No sé por qué razón, las escuelas morales que surgieron entre la decadencia de Atenas y la aparición del Cristianismo son muy desconocidas, cuando toda la Iglesia que habría de surgir, bebió de sus fuentes y las agotó. Los pensadores, cínicos, epicúreos, estoicos, eclécticos, escépticos, etc. se centran sobre todo en buscar una forma de que el hombre pase la vida, por lo menos, de forma provechosa, si bien se diferencian en lo que consideran vida provechosa. Séneca, cordobés y preceptor de Nerón (que le salió algo rana), es uno de los autores más agradables de leer, porque tiene una expresión clara y estructurada, aunque no podemos decir que estas escuelas se caractericen por su metodología. Para asumir su pensamiento, hay que bucear en muchas de sus obras hasta encontrar respuestas, si las estás buscando. De todas formas, su lectura nunca será un tiempo perdido.
El texto es corto, pero se alarga por tantas aclaraciones que nos ofrece el traductor. Podía haberlas quitado, pero me parecieron muy interesantes y, por otra parte, no me gusta modificar un texto que otro ha escrito o ha preparado. Me he limitado a cambiar el formato para poderlo publicar. La doctrina de Séneca va en negro y las notas en verde.
S
O B R E L A P R O V I D E N C I A
S
É N E C A
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elaleph.com
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por elaleph.com
Traducción
de: Ángel J. Cappelletti
ã
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S
O B R E L A P R O V I D E N C I A
A
Lucilio
Por
qué les suceden ciertas desgracias a los hombres buenos siendo así
que hay una Providencia.
I.
1- Me has preguntado, Lucilio, por qué, si el mundo es regido por la
Providencia, les suceden muchos males a los hombres buenos. Esto
podría ser contestado fácilmente en el contexto de una obra en la
cual intentáramos demostrar que la Providencia preside el Universo y
que Dios se interesa por nosotros.1 Pero ya que te place desgajar del
todo una pequeña parte y solucionar una sola contradicción, dejando
a un lado la discusión delconjunto,2 he de hacer algo que no es
difícil: defenderéla causa de los dioses.3
1
Séneca proyectaba en este momento, como dice René Waltz, un tratado
sobre la Providencia. El presente “diálogo” no es quizás sino
un primer esbozo de aquella obra, que no llegó a escribir o que, por
lo menos, no pudo acabar.
2-
Más que superfluo resulta demostrar en la presente ocasión que una
obra tan grande no se conserva sin guardián; que la reunión y la
separación de los astros no constituyen movimientos fortuitos;4 que
los productos del azar con frecuencia se descomponen y pronto chocan
entre sí;5 que esta insuperada velocidad que arrastra tantas cosas
en la tierra y en el mar, tantas luminarias clarísimas de
preordenado brillo6, surge por imperio de una Ley eterna;7 que este
orden no es propio de la materia errante; que los cuerpos reunidos
casualmente no están con tanta sabiduría suspendidos como para que
el enorme peso de la tierra permanezca inmóvil y contemple a su
alrededor la huida del rápido cielo,8 como para que los mares
infiltrados en los valles ablanden las tierras y no sufran incremento
alguno por los ríos,9 como para que de semillas pequeñísimas
nazcan enormes seres.
2
La exigencia del conocimiento sistemático, que se hizo sentir con
tanta fuerza en los estoicos antiguos (en Crisipo, sobre todo), se
insinúa también aquí, en el asistemático Séneca.
3
La expresión causam deorum agam (defenderé la causa de los dioses)
pertenece al lenguaje forense. No debe olvidarse que Séneca fue
educado ante todo, según los deseos de su padre, para el ejercicio
de la oratoria, cuyo principal escenario era el foro.
4
Los astros se mueven según movimientos uniformes y propios. El sol,
por ejemplo, según la astronomía estoica, tiene un movimiento
helicoidal.
5
Quizás haya aquí una alusión a la física epicúrea, según la
cual los átomos, que forman todas las cosas, se reúnen al azar.
6
Se refiere al movimiento circular de los astros y de a tierra, que
arrastra consigo a cuantas cosas hay sobre esos cuerpos celestes sin
producir confusión entre ellas.
7
La Ley eterna se identifica con la Razón universal y con Dios.
3-Ni siquiera aquellos
fenómenos que parecen confusos e inciertos- me refiero a las lluvias
y a las nubes, 10 al estallido de los rayos que se quiebran11 y al
fuego que se derrama de los rotos vértices de las montañas, a los
temblores del suelo sacudido12 y a los demás hechos originados en la
agitada región que rodea la tierra13- suceden sin razón, aunque
sean repentinos, sino que tienen también sus causas, no menos que
aquellos otros que, por aparecer en sitios insólitos, son
considerados milagros, como las aguas calientes que se hallan en
medio de las ondas marinas y las nuevas extensiones de islas que
repentinamente surgen en medio del vasto mar.14
8
Según la astronomía estoica en el centro del Universo (único,
finito,esférico) se halla, inmóvil, la tierra (esférica). Más
arriba está la región que corresponde al elemento agua (el lugar de
los vapores, las exhalaciones, etcétera). Por encima de ésta, viene
la región del fuego y del éter. Dentro de la misma se hallan las
esferas de la luna, del sol y de los planetas, que giran en torno a
la tierra. En la parte más exterior está la zona de las estrellas
fijas.
9
“Los antiguos- dice R. Waltz- creían en una especie de circulación
ininterrumpida de las aguas en la superficie de la tierra: del mar
éstas pasaban, por infiltración, a los ríos, y de los ríos
retornaban al mar.” De las aguas terrestres trata Séneca en el
libro III de las Cuestiones naturales.
10
Sobre las nubes, cfr. Cuestiones naturales, II. 30, 4; I. 3, 13; I.
4, 4; I. 5, 3;
I.
5. 4; I. 5, 7-9; I. 5, 5, 11-14. Véase asimismo la segunda parte del
libro IV.
11
Sobre los rayos, cfr. Cuestiones naturales, I. 1, 6; I. 14, 4; II 31;
II 52-53; II 32-51; Cartas, 107, 3; Plinio, Historia natural, II,
112-3; 135-46.
12
Sobre los terremotos, cfr. Cartas, 91, 1. El libro VI de las
Cuestiones naturales está especialmente dedicado a dichos fenómenos.
Del mismo tema trataba Séneca en uno de sus escritos perdidos. (Cfr.
Introducción, II) (Cfr. Chatelain, “Théories antiques sur les
tremblements de terre”, en Mélanges d'Archéologie et d`Histoire,
1909.)
4-
Y, en verdad, si se observa cómo quedan desnudas las playas cuando
el mar se repliega sobre sí mismo y cómo en breves momentos vuelven
a ser cubiertas ¿se podrá creer que, por obra de un ciego
movimiento, las olas ora se contraen y se vuelven sobre sí mismas,
ora irrumpen y con gran rapidez retornan a su sitio, siendo así que
crecen conforme a medidas fijas, decrecen en la hora y el día
señalado y son más amplias o más reducidas según la intensidad
con que las atrae la luna, a cuyo arbitrio está sujeto el desborde
del Océano?15 Queden estas cosas reser-
13
En el libro I de las Cuestiones naturales se ocupa Séneca de
diversos fenómenos meteorológicos. Sobre los vientos, en
particular, véase también Cuestiones naturales III. 12, 4; II.
12,5; II 20, 3 y el libro V.
14
Sobre la formación de nuevas islas, cfr. Cuestiones naturales, II.
26, 4-6; Plinio, Historia natural, II. 86-9.
15
Posidonio, uno de los principales representantes del estoicismo
medio, “fue el primero en explicar las marcas por la acción
conjunta del sol y de
la
luna, y en llamar la atención sobre la pleamar y bajamar”. (G.
Sarton, Historia de la ciencia, Buenos Aires, 1965, IV, p. 317.)
Queden estas cosas
reservadas para su oportunidad,16 tanto más cuanto que tú no dudas
de la Providencia sino que te quejas de ella.
5-
Te he de reconciliar con los dioses,17 que son buenos con los buenos.
En efecto, la naturaleza jamás consiente que las cosas buenas
perjudiquen a los buenos. Entre los hombres buenos y los dioses hay
una amistad que establece la virtud. ¿Amistad digo? Más todavía:
una mutua atracción y una semejanza, ya que el hombre bueno sólo se
diferencia del dios por la duración de la vida; es su discípulo, su
imitador y su verdadera progenie, que aquel padre magnífico,18
guardián nada laxo de las virtudes, educa, como los padres severos,
con mayor dureza.19
16
Se refiere a la obra sistemática que, como dijimos (cfr. nota l), se
proponía escribir sobre la Providencia.
17
La frase in gratiam te reducam cum diis (te he de reconciliar con los
dioses) expresa el sentido de la otra frase que hallamos al comienzo
(I. 1), causam deorum agam (defenderé la causa de los dioses). Nos
muestra al mismo tiempo, que el propósito del diálogo es la
“teodicea”.
