He
leído muchas veces que el hombre concibe a Dios con una figura
determinada y que esto es un “antropocentrismo”. Dejando aparte
al Dios Creador que, claramente, no puede tener forma, todos los
demás (llamémosles espíritus), cuando tienen que comunicarse con
el hombre, intentan semejarse al hombre para que éste no se llevé
un susto de muerte. ¿qué pasaría si un ser con forma de tarántula
grande, peluda y con muchas patas, se apareciera a un hombre,
envuelta en una preciosa luz blanca y le dijera que es un dios, o la
virgen o cualquier otra cosa? Ese pobre hombre no se repone en su
vida. Así que no tienen más remedio que aparentar ser humanos,
aunque siempre les delata la nombrada luz blanca que los envuelve,
que el vidente interpreta como un manto maravilloso, cuando en
realidad es un escudo transparente de energía que les permite
hacerse visibles y desaparecer en un instante. Algo sabrán sobre
antigravedad y sobre energías negativas y positivas o de
electromagnetismo.
Bueno,
pero lo que yo quiero dejar claro es que no comparte eso del
“antropocentrismo”. Ellos fueron los que empezaron: “Hagamos al
hombre a nuestra imagen y semejanza” dijeron los conjurados.
Violaron el mandato de no intervención y aceleraron nuestro
tranquilo proceso de evolución, en el que ya habíamos alcanzado,
por lo menos, un respeto por los muertos y los enterrábamos para que
no se los comieran las alimañas. Hicieron vete tú a saber cuántos
experimentos hasta que quedaron más o menos contentos con el
resultado.
De
esto hace tanto tiempo que los hechos, aparte de quedar grabados en
algunos sitios en idiomas incomprensibles, se fueron desvirtuando
poco a poco y de boca en boca, la historia se fué contando
añadiendo, quitando, agrandando, inventando…… y muchos -andos.
De
todos los que pasaron por aquí, los peores fueron los Nefelim que
tenían la función de observadores y, como se aburrían, les dió
por lo que les da a todos los machos de cualquier especie (en esto,
la Naturaleza no ha cambiado un ápice), se dedicaron a preñar
mujeres, ante el terror e inhibición del marido y, a lo mejor, en
algún caso, contentos de que su mujer pariera un medio-dios. Porque
estos son los dioses de cuya historia nos hablan las mitologías de
los pueblos. La primera generación constituyó un problema: los
niños eran tan grandes que superaban en altura a sus padres y además
sólo habían heredado las peores características de sus
progenitores. No creo que el hombre, desde el principio, fuese
carnívoro. Algo les quedaría de sus primos `primates y les gustaría
más los frutos de los árboles. Pero a estos nuevos retoños, no les
satisfacían las exquisiteces vegetales y los padres les empezaron a
echar trocitos de carne. Le cogieron el gusto y, cegados por el
hambre y por un cerebro no muy espabilado, se comían a sus propios
padres y, después entre sí. Hubo que eliminarlos. En la Biblia
Kolbrin, esta es la razón de la inundación terrible que ocurrió en
aquellos territorios en los que vivían hombres. Como entonces no se
sabía la extensión de la tierra, hemos heredado la denominación de
“diluvio universal”. Hombre, universal, universal no fue pero los
niños gigantes desaparecieron.
“…..
y nos hicieron a su imagen y semejanza”. O sea, de sus
manipulaciones, surgieron unos seres sumisos, serviles, asustadizos,
pero buenos trabajadores. Los dioses se regocijaron de su invento. A
cambio de alimento, mano de obra gratis. Pero además incluyeron en
nosotros todos sus vicios: crueldad, agresividad, envidia, soberbia,
lujuria, ira. En fin, cualquier cosa, menos buenos sentimientos e
intenciones.
Cuando,
debido a sus rivalidades, organizaron una guerra catastrófica y
emplearon las armas más potentes que poseían (que serían de
destrucción masiva, digo yo), los que pudieron se marcharon en sus
naves pero no todos tenían esa posibilidad. Muchos de ellos habían
nacido en la tierra y sus organismos no se podían adaptar a otros
planetas, ni siquiera al del origen de su raza (se llamara como se
llamara) y, después de provocar el hundimiento de su propio
territorio, se extendieron por la tierra, llegando sobre todo a las
costas. Estos fueron los primeros reyes o faraones de Egipto, cuyos
conocimientos les hacían superiores a los hombres.
Intentaron
imponer la ley de la pureza de la sangre, pero como no eran dioses de
verdad, algún detalle tenía que faltar en sus inmensos
conocimientos. No se dieron cuenta de los riesgos de la endogamia que
produce individuos inútiles y enfermizos. Así que la Casta Divina,
en un momento dado, desapareció y la sangre de los hombres, con los
cruces entre varios pueblos se fue enriqueciendo. Y, el resto es
historia.
Y
todo esto, miles de años antes de que en Europa dejaran de tirarse
piedras para pelear, ya había un sitio en la tierra en el que se
recogió todo el saber de los viajeros. Los Vedas indúes tienen una
antigüedad de más de 5.000 años y es allí (y en otros libros que
aparecen en momentos especiales de nuestra historia) dónde se nos
dice que, de todas formas, aunque aquellos seres antropomórficos
(porque lo eran), nos hubieran engañado con su ciencia, nosotros
seguíamos siendo hijos de un Dios Creador. Y en los libros ocultos
en varios sitios se encuentra la verdadera Sabiduría, aquella que
nos muestra el camino a seguir hasta volver a Dios, que fue nuestro
origen.
En
todo lo que llevo recopilado en este blog, hay una parte de la
verdad. Como la búsqueda es personal, cada lector debe decidir qué
parte le parece verdad. Como guía tenemos los principios de la
Filosofía hermética, que se pueden considerar principios regidores
de todo lo existente. Buenas tardes y hasta mañana
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