jueves, 1 de septiembre de 2016

LA RELIGIÓN PROHIBIDA (12) ULTIMA ENTRADA

22. LA LIBERACION VERDADERA DEL .......ESPIRITU

Con lo que hemos dicho hasta aquí, estamos en condiciones de responder las tres preguntas fundamentales que los hombres raramente se hacen alguna vez en su vida. Estas tres preguntas son: ¿Quién soy yo? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué debo hacer en esta vida? ¿Quién soy yo? Soy un Espíritu increado y eterno, encadenado al cuerpo-alma creado y efímero, aprisionado en la materia. ¿Por qué estoy aquí? Estoy aquí para ser usado como animal de laboratorio, en un experimento descabellado y demencial concebido por un dios inferior. Este plan requiere del aprisionamiento de un Espíritu Eterno, a fin de utilizar su potencia antimateria para impulsar la evolución de ese engendro impuro y perecedero denominado cuerpoalma.

Para que un hombre pueda alcanzar alguna vez el objetivo final para el cual ha sido creado, su transformación en el demiurgo, es imprescindible la potencia de un Espíritu. Esta energía antimateria, capaz por sí sola de poner en peligro a toda la creación, es parcialmente desactivada y disminuida a fin de ser utilizada sin peligro. Para ello el Espíritu debe ser encerrado y confundido, para que aporte solo una ínfima parte de su potencial a la obra siniestra del demiurgo.

¿Qué debo hacer en esta vida? Debo despertar. Debo tomar conciencia de mi verdadera situación y hallar una salida. A continuación deberé liberarme y escapar de la prisión. Hemos dado respuesta a las tres preguntas. Ahora veremos qué nos dice sobre esto Gustav Meyrink, el gran iniciado Gnóstico que pasó exitosamente por esta experiencia. Meyrink nos da las claves del proceso de liberación del Espíritu en su obra más profunda y extraordinaria: “El rostro verde”. Vamos a repasar estas claves aquí, porque son una respuesta perfecta a la tercera pregunta que nos hicimos sobre qué debo hacer. Después agregaremos varias cosas más.

Dice Meyrink: “El segundo nacimiento es espiritual”, “el segundo nacimiento es cuando se libera el espíritu”, “el segundo nacimiento espiritual nos lleva a la vida eterna”. Meyrink nos da una técnica, nos recomienda algo práctico que debemos hacer: “Debes pedirle al espíritu, porque el
único que puede escucharte es el espíritu”, “debes hablarle a él, pedirle sólo a él”. Aquí Meyrink se refiere sin duda a que el Dios Incognoscible está muy lejos para el hombre común, y el demiurgo, que tal vez podría escucharlo, es un juez que jamás modificaría sus sentencias kármicas para acceder a un pedido insignificante de un insignificante hombre. Sólo queda pedirle al Espíritu. En el caso de un hombre despierto y liberado las cosas son diferentes, él sí podrá torcer voluntades, leyes y destinos. Pero si un hombre común desea ser escuchado, deberá hablarle a su Espíritu. Dice Meyrink: “Si quieres rezar, reza a tu yo invisible, es el único Dios que prestará oídos a tus oraciones”. También agrega: “Si quieres avanzar al galope, pídele a tu espíritu que te lleve a la gran meta por el camino más corto, y él lo hará”. Para avanzar hacia esa “gran meta” no hay que mirar atrás, no hay que mirar a los costados, no hay que distraerse, la atención no debe ser desviada por las muchas tentaciones que hay en el mundo. Hay que tener los ojos y la voluntad fijos en esa gran meta.

Meyrink nos ha dado unas buenas ideas y nosotros podemos ponerlas en práctica por las noches. Estando acostados y listos para dormir, podemos repetir mentalmente frases similares a estas: “Quiero unirme a tí, Espíritu Eterno”, “quiero despertar”, “llévame a la Gran Meta”.
Indefectiblemente, a la mañana siguiente notaremos cambios.

Pero muy pocos hombres hablan a su Espíritu ¡Si la mayoría duerme como un tronco! Para Meyrink, “la liberación del espíritu es lo único digno de hacer por un hombre en su vida, es la única tarea que puede llevar adelante, no hay otra tarea que justifique tomarse un tiempo para efectuarla, todas las demás obras son inútiles, esta es la única y la más importante tarea a la que un hombre puede dedicar su vida”.