18
Todas estas expresiones por las cuales Dios aparece como amigo,
maestro, modelo y padre del hombre, fueron acogidas con regocijo por
el pensamiento cristiano. Se explica así cómo Lactancio
(Instituciones cristianas, VI. 24) pudo escribir, refiriéndose a
Séneca “¿Qué podía haber dicho de más verdadero quien hubiese
conocido a Dios que lo que fue dicho por este hombre que ignoraba la
verdadera religión?” (¿Quid serius dici potuit ab eo qui Deum
nosset quam dictum est ab homine verae religionis ignaro?)
19
El autor tiene aquí presentes, sin duda, los ideales y los métodos
pedagógicos tradicionales de los romanos. (Cfr. P. Monroe, Historia
de la pedagogía, Madrid, I, p. 24-9-50.)
6-
Así, cuando vieres a los hombres buenos y gratos a los dioses
sufrir, sudar, transitar por difíciles senderos, y a los malos
entregarse a los goces y abandonarse a los placeres, considera que
nosotros nos complacemos en la modestia de nuestros hijos y en la
desvergüenza de los de nuestros esclavos, que a los unos los
refrenamos con más ardua disciplina y a los segundos los criamos en
la licencia.20 Lo mismo debe pensar tú de Dios: no tiene al hombre
bueno en medio de deleites, lo somete a prueba, lo endurece, lo
prepara para sí.
II.
1- ¿Por qué les suceden a los hombres buenos muchas adversidades?
Nada malo puede sucederle a un hombre bueno: los contrarios no se
mezclan.21
20
Séneca traiciona aquí sus principios fundamentalmente igualitarios.
Hacia aquella misma época escribía, en una de sus
epístolas:¿Quieres considerar que ése, al que llamas tu esclavo,
ha nacido de las mismas simientes que tú, goza del misino cielo,
respira lo mismo, vive lo mismo, y muere lo mismo que tú?” (Vis tu
cogitare istum quem servum tuum vocas, ex iisdem seminibus ortum,
eodem frui caelo, aeque spirare, aeque vivere, aeque mori?) (Cartas a
Lucilio, 47 10.) Y, sin embargo, aquí por debajo del noble filósofo
estoico, asoma su rostro el miembro de la clase señorial, que ve en
los esclavos una especie esencialmente inferior, infrahumana, en
cuanto parece incapaz de acceder a las virtudes que se consideran
propias del hombre verdadero.
21
La idea de la incompatibilidad de los contrarios, que ya está
implícita en la proposición anterior: “la naturaleza jamás
consiente que las cosas buenas perjudiquen a los buenos” (I. 5),
proviene de la lógica aristotélica o, en todo caso, del sentido
común. Contradice evidentemente la doctrina de Heráclito, a la cual
tanto deben, sin embargo, lo estoicos y el mismo Séneca. (Cfr.
Epicteto, Manual, 36.)
22
He aquí, expresado en pocas palabras, el ideal estoico del sabio:
Éste no es dominado por la realidad exterior sino que, más poderoso
que ella,
permanece
impasible y se le impone. (Cfr. Epicteto, Manual, l.)
23
La comparación del hombre virtuoso con el atleta se repite más
adelante (II. 8; III. 4; IV. 4) y es uno de los símiles predilectos
de los moralistas estoicos y luego también de los primeros
escritores cristianos desde San Pablo (Corintios, IX. 24-26, etc.).
(Cfr. Marco Aurelio, III. 4; VII. 61, etc.)
Del
mismo modo que tantos ríos, tan grande cantidad de lluvias caídas
de lo alto, tanto vigor de fuentes medicinales, no cambian el sabor
del mar y ni siquiera lo modifican, así el ímpetu de las cosas
adversas no subvierte el ánimo del varón fuerte: éste permanece en
su estado y todo cuanto sucede lo tiñe con su propio color, pues es
más poderoso que todas las realidades externas.22
2-
Y no digo que no las siente, sino que las supera. Calmo y tranquilo,
enfrenta sus embates. Todas las adversidades son para él
ejercitaciones. ¿Qué hombre verdadero y ansioso de la virtud no
desea, por otra parte, los trabajos propios del justo y no está
dispuesto a cumplir sus deberes exponiéndose al peligro? Para qué
hombre activo no es castigo el ocio?
3-
Vemos que los atletas que se preocupan por su fuerza luchan con los
más fuertes rivales23 y exigen a quienes los preparan para el
certamen que empleen todas sus fuerzas contra ellos; toleran que se
los golpee y maltrate y si no encuentran contendientes parejos se
enfrentan con varios al mismo tiempo.
4-
Se marchita la virtud sin adversario. Sólo se ve cuan grande es y
cuánto vale, cuando demuestra qué es lo que puede aguantar. Sábete
que esto mismo es lo que los hombres buenos deben hacer: no temer las
cosas duras y difíciles, no quejarse del destino, tomar cuanto
sucede como un bien y dirigirlo hacia el bien. No interesa lo que
sobrellevas, sino cómo lo sobrellevas.24
5-
¿No ves cuán diferente es el cariño de los padres y el de las
madres? Aquellos mandan despertar temprano a los hijos para que vayan
a sus labores, no toleran que permanezcan ociosos ni siquiera los
días feriados, les hacen brotar sudor y a veces lágrimas; las
madres, en cambio, los estrechan contra el pecho, desean que
permanezcan a la sombra, que nunca se entristezcan, que nunca
lloren,que nunca se cansen.25
24
En otras palabras: no interesa lo externo sino lo interno; no importa
la materialidad del hecho sino la disposición del alma. (Cfr. Marco
Aurelio, VII. 59.)
25
El autor nos brinda aquí un cuadro un tanto esquemático de las
relaciones paterno-filiales y materno-filiales dentro de la familia
romana de la época imperial. Estas observaciones de psicosociología
doméstica se complementan con las que ha hecho un poco antes (I. 6)
acerca de las relaciones padre-hijo y padre-hijo de esclavo.
6-
Dios tiene un ánimo paterno hacia los hombres buenos y los ama con
reciedumbre: “Que con trabajos, dice, con dolores, con desdichas
sean acosados, a fin de que logren la verdadera fortaleza.” Los
animales cebados en la inactividad se debilitan, y desfallecen no
sólo ante el trabajo sino también ante el movimiento y ante su
propio peso.26 Una imperturbada felicidad no tolera ningún choque.
Quien, por el contrario, ha sostenido una incesante lucha con sus
desgracias, está endurecido por las desdichas y no cede ante mal
alguno; aun caído, pelea de rodillas.
7-
¿Te asombras tú de que aquel dios que tanto ama a los buenos, que
los quiere tan perfectos y excelentes como sea posible, les asigne un
destino con el que puedan ejercitarse? Yo, en verdad, no me asombro
de que alguna vez experimente el deseo de contemplar a los grandes
hombres luchando contra una calamidad.
8-Nos
causa a veces placer el hecho de que un joven de espíritu valiente
reciba con un venablo a la fiera que se precipita contra él, de que
enfrente intrépido el ataque del león, y este espectáculo es tanto
más grato cuanto más ilustre es quien lo ofrece.27 Tales
complementan con las que ha hecho un poco antes (I. 6) acerca de las
relaciones padre-hijo y padre-hijo de esclavo hazañas no son capaces
de atraer la atención de los dioses; son cosas pueriles y
pasatiempos propios de la volubilidad humana.
26
“Séneca piensa sin duda en las aves cuyo engorde describe en otro
lugar (Cartas, 122, 4)”, anota R. Waltz.
27
Adviértase aquí, otra vez, la manifestación del espíritu de
clase, ese mismo espíritu que, en el tratado Sobre los beneficios,
IV. 30, 4, hace decir a
Séneca que un noble, sea cual fuere su conducta, se salva a la
sombra de sus ilustres antepasados.
He
aquí un espectáculo digno de que Dios, aunque esté absorbido por
sus obras, le preste atención; he aquí un dúo28 digno de Dios: un
hombre valeroso en lucha con la mala suerte, especialmente si él
mismo la ha provocado.
9-
No veo- repito- qué podría hallar Júpiter de más bello en la
tierra, si a ella quisiera volver su atención, que el espectáculo
de un Catón,29 que quebrantado ya más de una vez su partido, se
mantiene sin embargo, erecto en medio de las ruinas de la república:
28
Los romanos, aclara R. Waltz, denominaban “par” a dos gladiadores
que luchaban entre sí.
