en pie y convive con las observaciones objetivas y neutrales sobre el mundo. Pero tal como han mostrado Kuhn y otros autores, no existen hechos « neutrales» : no existe una frontera nítida entre la teoría y los datos; toda observación está « cargada» de teoría, cubierta por una espesa capa de creencias y de teorías previas.

Un período de ciencia normal puede prolongarse durante muchas generaciones, tal vez durante varios siglos, pero finalmente los esfuerzos de quienes integran la comunidad producen un volumen de problemas y anomalías que empiezan a socavar y a poner en cuestión el paradigma vigente. Esto produce una crisis que alienta a algunos a mirar más allá del marco establecido y a empezar a fraguar un nuevo paradigma, con lo cual se produce una migración de científicos —que puede llevar años o décadas— desde el viejo paradigma hacia el nuevo. El ejemplo que utiliza
Kuhn para ilustrar esto es la traumática transición entre la cosmovisión ptolemaica en la que la Tierra era el centro y el sistema heliocéntrico de Copérnico. Otro cambio de paradigma abrupto fue la sustitución de la mecánica newtoniana por la física cuántica y por la mecánica de la relatividad en las primeras décadas del siglo XX.

«No dudo de que, por Uso y abuso público El término « cambio de paradigma» es uno de los pocos términos académicos o técnicos que se ha convertido en una expresión de dominio público. La noción de un cambio radical en el modo de pensar y mirar las cosas de la gente es tan sugerente y suena tan bien que se ha abierto camino en los más variados contextos. Así, la invención de pólvora marca un cambio de paradigma en la tecnología militar; la penicilina en la tecnología médica; los aviones con motor en la aviación; las raquetas de fibra de vidrio en el tenis; y así sucesivamente. Y de un modo aún menos serio la expresión se ha convertido en parte del socorrido arsenal de los manuales de marketing. Naturalmente es irónico que la obra de Kuhn representase un cambio de paradigma en el modo de entender el progreso la de la ciencia que tenían los filósofos.

La falta de unidad de la ciencia

Durante mucho tiempo se ha dado por descontado que la ciencia es una empresa esencialmente unificada. Parecía razonable hablar de un « método científico» (único, una serie de procedimientos y prácticas bien definidas que en principio podían aplicarse a muchas disciplinas diferentes; y servir para especular sobre las posibilidades de algún tipo de amplia unificación de las ciencias, en el que todas las leyes y los principios podrían de algún modo desembocar en una estructura exhaustiva, omniabarcadora e internamente consistente). La clave de una unión semejante es supuestamente una explicación de las ciencias del todo reductora, pues sugiere que todo quedará subsumido finalmente bajo la física. Sin embargo los trabajos recientes han brindado una
descripción más completa de la inscripción social y cultural de las ciencias, y han puesto un may or énfasis en la esencial falta de unidad de la ciencia. Y, con ello, hemos advertido que la búsqueda de un método científico único es probablemente una quimera.

Las acusadas discontinuidades y dislocaciones que supone la explicación de Kuhn han hecho que sea un tanto polémica como tesis histórica, pero no
obstante ha resultado muy influy ente entre los
filósofos de la ciencia. 

No dudo de que, ejemplo, la mecánica newtoniana mejoró gracias a la de Aristóteles, y que la de Einstein mejoró gracias a Newton, como instrumentos para resolver el rompecabezas. Pero soy incapaz de encontrar en su sucesión una dirección coherente en el desarrollo ontológico.»
Thomas Kuhn, 1962

Algo que ha resultado de particular interés ha sido la afirmación de que los distintos paradigmas son « inconmensurables» : las diferencias básicas de sus lógicas inmanentes implican que los resultados de un paradigma son efectivamente incompatibles con, o indemostrables a partir de, otro paradigma. Así, por ejemplo, si bien podemos suponer que los « átomos» del filósofo griego Demócrito no pueden compararse con los fisionados por Ernest Rutherford, la inconmensurabilidad supone que los átomos de Rutherford también son diferentes de los descritos por la teoría moderna de la mecánica cuántica. Esta discontinuidad lógica en el seno de la gran arquitectura de la ciencia contradice frontalmente la visión que había prevalecido antes de la época de Kuhn. Hasta entonces se había aceptado que el edificio del conocimiento científico se erigía de un modo seguro y racional sobre los fundamentos establecidos por los anteriores científicos. Kuhn suprimió de un plumazo la idea del progreso conjunto hacia una única verdad científica, y la sustituy ó por un paisaje de aspiraciones y métodos científicos determinados localmente, y a menudo en conflicto entre ellos.