A medida que el Espíritu se va liberando, va Espiritualizando el cuerpo y el alma del hombre. Esa es la “gran meta” de Meyrink, que el Espíritu transforme al cuerpo, que el cuerpo sea Espiritualizado y transmutado por el Espíritu. ¡Que cosa terrible para el demiurgo, si esto sucediera! Él ha creado el cuerpo y el alma del hombre con otro fin: para que se parezca a él, para que se transforme en él. ¡Y ahora resulta que se están transformando en Espíritu! No sólo el prisionero se ha liberado sino que además ¡Se está apoderando de un trozo de su obra! Él ha creado al hombre para que evolucione hasta convertirse en un canal de manifestación de él mismo, de su creador. ¡Y de pronto se está transformando en instrumento de manifestación del Espíritu! El Espíritu liberado le está arrebatando su obra más importante y dando por tierra con sus planes. El demiurgo creó al hombre para que lo admire y adore, y ha ocurrido lo contrario: el cuerpo y el alma del hombre han sido transformados por el Espíritu en terribles opositores al creador y su obra.

Dice Meyrink que a medida que el hombre va siendo transformado, va tomando conciencia de lo absurdo de todo. Paulatinamente se percata que los demás hombres no son más que espectros y fantasmas, y que él mismo siempre ha sido un espectro y un fantasma. Un hombre así transformado, siente la soledad más terrible que se puede imaginar. Pero lentamente se irá adaptando a este nuevo estado, irá superando todo lo inferior y la soledad que sintió en un principio, y llegará a un nuevo reino: la vigilia. Meyrink dice que “la vigilia es el despertar del yo inmortal y eterno”. El hombre ha despertado y ya no dormirá más. Está en un estado de vigilia permanente, como Caín, el Inmortal.

Sólo el hombre que ha despertado y se ha Espiritualizado se ha vuelto inmortal y eterno, y ni siquiera el pralaya podrá destruirlo. Pero todo esto no llega solo, es sólo una remota posibilidad. Deberá ser conquistado mediante esfuerzos supremos. Meyrink agrega que, cuando un Espíritu se libera toda la creación se libera un poco. Cuando un cuerpo y un alma son Espiritualizados y transmutados por el Espíritu, toda la creación es Espiritualizada en cierta medida. La Suprema Obra Gnóstica repercute en el cosmos, decimos nosotros. Dice Meyrink así: “Conque un solo hombre se transforme profundamente, su obra nunca perecerá, habrá abierto un hueco que ya no se cerrará más. Aunque los demás no se den cuenta, habrá desgarrado la red que mantiene prisionera a la humanidad”.

Según Meyrink, cuando el Espíritu se hace cargo, el hombre así transformado puede vivir en varias dimensiones a la vez, pues ha alterado el espacio y el tiempo. Él es un rey en estos mundos, él se ha hecho un rey de toda esta creación, puede transportarse de un lugar a otro o puede estar en varios lugares diferentes a la vez. Así es el poder del Espíritu.

Aquí termina nuestra reseña de las principales ideas Gnósticas que Meyrink nos ha legado. Veamos ahora qué nos dice la Gnosis Primordial sobre este proceso de liberación del Espíritu. Para comenzar este proceso, el hombre debe elegir uno de sus yoes, el más fuerte, el más parecido a su Espíritu. No importan los demás yoes, sólo importa ese yo, el yo del Espíritu. Hay muchos yoes en cada hombre, pero solo uno corresponde al Espíritu. El resto son yoes del alma. Estos últimos impulsan al hombre a “amar a Dios”, “amar al prójimo”, “poner la otra mejilla”, “compartir todo con los demás”, “colaborar en la obra de Dios”, etc. El yo del Espíritu, por el contrario, es el máximo opositor al creador y su creación. Es preciso distinguir entre el yo que corresponde al Espíritu y al Dios Incognoscible, por una parte, y los demás yoes, verdaderas legiones de diablos, por la otra. Santo Tomás decía “distinguir para unir”, y un Gnóstico diría “distinguir para des-unir”. Distinguir para discriminar mejor, para poner cada cosa en su lugar y aceptar lo bueno y rechazar lo malo. Aceptar lo que nos despierta y libera, y rechazar lo que nos encadena y aprisiona. Distinguir para desunir y separar los dos bandos irreconciliables, en pugna
dentro del hombre. Distinguir y separar para salir de la confusión, para situar cada cosa en el lugar que le corresponde. El Espíritu en el hombre representa al Dios Incognoscible. El cuerpo y el alma del hombre representan al dios creador. Eso es lo que debemos distinguir: el bien y el mal
dentro del hombre.