29
Marco Porcio Catón, llamado el Uticense, para diferenciarlo de su
antepasado Catón el Censor, nació en el año 95 a. C. Según la
biografía que de él nos ha dejado Plutarco, fue desde sus años
mozos fuerte de cuerpo y limpio de alma. Casi naturalmente, pues, se
habría inclinado al estoicismo, filosofía cuyo estudio emprendió
con Atenodoro y Antipatro de Tiro, cuando era tribuno militar en
Macedonia. Al volver a Roma (65 a. C.) fue elegido cuestor, y en tal
cargo sobresalió pronto como uno de los más honrados y eficientes
funcionarios de la Urbe. En el año 62 a. C. ocupó, junto con
Cicerón, el cargo de tribuno. Al producirse la conspiración de
Catilina se puso del lado de Cicerón y logró para los conjurados la
máxima pena. César, a cuyas ambiciones se había opuesto (no menos
que a las de Pompeyo y Craso), quiso alejarlo de Roma y lo envió a
Chipre, con la misión de apoderarse de los bienes del rey Tolomeo. A
su retorno, en el año 55 a. C., después de haber entregado al
tesoro público la gran fortuna arrebatada al soberano oriental,
prosiguió su lucha contra los triunviros. Primero sostuvo contra
Pompeyo y Craso la candidatura de Domicio Enobarbo al consulado,
después se opuso a la ley Treboniana, que confería el gobierno de
España a Pompeyo y el de Siria a Craso; más tarde sostuvo que César
debía ser entregado a los germanos, pues los había derrotado
violando deslealmente una tregua concertada con ellos. En el año 54
fue elegido pretor y entre otras medidas administrativas ejemplares
hizo que fueran devueltos los bienes fraudulentamente conseguidos por
los partidarios de Sila. Aunque en el fondo estaba contra la guerra
civil, cuando ésta estalló se puso del lado de Pompeyo. Mientras
César avanzaba hacia Roma, Catón se unió a Pompeyo en Sicilia. De
allí fue enviado a Asia. Al producirse la batalla de Farsalia,
estaba al mando de las tropas de Durazzo. Después de la muerte de
Pompeyo marchó con sus soldados a Cirene, a fin de unirse a
Escipión. Cuando éste fue derrotado por César en Tapso (16 de
abril del 46 a.C.), decidió resistir en Útica. Finalmente,
comprendiendo la inutilidad de esta heroica oposición, se suicidó,
no sin antes haber facilitado la huida de sus secuaces. (Cfr.
Gerlach, M. Porcus Cato der Jüngere, Basilea, 1866; G. Boissier,
Ciceron et ses amis, París, 1923,p. 293 ss.; Ed. Meyer, Caesars
Monarchie und das Principat des Pompeius, Stuttgart, 1919, p. 218-21;
E. Ciaceri, Cicerone e i suoi tempi, Milán, 1926-30).
10-
“Aunque todas las cosas- dice- hayan caído al mismo tiempo bajo el
dominio de un solo individuo, 30 aunque la tierra esté vigilada por
sus legiones y los mares por sus flotas, aunque los soldados de César
sitien nuestras puertas,31 Catón tiene por donde salir; con una sola
mano se abrirá ancho camino hacia la libertad. Este hierro, puro e
inocente aun en la guerra civil, producirá por fin obras buenas y
nobles: la libertad que no pudo darle a la patria, se la dará a
Catón. ¡Emprende, alma mía,
30
Esto es, aunque, ya superado el momento del triunvirato, Julio César
sea el único gobernante de Roma y de Occidente.
31
Se refiere sin duda a las puertas de Útica, ciudad en la que Catón
se había encerrado para resistir a los triunfantes ejércitos de
César (cfr. nota
29).
la
obra largamente meditada; arráncate de los asuntos humanos! 32 Ya
Petreyo y Yuba se lanzaron el uno contra el otro: valiente e ilustre
pacto fatal que no sienta bien, sin embargo, a nuestra grandeza.33
Tan vergonzoso es para Catón pedir la muerte como pedir la vida.”
11-
Evidente resulta para mí que los dioses contemplaron con gozo cómo
aquel hombre, acérrimo vengador de sí mismo,34 se preocupaba por la
salvación de los demás y preparaba la fuga de los que se batían en
retirada,35 cómo se dedicaba al estudio, aun durante la última
noche36, cómo se clavaba la espada en el santo pecho, cómo esparcía
sus vísceras y hacía salir fuera, con su propia mano, a aquella
alma santísima, que no había merecido ser contaminada por el
hierro.37
32
12 Véase el elogio del suicidio, al final de la obra (VI. 7-9).
33
Según una versión más verosímil- dice R. Waltz-, Petreyo fue
muerto por Yuba y éste se hizo matar después por un esclavo.
34
“Acérrimo vengador de sí mismo” (acerrimus sui vindex) se
refiere a la muerte que Catón se ha de dar por propia mano, a fin de
no caer en poder de sus enemigos (cfr. nota 37).
35
Catón, antes de suicidarse, procuró que sus secuaces, sitiados con
él en Útica, pudieran huir (cfr. nota 29).
36
La noche que precedió al día de su suicidio Catón se encerró en
su aposento y se dedicó a leer el Fedón de Platón, donde se trata
de la inmortalidad del alma.
37
Catón, según dijimos (nota 29), se clavó una espada con la
intención de darse muerte. Sin embargo, como acudieran luego algunos
amigos y le hicieran vendar la herida por un médico, él desgarró
las vendas y aun la herida. Un cuadro de Ribera, el “Spagnoletto”,
que pertenece a la Galería San Telmo de Sevilla, representa este
episodio.
12-
Creo que por ese motivo la herida fue poco certera y eficaz: no les
bastó a los dioses inmortales contemplar una sola vez a Catón; su
virtud fue retenida y de nuevo evocada para que se manifestara en un
papel más difícil, pues es más fácil ir a la muerte con firme
ánimo que volver a buscarla. ¿Por qué no habían de contemplar con
gusto a un alumno suyo que se marchaba con tan ilustre y memorable
salida? La muerte consagra a aquellos cuya salida alaban hasta los
mismos que la temen.
III.
1- Pero, en el texto que a continuación viene, he de mostrar hasta
qué punto estos que parecen males no lo son en realidad. Ahora
afirmo lo siguiente: las cosas que tú llamas crueles, odiosas y
abominables, aprovechan primero a los mismos a quienes les suceden,
después al Universo, del cual se preocupan los dioses más que de
los individuos. Además, aquellos a quienes les suceden las aceptan,
y dignos de verdadero mal serían si así no lo hiciesen. A esto
añadiré que tales cosas, conforme al Destino, les suceden a los
buenos por la misma razón por la cual ellos son buenos. Te
convenceré luego de que nunca debes compadecer al hombrebueno: él,
en efecto, puede ser tenido por desdichado, pero no puede serlo.38
2-
De todas las proposiciones que he presentado la más difícil de
aceptar es la que expuse primero: que las cosas que nos aterrorizan y
hacen temblar redundan en provecho de los mismos a quienes les
suceden. “¿Redunda en su provecho-dirás tú- el ser desterrados,
el ser reducidos a la pobreza, el ser privados de hijos y esposa, el
ser infamados y debilitados? Si te asombras de que estas cosas puedan
redundar en provecho de alguien, te asombrarás de que algunos sean
curados con hierro y fuego,39 no menos que con hambre y sed. Pero si
pudieras advertir que a algunos, para darles salud, se les roen los
huesos, se les enrollan y extraen las venas, se les amputan los
miembros que no pueden permanecer adheridos al cuerpo sin que se
produzca la perdición del todo, también estarías de acuerdo en que
ciertas desgracias redundan en bien de quienes las padecen, tanto
como ¡por Hércules! ciertos goces, que son alabados y apetecidos,
resultan perjudiciales para quienes con ellos se deleitan, a
semejanza de las indigestiones, las borracheras y los demás abusos
que matan a través del placer.
38
El plan aquí trazado no es seguido con mucho rigor, como lo hace
notar Waltz. (Cfr. Introducción III.)
39
Cfr. Heráclito, Fragmento 58, Diels; Esquilo, Agamenón 849 ss.;
Hipócrates, Sobre el régimen, I. 15 (Littré, VI. 490); Jenofonte,
Memorables, I. 2,54; Platón, Gorgias, 521 e; Marco Aurelio, V. 8.
3-
Entre muchas magníficas palabras de nuestro Demetrio40 cuéntase
ésta, de la que tengo una impresión reciente, pues suena y vibra
todavía en mis oídos: “Nada me parece más desgraciado dijo- que
aquel a quien nunca le ha sucedido una desgracia”. Éste, en
efecto, no ha podido ponerse a prueba a sí mismo. Aunque todas las
cosas se realicen según su deseo, y aun antes de su deseo, sin
embargo, los dioses tienen un mal concepto de él: no se lo ha
juzgado digno de vencer alguna vez a la fortuna, la cual rehuye a los
más cobardes, como si dijera: “¿Por qué he de enfrentarme a
semejante adversario? En seguida depondrá las armas. Contra él no
es necesario todo mi poder, con una ligera amenaza será rechazado,
no es capaz de
40
Demetrio fue un filósofo cínico, amigo y maestro de Séneca, el
cual lo menciona con admiración en varios pasajes de sus obras.
Consecuente con la filosofía social y política del cinismo, que
Goettling ha llamado “la filosofía del proletariado griego”, se
mostró contrario a la monarquía absoluta, por lo cual el emperador
Vespasiano lo confinó en una isla. Séneca se refiere a él no sin
motivo en este lugar, ya que los dos elementos más característicos
del pensamiento de Demetrio son: 1) la idea de la virtud concebida
como “esfuerzo” (ponos), al modo de Antístenes, lo cual supone
una valorización del dolor y de la adversidad como obstáculos
necesarios a vencer 2) la idea- en verdad más estoica que
propiamente cínica- de un orden universal, establecido por la
Providencia. Que el sabio debe acatar plenamente. (Sobre Demetrio
véase H. von Arnim, en Pauly-Wissowa, Real Encyclopüdie der
klassischen Alterturwwissenschaft. Stuttgart, 1893, IV, col. 2843-4.)
resistir
mi mirada. Búsquese otro con el cual podamos medir fuerzas. Me
avergüenza pelear con un hombre dispuesto a ser vencido.”
