lunes, 1 de mayo de 2017

FILOSOFÍA HERMÉTICA. TRATADO DE LOS SIETE RAYOS (IV)


C. Formular la Nueva Psicología.
El tercer efecto que se producirá al estudiar los rayos será doble. No sólo llegaremos a comprender algo de la parte interna de la historia, o a adquirir una idea de las cualidades divinas que surgen de los tres aspectos y determinan las formas de expresión en el plano físico, sino que tendremos un método práctico de análisis para llegar a una correcta comprensión de nosotros mismos como entidades animadoras, y a una comprensión más inteligente de nuestros semejantes. Por ejemplo, cuando comprobamos por el estudio que la tendencia de nuestro rayo de alma es de poder o voluntad, pero que el rayo que rige a la personalidad es el de devoción, entonces podemos medir con más exactitud nuestras oportunidades, capacidades y limitaciones y determinar con más precisión nuestra vocación y servicio, nuestro debe y haber y nuestro verdadero valor y fortaleza. Cuando podemos agregar a ese conocimiento un análisis que nos permita comprender que el cuerpo físico reacciona preeminentemente al rayo del alma, mientras que el cuerpo emocional está bajo la influencia del rayo de la personalidad, históricamente en manifestación en ese momento, entonces estamos en posición de juzgar con acierto nuestro problema, y podemos ocuparnos más inteligentemente de nosotros mismos, de nuestros hijos, amigos y asociados. Descubriremos que somos capaces de colaborar más inteligentemente con el Plan, a medida que trata de manifestarse en determinada época.

Es una verdad muy conocida que el verdadero significado de "sicología" es "lo que dice el alma". Es el sonido que puede ser emitido por un rayo determinado, el cual produce un efecto en la materia. Esto es en cierto modo difícil de expresar, pero si tenemos en cuenta que cada uno de los siete rayos emite su propio sonido, y al hacerlo pone en movimiento esas fuerzas que deben actuar al unísono con él, podrá solucionarse toda la cuestión del libre albedrío del hombre, de su destino eterno y de su poder de autofirmación. A medida que proseguimos trataremos de responder a estos interrogantes.

Algunos de los puntos que trataré de aclarar no podrán ser sustanciados ni comprobados por ustedes, por lo tanto, sería prudente aceptarlos como hipótesis activas, a fin de comprender lo que trato de decir. Otros puntos que mencionaré podrán ser verificados en sus propias experiencias de la vida, y demandarán el reconocimiento de la mente concreta, o podrán producir una reacción que traerá como consecuencia una intensa convicción que emanará de sus Yoes intuitivamente conscientes. De todos modos, lean lentamente; apliquen las leyes de analogía y de correspondencia; hagan un análisis de sí mismos y de sus hermanos; procuren vincular lo que digo con el conocimiento que puedan poseer de las teorías modernas, y recuerden que cuanto más vivan realmente como almas, tanto más captarán lo que se trata de impartir.

A medida que estudian no olviden el concepto fundamental de que todo trabajo oculto se ocupa de la energía -unidades de energía, energía contenida en las formas y corrientes de energía que afluyen; estas energías llegan a ser poderosas y encarnan nuestro propósito mediante el empleo del pensamiento, pues siguen las líneas bien definidas de las corrientes mentales del grupo.

Debe recordarse, sin embargo, que en la región del pensamiento se produce la separación entre la magia blanca y la magia negra. Utilizando el poder del pensamiento se puede observar cómo actúan los dos aspectos de la magia y, por lo tanto, verificar que no existe magia negra, en sí, hasta que se llega al reino de la mente. Nadie puede ser mago negro hasta que la voluntad y el pensamiento no trabajen al unísono, hasta que el control mental y el trabajo creador de la mente enfocada puedan comprobarse. Se ha dicho repetidas veces que el mago negro es muy raro, y esto es verdad porque el pensador creador que tiene el poder de aplicar la voluntad en forma sostenida, también es raro.