Ya dijimos que el hombre tiene ante sí dos caminos y deberá elegir uno de ellos: el camino del Espíritu o el camino del alma, agrandar el yo o renunciar a él, reflejar al Incognoscible o reflejar al demiurgo. Quien elija el camino del alma será disuelto en el demiurgo. Quien elija el camino del Espíritu deberá enfrentar al demiurgo y luchar contra él cara a cara, única manera de liberar su Espíritu. En esta lucha final, el demiurgo será la gran fuerza disolvente, también llamada kundalini, el demiurgo en el hombre. Si el guerrero fracasa no tendrá una segunda oportunidad en ese manvantara. Su yo podrá ser desintegrado en mil pedazos, morirá o se volverá loco. En los manicomios hay muchos de estos casos: guerreros vencidos por la fuerza kundalini del demiurgo. En el mejor de los casos se convertirá en un adorador permanente del creador, o en un “maestro” de la logia blanca. Por el contrario, si el yo del Espíritu es lo suficientemente fuerte, podrá vencer al demiurgo-kundalini y liberar al Espíritu para siempre. Perderá su conciencia por breve tiempo y resucitará luego como Espíritu. El guerrero podrá apoderarse, además, de la fuerza kundalini y usarla contra el mismo demiurgo.

También ha habido casos en que el guerrero está tan imbuído de poder Espiritual que el demiurgo-kundalini se niega a luchar contra él, y el guerrero por distintos medios lo obliga a aparecer y a combatir. En esta guerra final, tan esencial y definitiva, el guerrero podrá perderlo todo durante
ese manvantara o ganarlo todo por toda la eternidad. ¿Qué guerrero no estaría ansioso por intervenir en esta guerra? Si el guerrero resulta victorioso, si ha logrado construir
un puente hacia el Espíritu y lo ha liberado de su prisión en la materia, alcanzando la Salvación Verdadera, aparecen ante él nuevamente dos caminos. Ha vencido al demiurgo, ha conmocionado a todo el universo y nuevamente se halla revestido de los poderes inherentes al Espíritu, infinitamente superiores a los del dios creador. Pero deberá una vez más elegir entre dos posibilidades. Uno de esos caminos es retornar al reino del Dios Incognoscible de donde ha venido y no retornar jamás al infierno del demiurgo. En ese caso, volverá a ser lo que era antes de su encarcelamiento en la materia. El otro camino, por el que generalmente opta la mayoría de los Espíritus liberados, es quedarse en este mundo para luchar por la liberación de los demás Espíritus cautivos. Entonces, o abandona para siempre su cuerpo y su alma y regresa al mundo de donde proviene, o decide permanecer aquí y continuar la lucha por la liberación de los prisioneros
del demiurgo. Si decide quedarse se habrá convertido en un salvador de la humanidad y del mundo, en un divya inmortal y eterno, en un nuevo miembro de la Orden Negra de los Guerreros del Espíritu.

Cuando un Espíritu liberado opta por permanecer en el infierno del demiurgo para continuar la lucha, hasta que haya sido liberado el último de los Espíritus encadenados, deberá utilizar su cuerpo y su alma como instrumentos. Pero su viejo cuerpo y su vieja alma, creados por el demiurgo, no son aptos para contener a un Espíritu que ha roto las cadenas y ha recuperado sus poderes. Serían inmediatamente desintegrados. El Espíritu habrá de transformar primeramente
su cuerpo y su alma. Originalmente impuros, de materia demiúrgica y perecedera, el cuerpo y el alma serán transmutados por el Espíritu en materia divina y eterna: el vajra indestructible. El barro y el aliento del demiurgo se volverán así puros y gloriosos. Formarán con el Espíritu una sola entidad, inseparable e indisoluble por toda la eternidad. El Espíritu se habrá así revestido de vajra, la materia divina que le permitirá actuar y desplazarse por los espacios y tiempos del plano del demiurgo, a la vez que producirá fenómenos sincronísticos casi continuamente.

El vajra, resultado de la transformación de la materia impura por un Espíritu liberado, es rojo como la sangre y más duro que el diamante. El vajra es indestructible y eterno, no puede ser destruido por el demiurgo al finalizar un manvantara. El Espíritu triunfante ha arrebatado al demiurgo parte de su creación, un cuerpo y un alma, y los ha transformado en materia divina sobre la que aquel ya no tiene control. ¡Por el poder del Espíritu lo creado se ha transmutado en increado! El demiurgo creó el cuerpo y el alma del hombre para que sirvan de cárcel del Espíritu. ¡Y ahora resulta que el Espíritu liberado los está utilizando como herramientas para oponerse a su obra y a sus planes!

