jueves, 27 de julio de 2017

EL EGO, LA SOLEDAD, LA NADA ( FILOSOFÍA ORIENTAL) OSHO

SÓLO PARA MEDITAR

La segunda pregunta:
En las últimas semanas, justo cuando me siento sobrecogida por el misterio y el milagro de la vida y este mundo, de pronto siento que todo lo externo desciende cada vez más cerca hasta que entra por mis ojos. Entonces me encuentro mirando lo que parece una pantalla unidimensional en mis ojos. Es como si no hubiera nada más que yo, y estoy tan sola. Pero entonces hay gente en la escena interactuando conmigo, y me siento confusa. ¿Y qué pasa contigo? Tú también pareces solo parte de la imagen.

Aunque esto solo dura unos pocos segundos, me siento muy aterrorizada cuando sucede. ¿Es esto mi mente que juega conmigo? ¿Cómo podría estar realmente tan sola?

Maitri, uno siempre está solo. La soledad es suprema; pero la soledad no es aislamiento. No estás aislada. Y es ahí donde radica todo el malentendido y lo que hace que te sientas aterrorizada. Estar aislada significa que echas en falta al otro. Estar aislada es un estado negativo. Estar aislada significa que te sientes vacía, que estás buscando al otro: crees en el otro, dependes del otro... y el otro no está. Y como el otro no está, hay una gran nada; pero esa nada es un tipo de nada negativa. Buscas a tientas al otro, y no puedes encontrar al otro, y todo empieza a desaparecer. Y cuando todo comienza a desaparecer, el problema real es: tú no puedes seguir siendo tú misma.

Cuando todo lo demás haya desaparecido, tú también tendrás que desaparecer, porque dependes de los demás, eres solo un reflejo de los demás. Has visto tu rostro en los ojos de los otros; han sido espejos. Ahora ya no hay espejos: ¿quién eres? Todo ha desaparecido; entonces, ¿cómo puedes permanecer en este aislamiento? Tú también te empiezas a evaporar y eso crea un gran miedo: el miedo a la muerte.

El ego empieza a morir y el ego empieza a buscar en alguna parte a alguien a quien aferrarse. Y ésa es la razón por la que enseguida empiezas a interactuar con la gente. Debido al miedo a la muerte, empiezas a estar ocupada con otros de nuevo. Y entonces habrá una gran confusión, porque tu ser natural estaba entrando en una profunda nada. Pero te asustaste y te sacaste de ella. Creaste una contradicción en la energía: la energía iba hacia dentro y tú saliste de un salto, por eso hay confusión.

 Pero la soledad es suprema. Y cuando digo que la soledad es suprema, quiero decir que solo hay una, no hay muchas. No estás separada de la existencia. Nadie está separado de nadie; la existencia es absolutamente una. La idea misma de la separación es nuestra desdicha; la idea misma de que «Soy una isla» crea el infierno. Nadie es una isla, pertenecemos al continente; formamos parte de esta existencia oceánica. El pasado, el presente, el futuro, en todas las direcciones y todas las dimensiones, todo es uno. De hecho, la palabra «solo» significa todo-uno: eso es la soledad. Todo-uno es solo*.

Pero para eso, Maitri, tendrás que entrar un poco más en esta nada. Primero la nada es negativa; lo negativo es el núcleo externo, la cáscara. Si profundizas un poco más, encontrarás la nada positiva. La nada positiva es lo que Buda llama nirvana, iluminación, shunya. Cuando has profundizado y has cruzado la cáscara la parte negativa dura, la parte oscura, de pronto hay luz, la noche ha terminado. Y entonces sientes un tipo totalmente nuevo de soledad que nunca has sentido antes, y entonces conoces la diferencia entre aislamiento y soledad. En el aislamiento buscabas al otro, en la soledad el otro ha desaparecido y el ego también ha desaparecido. Ahora no hay nadie dentro ni nadie fuera, y todo es uno.

Esta unidad, esta absoluta unidad trae consigo una bendición. Entonces no hay miedo, no puede haberlo, porque ahora no puede haber muerte; ¿cómo va a haber miedo? La muerte ya ha sucedido, lo que podía morir ya ha muerto. Ahora estás en el mundo de la inmortalidad, has encontrado el elixir. Éste es el néctar del que hablaremos una y otra vez en estos sutras de El secreto de la Flor Dorada. Este es el néctar, amrit. Éste es el elixir, la piedra filosofal. Una vez que lo has saboreado, toda muerte ha desaparecido, todo tiempo ha desaparecido, todas las distinciones han desaparecido. Ahora verás el árbol como tu extensión, la nube como tu extensión, o tú como la extensión del árbol. Ahora el centro está en todas partes y en ninguna parte. El «yo» ya no existe. La palabra misma se ha vuelto absolutamente falsa.