4-
El Gladiador considera deshonroso que se lo enfrente a uno más débil
y sabe que vence sin gloria quien vence sin peligro. Lo mismo hace la
fortuna: busca a los más fuertes como contrincantes.41 A algunos los
pasa por alto con desdén; ataca al más duro y justo, contra el que
puede desplegar su fuerza: con Mucio utiliza el fuego42 con Fabricio
la pobreza,43 con Rutilio el
41
Cfr. II. 3 y nota 23.
42
Cayo Mucio Escévola se hizo célebre en la historia romana por un
episodio acaecido durante el sitio de Roma por los etruscos (507 a.
C.). Con el propósito de dar muerte al rey Porsena se dirigió al
campamento enemigo, pero por error mató a uno de sus secretarios.
Capturado y llevado a presencia del soberano, colocó su mano derecha
sobre un bracero encendido, queriendo así castigar el error de la
misma. Informó luego a Porsena que en Roma había otros trescientos
mozos decididos a repetir su intento. El rey, admirando su audacia y
temiendo a un tiempo su amenaza, lo dejó en libertad y levantó el
sitio. El Senado de Roma premió luego el gesto de Mucio, otorgándole
un predio a orillas del río Tíber. Desde entonces se lo conoció
con el apelativo de Escévola, que quiere decir “zurdito”.
Constituye en la historia romana un símbolo del valor heroico. (Cfr.
G. de Sanctis, Storia dei romani, I, Turín, 1907, p. 4.49 SS.)
43
Cayo Fabricio Luscino, militar romano, fue elegido cónsul en el 282
a.C. Luchó victoriosamente contra varios pueblos itálicos
(samnitas, lucanos, brucios, etc.). Enviado como embajador ante el
rey Pirro, después de la batalla de Heraclea, éste pretendió
corromperlo con dinero, para que le negociara una paz favorable.
Fabricio, a pesar de ser hombre muy pobre, se negó a ello. Tampoco
logró amedrentarlo Pirro, al enfrentarlo con un amenazador elefante.
En el año 278, fue cónsul por segunda vez. En 279 se lo eligió
censor y como tal emprendió una severa campaña contra el lujo y la
molicie. Se lo considera como un arquetipo
destierro44
con Régulo los tormentos,45 con Sócrates veneno,46 con Catón la
muerte.47 Un gran ejemplo no lo encuentra sino la mala fortuna.
5-
¿Es desdichado Mucio porque apoya su mano derecha sobre el fuego del
enemigo y él mismo se impone un castigo por su error, porque con la
mano quemada hace huir a un rey a quien no pudo hacer retroceder con
la mano armada? ¿Pues qué? ¿Más feliz sería si calentara la mano
en el seno de su amante?
44
Rufo Rutilio, estadista romano del siglo II a.C., tuvo un largo y
brillante cursus honorum. Primero fue tribuno en el ejército de
Escipión; luego, pretor (III a.C.); más tarde, cónsul (106 a.C.),
legado y, por fin, procónsul en Asia. En el ejercicio de este último
cargo, su honestidad lo llevó a reprimir las exacciones de los
recaudadores de impuestos y otros funcionarios. Éstos, acusándolo
de graves irregularidades administrativas, lograron que se lo
desterrase. Vivió sus últimos días en Mitilene y jamás quiso
retornar a Roma. (Cfr. E. País, Delle guerre puniche a Cesare
Augusto, Roma, 1918, p. 35 ss.)
45
Marco Atilio Régulo fue cónsul en el año 256 a.C. y actuó como
general durante la primera guerra púnica. Habiendo vencido a los
cartagineses en la batalla naval de Ecnomo, fue luego derrotado y
hecho prisionero por aquellos, quienes lo enviaron a Roma, a negociar
la paz, no sin antes haberle hecho prometer que volvería. Pero él,
seguro de que la paz era en aquel momento contraria a los intereses
de Roma, aconsejó a sus conciudadanos que continuaran la guerra. Al
volver a Cartago, fue sometido por eso a crueles tormentos. (Cfr. E.
País, Ricerche sulla storia e il diritto publico di Roma, Roma,
1921, Iv, p. 411).
46
Bien sabido es que Sócrates, acusado de impiedad (asebeie), de
introducir nuevos dioses y de corromper la juventud, fue condenado
por el tribunal de los Quinientos a beber la cicuta. (Cfr. Platón,
Apología de Sócrates; Critón; Diógenes Laercio, Vida de los
filósofos, II.)
47
Para la vida y la muerte de Catón de Útica una de las fuentes
principales es la obra de Plutarco titulada Catón el menor (Cato
minor.)
6-
¿Es histórico de la probidad y la austeridad romana. (Cfr.
K.Beloch, Rómische Geschichte, Berlín, 1926, p. 485). desdichado
Fabricio porque trabaja su campo en cuanto queda libre de los
negocios públicos, porque emprende la guerra tanto contra Pirro como
contra las riquezas, porque come junto al fuego las raíces y hierbas
que él mismo, anciano honrado por el triunfo, arrancó al limpiar el
terreno? ¿Pues qué? ¿Sería más feliz si acumulara en su vientre
peces de lejanas costas y extrañas aves, si levantase la pereza de
su estómago afectado por la náusea con mariscos de los mares
Superior e Inferior,48 si circundase, con enorme cúmulo de frutas,
extraordinarias piezas salvajes, cobradas con gran estrago de
cazadores?49
7-
¿Es desdichado Rutilio porque quienes los condenaron serán acusados
durante todos los siglos; porque prefirió que se lo privara de la
patria antes que del exilio, porque fue el único que le negó algo
al dictador Sila y porque no sólo, retrocedió sino que huyó más
lejos cuando se lo volvió a llamar? ¡Ay de aquellos- dijo- a
quienes sorprendió en Roma tu felicidad!50
48
Se refiere, como aclara Waltz, al mar Adriático y al mar Tirreno,
respectivamente. 49 Cfr. Cartas, 122, 18; 95, 41; 47, 2; Cuestiones
naturales, IV. 13,7, Sobre los beneficios, VII. 26,4; Consolación a
Helvia, X. 5; X. 10; Sobre la tranquilidad del alma, I. 8, etcétera.
50
Los grandes éxitos políticos del dictador Lucio Cornelio Sila y su
inaudita fortuna como hombre público le valieron el sobrenombre de
felix
Observen
la abundante sangre derramada en el Foro, las cabezas de los
senadores sobre la fuente de Servilio (éste es, en efecto, el
depósito mortuorio de la proscripción silana51), las bandas de
sicarios que vagan en todas partes por la ciudad y los muchos
millares de ciudadanos romanos asesinados en el mismo sitio a pesar
de la palabra empeñada, más aún, en nombre de esta misma palabra.
Observen estos hechos los que no son capaces de exiliarse.
8-
¿Pues qué? ¿Es feliz L. Sila, porque al bajar al Foro se le abre
paso con la espada, porque tolera que se le muestren las cabezas de
los varones consulares, porque para el precio del asesinato por medio
del cuestor y a expensas del tesoro público52? Y todo lo hace aquel
que promovió la ley Cornelia.53 (feliz). Esta felicitas (felicidad)
estuvo a punto de resucitar la monarquía en Roma. (Cfr. J.
Carcopino, SyIla ou la monarchie manquée, París, 1931.).
51
El lacus Servilianus es, como dice Waltz, una de las fuentes que
proveen a Roma de agua corriente. Los restos de muchas de las
innumerables víctimas de Sila eran depositados en torno a esa
fuente.
52
Sobre la sangrienta dictadura de Sila, véase H. Last y R. Gardner,
Cambridge Ancient History, 1932, IX, p. 261 ss.; M. A. Levi, Silla,
Milán, 1924.
53
Varias de las leyes de Sila se denominaron “ley Cornelia” (lex
Cornelia). Así, llevaba este nombre una ley agraria por la que se
otorgaban tierras a los veteranos del ejército del mismo Sila; otra
denominada “ley Cornelia sobre las falsificaciones” (lex Cornelia
de falsis) que castigaba tanto la falsificación de testamentos como
el soborno; otra, llamada “ley Cornelia judicial” (lex Cornelia
iudiciaria), que fijaba el número de las recusaciones de jurados que
se podían hacer, etcétera. Aquí Séneca se refiere, sin duda, a la
“ley Cornelia sobre los asesinos y los envenenadores” (lex
Cornelia de sicariis et veneficis), por la cual se condenaba a la
deportación (y luego a la pena capital) a los asesinos y a los
envenenadores, como así también a quienes traficaban en venenos.
54
Mecenas era miembro de una vieja y noble familia etrusca. Durante la
batalla de Filipos trabó amistad con Octaviano, quien lo consideró
pronto como su primer consejero. Cuando éste ascendió al trono
imperial, abandonó toda actividad política y diplomática. Se rodeó
entonces de los mejores ingenios literarios de la época (Virgilio,
Horacio, Propercio, etcétera), protegió su labor y estimuló su
producción. Por antonomasia su nombre se vincula así al estímulo
de las artes y las letras. (Cfr. G. Boissier, Nouvelles promenades
archéologiques, París, s/f., p. 6-16.)
