viernes, 17 de marzo de 2017

FANATISMO.- DICCIONARIO FILOSÓFICO DE VOLTAIRE.

El sabio no es el que almacena mucho en su mente, sino el que sabe dónde buscarlo.


FANATISMO.

Es el efecto de una conciencia falsa que somete la religión a los caprichos
de la fantasía y al desorden de las pasiones. Por lo general, proviene de que los legisladores han tenido miras mezquinas, o de que se excedieron de los límites establecidos por ellos. Sus leyes sólo eran adecuadas para una sociedad elitista. Extendiéndolas por celo a todo un pueblo, y llevándolas por ambición de un clima a otro debían haberlas corregido y acomodado a las circunstancias de los lugares y personas. Más, en realidad, sucedió que ciertos espíritus de carácter más acomodado al de la muchedumbre para la que se decretaron, recibiéndolas con gran entusiasmo se convirtieron en apóstoles e incluso en mártires de ellas, antes que dejar de cumplirlas al pie de la letra. Otros caracteres, por el contrario, menos fogosos, o más aferrados a los prejuicios de su educación, lucharon contra el nuevo yugo y sólo consintieron adoptarlos modificándolos. De aquí nació el cisma entre los rigoristas y los mitigados, que hace furiosos a unos y otros, a los primeros en favor de la esclavitud, y los segundos en favor de
la libertad.

Figuraos una inmensa rotonda, un panteón con mil altares situados bajo la cúpula y dentro de ese inmenso edificio imaginaos un fiel de cada credo, extinguido o en vigor, a los pies de la Divinidad, honrando a su manera y en todas las formas caprichosas que la imaginación pudo crear. A la derecha hay un contemplativo, tendido sobre una estera, esperando con el ombligo al aire que la luz celeste penetre en su alma; a la izquierda, un energúmeno prosternado golpeando el suelo con la frente, para que salga la tierra con abundancia. Aquí, un saltimbanqui que baila sobre la tumba del difunto que invoca; allá se divisa un penitente inmóvil y mudo como la estatua ante la que se humilla. Uno enseña lo que el pudor oculta, para que Dios no se ruborice de su semejanza; otro se tapa el rostro como si el Obrero tuviera horror de su obra. Este vuelve la espalda hacia Mediodía porque por esa parte sopla el viento del demonio; aquél tiende los brazos hacia Oriente, por donde Dios enseña su faz esplendorosa. Jóvenes doncellas, llorando, se arañan la carne todavía inocente para aplacar al demonio de la concupiscencia, de una manera capaz de excitarla; otras jóvenes, en posición del todo opuesta, solicitan aproximarse a la Divinidad. Un joven, con la idea de apaciguar el instrumento de la virilidad, lo oprime con anillos de hierro de un peso aproximado a sus fuerzas; otro, detiene la tentación en su origen mediante inhumana amputación y cuelga en el altar los despojos de su sacrificio.

Salen del templo llenos del Dios que les agita y difunden el pavor y la ilusión por todo el orbe; se reparten el mundo y el fuego que los anima se enciende en sus cuatro extremidades. Los pueblos oyen y los reyes tiemblan. El imperio que el celo de un solo hombre ejerce sobre la multitud que le ve o le oye, el calor que las imaginaciones reunidas se comunican, los movimientos tumultuosos que acrecientan la perturbación de cada uno contagian el vértigo general a todos. Basta que un pueblo encantado vaya detrás de algunos impostores para que la seducción multiplique los prodigios y se extravíe todo el mundo. El espíritu humano, cuando sale una vez de las vías luminosas de la naturaleza, no vuelve a entrar en ellas; vaga errante en derredor de la verdad sin encontrar más que resplandores que, confundiéndose con las falsas claridades con que la superstición la rodea, acaban por sumergirle en las tinieblas.

Nos horroriza examinar cómo la creencia de apaciguar al cielo con la muerte, cuando se introdujo, se esparció universalmente por casi todas las religiones, que multiplicaron los motivos de llevar a cabo el sacrificio con el fin de que nadie escapara de la inmolación. Unos pueblos inmolaban sus enemigos a Marte exterminador, como los escitas que degollaban en sus altares uno de cada cien prisioneros; en otros pueblos sólo se hacían la guerra para capturar víctimas destinadas a los sacrificios. Unas veces, el dios bárbaro pedía que sacrificaran a los hombres justos y los getas se disputaban el honor de llevar a Zamolxis los deseos de la patria: el que tenía la suerte feliz de ser destinado al sacrificio se arrojaba sobre unas lanzas plantadas en el suelo. Si resultaba herido mortalmente al caer sobre ellas, indicaba un buen augurio para la negociación, pero si sobrevivía a las heridas era un malvado, del que dios no debía hacer caso.

Otros pueblos sacrificaban a los niños porque sus dioses pedían la vida que le acababan de dar. Sacrificaban su propia sangre. Los cartagineses inmolaban sus hijos a Saturno, como si el tiempo no los devorara demasiado pronto. Ofrecían un sacrificio sangriento, como el de Amestris, que ordenó enterrar doce hombres vivos para obtener de Plutón más larga vida. La misma Amestris sacrificó además a la insaciable divinidad catorce niños de las principales familias de Persia, porque los sacrificadores siempre hicieron creer a los hombres que debían ofrecer en los altares lo que más apreciaban. Fundándose en este principio, algunos pueblos inmolaban a los primogénitos y otros los rescataban con ofrendas, que reportaban más utilidad a los ministros del sacrificio. Esto fue sin duda, lo que hizo implantar en Europa la costumbre que duró unos siglos de consagrar al celibato los niños desde la edad de cinco años, y la de destinar al claustro a los hermanos del príncipe heredero, en vez de degollarlos como en Asia.

Los hindúes, el pueblo más hospitalario del mundo, se preciaban de matar a los extranjeros virtuosos y sabios que llegaban a su país, con objeto de que quedaran allí sus virtudes y su talento, con lo que derramaban la sangre más pura. Entre los pueblos idólatras, los sacerdotes desempeñaban en el altar el oficio de verdugos, y en Siberia mataban a los sacerdotes para que fueran al otro mundo a rezar por el pueblo, pensando que vertían la sangre más sagrada.

Todavía se perpetraron locuras más horrendas. Para ir a Asia los europeos pasaban por un camino de los judíos inundado de sangre, quienes con sus manos se degollaban para no caer en poder de sus enemigos. Esa locura despobló la mitad del mundo habitado: reyes, pontífices, mujeres, niños y ancianos, todos se entregaron al vértigo sagrado que hizo degollar durante dos siglos a innumerables pueblos sobre el sepulcro de un Dios de paz.

Fue entonces cuando aparecieron oráculos falsos, ermitaños guerreros, monarcas en los púlpitos y prelados en los campos, borrándose todos los estamentos y confundiéndose entre la plebe insensata. Salvaron montañas y mares, y abandonando legítimas posesiones fueron en pos de conquistas que no eran la tierra prometida. Se corrompieron las costumbres bajo cielos extranjeros, y los príncipes, tras esquilmar sus reinos para rescatar un país que nunca les había pertenecido, acabaron por arruinarlos. Millares de soldados, descarriados bajo la égida de muchísimos jefes, acabaron por no reconocer a ninguno y desertando apresuraron su derrota. Esa terrible demencia fue sustituida por un contagio más horrible todavía.

El fanatismo mantenía el furor de conquistas lejanas, y apenas Europa se había restablecido de sus pérdidas cuando el descubrimiento de un nuevo mundo aceleró la ruina del nuestro. Con la terrible divisa de Conquistad y sojuzgad, desolaron América y exterminaron a sus habitantes; en vano se afanan Africa y Europa para repoblarla, porque habiendo agitado a

los hombres el veneno del oro y del placer, el mundo fue quedando desierto y se vio amenazado de estarlo más cada día por las continuas guerras que movió en nuestro continente la ambición de conquista en aquellos territorios extranjeros. Recordemos los millares de esclavos que hizo el fanatismo en Asia donde llamarse cristiano era un crimen, y en América, donde el pretexto del bautismo ahogó a la humanidad. Rememoremos los millares de hombres que murieron en los patíbulos en siglos de persecución, o en guerras civiles a mano de sus conciudadanos, o a sus propias manos mediante excesivas maceraciones. Recorramos la superficie de la Tierra y tras echar una ojeada a los diversos estandartes desplegados en nombre de la religión, en España contra los moros, en Francia contra los turcos, en Hungría contra los tártaros, tras examinar las diferentes órdenes militares establecidas para combatir infieles a sablazo limpio, fijemos nuestra mirada en ese tribunal siniestro instituido contra los inocentes y los desgraciados para juzgar a los vivos, como Dios ha de juzgar a los muertos, pero con muy distinta balanza. En resumen, examinemos todos los horrores perpetrados durante quince siglos, renovados muchas veces en uno solo; los pueblos sin defensa degollados al pie de los altares, los reyes muertos por el veneno o el puñal, un vasto estado reducido a la mitad por sus ciudadanos, la espada desenvainada entre el padre y el hijo, los usurpadores, los tiranos, los verdugos, los parricidas y los sacrílegos conculcando todas las convenciones divinas y humanas por espíritu de religión y tendremos escrita la historia del fanatismo y sus hazañas.

jueves, 16 de marzo de 2017

LA FILOSOFÍA HERMÉTICA Y SU RELACIÓN CON LA MECÁNICA CUÁNTICA


LOS SIETE PRINCIPIOS Y LA CIENCIA

La visión de Michael Talbot –
La naturaleza del Universo y física cuántica.