Permítaseme explicarlo. Es necesario pensar en forma clara sobre estas cosas, porque a medida que estudiamos la sicología del microcosmos y llegamos a comprender sus impulsos y energías de rayo, debemos lógicamente ver con claridad el camino a seguir, a fin de hollar el sendero del altruismo, que conduce a ser consciente del grupo, y no el sendero del individualismo que lleva oportuna e inevitablemente (a medida que el aspecto mental se organiza) al sendero de la izquierda, de la magia negra.

Esas almas fuertes que conscientemente y a sabiendas entran en los reinos de la fuerza espiritual y toman de allí lo que necesitan y desean, tienen que trabajar con inteligencia para que pueda haber la consiguiente y sensata distribución de fuerza dentro de una zona elegida. Quienes saben que forman parte de las filas de aspirantes y poseen la perseverancia que los llevará adelante hacia la meta, deben recordar que tienen la responsabilidad de agregar su cuota a la suma total, lo cual se lleva a cabo cada vez que piensan en el grupo, escriben a un aspirante o meditan.

Extiendan la idea, comenzando desde el estudiante de un grupo hasta el grupo mismo, considerándolo como una unidad grupal dentro de un grupo mayor. Así tendrán una perfecta analogía de la forma en que los Grandes Seres trabajan actualmente. Por lo tanto, consideren que todo el trabajo que realizan es grupal, que causa efectos inevitables y contribuye a la potencialidad de la forma mental del grupo.

La segunda cosa que quisiera explicar concierne a las pruebas que inevitablemente se realizan ahora entre aspirantes y discípulos. Esto no es sólo una prueba sobre el lugar que ocupan en el Sendero, sino más bien la capacidad de vivir en el mundo como ciudadanos de otro reino y como custodios de aquello que el mundo como regla general no reconoce. Hasta donde se aplique esa prueba y hasta donde pueda medirse, señalaré que no se la aplica como algunos creen por la afiliación en algún grupo, ni por su determinación fija de hollar el Sendero, sino porque la propia alma del aspirante lo ordenó antes de reencarnar y su voluntad era que debería lograrse cierta medida de desarrollo, desconocido hasta entonces, alcanzar cierto grado de desapego de la forma y adquirir cierta preparación que lo liberará de la vida de la forma. Es totalmente falsa la idea de que un renovado esfuerzo hacia la meta de la luz espiritual ocasione trastornos o produzca desastres. El grado de disciplina a que debe ajustarse un discípulo es decidido y conocido por su alma antes de reencarnar, lo cual está determinado por la ley.

Ahora trataremos de investigar el problema de las unidades de energía y la mutua interacción que subsiste en el tema de los rayos. Cada grupo en el mundo es un núcleo para el enfoque y la interacción de los siete tipos de fuerza, así como cada ser humano es el punto de reunión para los siete tipos de energía -dos en el ascendente y cinco menos poderosos. Cada grupo puede ser, por lo tanto, un centro creador, y producir aquello que es la expresión de las energías controladoras y del pensamiento dirigido de los pensadores del grupo. Según el punto de vista de Quienes observan y guían, cada grupo construye algo que sea relativamente tangible y esté regido por ciertas leyes constructivas. El gran trabajo de los Constructores prosigue con firmeza. Frecuentemente, lo que se construye es incipiente, fútil, amorfo, sin propósito, y no sirve a los dioses ni a los hombres. La raza como un todo está entrando en una era en que la mente se convierte en un poderoso factor; la mayoría está aprendiendo a mantener la mente firme en la luz y, en consecuencia, es receptora de ideas hasta ahora desconocidas. Si un grupo de mentes pueden atraerse mutuamente y fusionarse en una síntesis adecuada, y si (en sus meditaciones individuales y diarias) se mantienen enfocadas y orientadas en lo que puede ser aprehendido, se captarán grandes conceptos y se intuirán grandes ideas.

Los hombres pueden aprender a pensar -como grupo- y llevar a la manifestación las ideas intuidas sobre la verdad y la belleza del Plan; de esa manera podrá construirse una bella creación que incorpore un principio divino. Reflexionen sobre esto, traten de capacitarse para registrar tales ideas, entrénense para formularlas en pensamientos y trasmitirlas, a fin de que otros puedan también captarlas. Tal la naturaleza del verdadero trabajo que deben realizar los nuevos grupos, y los estudiantes que puedan captar hoy esta idea, tendrán la oportunidad de realizar algo de este trabajo precursor.

