jueves, 3 de noviembre de 2016

SI YO HUBIERA TENIDO RELIGIÓN............

Si yo fuera una persona religiosa, o lo hubiera sido en algún momento de mi vida, aseguraría que estoy atravesando una crisis de fe. A mí, los esquemas religiosos, los elementales, esas oraciones que rezan los niños cuando se van a la cama: "cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me la guardan..... etc.", nunca tuvieron tiempo en mi familia para enseñármelos, en mi largo caminar de un internado a otro no era la espiritualidad lo que abundaba precisamente, era más bien el espíritu pseudomilitar y marcial del "prietas las filas, recias, marciales, nuestras escuadras van, hacia un mañana que les promete patria, justicia y pan.....". Aquí viene bien un inciso: la canción, en realidad, no promete "pan", la palabra correcta era "paz", pero, digo yo que por efecto del alimento escaso que recibíamos, se producía una intrusión lingüística y para nosotras, lo que en aquel momento nos salía del alma, aparte de patria y justicia, conceptos que repetíamos porque así era la canción, era el hambre; de ahí el cambio de palabra, que a la Seño de Gimnasia siempre le hacía poner cara de ira vengativa. E intentaba adivinar quién había sido la graciosa, cuando en realidad la pregunta que tendría que haber hecho sería quién no había sido, porque la culpa no se podía individualizar. Pero la que hubiera hecho de "esquirola" no rechistaba tampoco. Si hubiéramos leído a Freud podríamos haber contestado muy educadamente que se había producido un "acto fallido colectivo", o sea, que había sido una equivocación no querida. Pero el Sr. Freud todavía no había visitado España y nosotras pasábamos de Viriato directamente a los Reyes Católicos. Así que la Seño ampliaba el tiempo de marcha en una hora, aunque estuvieran cayendo "chuzos de punta", con el consiguiente aumento del hambre que ese día no podríamos saciar. De todas formas, como estábamos acostumbradas a comer poco, ya el hambre era una sensación sin importancia.

A mí, mi madre la única religión que me enseñó fue la de S. Antonio y el Cristo de Medinaceli, que eran muy milagreros los dos. No es que hubiera que rezarles: a S. Antonio se le pedía ayuda directamente para cualquier problema y al Cristo se le iba a ver una vez al año, esperando casi una hora para pasar en fila por un pasillo estrecho que te permitía ver la estatua por todos los lados.

Cuando se había pasado ya el momento en que se suponía que yo debería estar civilizada, pues resultó que no lo estaba y, como ya tenía, sólo de ver, mirar y soportar cierta capacidad de crítica, me vi sometida a un aluvión de religiosidad cristiana que no me calaba lo más mínimo. Toda mi restante estancia en el María de Molina, se limitó a estudiar: catecismo, vida de Jesús, Historia (amañada) de la Iglesia, misas en latín que me entretenía en ir traduciendo y cuando el cura decía Ite Missa Est y un coro de voces femeninas respondía: Deo gratias (alguna voz hacía bastante hincapié y sonaba igual que: "ya era hora"), yo todavía andaba perdida hacia la mitad del Credo o me había atascado en un verbo, que memorizaba para buscarlo después en el diccionario. Era la única forma que tenía para no empezar a dar cabezadas.

Sin embargo y por cuenta propia y vete tú a saber por qué vericuetos, desde muy pequeña yo sabía que Dios existía. Esa ha sido la única creencia y convicción que he tenido siempre. Y todo lo demás, para mí, eran "ganas de hablar" y decir tonterías. Por eso, cosa que a las monjas les rompía los esquemas, no admitía que nadie me llamara "atea". Ni siquiera las monjas: me encaraba con ellas y les preguntaba: "y ¿cómo sabe Vd. que yo no creo en Dios? Vd. no está en mi pensamiento"  y si la monja seguía, porque nunca se callaban, ellas eran tan poseedoras de la verdad...... "¡pues si cree Vd. en Dios, debería demostrarlo !!!", "y ¿quién ha dicho que yo crea en Dios? Vd. no está en mi pensamiento!".

A mí realmente me hubiera gustado estudiar lenguas clásicas, o derecho, o teología (cosa inaudita en una mujer, ni siquiera sé si me hubieran admitido), pero elegí filosofía porque mi novio de entonces, que luego sería mi marido y padre de mi hijo y adiós muy buenas, quería que estuviéramos juntos en las clases. No conozco una razón más de peso, o sea, hice el gilipollas. Pero no me salió demasiado mal la jugada, porque a través de los metafísicos medievales me dí cuenta de la cantidad de idioteces que pueden decir los filósofos cuando no tienen nada que decir, o no se lo permiten.