Ha llegado la hora de la venganza del Espíritu. Decíamos que el Espíritu se ha hecho una sola entidad divina con su cuerpo y su alma. Ahora será para siempre un Espíritu-Alma-Cuerpo, por toda la eternidad. Esta entidad tendrá los mismos rasgos físicos que tenía el guerrero en el momento de su transformación. Joven, viejo, rubio, moreno, los mismos rasgos físicos que tenía en el momento de su transmutación en materia divina de vajra indestructible. En este proceso de liberación y triunfo del Espíritu, se dice que el cuerpo y el alma han muerto y han resucitado posteriormente. El Espíritu los ha salvado y los ha integrado a él. El Espíritu, ahora revestido del cuerpo-alma de vajra, se ha hecho distinto también a los demás Espíritus. Ya nunca más será como era antes de su aprisionamiento por el demiurgo: un Espíritu libre del plano incognoscible. Decidió permanecer en el infierno demiúrgico y revestirse del vajra indestructible por toda la eternidad. El vajra será para siempre su marca y rasgo característico, la prueba perfecta de su triunfo sobre el demiurgo satánico y el signo distintivo de su transformación en Salvador de la Humanidad y del Mundo. El cuerpo y el alma, divinizados e incorporados por el Espíritu, serán el trofeo que ostentará eternamente como recuerdo de su paso triunfante por el mundo perverso de la materia creada.

Hay un antiguo texto Gnóstico en que el Génesis es narrado desde el punto de vista de la Serpiente Lucifer, desaparecido hace mil seiscientos años y milagrosamente recuperado en el siglo XX, en Nag Hammadi, Egipto. En este texto, llamado “El Testimonio de la Verdad”, hay alusiones a la influencia del Espíritu liberado sobre el reino del demiurgo. Allí leemos que “la resurrección acaece cuando se recupera el Espíritu”, y más adelante “la irrupción de lo
inmortal en el reino de la muerte”. En otra obra Gnóstica hallada también en Nag Hammadi, “El Tratado de la Resurrección”, hay una referencia a este proceso: “cuando se muere y se vuelve a recuperar el cuerpo…”. En estas obras se nos habla de la resurrección del cuerpo después de la muerte. Sólo un Espíritu liberado y victorioso es quien provee la resurrección y salvación verdaderas. En el mito cristiano hay claras referencias a la obra del Espíritu, prueba del origen Gnóstico de esta religión. Cuando relata que fueron a buscar el cadáver de Cristo a la tumba y no lo hallaron, nos está diciendo claramente que su cuerpo era de vajra y que se marchó con el Espíritu. O sea que se trataba de un verdadero Salvador del Hombre y del Mundo. Esa es la mejor prueba. Si deseamos saber si un guía de la humanidad es un auténtico Enviado o Salvador, lo mejor que podemos hacer es ir a buscar el cadáver en su tumba. Si no lo encontramos es porque su cuerpo era de vajra, y en perfecta unión con el Espíritu se ha marchado con él.

Además, en el cristianismo jamás se ha afirmado que Cristo se haya “fundido con Dios” o “unido a Dios”. Todo lo contrario, siempre se sostuvo que “Cristo se halla con su cuerpo, sentado a la diestra de Dios”. Cuando se dice “con su cuerpo”, podemos agregar “de vajra”. Estas referencias son claras: Cristo es una entidad separada, y el Dios al que se refiere no puede tratarse del dios creador o demiurgo. El Espíritu liberado y triunfante, si ingresa en el plano incognoscible lo hará siempre con su nuevo cuerpo de vajra rojo, del que ya no podrá separarse por toda la eternidad.

Un hombre renacido así es un “dos veces nacido”, es un “sin muerte”, inmortal y eterno. Un hombre así, que se ha liberado del demiurgo y su cadena de reencarnaciones, que ha roto definitivamente con todo lo creado, con todo lo impuro, producirá siempre una inmensa conmoción en el universo creado. Cuando un Espíritu se libera, toda la creación se libera un poco. Cuando un Espíritu logra liberarse y vencer al demiurgo en el enfrentamiento cara a cara con él, éste pierde fuerza y los lazos que aprisionan a los demás Espíritus se tornan más débiles también.

Cuando un Espíritu ha decidido quedarse en el infierno del demiurgo, luchará incansablemente hasta que todos los Espíritus hayan sido liberados, y continuará luchando hasta que el demiurgo, debilitado, cese sus respiraciones perversas de manvantaras y pralayas, hasta que ya no pueda crear nada más y termine por desaparecer. Así, habrá desaparecido toda dualidad y el mundo volverá a ser uno solo: el Reino Eterno del Dios Verdadero e Incognoscible.






Este libro se terminó de imprimir el día 20 de abril de 2011,
en la Biblioteca Esotérica Herrou Aragón,
Buenos Aires,

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