El individuo avanzado y equilibrado siempre ha sido capaz de intuir y concretizar ideas. Los grupos de estudiantes que meditan en forma sincronizada deben ahora tratar de hacer lo mismo. El empeño demostrado en sincronizar el esfuerzo no se relaciona con el elemento tiempo, sino con la unidad de intensión y de propósito.

En el reino de la intuición existen cosas maravillosas; hoy es posible hacer contacto con dicho reino. La raza tiene ahora el privilegio de hacer contacto con "esa nube de cosas conocibles", a la cual se refirió el antiguo vidente Patanjali en su cuarto libro de los Aforismos; la raza por medio de sus numerosos aspirantes puede hoy precipitar esa "nube", para que los cerebros humanos de todas partes puedan registrar ese contacto. Hasta ahora esto había sido el privilegio del raro e iluminado vidente. Así se introducirá la Nueva Era y penetrará el nuevo conocimiento en la mente de la humanidad.

Esto puede ser demostrado prácticamente si quienes se interesan por este Tratado sobre los Siete Rayos logran armonizarse y pensar con claridad, y con mente equilibrada e iluminada tratan de comprender lo que es relativamente un nuevo aspecto de la verdad.

Al comprometerme a revelar algo sobre los siete rayos siento la necesidad de recordar, a quienes emprenden este estudio, que cualquier conjetura que se hace respecto a la fuente de origen de los rayos no será útil hasta que cada estudiante desarrolle el aparato de respuesta y ese mecanismo sensible que le permitirá registrar campos de contacto más amplios de lo que es posible ahora. Muchas personas se encuentran todavía en la etapa inicial donde se registra la percepción de un campo de expresión que saben que existe -el campo de percepción del alma-, pero que aun no constituye para ellas el campo natural de expresión.
Teóricamente conocen mucho sobre esto, pero desconocen los efectos prácticos del conocimiento aplicado. Otros son conscientes de la conciencia, del reino del alma y de una casual reacción a una impresión de ese reino, pero aún no son la conciencia misma ni están tan identificados con el alma como para que desaparezca la conciencia de todo lo demás. Su meta y objetivo es lograrlo.

Además quiero recordarles que el curso que sigue la mónada (un aspecto de la energía que se halla en uno de los tres rayos principales) puede dividirse más o menos en tres partes, las cuales conducen a una cuarta:
1. La realización de una unidad inferior, es decir, la unidad de la naturaleza forma. El alma en esta unidad se identifica tan íntimamente con el aspecto material que no establece diferencia alguna, cree que es la forma, y no se conoce como alma. Esto con frecuencia llega a su máxima expresión en determinada vida donde se manifiesta plenamente la personalidad, donde el alma está totalmente centrada en las reacciones de la personalidad, y la vida inferior es tan fuerte y vital que se expresa en forma potente y material.
2. La consiguiente y dolorosa diferenciación de la conciencia en una dualidad realizada. En esta condición el hombre es consciente de lo que se denomina su dualidad esencial; sabe que es espíritu-materia, vida-forma y el alma en manifestación. Durante esta etapa, que abarca muchas vidas y conduce al hombre por el sendero de probación y del discipulado hacia la tercera iniciación, el centro de gravedad (si así puedo denominarlo) cambia constantemente, sale de la forma y se centra cada vez más en el alma. Hay una acrecentada conciencia de que existe una Realidad que envuelve y al mismo tiempo extingue a la dualidad.