55
Mecenas, fallecido en el año 8 a.C., padeció durante sus últimos
años una serie de trastornos neuróticos y particularmente un
prolongado insomnio, que procuraba aliviar con toda clase de
sedantes. (Cfr. Cartas, 19,9; 92,35; 114,4; 120,19.)
9-
Pasemos a Régulo. ¿En qué lo perjudicó la fortuna al hacerlo
modelo de fidelidad, modelo de resistencia? Los clavos se hunden en
su piel y dondequiera que apoya su fatigado cuerpo recibe una herida,
sus ojos permanecen abiertos en una perpetua vigilia: cuanto mayor
sea el tormento tanto más grande será la gloria. ¿Quieres saber
cuán poco se arrepintió de haber estimado en tanto su virtud? Haz
que se restablezca y envíalo al Senado: ha de sostener la misma
opinión.
10-
¿Consideras, pues, más feliz a Mecenas,54 que angustiado por sus
amores y lamentándose de los diarios rechazos de una mujer
malhumorada, busca el sueño en armónicos sonidos que se escuchan
levemente a lo lejos?55 Aunque se adormezca con vino, aunque
distraiga su mente angustiada con el susurro de las aguas y laengañe
con mil placeres, estará tan insomne en su lecho de plumas como
aquel en la cruz. Pero aquel tiene el consuelo de soportar el
tormento por la justicia y quita los ojos del padecimiento para
fijarlos en la causa del mismo; a éste, podrido por los placeres y
agobiado por una excesiva felicidad, lo atormenta, más que lo que
padece, la causa de tal padecimiento.
11-
Los vicios no han llegado a posesionarse de la humanidad hasta el
punto de que podamos poner en duda que, si a la mayoría de los
hombres les fuera dado elegir su destino, preferirían nacer Régulos
antes que Mecenas, o que, si alguno se atreviera a decir que hubiese
preferido nacer Mecenas antes que Régulo, ése mismo, aunque no lo
dijera, preferiría haber nacido Terencia.56
12-
¿Consideras que Sócrates fue tratado porque bebió, no de otro modo
que si fuera un brebaje de inmortalidad, la poción que le había
sido preparada por los poderes públicos y porque discurrió sobre la
muerte hasta queésta llegó.57¿Se le infirió un mal porque la
sangre se le heló e invadido poco a poco por el frío la fuerza
vital cesó en sus venas?
56
Terencia fue la mujer de Mecenas. Su infidelidad amargó la vida de
éste
y llegó inclusive a provocar el enojo de Augusto, empeñado en
restaurar
la
santidad del hogar romano. (Cfr. Cartas, 114,6.)
13-¡Cuánto
más digno de envidia es éste que aquellos a quienes se les sirve de
beber en una piedra preciosa, a quienes un libertino acostumbrado a
tolerarlo todo, de cercenada o dudosa virilidad, les deslíe la suave
nieve en vaso de oro! Éstos han de vomitar cuanto bebieron, abatidos
y gustando repetidas veces el sabor de su propia bilis; aquel, en
cambio, alegre y gustoso, apurará el veneno.
14-
Por lo que toca a Catón ya se ha dicho bastante,58 y el consenso
humano confesara que le tocó en suerte la más alta felicidad a
éste, a quien la naturaleza designó para enfrentarse con las cosas
más temibles: “¿Es peligrosa la enemistad de los
poderosos?
Opóngase al mismo tiempo a Pompeyo, a César y a Craso.59 ¿Es duro
ser pospuesto a los hombres peores? Sea estimado en menos que
Vatinio. 60
57
Sobre los últimos momentos de Sócrates y sobre las pláticas que
mantuvo con sus discípulos acerca de la inmortalidad, véase el
Critón de Platón.
58
Cfr. 11. 9-12.
59
Catón se opuso a los tres hombres más poderosos de Roma, Pompeyo,
César y Craso, aunque finalmente en la guerra civil se decidió por
el primero. (Cfr. nota 29.)
60
Cuando Catón, después de haber fracasado en su intento de hacer
elegir cónsul a Domicio Enobarbo, quiso a su vez ser elegido pretor,
a fin de contrarrestar la acción de los cónsules Pompeyo y Craso,
se vio vencido por Vatinio, hombre despreciable y vil.
61
Este párrafo es una prosopopeya de la Naturaleza.
¿Es
doloroso verse mezclado en guerras civiles? Luche a través de todo
el orbe por la causa justa con tanta mala suerte como constancia. ¿Es
penoso suicidarse? Hágalo. ¿Qué he de conseguir con esto? Que
todos sepan que no son males estos de los cuales he considerado digno
a Catón.61
IV.
1- La prosperidad llega también a la plebe y a los temperamentos
vulgares, pero someter al yugo las calamidades y terrores de los
mortales es propio de un hombre grande. En cambio, ser siempre feliz
y pasar por la vida sin ninguna punzada en el alma, equivale a
ignorar la mitad de la naturaleza.
2-
¿Eres hombre valiente? ¿Pues cómo lo sé yo, si la suerte no te da
oportunidad de demostrar tu virtud? Has bajado a los campos
olímpicos, pero nadie estuvo contigo: tienes una corona, pero no una
victoria. No te felicito como a hombre fuerte sino como a quien ha
conseguido el consulado o la pretura: se te ha honrado.
3-
Lo mismo puedo decirle también al hombre bueno, si ninguna
circunstancia un tanto difícil le concedió ocasión de mostrar la
fuerza de su espíritu: “Te considero infeliz62 porque nunca
fuiste infeliz. Atravesaste la vida sin adversario; nadie sabrá de
qué fuiste capaz, ni siquiera tú mismo”. En efecto, para
conocerse a sí mismo se hace necesaria una prueba: nadie llega a
saber si es capaz de algo mientras no intenta. Por eso algunos se
ofrecieron a sí mismos a las desgracias, que tardaban en venir, y
buscaron una ocasión de hacer brillar su virtud, que estaba por
esconderse en la oscuridad.
4-
Se alegran a veces- digo- los hombres valientes con la adversidad,
del mismo modo que los bravos soldados con la guerra. Yo he oído al
gladiador63 Triunfo, en tiempos de Tiberio César, quejarse por la
escasez de los juegos públicos: “¡Qué precioso tiempo se
pierde!”, exclamaba. La virtud se muestra ávida de peligros y
piensa en la meta a la cual tiende, no en lo que ha de
62
Séneca es uno de los maestros de la antítesis, que aprendió con
gran destreza de su padre, dice Paul Barth. “Parece como si siempre
quisiera dar forma intuitiva a la eterna lucha y oposición de las
cosas que creó y conserva la vida, según el espíritu de Epicuro.
Aquello que no se expresa de modo antitético se le antoja romo y
pálido. Por el contrario, se sumerge en lo que puede considerarse en
forma antitética, aun cuando en el fondo sea de poca importancia...
Es más, llega a considerar la antítesis como contradicción lógica,
para hacerla aún más importante. Te considero infeliz- dice- porque
nunca fuiste infeliz” (op. cit., p. 30-31.)
63
En realidad, no dice “gladiador”, en general, sino “murmillo”,
nombre que designa, en especial, al gladiador “cuyo casco, como
hace notar Waltz, estaba adornado con un pez (mormilos)”.
padecer,
ya que aun lo que ha de padecer es parte de su gloria. Los militares
se glorían de sus heridas; alegres muestran la sangre que fluye de
la coraza, y aunque quienes retornan sanos y salvos de la batalla
hayan hecho lo mismo, más se considera al que vuelve lesionado.
5-
Dios- vuelvo a decir- favorece a quienes desea que sean lo más
virtuosos posible siempre que les brinda ocasión de hacer algo con
valor y firmeza, para lo cual es preciso que se dé alguna
circunstancia difícil: podrás juzgar al piloto en la tempestad y al
soldado en la batalla. ¿Cómo puedo saber en qué medida eres capaz
de luchar contra la pobreza si nadas en la abundancia? ¿Cómo puedo
saber cuánta presencia de ánimo tienes para hacer frente a la
maledicencia y el odio del pueblo, si envejeces en medio de aplausos,
si un favor inexpugnable, preparado por cierta inclinación de los
ánimos hacia ti, te sigue? ¿Cómo puedo saber con qué entereza has
de soportar la pérdida de tus hijos, si ves a todos los que has
criado? Te he oído consolar a otros; recién te hubiera podido
conocer al ver cómo te consolabas a ti mismo, cómo te vedabasa ti
mismo el dolor.64
64
“Es fácil para todos, mientras estamos sanos, dar buenos consejos
a los enfermos” (Facile omnes, cum valemus, rectta consilia
aegrotis damus), dice Terencio (La Andriana, 309.)