La idea en síntesis: la ciencia, evolución y revolución

35 La navaja de Ockham

Los círculos de los cultivos son formas geométricas surcadas en campos de trigo, cebada, centeno… tales formaciones, a menudo muy vastas y de diseños bastante intrincados, se han encontrado por todo el mundo en una cantidad creciente desde 1970. Como los medios de comunicación se hicieron mucho eco, en un principio se produjo una febril especulación acerca de su origen. Entre las teorías con más predicamento están las siguientes:

1. Los círculos marcaban las zonas de aterrizaje de las naves espaciales extraterrestres, o de los OVNIS, que habrían dejado formas reconocibles en el terreno.

2. Los círculos los crearon bromistas humanos, que acudían por las noches, provistos de cuerdas y otras herramientas, para crear esas figuras y así llamar la atención de los medios de comunicación y provocar las especulaciones.

Las dos explicaciones parecen adecuarse a las evidencias disponibles, así que ¿cómo decidir cuál de las dos teorías deberíamos creer? En ausencia de cualquier otra información, ¿podemos realizar la elección entre una teoría y sus rivales? De acuerdo con un principio conocido como la navaja de Ockham, sí podemos: cuando se nos ofrecen dos o más hipótesis para explicar un fenómeno determinado, es razonable aceptar el más simple: el que incluye menos supuestos no probados. La teoría 1 supone que los OVNIS existen, un supuesto del que no existen evidencias claras. La teoría 2 no supone ninguna actividad paranomal; además sólo supone un tipo de comportamiento humano, la travesura, que ha sido muy común a lo largo de la historia. De modo que estamos racionalmente justificados —de forma provisional y sólo hasta que una nueva evidencia aparezca— para creer que los círculos de los cultivos son obra de unos bromistas humanos.

Caballos, no cebras

Para los doctores siempre es tentador, especialmente para los jóvenes, diagnosticar un caso exótico y raro allí donde el tópico y la explicación mundana son más verosímiles. Para corregir esta tendencia, a los estudiantes de medicina norteamericanos se les advierte a veces: « cuando oigáis el ruido de los cascos, no esperéis que aparezca una cebra» : la mayoría de las veces el diagnóstico más obvio es el más correcto, Sin embargo, como ocurre en aplicaciones parecidas de la navaja de Ockham, la explicación más simple no es necesariamente la mejor, y ningún doctor que no hubiera reconocido nunca a un caballo sería un doctor de caballos. Es evidente que los doctores norteamericanos que trabajan en África tienen que invertir sus aforismos.

De hecho, en este caso la navaja de Ockham funciona a la perfección. Hoy se sabe que la teoría 2 es la correcta porque los bromistas involucrados lo han admitido todo. Pero ¿es siempre tan eficaz la navaja de Ockham?

Ambiciones y limitaciones 

Conocido en ocasiones como el principio de parsimonia, la navaja de Ockham es en esencia un precepto de no recurrir a una explicación más complicada en los casos en que existe una más simple. Si diversas explicaciones alternativas están disponibles debemos, en igualdad de condiciones, dar preferencia a la más simple.

A veces se critica la navaja de Ockham por no cumplir con lo que, de hecho, se proponía no hacer. Las teorías empíricas siempre dependen de la determinación de los datos en los que se basan , de modo que siempre existen diversas explicaciones posibles para un determinado conjunto de evidencias. El principio no sostiene que la explicación simple sea la conecta, sino sencillamente que es más probable que sea cierta y que ello explica que sea preferible hasta que existan razones fundadas para adoptar una alternativa más elaborada. Se trata esencialmente de una regla general o de un precepto metodológico, especialmente válido (se supone) para orientar los propios
esfuerzos en los primeros estadios de una investigación.