Recuerden que toda la historia de la evolución es la historia de la conciencia y de la creciente expansión del principio de "llegar a ser consciente", de manera que desde el microscópico interés del hombre consciente de sí mismo -porque vamos a confinar la explicación dentro de los límites del cuarto reino de la naturaleza- tenemos una inclusividad que se desarrolla lentamente, y que lo llevará finalmente a la conciencia del Cristo cósmico.
3. La elevada realización de la unidad sigue a este sentido de dualidad y, en esta etapa final, se pierde la sensación de ser el alma y el cuerpo. La conciencia se identifica con la Vida que mora internamente en el planeta y en el sistema solar. Cuando esto sucede, se registra un estado del ser que está más allá de las palabras, de la mente y de la forma. El gran vidente judío trató de explicar estas tres etapas con las palabras, Yo- Soy-Ese-Yo-Soy. Lo expresó en forma concisa y adecuada. ¡ Si tuviéramos el desarrollo necesario para comprenderlo ! La tercera etapa -en cualquier forma que se entienda- desafía toda explicación e insinúa un cuarto tipo de comprensión, el de la Deidad misma, sobre la cual no podemos hacer conjeturas.


2. Vida - Cualidad - Apariencia

En el estudio de los rayos debe recordarse que nos ocupamos de la expresión vida por intermedio de la materia-forma. La unidad superior será reconocida sólo cuando se perfeccione esta relación dual. La teoría de la Vida Una podrá mantenerse, pero no me ocupo fundamentalmente de la teoría, sino de lo que puede ser conocido, siempre que haya progreso y se aplique la verdad en forma inteligente. Me ocupo de las posibilidades y de lo que puede realizarse. Muchas personas hablan y piensan hoy en términos de esa Vida Una, pero no son más que palabras e ideas, pues la verdadera percepción de esa Unidad esencial sigue siendo un sueño y una fantasía. Dondequiera se plasme esta realidad en palabras, se acentúa la dualidad y se acrecienta la controversia espiritual, empleando la palabra en su significado fundamental y no en su significado común antagónico. Tomemos, por ejemplo, las palabras: "Creo en la Vida Una" o "para mí sólo existe una Realidad", y observen cómo expresan la dualidad en su terminología. La vida no puede ser expresada en palabras y tampoco su perfección. El proceso de "llegar a ser" que conduce a "ser" es un hecho cósmico, que incluye a todas las formas, y ningún hijo de Dios está aún exento de ese proceso mutable. Mientras reside en la forma no puede conocer lo que es la Vida, aunque, cuando haya dado ciertos pasos y actúe con plena conciencia en los planos superiores del sistema podrá, con plena conciencia, comenzar a vislumbrar a esa grandiosa Realidad. En el transcurso de las épocas ciertos grandes iniciados han cumplido su función de reveladores y han mantenido ante los ojos de los discípulos precursores de la vida, el ideal de la Unicidad y de la Unidad. Esto ha sido simplemente un cambio progresivo del foco de atención de una forma a otra, para obtener, desde un punto de vista más elevado, una nueva vislumbre de una posible verdad. Cada era (y la actual no es una excepción) creyó que su captación de la Realidad y su sensibilidad a la Belleza interna eran mejores y estaban más cerca que nunca de la Verdad. La más elevada comprensión de lo que se denomina la Vida Una es la percepción (del iniciado de grado superior) que ha alcanzado del Logos encarnado, la Deidad, y Su identificación con la conciencia de ese estupendo Creador Que trata de expresarse por medio del sistema solar. Ningún iniciado del planeta puede identificarse a sí mismo con la conciencia de ese Identificado Ser (en el sentido esotérico del término) quien en el Bhagavad Gita, dice: "Habiendo compenetrado toda el universo con un fragmento de Mí Mismo, Yo permanezco”.

Les recomiendo que reflexionen y consideren cuidadosamente estos pensamientos y procuren que haya una constante expansión del sentido de percepción y una creciente capacidad para hacer contactos comprensivos con esa Verdad, Realidad y Belleza emergentes que el universo manifiesta. Al mismo tiempo eviten los lirismos místicos sobre la Vida Una, que sólo son la negación de toda captación mental y la lujuria de una percepción sensual muy desarrollada y de naturaleza emocional de alto grado.

