jueves, 15 de septiembre de 2016

CONVERSACIONES CON DIOS ( I )

CONVERSACIONES
CON DIOS

(LIBRO UNO)

NEALE DONALD WALSCH.

Este libro fue pasado a formato Word para facilitar la difusión, y con el propósito de que
así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁN

Para descargar de Internet: BIBLIOTECA NUEVA ERA
Rosario – Argentina
Adherida al Directorio PROMINEO

FWD: www.promineo.gq.nu
CONVERSACIONES CON DIOS
(1º PARTE)

http://www.conversationswithgod.org/

INTRODUCCIÓN.

Esta usted a punto de vivir una extraordinaria experiencia. Está a punto de mantener una conversación con Dios. Sí, sí. Lo sé... eso no es posible. Probablemente piense (o le han enseñado) que eso no es posible. Ciertamente, se puede hablar a Dios; pero no con Dios. Es decir: Dios no va a contestar, ¿no es eso? ¡Al menos no en la forma de una conversación normal y
corriente! Lo mismo pensaba yo. Pero luego me <> este libro. Y lo digo literalmente. No se trata de un libro escrito por mí, sino que me ha <> a mí. Y cuando lo lea, le <> a usted, ya que todos alcanzamos la verdad para la que estamos preparados.

Probablemente, mi vida sería mucho más fácil si hubiera mantenido silencio acerca de todo esto.Pero esa no fue la razón de que me ocurriera. Y cualesquiera que sean los inconvenientes que el libro pueda causarme (como ser tildado de blasfemo, de impostor, de hipócrita por no haber vivido estas verdades en el pasado, o - lo que tal vez sea peor - de santo), ya no me es posible detener el proceso. Ni hacer lo que quiera. He dispuesto de ocasiones para apartarme de todo este asunto y no las he aprovechado. Respecto a este material, he decidido basarme en lo que me dice mi instinto, más que en lo que me pueda decir la mayoría de la gente. Dicho instinto me dice que este libro no es un disparate, el exceso de una frustrada fantasía espiritual, o simplemente la auto-justificación de un hombre frente a una vida equivocada. ¡Oh, bueno! ¡Pensé en todas estas cosas: en cada una de ellas! Así que di a leer este material a algunas personas cuando era todavía un manuscrito. Se emocionaron. Y lloraron. Y rieron por la alegría y el humor que contiene. Y, según me dijeron, sus vidas cambiaron. Se sintieron traspasados. Se sintieron poderosos. Muchos dijeron que se sintieron transformados.

Fue entonces cuando supe que este libro era para todo el mundo, y que debía publicarse; porque es un don maravilloso para todos aquellos que realmente quieren respuestas y a quienes realmente les preocupan las preguntas; para todos aquellos que han emprendido la búsqueda de la verdad con corazón sincero, alma anhelante y espíritu franco. Y eso significa, más o menos, todos nosotros.

Este libro aborda la mayoría de las preguntas - sino todas - que siempre nos hemos formulado sobre vida y amor, propósito y función, personas y relaciones, bien y mal, culpa y pecado, perdón y redención, el sendero hacia Dios y el camino hacia el infierno... todo. Trata directamente de sexo, poder, dinero, hijos, matrimonio, divorcio, vida, trabajo, salud, el más allá, el más acá... todo. Explora la guerra y la paz, el conocimiento y el desconocimiento, el dar y el recibir, la alegría y la pena. Examina lo concreto y lo abstracto, lo visible y lo invisible, la verdad y la mentira. Se podría decir que este libro es <>, aunque a algunas personas esto les puede resultar algo difícil, especialmente si piensan que Dios dejo de hablar hace 2.000 años, o que, si Dios ha seguido comunicándose, lo ha hecho únicamente con santos, curanderas o alguien que haya estado meditando durante treinta años, o bien durante veinte, o, por poner un mínimo decente, durante diez (ninguna de estas categorías me incluye).

Lo cierto es que Dios habla a todo el mundo. Al bueno y al malo. Al santo y al canalla. Y, sin duda, a todos nosotros. Usted mismo, por ejemplo. Dios se ha acercado a usted muchas veces en su vida, y esta es una de ellas. ¿Cuántas veces ha escuchado este viejo axioma: <estudiante está preparado, aparecerá el profesor>>? Este libro es nuestro profesor.

