BIPOLAR
Mi vida no es el recuerdo de un patio de Sevilla, qué más quisiera yo. Por eso no soy poeta. No me gusta leer poesía, a pesar de que mi hijo me considera una lectora compulsiva. Bueno, la verdad es que siempre estoy con el libro en las manos y un días sin leer nada, para mí es un día perdido. Claro que, tengo que reconocer, que, mientras leo, no vivo. O vivo vidas que no son mías y me encuentro con personajes que no son reales, excepto para mí. Aunque la lectura me ha permitido reconocer situaciones y personas que he podido juzgar por algo leído con anterioridad.
Bueno, a lo que iba. La primavera, este año, se está adelantando y para muchas personas no es una buena época. Empiezan las alergias, los estornudos, los ojos llorosos, la astenia primaveral, ese no querer hacer nada y un punto de tristeza que sale de dentro y que es difícil de explicar. Pero, para quien es verdaderamente destructiva es para los depresivos. Conforme las flores van creciendo, ellos sufren una operación inversa, es como si cada centímetro de una flor, se lo arrancaran del espíritu o, como si el eterno retorno de la tierra, les recordara la muerte. La Naturaleza se renueva y renace, pero lo nuestro no está tan claro. Cuando se cae en el grado más bajo de la depresión, dan ganas de acabar con este sinsentido, pero, justamente en ese punto, el ánimo va saliendo de la oscuridad, y poco a poco, se alcanza el punto inverso y te entran ganas de comerte el mundo y te crees capaz de arreglarlo todo, despliegas una actividad que pone una leve sonrisa en los que te rodean. Pero el ciclo se repite antes o después. Y tu vida es como una montaña rusa, chilla tu alma en la enorme bajada y respira aliviada en la subida, sin olvidar nunca que otra bajada te está esperando.
Los que viven estos ciclos siempre fueron llamados maníaco-depresivos, pero algún hacedor de palabras, pensándose sabio, inventó la palabra bipolar. Y, los que antes callaban con vergüenza sus visitas a los psiquiatras, ahora se llenan la boca con el “es que soy bipolar, ¿sabes?” y te dicen el nombre del último maravilloso analista al que está visitando, que es una eminencia y te lo recomiendan. Pero tú, que los conoces de hace mucho, no dejas de pensar que sigue estando como una regadera. Una regadera bipolar, por supuesto, pero regadera.
Esto de cambiar el vocablo, para ver si la “cosa en sí” cambia también se les da muy bien a los políticos. Ya no hay pobres, hay “desfavorecidos de la fortuna”; no hay paro, todos están “en situación de parados”; no hay tontos, son “disminuidos mentales”; la borrachera es “el índice de alcoholemia”; los mercenarios que luchan por los que más les paguen, son opositores (si conviene a quién les paga) y se les da un nombre para presentarlos como IE, yihadistas, terroristas. Y hasta he leído en algún sitio la detención de “preterroristas”. Esto, que afecta a la política, son consignas que se inventa el estado más terrorista del mundo EEUU de América del Norte. Junto con una ley mordaza que para sí quisiera Corcuera. El que hable, no trabaja.
Y todo esto, porque no me han dejado subir a Youtube “Iván el Terrible” y “la conjura de los boyardos” una joya del cine que tendría ya que ser patrimonio intelectual de la Humanidad. Con música de Prokofiev Primero me dijeron que era muy larga y yo no tengo permiso para editar películas tan largas. Con gran dolor de mi corazón y, a sabiendas de que era una barbaridad, la fui subiendo en trozos de 12 minutos, lo que me llevó un par de horas. Y, esta mañana, cuando voy a organizar mi canal, me encuentro con que a cada trozo les habían colocado la señal de tráfico que indica “Prohibido” y en letras rojas sangrientas un cartel que decía “esta película está prohibida en todo el mundo”, tal cual, en todo el mundo. Nada de derechos de autor ni mandingas, prohibida en todo el mundo y se acabó.
Yo, que estaba en la parte más alta de la montaña rusa, he empezado a caer a una velocidad frenética. Porque es que yo “soy bipolar ¿sabes?”.
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