El hombre pisa la tierra suavemente;
Lo que a polvo se asemeja
Es también la sustancia de la que están hechas las galaxias.
EVELYN NOLT

Un descubrimiento asombroso de la física cuántica es que si la materia se rompe en trozos cada vez más pequeños, al final se llega a un punto en que esos trozos (electrones, protones, etc) dejan de tener características de cosas. Los físicos han descubierto que un electrón si bien puede a veces comportarse como una partícula compacta, materialmente no posee dimensión alguna

Esa capacidad cameleónica es común a todas las partículas subatómicas, incluidas las que se consideraban que se podían manifestar únicamente como ondas: La luz, los rayos gama, las ondas de radio, todo puede transformarse de onda en partícula y en onda otra vez. Hoy los físicos creen que los fenómenos subatómicos no deberían ser clasificados como ondas o como partículas, sino en una sola categoría de “algos” que son siempre ambas cosas de un modo otro. Esos “algos” se denominan “Quanta” y constituyen, según los físicos, la materia básica de la que está hecho el universo entero. . No podemos medir la anchura de un electrón. Un electrón no es simplemente un objeto como lo conocemos. Un electrón puede manifestarse o bien como partícula o bien cómo onda. Y también puede disolverse en una nube borrosa de energía y comportarse como si fuera una onda extendida por el espacio. Cuando un electrón se manifiesta en forma de onda puede hacer cosas que la partícula no puede. Así como los magos de los cuentos populares son capaces de cambiar de forma, también el electrón se puede manifestar como partícula o como onda.

Pero lo más asombroso es quizá la existencia de indicios vehementes de que el único momento en que los quanta se manifiestan como partículas es cuando estamos mirándolos. Es decir, hay descubrimientos experimentales que indican que un electrón, cuando no está siendo observado, siempre es una onda. .
Imaginemos que tenemos una bola que solo es bola cuando la miramos. Si esparcimos polvos de talco sobre la pista y lanzamos la bola cuántica rodando hacia los bolos veremos que mientras no la estábamos observando, la bola habría dejado de trazar una sola línea y habría dejando en cambio una amplia franja ondulante como la que deja una serpiente cuando se mueve por la arena zigzagueando.

El físico Nick Herbert afirma que muchas veces le ha hecho imaginar que el mundo a su espalda siempre es un brebaje cuántico radicalmente ambiguo que fluye sin cesar; pero que siempre que se da la vuelta e intenta verlo, su mirada lo congela al instante y se convierte otra vez en realidad ordinaria. Según él, esto nos convierte en pequeños Midas, el rey legendario que nunca conoció el tacto de la seda o la caricia de una mano porque todo lo que tocaba se convertía en oro. Y concluye afirmando: “los seres humanos jamás podremos experimentar la verdadera textura de la realidad, pues todo lo que tocamos se convierte en materia.

El Universo Holográfico – Michael Talbot

La capacidad de la forma para ser activa, es el rasgo más característico de la mente y con el electrón ya tenemos algo semejante a la mente.” Bohm

Ver un mundo en un grano de arena, Y un cielo en una flor silvestre, Abarcar el infinito en la palma de la mano, Y la eternidad en una hora.” William Blake

Bohm cree que las partículas subatómicas están conectadas como lo están las imágenes de un mismo pez proyectadas en dos monitores de televisión. Aunque parezca que las partículas, como electrones, están separadas unas de otras, el hecho es que, en un nivel más profundo de la realidad, sólo son aspectos distintos de una unidad cósmica más profunda.

La existencia de un orden más profundo, organizado holográficamente, explica también que la realidad se haga no local en el nivel subcuántico. Cuando algo está organizado holográficamente, deja de funcionar toda semejanza con la localización. Decir que cada parte de una película holográfica contiene toda la información que contiene toda la película es sólo otra forma de decir que la información está distribuida de forma no local. De ahí que si el universo está organizado con arreglo a principios holográficos se puede esperar que también tenga propiedades no locales.

Bohm advierte que esto no significa que el universo sea una masa gigantesca indiferenciada. Las cosas pueden formar parte de un todo no dividido y poseer cualidades propias únicas. Para aclarar lo que quiere decir, dirige la mirada a los pequeños remolinos que se forman a menudo en los ríos. A primera vista parece que son cosas independientes y que tienen muchas características individuales como el tamaño, la velocidad, la dirección de rotación… No obstante un análisis minucioso revela que es imposible determinar dónde termina un torbellino y dónde empieza el río.

Lo cierto es que la tendencia casi universal a fragmentar el mundo y a prescindir de la interconexión dinámica que existe entre todas las cosas es la causa de muchos problemas, no sólo en el campo de la ciencia, sino también en nuestras vidas y en nuestra sociedad. Por ejemplo creemos que podemos extraer las partes valiosas de la tierra sin afectar a la totalidad, Creemos que es posible tratar partes del cuerpo sin preocuparnos por la totalidad….

En fin, la idea de que la consciencia y la vida (como todas las cosas) son conjuntos envueltos en todo el universo tiene un lado secundario igualmente asombroso. Al igual que cada trocito del holograma contiene la imagen del todo, cada porción del universo contiene el todo. El Universo Holográfico – Michael Talbot

¿Qué relación existe entre las misteriosas conexiones cuánticas de las partículas atómicas, la evolución de los seres vivos y las facultades paranormales de las personas?

La visión de Ervin Lazslo – Campo unificado - Los Enigmas de la física cuántica

Aunque a primera vista puede parecer que se trata de cuestiones totalmente diferentes, podrían estar todas ellas sutilmente relacionadas a través de la existencia de un campo cósmico de interconexión que conserva y transmite la información. Algo que ahora la ciencia está empezando a descubrir, o mejor dicho redescubrir, porque este misterioso campo que rodea a todo lo que se encuentra en el Universo y contiene toda la información, es algo conocido desde hace miles de años por las tradiciones orientales: el llamado campo akásico.

Este concepto, considerado hasta ahora como un simple mito por la ciencia occidental, está en los fundamentos de una nueva manera de entender la ciencia, que podría llevar a la formulación de la llamada Teoría del Todo, un empeño intelectual que uniría la física cuántica y la relativista, la biología y la mente, en una solución global para entender desde un punto de vista científico el mundo en que vivimos y todos los misterios que las diversas ciencias compartimentadas, ya sea la física, la biología, o la psicología, no son capaces de explicar.

Durante miles de años los videntes y místicos de diversas tradiciones han sostenido que todo lo que existe en el Universo está unido de alguna manera y que la totalidad de la información existente se mantiene, se conserva, en algo que ha recibido varios nombres, pero los de campo o registros akásicos serían los más conocidos. Un sabio chino, Chiang Tzu, escribió hace miles de años "El cielo, la Tierra y yo vivimos juntos y todas las cosas formamos una unidad indisoluble". Los últimos avances científicos están apoyando la existencia de este campo cósmico de interconexión, que conserva y transmite la información.

La física cuántica y la biología evolutiva apuntan a la existencia de un campo cósmico de interconexión. Diversos experimentos indican la existencia de una subestructura en el vacío cósmico. Por ejemplo, están los trabajos de Vladimir Poponin, del Instituto de Física bioquímica de La Academia de Ciencias Rusa, que encontró la existencia de las llamadas ondas de torsión fantasma al determinar que el campo electromagnético específico de una molécula de ADN expuesta a un rayo láser permanecía incluso después de que esa molécula fuese retirada. También tenemos el llamado enmarañamiento cuántico, la relación que se establece entre partículas que han ocupado alguna vez el mismo nivel cuántico, y que están ya siempre relacionadas, aunque se encuentren separadas por grandes distancias. La biofísica también apunta numerosos indicios de la existencia de este campo de información. Las relaciones de los genes, de las células y de organismos y especies con su entorno parecen asimismo estar influidas por un campo de información.

Hace décadas que los físicos se esfuerzan por desarrollar lo que denominan teorías de gran unificación y de súper-gran unificación, capaces de relacionar las fuerzas fundamentales de la Naturaleza en un esquema lógico y coherente. Einstein trabajó sin éxito en desarrollar una teoría del campo unificado que uniese las fuerzas electromagnéticas y la gravitatoria. El desarrollo de la física cuántica ha provocado el intento de crear una Teoría del Todo, que pretende unir todas las fuerzas del Universo en una gran ecuación matemática, utilizando el concepto de cuerdas y supercuerdas. Desde este punto de vista sería realmente una Teoría del Todo, pero limitada a las cosas físicas. Para que fuese genuina debería abarcar además la vida, la mente y la cultura, y creo que esto es posible si se tiene en cuenta que la información es una característica real del Universo y que es transmitida a través de un campo fundamental presente en toda la Naturaleza. El Universo es una unión de campos continuos y fuerzas que llevan información en lugar de energía. Estamos por lo tanto ante una visión de lo que se puede llamar el Universo Informado; no se trata de un Universo basado en la materia y la energía, sino en la información. Es un Universo que está lleno de significado y que se presenta fácilmente entendible incluso sin una formación científica.
En el nivel cuántico la realidad es extraña y no-local: el universo entero es una red de interconexión trascendente espacio-temporal.

- En su estado original los cuantos no están exactamente en un lugar en un instante dado. Cada cuanto está a la vez “aquí” y “allí”, y en cierto sentido está en todas partes en el espacio y el tiempo.