6-
No os aterroricéis, os
ruego, por estas
desgracias con que los dioses inmortales acicatean los espíritus: la
calamidad es ocasión de la virtud. Con razón se podría llamar
desdichados a quienes se ven entorpecidos por una excesiva felicidad,
a quienes una inerte calma inmoviliza, como en un mar tranquilo. Todo
cuanto les sucediere será nuevo para ellos: las desgracias aprietan
más a quienes nunca las ha experimentado. Pesado es el yugo para los
cuellos tiernos; el novato palidece ante la posibilidad de una
herida, el veterano contempla con serenidad su propia sangre, pues
sabe que con frecuencia ha vencido después de haberla derramado.65
7-
De ese modo Dios endurece, somete a prueba y ejercita a los que
aprecia y ama; en cambio, a los que parece consentir y perdonar los
conserva, indefensos, para las desgracias que les han de venir. Os
equivocáis, en efecto, si creéis que alguien está exceptuado: a
aquel que durante largo tiempo fue feliz le tocará su parte; cuantos
parecen exentos son dejados para más tarde.
65
Así como antes señalamos (nota 23) la frecuencia con que se repite
en este diálogo, y en general en la literatura estoica, la
comparación del hombre virtuoso con el atleta, aquí cabe hacer
notar lo mismo acerca del símil con el soldado. (Cfr. VI. 1, VI. 4,
etc.) Véase también del mismo Séneca, Cartas, 96,5. Asimismo,
Epicteto, III, 24,34.
8-
¿Por qué aflige Dios a los mejores con mala salud, con llanto o con
otras desgracias? Porque también en los campamentos militares se
confían las tareas peligrosas a los
más valientes: el jefe envía las tropas más escogidas para tender
al enemigo una emboscada nocturna, para explorar el camino o para
asaltar una posición estratégica. Ninguno de los que parten para
tales misiones dice: “El general no me aprecia”, sino: “Me
tiene en buen concepto”. Digan lo mismo todos aquellos a quienes se
ordena sufrir lo que hace llorar a flojos y cobardes: “Hemos sido
juzgados por Dios dignos de probar cuánto puede soportar la
naturaleza humana”.
9-
Huid de los placeres66, huid de la muelle felicidad con la cual se
debilitan los espíritus, como adormecidos en una perpetua ebriedad,
a no ser que sobrevenga algo que les haga recordar el destino del
hombre. A aquel a quien los vidrios protegieron siempre del viento,67
a aquel cuyos pies permanecieron calientes en medio de fomentos
cambiados con frecuencia,68 a aquel
66
Cfr.. Cartas, 90,16; 119,15; 55,1; Epicteto, Manual, 34.
67
Los romanos de la época imperial utilizaban el vidrio para diversos
fines. En arquitectura lo usaban para decorar muros. Parece, sin
embargo, que no eran capaces de lograr grandes planchas uniformes y
así muchasveces lo suplantaban por la piedra specularia, traída de
Capadocia, que deja pasar una luz lechosa y suave. (Cfr. R. Peyre,
L’Empire Romain, París, 1894, p. 277.)
68
Estos fomentos eran, sin duda, equivalentes a las estufillas o a las
botellas de agua caliente que aún hoy suelen usarse durante el
invierno, para calentar la parte inferior de las piernas y los pies.
Cuyos
comedores atemperó el calor dispuesto por debajo y esparcido en las
paredes69 un ligero vientecillo no lo tocará sin peligro.
10-
Siendo así que todos los excesos son peligrosos, el exceso de
felicidad es el más peligroso de todos, conmueve el cerebro, llama
la mente a vanas imágenes, extiende una amplia capa de tinieblas
entre lo verdadero y lo falso.70¿Por qué no ha de ser preferible
soportar, con ayuda de la virtud una continua desdicha, que ser
quebrantado por infinitos y desmesurados goces? Suave es la muerte
por inanición,71 de indigestión se revienta.
11-
Los dioses siguen con los hombres buenos la misma regla que los
preceptores con sus discípulos, pues exigen un esfuerzo más grande
a aquellos en quienes depositan una más firme esperanza. ¿Crees
acaso que los lacedemonios detestan a sus hijos porque ponen a prueba
su carácter haciéndolos azotar públicamente?72
69
La arquitectura romana de la época imperial había logrado sistemas
bastante satisfactorios de calefacción.
70
“Antes quisiera volverme loco que caer bajo el dominio del placer”,
decía Antístenes, según refiere Diógenes Laercio. (Vida de los
filósofos, VI, 1,3)
71
Cfr. Cartas, 70,9; 77,9. Según una tradición antigua, que deriva de
Hermipo (Diógenes Laercío, op. cit., IX, 43), Demócrito se habría
dejado
morir
por inanición. (Cfr. Locrecio, Sobre la naturaleza, 111, 1039;
Ateneo, Epítome, 11, p. +6, etc.)
72
Esta prueba se llevaba a cabo ante el altar de Artemis Ortia, todos
los años, y con frecuencia acababa con la muerte de los flagelados,
dice R.Waltz. (Sobre Artemís Ortia véase M. P. Nfisson, Geschichte
der Griechischen Religion, Munich, 1955, p. 487 ss.
Los
mismos padres los exhortan a que aguanten con valor los latigazos y
cuando están ya hechos pedazos y medio muertos les ruegan que
perseveren, brindando sus heridas a nuevas heridas.
12-
¿Qué tiene de extraño que Dios ponga duramente a prueba a los
espíritus generosos? La demostración de la virtud nunca es fácil.
¿La fortuna nos azota y despedaza? Soportémosla: no es crueldad; se
trata de un certamen y cuanto más frecuentemente participemos en él
más fuertes seremos. La parte más firme del cuerpo es aquella que
un continuo uso pone en movimiento. Debemos brindarnos a la fortuna
para que ella contra ella misma nos endurezca: poco a poco nos
volverá iguales a ella y la familiaridad con el peligro hará que
podamos despreciarlo.
13-
Así, los marineros tienen cuerpos duros para enfrentarse al mar, las
manos de los agricultores están curtidas. Por medio del padecimiento
llega el alma a despreciar el padecimiento de los males. Podrás
darte cuenta de lo que éste puede hacer en nosotros, si consideras
cuánto suele ayudar el esfuerzo a naciones indigentes y endurecidas
por la pobreza.
14-
Mira todos esos pueblos que lindan con la paz romana,73 quiero decir,
los germanos y las tribus nómadas que nos salen al paso junto al
Ister74: un perpetuo invierno y un triste cielo los oprimen, un suelo
estéril malamente los sustenta; se
defienden
de la lluvia con una techumbre de paja o de hojas de árboles,
brincan sobre lagunas endurecidas por el hielo y cazan fieras para
alimentarse.
15-¿Te
parecen desdichados? Nada hay de desdichado en lo que la costumbre ha
hecho natural, pues poco a poco llega a producir placer aquello que
se comenzó por necesidad. No tienen habitación ni casa alguna,
fuera de aquella en la que los ubicó un día la fatiga; su comida es
grosera y han de procurársela con las manos; horrenda es la dureza
de su clima;sus cuerpos permanecen desnudos;75
esto que a ti te parece una calamidad es la vida de tantos pueblos.
73
Esto es, con el Imperio Romano, en cuyo territorio reinaba la paz,
por oposición a los países bárbaros, donde los pueblos guerreaban
continuamente entre sí.
74
El Danubio fue conocido por los griegos ya desde la época más
antigua, con el nombre de Ister (Istros). Sin embargo, aquellos sólo
conocían de él la parte cercana a la desembocadura y tenían ideas
muy erróneas respecto a su curso, que sólo fue enteramente conocido
en épocas del Imperio Romano. Los latinos, especialmente los poetas,
adoptan a veces el nombre griego (Istrus, Hister), pero más tarde
usan indiscriminadamente ambos nombres, Ister o Danubious. (Cfr. W.
Smith, Dictionary of Greek and Roman Geography, Londres, 1854, p.
750.) (Cfr. Cuestiones naturales, 1, Praef. g.) “En la Corografia
de Agripa- hace notar P. Oltramare-, eran sobre todo en el curso
inferior y las bocas del Danubio los que llevaban el nombre de Ister
(Hister).”
16-
¿Te asombras de que, para hacerlos más firmes, se vapulee a los
hombres buenos? No hay árbol sólido y fuerte fuera de aquel contra
el que choca un viento continuo, pues gracias a la misma violenta
sacudida se afirma y echa más hondas raíces; frágiles son los que
en un abrigado valle crecieron. Les conviene, pues, a los mismos
hombres buenos, para poder superar el miedo, vivir mucho tiempo
rodeados de cosas que infunden temor y sobrellevar con ánimo sereno
aquellos males que en realidad no lo son sino para quien mal los
soporta.
V.
1- Añade ahora que a todos conviene que el mejor, por así decirlo,
milite y preste servicio. Es propósito de Dios, lo mismo que del
hombre sabio, mostrar que las cosas que el vulgo desea y las que teme
no son ni buenas ni malas. Resultaría claro, en efecto, que son
buenas, si sólo las concediera a los hombres buenos, y que son
malas, si únicamente las
otorgara
a los malos.
75
En la Germania, 2, Tácito reconoce que, aun cuando la tierra de los
germanos sea desolada, áspera y triste, sus habitantes la aman y la
añoran.
2-
Detestable sería la ceguera si nadie hubiera perdido los ojos sino
aquel a quien se le deben arrancar: estén, pues, privados de la
vista Apio76 y Metelo77. Las riquezas no son un bien: poséalas,
pues, hasta Elio, el rufián,78 para que los hombres vean también en
el prostíbulo el dinero que consagraron en los templos.79 De ningún
modo puede Dios distribuir mejor las cosas ardientemente deseadas que
concediéndolas a los más desvergonzados y quitándolas a los más
virtuosos.