Poco después de que este material empezara a <>, supe que estaba hablando con Dios. Directa y personalmente. Irrefutablemente. Y que Dios respondía a mis preguntas en proporción directa a mi capacidad de comprensión. Es decir, me respondía de un modo, y con un lenguaje, que Dios sabía que yo entendería. Esto explica en gran medida el estilo coloquial de la obra y las referencias ocasionales al material recogido de otras fuentes y experiencias previas de mi vida. Ahora sé que todo lo que me ha acontecido siempre en mi vida procedía de Dios, y en ese momento se unía, se conjuntaba, en una magnífica y completa respuesta a cada una de las preguntas que siempre tuve. Y en algún momento del recorrido me di cuenta de que se estaba produciendo un libro; un libro destinado a ser publicado. En realidad, durante la última parte del diálogo (en febrero de 1993) se me ordenó específicamente que se produjeran tres libros, y que:

1. El primer volumen tratara principalmente de temas personales, centrado en los desafíos y
oportunidades de la vida de un individuo.

2. El segundo se ocupará de temas más generales, relativos a la vida geopolítica y metafísica del
planeta, además de los retos a los que se enfrenta hoy el mundo.

3. El tercero tratará de las verdades universales de orden superior, así como de los desafíos y
oportunidades del alma.

Este es el primero de los libros, terminado en febrero de 1993. En aras de la claridad debo explicar que, puesto que transcribí este diálogo a mano, subrayé o señalé con un círculo determinadas palabras o frases que me llegaban con un énfasis especial - como si Dios las hiciera retumbar -; en la composición tipográfica estas palabras y frases aparecen en cursiva y subrayadas. Tengo que decir también que, tras haber leído y releído la sabiduría contenida en estas páginas, estoy profundamente avergonzado de mi propia vida, que ha estado marcada por continuos errores y fechorías, algunos comportamientos sumamente vergonzosos, y algunas opciones y decisiones que, sin duda, otros consideran perjudiciales e imperdonables. Aunque experimento un profundo remordimiento por el hecho de que haya sido a través del dolor de otras personas, siento una indecible gratitud por todo lo que he aprendido en mi vida, y considero que todavía tengo que aprender por medio de los demás. Pido disculpas a todos por la lentitud de este aprendizaje. Sin embargo, Dios me alienta a perdonarme a mí mismo mis propias faltas y a no vivir en el temor y la culpa, sino seguir intentando siempre - no dejar de intentarlo - vivir una visión más grandiosa. Sé que eso es lo que Dios desea para todos nosotros.

Neale Donald Walsch
Central Point, Oregon
Navidad 1994

CAPÍTULO 1

En la primavera de 1.992 - recuerdo que fue por Pascua -, un fenómeno extraordinario ocurrió en mi vida. Dios empezó a hablar con usted. A través mío. Me explicaré. En aquella época era muy infeliz, personal, profesional y emocionalmente, sentía que mi vida era un fracaso a todos los niveles. Dado que, desde hacía años, había adquirido el hábito de escribir mis pensamientos en forma de cartas (que normalmente nunca enviaba), cogí mi fiel cuaderno de papel amarillo tamaño folio, y empecé a volcar mis sentimientos. Esa vez, en lugar de escribir otra carta a otra persona de la que yo imaginaba ser una víctima, pense que iría directamente a la fuente; directamente al mayor <> de todos. Decidí escribir una carta a Dios.
Fue una carta rencorosa, apasionada, llena de confusiones, deformaciones y condenas. Y un montón de enojosas preguntas.

¿Por qué mi vida no funcionaba? ¿Qué haría que llegara a funcionar? ¿Por qué no lograba ser feliz en mis relaciones? ¿Siempre iba a escapárseme la experiencia de disponer de suficiente dinero? Finalmente - y sobre todo - ¿qué había hecho yo para merecer una vida de continua lucha como la que tenía?

Para mi sorpresa, cuando hube acabado de garabatear toda mi amargura, mis preguntas sin respuesta, y me disponía a dejar la pluma, mi mano se quedó suspendida sobre el papel, como si la sostuviera una fuerza invisible. De repente, la pluma empezó a moverse por sí misma. No sabía en absoluto lo que estaba a punto de escribir, pero parecía que iba a acudir a una idea, de modo que decidí dejarme llevar. Y lo que salió fue: 

¿Realmente deseas una respuesta a todas esas preguntas, o simplemente te estás desahogando? Parpadeé... y entonces surgió una respuesta en mi mente. La escribí también:

<
¡tan cierto es que quiero oírlas como que hay infierno!>>

Muchas cosas son ciertas... <>. Pero ¿no sería más agradable que lo
fueran <>?