- Hasta que son observados o medidos los cuantos no tienen características definidas, pero existen simultáneamente en diversos estados al mismo tiempo. Estos estados no son “reales” sino “potenciales”. Son estados que los cuantos pueden adoptar cuando son observados o medidos.

- Incluso cuando el cuanto es un conjunto de estados reales no nos permite medirlos u observarlos al mismo tiempo. Cuando medimos uno de sus estados (posición o energía), otro se hace borroso (como su velocidad de movimiento o el tiempo de su observación.)

- Los cuantos son muy sociables cuando alcanzan el mismo estado se mantienen unidos no importa lo lejos que tengan que viajar unos de los otros. Si uno de los cuantos anteriormente conectado está sujeto a una interacción (es decir cuando son observados o medidos), elige su propio estado y su gemelo lo hace también, pero no libremente sino de acuerdo con la elección del primer gemelo. Siempre elige un estado complementario y nunca el mismo.

Es la piedra angular de una teoría científica que acabará por convertirse en una auténtica “Teoría del Todo”. Emerge de la física cuántica, de la cosmología, de las ciencias biológicas y del nuevo campo de investigación de la consciencia. Su descubrimiento revolucionario es que en todas las raíces de la realidad aparece un campo cósmico de interconexión que conserva y que transmite la información.
Durante miles de años, los místicos y los videntes, los sabios y los filósofos han mantenido la existencia de este campo. En oriente lo denominaban el Campo Akásico. Pero la mayoría de los científicos occidentales lo consideraban un mito. Hoy en día, con los nuevos horizontes abiertos por los últimos descubrimientos científicos, este campo se ha vuelto a descubrir. Los efectos de este campo Akásico no se limitan al campo físico sino que informa a todas las cosas vivas, a todo el tejido de la vida. Y también informa nuestra consciencia.

En efecto, el universo como un todo manifiesta correlaciones bien afinadas que desafían cualquier explicación de sentido común. Existen correlaciones directas asombrosas, al nivel de la cuántica: cada partícula que haya ocupado alguna vez el mismo nivel cuántico de otra partícula permanece relacionada con ella de una misteriosa manera no energética (el enmaramiento cuántico). La teoría de la evolución post-darwiniana y la biología cuántica descubren enigmáticas correlaciones similares en el organismo y entre el organismo y su entorno. Todas las correlaciones que salen a la luz en las más avanzadas investigaciones sobre la consciencia son igual de extrañas: tienen la forma de conexiones transpersonales entre la consciencia de una persona y el cuerpo de otra.

Si pudieran ver el cuerpo físico, desde el punto de vista de un investigador de la física cuántica, se darían cuenta que está compuesto por átomos y que los átomos están dispuestos a través de espacios vacíos, apareciendo, desintegrándose, desapareciendo constantemente. Estas partículas no son objetos materiales, aunque parezcan serlo; en realidad, son fluctuaciones de energía en el campo energético.

La visión de Deepak Chopra – Principio de Vibración – Naturaleza del Universo – Campo unificado - El alma

Si pudiéramos ver el cuerpo tal cual es, lo veríamos, proporcionalmente, tan vacío como el espacio intergaláctico. Cada átomo del cuerpo es, en sí, un sistema solar completo. Repito, si pudiéramos verlo tal cual es, sin el artificio de la experiencia sensorial, sólo veríamos un gran vacío con algunos puntos aislados y descargas eléctricas aisladas.

El Ayurveda tiene mucho que decir sobre el vacío. El vacío es el terreno esencial de nuestro ser. Y este vacío no es una porción vacía de nada, es una plenitud de inteligencia no material. Eso es lo que somos: inteligencia no material que se expresa como cuerpo material. El cuerpo material viene y se va, pero la inteligencia no-material, la plenitud de inteligencia no-material permanece por siempre. Está más allá del tiempo y del espacio. Estructura la experiencia del cuerpo físico.

En función de cómo vibra la energía está codificada para transmitir información diferente. Es como escuchar la radio si sintonizamos el 101.5 de la FM por ejemplo escucharemos sólo música clásica. Si cambiamos a una frecuencia de ondas de radio ligeramente distinta por ejemplo al 101.9 de la FM quizás escuchemos rock and roll. De esta manera, el mundo físico, el mundo de los objetos y la materia esta hecho de información contenida en una energía que vibra a distintas frecuencias.

La razón por la que no vemos el mundo como una enorme red de energía es porque vibra demasiado rápido. Nuestros sentidos que funcionan lentamente sólo pueden registrar trozos de esta energía y actividad y estos conglomerados de información se convierten en una silla, en mi cuerpo, en el agua, en todos los objetos físicos del universo visible.

Esto es similar a lo que ocurre cuando vemos una película. Como sabemos, la película está compuesta por fotogramas individuales separados por franjas. Sin embargo cuando vemos la película, pasa tan rápido que nuestros sentidos no perciben la discontinuidad. Los percibimos como un flujo constante de información.

En el ámbito cuántico, los trozos de campos de energía que vibran a diferentes frecuencias, y que percibimos como objetos sólidos, forman parte de un campo de energía colectivo. Si pudiéramos percibir todo lo que ocurre en el ámbito cuántico, veríamos que formamos parte de un gran caldo de energía y que todas las cosas, cada uno de nosotros y todos los objetos del ámbito físico, son sólo un conglomerado de energía que flota en este caldo de energía. En todo momento, nuestro campo de energía está en contacto con el de todos los demás e influye en él; todos respondemos a esa experiencia.

En un nivel más profundo, en realidad no hay límites entre nuestro ser y el Universo. Cuando tocamos un objeto, lo sentimos sólido, como si hubiera un límite definido entre éste y nosotros. Los físicos dirían que percibimos la solidez de ese límite porque todo está hecho de átomos, que la solidez es la sensación que obtenemos cuando los átomos chocan contra otros átomos. Pero piensa qué es un átomo. Los átomos constan de un pequeño núcleo y una gran nube de electrones que lo rodean. No hay un caparazón rígido en su exterior, sólo una nube de electrones. Para visualizarlo, imagina un cacahuete en medio de un estadio de fútbol. El cacahuete representa el núcleo, y el estadio, el tamaño de la nube de electrones que lo rodea. Cuando tocamos un objeto, percibimos solidez al contacto de las nubes de electrones. Ésa es nuestra interpretación de la solidez, dada la sensibilidad (o relativa insensibilidad) de nuestros sentidos. Los ojos están programados para ver los objetos como tridimensionales y sólidos. Las terminales nerviosas están programadas para sentir los objetos como tridimensionales y sólidos. Sin embargo, en la realidad del ámbito cuántico, la solidez no existe. ¿Hay solidez cuando chocan dos nubes? No. Se funden y se separan. Algo similar ocurre cuando tocamos un objeto. Nuestros campos de energía (y nubes de electrones) chocan, algunas porciones pequeñas se funden y luego te separas. Aunque nos percibamos como un todo, hemos cedido un poco de nuestro campo de energía al objeto y a cambio obtenemos un poco de la suya. Con cada encuentro intercambiamos información y energía, y cuando nos separamos nos transformamos un poco. Aquí podemos comprobar también cuan conectados estamos con el mundo físico. Constantemente compartimos porciones de nuestros campos de energía, por lo que todos, en este nivel cuántico, en el nivel de nuestras mentes y seres, estamos conectados. Todos estamos correlacionados con los demás.”
Masaru Emoto, licenciado en Relaciones Internacionales y más tarde en Medicina Alternativa, empezó a interesarse por las propiedades sanadoras del agua unos 15 años antes de la edición de su libro, Los Mensajes del Agua; tras 5 años entabló contacto con un investigador californiano que estudiaba las vibraciones más sutiles de las moléculas de agua utilizando las técnicas de la resonancia magnética... Trabajando con este científico el profesor Emoto se formuló la siguiente pregunta: ¿sería posible reflejar las cualidades sanadoras de diferentes tipos de agua de una manera visible y palpable? La 'idea feliz' para llevar a cabo este estudio le llegó al probar de fotografiar los cristales hexagonales que formaban distintas muestras de agua al helarse. Y de las imágenes que obtuvo llegó la confirmación a su sorprendente hipótesis: Ciertas muestras de agua corriente de grandes urbes presentaban una estructura de cristalización muy tosca, mientras que muestras de agua de manantiales ofrecían cristales de una gran belleza. Extendió así su área de estudio al fotografiar cristalizaciones de agua de diversos lugares del mundo (glaciares, lagos, agua de lluvia, fuentes), obteniendo cristales de formas más bellas y sorprendentes cuanto más alejados se hallaban del quehacer humano.

La visión de Masaru Emoto – Vibración

La sorpresa mayor llegó al conseguir transformar irregulares patrones de agua contaminada en bellos cristales hexagonales al someter las muestras a la audición de canciones tradicionales, oraciones religiosas o bien música clásica.
O bien al transformar 'indiferentes' cristales de agua destilada en bellos patrones geométricos al susurrarles palabras de agradecimiento, o bien al contrario, obtener horrorosas estructuras al someterlas a frases desagradables.
El tercer Gran Principio Hermético de la Vibración encierra la verdad de que el movimiento se manifiesta en todo el Universo. Nada está en reposo, todo se mueve vibra y circula. Este principio hermético, reconocido en su tiempo por alguno de los más eminentes sabios de la antigüedad, pasó al olvido cuando la historia entro en una fase de materialismo tecnológico, hasta finales de siglo XIX, momento en que la misma ciencia física reconoció esos mismos axiomas mediante complicadas formulaciones. Finalmente Filosofía hermética y científica resultaron unidos por un único objetivo: la búsqueda de la Verdad total.