Una vez, un misionero cristiano le preguntó a un maestro Zen: «¿No es el punto final del viaje del hombre la unión con Dios?»
El maestro Zen dijo: «El punto final del viaje del hombre no es la unión con Dios, porque nunca ha habido una separación. Lo único que se necesita es el destello de lucidez que hace que lo veas.»

El Tao, el Zen, el Tantra... Su lucidez es mucho más profunda que las denominadas religiones del mercado. El cristianismo piensa en términos de unirse con Dios, de ser uno con Dios; pero la lucidez del maestro Zen es mucho más penetrante y profunda. Dice: «¿Pero cuándo ha habido separación? ¿Cuándo? No la ha habido en absoluto; has estado soñando que estás separado. ¡Simplemente, sal del sueño! No hay unión, siempre has sido uno con la existencia. Ni por un solo momento ha habido una separación, no hay posibilidad de separación.»


* Juego de palabras con all-oneness y aloneness, y all-one y alone, que se pierde con la traducción. (N. del T.)

Maitri, estás llegando a un entendimiento muy, muy importante, significativo. Si no te asustas y te sales de esta experiencia, puede que alcances el destello de lucidez que hace que lo veas: que todo es uno.

Pero siempre llega el miedo. No es nuevo. Todo buscador tiene que pasar por ello. Y es realmente tanto que antes de pensar en ello ya te has salido. Es tan aterrador que no te da tiempo, espacio, para considerarlo: ¿qué hacer? Es como si ardiera tu casa... Ya no piensas: «¿Debería salir corriendo o no?» No hay más alternativas; simplemente sales corriendo de la casa sin pensar. No hay tiempo para pensar. Después puedes pensar: cuando estás fuera de la casa, sentado bajo un árbol, puedes permitirte el lujo de pensar y considerar. Pero cuando la casa arde, ¿cómo vas a pensar? Es necesaria inmediatamente la acción, y el pensamiento nunca es inmediato. Ése es el problema.

Cuando entras en tu soledad, al principio te sientes aislado, porque has vivido con la idea del otro. Era una idea que era un sueño; el otro no existe. «Yo» y «tú»: ambos son falsos. Martin Buber dice que la cualidad suprema de la oración es un diálogo entre «yo» y «tú.» Ahí es donde el judaísmo se quedó estancado: la oración suprema no es un diálogo, en absoluto; la oración suprema es un monólogo, porque el otro no existe.

Un maestro Zen solía exclamar su propio nombre por la mañana, todas las mañanas. Gritaba su propio nombre y decía: «¿Qué tal estás?» Y respondía: «Estoy perfectamente bien, señor.»

Pensarás que está loco..., pero esto es oración. No hay «yo», no hay «tú»; tienes que hacer los dos papeles. Es un juego, una representación. La oración es un juego: jugar con tu propio ser. No hay «otro».

Pero el judaísmo se quedó estancado en la idea de «yo» y «tú». Por eso estaban tan en contra de Jesús, porque él declaraba..., aunque no de una manera tan drástica como lo declara un maestro Zen... No podía ser más drástico en la situación en la que se encontraba. Pero aún así dijo: «Yo y mi Padre somos uno.» Pero eso fue suficiente para enfurecer a la gente. La gente estaba muy enfadada: «¿Qué está diciendo? ¿Se está declarando Dios?»

No está diciendo nada, no se está declarando Dios. Simplemente está diciendo que no hay Dios y no hay devoto; solo hay uno. Puedes llamarlo devoto en cierta situación, puedes llamarlo Dios en otra situación. Por eso dice: «Yo y mi Padre somos uno. Si miras mi cuerpo, soy el hijo; si miras mi alma, soy el padre. Si miras mi forma, soy un hombre, el hijo del hombre; si miras mi esencia, soy el hijo de Dios.» Por eso sigue repitiéndolo una y otra vez. A veces dice: «Soy el hijo del hombre», y a veces dice: «Soy el hijo de Dios.» Parece contradictorio; no lo es.

Maitri, dices: «En las últimas semanas, justo cuando me siento sobrecogida por el misterio y el milagro de la vida y este mundo, de pronto siento que todo lo externo desciende cada vez más cerca hasta que entra por mis ojos.»

Todo lo que ves es una proyección de tus ojos. El mundo, tal como es, aún no lo has visto. Lo que has visto es una proyección, de modo que cuando empieces a ir hacia dentro, todo lo que has proyectado en el mundo se acercará más y más y más a tus ojos y desaparecerá en tus ojos. Este mundo es una proyección de tus ojos. No ves lo que es; proyectas un sueño sobre ello.