Todas las consideraciones hechas en este Tratado sobre los Siete Rayos se mantendrán necesariamente dentro del pensamiento, lo cual significa percibir la dualidad. Emplearé el lenguaje de la dualidad, pero no porque trate de recalcarla en
desmedro de la unidad (pues ésta es para mí algo real y la vislumbro como algo más que una posibilidad), sino porque todos los aspirantes, discípulos e iniciados, hasta la tercera iniciación –como lo he dicho anteriormente- oscilan como un péndulo entre los pares de opuestos espíritu y materia. No me refiero a los pares de opuestos sino a las dualidades del plano astral o emocional -reflejos ilusorios de los verdaderos pares de opuestos- fundamentales de la manifestación. Consideraré el material que es de valor práctico y puede ser captado por la inteligencia iluminada del hombre medio. Es necesario que los estudiantes, que buscan la iluminación y la correcta captación de la verdad, no pongan el énfasis frecuentemente sobre ciertos aspectos y presentaciones de la verdad, diciendo que unos son espirituales y otros mentales. En el reino denominado mental se halla el gran principio de la separatividad, produciéndose también allí la gran unificación. Las palabras del iniciado Pablo tienen aquí un lugar apropiado: "Que la mente que estuvo en Cristo esté en vosotros", y agrega en otra parte que el "Cristo había hecho en sí mismo de dos un nuevo hombre". Por medio de la mente se formula la teoría, se distingue la verdad y se capta la Deidad. Cuando hayamos avanzado más en el Sendero sólo veremos el espíritu en todas partes; el aforismo expresado por ese gran discípulo H.P.B. que dice "materia es espíritu en el punto inferior de su actividad cíclica", y "espíritu en materia en el séptimo plano" el superior, será con el tiempo una realidad en nuestra conciencia. Esto es una frase intelectual que tiene todavía muy poco significado, excepto que enuncia una verdad que no puede ser comprobada. Todo lo que existe es la expresión de la conciencia espiritual, la cual espiritualiza a través de su vida inherente a todas las formas materia.

La larva o el gusano que desarrolló su pequeña vida en una masa de sustancia en descomposición constituye una manifestación espiritual, como también lo es un iniciado que cumple con su destino en un conjunto de formas humanas, las cuales cambian rápidamente. Todo es Deidad manifestada; todo es expresión divina; todo es una especie de percepción sensible y de respuesta al medio ambiente, por lo tanto, un modo de expresarse conscientemente.

Los Siete Rayos son la primera diferenciación de la divina triplicidad Espíritu- Conciencia-Forma, y proporciona todo el campo de expresión para la Deidad manifestada. Se nos dice en las Escrituras del mundo que la interacción o la relación entre Padre-Espíritu y Madre-Materia produce eventualmente un tercero, el Hijo, o aspecto conciencia. A ese Hijo, producto de ambos, se lo define esotéricamente como "el Uno que fue tercero, pero que es segundo". La razón de dicha terminología reside en que primero existían los dos aspectos divinos Espíritu-Materia, o materia impregnada de vida, y únicamente cuando estos dos lograron su mutua unidad (observen la necesaria ambigüedad de esta frase) surgió el Hijo. El esotérico, sin embargo, considera al Espíritu-Materia como la primera unidad, y al Hijo, el segundo factor. Este Hijo, la vida divina encarnada en la materia y, por consiguiente, el que produce la diversidad y la inmensidad de formas, es la personificación de la cualidad divina. Podríamos por lo tanto emplear, para mayor claridad, los términos de Vida- Cualidad-Apariencia, que pueden reemplazarse por la triplicidad más común Espíritu- Alma-Cuerpo o Vida-Conciencia-Forma.

Utilizaré la palabra Vida cuando me refiera al Espíritu, a la energía, al Padre, al primer aspecto de la Divinidad y a ese Fuego eléctrico, dinámico y esencial que produce todo lo que existe, Fuente y Causa sustentadora y originadora de toda manifestación.

Utilizaré la palabra Apariencia para expresar lo que llamamos materia, forma o manifestación objetiva; es esa apariencia ilusoria, tangible y externa animada por la vida. Éste es el tercer aspecto, la Madre, salvaguardada y fertilizada por el Espíritu Santo o la Vida, unida a la sustancia inteligente. Es el fuego por fricción -fricción efectuada por la vida y la materia y su interacción, que produce un constante cambio y mutación.