Una explicación moderna del principio hermético de la vibración

Con la terminología de la nueva era, nos ha dado por hablar de vibras y de ondas, para demostrar percepciones buenas o malas, es decir, afinidades de sincronización, como algo simbólico, intangible y psíquico. Pero la vibración es real, es un acto científico, matemático, metafísico, y anímico; es la cualidad de todos los cuerpos. No es una palabra, ni una idea, es un hecho concreto. Sin vibración, no habría existencia

Esta ley hermética, no sólo acoge en sí misma el principio de vibración universal, sino que además relaciona las diversas manifestaciones de la materia, de la mente e incluso del espíritu, como resultado de los diferentes estados de la vibración. Es decir, desde el Todo como principio creador, hasta la burda materia, todo es vibración.

El cuerpo humano es un gran ejemplo de este principio. En su composición diferenciamos el cuerpo denso o material y el cuerpo sutil que contiene el aliento que lo anima, el espíritu, y entre ambos extremos hay vibraciones de miles de millones de intensidades y modos diferentes.

Por su parte, las moléculas están compuestas por átomos, estos por corpúsculos, que también se mantiene en constante vibración. Los átomos a su vez están formados por “electrones”, “iones”, etc., cuyo movimiento circular alrededor de otros cuerpos en diversos sistemas vibratorios, y asimismo las temperaturas de los cuerpos forman parte de grados de vibración.

No importa la clase de materia de la que la energía está compuesta; sea cual sea su vibración siempre girará en torno a otra o incluso a veces contra otra, y esto es aplicable a la luz, al calor, y a otras diversas formas de energía que la ciencia relaciona de alguna manera con el éter, definido por alquimistas, como una energía de grado superior, al no ser visible por el ojo humano, y por tanto de mayor nivel vibratorio, y que de hecho, es el eslabón que une a la materia y su poder de atracción o campo de gravitación.

También en el Universo, los planetas giran alrededor de un sol, y muchos de ellos lo hacen también sobre sus propios ejes. Los soles, a su vez, giran en torno de puntos centrales mayores, y se cree que éstos circulan también alrededor de otros todavía más grandes, y así sucesivamente, en una infinidad de formas y ritmos, formando en una cadena vibratoria, que mantiene el cosmos vinculado mediante este principio hermético. Así pues, todo es un movimiento permanente, y como dice el axioma del Kibalyon: “Aquel que ha logrado comprender el principio de vibración ha alcanzado el cetro del poder.

Es muy clásico el ejemplo ilustrativo de la rueda girando para demostrar el funcionamiento de la vibración en los cuerpos, y a él recurriremos para adentrarnos en la comprensión del efecto que provoca el continuo

Cuando el dispositivo se activa, la rueda comienza su giro con lentitud hasta tomar una cierta velocidad; nuestro ojo percibe perfectamente el movimiento producido por la rueda que a partir de ahora la definiremos como Objeto; en este punto el movimiento no emite sonido alguno. Conforme aumenta la velocidad, aparece un ligero zumbido, de tono grave, que incrementa progresivamente su vibración, elevándose en la escala sonora, mientras van apareciendo nuevas notas al ritmo de la velocidad del objeto, para finalmente, llegado a un punto máximo acústico, desaparece el sonido, no porque deje de existir, sino porque es imperceptible a nuestra capacidad auditiva, la cual penetra en zona de silencio. Ahí da comienzo la vibración ultrasónica. aumento de la intensidad vibratoria, y que es esencial para comprender la mecánica de la medicina vibracional, en todas sus formas.

Sigamos subiendo de escala vibratoria; en el silencio, empieza a percibirse poco a poco sucesivos grados de color, comenzado por el estado de rojo oscuro, que es el color más denso de la escala cromática, y que va aclarándose en luz y brillo conforme aumente la velocidad, hacia el anaranjado, amarillo, la gama de verdes, y azules para llegar finalmente al añil.
Llegado a este punto, si la velocidad se acrecentara, entraríamos en la vibración del color blanco, que en realidad no existe, pero el ojo, al igual que antes el oído, no puede registrar la gama cromática superior. Por eso se dice que el blanco es la suma de todos los colores, ya que en realidad si pudiéramos ver, sería el arco iris lo que sustituiría al blanco.

Cuando el objeto ha alcanzado cierto grado de vibración, inexorablemente comienza el ciclo de destrucción, y de la misma forma que se originó, ahora sus moléculas se desintegran, resolviéndose en sus elementos originales o átomos. Después de los átomos, según el principio de vibración, se separarían en innumerables corpúsculos o electrones, de los que están compuestos. Y, finalmente, hasta los corpúsculos desaparecerían y podría decirse que el objeto estaría compuesto por sustancia etérea.

La ciencia no se atreve a llevar la ilustración más allá, pero los herméticos dicen que si las vibraciones continuaran aumentando el objeto pasaría sucesivamente por estados de manifestación superiores, llegando al plano mental y después al espiritual, hasta ser por último absorbido en el Todo que es El Espíritu Absoluto.

Esta es la trayectoria vital que sufren todos los cuerpos y en realidad se puede aplicar perfectamente al proceso de generación y destrucción, de vida y muerte del ser humano. El antiguo símbolo oriental del Ying y Yan Chino, es la manifestación gráfica de este recorrido, y es el mismo libro de las mutaciones (ICHING) que en su oráculo nos da la explicación más clara cuando habla de aumento y la merma como ciclos naturales de la vida, en la que lo vacío se llena y lo lleno debe vaciarse para comenzar el nuevo ciclo.

Todas estas energías, si bien son muy superiores a la materia, en la escala vibracional, están sometidas y confinadas en cuerpos materiales, según la fuerza que se manifiesta a través de ellas, incorporándose así, a su propia creación. Aquí volvemos de nuevo al axioma hermético de la ley de Correspondencia: lo que es adentro como lo que es afuera, lo que es Arriba como abajo. Es decir, la fuerza creadora y sus obras unidas en un todo indivisible, y ese sería nuestro origen divino.

Pero ahí no termina la cosa, sino que los estados mentales también emiten vibraciones. Cada pensamiento, voluntad, deseo e intención, al igual que decíamos de las células provoca estado de atracción o repulsión con respecto a otro campo energético, de manera que este segundo se ve afectado por el nivel de vibración del primero. Este es el poder de la mente.

Cada estado mental vibra a una densidad y modalidad diferente, que dependiendo del nivel del pensamiento y de la intensidad de emisión, afectará sobre el objeto proyectado, y se reproducirá cuantas veces se haga uso de ese estado mental, de la misma forma que las notas musicales se reproducen en una guitarra cada vez que se utilice una determinada cuerda en combinación con otra.
EL PODER CURATIVO DE LOS PRINCIPIOS UNIVERSALES

«Para cambiar vuestro humor o estado mental, cambiad vuestra vibración.» - El Kybalion.
Axiomas Herméticos:

Uno puede cambiar sus vibraciones mentales por un esfuerzo de la voluntad, en la dirección de fijar deliberadamente la atención sobre un estado más deseable. La voluntad dirige la atención, y la atención cambia la vibración. Cultivad el arte de la atención, por medio de la voluntad, y habréis solucionado el secreto de la maestría de los humores y los estados mentales.

«Para destruir una frecuencia indeseable de vibración mental, poned en operación el principio de polaridad y concentraos sobre el polo opuesto a aquel que deseáis suprimir. Matad lo indeseable cambiando su polaridad.» El Kybalion.

Ésta es una de las fórmulas herméticas más importantes. Está basada sobre verdaderos principios científicos. Se ha mostrado que un estado mental y su opuesto eran meramente los dos polos de una cosa, y que por la transmutación mental la polaridad podía ser invertida. Este principio es conocido por los modernos psicólogos, que lo aplican a la ruptura de hábitos indeseables ordenando a sus estudiantes concentrarse sobre la cualidad opuesta. Si estás poseído del temor, no pierdas el tiempo tratando de «matar» el temor, sino que cultiva en cambio la cualidad del coraje, y el temor desaparecerá.

Algunos escritores han expresado esta idea muy fuertemente usando la ilustración de la habitación oscura. No tenéis que traspasar o barrer la oscuridad, sino que meramente abriendo los postigos y dejando entrar la luz, la oscuridad ha desaparecido. Para matar una cualidad negativa, concentraos sobre el polo positivo de esa misma cualidad, y las vibraciones cambiarán gradualmente del negativo al positivo, hasta que finalmente os volveréis polarizados en el polo positivo en vez de en el negativo.
Tu cuerpo físico nació con unos intérpretes vibratorios tan sofisticados y exactos que a menudo no eres consciente de que los tienes o de que los utilizas para definir tu realidad física, pero estamos en un mundo vibratorio, y todo lo que percibes se debe a tu habilidad para interpretar la vibración:

La teoría de Esther y Jerry Hicks: Nuestras emociones como guías

Tus ojos interpretan la vibración, y por consiguiente tienes el sentido de la vista.
Tus orejas interpretan la vibración, y por consiguiente tienes el sentido del oído.
Tu nariz interpreta la vibración, y por consiguiente tienes el sentido del olfato.
Tu piel interpreta la vibración, y por consiguiente tienes el sentido del tacto.
Tu lengua interpreta la vibración, y por consiguiente tienes el sentido del gusto.


miércoles, 15 de marzo de 2017

FILOSOFÍA HERMÉTICA, EL KIBALLION, HERMES TRISMEGISTO VII

CAPÍTULO XV

AXIOMAS HERMÉTICOS

«La posesión del conocimiento, si no va acompañada por una manifestación y expresión en la práctica y en la obra, es lo mismo que el enterrar metales preciosos: una cosa vana e inútil. El conocimiento, lo mismo que la fortuna, deben emplearse. La ley del uso es universal, y el que la viola sufre por haberse puesto en conflicto con las fuerzas naturales.»
El Kybalion.