Y escribí:

<<¿Qué se supone que significa eso?>>

Sin que yo lo supiera, había empezado una conversación... y, más que escribir por mi cuenta,estaba escribiendo al dictado. Este dictado duró tres años, y durante ese tiempo no tenía la menor idea de cómo acabaría. Las respuestas a las preguntas que yo expresaba en el papel no me llegaban hasta que no terminaba de escribir completamente cada pregunta y apartaba mis propios pensamientos. A menudo las respuestas me llegaban más de prisa de lo que podía escribir; entonces tenía que garabatear rápidamente para no quedarme atrás.

Cuando me sentía confuso, o desaparecía la sensación de que las palabras me llegaban de otra parte, dejaba la pluma e interrumpía el diálogo hasta que de nuevo me sentía <> -lo siento: es la única palabra que realmente resulta apropiada - para volver a coger mi cuaderno de papel amarillo tamaño folio y reanudar la transcripción.

Esas conversaciones todavía duran en el momento en que estoy escribiendo esto. Y la mayor parte se encuentra en las siguientes páginas... las cuales contienen un asombroso diálogo que al principio no podía creer, que luego supuse que me resultaría personalmente valioso, pero que ahora comprendo que estaba destinado a otras personas y no sólo a mí. Estaba destinado a usted y a cualquiera que acceda a este material, puesto que mis preguntas son también las suyas.

Deseo que intervenga en este diálogo lo antes posible, ya que lo realmente importante no es mi historia, sino la suya. Es la historia de su vida la que aquí se presenta. Y si este material es importante, lo es para su experiencia personal. De lo contrario no estaría usted aquí, con el en las manos, en este momento.

Así pues, vamos a iniciar el diálogo con una pregunta que me había estado formulando durante mucho tiempo: ¿cómo habla Dios, y a quién? Cuando lo planteé, he aquí la respuesta que obtuve:

Hablo a todo el mundo. Constantemente. La cuestión no es a quién hablo, sino quién me escucha. Intrigado, le pedí a Dios que me lo explicara mejor. Y esto es lo que dijo:

En primer lugar, vamos a cambiar la palabra hablar por la palabra comunicarse. Es un término mucho mejor; resulta más completo y más apropiado. Cuando tratamos de hablar a otros - tú a Mí, Yo a ti -, inmediatamente nos vemos restringidos por la increíble limitación de las palabras. Por esta razón, no me comunico únicamente con palabras. En realidad, rara vez lo hago. Mi modo usual de comunicarme es por medio del sentimiento. El sentimiento es el lenguaje del alma. Si quieres saber hasta que punto algo es cierto para ti, presta atención a lo que sientes al respecto. A veces los sentimientos son difíciles de descubrir, y con frecuencia aún más difíciles de reconocer. Sin embargo, en tus más profundos sentimientos se oculta tu más alta verdad. El truco está en llegar a dichos sentimientos. Te mostraré cómo. De nuevo. Si tú quieres.

Le dije a Dios que si quería, pero que en ese momento deseaba aún más una respuesta completa y detallada a mi primera pregunta. He aquí lo que Dios me dijo: También me comunico con el pensamiento. El pensamiento y los sentimientos no son lo mismo, aunque pueden darse al mismo tiempo. Al comunicarme con el pensamiento, a menudo utilizo imágenes. Por ello, los pensamientos resultan más efectivos como herramientas de comunicación que las mismas palabras. Además de los sentimientos y pensamientos, utilizo también el vehículo de la experiencia, que es un magnífico medio de comunicación. Y finalmente, cuando fallan los sentimientos, los pensamientos y la experiencia, utilizo las palabras. En realidad, las palabras resultan el medio de comunicación menos eficaz. Están más sujetas a interpretaciones equivocadas, y muy a menudo a malentendidos. ¿Y eso por qué? Pues debido a lo que son las palabras. Éstas son simplemente expresiones: ruidos que expresan sentimientos, pensamientos y experiencia. Son símbolos. Signos. Insignias. No son la verdad. No son el objeto real. Las palabras le pueden ayudar a uno a entender algo. La experiencia le permite conocerlo. Sin embargo, hay algunas cosas que uno no puede experimentar. Por eso os he dado otras herramientas de conocimiento: son los llamados sentimientos; y también los pensamientos. La suprema ironía del asunto es que vosotros hayáis dado tanta importancia a la palabra de Dios, y tan poca a la experiencia. En efecto, dais tan poco valor a la experiencia que, cuando vuestra experiencia de Dios difiere de lo que habéis oído sobre Dios, automáticamente desecháis la experiencia y os quedáis con las palabras, cuando debería ser precisamente lo contrario. Vuestra experiencia y vuestros sentimientos sobre algo representan lo que efectiva e intuitivamente sabéis acerca de ello. Las palabras únicamente pueden aspirar a simbolizar lo que sabéis, y a menudo pueden confundir lo que sabéis. Así pues, esas son las herramientas con las que Yo me comunico; aunque no sistemáticamente, pues ni todos los sentimientos, ni todos los pensamientos, ni toda la experiencia ni todas las palabras proceden de Mí.