Con el tiempo, me dí cuenta de que el tema de Dios tratado por los filósofos quedaba reducido a una serie de argumentaciones y contraargumentaciones que aburrían a los muertos, para luego venirte a decir que a Dios no se le conoce por la vía positiva (diciendo lo que es ) sino por la vía negativa (diciendo lo que no es). Y, cuando ya estaba empachada de filosofía se me ocurrió la idea de que todo lo que se había dicho de Dios eran bobadas oportunistas para contentar una veces a los reyes y otras a los Papas; que la historia de la Iglesia parecía un "Diario de perversiones"; que no podía ser que Dios se dejara representar por ese atajo de farsantes; por lo menos, no el Dios en el que yo creía (que no tengo ni idea como era, pero no era ese). Y, cuando logré entender a Kant dí por terminadas mis dificultades con los filósofos, con la seguridad de que mis clases no perderían calidad si yo dedicaba algunas horas a otros campos filosóficos.

Y busqué una lista de los libros que se habían desechado en el Concilio de Nicea, porque según mi opinión, si lo que habían instituído como oficial era esa cosa a la que llamaron Evangelios y que, a todas vistas, era un producto de muchas intrigas, muchas peleas y muchos cambios de redacción que, para mí no tenían ni una palabra de lo que Jesús hubiera dicho. Y todas estas ideas surgían en mí de forma espontánea y si alguien me preguntaba a qué me dedicaba yo siempre respondía lo mismo: "estoy buscando a Dios", lo que dejaba al auditorio un poco en suspenso, porque mis reuniones, por aquella época, estaban siempre llenas de filósofos muy serios que se habían especializado, o sea, le habían dedicado uno o dos años a un personaje para escribir luego una tesis doctoral que no interesaría ni a ellos.

Mientras, yo vivía para la lectura (con mi hijo muy bien cuidado por su abuela, como recomendaba el otro día la "conversación con Dios". Mira y yo lo hice porque necesitaba ponerme al día en todas las áreas del saber), literatura (descubrimiento y alucinación con los hispanoamericanos), y tantos y tantos autores que ya debería haber leído a mi edad, pero.... También me tenía que actualizar en las ramas filosóficas que había pasado rozando: ciencia, religión, metafísica y mucha, mucha..... ciencia-ficción para cuando mi cabeza estaba un poco cargada y necesitaba un reposo para las ideas que iba adquiriendo a una velocidad excesiva.Cuando mi hijo tuvo edad de opinar, estaba convencido de que yo no me enteraba de lo que leía, era imposible que me enterara a la velocidad que leía los libros, según él.

Bueno y de ahí viene mi afición a los escritos antiguos, "cuanto más antiguos, más fiables", me decía mi intuición. Y aquí estoy. No puedo decir que lo he leído todo, porque eso es imposible, pero leo todo lo que esté fechado a.C.; sin descuidar a los heterodoxos d.C.

Pero esta pasión, esta prisa por saber, esta necesidad de encontrar la Verdad, sin saber qué verdad busco, me ha privado de algunas cosas que a todos les parecen importantes y que para mí también lo eran. Pero tenía que elegir: o buscaba o vivía el momento. Y, conforme mi conocimiento crecía, cada vez me separaba más de los demás. Ni una de las relaciones que he intentado de esas que se llaman formales, ha resultado bien. Sólo he querido con toda mi alma a mis hermanas de sufrimiento y a mi hijo. He tenido amigos y los he perdido. He tenido ilusiones sentimentales que he abandonado siempre por un libro nuevo, por una traducción que me interesaba en un momento en que, a lo mejor, tendría que haber empleado en mantener a flote una relación que me satisfacía. Pero, no ha sido posible. Los años han ido pasando y yo me he ido aislando con mis libros, mis manuscritos, tanto y tanto saber que nos dejaron civilizaciones pasadas y que se nos ha ocultado durante tanto tiempo.

Pero, de pronto, con la llegada del otoño (malo para mi tendencia a la depresión) de pronto no tengo ganas de seguir, me siento vacía y pienso que he desperdiciado mi vida. Pero, si me planteo qué tipo de vida me hubiera gustado vivir, resulta que volvería a repetir la que he vivido, pero la próxima vez quiero nacer en una situación normal, con muchos hermanos con los que discutir y reir, con unos padres normales y, sobre todo, sin internados. Porque me camuflaron 17 años de mi vida sin enseñarme nada de ella y me dejaron en un mundo que ni conocía ni entendía. Que ni conozco ni entiendo. Yo sí que podría escribir los versos más tristes esta noche. Pero a quién. Todo lo que se escribe, se hace pensando en alguien y, hoy siento que "el coronel no tiene quién le escriba"

Pero, os lo aseguro, a pesar de todo, yo sé que Dios existe ¿por qué lo sé? No tengo ni idea, nací con esa creencia incorporada a mis genes.

1 comentario:

  1. gracias por escribir, por leer y decirnos, por ser tan franca y clara, gracias por permitir que la verdad no sea una causa perdida y gracias por creer en Dios.

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