Las enseñanzas herméticas han sido cuidadosamente mantenidas en secreto, en el corazón de sus
afortunados poseedores, por las razones ya expuestas, pero nunca se pensó en mantenerlas siempre así. La ley del uso está encerrada en dichas enseñanzas, como puede verse en el párrafo anterior. Si no se emplea y expresa, el conocimiento es una cosa vana que no puede aportar el menor beneficio a su poseedor ni a su raza. Guardémonos de toda avaricia mental, y expresemos en la acción lo que hayamos aprendido. Estúdiense los axiomas y aforismos, pero practíquenselos también.

Damos a continuación algunos de los más importantes axiomas herméticos, tomados de El Kybalion, con algunos comentarios agregados. Que cada uno los haga suyos y los practique y emplee, porque nunca serán realmente una posesión propia hasta que se los haya llevado a la práctica.

«Para cambiar vuestra característica o estado mental, cambiad vuestra vibración.»

Uno puede cambiar sus vibraciones mentales, mediante un esfuerzo de la voluntad, fijando la atención deliberadamente sobre el estado deseado. La voluntad es la que dirige a la atención, y ésta es la que cambia la vibración. Cultívese el arte de estar atento, por medio de la voluntad y se habrá resuelto el problema de dominar las propias modalidades y estados de la mente.

«Para destruir un grado de vibración no deseable, póngase en operación el principio de polaridad y
concéntrese a la atención en le polo opuesto al que se desea suprimir. Lo no deseable se mata cambiando su polaridad.»

Ésta es una de las más importantes fórmulas herméticas y está basada sobre verdaderos principios científicos. Ya se indicó que un estado mental y su opuesto eran sencillamente dos polos de una misma cosa, y que mediante la transmutación mental esa polaridad podía ser invertida. Los modernos psicólogos conocen ese principio y lo aplican para disolver los hábitos no deseables, aconsejando a sus discípulos la concentración sobre la opuesta cualidad. Si uno tiene miedo, es inútil que pierda su tiempo tratando de matar el miedo, sino que debe cultivar el valor, y entonces el miedo desaparecerá. Algunos autores han expresado esta idea, ilustrándola con el ejemplo de una habitación oscura. No hay que perder el tiempo tratando de arrojar afuera a la oscuridad, sino que es muchísimo mejor abrir las ventanas y dejar entrar la luz, y la oscuridad desaparecerá por sí sola. Para matar una cualidad negativa es necesario concentrarse sobre el polo positivo de esa misma cualidad, y las vibraciones cambiarán gradualmente de negativas en positivas, hasta que finalmente se polarizará en el polo positivo, en vez de estarlo en el negativo. La inversa es también verdad, porque muchos han encontrado el dolor por haberse permitido vibrar demasiado constantemente en el polo negativo de las cosas. Cambiando la polaridad pueden dominarse las modalidades y estados mentales, rehaciendo toda la disposición propia y construyendo así el carácter. Mucha parte del dominio que los herméticos avanzados poseen sobre su mentalidad es debida a la inteligente aplicación de la polaridad, que es uno de los más importantes aspectos de la transmutación mental. Recuérdese el axioma hermético, citado anteriormente, que dice:

«La mente, así como los metales y los elementos, puede transmutarse de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración.»

Dominar la polaridad significa dominar los principios de la transmutación o alquimia mental; porque, salvo que se adquiera el arte de cambiar la propia polaridad, no se podrá afectar el ambiente que nos rodea. Si comprendemos ese principio podemos cambiar nuestra propia polaridad, así como la de los demás, siempre que dediquemos a ello el tiempo, el cuidado, el estudio y la práctica necesarios para dominar ese arte. El principio es verdad, pero los resultados que se obtienen dependen de la persistente paciencia y práctica del estudiante.

«El ritmo puede neutralizarse mediante el arte de la polarización.»

Como ya explicamos en los capítulos anteriores, los herméticos sostienen que el principio del Ritmo se manifiesta en el Plano Mental, así como en el Plano Físico, y que la encadenada sucesión de modalidades, sentimientos, emociones y otros estados mentales, son debida al movimiento oscilante del péndulo mental, que nos arrastra de un extremo a otro. Los herméticos enseñan además que la ley de la neutralización nos capacita, en gran extensión, a sobreponernos a la operación del Ritmo en la conciencia. Como ya hemos explicado, existe un plano de conciencia superior, así como uno inferior, y el maestro, elevándose mentalmente al plano superior, hace que la oscilación del péndulo mental se manifieste en el plano inferior, mientras él permanece en el otro, librando así su conciencia de la oscilación contraria.

Ésta se efectúa polarizándose en el Yo Superior, elevando así las vibraciones mentales del Ego sobre el plano de conciencia ordinario. Es lo mismo que levantarse por encima de una cosa y permitir que ésta pase por debajo. El hermético avanzado se polariza en el polo positivo de su ser, el YO SOY, más bien que en el polo de su personalidad, y, rehusando y negando la operación del Ritmo, se eleva sobre su plano de conciencia, permaneciendo firme en su afirmación de ser, y la oscilación pasa en el plano inferior, sin cambiar para nada su propia polaridad. Esto lo realizan todos los individuos que han alcanzado cualquier grado de dominio propio, comprendan o no la ley. 

Esas personas rehúsan sencillamente el dejarse arrastrar por la oscilación, y afirmando resueltamente su superioridad permanecen polarizados positivamente. El maestro por supuesto, alcanza un mayor grado de perfeccionamiento porque comprende perfectamente la ley que está dominando con la ayuda de una ley Superior, y mediante su voluntad adquiere un grado de equilibrio y firmeza casi imposible de concebir por los que se dejan llevar de un lado a otro por las oscilaciones de la emotividad.

Recuérdese siempre, sin embargo, que el principio del Ritmo no puede ser destruido, porque es indestructible. Sólo es posible sobreponerse a una ley equilibrándola con otra, manteniéndose así el equilibrio. Las leyes del equilibrio operan tanto en el plano mental como en el físico, y la comprensión de esas leyes le permiten a uno sobreponerse a ellas, contrabalanceándolas.

«Nada escapa al principio de causa y efecto, pero hay muchos planos de Causalidad y uno puede emplear las leyes del plano superior para dominar a las del inferior.»

Comprendiendo la práctica de la polarización, el hermético se eleva al plano superior de causalidad, equilibrando así las leyes de los planos inferiores. Elevándose sobre el plano de las causas ordinarias se convierte uno, hasta cierto punto, en una causa, en vez de ser un simple efecto. Pudiendo dominar los sentimientos y modalidades propias, y neutralizando el ritmo, se puede rehuir gran parte de las operaciones de la ley de causa y efecto en el plano ordinario. Las masas se dejan arrastrar, obedeciendo al ambiente que las rodea, a las voluntades y deseos de algunos hombres más fuertes que ellas, a los efectos de las tendencias heredades o a las sugestiones u otras causas exteriores, no siendo más que simples fichas en el tablero de ajedrez de la vida. Elevándose sobre esas causas, los herméticos avanzados buscan un plano de acción mental superior, y dominando sus propias cualidades, se crean un nuevo carácter, cualidades y poderes, mediante los cuales se sobreponen a su ambiente ordinario, haciéndose así directores en vez de dirigidos. Esos individuos ayudan a la realización del juego de la vida conscientemente, en vez de dejarse mover por influencias, poderes o voluntades externas.

Emplean el principio de causa y efecto en vez de dejarse dominar por él. Por supuesto, aun los seres más elevados están sujetos a este principio según se manifiesta en los planos superiores, pero en los inferiores son señores y no esclavos. Según dice El Kybalion:

«El sabio sirve en lo superior, pero rige en lo inferior. Obedece a las leyes que están por encima de él, pero en su propio plano y en las que están por debajo de él, rige y ordena. Sin embargo, al hacerlo, forma parte del principio en vez de oponerse al mismo. El sabio se sumerge en la Ley, y comprendiendo sus movimientos, opera en ella en vez de ser su ciego esclavo. Semejantemente al buen nadador, va de aquí para allá, según su propia voluntad, en vez de dejarse arrastrar como el madero que flota en la corriente. Sin embargo el nadador, el sabio y el ignorante, están todos sujetos a la ley. Aquél que esto comprenda va en el buen camino que conduce a la Maestría.»

Para concluir, recordamos nuevamente el axioma hermético que dice que:

 «La verdadera transmutación hermética es un arte mental».

En dicho axioma el hermético indica que el ambiente externo se influencia mediante el poder de la
mente. El Universo, que es totalmente mental, puede ser solamente dominado mediante la mentalidad. En esta verdad se encontrará la explicación de todos los fenómenos y manifestaciones de los diversos poderes mentales que tanto están atrayendo la atención actualmente, en pleno siglo XX. Tras toda la enseñanza dada por las diversas escuelas o religiones, yace siempre constantemente el principio de la substancialidad mental del Universo. Si éste es mental, en su naturaleza intrínseca, fácilmente se deduce que la transmutación mental debe modificar y transformar las condiciones y los fenómenos del Universo, y que la mente debe ser el mayor poder que pueda afectar sus fenómenos. Si se comprende esta verdad, todos los llamados milagros y maravillas dejarán de tener punto alguno oscuro, porque la explicación es por demás clara y sencilla.