Muchas palabras han sido pronunciadas por otros en Mi nombre. Muchos pensamientos y muchos sentimientos han sido promovidos por causas que no son resultado directo de Mi creación. Y muchas experiencias se derivan también de dichas causas. La cuestión consiste en discernir. La dificultad estriba en saber la diferencia entre los mensajes de Dios y los que proceden de otras fuentes. Esta distinción resulta sencilla con la aplicación de una regla básica:

Vuestro Pensamiento más Elevado, vuestra Palabra más Clara, vuestro Sentimiento más Grandioso, son siempre Míos. Todo lo demás procede de otra fuente. Con ello se facilita la labor de diferenciación, ya que no debería resultar difícil, ni siquiera para el principiante, identificar lo más Elevado lo más Claro y lo más Grandioso. No obstante, te daré algunas directrices:

El Pensamiento más Elevado es siempre aquel que encierra alegría.

Las Palabras más Claras son aquellas que encierran verdad. 

El Sentimiento más Grandioso es el llamado amor.

Alegría, Verdad, Amor.

Los tres son intercambiables, y cada uno lleva siempre a los otros. No importa en qué orden se encuentren. Una vez determinado, utilizando estas directrices, que mensajes son Míos y cuáles proceden de otra fuente, lo único que falta es saber si Mis mensajes serán tenidos en cuenta. La mayoría de Mis mensajes no lo son. Algunos, porque parecen demasiado buenos para ser verdad. Otros, porque parece demasiado difícil seguirlos. Muchos, debido simplemente a que se entienden mal. La mayoría, porque no se reciben. Mi mensajero más potente es la experiencia, e incluso a ésta la ignoráis; especialmente a ésta la ignoráis.

Vuestro mundo no se hallaría en el estado en que se encuentra si simplemente hubierais escuchado a vuestra experiencia. El resultado de que no escuchéis a vuestra experiencia es que seguís reviviéndola, una y otra vez; puesto que mi propósito no puede verse frustrado, ni mi voluntad ignorada. Tenéis que recibir el mensaje. Antes o después. Sin embargo, no os forzaré. Nunca os coaccionaré; ya que os he dado el libre albedrío - la facultad de hacer lo que queráis -, y nunca jamás os lo quitaré.

Así pues, seguiré enviándoos los mismos mensajes una y otra vez, a lo largo de milenios y a cualquier rincón del universo en el que habitéis. Seguiré enviando infinitamente Mis mensajes, hasta que los hayáis recibido y los hayáis escuchado con atención, haciéndolos vuestros. Mis mensajes pueden venir bajo un centenar de formas, en miles de momentos, durante un millón de años. No podéis pasarlos por alto si realmente escucháis. No podéis ignorarlos una vez los hayáis oído verdaderamente. De este modo nuestra comunicación empezará en serio, ya que en el pasado únicamente Me habéis hablado, Me habéis rezado, habéis intercedido ante Mí, Me habéis suplicado. Pero ahora puedo responderos, siquiera sea como lo estoy haciendo en este momento.

¿Cómo puedo saber que esta comunicación procede de Dios? ¿Cómo sé que no se trata de mi  propia imaginación?

¿Qué diferencia habría? ¿No ves que puedo utilizar tu imaginación con la misma facilidad que cualquier otro medio? Te traeré los pensamientos, palabras o sentimientos exactamente apropiados; y en un determinado momento, precisamente cuando me venga bien para mi propósito, utilizaré alguna sentencia, o varias. Sabrás que esas palabras proceden de Mí porque tú, espontáneamente, no has hablado nunca con tanta claridad. Si hubieras hablado ya con claridad de tales asuntos, no te preguntarías acerca de ellos.