3-
Pero es inicuo que un hombre bueno sea mutilado, traspasado, atado,
mientras los malos, con sus cuerpos intactos, andan libres y
tranquilos. ¿Pues qué? ¿No es inicuo que los hombres valientes
tomen las armas, pasen la noche en los campamentos y estén de pie
delante de una empalizada, con las heridas vendadas, mientras en la
ciudad permanecen seguros (Cfr. E. Paratore, Tácito, Milán, 1951,
p. 289.)los degenerados y los que hacen de su desvergüenza una
profesión?
76
Apio Claudio el Ciego fue censor y luego cónsul. Construyó el
primer acueducto y la primera ruta militar. Reformó en sentido
popular las leyes electorales. Se lo considera, además, como el
primer cultor de la prosa latina. (Cfr. J. Beloch, Romische
Geschichie, Berlín, 1926, p. 481 ss.)
77
Lucio Cecilio Metelo fue cónsul en 251 a.C.; venció a Asdrúbal en
Panormo, arrebatándole algunos elefantes que llevó después a Roma.
En el año 241 logró salvar el Palladium durante un incendio que
devoró el templo de Vesta, ocasión en la cual- se dice- perdió la
vista. Desde el año 243 fue pontifex maximus. (Cfr. G. de Sanctis,
Storia dei Romani, Turín 1917, III, p. 262 ss.)
78
Personaje del cual nada sabemos, pero que, por lo que puede inferirse
del texto, se dedicaba, sin duda, a comprar esclavas para dedicarlas
a la prostitución.
79
Hay aquí, como señala Waltz, una “alusión al culto que los
romanos tributaban a la diosa Pecunia”.
¿Pues qué? ¿No es inicuo
que las más nobles vírgenes deban despertar durante la noche para
cumplir sus funciones sagradas, mientras las impuras gozan de un
profundísimo sueño?80
4-
El esfuerzo llama a los mejores. El Senado sesiona muchas veces
durante todo el día. Y, mientras tanto, el individuo más
despreciable distrae su ocio en el Campo,81 se esconde en una taberna
o gasta su tiempo en algún círculo social.82 Lo mismo sucede en
esta gran república: los hombres buenos se esfuerzan, gastan y son
gastados, y lo hacen con gusto. No son arrastrados por la fortuna, la
siguen e igualan su marcha. Si pudieran conocer sus designios se le
adelantarían.
80
Alude a las vírgenes Vestales, encargadas de mantener encendido
perpetuamente, en el templo de Vesta, el fuego sagrado, que
custodiaban por eso día y noche. (Cfr. G. Wissowa. Religion und
Kultus der Rónwr, Munich, 1912, p. 504.)
81
El Campo de Marte era el lugar donde solían pasear y conversar,
distrayendo sus ocios, los ciudadanos de Roma. “Después que
Augusto dividió la ciudad en catorce regiones, el nombre de Campo de
Marte se aplicó a la parte de la novena región (circus Flaminius)
que estaba al este de la Via Lata”. (S. Ball Platner, The
Topography and Monuments of Ancient Rome, Boston, 1904, p. 321.)
82
“Círculo” equivale aquí a reunión social, tertulia, etc. Cfr.
Sobre los beneficios, VII, 22,2.
5-
Recuerdo también haber oído estas esforzadas palabras a aquel
valerosísimo varón Demetrio:83 “Una sola queja- decía- tengo
contra vosotros, dioses inmortales: que no me hicisteis conocer antes
vuestra voluntad, pues en tal caso me hubiera adelantado a estas
tribulaciones para las que ahora comparezco, llamado por vosotros.
¿Queréis tomar mis hijos? A vosotros los he ofrecido. ¿Queréis
alguna parte de mi cuerpo? Tomadla. No es gran cosa lo que os
adelanto: pronto he de abandonarlo entero. ¿Queréis mi espíritu?
¿Por qué he de demorar en entregaros lo que me habéis dado? Con
gusto pondré en vuestras manos cuanto pidiereis.84
6-
¿Qué sucede, pues? Hubiera preferido ofreceros esas cosas a tener
que devolvéroslas. ¿Qué necesidad teníais de quitármelas?
Podíais haberlas recibido. Pero, a decir verdad, tampoco ahora me
las quitáis, pues nada se arrebata sino a quien algo retiene.” A
nada se me obliga, nada soporto contra mi voluntad, no sirvo a Dios
sino que me identifico con su querer, tanto más cuanto sé que todas
las cosas suceden conforme a una ley segura, establecida desde la
eternidad.
83
Cfr. nota 40.
84
Cfr. Epiceto, 1. 29, 10.
7-
Los destinos nos guían y al tiempo que a cada uno le queda lo
determinó ya su hora primera.85 Una causa depende de otra; una
interminable serie86 arrastra los hechos privados y públicos. Por
tanto, hay que tolerarlo todo con valor, porque nada nos cae encima
por casualidad, como creemos, sino que nos viene necesariamente. Hace
mucho que está determinado cuáles serán tus alegrías y cuáles
tus llantos, y aunque las vidas de los individuos parezcan
diferenciarse mucho entre sí, en conjunto todas se reducen a una
sola cosa: recibimos dones perecederos porque somos perecederos.
8-
¿Por qué, pues, nos indignamos? ¿Por qué nos quejamos? Para eso
hemos sido engendrados. Que la naturaleza use los cuerpos que le
pertenecen como ella quiera; nosotros, contentos con todo lo que
sucede y valerosos, pensemos que nada de lo nuestro perece. ¿Qué
debe hacer el hombre bueno? Brindarse al Destino. Gran consuelo es
ser arrastrado junto con el Universo: sea lo que fuere lo que nos
ordena vivir y morir de esta manera, con la misma necesidad obliga
también a los dioses; un irrevocable curso conduce al mismo tiempo
las cosas humanas y las divinas.
85
Cfr. Sobre los beneficios, VI. 23.
86
Se refiere aquí a la “serie o cadena de las causas” sobre la
cual trata especialmente Cicerón en su obra Sobre el destino (De
fato). (Cfr. Marco Aurelio, 11. 3,1.)
El
mismo creador y rector de todas las cosas trazó sin duda los
destinos, pero los acata; obedece siempre, mandó una vez sola.87
9-
Pero ¿por qué fue Dios tan injusto, al repartir los destinos, como
para asignar a los hombres buenos la pobreza, las heridas y la muerte
prematura? El artífice no puede cambiar la materia.88 Es un
principio establecido: algunas cosas no pueden ser separadas de
otras, están unidas, son inescindibles.89 Los temperamentos
lánguidos y propensos al sueño o a una vigilia muy parecida al
sueño están entretejidos con elementos inertes; para que se
produzca un varón digno de tal nombre, es necesario un tejido más
fuerte. El camino no será para él llano: será preciso que ande
hacia arriba y hacia abajo, que sea sacudido por las olas y que
gobierne su nave en medio de la tormenta; deberá mantener su curso
contra la fortuna.
87
A propósito de esta proposición, dice P. Barth (op. cit., p. 5-2)
que el fuego creador que se identifica con la Razón y con la
Divinidad “domina todo cuanto acontece, tanto en el mundo vivo como
en el inanimado, de suerte que resulta también idéntico a aquello
que la creencia popular llama destino, esto es, la fuerza poderosa a
que están subordinados los mismos dioses, según dice Homero”.
88
Cfr. Marco Aurelio, VI. 1; VI. 36; VII. 75. Séneca alude aquí al
mismo tiempo a la materia prima de la obra artesanal y a la materia
eterna del Universo, que el principio activo plasma, pero cuya
esencia no puede cambiar.
89
Alusión a la doctrina estoica de los hechos “codestinados”, que
aparece ya con Crisipo. (Cfr. Cicerón, Sobre el destino, XIII. 30.)
Le
sucederán muchas cosas duras y escabrosas, pero él las suavizará y
las nivelará.
10-
El fuego prueba al oro, la desdicha a los hombres fuertes. Considera
cuan alto debe ascender la virtud, advertirás que no se puede subir
allí por sendas seguras. Viene primero un trecho difícil, que los
aun [descansados caballos se esfuerzan con fatiga por subir a la
mañana. La parte más alta está en medio del cielo, desde [donde yo
mismo temo muchas veces mirar el mar y[la tierra y el pecho me
tiembla con sobrecogido espanto. Al final hay un trecho descendente,
que exige una firme conducción. Hasta la profunda Tetis, que sobre
las sumisas olas, me recibe, suele temer que al principio caiga.90
11-
Oído esto [Faetón] el animoso adolescente, dice: “El camino me
agrada. Subo: tanto me importa ir allí, aun cuando haya de caer”.