«El TODO es MENTE; el Universo es mental.»

El esoterismo es rico en palabras claves, símbolos y «esencias» conceptuales. Su transmisión, a través de las edades, implicó un esforzado aprendizaje, una memorización de significados, «acentos» y una persistente custodia de sus valores originales para que nada de lo preservado perdiera su color, su sabor, su propósito y su intensidad. Al amparo de tales premisas fue creciendo paulatinamente el árbol de la ciencia hermética que reconoce como sus raíces a El Kybalion. Y este último resumen de un conocimiento intemporal, encontró en Hermes Trismegisto a su más consumado mentor y mensajero.

En estas páginas redactadas con hondura y exactitud por tres iniciados, es posible pasar revista a
tópicos realmente sapienciales sobre la filosofía oculta. Sus principios rectores (en los que el mentalismo, la correspondencia, la vibración, la polaridad, causa y efecto, y la generación juegan papeles preponderantes); la transmutación mental, la totalidad, el universo mental, la paradoja divina ymlos axiomas herméticos son tan sólo algunos de los temas tan bien expuestos aquí. El Kybalion es, pues, una exposición sincera y rotunda de los esquemas básicos del esoterismo, y como muy bien lo señalan los tres iniciados, no se proponen erigir un nuevo templo de la sabiduría, sino poner manos del investigador la llave que abrirá las numerosas puertas internas que conducen hacia el Templo del Misterio. Y, en rigor de la verdad, las muchas reediciones de esta obra, su constante renovación, a través de los distintos círculos herméticos del mundo en sus reflexiones, pláticas, conferencias y clases, son ratificación elocuentísima de las bondades de una doctrina que ilumina a la humanidad desde hace siglos.

FIN DE ESTA INTRODUCCIÓN




martes, 14 de marzo de 2017

FILOSOFÍA HERMÉTICA, EL KYBALLIÓN, HERMES TRISMEGISTOS VI

CAPÍTULO XIII

GÉNERO
«El género está en todo, todo tiene su principio masculino y femenino; el género se manifiesta en todos
los planos.»
El Kybalion.

EL Séptimo Gran Principio Hermético —el Principio de Género— encierra la verdad de que el género se manifiesta en todas las cosas, de que los principios masculinos y femeninos están siempre presentes en plena actividad en todos los fenómenos y en cada uno de los planos de la vida. En este punto es bueno llamar la atención sobre el hecho de que el Género, en su sentido hermético, y el sexo, en la acepción ordinariamente aceptada del término, no son lo mismos.

La palabra «género» deriva de la raíz latina que significa «concebir, procrear, generar, crear, producir». Un momento de consideración sobre el asunto demostrará que esa palabra tiene un significado mucho más amplio y general que el término «sexo», pues este se refiere a las distinciones físicas entre los seres machos y hembras. El sexo no es más que una mera manifestación del Género en cierto plano del Gran Plano Físico: el de la vida orgánica. Es necesario que esta distinción se imprima en la mente, porque ciertos escritores que han adquirido algunas nociones de filosofía hermética han tratado de identificar este séptimo principio con estúpidas y a veces reprensibles teorías y enseñanzas concernientes al sexo.

El oficio del género es solamente el de crear, producir, generar, etc., y sus manifestaciones son visibles en todos los planos fenomenales. Es un tanto difícil aportar pruebas de esto siguiendo las líneas científicas, porque la ciencia no ha reconocido todavía a este principio como de aplicación universal. Pero, así y todo, van produciéndose algunas pruebas provenientes de fuentes científicas. En primer lugar, encontramos una manifestación distinta del Principio del Género entre los corpúsculos, iones o electrones, que constituyen las bases de la materia como la ciencia lo reconoce actualmente, y que, al constituir determinadas combinaciones, forman el átomo, que anteriormente se consideraba como el punto final e indivisible.

La última palabra de la ciencia es que el átomo está compuesto por una multitud de corpúsculos, electrones o iones (diversos nombres de la misma cosa), que giran unos en torno de otros y vibran con un elevado grado de intensidad. Pero se postula además que la formación del átomo se debe realmente a que los corpúsculos negativos se pongan a girar en torno de uno positivo. Los corpúsculos positivos parecen ejercer cierta influencia sobre los negativos, impulsando a estos a constituir ciertas combinaciones que dan como resultado la «creación» o «generación» de un átomo. Y esto está perfectamente de acuerdo con las más antiguas enseñanzas herméticas, que han identificado siempre al principio masculino del género con lo «positivo» y al femenino con lo «negativo», como en la electricidad, por ejemplo.

Puédese agregar ahora que la mente pública se ha formulado una impresión completamente errónea sobre las cualidades del llamado «polo negativo» de la materia electrizada o magnetizada. Los términos positivos y negativos han sido pésimamente aplicados a este fenómeno. La palabra «positivo» significa algo real y fuerte en comparación con la irrealidad o debilidad del negativo. 
Pero nada está más lejos de los hechos reales de los fenómenos eléctricos. El polo negativo de la batería es realmente el polo en y por el cual se manifiesta la generación o producción de formas y energías nuevas. Nada hay de «negativo» en él. Los hombres de ciencia de mayor autoridad están actualmente empleando la palabra «cátodo» en vez de «negativo», derivando cátodo de una raíz griega que significa «desciende, el recorrido o camino de la generación», etc. Del cátodo emerge el torbellino de electrones o corpúsculos; del mismo polo surgen esos maravillosos «rayos» que han revolucionado las concepciones científicas durante la pasada década. El polo catódico es la madre de todos los extraños fenómenos que han convertido en inútiles a los antiguos libros de texto y que han hecho que teorías mucho tiempo aceptadas hayan sido relegadas al montón de los desechos de las especulaciones científicas. El cátodo, o polo negativo, es el principio madre de los Fenómenos Eléctricos y de las más sutiles formas de materia que la ciencia conoce actualmente. De manera, pues, que existen poderosas razones que impulsan a rechazar el término «negativo», insistiendo en sustituirlo por la palabra «femenino» en vez del término antiguo. Los hechos nos conducen a esto, sin tener en cuenta para nada la doctrina hermética, y, por consiguiente, emplearemos la palabra «femenino» en vez de «negativo» al hablar de dicho polo de actividad.

Las últimas enseñanzas científicas dicen que los corpúsculos o electrones creadores son femeninos. (La ciencia dice que «están compuestos por electricidad negativa» y nosotros que están compuestos por energía femenina).

Un corpúsculo femenino se destaca, o mejor dicho, deja a un corpúsculo masculino y comienza una nueva carrera. Activamente busca una unión con un corpúsculo masculino, animado por el impulso natural a crear nuevas formas de materia o energía. Cierto autor va aún más lejos y dice que «enseguida busca, por su propia voluntad, una unión»… este desprendimiento y unión forman la base de la mayor parte de las actividades en el mundo químico. Cuando un corpúsculo femenino se une a otro masculino, empieza determinado proceso. Las partículas femeninas vibran más intensamente bajo la influencia de la energía masculina y giran rápidamente en torno de esta última. El resultado es el nacimiento de un nuevo átomo. Este nuevo átomo está compuesto realmente por una unión de electrones masculinos y femeninos, pero cuando la unión se efectúa el átomo es una cosa separada, que posee ciertas propiedades, pero que ya no manifiesta más la propiedad de electricidad en libertad. El proceso del desprendimiento o separación de los electrones femeninos se llama «ionización». Estos electrones o corpúsculos son los obreros más activos en el campo de la Naturaleza. De sus uniones o combinaciones surgen las diversas manifestaciones de la luz, del calor, de la electricidad, del magnetismo, de la atracción, de la repulsión, de las afinidades químicas y sus contrarios, así como otros fenómenos de índole similar. 

Y todo surge de la operación del principio de género en el plano de la energía. El papel del principio masculino parece ser el de dirigir a cierta energía inherente hacia el principio femenino, poniendo así en actividad el proceso creador. Pero el principio femenino es el único que ejecuta siempre el trabajo activo creador en todos los planos absolutamente. Pero, sin embargo, cada principio es incapaz de energía operadora sin la ayuda del otro. En algunas de las formas de la vida los dos principios se combinan en un solo organismo. Por esta razón, todo en el mundo orgánico manifiesta ambos géneros: siempre está el principio masculino presente en la forma femenina. Las enseñanzas herméticas comprenden en gran parte la operación de los dos principios del género en la producción y manifestación de las diversas formas de energía, etc., pero no es necesario entrar en detalles sobre el mismo en este asunto, pues no es posible endosarlas momentáneamente con pruebas científicas que aún no existen, debido a que la ciencia no ha progresado todavía suficientemente. Pero el ejemplo expuesto sobre los fenómenos de los electrones o corpúsculos demuestra que la ciencia está en el verdadero camino y también da una idea general sobre los principios subyacentes.

Algunos investigadores científicos han anunciado su creencia de que, en la formación de los cristales, se encuentra algo que corresponde a una especie de actividad sexual, lo que es una prueba más de la dirección de donde sopla el viento actualmente sobre el campo de la ciencia.