¿Con quién se comunica Dios? ¿ Se trata de personas especiales? ¿En momentos especiales?

Todo el mundo es especial, y todos los momentos son buenos. No hay ninguna persona que sea más especial que otra, ni ningún momento que sea más especial que otro. Mucha gente decide creer que Dios se comunica de maneras especiales y únicamente con personas especiales. Esto libera a las masas de la responsabilidad de escuchar Mi mensaje, y aún más de aceptarlo (esa es otra cuestión), y les permite quedarse con lo que dicen otros. No tenéis que escucharme, puesto que ya habéis decidido que otros Me han oído acerca de todos los asuntos, y tenéis que oírles a ellos. Al escuchar lo que otras personas piensan que Me han oído decir, vosotros no tenéis que pensar en absoluto.
Esta es la razón principal de que la mayoría de la gente eluda Mis mensajes a nivel personal. Si uno reconoce que recibe Mis mensajes directamente, entonces es responsable de interpretarlos. Es mucho más seguro y mucho más fácil aceptar la interpretación de otros (aunque se trate de otros que han vivido hace 2.000 años) que tratar de interpretar el mensaje que uno puede muy bien estar recibiendo en este mismo momento. No obstante, te propongo una nueva forma de comunicación con Dios. Una comunicación de doble dirección. En realidad, eres tú quien me lo ha propuesto a Mí, ya que he venido a ti, en esta forma, aquí y ahora, en respuesta a tu llamada.

¿Por qué algunas personas - como, por ejemplo, Jesucristo - parecen escuchar más lo que Tú
comunicas que otras?

Porque algunas personas están verdaderamente dispuestas a escuchar. Están dispuestas a oír, y están dispuestas a permanecer abiertas a la comunicación aun cuando lo que oyen parezca espantoso, disparatado o manifiestamente equivocado. 

¿Debemos escuchar a Dios aun en el caso de que lo que diga nos parezca equivocado?

Especialmente cuando parece equivocado. Si creéis que estáis en lo cierto respecto de algo, ¿para qué necesitáis hablar con Dios? Seguid adelante, actuando según vuestro entender. Pero observad lo que habéis estado haciendo desde el principio de los tiempos. Y mirad cómo es el mundo. Evidentemente, en algo habéis fallado; y es obvio que hay algo que no entendéis. Lo que sí entendéis ha de pareceros correcto, puesto que <> es un termino que utilizáis para designar aquello con lo que estáis de acuerdo. Por lo tanto, aquello que se os escapa aparecerá, en un primer momento, como <>. La única manera de adelantar en esto es preguntándose a sí mismo: <<¿Qué pasaría si todo lo que considero "equivocado" fuese realmente "correcto"?>>. Todos los grandes científicos conocen esta pregunta. Lo que hace el científico no es simplemente trabajar; el científico cuestiona todos los presupuestos y principios. Todos los grandes descubrimientos han surgido de la voluntad, de la capacidad, de no estar en lo cierto. Y eso es lo que se necesita en este caso. No podéis conocer a Dios hasta que hayáis dejado de deciros a vosotros mismos que ya conocéis a Dios. No podéis escuchar a Dios hasta que dejéis de pensar que ya habéis escuchado a Dios. No puedo deciros Mi Verdad hasta que vosotros dejéis de decirme las vuestras.

Pero mi verdad acerca de Dios procede de Ti.

¿Quién lo ha dicho?

Otros.

¿Qué otros?

Predicadores. Vicarios. Rabinos. Sacerdotes. Libros. ¡La Biblia, por amor de Dios!

Esas no son fuentes autorizadas.

¿No lo son?

No

Entonces, ¿ que hay que sí lo sea?

Escucha tus sentimientos. Escucha tus Pensamientos más Elevados. Escucha a tu experiencia. Cada vez que una de estas tres cosas difiera de lo que te han dicho tus maestros, o has leído en tus libros, olvida las palabras. Las palabras constituyen el vehículo de Verdad menos fiable.

Hay tantas cosas que quiero decirte, tantas cosas que deseo preguntarte, que no sé por donde
empezar. Por ejemplo, ¿por qué no te revelas? Si de verdad hay un Dios, y eres Tú, ¿por qué no te revelas de un modo que todos podamos entenderlo?