Utilizaré la palabra Cualidad para expresar el segundo aspecto, el Hijo de Dios, el Cristo cósmico encarnado en la forma -forma que vino a la existencia por la relación espíritu materia. Dicha interacción produce la Entidad sicológica denominada el Cristo. El Cristo cósmico nos demostró su perfección, en lo que a la familia humana concierne, mediante el Cristo histórico. Esta entidad sicológica puede poner en función activa una cualidad que existe dentro de todas las formas humanas, la cual esotéricamente puede "eliminar las formas" y atraer tanto la atención, que oportunamente será considerada el factor principal y que constituye todo lo existente.

Tal verdad respecto a la vida, a la cualidad y a la forma, está bien y claramente evidenciado en la historia del Cristo de Galilea. Continuamente recordaba a su pueblo que Él no era lo que aparentaba ser, y tampoco era el Padre en el Cielo, y todos los que Lo aman y conocen se refieren a Él en términos de cualidad. Nos demostró la cualidad del amor de Dios, y personificó en Sí mismo no sólo lo que había desarrollado de las cualidades de los siete rayos, sino también -como lo hacen muy pocos hijos de Dios- el principio fundamental del rayo del Logos solar mismo, la cualidad del Amor. Esto lo estudiaremos más detenidamente cuando consideremos el segundo Rayo de Amor-Sabiduría.

Los siete rayos son la personificación de siete tipos de fuerza que nos demuestran las siete cualidades de la Deidad. Estas siete cualidades tienen por consiguiente un séptuple efecto sobre la materia y las formas que existan en todas partes del universo, y también una séptuple interrelación entre sí.

Vida, cualidad y apariencia, forman una síntesis en el universo manifestado y en el hombre encarnado, y el resultado de esta síntesis es séptuple, dando origen a siete tipos de formas cualificadas que surgen en cada plano y en cada reino. Debe recordarse que todos los planos, que desde nuestro pequeño punto de vista consideramos amorfos, no lo son en realidad. Nuestros siete planos son sólo siete subplanos del plano físico cósmico. No nos ocuparemos de los planos, excepto en su relación con el desarrollo del hombre, ni del macrocosmos, ni de la vida en desarrollo del Cristo cósmico. Limitaremos totalmente nuestra atención al hombre y a sus reacciones sicológicas hacia las formas cualificadas, en tres direcciones: hacia las formas que existen en los reinos subhumanos de la naturaleza, aquellas con las cuales está asociado en la familia humana, las de la Jerarquía guiadora, y las del mundo de las almas. Los siete tipos de rayo deben ser estudiados en su totalidad desde el punto de vista humano, porque este tratado está destinado a proporcionar al hombre un nuevo acercamiento sicológico mediante la comprensión de las energías, siete en total, y sus cuarenta y nueve diferenciaciones, las cuales lo animan y hacen de él lo que es. Más adelante, a medida que estudiemos cada tipo de rayo, someteremos al hombre a un detenido análisis y estudiaremos su forma de reaccionar en estas tres direcciones.

Estos siete rayos son las siete corrientes de fuerza que emergen de una energía central después que (desde el punto del tiempo) fue establecido ese vórtice de energía. Entonces entre el espíritu y la materia se produjo la interacción, y la forma, o apariencia, del sistema solar inició su proceso de llegar a ser -proceso que conduce oportunamente a ser. Esta idea es antigua y verídica. En los escritos de Platón y de los iniciados que antiguamente sentaron las proposiciones fundamentales que guiaron a la mentalidad humana durante épocas, se hace referencia a los siete eones y a las siete emanaciones, a la vida y a la naturaleza de los "Siete Espíritus que están ante el Trono de Dios". Estas grandes Vidas, actuando dentro de los límites del sistema solar, reunieron en Sí la sustancia que necesitaban para la manifestación, y construyeron las formas y apariencias mediante las cuales podían expresar mejor Sus cualidades innatas. Dentro de Su radio de influencia reunieron todo lo que ahora existe. Este conglomerado de material cualificado constituye Su cuerpo de manifestación, así como el sistema solar es el cuerpo de manifestación de los aspectos de la Trinidad.