El principio del KISS

En ámbitos como la ingeniería u otras disciplinas técnicas la navaja de Ockham cobra la forma un tanto indecorosa de « principio del KISS (beso)» . En el desarrollo de programas informáticos, por ejemplo, la complejidad y la multiplicación de especificaciones ejercen una atracción irresistible, algo que evidencia el apabullante lote de « pijadas» que se añaden de forma ingeniosa y que puntualmente ignoran el 95% de los usuarios. Lo esencial del principio cuya aplicación pretende evitar estos excesos se resume entonces como: « Keep It Simple, Stupid» (No lo compliques, tonto).

La navaja en acción 

Aunque por lo general no se reconoce explícitamente, la navaja de Ockham se esgrime a menudo en los debates científicos y filosóficos, incluidos algunos de los mencionados en este libro.

El problema del cerebro en una cubeta  establece dos situaciones enfrentadas, y las dos son aparentemente compatibles con las evidencias de que disponemos: somos seres reales en un mundo real, o cerebros en cubetas. ¿Es racional creer que somos lo primero en vez de lo segundo? Sí, de acuerdo con la navaja de Ockham, porque la primera es más simple: un solo mundo real, en vez de un mundo virtual creado en una cubeta, más la computadora que alimenta la cubeta, los científicos perversos, y el resto. Pero también aquí, como en otros casos, el problema se ha desplazado, no se ha resuelto: pues ¿cómo podemos decir cuál es la situación más simple? Podríamos, por ejemplo, insistir en que el número de objetos físicos es lo que importa y que, por lo tanto, un mundo virtual es más simple que uno real.

En una misma línea, a veces se desechan los demás problemas de la mente  —el problema de cómo saber si los otros tienen mente— esgrimiendo la navaja de Ockham: existen muchas otras explicaciones posibles, pero es racional pensar que los otros tienen mente como nosotros mismos porque atribuirles pensamiento consciente es la explicación más simple para explicar su comportamiento. No obstante, una vez más las preguntas acerca de qué se considera lo más simple embotan considerablemente el filo de la navaja.

El asno de Buridán

Se supone que un uso juicioso de la navaja de Ockham facilita la elección racional entre dos teorías confrontadas. El asno de Buridán — que al parecer debemos a un discípulo de Guillermo de Ockham, Jean Buridan— ilustra el peligro de racionalizar excesivamente las elecciones.

El asno en cuestión, al encontrarse frente a dos almiares, no consigue dar con una razón para preferir un montón de paja a otro y, puesto que es incapaz de resolver la cuestión, no hace nada y muere de hambre. El fallo de la desdichada bestia consiste en suponer que el que no haya ninguna razón para preferir una cosa a otra hace que escoger sea irracional, y no hacer nada sea racional. 

Naturalmente, de hecho, es racional hacer algo, incluso si ese algo no puede determinarse mediante una elección racional. La navaja también se utiliza a menudo contra una serie de explicaciones dualistas, pues se supone que es más simple no incorporar otro nivel de realidad u
otro patrón de explicación, etc. La complejidad innecesaria —proponer un mundo mental y otro físico separados, y tener que hacer luego penosos malabarismos para explicar cómo se relacionan— es una de las principales objeciones que se hace al dualismo cartesiano del cuerpo y la mente. La navaja permite cortar una de las dos realidades, pero naturalmente no indica cuál de las dos es desechable. Los fisicalistas actuales (quienes suponen que todo —incluido nosotros— es en última instancia susceptible de explicación física) constituyen la gran mayoría, pero siempre quedan quienes, como George Berkeley, adoptan el patrón idealista.

¿Una navaja sin filo? 

La idea de la simplicidad puede interpretarse de distintos modos. ¿Se trata de rechazar la incorporación de entidades injustificadas o de hipótesis injustificadas? Hay muchos aspectos distintos: a la limitación del número y de la complejidad de las hipótesis al mínimo se alude en ocasiones como « elegancia» ; y a la minimización del número y la complejidad de entes, como « parsimonia» . Pero cada una de estas opciones puede contradecirse: la incorporación de un ente desconocido, como un planeta o una partícula subatómica, puede suponer una gran oportunidad para el andamiaje teórico como para descartarla. Pero si existe una incertidumbre semejante acerca del sentido de la navaja, ¿es razonable esperar que nos proporcione una orientación segura?

La idea en síntesis: no lo compliques


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