Y cada año que pasa aportará nuevos hechos que corroborarán la exactitud del Principio Hermético de Género. Se encontrará que el género está en operación constante, manifestándose en todo el campo de la materia inorgánica, así como en el campo de la energía o fuerza. La electricidad se considera actualmente como «algo» en lo que todas las demás formas de energía se mezclan o disuelven. La Teoría Eléctrica del Universo es la última doctrina científica emitida, y está adquiriendo rápidamente gran popularidad y aceptación. Y de esto se deduce que, si hemos podido descubrir en el fenómeno de la electricidad, en la misma raíz o fuente de sus manifestaciones, una evidencia clara e inequívoca de la presencia del género y de sus actividades, se puede afirmar sin miedo que la ciencia llegará, últimamente, a ofrecer pruebas de la existencia, en todos los fenómenos del universo, de ese gran principio hermético: el Principio de Género.

No es necesario perder el tiempo hablando del conocido fenómeno de la «atracción y de la repulsión» de los átomos, de la afinidad química, de los amores y odios de las moléculas, de la atracción o cohesión entre las partículas de la materia. Esos hechos son harto conocidos como para exigir mayores comentarios. Pero, ¿se ha pensado alguna vez en que todas esas cosas no son más que manifestaciones del principio de Género? ¿No se ve claramente que el fenómeno es general, trátese de corpúsculos, moléculas o electrones? Y todavía más: ¿no es enteramente razonable y lógica la enseñanza hermética que afirma que la misma ley de la gravitación —esa extraña atracción por la cual todas las partículas y cuerpos en el universo tienden unos hacia otros— no es sino otra manera de manifestarse del principio del género, que opera en la dirección de atraer las energías masculinas hacia las femeninas y viceversa? No es posible ofrecer pruebas científicas por el momento, pero si se examinan los fenómenos a la luz de las doctrinas herméticas sobre el asunto se verá que no existe hipótesis alguna mejor que la actual, que explique los problemas. Sométanse todos los fenómenos físicos a la prueba, y se verá que el principio del género se hace evidente. Pasemos ahora a considerar la operación de este principio en el plano mental. Muchos hechos interesantes están esperando nuestro examen.

CAPÍTULO XIV

GÉNERO MENTAL

Los estudiantes de sicología que han seguido atentamente el tren del pensamiento moderno en lo que respecta a los fenómenos mentales habrán quedado extrañados de la rara insistencia de la idea o concepto de la dualidad mental que se ha manifestado tan fuertemente durante los diez o quince años últimos, y que ha dado origen a gran número de plausibles teorías concernientes a la naturaleza y constitución de esa «doble mente». El difunto Thomson J. Hudson alcanzó gran popularidad en 1893 al enunciar su conocida teoría sobre las «mentes objetiva y subjetiva», que, según sostenía, existían en cada individuo. Otros autores han llamado igualmente la atención con sus teorías referentes a las mentes «consciente y subconsciente», mentes voluntaria e involuntaria, mente activa y pasiva, etc. Esas teorías podrán diferir según cada autor, pero siempre queda el principio básico que es el de la dualidad mental.

El estudiante de la filosofía hermética se siente tentado por la sonrisa cuando lee y oye hablar de esas numerosas teorías nuevas, respecto a la dualidad de la mente, adhiriéndose cada escuela tenazmente a su propia doctrina, proclamando cada una con empeño que ha sido ella la que ha descubierto la verdad. El estudiante que hojee el libro de la historia oculta encontrará en su mismo principio referencias a las antiguas enseñanzas herméticas sobre el principio del género. Y si prosigue su examen, encontrará que esa antigua filosofía conoció el fenómeno de la dualidad mental y la explicó mediante la teoría del género en la mente. Este concepto del género mental puede ser explicado en pocas palabras a los estudiantes que ya se han familiarizado con las teorías modernas que aluden al mismo. El principio masculino de la mente corresponde a la llamada mente objetiva, mente consciente, mente voluntaria o activa, etc., en tanto que el principio femenino corresponde a la llamada mente subjetiva, subconsciente, involuntaria, pasiva, etc.

Por supuesto, la enseñanza hermética no concuerda con las muchas teorías modernas concernientes a las dos fases de la mente, ni admite muchos de los hechos proclamados por esas escuelas en apoyo de ese doble aspecto. Si indicamos la base de la concordancia es para facilitar al estudiante la asimilación de los conocimientos adquiridos con anterioridad sobre la filosofía hermética. Los estudiantes de Hudson conocerán la proposición que se hace en el principio del segundo capítulo de su obra The Law of Psychic Phenomena (la Ley de los Fenómenos Psíquicos), que dice: «la jerigonza mística de los filósofos herméticos expresa la misma idea general»… o sea la dualidad de la mente. Si el doctor Hudson se hubiera tomado el trabajo de descifrar algo más «la jerigonza mística de la Filosofía Hermética» hubiera recibido mucha luz sobre el punto de la dualidad de la mente; pero entonces, quizás, su obra más interesante no hubiera sido escrita. 

Consideremos ahora las enseñanzas herméticas concernientes al género mental. Los instructores herméticos imparten enseñanzas concernientes a este punto, pidiendo a sus discípulos que se atengan al proceso de su propia conciencia, a su propio yo. El discípulo fija entonces su atención internamente sobre el ego que está en cada uno de nosotros. Cada estudiante ve que su propia conciencia le da como primer resultante de la existencia de su yo: «Yo Soy». Esto, al principio, parece ser la palabra final de la conciencia, pero un examen ulterior desprende el hecho de que este «yo soy» puede separarse en dos partes distintas o aspectos que, si bien trabajan al unísono y en conjunción, sin embargo puede ser separadas en la conciencia.

Si bien al principio parece que sólo existe un único Yo, un examen más cuidadoso revela que existe un «yo» y un «mí». Este par mental difiere en características y naturaleza, y el examen de esta, así como de los fenómenos que surgen de la misma, arrojan gran luz sobre muchos de los problemas de la influencia mental.
Comencemos considerando el «mí», que generalmente se confunde con el «yo», si no se profundiza mucho en los recesos de la conciencia. El hombre piensa de sí mismo (en su aspecto de «mí» o «me») como si estuvieran compuesto por ciertos sentimientos, agrados, gustos, y disgustos, hábitos, lazos especiales, características, etc., todo lo cual forma su personalidad, o el ser que conoce él mismo y los demás. El hombre sabe que estas emociones y sentimientos cambian, que nacen y mueren, que están sujetos al principio del Ritmo y al de la Polaridad, cuyos principios lo llevan de un extremo a otro. También piensa de sí mismo como cierta suma de conocimientos agrupados en su mente, que forman así una parte de él.

Éste es el «mí» o «me» del hombre.

Pero quizás hemos precedido demasiado aprisa. El «mí» de muchos hombres está compuesto en gran parte de la conciencia que tiene de su propio cuerpo y de sus apetitos físicos, etc. Y, estando su conciencia limitadas en alto grado a su naturaleza corporal, prácticamente «viven allí». Algunos hombres van tan allá en esto que consideran su apariencia personal como parte de su «mí», y realmente la consideran parte de sí mismo. Un escritor dijo con mucho humorismo en una oportunidad que el hombre se compone de tres partes: «Alma, cuerpo y vestidos». Y esto haría que muchos perdieran su personalidad si se les despojara de sus vestidos. Pero, aun aquellos que no están tan estrechamente esclavizados con la idea de su apariencia personal, lo están por la conciencia de sus cuerpos. No pueden concebirse sin él. Su mente les parece que es algo «que pertenece» a su cuerpo, lo que, en muchos casos, es realmente cierto.

Pero conforme el hombre adelanta en la escala de la conciencia, va adquiriendo el poder de desprender a su «mí» de esa idea corporal, y puede pensar de su cuerpo que es algo «que pertenece» a su propia parte mental. Pero aun entonces es muy capaz de identificar el «mí» completamente con sus estados mentales, sensaciones, etc., que siente existen dentro de él. E identificará esos estados consigo mismo, en vez de estimarlos como simples «cosas» producidas por su mentalidad, existentes en él, dentro de él y proviniendo de él, pero que, sin embargo, no son él mismo. Puede comprobar también que esos estados cambian mediante un esfuerzo volitivo, y que es capaz de producir una sensación o estado de naturaleza completamente opuesta de la misma manera, y, sin embargo, sigue existiendo siempre el mismo «mí». Después de un tiempo, podrá así dejar a un lado esos diversos estados mentales, emociones, sentimientos, hábitos, cualidades, características y otras posesiones personales, considerándolas como una colección de cualidades, curiosidades o valiosas posesiones del «no mí». Esto exige mucha concentración mental y poder de análisis de parte del estudiante. Pero ese trabajo es posible, y hasta los que no están muy adelantados pueden ver, en su imaginación, como se realiza el proceso descrito.

Después de realizado ese ejercicio el discípulo se encontrará en posesión consciente de un «Ser» que puede ser considerado bajo su doble aspecto del «yo» y de «mí». El «mí» se sentirá como algo mental en lo que pueden producirse los pensamientos, ideas, emociones, sentimientos y otros estados mentales. Puede ser considerado como si fuera la «matriz mental», según decían los antiguos, capaz de generar mentalmente. Este «mí» se denuncia a la conciencia poseyendo poderes de creación y generación latentes, de todas clases. Su poder de energía creadora es enorme, según puede sentirlo uno mismo. Pero, a pesar de todo, se tiene la conciencia de que debe recibir alguna forma de energía, bien del mismo «yo», inseparable compañero, o bien de algún otro «yo», a fin de que así pueda producir sus creaciones mentales. Esta conciencia aporta consigo una realización de la enorme capacidad de trabajo mental y de poder creador que encierra.