Por ejemplo, hay un gran diamante, el Kohinoor. En realidad, es solo una piedra como cualquier otra, pero hemos proyectado mucho valor en ella. Muchas personas han muerto debido al Kohinoor; el que lo poseía era asesinado. Ahora observa toda la tontería que supone esto: esa piedra ha resultado muy asesina... debido a las proyecciones de la gente. Es una de las cosas más valiosas del mundo, la cosa más costosa del mundo; pero si el hombre desaparece de la Tierra, ¿será algo más que cualquier otro guijarro? Estará ahí tirado con los demás guijarros, de la misma manera. No habrá distinción, no habrá diferencia.

¿De dónde viene la diferencia? Nuestros ojos proyectan, nosotros lo hacemos especial. Seguimos vertiendo nuestro deseo, nuestra avaricia, sobre él. Se vuelve muy valioso, y también muy peligroso. Si estás meditando acerca del Kohinoor, viéndolo, viéndolo en silencio, llegará un momento en que verás que algo del Kohinoor se acerca más y más a tus ojos y luego desaparece en tus ojos. Entonces abres los ojos: el Kohinoor ha desaparecido; hay algo, pero no lo has conocido antes y lo que conocías antes ya no está.

Una experiencia muy hermosa, enormemente significativa; entra en ella, entra más y más hondamente en ella. Deja que desaparezca el mundo entero. Sí, yo también desapareceré en eso, porque lo que yo soy aún no lo has visto, y lo que ves es tu proyección. Tu proyección desaparecerá, y cuando han desaparecido todas tus proyecciones, el mundo llega en toda su desnudez, tal como es.

Y qué maravilla! Entonces las cosas pequeñas son tan hermosas; entonces las piedras corrientes son tan asombrosas. No pueden ser asombrosas debido al Kohinoor; lo has proyectado todo en el Kohinoor, no has dejado nada de amor para ninguna otra cosa. Cuando desaparece la proyección y abres los ojos, los ojos vacíos..., sin proyectar nada en absoluto, simplemente viendo lo que es, sin ninguna idea de lo que es, sin nombres, sin etiquetas, sin interpretaciones, simplemente viendo, vacío, pasivo..., el mundo llega a tener un significado, una significación totalmente diferente.

«De pronto siento que todo lo externo desciende cada vez más cerca, hasta que entra por mis ojos. Entonces me encuentro mirando lo que parece una pantalla unidimensional en mis ojos.»

Perfectamente bien y perfectamente correcto. Ésa es la manera de entrar más hondamente en meditación.

«Es como si no hubiera nada más que yo, y estoy tan sola.»

El único problema es que tú todavía estás ahí, por eso te sientes tan sola. Quieres decir aislada. El «yo» se queda solo, «tú» ha desaparecido, y sin el «tú», el «yo» se siente aislado. El «yo» existe solamente en relación; el «yo» no es una entidad, sino una relación: no puede existir sin el «tú», necesita el «tú». ¿Cómo va a existir el amante sin la persona amada? Cuando la persona amada ya no está, el amante empieza a desaparecer. Necesitas a la persona amada; el amor es una relación. Así también el «yo» es una relación. Y como todavía estás protegiendo al «yo» de alguna manera, no has tenido el valor suficiente para dejar que se vaya también.

Igual que ha desaparecido el mundo entero, deja que desaparezca también este «yo.» Al principio será aterrador; será un proceso de muerte..., es un proceso de muerte. Parecerá que te estás suicidando, parecerá... ¿Quién sabe adonde estás yendo, si vas a volver otra vez o no? Parecerá que está explotando en ti la locura, y surgirá un gran miedo, y en ese miedo te saldrás una y otra vez. Sucederá muchas veces. Poco a poco, tendrás que aprender a no tener tanto miedo; no hay nada que temer: estás muy cerca del tesoro.

Hay momentos en que es necesario un maestro para ayudarte, para darte valor, para tomarte de la mano, para decirte: «Todo está perfectamente bien. ¡Entra!»

Yo tuve que pasar por lo mismo y también estaba tan asustado como tú. Y me salí muchas veces, como te estás saliendo tú. Y tú tienes más suerte que yo, porque yo no tenía ningún maestro, nadie que me diera valor, nadie que me tomara de la mano. Estaba simplemente luchando conmigo mismo. No había nadie que pudiera decirme lo que iba a suceder. Tuve que andar a tientas y entrar en ello..., y era peligroso, era enloquecedor. Y las personas que estaban a mi alrededor en aquellos días habían empezado a creer que me había vuelto loco. Todos los que me querían estaban preocupados. Mis amigos estaban preocupados, mis profesores, mis catedráticos de la universidad estaban preocupados, todo el mundo estaba preocupado. Pero tuve que ir. Muchas veces me salí. El miedo era tan intenso. Estoy perfectamente familiarizado con el miedo.