Ya lo he hecho, una y otra vez. Estoy haciéndolo de nuevo aquí y ahora.

No. Me refiero a una forma de revelación que resulte incuestionable; que no se pueda negar.

¿Cómo cuál?

Como apareciendo ahora mismo ante mi vista.

Lo estoy haciendo.

¿Dónde?

 Dondequiera que mires.

No. Yo quiero decir de un modo indiscutible. De un modo que ningún hombre pueda negar.

¿De que modo sería? ¿Bajo qué forma o aspecto Me harías aparecer?

Bajo la forma o aspecto que realmente tengas.

Eso sería imposible, ya que no poseo una forma o aspecto que podáis comprender. Puedo adoptar una forma o aspecto que podáis comprender, pero entonces todos supondrían que lo que han visto es la sola y única forma y aspecto de Dios, en lugar de una forma y aspecto de Dios; una entre muchas. La gente cree que Yo soy como me ven, en lugar de cómo no me ven. Pero Yo soy el Gran Invisible, no lo que me hago ser a Mí mismo en un momento determinado. En cierto sentido, Yo soy lo que no soy. Y es de este no-ser de donde vengo, y a donde siempre retorno. Pero cuando vengo de una u otra forma determinada - una forma bajo la que creo que la gente puede comprenderme -, entonces la gente Me atribuye esa forma para siempre jamás. Y si viniera bajo cualquier otra forma, ante cualesquiera otras personas, los primeros dirían que no habría aparecido ante los segundos, ya que no Me habría mostrado a los segundos igual que a los primeros, ni les habría dicho las mismas cosas; de modo que ¿cómo iba a ser Yo? Como puedes ver, no importa bajo que forma o de qué manera Me revele: cualquiera que sea la manera que elija o la forma que adopte, ninguna de ellas resultará incuestionable.

Pero si tu hicieras algo que evidenciara la verdad de quién eres más allá de cualquier duda o
interrogante... 

...habría todavía quienes dijeran que es cosa del diablo, o simplemente de la imaginación de alguien. O de cualquier causa distinta de Mí. Si me revelara como Dios todopoderoso, Rey de los Cielos y la Tierra, y moviera montañas para demostrarlo, habría quienes dirían: <>. Y eso sucedería, puesto que Dios no se revela a Sí mismo por, o a través de, la observación externa, sino de la experiencia interna. Y cuando la experiencia interna ha revelado al propio Dios, la observación externa resulta innecesaria. Y cuando la observación externa es necesaria, entonces no resulta posible la experiencia interna.
Así pues, si se pide la revelación, entonces no puede darse, puesto que el acto de pedir constituye
una afirmación de que aquélla falta, de que no se está revelando nada de Dios. Esta afirmación
produce la experiencia, ya que vuestro pensamiento sobre algo es creador, y vuestra palabra es
productora, y vuestro pensamiento y vuestra palabra juntos resultan magníficamente eficaces en
tanto dan origen a vuestra realidad. Por lo tanto, experimentaréis que Dios no se ha revelado, ya
que, si lo hubiera hecho, no se lo pediríais.

¿Significa eso que no puedo pedir nada que desee? ¿Me estas diciendo que rezar por algo en realidad aleja ese algo de nosotros?

Esta es una pregunta que ha sido respondida a través de los siglos, y que ha sido respondida cada vez que se ha formulado. Pero no han escuchado la respuesta, o no quieren creerla. Responderé de nuevo, con palabras de hoy, en un lenguaje actual, de la siguiente manera: No tendrán lo que piden, ni pueden tener nada de lo que quieran. Y ello porque su propia petición es una afirmación de su carencia, y al decir que quieren una cosa únicamente sirve para producir esa experiencia concreta - la carencia - en su realidad." Por lo tanto, la oración correcta no es nunca de súplica, sino de gratitud. Cuando dan gracias a Dios por adelantado por aquello que han decidido experimentar en su realidad, están efectivamente reconociendo que eso esta ahí... en efecto. La gratitud es, pues, la más poderosa afirmación dirigida a Dios; una afirmación a la que Yo habré contestado incluso antes de que me la formulen. Así pues, no supliquen nunca. Antes bien, agradezcan.

Pero ¿qué ocurre si yo agradezco algo a Dios por adelantado, y luego eso no aparece nunca? Eso podría llevar al desencanto y a la amargura. 