El estudiante encuentra pronto que no es todo lo que hay en conciencia íntima, pues ve que existe un algo mental que puede «querer» que el «mí» obre de acuerdo con cierta línea creadora y que, sin embargo, permanece aparte, como testigo de esa creación mental. A esta parte de sí mismo se le da el nombre del «yo». Y puede reposar en su conciencia a voluntad. Allí se encuentra, no una conciencia de una capacidad de generar y crear activamente en el sentido del proceso gradual común a las operaciones mentales, sino más bien de la conciencia de una capacidad de proyectar una energía del «yo» al «mí»: «Querer» que la creación mental comience y proceda. También se experimenta que el «yo» puede permanecer aparte, testigo de las operaciones o creaciones mentales del «mí». Este doble aspecto existe en la mente de toda persona, el «yo» representa al Principio Masculino del género mental, y el «mí» al Principio Femenino. El «yo» representa el aspecto de Ser; el «mí» el aspecto de «devenir». Se notará que el principio de correspondencia opera en este plano lo mismo que en el que se realiza la creación del Universo. Los dos son parecidos, si bien difieren enormemente de grado. «Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba». Estos aspectos de la mente —los principios masculinos y femeninos— el «yo» y el «mí» — considerados en relación con los fenómenos psíquicos y mentales ya conocidos—, dan la clave maestra para dilucidar la operación y manifestación de esas nebulosas regiones de la mente. El principio del género mental aporta la verdad que se encierra en todo el campo de los fenómenos de influencia mental.
La tendencia del principio femenino es siempre la de recibir impresiones, mientras que la tendencia del masculino es a darlas o a expresarlas. El principio femenino tiene un campo de acción mucho más variado que el masculino. El principio femenino conduce el trabajo de generar nuevos pensamientos, conceptos, ideas, incluso la obra de la imaginación. El masculino se contenta con el acto de «querer» en sus varias fases. Sin embargo, sin la ayuda activa de la voluntad del principio masculino, el femenino puede contentarse con generar imágenes mentales que son el resultado de impresiones recibidas del exterior, en vez de producir creaciones mentales originales.

Las personas que pueden prestar continuada atención a un sujeto emplean activamente ambos principios mentales: el femenino, en el trabajo activo de la generación mental, y el masculino en estimular y dar energía a la porción creadora de la mente. La mayoría apenas hace uso del principio masculino, y se contenta con vivir de acuerdo con los pensamientos e ideas que se filtran en su «mí» y provienen del «yo» de otras mentalidades. Pero no es nuestro propósito detenernos en esta faz del asunto, cosa que puede estudiarse en cualquier tratado bueno de sicología, con la clave ya indicada sobre el género mental.

El estudiante de los fenómenos psíquicos conoce la realidad de los maravillosos fenómenos clasificados como telepatía, influencia mental, sugestión, hipnotismo, etc. Muchos han buscado explicación a estas diversas fases de los fenómenos, siguiendo las teorías de dualidad mental promulgadas por los diferentes instructores. Y, hasta cierto punto, están en lo cierto, porque, realmente existe una manifestación clara y definida de dos fases distintas de actividad mental. Pero si esos estudiantes consideran esa dualidad a la luz de las enseñanzas herméticas concernientes a la vibración y al género mental, verían que la clave tan buscada la tienen al alcance de la mano.
En los fenómenos telepáticos se ve que la energía vibratoria del principio masculino se proyecta hacia el principio femenino de otra persona, y que esta última absorbe ese pensamiento y le permite desarrollarlo y madurarlo. En la misma forma obra la sugestión y el hipnotismo. El principio masculino de una persona da la sugestión dirigiendo una corriente de energía o poder vibratorio hacia el principio femenino de otra, y ésta, al aceptarla, la hace suya y piensa en consecuencia. Una idea así alojada en la mente de otra persona crece y se desenvuelve, y a su tiempo es considerada como una verdadera creación mental del individuo, mientras que en realidad no es más que el huevo de un cuco puesto en el nido del gorrión, pues aquel pájaro pone sus huevos en un nido ajeno. El proceso normal es que el principio masculino y el femenino de una persona obren coordinada, armoniosa, y conjuntamente.

Pero, desgraciadamente, el principio masculino del hombre corriente es demasiado inerte y perezoso para obrar y el despliegue de poder volitivo es muy ligero, y, en consecuencia, la mayoría está dirigida por las mentes y voluntades de los demás a quienes se permite querer y pensar por uno mismo. ¿Cuántos pensamientos u obras originales hace el hombre corriente? ¿No es la mayoría de los hombres simple sombra o eco de los que tienen una mente o voluntad más fuerte que la suya? La perturbación proviene de que el hombre corriente descansa casi completamente en su conciencia del «mí» y no comprende que, realmente tiene un «yo». Está polarizado en su principio femenino mental, y su principio masculino, en el que reside la voluntad, está inactivo e inerte.

El hombre fuerte del mundo manifiesta invariablemente el principio masculino de voluntad, y su fuerza depende materialmente de este hecho. Y en vez de vivir en las impresiones que le producen otras mentalidades, domina su propia mente, mediante su voluntad, obteniendo así la clase de imágenes mentales que quiere y domina y dominando así también las mentes ajenas de la misma manera.

Contémplese un hombre fuerte y véase como se las arregla para implantar sus gérmenes mentales
en la mente de las masas, obligándolas así a pensar de acuerdo con sus deseos. Este es el porqué las masas son como rebaños de carneros, que nunca originan una idea propia ni emplean sus propios poderes y actividades mentales.

La manifestación del género mental puede notarse en todas partes diariamente. Las personas magnéticas son las que pueden emplear su principio masculino para imprimir sus ideas sobre los demás. El actor que hace reír o llorar a la concurrencia está haciendo uso de este principio. Igualmente sucede con el orador, político, predicador o cualquier o cualquier otro que atraiga la atención pública.

La influencia peculiar que ejerce un hombre sobre otro es debido a la manifestación del género mental según las líneas vibratorias ya indicadas. En este principio está el secreto del magnetismo personal, de la fascinación, etc., así como también de los fenómenos agrupados bajo el nombre de hipnotismo.

El estudiante que se ha familiarizado con los fenómenos generalmente denominados psíquicos habrá descubierto la importante parte que desempeña en los citados fenómenos esa fuerza que la ciencia llama «sugestión», por cuyo término se indica el proceso o método por el cual se transfiere una idea o se imprime sobre la mente de otro, obligando así a la segunda mentalidad a obrar concordantemente. Una verdadera comprensión de la sugestión es necesaria para comprender inteligentemente los varios fenómenos psíquicos a que la sugestión da origen. Pero aún es más necesario el conocimiento de la vibración y del género mental, porque todo el principio sugestivo depende de estos.

Los escritores sobre la materia de sugestión dicen que la mente objetiva o voluntaria es la que hace la impresión mental, o sugestión, sobre la mente subjetiva o involuntaria. Pero no describen el proceso ni indican alguna analogía mediante la cual sea más fácil comprender la idea. Si se contempla el asunto a la luz de las enseñanzas herméticas, se verá que la energetización del principio femenino por la energía vibratoria del masculino está de acuerdo con las leyes universales de la naturaleza, y el mundo natural ofrece innumerables analogías que facilitan la comprensión del principio. En realidad, la doctrina hermética afirma que la misma creación del universo obedece a dicha ley y que en todas las manifestaciones creadoras sobre los planos espiritual, mental, y físico, siempre está en operación el principio de género: la expresión de los principios masculino y femenino. «Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba». Y aun más que esto: cuando se comprende este principio se es capaz de clasificar inteligentemente de inmediato los variados fenómenos psicológicos, en vez de quedarse confuso ante ellos. El principio realmente trabaja en la práctica, porque está basado sobre las leyes universales e inmutables de la vida.

No entraremos ahora en una dilucidación detallada de los diversos fenómenos concernientes a la influencia mental o a la actividad psíquica. Hay muchos libros, en su mayor parte muy buenos, que se han escrito últimamente sobre el asunto. Los hechos principales señalados en esas obras son exactos, aunque los diversos autores tratan de explicarlos por las diferentes teorías de su propia cosecha. El estudiante puede familiarizarse con estas materias, y utilizando la doctrina del género mental podrá coordinar convenientemente la masa caótica de teorías y enseñanzas en conflicto, y podrá, además, adueñarse completamente del asunto si a ello se sintiera inclinado. El objeto de esta obra no es el de dar una explicación extensa de los fenómenos psíquicos, sino más bien el de indicar sencillamente la clave maestra que abre las muchas puertas que conducen al Templo del Saber, si se desea explorar su interior. Creemos que al examinar las enseñanzas encerradas en El Kybalion es fácil encontrar la explicación de muchas dificultades que confunden. De nada sirve entrar en detalles referentes a las muchas características de los fenómenos psíquicos y mentales si al estudiante le son dados los medios para comprender el asunto que atrae su atención. Con la ayuda de El Kybalion se puede entrar en cualquier biblioteca, pues la antigua luz de Egipto iluminará las páginas confusas y los problemas obscuros. Éste es el verdadero objeto de esta obra. No venimos a exponer una filosofía nueva, sino a suministrar las bases fundamentales de la antigua enseñanza universal que esclarece todas las doctrinas, y que servirá para conciliar todas las teorías, por diferentes u opuestas que parezcan.