No desiste [Febo] de atemorizar a aquel espíritu osado:
90
Ovidio, Metamorfosis, II. 63-69
Aunque
conserves el camino y ningún extravío [te traicione, tendrás que
andar por entre los cuernos del Toro [enemigo, por entre los arcos de
Hemonia y las fauces [del violento León.91 A lo cual aquel responde:
“¡Unce los carros que me has dado! Las palabras con que crees
aterrorizarme me empujan adelante. Deseo pararme, firme, allí donde
el mismo Sol tiembla”. Es propio de un ser vil y cobarde marchar
por lugares seguros: La virtud anda por las cumbres.
VI.
1- Con todo ¿por qué tolera Dios que les suceda algo malo a los
hombres buenos? A decir verdad Él no lo tolera: los libera de todos
los males, de los crímenes y las acciones deshonrosas, de los malos
pensamientos y los ávidos designios, del ciego deseo y la codicia de
los bienes ajenos. Los protege y los defiende. ¿O acaso se pretende
que Dios vigile también el equipaje de los hombres buenos? Ellos
mismos lo eximen de tal cuidado: desprecian las cosas exteriores.
2-
Demócrito arrojó lejos de sí las riquezas92 considerándolas una
carga para el alma justa.93 ¿Por qué te asombras, pues, si Dios
tolera que le suceda al hombre bueno lo mismo que a veces el hombre
bueno quiere que le suceda? Los hombres buenos pierden a sus hijos:
¿por qué no, cuando a veces también ellos mismos les dan muerte.94
Se los destierra: ¿por qué no, cuando a veces ellos mismos dejan la
patria para no volver? Se los mata: ¿por qué no, cuando a veces
ellos atentan contra su propia vida?
3-
¿Por qué padecen ciertas cosas crueles? Para enseñar a los otros a
padecer: nacieron para ser ejemplo. Imagina, pues, que
Dios,
les dice: “¿Qué queja podéis tener contra mí, vosotros, que os
complacéis en la justicia?
92
Diógenes Laercio (Vida de los filósofos, IX, 35) dice que Demócrito
“era el menor entre tres hermanos y cuando se trató de dividir la
herencia paterna, cuentan los más que quiso para sí la parte más
pequeña, que consistía en dinero contante y sonante, pues lo
necesitaba para sus viajes, como sagazmente habían supuesto sus
hermanos”. (Cfr. Eliano, Diversas historias, IV. 20.) En cambio
Filón, Sobre la Pro-videncia, 11. 13, p. 52. Aucher, Sobre la vida
contemplativa p. 473 M. trae una versión muy semejante a la de
Séneca. ¡Cfr. Horacio, Epístolas, 1. 12, 12.) Tal vez Séneca y
Filón, contemporáneos, hayan tomado este dato de una misma y
desconocida fuente estoica.
93
En el diálogo Sobre la vida feliz, XXI, Séneca afirma que el sabio
no siente amor por las riquezas, aunque las prefiera a la pobreza. En
la Carta 115, 11, dice que el avergonzarse de la pobreza es señal de
la más baja degeneración moral. (Cfr. P. Barth, op. cit., p.
208-9).
94
Pedro Fernández Navarrete, en su traducción, anota: “[El autor]”
habló como gentil, que no es lícito por la patria potestad matar
los hijos”.
A
los otros los he rodeado de falsos bienes y entretuve sus vacíos
espíritus con un largo y engañoso sueño: los adorné con oro,
plata y marfil; adentro nada bueno tienen.
4-
Esos a quienes crees felices, si los consideras no en lo que salta a
la vista sino en lo que está oculto, son desdichados, sucios e
indecentes; a semejanza de las paredes de sus casas, están cuidados
sólo por fuera. Ésta no es felicidad sólida y sincera: es sólo
revestimiento externo, y muy ligero por cierto. Así, mientras les es
posible mantenerse en pie y mostrarse a su gusto, brillan y engañan,
pero cuando sucede algo que los perturba y los pone de manifiesto, se
hace patente cuan vasta y real fealdad escondía ese impropio
esplendor.95
5-
Os he dado bienes seguros, permanentes, que cuanto más uno los
examina y por diversos lados los mira, mejores y más grandes
parecen:96 os he permitido despreciar lo que se suele temer y mirar
con desdén las pasiones. No brilláis por fuera, vuestros bienes
están vueltos hacia adentro: de tal manera el Universo desprecia lo
que es exterior a él, contento con mirarse a sí mismo. Dentro de
vosotros he colocado todo vuestro bien; vuestra felicidad consiste en
no necesitar la felicidad
95
Cfr. Sobre los remedios para lo imprevisto, X. 3.
6-
Pero sobrevienen muchas cosas tristes, horribles, duras de tolerar.
Como no podía sustraeros a ellas, he armado contra todas ellas
vuestros espíritus. Soportadlas con valentía. En esto podéis
superar a Dios: Él está más allá de los males, vosotros estáis
por encima de ellos. Despreciad la pobreza: nadie vive tan pobre como
ha nacido. Despreciad el dolor: o él será destruido o lo seréis
vosotros. Despreciad la muerte: ella señala vuestro fin u os
transfiere a otra vida.97 Despreciad la fortuna: no le he dado ningún
dardo capaz de herir el alma.98
7-
Ante todo he procurado que nadie os retenga contra vuestra voluntad:
abierta está la salida. Si no queréis pelear, os es lícito huir.
Por eso, de todas las cosas que he querido que os sean necesarias no
hice ninguna más fácil que el morir. He colocado la vida en una
pendiente: es arrastrada. Prestad un poco de atención y veréis cuán
corto y expedito es el camino que
96
En el tratado Sobre los beneficios, IV. 1, escribe Séneca: “La
virtud tiene su precio en sí misma” (Virtus sui ipsius pretium).
97
Cfr. Marco Aurelio, IV. 47; IV. 50; VI. 24; VII. 32; III. 3, etc.
98
“Ningún símil que eleve al sabio por encima de la humanidad lo
encuentra [Séneca] demasiado atrevido”, dice, comentando esta
frase, P. Barth (op. cit., p. 215).
99
Sobre el suicidio, cfr. Cartas, 12 y 70; Sobre la ira, III. 15.
Séneca condena el temor a la muerte (Cartas, 101, 10; Cuestiones
naturales, VI. 32) y, como todos los estoicos, considera el suicidio
no sólo lícito sino también obligatorio cuando la vida llega a ser
un obstáculo para la práctica de la virtud. En cambio, no lo admite
cuando responde a un simple deseo de acabar con la existencia. Marco
Aurelio opone (XI. 3) la disposición racional a dejar la vida
(propia del sabio) y el deseo irracional de la muerte, buscada por
pura emulación (por los cristianos).
100
Nótese que el autor relaciona aquí, aunque quizás no del todo
conscientemente, el suicidio del justo con el sacrificio cruento que
se ofrecía a los dioses. Marco Aurelio, por su parte (III. 4),
afirma que el hombre que se esfuerza por ser justo puede ser
considerado como sacerdote de los dioses.
101
Hay aquí, al parecer, un indicio de que Séneca, pese a ciertas
expresiones que suenan a espiritualismo dualista, sigue manteniendo
en el fondo la concepción psicológica de los antiguos estoicos, que
consideraban al alma humana como un fragmento del fuego (o del éter)
divino, no esencialmente diferente, sin embargo, del cuerpo.
102
Según la opinión de R. Waltz, Séneca se refiere aquí a la asfixia
por carbón. Pero otros, como él mismo aclara, ven en estas palabras
una alusión al suicidio de Porcia, que se había dado muerte
tragando carbones encendidos. 103 Algunos autores, como Albertini,
consideran que el diálogo está inconcluso.
(Cfr.
Introducción, III.)
conduce
a la libertad.99 No os he puesto para la salida dificultades tan
grandes como para la entrada; la fortuna hubiera tenido sobre
vosotros un gran poder si el hombre tardara en morir tanto como en
nacer.
8-
Que todo tiempo y todo lugar os enseñe cuán fácil es renunciar a
la naturaleza y devolverle con desprecio su don junto a los mismos
altares y a los solemnes ritos sacrificiales; mientras se implora la
vida, aprended a conocer la muerte: los poderosos cuerpos de los
toros caen con un pequeño tajo y un golpe de la mano del hombre echa
por tierra a bestias de considerable vigor.100 Con un delgado hierro
se rompe la comisura de la cerviz y una vez cortada la articulación
que une la cabeza con el cuello, la enorme mole se precipita por
tierra.
9-
El espíritu no se oculta en las profundidades y para sacarlo afuera
no se necesita el hierro.101 No es preciso explorar las entrañas con
bién obligatorio cuando la vida llega a ser un obstáculo para la
práctica de la virtud. En cambio, no lo admite cuando responde a un
simple deseo de acabar con la existencia. una herida que penetre
hasta lo más hondo: la muerte está allí no más. No he establecido
un lugar fijo para los golpes fatales: cualquier camino es
transitable. Eso mismo que se llama morir, el hecho de que el alma se
separe del cuerpo, es más breve de lo que se necesita para captar
tanta rapidez. Ya sea que un nudo os apriete la garganta, ya sea que
el agua os impida respirar, ya sea que al caer os rompáis la cabeza
contra el duro suelo, ya sea que el fuego al apagarse corte por la
mitad la carrera del alma que sirve de vuelta,102 sea lo que fuere,
pronto sucede. ¿No os avergonzáis? Largo tiempo teméis lo que tan
rápido pasa”.
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