Pero un día tienes que afrontarlo y pasar por él, porque recaes en él una y otra vez y te sales corriendo y lo de fuera ya no tiene sentido. Lo de fuera está todo vacío, y entras en ti y surge el miedo... Tienes que elegir entre los dos. Lo externo ya no es relevante. Puedes seguir haciendo gestos vacíos, pero ¿durante cuánto tiempo puedes engañarte a ti mismo? Sabes que la pantalla está vacía y que todas tus proyecciones están muertas, y entras en ti y surge el miedo; surge una gran tormenta de miedo. Pero no hay otro camino: hay que pasar por ello para saber exactamente qué sucede después de esta muerte. Cuanto antes te armes de valor, mejor.

Y te digo de nuevo que tienes más suerte, porque yo estoy delante de ti en ese vacío absoluto, llamándote: «¡Venga! Venid todos. ¡Venid!» Y sigo llamándote como Cristo llamó a Lázaro para que saliera de la tumba: «¡Lázaro, sal!» En realidad, esa parábola no es un hecho histórico. Es una parábola. Es una parábola acerca de ir del exterior al interior.

El exterior se vuelve una tumba cuando pierde sentido. El exterior se vuelve una insignificancia, un páramo, una tumba. Ya no crece nada en él, ya no florece nada en él, ninguna posibilidad de ninguna canción ni danza, y vives tan solo en movimientos vacíos, gestos vacíos.

Pero el maestro está donde te da miedo ir, y te llama desde ahí. No estoy fuera de ti; me encontrarás en esa nada interna; no como yo, por supuesto; no como una persona, sino como una presencia; no separado de ti, sino uno contigo.

Por eso insisto tanto sobre sannyas. A menos que seas un sannyasin, me resultará difícil llamarte desde dentro. Puedo llamarte desde fuera, pero entonces sigues siendo solo un estudiante. Puedo enseñarte algunas cosas... Eso se convertirá en conocimientos; pero no puedo llamarte desde dentro, desde tu mismo corazón. Y eso es lo necesario. Eso solo es posible si te vuelves un discípulo, si eres un sannyasin, si estás dispuesto a ir conmigo, si estás listo para confiar en mí, al menos en algunos momentos. Yo usaré esos «algunos momentos» y tarde o temprano se volverán tu estado mismo de ser.

Así que continúa. Deja que este «mi», este «yo» desaparezca también. Y una vez que este «yo» desaparece no hay aislamiento, hay soledad. Y la soledad es bella; la soledad es libertad, es una sensación muy positiva de bienestar, una sensación positiva de gran alegría. Es un gran momento, muy festivo. Es una celebración.

«Es como si no hubiera nada más que yo, y estoy tan sola.» Sí, si el «yo» permanece seguirás aislada.

«Pero entonces hay gente en la escena interactuando conmigo, y me siento confusa. ¿Y qué pasa contigo? Tú también pareces ser solo parte de la imagen.»

Permite que me vuelva parte de la imagen en el exterior; solo entonces puedo empezar a trabajar desde el interior. Déjame desaparecer del exterior para que puedas verme dentro. Y ésa será mi verdad. Y ésa es la verdad de Cristo y ésa es la verdad de Buda y Krishna. Ésa es la verdad de todos los maestros, de todos los que han despertado.

«Aunque esto solo dura unos pocos segundos, me siento muy aterrorizada cuando sucede.» Es natural, pero ármate de valor Estoy contigo. Entra.

«¿Es esto mi mente que juega conmigo?»

No, en absoluto. La mente crea el miedo, no esta experiencia. La mente está jugando cuando crea el miedo. No es la mente cuando ves que todas tus proyecciones se acercan más y más y desaparecen en tus ojos; no es la mente cuando todo se vuelve una pantalla blanca vacía. No es la mente, es meditación: es el movimiento hacia la no-mente. La mente crea el miedo: cuando se acerca mucho a la no-mente, se asusta tanto de la muerte que crea el miedo, y en ese miedo vuelves a salirte rápidamente.

La próxima vez que suceda, entra, a pesar del miedo. Sé simplemente como el elefante que sigue avanzando aunque los perros no paren de ladrar. Deja que ladren los perros de la mente, tú sigue avanzando como un elefante. No te preocupes en absoluto por la mente, por lo que esté diciendo.

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