Esta idea podrá captarse mejor si se recuerda que todo ser humano constituye a su vez un conjunto de átomos y células que componen la forma, en la cual están diseminados órganos y centros de vida diferenciados, que actúan con ritmo y relación, pero poseen distintas influencias y diferentes propósitos. Este conglomerado de formas animadas tiene la apariencia de una entidad o vida central, caracterizada por su propia cualidad que actúa de acuerdo al grado de evolución, impresionando así con su radiación y vida a todo átomo, célula y organismo dentro del radio de su influencia inmediata y también a cada ser humano con quien se pone en contacto. El hombre constituye una entidad síquica, una Vida que, mediante la influencia irradiatoria, ha construido una forma, la ha matizado con Su cualidad síquica, presentando así en el mundo circundante una apariencia que persistirá durante todo el tiempo que viva en esa forma.

Esta afirmación abarca también la historia de la vida y la aparición cualificada de uno de los siete rayos. Dios, Rayo, Vida y Hombre, son todas entidades sicológicas y constructoras de formas. En consecuencia, una gran vida sicológica está apareciendo a través de un sistema solar, y siete vidas sicológicas, cualificadas por siete tipos de fuerza, también están apareciendo por intermedio de los siete planetas. Cada vida planetaria repite la misma técnica de manifestación, vida, cualidad y apariencia, y en su segundo aspecto cualitativo se manifiesta como una entidad sicológica. Cada ser humano es una réplica en miniatura de todo el plan.

También es espíritu, alma y cuerpo; vida, cualidad y apariencia. Cobra su apariencia con su cualidad y la anima con su vida. Debido a que todas las apariencias son expresiones de la cualidad, y las menores están incluidas en las mayores, cada forma de la naturaleza y cada ser humano pertenece a uno de los siete rayos cualificadores, y su apariencia en la forma fenoménica está matizada por la cualidad de su rayo fundamental y cualificado predominantemente por el rayo de esa vida particular de cuya emanación surgió, pero incluirá también, en forma secundaria, los otros seis tipos de rayo. Por lo tanto, aceptemos -como analogía simbólica-, la realidad de una Vida Central (externa y fuera del sistema solar y, sin embargo, dentro de él durante el proceso de manifestación). Que decide dentro de Sí misma tomar forma material y encarnar. Así se establece un vórtice de fuerza como paso preliminar, entonces tenemos al mismo tiempo a Dios Inmanente y a Dios Trascendente. Este vértice, resultado de su actividad inicial, se manifiesta por intermedio de lo que llamamos sustancia (utilizando un término técnico de la ciencia moderna, lo mejor que podemos hacer por ahora), o a través del éter del espacio. La consecuencia de esta interacción activa de la vida y la sustancia es que se constituye una unidad básica. Padre y Madre se han unido. Dicha unidad está caracterizada por la cualidad. Por medio de esta triplicidad de vida, cualidad y forma, la Vida central evoca y manifiesta conciencia, es decir, responde conscientemente a todo lo que acontece, pero en un grado que resulta imposible conocerlo, debido a que estamos limitados por nuestra actual y muy poco desarrollada etapa de evolución.

Quienes estudian este tratado deben tener en cuenta que es necesario familiarizarse, desde el comienzo, con estos cuatro factores condicionantes -vida -cualidad- apariencia- y su resultado o síntesis, que denominamos Conciencia. Por eso, siempre hablamos de lo que está fuera de la apariencia y de lo que es consciente de esa apariencia. Esto involucra la percepción de su desarrollo material, la consiguiente expresión adecuada y también la percepción de su desarrollo síquico. Ningún estudio sobre los rayos es posible si no se conocen estos cuatro factores. Captaremos el tema con mayor facilidad si aprendemos a considerarnos como una exacta (aunque todavía no desarrollada) expresión y reflejo de este cuaternario inicial y creador. Somos vidas que aparecen, expresan cualidad y lentamente se dan cuenta del proceso y objetivo a medida que nuestras conciencias se asemejan cada vez más a la de la Divinidad Misma.


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