La gratitud no puede utilizarse como una herramienta con la cual manipular a Dios; un mecanismo con el cual engañar al universo. No pueden mentirse a ustedes mismos. Su mente sabe la verdad de sus pensamientos. Si dicen <>, y al mismo tiempo está claro que eso no está en su realidad presente, están suponiendo que Dios es menos claro que ustedes, y, por lo tanto, produciendo esa realidad en ustedes. Dios sabe lo que ustedes saben, y lo que ustedes saben es lo que aparece en su realidad.

Pero entonces ¿cómo puedo estar realmente agradecido por algo, si sé que eso no está presente?

Fe. Si tienes aunque sólo sea la fe equivalente a un grano de mostaza, moverás montañas. Sabrás que eso está presente porque Yo digo que está presente; porque Yo digo que, incluso antes de que me preguntes, habré respondido; porque Yo digo, y se los he dicho de todas las maneras concebibles, a través de cualquier maestro que me puedas mencionar, que, sea lo que sea lo que quieran, si lo quieren en Mi nombre así será.

Sin embargo, hay tanta gente que dice que sus oraciones han quedado sin respuesta...

Ninguna oración - y una oración no es más que una ferviente afirmación de lo que ya es - queda sin respuesta. Cualquier oración - cualquier pensamiento, cualquier afirmación, cualquier
sentimiento - es creador. En la medida en que sea fervientemente sostenido como una verdad, en
esa misma medida, se hará manifiesto en su experiencia. Cuando se dice que una oración no ha sido respondida, lo que realmente ocurre es que el pensamiento, palabra o sentimiento sostenido de modo más ferviente ha llegado a ser operativo. Pero lo que has de saber - y ese es el secreto - es que detrás del pensamiento se halla siempre otro pensamiento - el que podríamos llamar Pensamiento Promotor -, que es el que controla el pensamiento.Por lo tanto, si ruegan y suplican, parece que existe una posibilidad mucho menor de que experimenten lo que piensan que han decidido, puesto que el Pensamiento Promotor que se halla detrás de cada súplica es el de que en ese momento no tienen lo que desean. Ese Pensamiento Promotor se convierte en su realidad. El único Pensamiento Promotor que puede ignorar este pensamiento es uno fundado en la fe en que Dios concederá cualquier cosa que se le pida, sin falta. Algunas personas poseen este tipo de fe, pero muy pocas. El proceso de la oración resulta mucho más fácil cuando, en lugar de creer que Dios siempre dirá <> a cada petición, se comprende intuitivamente que la propia petición no es necesaria. Entonces la oración se convierte en una plegaria de acción de gracias. No es en absoluto una petición, sino una afirmación de gratitud por lo que ya es.

Cuando dices que una oración es una afirmación de lo que ya es, ¿estas diciendo que Dios no hace nada, que todo lo que ocurre después de una oración es un resultado de la acción de rezar? Si crees que Dios es un ser omnipotente que escucha todas las oraciones, y responde <> a unas, <> a otras, y <> al resto, estás equivocado. ¿Por qué regla de tres decidiría Dios?

Si crees que Dios es quién crea y decide todo lo que afecta a tu vida, estás equivocado. Dios es el observador no el creador. Y Dios está dispuesto a ayudarlos a vivir su vida, pero no de la manera que supondrían. La función de Dios no es crear, o dejar de crear, las circunstancias o condiciones de su vida. Dios los ha creado a ustedes, a imagen y semejanza suya. Ustedes han creado el resto, por medio del poder que Dios les ha dado. Dios creó el proceso de la vida, y la propia vida tal como la conocen. Pero Dios les dio el libre albedrío para hacer con la vida lo que quieran. En ese sentido, su voluntad respecto a ustedes es la voluntad de Dios respecto a ustedes.

1 comentario:

  1. LO QUE COMENTA ESTE LIBRO LO LLEVO EN PRACTICA YA HACE ALGUNOS AÑOS, PARA MI SINCERAMENTE NO ESTA DESCUBRIENDO NADA NUEVO, EL LIBRE ALBEDRÍO, EL DIALOGO CON EL INTERIOR O ALMA Y LA DE CONSIDERAR EL AGRADECIMIENTO COMO LA MEJOR ORACIÓN ES ALGO QUE FORMA PARTE DE MI VIDA HACE YA..................

    ResponderEliminar